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Por unos feminismos inclusivos y diversos: Claves para la autocrítica en torno al feminismo patriarcal

Coral Herrera Gómez  

A algunos feminismos les sobra un poquito de patriarcado, y les hace falta más diversidad. Hoy es un buen día, como otro cualquiera, para hacer autocrítica y hablar de las estructuras patriarcales con las que construimos un colectivo feminista, un departamento de género en una universidad,  una sección de un partido político, una asociación de mujeres, un instituto de estudios de género, una ONG de mujeres, un grupo de investigación feminista, etc.

Con algunas de mis compañeras llevo años hablando sobre este tema y no me he atrevido hasta ahora a lanzar las preguntas en los foros sociales, pero me parece fundamental que empecemos por preguntarnos por qué algunos feminismos están tan enfrentados o divididos, por qué las mujeres nos hacen fotos cuando salimos a manifestarnos como si fuéramos bichos raros, por qué nuestras reivindicaciones no tienen el impacto que desearíamos en la opinión pública, o por qué no logramos sensibilizar a la mayoría de la población sobre el tema de la violencia de género. Urge un debate profundo para reflexionar colectivamente en torno a los estereotipos negativos del feminismo, analizar el modo en cómo estamos comunicando y visibilizando nuestro trabajo, debatir acerca de nuestras debilidades y nuestras fortalezas, y re-plantearnos el modo en el que podríamos contagiar a más gente para que se unan a la lucha feminista por los derechos humanos de las mujeres.

Un primer paso podría ser trabajar en la despatriarcalización de nuestras estructuras, y analizar la forma que tenemos de relacionarnos y organizarnos. Existen muchas organizaciones que practican el feminismo patriarcal: me refiero a esos colectivos que funcionan de manera similar a otros colectivos sociales o políticos construidos sobre bases patriarcales. Bases que preferimos no ver porque creemos que nos hemos liberado de todas las opresiones, y que al ser feministas no reproducimos la misma estructura que el resto de los movimientos sociales.

El patriarcado dentro de nuestros movimientos feministas se expresa fundamentalmente a partir de las jerarquías que establecemos entre nosotras, y a partir del pensamiento binario que nos obliga a definirnos en oposición a las otras. Estas dicotomías nos dividen en pequeños grupos separados por diferencias ideológicas o intereses particulares­: feminismo islámico, feminismo católico, feminismo decolonial, feminismo campesino, ecofeminismo, feminismo anarquista, feminismo lesbiano, feminismo queer, etc.

Al definirnos con etiquetas identitarias, nos diferenciamos unas de otras en base al pensamiento binario que nos hace creer que somos una cosa y no somos otra: feministas/no feministas, mujeres cisexuales/mujeres transexuales, lesbianas/heteros, académicas/activistas, blancas/negras, ricas/pobres, etc. En medio se quedan todas aquellas que no encajan en estas etiquetas, y son categorizadas con otros términos que las discriminan todavía más (transgénero, bisexuales, mestizas, indias claras, precarias, travestis, trabajadoras sexuales, etc.).

Otra característica del feminismo patriarcal es que se construye sobre la dicotomía entre “nosotras” y “las otras”, de modo que cerramos las puertas a otros colectivos y personas que no son “nosotras”, o que no son como “nosotras”. Pese a que dentro de los feminismos tenemos unos objetivos básicos comunes (derechos humanos de las mujeres y las niñas), se nos olvidan cuando nos aferramos a estas etiquetas para diferenciarnos unas de otras. Y si bien es cierto que los recursos en nuestra área son limitados, deberíamos poder compartirlos  para hacerlos más grandes. Además, las diferencias son enriquecedoras y deberíamos aprovecharlas para construir feminismos inclusivos, no para crear oposiciones irreconciliables entre nosotras.

Yo estoy convencida de que para lograr la igualdad y para que todas podamos disfrutar de nuestros derechos básicos fundamentales, es necesario despatriarcalizar el feminismo, abrirlo a todo el mundo, y aplicarle un enfoque basado en los valores de la inclusión y la diversidad. El feminismo, creo, no es solo cosa de mujeres, y por eso tenemos que liberarlo de las etiquetas de género, nacionalidad, etnia, edad, clase socioeconómica, orientación sexual, religión, edad, etc. que nos diferencian y nos discriminan.

Estas son algunas propuestas que he elaborado para el análisis del patriarcado en los feminismos desde una perspectiva autocrítica.

–          Creo que es esencial que empecemos a hablar de las jerarquías patriarcales que reproduce el feminismo institucional y que anidan en muchos de nuestros colectivos. Dentro de los mundos feministas, unas mujeres ocupan altos cargos, acceden a información valiosa (consultorías, subvenciones, puestos de trabajo, etc.), toman decisiones y obtienen buenos salarios, y otras son el proletariado feminista.  Sería interesante analizar por qué reproducimos este sistema vertical de organización, y debatir conjuntamente cómo podríamos crear estructuras horizontales de trabajo.

–          Otras jerarquías que tenemos dentro del feminismo están basadas en torno a la famosidad y/o estrellato de teóricas y activistas. Algunas de nosotras de pronto nos ponemos de moda y acaparamos micrófonos, estrados, escenarios, publicaciones, premios y reconocimientos. Otras trabajan arduo por visibilizar sus obras o acciones, y no  obtienen el mismo reconocimiento. Algunas son encumbradas como divas, y otras caen en desgracia para siempre cuando desentonan con alguna idea escandalosa.

–          Si nuestro objetivo principal es luchar contra la discriminación, no podemos discriminar a otras personas porque no sean mujeres, o porque no sean heterosexuales, o porque no sean lesbianas. Ni tampoco cerrar nuestros espacios a mujeres  transexuales, ni impedir la entrada a nuestros foros a las trabajadoras del sexo…. Cualquier discriminación que establezcamos es patriarcal.

–          La guetización de nuestros espacios tiene como consecuencia que las que no son como “nosotras” se sienten excluidas. Los espacios cerrados de gente que se apropia de los intereses colectivos huelen demasiado a corporativismo cuando son incapaces de aliarse con otros colectivos con las mismas reivindicaciones. Habría que ventilar estos espacios con un poco de aire fresco y nuevas ideas que permitan que nuestras luchas se expandan más allá de las cuatro paredes en las que nos reunimos.

–          La gestión de los recursos podría colectivizarse en lugar de dejar el tema en manos de las lideresas de cada grupo. Es importante que nos responsabilicemos de los recursos con los que contamos, y aprendamos a gestionarlos conjuntamente.

–          Los liderazgos que tenemos dentro de los feminismos. Debemos democratizar el feminismo, pero no para elegir representantes, sino para crear estructuras basadas en la autogestión y en la participación activa de todas las participantes. Los absolutismos de ciertas lideresas provocan, creo, la desmotivación de todas aquellas personas que se mantienen al margen de esos círculos de poder, y que prefieren trabajar en equipo y tomar decisiones conjuntamente.

