Page 14 of 24
1 12 13 14 15 16 24

Soledad Rappoport: «la evaluación es necesaria, pero para conseguir información con la que mejorar»

Por: Daniel Sánchez Caballero

«La evaluación no debe ser el centro de preocupación de la educación, debe ser una herramienta para mejorar»

Soledad Rappoport tiene claro que la evaluación es necesaria, pero para conseguir información con la que mejorar. Ahora mismo, es un palo en la rueda de la inclusión, pues excluye a este alumnado de las pruebas y, además, homogeneiza procesos educativos.

Soledad Rappoport lleva años dedicada a la investigación educativa. Ha estudiado la inclusión, las Tecnologías de la Información en la educación y actualmente está con un proyecto de desarrollo profesional docente del que prefiere no adelantar nada hasta que no esté publicado. Miembro del GIPES (Grupo de Investigación sobre Políticas Educativas Supranacionales), en una de sus investigaciones, realizada a cuatro manos junto a su compañera Marta Sandoval, las académicas observaron el carácter pernicioso sobre la inclusividad que pueden tener las pruebas de evaluación estandarizadas, tipo PISA. “Condicionan las clases, marcan ritmos y aunque no aportan información de todos los alumnos, suelen utilizarse para desarrollar políticas que sí afectan a todos”, explica.

¿Por qué decís que las pruebas internacionales como PISA atentan contra la inclusión y la equidad?

Desde el enfoque inclusivo una siempre está muy atenta a los procesos de exclusión. Parte de la inclusión es analizar estos procesos. Hay una atención permanente a esta contracara. Muchas veces uno quiere tocar un aspecto para desarrollar más inclusión y acaba generando exclusión por otro lado. Son dos caras de la misma moneda. Los efectos no colaterales de las decisiones educativas muchas veces acaban en esto. A partir de una serie de investigaciones empezamos a notar que estas prácticas estandarizadas externas generaban exclusión por otros lados como efectos no deseados. Por un lado, las evaluaciones externas dejan fuera cierto tipo de alumnado. Si bien en términos estadísticos es poco representativa la tasa de los estudiantes que no hacen PISA aún tocándoles (ronda el 2,5%), son el grupo más vulnerable. Estamos excluyendo justamente a un grupo que debería ser foco de mayor atención. Muchas veces es porque las pruebas no se adaptan a ellos, por ejemplo: los estudiantes que no saben el idioma o chicos y chicas con discapacidades. Incluso en las pruebas estatales censales los estudiantes que tienen adaptaciones curriculares significativas participan, pero no se toman los resultados para hacer media con el centro. Ya de por sí esta práctica excluye al estudiantado más vulnerable.

Otra elemento es que, por el impacto mediático que tienen y el uso que se les da, estas evaluaciones acaban marcando ritmos, formas de trabajo en el aula e, incluso, contenidos, porque la presión que ejercen produce una homogeneidad de la práctica docente. Se hacen entrenamientos para salir bien en esta foto. Miden Matemáticas, Ciencias o Lengua, pero dejan fuera aprendizajes muy importantes para el desarrollo de las personas como deportes, música, artes, autonomía personal… Y terminan teniendo un impacto en el currículum porque quita tiempo al desarrollo de estos otros aprendizajes importantes frente a otros. La parte perversa de la situación termina recayendo sobre los estudiantes más vulnerables, los que han sido excluidos de estas pruebas, toda una cantidad de prácticas sobre las que ellos no dieron información.

Otra cuestión que veíamos es el uso que se da de las cuestiones que cada escuela sufre, las presiones que sufren los docentes, el uso político bastante grave que fundamenta ciertas reformas o posiciona ciertos eslóganes que tienen más que ver con este aspecto mercantilista que está muy lejos del sentido de la educación y la inclusión. Hay escuelas que lo utilizan para atraer clientela y dejan fuera o seleccionan a sus estudiantes según estas pruebas. No contemplan el progreso de todos, dejan sin información de un montón de personas.

En el estudio, y lo acabas de mencionar, hacéis referencia a un cierto carácter mercantilista de la educación. ¿En qué cuestiones se ve?

Por un lado, en el tipo de competencias que suelen medir estas evaluaciones externas. Las competencias más ligadas al sistema productivo. No se evalúa la competencia artística,por ejemplo, aunque a medida que ha pasado el tiempo se han ido añadiendo cosas, como ahora la competencia social y cívica. Pero estas evaluaciones externas de siempre han estado más ligadas al sistema productivo. No digo que no deba medirse, me parece que es un dato importante y la educación debe contemplar cómo formar personas que sean competentes desde el punto de vista productivo, pero no se puede reducir a eso. El uso que se da a estas evaluaciones y cómo están marcando agenda es lo que me parece importante y preocupante. Marcan agenda educativa y tiene impacto sobre todos los estudiantes, pero no los está teniendo en cuenta a todos ni avisa de los procesos de exclusión que se están produciendo. De hecho, incluso, los fomenta. La cantidad de eslóganes que vienen aparejados con esto (calidad, competitividad, eficiencia)… Estas pruebas lo que hacen es evaluar el producto, que tiene una filosofía detrás que mide la educación en términos de calidad. No se ve el proceso.

¿Qué soluciones proponéis?

