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“El papel que desempeñan los medios no es pasivo ni inocente” Entrevista a Argentina Casanova

América del Norte/México/03 Septiembre 2016/Autora: Fernanda Sánchez Jaramillo/Fuente: Rebelión

-FSJ: ¿Qué papel cumplen los medios de comunicación en la multiplicación de la violencia contra la mujer?

-AC: Junto a quien comete el feminicidio o la tortura, un medio que le da cobertura – la mayoría de las veces- con un discurso cuyo efecto es sembrar terror en otras mujeres alecciona y multiplica su efecto a través de las redes sociales. Por sí mismo, el “terrorismo sexista” de los medios debe ser visibilizado para ser desmontado. El papel que desempeñan los medios de comunicación no es pasivo ni inocente.

-FSJ: ¿Qué elementos se requieren para informar con rigor sobre violencia contra la mujer?

-AC: Identificar los elementos que criminalizan a las víctimas de la violencia feminicida y evitar hacer uso de estos; además, comprender y asumir que existe responsabilidad social de los medios de comunicación como reproductores de la violencia, pero también entender su rol en la prevención, evitando la reproducción de modelos, estereotipos y figuras sexistas o discriminatorias que naturalizan la violencia contra niñas y mujeres.

-FSJ: ¿Qué se debe evitar al reportar sobre violencia contra la mujer?

-AC: Exhibir los cuerpos desnudos, sus rostros, ofrecer datos personales que faciliten su identificación y de familiares, ya que esto contribuye a la violencia comunitaria. Evitar aportar elementos que contribuyan a la criminalización en la sociedad y, por el contrario, ocultar o minimizar aquellos que permiten comprender los contextos de violencia e identificar las intersecciones de la discriminación. Los medios “ocultan”, por ejemplo, los datos cuando son menores de edad, su situación de discapacidad y violencias previas para evitar que haya una “idenficación o empatía” con la víctima y, en cambio, generan morbo y enjucian con frases como estas: “era puta”, “era bailarina”, era “mala madre”, “era drogadicta”, todo lo que apunta a justificar la violencia y al agresor.

-FSJ: ¿Es “epidémica” la violencia contra la mujer en México?

-AC: Recientemente la ONU consideró la violencia contra la mujer como una “pandemia mundial”, que afecta a algunos países, entre ellos México. Esto se relaciona con las anquilosadas estructuras de género que contribuyen a la violencia; además de ser, en sí mismas, formas de violencia contra las mujeres pues restringen el pleno desarrollo y la libertad de elegir sobre las vidas y los cuerpos de las mujeres. La ONU estima que 70% de las mujeres sufren violencia en su vida.

-FSJ: ¿Los medios revictimizan a la mujer, a su familia y a las supervivientes de violencia?

-AC: Sí, por supuesto. En el ensayo Los derechos humanos de las mujeres y la criminalización de las identidades femeninas en las coberturas periodísticasi expongo este proceso de victimización. Cuando las mujeres son víctimas de un hecho de violencia que vulnera su dignidad, lo que tenemos son páginas de periódicos, notas en radio o en televisión en las que entrevistan a familiares o a las mismas víctimas, se replica información en la que sus datos personales son expuestos con la consecuente sobre-victimización y riesgo de discriminación en sus espacio de trabajo y convivencia social. Incluso en casos de víctimas de violencia sexual la información se convierte en un factor detonador de violencia comunitaria y/o escolar.

-FSJ: En México varios medios de comunicación parecen haberse especializado en la necrofilia, relatan el número de muertes y de muertas, pero… ¿Analizan la violencia machista contra las mujeres?

-AC: Creo que se ha abordado una cobertura necrofílica, pero no con perspectiva de género. Por eso proponemos una metodología más allá del “uso del lenguaje incluyente” o que evite la criminalización. Proponemos una pauta de análisis que identifique, y elimine, los elementos de la criminalización y la discriminación y la cobertura periodística que contribuyen al terrorismo sexista. El terrorismo sexista de los medios se manifiesta en cinco formas: por un lado, está lo que Rita Segato ha llamado “pedagogía de la crueldad”; una segunda forma es la criminalización de las identidades femeninas; la tercera, la reproducción de los discursos patriarcales de control, especialmente sobre el cuerpo de las mujeres; la cuarta es la propaganda-proclama de los hechos violentos contra el cuerpo de las mujeres y, la quinta, violenta y alecciona. Así las he clasificado para el análisis para “desmontar” estas formas de redacción, edición, estilo y diseño periodístico.

-FSJ: ¿Qué impacto tiene en una niña o en una adolescente la información que recibe a través de los medios?

-AC: La propaganda-proclama de la violencia ocurre cuando la cobertura hace apología de los hechos violentos, que se cometen contra el cuerpo de las mujeres, naturalizándolos, e incluso utilizando palabras que las despojan de su identidad y su condición de persona para referirse a ellas como cosas sin vida y sin valor. Un ejemplo son los títulos de noticias como: “Encuentran enmaletada”. Los medios pueden ser reforzadores de estereotipos/roles y las coberturas-enfoque-lenguaje, son distintas formas de una violencia, estableciendo causas-efectos ligadas a conductas femeninas, es decir, plantean lógicas de castigo frente a ciertos actos de las mujeres. Por eso encontramos portadas ilustradas con hechos que relacionan una mujer desnuda tipo playboy y, simultáneamente, la fotografía de una víctima de violación o feminicidio desnuda. El impacto de esos enfoques es el terror en el cual vivimos las mujeres en México en donde hemos aprendido que transgredir tiene consecuencias que se pagan con la vida.