–          Las relaciones marcadas por el interés propio. En el mundo de la política y las empresas los hombres se relacionan tratando de tener contactos clave para sus posiciones estratégicas, dentro del feminismo sucede algo parecido. Las lideresas suelen estar rodeadas de mujeres precarias que se relacionan con ellas en base a intereses económicos o políticos, pues tener contactos sigue siendo imprescindible para abrirse un hueco en el mundo de la investigación, las políticas públicas de género o la cooperación y ayuda al desarrollo con enfoque de género. Estas relaciones jerárquicas e interesadas fomentan la competitividad y la rivalidad que se establecen en torno a los recursos, a las mujeres con poder,  o en torno a las diferencias ideológicas entre nosotras. Las luchas de poder y los boicots entre nosotras se pueden solucionar con solidaridad, comunicación y redes de trabajo horizontales, diversas e internacionales.

–          La xenofobia feminista, basada en la idea de que cuando las feministas extranjeras de países en crisis acuden a tender redes de trabajo a los países pobres,  en realidad su intención es imponer sus ideas, sacarles la plata y quitarles sus puestos de trabajo en el área del género. La justificación de esta xenofobia parte de la idea de que las colonizadoras vuelven a tierras colonizadas para extraer sus recursos, imponer sus agendas, dar lecciones a las feministas locales, y perpetuar el colonialismo blanco. Pese a que todas estamos colonizadas por el capitalismo y el patriarcado, y nuestras causas sean comunes, la xenofobia feminista se sustenta sobre la construcción de una identidad grupal en oposición a otras identidades, reproduciendo los binarismos patriarcales que perpetúan el rechazo hacia “las otras”. Este feminismo xenófobo se construye también sobre el concepto de nación decimonónico que define a las personas según su lugar de origen, y que justifica plenamente la hostilidad de las colonizadas hacia las colonizadoras. Esta división parece un asunto de justicia histórica que vuelve de revés la opresión, porque impone una nueva división entre “nosotras” y “las otras”, las de dentro y las de fuera, las autóctonas y las inmigrantes, las colonizadoras y las colonizadas.

–          Las luchas no son de tu colectivo o el mío: no podemos apropiarnos de las problemáticas ni de los logros como si fueran nuestros, porque pertenecen al  ámbito del poder popular. Es importante trabajar conjuntamente con otros colectivos, compartir protagonismos creando redes de trabajo conjunto, y asumir los éxitos como colectivos.

Seguro que hay muchos puntos más que podríamos tratar en foros para despatriarcalizar nuestros feminismos y liberarlos de etiquetas discriminatorias y jerarquías de todo tipo. Yo apuesto por incorporar el enfoque de la diversidad para que sean más plurales y abiertos, y para que nuestras reivindicaciones despierten la solidaridad de otros colectivos que trabajan en otros ámbitos sociales y políticos. Yo apuesto, también, por crear redes y espacios de trabajo conjuntos sin renunciar a nuestro trabajo en una comunidad o área específica.

Creo que solas no podemos,  y la muestra es que no sirve de mucho que haya mujeres presidiendo países si lo hacen con las mismas estructuras patriarcales que los hombres. Tampoco sirve de mucho empoderar a mujeres porque después se quedan solas, rodeadas de señoras y señores patriarcales. Absolutamente dañino es también el lenguaje bélico que empleamos para insultarnos y descalificar a compañeras feministas que no comparten nuestros puntos de vista. Ni el desprecio que algunas feministas muestran hacia el trabajo de feministas porque son blancas, porque son gringas, porque son europeas. O la indiferencia que existe entre las feministas ateas y las feministas islámicas, o las feroces críticas que se cruzan entre abolicionistas y no abolicionistas, activistas y académicas, entre las queer y las feministas institucionales, por poner unos pocos ejemplos.

Si queremos sumar a la gente, sensibilizar y transformar el mundo que habitamos, tenemos que dejar a un lado los intereses personales, eliminar las etiquetas que nos separan y establecer alianzas no solo con otros colectivos de mujeres feministas, hombres igualitarios y grupos LGBTQI, sino también con el resto de los movimientos sociales y políticos.

Unidas tenemos el poder de colapsar ciudades y detener la barbarie y la violencia de los gobiernos. En España, antes de las mareas indignadas y el 15M, los colectivos solo sacaban a la calle a unos pocos cientos de simpatizantes y su impacto era mínimo. Ahora en cambio sabemos que podemos generar grandes estructuras de lucha masiva y una prueba de ello es la cantidad de gente que salió el 8 de Marzo en Madrid a defender el derecho a decidir de las mujeres. Creo que es maravilloso que el tema del aborto no sea una problemática exclusiva de grupos feministas, sino una reivindicación de la ciudadanía entera.

Tenemos que articular la construcción de un feminismo global que nos permita apoyar las luchas que sostienen las mujeres en todos los puntos del planeta, como es el caso de la soberanía alimentaria o la trata de esclavas con fines de explotación sexual. Ambos asuntos son cosa del capitalismo transnacional, y por lo tanto, nuestras luchas han de ser transnacionales también, construidas en redes múltiples que generen cambios en diversos puntos del planeta.

Yo apuesto por la sororidad, este hermoso concepto de Marcela Lagarde: es preciso crear un “nosotras”  en el que quepa todo el mundo. Trabajando desde la solidaridad dentro de los feminismos y con otros movimientos sociales, será más fácil contribuir a la transformación de nuestras sociedades desde nuestras posiciones feministas. Somos muchas las que ya estamos apostando por la creación de espacios de discusión inclusivos donde podamos establecer estrategias de lucha conjunta, gestión colectiva de los recursos, estructuras horizontales de relación,  y redes de apoyo mutuo y solidaridad internacional.

Necesitamos sumar gente, en definitiva, y para eso hay que abrir las puertas, tender puentes, ensanchar conciencias, dialogar y cooperar mucho, compartir recursos, pactar y llegar a acuerdos, practicar la sororidad, y ejercer la autocrítica. Las redes virtuales son una de las mejores herramientas que tenemos para visibilizar nuestro trabajo en todos los ámbitos, para intercambiar información y transmitir conocimiento, para debatir y ejercer la autocrítica sin miedo. Sólo así podremos sensibilizar al planeta entero para luchar por nuestros derechos, y para eliminar la desigualdad, la violencia y los discursos de odio.

Porque lo personal es político, tenemos que trabajar también dentro de nuestros colectivos para aprender a tratarnos entre nosotras con cariño, cuidar a la gente aunque tenga posiciones ideológicas diferentes a las nuestras, construir relaciones en las que no exista la competitividad, las luchas de poder, ni los “malos rollos”. Así podremos acabar con las estructuras patriarcales de nuestros colectivos, aprender a organizarnos de otras maneras, sacar el debate a la calle, y crecer juntas en el proceso.