Analizábamos que está pasando en otros contextos, pero la primera siempre es ubicar la evaluación. Dónde la queremos. No debe ser el centro de preocupación de la educación. Debe ser una herramienta para coger evidencia que sirva para mejorar. Es volver a un planteamiento más filosófico: ¿nos está dando información útil para crear comunidades más inclusivas, atender a toda la comunidad de estudiantes? Los profesores nos dicen que no. Está utilizándose más en términos de competitividad entre países. Lo primero entonces es ubicarla. El quid de la inclusión no puede estar en cómo hacer para mejorar en la evaluación, sino cómo hacemos para hacer procesos que generen comunidades más inclusivas y qué herramientas utilizamos para llegar ahí. Hay varias experiencias, algunas muy costosas. Pero difícilmente una sola herramienta puede abarcar con precisión un aspecto tan complejo como el educativo.

Otra idea es que no se evalúe solo el producto final, sino distintos momentos. El proceso es muy importante. Y luego, y esto me parece fundamental y por donde deberíamos empezar, las pruebas deben contemplar sí o sí el progreso de todos, especialmente los más vulnerables. Estos grupos son los que dan la información más relevante sobre los procesos de exclusión. Por eso Dinamarca y Gran Bretaña, en un intento de solucionar estas pruebas estandarizadas, hicieron pruebas a nivel estatal para medir los procesos de aprendizaje de los estudiantes que no alcanzaban a medirse con las pruebas censales estatales. Hicieron otro cuerpo de pruebas que miden más el progreso porque hace falta esa información. También hay que volver a pensar como ciudadanía el rol de los medios de comunicación y tener cuidado con los efectos —quiero creer— no deseados. Muchas veces la publicación según cómo de estos resultados lo que hace es aumentar estas cuestiones. Hay que concienciar más sobre el uso, los peligros, qué mide y qué deja fuera la evaluación, que a veces es más importante.

Habláis de «recuperar el valor de la cohesión social» del sistema de evaluación. ¿Cuándo se perdió?

No lo sé, no podría identificar un momento concreto. La inclusión marca muchos aspectos, pero apunta a lo utópico. La educación desde el punto de vista de la inclusión necesita escuelas que sean inclusivas pero, además, que desarrollen aprendizajes para formar sociedades más inclusivas. Cuando decíamos que el sistema de evaluación debe recuperar este valor de cohesión social nos referíamos a que se recupere esta idea de evaluación. Que cree comunidades cohesionadas pero, además, sociedades inclusivas. Insisto en que está muy bien la productividad, la gente que tiene que estar preparada para trabajar, pero ¿qué pasa con lo otro? Es complementario, desde nuestro punto de vista, no puede ser que sea únicamente lo otro y que, además, genere exclusión.

Esto es entrar en el terreno de la especulación, pero ¿crees que instituciones como la OCDE, que predican la inclusión, son conscientes de lo que generan sus pruebas?

Creo que no, sinceramente. Depende también de qué organismo hablemos, porque los hay muy disímiles entre sí con diferentes objetivos. En el caso de la OCDE creo que no entra en sus intereses primarios. Sí veo una evolución a partir del primer PISA. A partir de las críticas fue incorporando más datos de contexto, la cantidad de estudiantes que se permite que queden fuera de la evaluación se fue haciendo más pequeño. Pero también creo que ver estos temas de inclusión no está en su agenda.

Comentabas antes que las evaluaciones condicionan las clases. ¿De qué maneras?

Marcan ritmos. Hay docentes que cambian cuándo se presenta un contenido respecto a otro por cuándo viene la evaluación. Marcan acercamientos al contenido, privilegian ciertos temas frente a otros, inhiben la innovación docente. Privilegian la cuestión de la mayoría frente a las individuales. Es bastante la presión que ejercen frente a las y los profesores. Dejan de probar métodos para ver cuál es el mejor para sus estudiantes o sus grupos. Dejan de lado ciertos aprendizajes frente a otros. Homogeneizan prácticas docentes. Se da mucho también el entrenamiento, se toma tiempo para practicar pruebas similares.

Todo esto va en contra de las tendencias actuales que se supone que hablan de la individualización de la educación, etc.

Es justamente lo contrario. Desde la inclusión se busca que la diversidad esté representada. La diversidad de acceso al contenido, de metodologías. Se habla mucho de que en el currículum esté representada la diversidad de culturas en un grupo. Se trata de formar comunidades inclusivas donde la diversidad participe activamente en el propio proceso. Por eso no sirven las llamadas recetas únicas. Otra cosa que no tienen en cuenta estas pruebas en general es el trabajo en equipo frente al individual, etc. Trabajar la autonomía, o con chicos con síndrome de Down, saber comportarse en distintos contextos, son temas fundamentales, pero sobre estos procesos no tenemos información alguna. Cómo se va integrando un inmigrante recién llegado, cómo la comunidad recibe y acoge. Estas cuestiones básicas no están siendo recogidas y no sabemos si lo estamos haciendo bien o mal. En realidad los centros sí lo saben, pero estas evaluaciones no potencian esto, al contrario. Muchos centros que se sabe que son muy buenos en el tema inclusivo salen mal en la foto de las evaluaciones estandarizadas.

¿No resulta algo paradójico que se den estas circunstancias justo cuándo más predicamos la inclusión e, incluso, hemos firmado convenios internacionales que la ponen en el centro de la acción educativa?