-FSJ: ¿Pueden los medios contribuir a disminuir la violencia contra la mujer?

-AC: Sí. Creo que el trabajo de análisis, observación, monitoreo y documentación tiene como fin encontrar esos “hilos conductores” que atraviesan estas coberturas y plantear su deconstrucción a partir de nuevas propuestas y ejercicios. Personalmente creo que no se trata solo de incorporar un lenguaje incluyente o evitar la discriminación, ya que la información visual, el lugar que se otorga a las notas, la forma como se aborda, lo que se enuncia y lo que se omite contribuye a la criminalización y al terrorismo en las coberturas periodísticas.

-FSJ: Finalmente ¿Qué impacto tienen las guías para periodistas que muchas veces permanecen en los escritorios sin ser utilizadas?

-AC: He mirado muchas guías y creo que cada una tiene sus propios aportes, pero no bastan. Se requiere el compromiso de los propietarios de los medios, la aprobación y aplicación de leyes que sancionen la apología a la violencia y los discursos de odio; además el compromiso del profesional de la comunicación. En México hemos formado redes y alianzas de comunicadoras feministas, periodistas con perspectiva de género.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216011&titular=%93el-papel-que-desempe%F1an-los-medios-no-es-pasivo-ni-inocente%94-

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Libro: Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos

América del Norte/Estados Unidos/02 de Septiembre de 2016/Autora:Saskia Sassen/Fuente: Mujeres en Red

Los cuatro artículos compendiados en este volumen -«El impacto de las nuevas tecnologías en la economía global», «Contrageografías de la globalización», «Lo que no se ve» y«Resituar la ciudadanía»- representan un desarrollo ulterior de algunas de las temáticas ya clásicas en la obra de esta socióloga de la Universidad de Chicago. Nos sitúan, en particular, frente a uno de los nudos gordianos en los debates sobre la globalización: la relación (paradójica) entre el impulso transnacional implícito en los procesos económicos y el declive o, como sugiere Sassen, la transformación del papel de los Estados-nación.

Este problema, que ya aparecía desarrollado en ¿Perdiendo el control?, se entreteje aquí con otro campo de reflexión que ha ido captando progresivamente la atención de la autora y que se refiere a la emergencia de nuevos territorios, sujetos y prácticas existenciales y políticas. Las cuestiones claves de la migración y la feminización de la supervivencia y su inserción en los circuitos mundiales del trabajo, el derecho o la política no constituyen, en este sentido, meros efectos o consecuencias más o menos problemáticas de las transformaciones económicas, sino elementos de carácter dinámico que responden a ciertos patrones sistémicos e incorporan su propia fuerza motriz.

La complejidad de los análisis de Sassen, en los que la autora hace intervenir la transformación e integración de los mercados, de la geografía, del trabajo, de la territorialidad, de las formas jurídicas y de la fuerza de trabajo sexuada y racializada, se funde en un inteligente análisis en el que no faltan consideraciones epistemológicas provenientes de las aportaciones feministas orientadas a la visibilización del trabajo de las mujeres o al examen del vínculo entre género y migración. El resultado constituye una cartografía audaz, ágil y precisa que avanza a base de preguntas y respuestas y por que no duda en formular conclusiones e hipótesis para un desarrollo ulterior.

Fuente: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article777

Fuente de la imagen: http://blogueblue.blogspot.com/2015/11/contrageografias-de-la-globalizacion.html

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Brigitte Vasallo: “Pensar que el burka es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarlo es una mirada colonial”

Brigitte Vasallo es una firme defensora de los derechos de la mujer, de todas las mujeres, en los unos y en los otros rincones del mundo. Hija de migrantes y migrante por cuenta propia ha vivido parte de su vida en Marruecos, país que considera una de sus muchas matrias.

Por Adrián Solana, colaborador de AraInfo

Brigitte Vasallo es una firme defensora de los derechos de la mujer, de todas las mujeres, en los unos y en los otros rincones del mundo. Hija de migrantes y migrante por cuenta propia ha vivido parte de su vida en Marruecos, país que considera una de sus muchas matrias. Es escritora y periodista especializada en la construcción de diálogos interculturales. Integra el grupo Red Musulmanas de feminismo islámico y desde hace años lucha contra la prohibición del burka en el Estado español. Imparte talleres sobre relaciones amorosas con el título #OccupyLove y ha escrito el libro PornoBurka con el que pretende explicar el mundo en un lenguaje esperpéntico desde una perspectiva disidente.

Quienes defienden la prohibición del burka y algunas feministas occidentales consideran que el velo integral es vejatorio para las mujeres que lo utilizan ¿Está de acuerdo?

Precisamente ese no tiene que ser el tema del debate porque lo que yo opine sobre una prenda que no uso no tiene ningún tipo de importancia. El debate debería estar en torno a si es legítimo obligar o prohibir a una mujer vestirse de una manera determinada y si realmente nuestras prohibiciones u obligaciones no atentan contra el derecho al propio cuerpo y la propia imagen.