Compañeras, necesitamos solidaridad internacional,  sororidad feminista, espacios abiertos y plurales, y mucho amor del bueno para construir unidas unos feminismos más inclusivos y diversos.

Fuente del articulo: http://haikita.blogspot.com/2014/05/por-unos-feminismos-inclusivos-y.html

Fuente de la imagen: http://4.bp.blogspot.com/-QZpn8ipQaqA/U3tTjvuyE-I/AAAAAAAAUPI/DcdctgqMBP4/s1600/adespatriarcalizar.jpg

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Entrevista a Vandana Shiva: “El patriarcado destruirá el planeta si no lo frenamos”

20 Noviembre 2016/Fuente: La Vanguardia/Autor: Equipo La Contra

Tengo 63 años. Soy de Dehradun (India). Soy filósofa de la ciencia y ciudadana profesional de la Tierra. Tengo un hijo de 33 años. ¿Política? ¡Democracia planetaria verdadera! ¿Creencias? Las diosas-madre antiguas, el Principio Femenino. El ecofeminismo traerá la biocivilización.

 

¿Qué es el ecofeminismo?

La mejor respuesta a la crisis civilizatoria que padecemos. La formulé hace veinte años: cada día es más vigente y necesaria.

¿Ecología más feminismo?

Sí, porque tanto la crisis medioambiental como la socioeconómica son de raíz sexo­genérica.

¿El varón es culpable?

No simplifique: el sistema patriarcal capitalista. Un orden de valores que desvaloriza, esclaviza y explota a las mujeres, cuyo trabajo en casa y en el campo ha sido siempre el verdadero sostén de la humanidad.

¿Desde cuándo sometemos a la mujer?

Hablo de era antropocénica, intrínsecamente destructiva de la naturaleza y de la feminidad, ligada a la violencia y la guerra. No siempre fue así: en la remota antigüedad venerábamos a diosas, representación del respeto a la Tierra Madre.

¿El capitalismo expresa el patriarcado?

Obviamente, es fruto de la prolongada ­explotación masculina, acumulativa y destructiva, con violencia contra las mujeres, los niños, los débiles, las semillas…

¿Las semillas?

Las variedades semillas de los cereales y hortalizas han sido seleccionadas por las mujeres generación tras generación, durante miles de años. Las mujeres son las parteras de la agricultura. Y ahora resulta que nos piratean las semillas…

¿Piratean? ¿Quién?

Grandes corporaciones de agroingeniería alimentaria como Monsanto: modifican algún gen de una variedad de semilla ¡y la patentan, como si no fueran de la vida, como si fuesen suyas! Eso se llama biopiratería.

¿Tan grave es la cosa?

¡Nuestra libertad está en juego! Perdemos variedades de semillas, empobreciendo este patrimonio de la humanidad. Si viniese una plaga, la falta de variedad arrasaría todo, o acabaríamos en manos de una corporación. El 1% de la humanidad domina al otro 99%.

¿Podemos enderezar esto?

Luchando juntos, sí. En India hemos conseguido nuevas leyes que protejan a los campesinos de abusos, y también a las mujeres.

¿Ha mejorado el trato a las mujeres desde su niñez?

Recuerdo a las mujeres en las minas: se enfrentaron a una mafia armada, bloqueando la mina. ¡Las mujeres son valientes! Cada vez que flaqueo, pienso en aquellas mujeres y me vuelven las fuerzas. ¿Y sabe de dónde viene esa fuerza?

¿De dónde?

De la hierba que pisan, de la tierra misma. El poder de la naturaleza está en nosotras.

¿Y no en el varón?

También… si renuncia al patriarcado, sistema de explotación destructiva de la tierra, de sus minerales, vegetales y animales. Tres aspectos expresan el patriarcado: la colonización, el maquinismo industrial…

Las máquinas nos han reportado prosperidad.

Sólo para los que mandan. No hay progreso con maltrato a la naturaleza, si la agredimos como a un objeto inanimado, eso es esquilmarla, un atraso. Y la tercera expresión patriarcal es el atropello a la sabiduría de la mujer, culminada por el capitalismo .

¿Qué puede hacer el ecofeminismo?

Eco viene del griego oikos: casa. De ahí economía: ¡sin el trabajo doméstico femenino, no hay riqueza! Es un trabajo creativo. El capitalismo es extractivo, destruye.

Un ejemplo.

Desde 1995, en India se han suicidado 300.000 campesinos, extorsionados económicamente por los amos de semillas y pesticidas. Es un crimen contra la Tierra y la humanidad. Incluyo los transgénicos.

¿Qué les pasa?

Causan patologías: si hay más niños autistas que nunca, se debe a los transgénicos.

Es una afirmación arriesgada…

La sostengo. Están afectando al desarrollo neuronal de los bebés y propician cánceres en la población. ¡Hay que frenarlos!

Debe de ser usted una bestia negra para muchos.

Me llaman ludita, reaccionaria, incendiaria… Pero no me callarán. De las mujeres vendrá la salvación, seguiremos luchando. Igual que fuimos lectoras de semillas, ahora somos lectoras del presente y predictoras de la biovicilización.

¿Qué es la biocivilización?

Hacernos conscientes de que los humanos formamos parte de la Tierra, que no somos un ente separado. Cambiemos de modelo y diluiremos las miserias del patriarcado: cambio climático, desigualdad, insolidaridad, guerra.

¿Ecofeminismo al poder?

Frenaría el proyecto tóxico de dominación sobre la naturaleza y la mujer, insalubre e irresponsable. La naturaleza viviría, sería sostenible.

Y si no… nos iremos a otro planeta.

Un concepto muy patriarcal: seguir conquistando y destruyendo… No, respetemos los recursos de la tierra y vivamos a gusto en este planeta: el ecofeminismo es el camino de la biocivilización planetaria.

Vandana Shiva recibió en 1993 el premio Nobel Alternativo de la Paz y Zapatero la tuvo como asesora en un grupo de pensadores durante su mandato. Es una mujer fogosa, combativa y vehemente que se crece ante los poderes de los bancos y corporaciones como Monsanto. Doctora en Ciencias Físicas, es una de las ecologistas, feministas y filósofas de la ciencia más prestigiosas a escala internacional, beligerante contra el neoliberalismo y defensora de los derechos de los pueblos. Publicó Ecofeminismo (Icaria) y ha participado en el IV Seminario Internacional de Convivencia Plane­taria: Construimos Biocivilización, organizado por la Associació Imago en Barcelona.