Falta mucha concienciación. Falta un consenso sobre qué temas son los importantes. Después pensemos para qué queremos las evaluaciones y qué están generando. En principio parecería que ofrecen datos para ver qué mejorar, pero ahora que es más para comparar. Comparar centros frente a otros, países entre sí. Hablamos de Shanghai, pero no sabemos la presión que hay sobre los estudiantes, si están en regímenes dictatoriales… No estamos viendo qué es importante. ¿Qué queremos como sociedad? Hay consenso sobre la importancia de la inclusión, de que todos los estudiantes deben estar en el mismo centro educativo. Todo esto se logró a nivel nacional e internacional. Pero también están demasiado aceptadas estas pruebas estandarizadas como los casi exclusivos indicadores acerca de la calidad de los sistemas educativos, cada vez con más repercusión en los sistemas nacionales. Incluso están definiendo muchas veces a ministros de Educación o a la opinión pública en general. Me parece un doble estándar ideológico en el que hay que preguntarse si no son contradictorias o si de alguna manera los hacemos complementarios. Qué aportan unos, qué aportan otros o cómo combinarlos para que ambos trabajen en esa mejora que creemos. En este aspecto una de las cuestiones fundamentales desde el punto de vista inclusivo es que hay que mirar permanentemente cuáles son los efectos de exclusión que están generando las prácticas estandarizadas (todas las prácticas educativas en general). Hay que estar muy atento porque las está produciendo.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/10/10/la-evaluacion-no-debe-ser-el-centro-de-preocupacion-de-la-educacion-debe-ser-una-herramienta-para-mejorar/

Comparte este contenido:

Why intelligence tests do not tell us anything about the real human potential

América del Norte/México/22.09.2019/observatorio.tec.mx

By: Sofía García-Bullé

We live in a culture that sees intelligence as part of a person’s value. Smart people get into the best schools, obtain the best jobs, receive the highest salaries, are the leaders, the examples everyone else should follow. If you are the smartest person of a designated group, it is normal that people follow you and that a lot of doors open for you, figuratively. Being smart is a crucial component of success, but… do we measure it correctly?

IQ tests are a fundamental tool to measure student intellectual capacity. We consider them mathematically and scientifically precise, but are they really that? Or are we purposely blinding ourselves to the cultural contexts that power the biases behind the very concept of the intelligence quotient and the tests we use to measure it?

A historical overview of IQ tests

Ideally, to generate a resource that helps us understand cognitive capacity and the potential for success is so necessary that we cannot even imagine an educational system without this. Nonetheless, IQ tests are barely a century old, and their origins are not as noble as we might believe. The purpose of these tests was not to enrich the educational offerings but to filter them.

In the early 1900s, psychologists, academicians, and politicians were looking for criteria to rank access to education. From the general population, those who were on the higher strata would get the best education. Those who faired lower would have their educational opportunities diminished in comparison. The Lewis Terman intelligence test gave them just what they needed to build this filtering system.

In 1916, Terman published a revised version of the Binet-Simon scale, created by the French psychologists Alfred Binet and Theodore Simone. The test classified children’s performances according to their intellectual aptitudes and their skills to solve exercises that required abilities in math, logic, reading, reasoning, and adaptation.

The test was so successful that it is still being used today in both children and adults to measure cognitive capacity and the potential for success. But like every other scientific breakthrough, this one was linked to the perceptions and cultural dimensions of the academicians who created and applied its set of criteria.

The-measurement-of-intelligence-Lewis-M.png

Cultural bias and the use of IQ tests as a political weapon

To understand the weak point of intelligence tests, we need to take into consideration the time in which they were created. At the beginning of the 20th century, an evolutionist philosophy dominated science and humanities. This way of thinking influenced even the way people constructed and shared knowledge.

When the first tests came out, the idea was not to use the test results for educational innovation to create new teaching strategies that could work to improve different ways of learning. The objective was to secure the survival of the fittest; the fittest were the smarter ones; the smarter ones got higher scores. But were the people who fared better the most intelligent, or were the high-scorers people with an advantage because the tests were culturally designed for them?

Back then, cognitive science supported the evolutionary theories that paved the way for eugenics. If Binet, Simon, and Terman took into consideration only the psychological profiles, mindsets, and circumstances of people of their same race, class and even gender to map how intellectual capacity works, can we say that their test is impartial and accurate?

Is it ok for us to ignore the historical proof that these tests justified racial discrimination and educational gentrification? The notion of people of diverse races having different levels of mental capacity was prevalent at the time, even among the scientific community. This misguided belief impacted the way these tests were created and applied.

Terman himself thought that racial minorities like Native Americans, African Americans, and Latin Americans had less capacity to understand abstract ideas than white people. He also believed that they made up for it in resilience, which from his point of view, made them hard workers and good at following orders.

These arguments are proven false and are indefensible nowadays. But back then they dictated who would receive the best education and who would be better trained to pass the IQ tests. This self-fulfilling prophecy was never about education; it was about maintaining the social order. And that purpose succeeded; people saw IQ test results as an indisputable scientific truth, not a consequence of cultural and social inequity.

What do intelligence tests measure anyway?

Intelligence is defined as the capacity to understand concepts or ideas and to solve problems. Under this definition, the Stanford-Binet scale meets its objective. It assesses people’s skills to understand questions and to resolve the situations included on the test. The mechanism of the exam is not under discussion, but after 100 years, the way we devise its content should be analyzed and updated.

To Antonio Andrés Pueyo, Lecturer in the Psychology Department at the University of Barcelona, intelligence is a very complex concept, especially in a time in which we make machines with artificial intelligence. According to him, there are aspects of intelligence that do not fit the mechanical vision from which the first IQ tests were created.

«There are tests that evaluate different types of intelligence that combine with IQ. This is what happens with the Weschler scale. Tests can also be built to assess a single skill, like the Raven test,» explains Pueyo.