Entonces, el tipo de ropa que usa una mujer ¿no la puede hacer más o menos libre?

Por supuesto que no. Yo creo en lo que cada mujer como persona adulta, racional e independiente es capaz de hacer con sus circunstancias materiales. Por ejemplo, hace poco una compañera me explicaba que en Afganistán hay grupos de mujeres que hacen teatro social y están amenazadas, por lo que el burka les sirve para que no les reconozcan en la calle. El velo les da privacidad, así que eso de pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial.

La prohibición del burka ¿fomenta la construcción del odio hacia minorías religiosas?

En todo. Yo no considero que haya mucho más detrás de esto que precisamente una construcción de alteridad que no nos lleva a ningún sitio positivo. Las leyes se hacen para responder a una necesidad social, pero la prohibición del burka no es una urgencia pública. Este mensaje se lanza para hacer una cortina de humo sobre temas que son mucho más importantes y para criminalizar a según qué culturas y librar de culpa a otras. Sin embargo, en el Estado español llevamos 88 mujeres asesinadas este mismo año, lo que tendría que ser un escándalo de dimensiones astronómicas y no lo es.

Desde las sociedades occidentales a menudo intentamos dar lecciones a otros países sobre la libertad y la tolerancia. Por ejemplo, fue muy polémica las acciones que Femen realizó en su particular ‘Día Internacional de la Yihad Topless’, exhibiéndose desnudas de cintura para arriba delante de mezquitas y embajadas de países árabes. ¿Qué le pareció esta acción?

No solamente de una gran ignorancia, porque hay muchos países árabes que ni siquiera son totalmente musulmanes y también hay gente de otras religiones, si no de una gran estupidez porque esas mujeres a las que quieren ‘liberar’ también son musulmanas y van a las mezquitas. Fue un insulto decirles que no saben ser tan libres como Femen porque no enseñan los pechos. A mí me parece estupendo que enseñen los pechos pero también me parece perfecto que haya mujeres que se quieran cubrir. Desde organizaciones musulmanas y desde el feminismo islámico llevan tiempo denunciando que este tipo de campañas están desprestigiando el trabajo que las feministas realizan día a día sobre el terreno.

¿Por qué desde algunos sectores del feminismo occidental se establece una diferenciación entre las mujeres occidentales y las mujeres musulmanas, ‘nosotras y ellas’?

Aquí hay dos líneas interesantes. Una es la concepción lineal de la historia que parte de un conflicto universal donde la historia de la humanidad va desde la barbarie hasta la civilización; y entiende que Occidente es la vanguardia y que el resto van más despacio pero acabarán llegando aquí. Sin embargo, la evolución no es lineal y cada civilización tiene un entorno y un conocimiento determinado, situado en su historia y en su momento.

Por otro lado, es una falsa construcción distinguir entre las europeas y las musulmanas porque hay muchísimas musulmanas europeas. Se les está obligando a decidir entre dos identidades que no están en absoluto enfrentadas. Tenemos que plantearnos por qué siempre las pensamos como exógenas y que intereses hay detrás de ello.

Wassyla Tamzali, directora durante casi 20 años del Departamento de Igualdad de Género de la Unesco, rechaza el uso de todo tipo de velo y lo considera una práctica ideológica y social a combatir en el marco de la deconstrucción del patriarcado y sus atributos religiosos. Cómo dice Tamzali ¿considera que la deconstrucción del patriarcado pasa por la deconstrucción de atributos religiosos?

Estoy de acuerdo con que Wassyla Tamzali quiera combatir cosas, lo que no veo tan claro es que la prohibición sea la manera de combatirlas o trabajarlas. Además, me asusta mucho abrir la puerta a las prohibiciones de las decisiones de las mujeres sobre su propio cuerpo, como también ha ocurrido con el tema del aborto.

Las mujeres no podemos seguir retirándonos de los espacios patriarcales, porque no hay espacio que no sea patriarcal; si no que tenemos que ocuparlos y exigir nuestros derechos. Por ejemplo, la tan vitoreada democracia no nos permitió votar hasta hace cuatro días, pero no nos hemos retirado si no que la hemos ocupado. Entonces hay que despatriarcalizar y luchar todos los espacios, también los religiosos, y no creo que haya otra manera de acabar con esos atributos patriarcales.

¿Hay algún ejemplo de organización o empoderamiento protagonizado por mujeres musulmanas que considere referente?

Todas las luchas por el derecho a llevar el velo y el velo integral en Europa me parecen un ejemplo de los procesos emancipatorios propios de las mujeres musulmanas. El mensaje que trasmiten: “Decís que estoy sumisa a Dios por llevar velo y que queréis que me lo quite para estar sumisa al Estado”, me parece una reivindicación muy interesante sobre qué patrones queremos tener y qué patrones nos imponen. A mi esa me parece una reivindicación muy clara, que las mujeres musulmanas no necesitan que les digamos nada, sino que nos dejemos acompañar por ellas y nos acompañemos entre todas.