Fuente de la entrevista: http://www.lavanguardia.com/lacontra/20160509/401662158815/el-patriarcado-destruira-el-planeta-si-no-lo-frenamos.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=whatsapp&utm_medium=social

Fuente de la imagen: http://cdn.c.photoshelter.com/img-get/I0000aNrQFAptyGE/s/850/850/SLee20090906-Dr-Shiva-Dehradun-0303.jpg

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El feminismo: de la ilustración a la globalización

Rosario Herrera

En la teoría feminista
Se plasman los efectos reflexivos
de las luchas de las mujeres
por su liberación.
Celia Amorós

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No deja de sorprender la actualidad en problemas, conceptos rectores, líneas de pensamiento, posiciones filosóficas, perspectivas teóricas, programas, movimientos sociales y contexto histórico-político, una obra colectiva sobre el trayecto histórico, político y cultural que va desde el feminismo ilustrado hasta la globalización”, muy bien pensada, erudita y con un elenco de filósofas especialistas en el tema cinco estrellas, coordinada por la prestigiada teórica y luchadora feminista española, la Dra. Celia Amorós, a quien hace algunos años tuve el honor de hospedar y dialogar durante una larga caminata por Morelia, en el marco de una conferencia magistral sobre filosofía y feminismo que dictó en Morelia, y a quien años más tarde volví a encontrarme en la UNED de Madrid, España, ella como profesora e investigadora y la que escribe como estudiante del doctorado de su departamento: Filosofía Moral y Política. Siempre aguda y polémica, sin dejar de ser, haciendo honor a su apellido, amorosa. Una obra en cuya coordinación la acompaña, la Dra. Ana Miguel Álvarez, filósofa española, profesora e investigadora titular de la universidad Rey Juan Carlos de Madrid, temprano destacada por su tesina sobre “Marxismo y Feminismo en Alexandra Kolantai” (la voz de Galicia (1 de noviembre de 2006), su brillante tesis doctoral defendida en la Universidad Autónoma de Madrid, “Élites y participación política en la obra de John Stuart Mill” y sus novedosos textos sobre Flora Tristán y el feminista Quasim Amin, que incluye en esta magna obra (Celia Amorós y Ana de Miguel, Teoría feminista: de la ilustración a la globalización, Madrid, Minerva, 2005).

Desde el Primer Tomo, estamos ante un espléndido libro colmado de profundos pensamientos filosóficos rectores: 1) conceptualizar es político; el feminismo es una teoría crítica de la sociedad; 3) las tesis de la teoría feminista pueden ser exploradas en las redes de Movimiento Feminista, cual laboratorios de experimentación con los conceptos y teorías que desafían los códigos patriarcales dominantes; 4) el problema toral del feminismo es la ceguera de las tradiciones emancipatorias ante el sistema de dominación patriarcal; una ceguera que sigue afectando a la sociedad y exigiendo la imperiosa llamada de Mary Wollstonecraft: “Que las feministas ilustradas dejen de sacar brillo a sus cadenas y se dispongan a quitárselas”. Algo que recuerda unas palabras de Karl Marx: “El esclavo besa sus cadenas”. Una terrible verdad que si la hubiera profundizado, se le habría adelantado a Sigmund Freud, en la invención del discurso psicoanalítico.

Tres volúmenes que recogen el trabajo de una década, con doctos ensayos de investigación de numerosas y doctas pensadoras, que sistematizan el movimiento social feminista y sus teóricas, que tratan de ponerle nombre al sistema de dominación humana patriarcal más “antiguo del mundo” (Kate Millet).

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“De la Ilustración al Segundo Sexo”, es el tema del Tomo 1, la llamada “Primera Ola”, cuyo programa resume esta explosiva fase a través de una red conceptual que se despliega en estas tesis principales: 1) La teoría feminista es un corpus conceptual y reflexivo que se despliega en una práctica escritural y dialógica que plasma los efectos reflexivos de las luchas de las mujeres por su liberación” (Celia Amorós); 2) la teoría feminista no es un pensamiento lineal ni homogéneo de acuerdo a las luchas; 3) la trayectoria va de los agravios y quejas de las mujeres contra el poder usurpador patriarcal del que se asume como amo y/o es levado a ese rango, hasta “las vindicaciones” que se expresan la denuncia de la crisis de legitimidad de este “poder” en las luchas por la ciudadanía de las mujeres en la Revolución Francesa y que llega hasta el Movimiento Sufragista; 4) la obra de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir [Le deuxieme sexe, Gallimard, 1949 (El segundo sexo, Madrid, Aguilar, 1972)], es la articulación entre las preguntas últimas de esta primera fase y la apertura de los nuevos ámbitos temáticos de la llamada “Segunda Ola” del feminismo.

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Del feminismo liberal a la posmodernidad, es el corpus del volumen 2, al filo de la “Segunda Ola”, que recorre la fase de las movilizaciones feministas de los 60 y 70 del siglo pasado, teniendo como horizonte el mayo del 68 y los movimientos estudiantiles mundiales, con sus militantes de la New Left y del Movimiento Pro Derechos Civiles de los afroamericanos, pero donde las mujeres experimentan el sexismo, por lo que se plantean su autonomía, y en el plano teórico, independizarse de la absorción de sus problemas por los paradigmas vigentes: el marxismo y el psicoanálisis, que gesta el “feminismo radical”, para dar cuenta de la opresión de las mujeres en todas sus tan frívolas como intolerables facetas. Y donde surgen paralelamente el feminismo socialista y el feminismo cultural, con su puesta en cuestión de los ideales ilustrados desde la perspectiva de la posmodernidad, que le plantea al feminismo emancipatorio inexcusables retos.

Un segundo tomo abundante en pensamientos filosóficos y propuestas: 1) el feminismo liberal de la posguerra, a través de la pluma de Betty Friedan y la fundación del feminismo liberal, a través de la aguda lectura de Ángeles Perona; 2) lo personal es político: el surgimiento del feminismo radical a cargo de Alicia Puleo; 3) “La dialéctica del sexo” de Shubmith Firestone: modulaciones feministas del freudomarxismo, por una autorizada freudomarxista como Celia Amorós; 4) la teoría de las mujeres como clase social, a través de los agudos pensamientos de Christine Delphy, Lidia Falcón y Asunción Portolés, que llevan hasta sus últimas consecuencias la lucha de clases al corazón de la dominación patriarcal, 5) el feminismo socialista estadounidense de la

“Nueva Izquierda” y las teorías del sistema dual (capitalismo+patriarcado), bajo la conducción de Cristina Molina Petit; 6) teoría del feminismo radical: política de la explotación sexual (Kathleen Barry); 7) los debates del feminismo cultural a cargo de Raquel Osborne; 7) la diferencia sexual como diferencia esencial de Lucy Irigaray y Luisa Posada Kubissa; 8) el pensamiento de la diferencia sexual en el feminismo italiano, representado obviamente por Luisa Muraro, con su polémica tesis del “orden simbólico de la madre”, conducido por Luisa Posada Kubissa y 9) el feminismo y la posmodernidad: una difícil alianza (Seyla Benhabid).