All of these tests have their strengths and shortcomings. In the case of the Bidet- Stanford Test, it still has the right components to measure how apt is a student to navigate standardized learning but not how to apply that knowledge creatively or to think outside the box.

Those who got the highest scores when the test was first created were followed by Terman throughout their careers. Those students went on to get into the best universities and, subsequently, the highest paying jobs, but very few of them went beyond their expected social roles. They did not reinvent the wheel; instead, they mastered spinning along with it.

The test was not perfect. It detected talents like those of Ancel Keys, Norris Bradbury, and Shelley Smith. But it also failed to discover the potential of Luis Álvarez, a student who was rejected by Terman for followup because he fell short of the IQ score cutoff; yet Álvarez went on to win the Nobel Prize for Physics in 1968.

The need to rethink what we know about intelligence and the skills that matter

The challenges that people faced at the beginning of the twentieth century are not the same that we deal with today. They did not have to worry about digital literacy, and similarly, we do not need to know all of our close friends’ phone numbers by memory as they did.

If the problems we solve now are different, the skills and intellectual aptitudes required to resolve them should differ too. We live in an era of automation; machines are being improved with artificial intelligence to do jobs previously performed by humans.

This automation is not limited only to mechanical jobs but also more tasks that require analysis are being automated; for example, the profiling of information of people online to use the data to direct ads to them that align with and impact their consumer habits.

In 2018, an AI system analyzed the most awarded commercials in the last 15 years and used the information to write the script for a Lexus ad. The results were impressive for a machine, and it leads us to question what jobs humans can do that machines cannot in a not-so-distant future.

Some intellectual activities can be mechanical and therefore performed by a machine, such as the compilation, data analysis, and pattern identifications that the AI system utilized to write the script for the Lexus ad. However, the creative thinking and artistic sensibility to direct the ad could only be executed by a human, in this case, the director Kevin Macdonald.

The demands of the modern labor market require that intelligence tests must register and measure more than just mechanical and intellectual skills. They also need to consider everything related to soft skills, now rebranded as “power skills.” We must learn how to measure and nurture creative thinking, social intelligence, emotional intelligence, and other qualities beyond the existing educational standards.

We must abandon the idea of measuring a person’s worth by just one IQ, or seven types of intelligence measurements, or even fifteen or thirty. What we need in these tests is that they assess the diverse ways in which people approach knowledge and problem-solving and how these can be taught. Otherwise, intelligence tests will continue to be a tool for proponents of social dominance instead of the educational resource that would improve the acquisition of knowledge for a better world.

Information Reference: https://observatory.tec.mx/edu-news/iq-tests

Comparte este contenido:

España: El abandono escolar no mejora lo suficiente

Europa/España/22.09.2019/Pablo Gutiérrez del Álamo/eldiariodelaeducacion.com

El aumento de la matrícula en estudios postobligatorios estos últimos años no ha sido suficiente para alcanzar el objetivo del 15% para 2020.

Desde el comienzo de la crisis económica las tasas de abandono escolar temprano no han parado de crecer, prácticamente a un ritmo de 1,7 puntos porcentuales anuales de media. Bien es cierto que en los últimos años, desde 2015, ese descenso ha sido cada vez más y más lento. Hasta colocarnos una décima por debajo del 18%.

Son buenas noticias, pero no del todo. España se quedará por encima del objetivo europeo 2020 del 15% (para el resto del continente la cifra es del 10%), aunque algunas comunidades autónomas como Euskadi lo han logrado ya hace algunos años.

La manera de acercarse al fenómeno del AET es muy dispar. En el análisis que se hace en el volumen (editado por las fundaciones Ramón Areces y Europea Sociedad y Educación en colaboración), Lucas Gortázar hace un sucinto análisis de qué dos posibilidades de explicación hay al fenómeno de la bajada y su ralentización. Depende de si se atiende a que la bajada se haya producido por elementos externos al sistema, más coyunturales, o si ha venido porque el propio sistema educativo ha producido cambios internos suficientes para haber provocado esta bajada de la tasa.

Julio Carabala, sociólogo de la educación, lanzó la idea de que para seguir reduciendo las tasas de AET habría dos caminos fundamentalmente. Por una parte, que aumentase la matrícula en las diferentes etapas con lo que, lógicamente, algo mejoraría la tasa y, por otra parte, que alcanzar algunos de los títulos de secundaria postobligatoria fuera más fácil.

En un análisis previo que hiciera hace tres años para el mismo volumen de indicadores, Carabaña desentrañaba cómo países de nuestro entorno han apostado por una vía o por otra. España, al igual que otros como Dinamarca o Luxemburgo, hizo mayor hincapié en el aumento de la matrícula en estos estudios pero, al pasar de los años y de lo peor de la crisis, este sistema parece demostrar que no puede asumir más bajada.

Por otra parte, en el mismo análisis, el catedrático de la Complutense, señala que una opción para conseguir seguir acercándonos al objetivo deseado del 15% habría que pensar en la posibilidad de que los títulos fueran más fáciles de conseguir, algo que choca profundamente con buena parte del discurso habitual y dominante de que la educación es cada vez más fácil y que no tiene el nivel suficiente.

Los ninis no existen

Carabaña gusta de hacer, de vez en cuando, afirmaciones un tanto polémicas. Desde la posibilidad de que España elimine el título de la ESO para que así pasen más personas a la educación postobligatoria, hasta que «los ninis no existen».