¿Cree que tanto la obligatoriedad de usar el burka en algunos países islámicos como su prohibición en Occidente tienen un propósito común que es la discriminación de la mujer?

Las dos ideas vienen de la misma concepción, que las mujeres no podemos decidir por nosotras mismas y que por lo tanto hay que hacer leyes que decidan sobre nuestro cuerpo y nuestra vestimenta, porque nuestro cuerpo y nuestra imagen siempre son una amenaza. Prohíben nuestra libertad y nos excluyen a través de leyes represivas.

¿Hasta qué punto las mujeres que usan el burka lo hacen obligadas?

Lo primero que se dice sobre el velo integral es que las mujeres lo llevan obligadas. Sin embargo, muchas mujeres dicen que lo llevan porque quieren e incluso en contra de la voluntad de su familia que no quiere ser estigmatizada. Otras en cambio afirman que lo llevan porque a su marido le gusta, pero que levante la mano la mujer que está libre de hacer cosas para gustarle más a su pareja. Lo que pasa es que estos procesos de violencia simbólica es más fácil verlos en los ojos de las demás que dentro del propio cuerpo y es más cómodo acusar a las demás al mismo tiempo que, por ejemplo, sometemos a nuestros cuerpos a procesos estéticos brutales.

¿Es el islam una religión que restringe especialmente las libertades de las mujeres, más que otras religiones como el cristianismo o el judaísmo?

En absoluto, ni más ni menos. Para empezar depende mucho de las interpretaciones que se hagan. Según las lecturas de las feministas islámicas el islam es una religión bastante igualitaria. Pero nosotros tenemos esa imagen del islam porque la islamofobia llega a lugares bastante insospechados. Por ejemplo, en las traducciones del Corán, la palabra ‘insan’ (persona) se traduce como ‘hombre’ genérico, entonces el machismo del lenguaje castellano pasa a incorporarse a un machismo en el Corán que en realidad no existe en el texto original.

El capitalismo puede fomentar medidas racistas para dividir a las clases populares y que pierdan de vista problemas de mayor magnitud ¿Cree que es el caso de la prohibición del burka?

Los procesos de lucha contra el burka siempre vienen promovidos por grupos políticos que nunca se han posicionada a favor de los derechos de las mujeres. Están creando una cortina de humo sobre problemas más importantes de urgencia social y consiguiendo apoyos de manera sorprendente desde los propios contextos feministas para aplicar violencia sobre algunas mujeres en nombre de las libertades de todas.

Es algo similar a lo que ocurre con el Pinkwashing (utilización de los derechos sexuales para lavar, ocultar, blanquear acciones o atropellos contra derechos humanos), cuyo paradigma es Israel, porque protege algunos derechos de la comunidad LGTBI, pero vulnera otros – por ejemplo la ocupación imposibilita la articulación de la comunidad LGTBI palestina -. Además, Israel, también presume de defender los derechos de las mujeres, pero según un estudio realizado entre el año 2000 y 2007, el 10% de las mujeres palestinas embarazadas fueron retenidas en checkpoints cuando iban a dar a luz. Pues eso mismo ocurre con la prohibición del burka, cuando con la excusa de defender los derechos y libertades de las mujeres se aplican violencias a unas mujeres en concreto.

Tomado de: http://arainfo.org/brigitte-vasallo-pensar-que-el-burka-es-patriarcal-y-que-las-mujeres-no-tienen-manera-de-redomarlo-es-una-mirada-colonial/#.V72EfXucPfA.facebook

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El feminismo en Latinoamérica

Por: 

Es común al tratar de reconstruir nuestra percepción de la mujer latinoamericana pensar en aquellas “jefas” o fundadoras del matriarcado. Pensamos en nuestras madres y abuelas que, aún dentro de su contexto, llevan las riendas de su casa. Vemos en ellas virtudes codiciadas por todo ser humano, como lo son la perseverancia, el liderazgo, la comprensión y el temple de guerra tan arraigado en la psiquis de nuestras progenitoras. Pero con todo y esto, ¿cómo es posible que todavía sean los hombres los reyes de su universo?

Hace unos meses tuve una conversación con una amiga portorriqueña sobre los hombres latinoamericanos. Hablábamos de cómo nuestras madres nos impulsaron, finalmente,  a soltar las limitaciones posteriormente empleadas y designadas a nuestras vidas por orden del machismo, servidor fiel del patriarcado. Nos detuvimos a admirar todo lo que las mujeres como nosotras podemos hacer hoy en día, las “libertades” que se nos ofrecen, y cómo finalmente estábamos acercándonos a una sociedad utópica donde las mujeres son consideradas de manera equitativa a los hombres. Pero no todo se resume en libertades.

La realidad de las mujeres latinas todavía sufre una gran desventaja, una aún más grande que la de los prejuicios de una sociedad decadente que no se ajusta a los nuevos tiempos. Una aún más terrible que las palabras despectivas provenientes tanto de hombres como de mujeres, una que nos mantiene en un proceso incalculablemente lento para lograr la plena reivindicación femenina. Esta desventaja es nada más y nada menos que lo que nosotras solemos denominar como: los princesos.