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De los debates sobre el género al multiculturalismo, es el título del Tomo 3, que se sitúa en el horizonte de la globalización y la dilución de las fronteras, que exige una agenda feminista global, de acuerdo a sus exigencias. Los movimientos “queer”, que llevan a debate hasta el mismo concepto, en los países coloni8xados por Occidente, donde surge un “feminismo poscolonial”: los ecofeminismos que dan forma a la convergencia de ciertas perspectivas feministas y la problemática ecológica, como “la feminización de los flujos migratorios”, que hace apremiante la contrastación de los derechos humanos de las mujeres con el fenómeno de la multiculturalidad.

El acceso a las nuevas tecnologías, los procesadores, los sitios virtuales y el ciberfeminismo, que liga a nuevos sujetos emergentes a las anónimas relaciones con el capital y el trabajo en lo que llama el filósofo catalán Eugenio Trías llama “El Casino Global”, que obligan a un nuevo orden de género y, necesariamente, a que la teoría feminista se haga cargo de un nuevo e inmenso material de reflexión.

Fuente del articulo: http://michoacantrespuntocero.com/el-feminismo-de-la-ilustracion-a-la-globlalizacion/

Fuente de la imagen: http://michoacantrespuntocero.com/wp-content/uploads/2015/11/Imagen-de-la-cabecera-de-la-marcha-de-Madrid-.jpg

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El gran negocio de la belleza

Alba Carosio

Para muchas personas en el mundo, Venezuela es conocida por ser un país de donde provienen frecuentemente las ganadoras de concursos de belleza. Jóvenes venezolanas han ganado siete veces el Miss Universo, apenas una vez menos que Estados Unidos, que es el país creador de esta competencia. La usina en la que se preparan las futuras reinas es la Organización Miss Venezuela. Las misses venezolanas se presentan también, como una especie de Producto Interior Bruto (PIB) del país, un bien exportable vinculado a una nación y una etnia.

En Venezuela el concurso de Miss Venezuela y sus participantes, las “misses” como se las llama popularmente, son un ícono nacional y representan un modelo a imitar. El concurso, que se realiza desde 1955, llegó a convertirse en un gran evento nacional, a partir de los años 80, teniendo su máximo esplendor en los años 90. A partir del cambio social que significó el proceso bolivariano comenzado en 1999 ha perdido algo de su centralidad en la vida nacional, aunque continúa siendo un objetivo de vida para muchas mujeres venezolanas, y desde luego un gran negocio para sus organizadores.

En todo el despliegue que se genera en torno al Miss Venezuela, se mueve dinero, publicidad, eventos, etc. Se trata una franquicia de la empresa de Donald Trump que otorga derechos para mandar una concursante bajo reglas que Miss Universo impone.

La belleza física es una mercancía mas de consumo, creada en sociedades opulentas donde una vez satisfechas las necesidades primarias se impuso la “obligación” de ser bellas según criterios fijados en forma impositiva. Se trasladó al Tercer Mundo creando procesos aberrantes, por las contradicciones que significan que en sociedades con tanta desigualdad se inviertan recursos en banalidades misóginas, que invisibilizan y desvalorizan a las mujeres reales, a las trabajadoras, a las indígenas y todas las otras pobres del mundo. Y además las encierran en los parámetros patriarcales, sometiéndolas a la doble realidad: lucha por la sobrevivencia pero también objeto para los varones, “muñequitas” que aspiran a ratificar el estereotipo femenino de la bonita tonta y superficial.

Sabido es que en Venezuela la búsqueda de un cuerpo ajustado a las preferencias impuestas por la publicidad y el consumo de “misses” ha llevado a la muerte a muchas muchachas pobres, sometidas a cirugías y prácticas estéticas en condiciones de bajo costo e inseguridad. Lo superficial y lo banal, sigue ocupando un lugar destacado impuesto por la civilización hedonista a cualquier precio, que promueve el capitalismo.

Fuente del articulo:  http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/gran-negocio-belleza-opinion/

Fuente de la imagen: https://pixabay.com/p-1643887/?no_redirect

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Globalización y democracia

Por: Lidia Falcón

Hoy, 11 de septiembre, recuerdo que se cumplen 43 años del asesinato de Salvador Allende en Chile. Cuarenta y tres años en que las oligarquías en Latinoamérica han cometido toda clase de crímenes: asesinatos, torturas, desapariciones, ocupación de tierras, despojo de las riquezas naturales, encarcelamientos y juicios amañados. Estas son las democracias aceptadas por la comunidad internacional, en un mundo globalizado.

Milagro Sala está encarcelada en Jujuy (Argentina) desde el 16 de enero de 2016 sin juicio y bajo acusaciones falsas. Milagro Sala es una indígena que se ha dedicado al activismo de barrio para sacar a muchos jóvenes de la pobreza.

La Argentina que es un país teóricamente federal mantiene un gran desequilibrio entre las provincias ricas y las pobres. La de Milagro Sala, Jujuy, es una de las más pobres y con más proporción de gente miserable. Estas provincias son un  feudo de los ricos del lugar. En Jujuy el poder lo tiene el Ingenio Ledesma, una empresa productora de azúcar y papel cuyos dueños han sido acusados de complicidad con los crímenes de la dictadura. Por ello existe una gran masa miserable y unos pocos ricos que los explotan. Para mejorar la situación de esos pobres Milagro Sala creó la asociación Túpac Amaru (un indio que se rebeló en el siglo XVIII contra los españoles y fue descuartizado como escarmiento). La asociación ha construido viviendas sociales, hospitales, centros de cultura y ha liberado a cientos de muchachos de la droga, el alcohol y la delincuencia.

Milagro Sala ha recibido los siguientes premios: 2010. Mención «Ocho de Marzo-Margarita de Ponce» a la construcción social y política, otorgada por la Unión de Mujeres de la Argentina. 2010. Mención especial de los Premios Podestá. Mención honorífica en la Universidad Nacional de Quilmes. Premios Democracia, de la revista Caras y Caretas (Buenos Aires). Premio “José María Aricó”, de la Universidad Nacional de Córdoba, otorgado durante su encarcelamiento.

Mientras el gobierno de Cristina Kitchner otorgó subvenciones a la asociación, el gobierno de Macri se las ha negado y le ha declarado la guerra. Que los pobres tuvieran otra alternativa que ser siervos de la oligarquía de la región convirtió a Milagro Sala en la enemiga del poder, y en cuanto Macri alcanzó el gobierno se apresuraron a encarcelarla con claro espíritu de venganza. Desde entonces, y a pesar de las protestas que han encabezado los activistas que trabajan con ella, permanece en prisión, ante la complaciente indiferencia de la comunidad internacional que no   denuncia la conducta represiva del gobierno de Macri. Porque al fin y al cabo es un “demócrata”, apoyado por el imperio.