Desde hace años, España ha ostentados unas cifras altas de personas que ni estudian ni trabajan, los famosos ninis. Incluso durante los peores años de la crisis económica, este colectivo, realmente heterogéneo de personas creció. Algo en lo que no se ha detenido demasiada gente. Más allá del casi escándalo de que, presumiblemente, quienes huyeron del sistema educativo cuando había trabajo, volverían a él cuando se esfumaron sectores económicos enteros.

De forma contraintuitiva, sus cifras crecieron. La explicación es relativamente sencilla. Al menos cuando uno escucha a Julio Carabaña aclarar que «los ninis no existen». Su porcentaje entre jóvenes de 15 a 24  años es de 12,4% para 2018. «Por efecto de la suma artificial de los parados y los inactivos».

Los parados son el colectivo de personas que no tiene trabajo pero sí tiene una intención de buscarlo. Los inactivos son personas que no tienen un trabajo (al menos convencional) ni intención de buscarlo. Los primeros han ido variando su porcentaje a lo largo de la crisis y tras esta pasando del 12,8% en 2011 (su valor mayor) hasta el 7,2% de 2018. Sin embargo, en el caso de los inactivos, su tasa ha tenido muy pocas variaciones, como mucho de un punto porcentual, de tal manera que han pasado de ser el 5,4% en 2011 al 5,2 en 2018. Como resumen Carabaña el elemento dinámico son los parados.

«Los ninis son un añadido artificial que desprecia las preferencias de la gente creado por UE para repartir dineros», principalmente dedicados a los programas de Garantía social impulsados por la Unión a partir de 2013. En definitiva, quienes ni estudian, ni trabajan, ni tienen intención de hacer ninguna de las dos cosas, suponen un porcentaje relativamente bajo «y muy parecida en todas partes», argumenta Carabaña.

Para el sociólogo, además de otras consideraciones, el índice supone un retroceso, empezando por plantear la dicotomía de «estudias o trabajas», pero algo tienes que hacer. Cuando, por ejemplo, quienes no estudian ni trabajan y se dedican al trabajo doméstico, es decir, principalmente las amas de casa, estarían dentro de este colectivo.

«Si queremos que este colectivo haga algo, habrá que saber por qué no lo hacen», aseguró Carabaña, quien insistió que algunas de las razones que pueden esgrimir son socialmente aceptadas y aceptables como tomarse un año sabático para decidir qué hacer en el futuro inmediato.

Para Carabaña el indicador de los ninis «supone una regresión, un retroceso» y, además, asegura que lo es en cuatro formas diferentes: analítico («¿Por qué mezclar y confundir lo que está claro?»); moral (porque condena cualquier ociosidad, deslegitima el trabajo informal en el que se incluye el trabajo doméstico); político (porque ignora los gustos personales y las costumbres y legitima al Estado para «salvar a los individuos de sus decisiones equivocadas), y, finalmente, es un retroceso práctico, a juicio de Julio Carabaña, porque, al ignorar a quienes forman el colectivo y sus razones, las políticas públicas quedan sin objetivos claros.

Para el sociólogo, además, el indicador de los ninis, dadas las explicaciones anteriores, debería dejar de utilizarse en la discusión educativa, puesto que su varianza responde únicamente a factores económicos. del conjunto, son los parados los que suben y bajan, mientras que los inactivos se mantienen en cifras virtualmente inalteradas desde el año 2000.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/09/19/el-abandono-escolar-no-mejora-lo-suficiente/

Comparte este contenido:

Xenofobia en Estados Unidos, combinación de causas

Por: Marcelo Colussi

“Maté en respuesta a la invasión hispana. Matar tantos mexicanos como fuera posible” (Patrick Crusius, asesino de El Paso, Texas)
Estados Unidos, autoproclamado campeón de la libertad y de la democracia, lo que menos tiene es, justamente, libertad y democracia. El espinoso tema de los migrantes indocumentados lo deja ver con palmaria evidencia.
No es ninguna novedad que Latinoamérica representa su “patio trasero”, su supuestamente natural resguardo geoestratégico, proveedor de materias primas a precios regalados y obligado cliente para sus productos. Pero además de todo ello: fuente inagotable de mano de obra barata. Muchos de los trabajos realizados en Estados Unidos son efecto de los millones de latinoamericanos que residen en su territorio, en muy buena medida, en calidad irregular en términos migratorios.
La economía del imperio conoce a la perfección ese carácter “ilegal” (en términos administrativos) de buena parte de la masa trabajadora, y se aprovecha. Siempre ha habido persecución de los inmigrantes irregulares, con lo que se consuma un descarado chantaje: esos trabajadores, huyendo de sus países de origen por la precarias condiciones socio-económicas en que sobreviven, son aprovechados por el capital norteamericano para, chantaje mediante, pagarle sueldos muy bajos en relación a la media estadounidense. Pero pese a que esos ingresos son bajos en términos comparativos, para los latinoamericanos llegados a aquel país, tales salarios representan una “salvación”. Aun viviendo en condiciones indignas, se permiten ahorrar y enviar remesas a sus familiares en América Latina y el Caribe, con lo que se atenúa un poco la grave situación en los países expulsores.
Todo el mundo sabe esto: autoridades estadounidenses y latinoamericanas. Pero estas últimas prefieren ignorar las condiciones paupérrimas y de sobreexplotación de esa masa de gente, y más aún, el calvario que deben atravesar para llegar a suelo norteamericano, por cuanto esos dólares enviados a su territorio ayudan a soportar mejor la pobreza local. De hecho, en muchos países de la región, las remesas representan entre un 15 a 20% del PIB, llegando en algunos casos hasta un tercio de su economía global. Sin dudas, ningún gobierno de la zona desea perder esa suerte de subsidio; de ahí su silencio cómplice con la desdicha de sus conciudadanos.
Por otro lado, los capitales estadounidenses sacan provecho de esa enorme masa de inmigrantes indocumentados. En una nota del The New York Times firmada por Eduardo Porter, se afirma sin vergüenza que “mientras más trabajadores crucen la frontera, inevitablemente se reducirá el costo del trabajo. Su mano de obra barata aumenta la producción económica y reduce los costos.” (…) “Ocho de los quince empleos que tendrán el crecimiento más rápido entre 2014 y 2024 -asistentes para cuidar a enfermos en el hogar, preparadores de comida, conserjes en edificios comerciales y otros trabajos similares- no requieren de ninguna preparación”, por lo que el aprovechamiento (explotación despiadada) de inmigrantes hispanos está asegurado.
¿Por qué ahora, desde la llegada a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, se da esta lucha frontal contra los inmigrantes irregulares?
Hay en todo ello un inmoral y despreciable doble rasero: se dice una cosa, y se hace exactamente lo contrario. Ello se evidencia en varios aspectos. Por ejemplo: son denigrados y detenidos/deportados inmigrantes mexicanos y centroamericanos, pero se pone el grito en el cielo -golpes de pecho incluidos- con la población que sale de la “narco-dictadura sangrienta” de Venezuela. Habría inmigrantes “buenos” y “malos” entonces.
Como mínimo, se podrían apuntar tres causas para comprender este endurecimiento de la actual política migratoria del presidente Trump y de su equipo ultra conservador y de derecha radical.
1. Tiene un carácter electoral. Dada la gradual pérdida de pujanza de la economía estadounidense (luego de la Segunda Guerra Mundial aportaba el 52% del producto mundial, ahora no llega al 20%; la pobreza crece entre sus ciudadanos), el mensaje proselitista de Trump buscó encender pasiones en la clase trabajadora de su país, buscando una explicación sencilla, mecánica, efectista. La apelación a un chivo expiatorio como los “migrantes que roban puestos de trabajo” es un buen expediente. Ante una situación de crisis que no cesa, la masa ciudadana estadounidense puede “dejarse” convencer con facilidad con esa pseudo-explicación. De hecho, evidentemente, pudo votar a favor de ese discurso xenófobo, y no sería improbable que pueda volver a hacerlo en las próximas elecciones. De todos modos, la causa de la pérdida de dinamismo de esa economía no son los extranjeros indocumentados: es la crisis general del capitalismo y la recomposición a nivel global del sistema, con nuevos polos que empiezan a destronar a Estados Unidos.
2. Racismo y xenofobia extremos. El llamado a levantar muros inexpugnables se fundamenta en un racismo visceral que atraviesa buena parte de la cultura media estadounidense (ver video inicial), de la cual Donald Trump es un claro exponente. En algunos de sus ya famosos mensajes por redes sociales, en el 2018 dijo que los migrantes latinoamericanos son “muy malos”, y no son personas, sino animales; y los lugares de donde provienen son “países de mierda”. De ahí la necesidad de defenderse a muerte de esa “invasión”. Como lo dicen Lajtman y Romano, en esa lucha contra los presuntos “invasores” “Algunas medidas concretas son la instalación de brigadas de seguridad privada, drones, sistemas de geolocalización, cámaras de vigilancia en los trenes y puntos estratégicos; construcción de bardas y equipos de alarma y movimiento alrededor de las vías.” Por lo pronto el gobierno federal tolera grupos civiles armados (no autorizados legalmente) que se constituyen en “cazadores” de inmigrantes que cruzan la frontera, matándolos a sangre fría. Todo ello es el telón de fondo que permitió/incitó a un asesino como el citado en el epígrafe a aniquilar “invasores hispanos”. Aunque luego de esa matanza Washington se vio obligado a “condenar el racismo, la intolerancia y la supremacía blanca (…) pues “el odio no tiene lugar en Estados Unidos”, el verdadero mensaje lanzado por el presidente, y aceptado por buena parte de la población, es de chovinismo extremo. De ahí estos grupos supremacistas blancos de “cacería de mojados”. Así nació el nazismo en los años 30 del pasado siglo en Alemania. Lo que se está viviendo en el Estados Unidos actual, azuzado por un presidente blanco supremacista que ve con buenos ojos al Ku Klux Klan, no es muy distinto.
3. El chantaje económico que persiste. Es absolutamente mentira que los latinoamericanos y caribeños que llegan en condiciones paupérrimas al “sueño americano” disputan puestos de trabajo con ciudadanos estadounidenses. Eso es una ignominiosa falacia. El endurecimiento de las condiciones migratorias, además de los motivos antes señalados, sigue siendo un buen mecanismo para el capital, a modo de mantener en su nivel más bajo posible los salarios. Se podría decir: “ejército de reserva industrial” a nivel global. Una buena masa de desocupados/desesperados proveniente de países empobrecidos sirve para ser chantajeada ya en suelo norteamericano, azuzándola con el fantasma de la “Migra” y las posibles deportaciones. Es decir: se le fuerza a trabajar en las peores y más insanas condiciones, so pretexto de ser deportada. ¿Dónde quedan las tan cacareadas libertad y democracia entonces?
Definitivamente el acuciante problema de las migraciones irregulares cada vez más masivas, que se dan tanto hacia Estados Unidos (provenientes de América Latina) como en Europa (proveniente de África y de Medio Oriente), es una muestra evidente del agotamiento del sistema capitalista.
La solución no puede ser nunca levantar muros o impulsar políticas y sentimientos xenofóbicos; la única solución es atacar de raíz las causas por las que 1,000 personas diarias llegan huyendo de la pobreza a estas supuestas islas de salvación. Y está visto que el capitalismo no quiere ni puede ofrecer esas soluciones.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=259116
Comparte este contenido:

Uruguay: Marcha contra el racismo

Redacción: Tercera Información

Marcha contra el racismo, por la Avenida 18 de Julio hasta la Plaza Libertad, este pasado 28 de marzo.