Es cierto que las madres alientan a sus hijas a tener una carrera, a valerse por sí mismas, a posponer el matrimonio y solo involucrarse en él una vez que sus metas hayan sido alcanzadas. Es también verídico que las madres han empezado a ser más permisivas con el atuendo y la conducta de sus hijas, no por propagar frivolidad o libertinaje, sino para proporcionarles la misma libertad de expresión que a sus hijos. Sin embargo, no es cierto en absoluto que las madres preparan a sus hijos para corresponder al cambio llevado a cabo en el ámbito femenino.

Las madres latinas en su mayoría todavía crían princesos. Todavía crecen a hombres que esperan tener el mismo trato de rey, por parte de su mujer, del que recibieron sus abuelos, por parte de sus abuelas. Todavía permiten que sus hijos varones consideren un derecho el cuerpo de una mujer, o mejor dicho, varios y hasta todos los cuerpos de mujeres, especialmente si ese cuerpo pertenece a una muchacha ya tachada como “no digna.”

Lamentablemente, aún existe la falta de respeto y aprecio por parte de los hombres a las mujeres. Y cuando un hombre ha conseguido desarrollarse decentemente dentro de las normas de nuestra sociedad tóxica y opresora, muy pocas veces se transforman en voceros de los derechos de la mujer. Aún cuando el hombre no considere correcta la actitud de sus amigos, encuentra su punto de vista tan ajeno a lo “corriente”, que prefiere callar.

Realmente, no quiero decir con esto que todos los hombres latinos deseen oprimir a las mujeres. Lo que sí digo es que nosotras mismas, como mujeres y como madres, tenemos el deber de inculcar en las pequeñas mentes que tenemos alrededor, la manera más justa de tratar a los demás y el respeto hacia todos sin diferencia de género.

Una niña, por ser niña, no necesita ser más arduamente instruida en cómo no quedar embarazada, o en cómo no dejarse tratar o en cómo vestirse o actuar para no generar en el hombre salvaje e incontrolable una reacción indeseable. En su lugar, a los niños se les debería de hacer partícipes de estas enseñanzas de la misma manera que a las niñas. Esto proporcionaría un desarrollo orgánico en nuestra sociedad en vez de un espectro de armonía que, en realidad, no es más que una batalla, que va dolorosamente contracorriente, únicamente librada por el género femenino.

Como están las cosas, de momento solo nos queda seguir manteniendo nuestra voz firme, continuar creando conciencia en los hombres ya criados en esta doctrina del “princeso.” Pero cada tres segundos nace un nuevo ser humano, y 50% de esas veces es un ser humano que puede llegar a ser un hombre decente y merecedor de los millones de mujeres que ya somos y continuaremos siendo: mujeres fuertes, mujeres latinas.

Fuente: https://www.viceversa-mag.com/el-feminismo-en-latinoamerica/

 

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Entrevista a Liliana Daunes: “El feminismo es una manera de pararse en el mundo”

28 agosto 2016/Fuente: revistaajo/Autora: Andrea Pérez Calle

Liliana Daunes está convencida de que el lenguaje, en tanto construcción cultural, tiene que poder contener todas las formas posibles de ser y amar. Para ella, el nosotros puede ser “nosotres” y el todos puede ser “tod@s”. La mirada, o más bien la voz, de una radialista feminista.

–¿Cuáles son los temas de la denominada “agenda de las mujeres”?

–Yo creo que el tema fundamental es la violencia, las violencias. Esto está muy claro en uno de sus extremos: la violencia expresada en el femicidio o feminicidio. Pero hay violencias que forman parte de las capas anteriores a llegar a la muerte de la mujer. Así que cuando hablo de las violencias también hablo de la prostitución, en tanto mercantilización del cuerpo; de la violencia que se ejerce al no tener todo el derecho sobre nuestros cuerpos, al no estar expresado en leyes la posibilidad del aborto. Y después también está toda esa serie de violencias que no son del ámbito de lo particular o familiar, sino que están ligadas a lo institucional, como por ejemplo la violencia obstétrica y la violencia laboral, que significa que por el mismo trabajo las mujeres cobren menos de dinero. Creo que la violencia, en sus distintas formas y grados, es el eje fundamental de esa agenda.

Pero además está el horizonte de la libertad, de las libertades. El horizonte feminista contra todas las opresiones, el horizonte feminista que tiene en cuenta el racismo, el colonialismo, que tiene en cuenta esos otros horizontes por construir que hacen también que la lucha o la mirada sea de clase. La lucha contra todas las opresiones y contra todas las explotaciones.

Un feminismo que está pensando en esas libertades de las mujeres, pero que también piensa en las libertades de los varones, porque está pensando en un horizonte de libertad para la sociedad. Un feminismo que no tiene en cuenta sólo a las mujeres con esa construcción cultural que se ha realizado sobre nosotras específicamente, sino que también contempla a las lesbianas, a las compañeras trans, a toda esa diversidad en la que nos reconocemos.

–Por lo que decís, el feminismo es una forma de vida, un modo de ser social. ¿Es el feminismo entonces un sistema de valores?