El exjuez de la Corte Suprema y miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Raúl Zaffaroni, calificó la detención como una «provocación de la dirigencia de Cambiemos». Jorge Capitanich (exgobernador de la provincia del Chaco y ex jefe de Gabinete de la Nación) y Agustín Rossi (exdiputado nacional y exministro de Defensa de la Nación), calificaron a Sala de «presa política». El Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) calificó el arresto como un «gravísimo precedente de criminalización de la protesta». El 19 de enero de 2016, Amnistía Internacional afirmó que la detención era «un claro intento de criminalizar las prácticas relacionadas con el ejercicio del derecho a la protesta y a la libertad de expresión», exigió su inmediata liberación. En tanto, la CTA nacional publicó un comunicado para exigir la “inmediata liberación” de Sala, cuya detención calificaron como un “hecho gravísimo de violación al derecho de manifestarse públicamente” y un “claro acto de revanchismo” por parte del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.

Este uno de los miles de casos de la persecución que las “democracias” latinoamericanas cometen cotidianamente contra los activistas medioambientales, sindicalistas, socialistas.

Berta Cáceres fue asesinada el 3 de marzo de 2016 en Honduras, por liderar la lucha ambientalista contra la depredación de las multinacionales que pretenden explotar los recursos naturales del país. En 2015 Cáceres obtuvo el Premio Goldman, un galardón denominado el “Nobel Verde” que se concede anualmente como recompensa a defensores de la naturaleza y el medio ambiente. Al año siguiente fue asesinada en su hogar. Lesbia Yaneth Urquía, compañera de Berta Cáceres, fue a su vez asesinada el 7 de julio.  Su cadáver fue encontrado en el vertedero municipal de Marcala, en el Departamento de La Paz, en Bolivia.

Según los datos aportados por la ONG Global Witness, un total de doce activistas medioambientales han sido asesinados en Honduras el 2014, lo que convierte el país en el más peligroso del mundo, teniendo en cuenta su tamaño, para los activistas en defensa de los bosques y ríos.

En 2009 Berta encabezó protestas contra el golpe de Estado del 28 de junio al entonces presidente hondureño Manuel Zelaya. En varias oportunidades, Cáceres denunció la expropiación de sus territorios y las carencias en los sistemas de salud y agrícola, y rechazó la creación de bases militares estadounidenses en el territorio hondureño. Además fue una dura crítica del gobierno de Juan Orlando Hernández y del Partido Nacional de Honduras.

En 2012 fue galardonada con el Premio Shalom en Alemania y en 2014 fue finalista del Premio Front Line Defenders en Irlanda. En abril de 2015, Berta Cáceres fue galardonada con el Premio Medioambiental Goldman, el máximo reconocimiento mundial para activistas de medio ambiente.

Otra comunidad lenca apoyada por Copinh fue el caserío Güise en Intibucá. El 25 de febrero de 2016 fue desalojada violentamente y destruida. Una semana antes de ser asesinada, Berta Cáceres había ofrecido una rueda de prensa en la que denunció que cuatro dirigentes de su comunidad habían sido asesinados y otros tantos habían recibido amenazas.

La situación de Honduras se repite de manera sistemática en todos aquellos lugares donde se asientan las grandes transnacionales extractivas, hidroeléctricas y de la agroindustria, entre otras. No se trata de casos aislados, como lo demuestra el informe de Global Witness: en 2014 fueron asesinados 116 activistas ecologistas en 17 países. En el mismo sentido, el informe de Frontline Defenders, documenta que, por lo menos, 156 defensoras y defensores de derechos humanos fueron asesinados en 2015. Muchos de estos casos tuvieron relación con los denominados megaproyectos, especialmente mineros.

Este conflicto que antepone los negocios de las multinacionales a la propia vida era descrito con mucha claridad por Berta Cáceres: “A medida que han ido avanzando las grandes inversiones del capital transnacional, con empresas vinculadas al poderoso sector económico, político y militar del país, esas políticas neoliberales extractivistas han provocado también un aumento de la represión, criminalización y despojo a las comunidades, que han sido desplazadas de manera forzada”.

Ni el golpe de Estado ni la violación sistemática de los derechos humanos en Honduras ha sido un problema para que la UE implemente un tratado de libre comercio con Centroamérica. Es más, se financian programas de entrenamiento de la policía hondureña con fondos comunitarios desoyendo las acusaciones denuncias sobre los abusos cometidos por las fuerzas del Estado.

En Colombia se están firmando los últimos acuerdos de paz entre las FARC y el gobierno. Pero este acontecimiento, trascendental sin duda, mantiene en vilo no solo a los guerrilleros y la sociedad colombiana sino a todas las fuerzas de izquierda del mundo, porque aunque los medios de comunicación capitalistas han procurado silenciarlo, este proceso de paz no es el primero que se inicia en el país colombino. A inicios de los años 90 los movimientos guerrilleros: el M-19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame y más adelante la Corriente de Renovación Socialista proceden a aceptar desmovilizarse a cambio de convertirse en partidos políticos que concurrieran a las elecciones. En 1990, y después de una larga negociación, se desmovilizó la tercera guerrilla del país, el M-19, fruto de la cual se aprobó una nueva Constitución en 1991 que formalmente consolidaba  el Estado de Derecho. En este último año se desmovilizaron otros grupos (EPL, PRT, MAQL), en 1992 el CER, en 1994 la CRS, MPM, MMM y FFG, y en 1998 el MIR-COAR. Pues bien, entre 1990 y 1993 fueron asesinados más de 5.000 pertenecientes a esos grupos que habían abandonado las armas y pretendieron reintegrarse en la vida civil. Desde Carlos Pizarro Leongómez candidato presidencial  por la Alianza Democrática M-19 ametrallado en un avión el 26 de abril de 1990, hasta 1994 los sicarios contratados por la oligarquía colombiana y el Ejército fueron sistemáticamente eliminando a los miembros del M-19, el más golpeado por la oleada de violencia, el EPL y el PRT.

Estas breves pinceladas de cómo actúan las oligarquías en las naciones latinoamericanas, para defender sus privilegios, negocios y beneficios, a sangre y fuego, deberían movilizar a las fuerzas de izquierda de los países europeos para que exigieran a sus gobiernos que aplicaran a esos infames regímenes las sanciones y bloqueos internacionales que han aplicado a Sudáfrica y a Cuba, para poner un ejemplo, hasta que se implantaran verdaderas democracias.

Pero ya sabemos que  Milagro Sala  -y la cito a ella porque todavía está viva- no importa a los dirigentes españoles que tan contentos se muestran con el gobierno de Macri en Argentina. Y tan molestos con el de Maduro en Venezuela. Porque Milagro Sala no va a provocar la oleada de protestas y solidaridad que nuestros políticos españoles han desencadenado a favor del criminal Leopoldo López.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/09/11/globalizacion-y-democracia/

Imagen: http://www.analitica.com/opinion/la-democracia-inerme/

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El burkini en la Europa de las libertades

Por Ángeles Ramírez

En estos días, la vestimenta de las musulmanas ha vuelto a estar de actualidad porque al menos diez ciudades costeras francesas han prohibido el burkini, un bañador de cuerpo entero con un gorrito, que utilizan las mujeres que no quieren mostrar el cuerpo. Como obedeciendo a una consigna, algunos alcaldes – la mayoría del partido Republicano de Sarkozy, más un socialista- decidieron a la vez que ese traje de baño debía ser erradicado de las playas francesas.