Convocada en repudio al mensaje racista del cantante del género tropical Alex Stella.

Este personaje le expresa a su productor en duros términos por su color de piel. “No me gustan los negros”, le dijo: “¿Sabes lo que pasa? Yo te voy a ser sincero, loco. A mí los negros no me gustan, loco. Los negros no me gustan. No me gusta el olor de los negros”-

Este hecho generó en las organizaciones afro, total repudio y convocó a una marcha en el día de hoy.

Fotografía Martha Passeggi

La imagen puede contener: una o varias personas y exterior

 

 

Fuente: https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/2019/03/29/uruguay-marcha-contra-el-racismo
Comparte este contenido:

Tanzania: Día de la Niña: en estas escuelas las obligan a hacerse pruebas de embarazo y las expulsan si dan positivo

Redacción: CNN

Video: https://cnnespanol.cnn.com/2018/10/11/dia-de-la-nina-en-estas-escuelas-las-obligan-a-hacerse-pruebas-de-embarazo-y-las-expulsan-si-dan-positivo/

Nota de los editores: CNN está comprometida a cubrir la desigualdad de género en cualquier parte del mundo. Esta historia es parte de ‘As Equals’, una serie de todo un año.

Arusha, Tanzania (CNN) – Sucede dos veces al año en la Escuela Secundaria Arusha. Cada una de las 800 alumnas de la escuela es acompañada a un baño y se le dice que orine en un frasco. Fuera del cubículo, un profesor espera para asegurarse de que las muestras no se intercambian.

Las chicas están tomando pruebas de embarazo obligatorias. Y si salen positivas, la estudiante es expulsada de inmediato.

CNN visitó otras dos escuelas en las regiones de Kilimanjaro y Arusha donde se realizaron pruebas similares; tres escuelas más confirmaron las pruebas en entrevistas telefónicas.

A Elifuraha, a quien se refiere CNN por su primer nombre, le resulta difícil hablar de la vergüenza que sintió cuando las maestras de la Escuela Secundaria Moshono en Arusha la convocaron para una prueba de embarazo obligatoria.

Elifuraha tenía 16 años cuando quedó embarazada. Intentó ocultar sus náuseas matutinas en la escuela, culpando a la malaria.

Elifuraha tenía 16 años cuando quedó embarazada. Intentó ocultar sus náuseas matutinas en la escuela, culpando a la malaria.

«Llamaron a todas las estudiantes a una sala y las maestras comenzaron a inspeccionarnos… nos tocaban el estómago», dijo la madre de 19 años a CNN, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Ella sabía que estaba embarazada, pero estaba tratando de ocultar su creciente estómago. Después de admitir su embarazo, fue expulsada de inmediato.

Tanzania utiliza una cláusula de moralidad en una ley de educación de 2002 para dar a las escuelas el marco legal necesario para expulsar a las estudiantes; la práctica se remonta a la década de 1960. La ley se ha aplicado más ampliamente desde que el presidente John Pombe Magufuli asumió el cargo en 2015.

En junio pasado, Magufuli, apodado «The Bulldozer», dio un paso más y anunció que a las estudiantes embarazadas no se les permitiría regresar a la escuela después de dar a luz.

No hay estadísticas oficiales sobre cuántas niñas embarazadas han sido expulsadas de las escuelas de Tanzania.

El Centro para los Derechos Reproductivos, un grupo de defensa internacional con sede en Estados Unidos, estimó en 2013 que más de 8.000 niñas embarazadas eran expulsadas o abandonadas de las escuelas de Tanzania cada año.

El decreto presidencial del año pasado va directamente en contra de los esfuerzos del gobierno anterior para introducir una política de reingreso escolar para madres adolescentes.

Anna Ulimboka, una enfermera que supervisa las pruebas de embarazo en la escuela secundaria de Arusha, dice que las pruebas son una buena cosa. Y muchas de sus alumnas están de acuerdo.

Los estudiantes asisten a clase en la escuela secundaria de Arusha.Las estudiantes asisten a clase en la escuela secundaria de Arusha.

Las estudiantes asisten a clase en la escuela secundaria de Arusha.

«Antes de comenzar a hacer la prueba, muchas niñas se embarazaban mientras estaban en la escuela, pero después de ver que se estaban haciendo pruebas antes y después de sus vacaciones, eso las hace evitar las relaciones con los niños», dijo Ulimboka.

CNN visitó la escuela acompañada por funcionarios del Ministerio de Salud de Tanzania y la oficina del gobierno regional. Hablando en presencia de los funcionarios, Ulimboka dijo que las pruebas y la política de expulsión de las estudiantes embarazadas eran necesarias.