–Sí claro, el feminismo es un sistema de valores, es una filosofía, una postura política, una herramienta de análisis. El feminismo es una manera de pararse en el mundo, donde hay una búsqueda de horizontalidad, porque a lo primero que apunta es a estar en contra de la verticalidad que nos propone el sistema patriarcal. Cuando yo hablo de horizontalidad y libertad, medio que estoy queriendo decir lo mismo. Esa es la aspiración del feminismo y es hacia donde apuntamos. Quizás suene utópico, pero en verdad es humanista y para mí, además, es conseguible en los milenios que sean necesarios.

En este contexto, es importante que hablemos de feminismos, porque no hay una única mirada, sino que hay distintas miradas sobre esa aspiración. Una está más cercana de lo que puede llamarse feminismo popular, pero hay otro montón de mujeres, movimientos de mujeres o mujeres que no se autodenominan feministas, pero que en su accionar, en sus aprendizajes y en sus maneras de relacionarse con las otras, dan cuenta de una impronta feminista que tiene que ver con la idea de la liberación.

–Se habla de feminismos porque se reconocen los grises. Sin embargo, cuando se habla de machismo, se habla de machismo en singular. No parecerían admitirse grados en ese caso. ¿Por qué no se habla de machismos?

–Me estás interpelando, porque no tengo una respuesta para esa “ese” que le agregamos o le quitamos. Pero yo creo en los machismos en cuanto a esto que decís de los grados. Porque incluso hay compañeros que se están organizando, que están armando talleres y compartiendo lecturas que tienen que ver con tratar de ir alejándose de ese machismo, incluso en camino a ir destruyendo sus propios machismos.

En este sentido, ellos hablan de micromachismos, lo cual me parece interesante. Porque es, en pasos dados respecto a la violencia, una toma de conciencia con una o uno mismo para que la violencia no esté internalizada, pese a que ellos se reconocen en pequeños actos de machismos o privilegios que el sistema les ha dado a los varones. De a poco, comienzan a reconocerlo.

Yo creo que es lógico en el marco de la lucha o confrontación que hablemos de machismo y no de machismos, porque eso nos sintetiza un enemigo claro al que hay que desarmar, pero que en realidad es el sistema patriarcal. De todos modos, dentro de ese machismo, hay diferentes grados y me parece que sería correcto decirlo así.

–¿En qué lugar de la lucha por los derechos de las mujeres ubicamos a los hombres?

–El asunto está es si los tenemos que ubicar nosotras o se tienen que ubicar los compañeros. Me parece que hay una tarea, primero, de sensibilidad, de poder asumir esta situación de privilegios y reflexionar a través de grupos personalizados. Por un lado, los compañeros y por el otro, nosotras. Las mujeres precisamos nuestros propios espacios de reflexión, porque eso está muy ligado a la identidad y el empoderamiento como mujeres. Reconocernos.

Pensá que en los casos de mujeres víctimas de violencia, es muy difícil poder expresarse si no se crea un ámbito de confianza y en ese ámbito de confianza se siente la hermandad de las otras. Cargamos con mucha historia de sumisión, de dolores y temores que, quizás, en grupos mixtos sería muy difícil expresar. Por eso, en general, seguimos cuidando el ámbito específico del encuentro entre y de mujeres.

Pero de todos modos, invitamos a nuestros compañeros a que haya momentos de reflexión grupal. Y el intercambio se da, precisamente, en otros momentos en los que compartimos; en el espacio político, en el movimiento, en la organización barrial, en el ámbito familiar, porque feminista se es en todos los momentos del día. Se es feminista en la discusión con los hijos y las hijas, en el ámbito familiar, me parece que se es feminista en la relación con las amigas y los amigos, aunque ellos y ellas no lo sean. Nosotras tenemos que provocar cambios en nuestros entornos.

Y por último, me parece importante en este trabajo de reflexión que hacemos con otros y otras, que siga habiendo un momento de reflexión interno y de laburo con la propia subjetividad. Tu subjetividad y la mía están absolutamente atravesadas por lo cultural y esa cultura está totalmente atravesada por el patriarcado. Es con eso que tenemos que reflexionar y pelear también en el ámbito más íntimo que tengamos, para poder charlarlo y accionar con las otras.

–Decís que ser feminista es una forma de mirar el mundo, construir otro sistema posible de valores. Pero como nacemos y nos criamos con el patriarcado, a muchas nos cuesta asumirnos en esa definición. Es complejo cambiar el paradigma. Vos te hiciste feminista. Por ende, atravesaste un proceso con muchas contradicciones. Arrancaste, según dijiste, tomando “conciencia de género”. ¿Qué supone eso y cómo se practica en materia de comunicación?

–Yo tomé esa conciencia en mi laburo como comunicadora y en los encuentros nacionales de mujeres. En un viaje que realicé en algún momento de mi vida fuera del país, me encontré con amigas que eran feministas o que sin serlo del todo estaban ahí, metidas en lecturas y reflexiones de género. Conocí en España una librería de mujeres y me di cuenta que había cuestiones que estaban específicamente dedicadas a pensarnos como mujeres.

A partir de ese viaje, ya de regreso a Argentina, participé en la radio del encuentro de mujeres de Rosario, que fue un momento de inflexión bien fuerte e interesante. En este cuarto encuentro, una de las cosas que discutimos, porque cada vez eran más las mujeres que participaban, era si lo que importaba era lo numérico, es decir la cantidad de mujeres que nos juntáramos, o no nos importaba ser menos pero sí resguardar y crecer en la reflexión y no arrancar de cero cada vez explicando o compartiendo lo ya resuelto y construido.