Los argumentos para la prohibición, como siempre, han sido de lo más diverso, pero al saltar a los medios españoles, hay básicamente uno: que el burkini representa la opresión sexista y las mujeres que lo portan, la vanguardia del islam y el oscurantismo fundamentalista.

De este modo, el prohibicionismo sostiene que esas vestimentas son símbolos que atentan contra la autonomía de las mujeres, contra la igualdad de géneros y que por tanto, necesariamente las mujeres lo llevan contra su voluntad, mostrando justamente su sumisión y necesidad de ser liberadas y empoderadas. O aún peor, lo llevan voluntariamente, lo cual muestra su intención de extender esos valores patriarcales en la “Europa de las libertades”. La discusión sobre el burkini ha hecho reaparecer también al pañuelo y al niqab, como parte del escenario discursivo.

Sin embargo, la afirmación de que estas prendas son siempre un signo de dominación patriarcal, no refleja la realidad: la relación entre el pañuelo y el patriarcado es diversa porque lo son los contextos en los que viven 1.500 millones de personas musulmanas.

No es lo mismo un pañuelo en un país como Arabia Saudí, con norma vestimentaria para las mujeres, que en Francia, donde está prohibido llevar un niqab por la calle; ni el de una mujer trabajadora del puerto de Tánger que el de una de la alta burguesía yemení; ni el de una activista universitaria belga que el de una campesina senegalesa.

Para muchas mujeres, poder llevarlo como parte de sus creencias religiosas es un triunfo, como sería el caso de una francesa con niqab; para otras, es la herramienta para poder salir a la calle y trabajar o estudiar o bañarse en el mar, como la joven obrera cairota; y para otras, finalmente, puede ser una imposición legal o social contra la que se revuelven, como las mujeres saudíes. Por otra parte, la correspondencia entre “más ropa = mujeres sometidas // menos ropa = mujeres emancipadas” es muy cuestionable también en el mundo no musulmán, en que los cuerpos semi-desnudos de las mujeres se han convertido en una mercancía al servicio del patriarcado.

Lo que siempre es inequívocamente un signo del patriarcado es que a las mujeres, por ley, se las obligue a vestirse (o a no hacerlo) de determinada manera y sean multadas o encarceladas si no lo hacen. Es bien interesante que a nadie se le haya ocurrido perseguir legalmente – ni en la playa ni fuera de ella- a los hombres con barba larga, con qandoras y pantalones hasta los tobillos, signo inequívoco de la militancia salafista. O a las monjas de la mayoría de las órdenes católicas, que defienden valores contrarios a la igualdad entre hombres y mujeres, como bien nos enseña el obispo Cañizares, entre muchos otros.

Por tanto, el tema de los significados no se resuelve y estas generalizaciones señalan un gran desconocimiento –y atrevimiento- de las realidades sociales y políticas contemporáneas por parte de las personas responsables de los discursos y de las políticas. Algo semejante se podría decir del otro tema de los debates, la asociación del burkini con los grupos fundamentalistas y de las mujeres que los llevan con las vanguardias de estos grupos. Según el primer ministro francés, es la traducción de un proyecto político de contra-sociedad.

Sin embargo, es absurdo suponer que todas las mujeres musulmanas que van con hiyab o burkini y sí, también con niqab, son militantes islamistas o que están comandadas y manipuladas por quienes sí lo son. Por supuesto que hay mujeres activistas de diferente índole entre las musulmanas, algo que por otra parte no es ilegal. Lo que sí es ilegal –por no poner otros adjetivos, como totalitario o fascista- es prohibir ciertas vestimentas porque representan determinadas posturas políticas que no compartimos. En todo caso, debemos combatir esas ideologías con herramientas políticas: la restricción de derechos no lo es.

Sorprendentemente, ha sido poco tratado el tema más importante, que es el déficit democrático que supone la prohibición de una prenda vestimentaria en un lugar público. Obviamente, el objetivo de los Estados prohibicionistas no es la lucha contra el patriarcado y la salvaguarda de la igualdad entre hombres y mujeres, puesto que no parece haber una relación entre la prohibición y la disminución de la desigualdad.

Es fundamental recordar que el veto al burkini –como antes pasó con el hiyab y el niqab- se inscribe una larga lista de restricciones de derechos a las personas musulmanas en Europa, a través de la regulación del cuerpo de las mujeres, con el fin de disciplinar a poblaciones que son identificadas por el discurso dominante como diferenciadas de la “nacional” e “intrusas”, independientemente de su nacionalidad. Pero además son socialmente menos favorecidas y por tanto, más sensibles a la discriminación y al racismo. Son las “clases peligrosas”.

Por ello puede afirmarse que se trata de leyes, de dictámenes o normas que van directamente contra las mujeres musulmanas, contra las comunidades musulmanas y contra la población en general.

Pero la cuestión va mucho más allá, porque no se trata de Europa contra el islam, sino del control del espacio público por parte del Estado, comenzando por las poblaciones más vulnerables. Es un modo de aprovechar el estado de emergencia o el miedo al terrorismo para imponer restricciones a la ciudadanía: en la misma línea que se prohíben concentraciones o se elabora una ley mordaza que recorta la libertad de manifestación, se veta el niqab, el burkini o el hiyab, en nombre de la supuesta protección de la población. Políticamente se institucionalizan las políticas racistas, empujando a la gente y a parte de la izquierda hacia los discursos identitarios de la derecha y la extrema derecha, que definitivamente, son los únicos actores, junto con el patriarcado, que se refuerzan en este contexto. Luchemos contra eso.

Fuente:  http://www.vientosur.info/spip.php?article11639#sthash.TtmLL0S5.dpuf

Imagen tomada de: http://scd.france24.com/en/files/imagecache/france24_ct_api_bigger_169/article/image/france-burkini-maires.jpg

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La deuda del feminismo latinoamericano con Cristina y Dilma

Ilka Oliva Corado

He buscado hasta por debajo de las piedras, algún comunicado expresamente feminista y burgués, donde se manifieste el rechazo al Golpe a Dilma y la persecución política que sufre  Cristina ( y con ella Las Abuelas y Madres de la Plaza de Mayo y Milagro Sala, entre tantos otros) pero,  o yo no he buscado bien o no existen. Feministas manifestándose individualmente sí he visto, pero ése es otro paisaje. Hablo del conglomerado que para otros trámites firma inmediatamente.