Las niñas se reúnen entre clases en la escuela secundaria de Arusha. Al menos una vez por semestre, después de regresar de las vacaciones, las niñas son reunidas en el comedor para una prueba de embarazo obligatoria.

Las niñas se reúnen entre clases en la escuela secundaria de Arusha. Al menos una vez por semestre, después de regresar de las vacaciones, las niñas son reunidas en el comedor para una prueba de embarazo obligatoria.

Sin embargo, Ulimboka dijo que se sentía mal por las niñas que habían sido expulsadas.

«Siempre les aconsejo que incluso si se quedan embarazadas no es el final y que no deben rendirse».

Shilinde Ngalula, abogada del Centro Legal y de Derechos Humanos en Tanzania, dijo que obligar a las niñas embarazadas a abandonar la escuela viola la constitución de Tanzania, que incluye el derecho a la educación.

En julio de 2017, la diputada de la oposición Halima Mdee fue arrestada por denunciar al presidente por la prohibición de las alumnas embarazadas que, según ella, también es contraria a la Constitución. Su caso fue destacado por el informe del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre los derechos humanos en Tanzania como uno de los ejemplos de represión contra los críticos de Magufuli.

Junto a Tanzania, Guinea Ecuatorial y Sierra Leona también les niegan el derecho a estudiar en escuelas públicas a las niñas embarazadas y madres adolescentes, lo que los defensores dicen que va en contra de los tratados de derechos humanos que los tres países han firmado.

«Se encuentra dentro de la definición de una violación no solo del derecho a la educación, sino también de otros derechos de las niñas», dijo Elin Martínez, experta en derechos de los niños de Human Rights Watch.

El hijo de Elifuraha mira, lápiz en mano, mientras ella hojea sus notas de una clase de sastrería en el Centro Faraja.

El hijo de Elifuraha mira, lápiz en mano, mientras ella hojea sus notas de una clase de sastrería en el Centro Faraja.

Los tres países se han encontrado en repetidas ocasiones bajo la presión internacional para derogar la política.

CNN se ha comunicado con el gobierno de Tanzania para hacer comentarios, pero aún no ha recibido respuesta. Los gobiernos de Sierra Leona y Guinea Ecuatorial tampoco han respondido a las solicitudes de comentarios.

Debido a que la educación sexual no está en el plan de estudios nacional en Tanzania, muchas niñas no aprenden que tener relaciones sexuales puede llevar a quedar embarazada.

Lilian, de dieciocho años, fue una de ellas. Se quedó embarazada cuando tenía 16 años.

Los calendarios escolares advierten sobre las consecuencias del embarazo y el intercambio de sexo por paseos con conductores de "boda boda" (taxi de motocicleta).

Los calendarios escolares advierten sobre las consecuencias del embarazo y el intercambio de sexo por paseos con conductores de «boda boda» (taxi de motocicleta).

Alrededor de un cuarto de las niñas de Tanzania de entre 15 y 19 años son madres o están embarazadas. El matrimonio infantil sigue prevaleciendo en el país: el 37% de las mujeres de 20 a 24 años de edad habían estado casadas antes de cumplir los 18 años, según los datos oficiales de 2010, los últimos disponibles. Según la misma encuesta, más de una cuarta parte de las niñas casadas antes de los 19 años tienen esposos que tienen 10 o más años más.

Lilian ya estaba esperando a su bebé cuando el presidente Magufuli pronunció su discurso histórico sobre la expulsión de estudiantes embarazadas.

Le gustaba estudiar química, biología y geografía, y saber que no se le permitiría volver a la escuela era devastador.

«Quería alcanzar mis metas, pero me vi obligada a acortarlas, quedarme en casa y esperar otra oportunidad», dijo.

Lilian y su hija Favor ahora viven en el Centro Faraja, un refugio para mujeres vulnerables y madres jóvenes, muchas de las cuales han sido expulsadas de la escuela como resultado de su embarazo.

Al igual que el resto de las residentes del refugio, Lilian está aprendiendo costura y trenzado de cabello. Está muy lejos de estudiar ciencias, pero la ayudará a conseguir un trabajo después de que abandone el refugio.

Lilian se sienta en el borde de su cama después de preparar a su hija Favor para el día.

Lilian se sienta en el borde de su cama después de preparar a su hija Favor para el día.

Y ella todavía no ha abandonado completamente sus sueños. Ella ha guardado su cuaderno de física, envuelto en papel marrón liso. Espera que algún día se le permita regresar a la escuela.

Ninguna escuela pública puede volver a admitir a Lilian y la matrícula en las pocas escuelas privadas que todavía podrían aceptarla tienen un costo de alrededor de 800 dólares al año. Su única opción es encontrar un patrocinador u obtener un lugar en una de las pocas escuelas financiadas por ONG en el país.

Al igual que Lilian, Elifuraha también tenía grandes planes que dejó a un lado cuando quedó embarazada.

Elifuraha soñó con unirse al ejército de Tanzania, pero no completó la educación suficiente para cumplir con los requisitos antes de que fuera expulsada.

«Si las cosas no fueran como son, me encantaría volver a la escuela», dijo.

El proyecto de informes As Equals está financiado por el European Journalism Centre a través de su Programa de Subvenciones para la Innovación en el Desarrollo. Haz clic aquí para ver más historias como esta.

Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/2018/10/11/dia-de-la-nina-en-estas-escuelas-las-obligan-a-hacerse-pruebas-de-embarazo-y-las-expulsan-si-dan-positivo/

Comparte este contenido:
Page 14 of 24
1 12 13 14 15 16 24