De alguna manera, se decidió priorizar el multiplicarnos y tener la constancia en cada encuentro de responder esas preguntas que le surgen a quienes participan por primera vez. Y entre ellas, la pregunta de la conciencia de género y todas las palabras que la definen. Libertad, empoderamiento, que es un concepto muy importante porque es sentir que una tiene el poder sobre sí misma. Eso es, poder sobre la palabra, sobre la expresión, sobre el deseo y el cuerpo. Es sentir que estás decidiendo vos y no que decide este sistema del que hablamos y donde estamos tan atravesadas por los mandatos. Empoderarse es escucharse, es poder comenzar el diálogo con una misma para poder después dialogar con las demás.

–¿Qué rol ocupa la educación, más específicamente la escuela, en esto de desarmar patriarcado?

–Tengo que aclarar que yo creo en la educación popular. Nosotras vamos a seguir trabajando desde afuera de la educación formal. Pero sí quiero exigirle a la educación formal que tome todos estos temas que se van viendo como adelantos y que los ponga en un valor bien alto. Todos esos avances o derechos conquistados los consiguió la lucha de las mujeres y aunque una ley tenga el nombre de tal o cual legislador o legisladora, todas sabemos que fue la lucha de la gente la que transformó esa realidad.

Así que me parece que la etapa que falta es que eso que hoy es ley se vea reflejado en los manuales de la educación formal, porque todavía estamos discutiendo si educación sexual sí, si educación sexual no, si familia de una manera o familia de otra. Y quizás en lo urbano sea más simple revelarse, pero en la Argentina profunda, en la Argentina de provincia, no es tan así.

Esa mujer que está dentro de la radio a veces habla raro. Dice palabras que no existen. Nosotres, nosotroas. Vaya a saber de donde las saca, pero las usa con soltura. No se repliega ante la chicana del colega y la extrañeza del oyente. Para Liliana Daunes, esas “búsquedas” que terminan en la creación de palabras que incluyan a todos “no deforman el lenguaje, sino que lo completan”. Esta vieja –por experimentada– radialista sostiene que el lenguaje es una construcción cultural – “bastante sexista, por cierto”– que es susceptible de romperse y reinventarse. Por eso, entre otras formas, defiende el uso del arroba (@) para dirigirse a tod@s. 

–Ensayas fórmulas para transformar el lenguaje para que sea más inclusivo. Sin embargo hay muchas periodistas y comunicadores que cuestionamos –posiblemente porque no lo comprendemos o nos interpela– la incorporación de palabras como “nosotres” o “nosotr@s”. ¿Qué explica su utilización? 

–Cuando se habla de una reunión de padres, en general no se están nombrando a las madres, que son en su mayoría las que van a esas reuniones. Entonces, a partir de ese ejemplo tan pequeñito, digo: integremos esas dos cuestiones. Estamos invisivilizando a esas madres que participan de esas reuniones.

A mi me dicen que cuando digo “las y los” estoy perdiendo el tiempo. Sin embargo, yo creo que hay que buscar, esforzarse un poco y encontrar maneras de integrar. Tener cierto laburo con el lenguaje para poder buscarle una vueltita. De eso se trata. Estamos hablando de personas y no tenemos por qué dar por sentado su género. Tampoco es que tenemos que estar todo el tiempo diciendo “las enfermeras y los enfermeros, el médico y la médica”. Pero sí, en algún momento, se tiene que hacer notar que están contemplando que ahí hay hombres y mujeres laburando. O en todo caso, sumar la E que es la alternativa para poder decir que es un enfermero o enfermera trans. Lo enunciamos en algún momento y luego seguimos… NO hace falta estar todo el tiempo con E, con el los o las.

Lo que sí digo es que el lenguaje es una construcción. Y que por ende, nosotras también lo podemos intervenir, romper y volver a construir. Podemos proponer nuevos moldes, podemos equivocarnos y decir: “esto no sirve” o “esto sí sirve”. Yo empecé con el “nosotroas” y me puse absolutamente feliz cuando estuve en Chiapas y descubrí que las y los zapatistas también usan ese modo, pero sólo que cambian la acentuación. Y ahí pensé que es claro, que estamos en una búsqueda y que el asunto es no tener temor frente a quien dice que eso no sirve, que está mal. A mi me lo han dicho y me lo dicen mis compañeros y yo les digo que nosotras usamos esos términos para visibilizar. Yo creo que es eso, que es una forma de visibilizar, que es necesaria. Y que una vez que te empieza a interpelar  entrás en búsqueda.

No tenemos por qué ahorrar palabras para nombrarnos si la intención es, precisamente, integrar al otro, a la otra.

–¿Como estás viviendo como militante feminista y comunicadora el resurgimiento del lenguaje y los símbolos eclesiásticos? 

–Yo creo que ha sido una jugarreta muy difícil de sortear para las argentinas. Sabemos que la iglesia es una de las patas fundamentales del patriarcado y que el Papa sea argentino hizo, primero, olvidar quien era Bergoglio con toda su carga histórica, y segundo, que es real que hizo renacer la fe y sus símbolos.