Por el contrario, organizaciones de mujeres se han pronunciado abiertamente desde las barriadas, y han sido miles las que han tomado las calles de Argentina y Brasil para mostrar respaldo a ambas presidentas. Lo hemos visto también en Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Perú, Colombia  y Venezuela. A esas mujeres de periferia, las feministas burguesas las llaman fanáticas e idealistas. Ignorantes. Porque no tienen un título universitario que les permita el mote de intelectuales. Porque hacen visible en la práctica lo que otras se acomodan en la teoría.

El gran vacío en este momento de la historia  es el del feminismo latinoamericano. Y lo encabeza el feminismo burgués, por supuesto. El feminismo de vitrina. El que es excelente plataforma para pronunciamientos desde la intelectualidad y la comodidad de clase, que eleva y galantea  en lisonjas a quienes saben de memoria la teoría pero que son incapaces –por hipócritas y aprovechadas- de volverla acción en la práctica.

Me refiero con esto, a quienes van y vienen recitando  Una habitación propia, de Virginia Woolf pero que jamás bajarían a la alcantarilla para decirle a la mujer obrera cómo liberarse de un sistema patriarcal que la abusa y la invisibiliza. A hablarle de políticas de inclusión, de sus derechos. A compartirle un libro.  Me refiero a aquellas que van partiendo plaza con su “yo, feminista” y que son adeptas de Simone de Beauvoir pero que le tienen pavor a Rosa Luxemburgo, Clara Campoamor o a Dolores Ibárruri “La Pasionaria”. Pero eso sí, que conmemoran cada año a Las 13 Rosas. Para que vean… Y que degradan a mujeres como Evita y Bartolina Sisa, una por indígena y la otra por paria e iletrada. Pero eso sí, van por el mundo dictando conferencias  con una su chalina típica, para que digan… Pero en sus casas a las mismas indígenas y parias de las que hablan, las tienen trabajando de lunes a domingo sin derechos laborales. De ese feminismo hablo, del que abunda por doquier.

Hablo del feminismo donde se tiran flores  unas a otras, con baños de intelectualidad.

Del que permite entrar a las universidades, embajadas y centros culturales para recitar textos y obtener diplomas de participación, fotografías y contactos; pero que no va a hablar de derechos humanos, derechos laborales, violencia género y equidad de género  a la vendedora de mercado, a la panadera, a la tortillera, a la mujer que limpia casas: porque ahí no hay de dónde sacar ventaja.

A la maquiladora, a la que se pudre 18 horas en las fábricas.  Simple, la razón es simple: porque para pasar de la teoría a la acción se necesitan arrestos y éstos no los tiene cualquiera. Lo mismo sucede con los intelectuales y los de la ultra izquierda.

Ahí entran Dilma y Cristina que son aborrecidas por este tipo de feminismo, porque demuestran todos los días con acción que la teoría  puede ir muy bien a los cañales, a los campos abiertos, a las fábricas y a las periferias. No solo eso, ellas demuestran que sí son posibles las políticas de inclusión social y de equidad de género y que pueden ir de la mano.  No por gusto una es perseguida política y la otra acaba de recibir un Golpe traidor.  ¿Cuántas niñas, adolescentes y mujeres pudieron ir a la escuela en sus gobiernos?

¿A cuántas niñas y adolescentes se les sacó del trabajo forzado, de la explotación infantil? ¿Del tráfico para explotación sexual?  ¿A cuántas se les dieron derechos laborales? ¿A cuántas Dilma y Cristina han permito la expresión y el sustento? ¿Cuántas han tenido educación  gratuita y lograron graduarse de la universidad? ¿Cuántas han tenido acceso al sistema de salud? ¿A cuántas se les quitó una bolsa de pegamento de las manos y se les puso una computadora, un pincel, un uniforme deportivo?

Y no es teoría porque los cambios son palpables y visibles y lo sabemos todos, aunque algunos pretendamos no conocerlos porque nos va mejor personalmente y para nuestros proyectos   particulares.

Al feminismo latinoamericano burgués, al de la lisonja, al feminismo de lociones finas y micrófonos apartados, al que nunca ha sido político, porque para ser político se necesita entereza,  a ese feminismo Dilma y Cristina les quedan grandes. Ese feminismo no merece congéneres como ellas. No se lo ha ganado. No lo ha luchado. Y su silencio en este momento de la historia  lo evidencia.

Ese feminismo viene siendo entonces una copia de la ultra izquierda latinoamericana que también las aborrece  y las apuñalada. Porque el silencio otorga, el que guarda silencio solapa. Es en estos momentos en los que el feminismo debe pronunciarse y no por pasión, por idealismo, por fanatismo. Debe pronunciarse porque debería ser su obligación moral y humana para con dos mujeres que han cambiado la historia de América Latina, les guste o no.

Y deben pronunciarse por agradecimiento, por lealtad y por consecuencia política, porque fueron millones de mujeres en los más bajos estratos de la sociedad las que se beneficiaron con las políticas de inclusión de ambas. Esas miles de mujeres que nunca han visto a una feminista burguesa ir a sus lugares de trabajo, saludarlas en la calle, invitarlas a un café y conversarles, como hacen con intelectuales y gente de clase social holgada donde sí se pueden obtener beneficios personales por el contacto.

Probablemente muchas feministas me llamarán ignorante, idealista y fanática. Me dejarán infinidad de mensajes con insultos, como regularmente sucede cuando cuestiono al feminismo, y me dirán machista. Y me desmenuzarán la teoría. O simplemente me llamarán loca, como sucede con frecuencia.

Muchas tal vez saquen a relucir el tema del aborto y la corrupción de las que se les acusa (sin prueba alguna) para defender su negativa a apoyarlas y así lavarse las manos.  Jamás mencionarán que estas dos mujeres han sido insultadas, menospreciadas y que han sufrido violencia de género desde los medios de comunicación hasta del esposo de la feminista burguesa que nunca ha alzado la voz en su comodidad; y la han sufrido por mujeres consecuentes con la acción que es la única que cambia los patrones y que libera sociedades.

No hay punto de comparación con el feminismo burgués y todos los que de ahí nacen, con su “yo, feminista” pero que guardan silencio ante este nivel de violencia que  están viviendo Dilma y Cristina, solo queda agradecer el respaldo de  las mujeres que sin etiquetas y sin aires de intelectualidad; agradecidas y consecuentes y sobre todo políticas han dado la cara en defensa de semejantes mujeres de Latinoamérica.

Por supuesto, no soy feminista, no pertenezco a ningún gueto o jauría; a mí si me quieren etiquetar me llaman como lo que soy: paria y estoy con Cristina y Dilma. Por amor y agradecimiento, de ahí pal real…

Y si sueno populista es porque en absoluto lo soy.

Fuente del articulo:  https://cronicasdeunainquilina.com/2016/09/15/la-deuda-del-feminismo-latinoamericano-con-cristina-y-dilma/

Fuente de la imagen: http://www.telesurtv.net/__export/1473975235740/sites/telesur/img/blog/2016/09/15/cfk-dilma.jpg_916636689.jpg

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