A mi me parece que es cierto que en su discurso viene planteando cosas novedosas y entonces se le empieza a prestar atención, incluida gente que no está atravesada por lo religioso empieza a decir “qué importante el Papa”. Pero para mí la iglesia sigue siendo la misma que en algún momento armó la inquisición, que quemó brujas. Yo no adhiero a las religiones, aunque tengo mi parte mística en cuanto a creer que hay una energía maravillosa en el mar, que le puedo celebrar a Iemanjá y que la Pachamama me encanta, entonces cada agosto hablo de esa pacha y hablo de esas energías que nos alimentan. Pero al final tengo 200.000 diosas o no sé qué.

Pero esta cuestión del Papa, lamentablemente, aquí nos puso una traba en cuanto a conseguir la ley del aborto, por ejemplo, porque si bien el oficialismo no se venía alineando en los primeros tiempos a la Iglesia, a partir de la asunción de Bergoglio hubo una alineación muy clara y en lo político tiene muchos resultados. Y lo que se viene, en cualquier caso, es más difícil aún.

La estructura de la Iglesia como freno al movimiento de mujeres es fuerte, es importante. Habrá que seguir batallando.

–Tenés casi tanta cantidad de años de radio, como años de militancia feminista. ¿Vos militas la comunicación para que sea feminista o pones a la comunicación, en tanto herramienta, al servicio de la militancia feminista?

–Una de mis militancias es que la comunicación sea también pasional, que no sea sólo un divertimento. El sentir, el ser feminista es un ejercicio permanente, cotidiano y es el lugar desde el que una se para. Entonces desde ese lugar creo que la comunicación es una herramienta importante para militar el feminismo o los derechos de las mujeres o, como me gusta decir, luchar contra las opresiones, porque parada desde ese lugar, con una mirada clara desde la lucha y el accionar de las mujeres, estamos hablando de los compañeros y compañeras Quom que están acampando en la 9 de Julio y que también son invisibilizados. Y estamos hablando de tantos otros temas que no forman parte de la agenda de los medios.

Y también militar la comunicación, como la comunicación en sí. Que la comunicación sea algo que comunique en serio, más allá de los estados anímicos de cada una de esas personas que la ejercen. Me parece que es una combinación de esas cuestiones que preguntas.

Pero me parece que lo fundamental es empoderarse en la comunicación también. Saberse con esas herramientas, que la comunicación no sea algo lineal ni una bajada de línea, solamente. Hay que tener en claro hacia donde quiero ir y qué quiero decir. Lo artístico y lo político tienen una interrelación muy fuerte…Qué te digo y cómo te lo digo, porque la comunicación no es sólo palabra, también es estética. Y en esas estéticas es que vamos encontrando diferentes formas de decir.  Ahí está de nuevo la idea de lo artesanal…

–¿Qué opinás del periodismo militante?

–Que es parte de la militancia partidaria. Yo siempre he sido una periodista militante, yo soy militante de la comunicación y soy militante feminista, yo soy militante de los derechos humanos. Yo siempre he sido una comunicadora militante.

Ahora, ¿me están hablando de partidos políticos? Bueno, para quienes creen fervientemente en eso, es real que como regla de juego es más claro tener en claro de qué lado están. Saber dónde cada uno está parado. Pero también sabemos que si los políticos de hoy para mañana cambian sus direcciones, también en el periodismo lo pueden hacer, diciéndotelo o no diciéndotelo. Como regla de juego quizás es mejor que la gente sepa donde está parado ese comunicador o periodista, pero de todas maneras están hablando de una militancia partidaria.

A mi no me asombra porque desde que tomé conciencia y soy comunicadora que soy militante también.

–Tu trabajo como comunicadora va y viene entre los medios populares, alternativos o comunitarios y los medios tradicionales. Intervenís con tu discurso en espacios donde hay recelo a esas ideas o posturas. ¿Es consciente el desafío de habitar y resistir desde la grieta?

–Por esas ideas en algunos momentos no he tenido laburo, pero es verdad que la grieta la he conseguido en los medios públicos, que es real que tienen una manera diferente a los medios comerciales, donde posiblemente te marquen una editorial y te manejen un tiempo que en los medios públicos lo podemos manejar nosotros. Además, por lo menos en la experiencia que he tenido tanto en Radio de la Ciudad como en Radio Nacional, no se han metido específicamente con la producción, con el laburo concreto. Eso es bastante piola, haber logrado eso desde la grieta.

Sin embargo, ahora que pienso también es real que en Radio Nacional yo comencé haciendo un programa todos lo días, La Juana Pimienta, y bueno, en algún momento se resolvió que no fuera todas las noches, sino que fuéramos menos. Por eso nosotras, un poco en broma, un poco en serio, hablamos del Rincón Violeta de la Radio Pública. Pero además recuerdo que se nos había pedido que no fuera un programa de mujeres o para mujeres. Como que se nos había puesto cierto límite. Así fue que armamos ese espacio. Viste que no hay nada peor que una prohibición para tratar de revelarme.

Fuente de la entrevista: http://www.revistaajo.com.ar/notas/4485-el-feminismo-es-una-manera-de-pararse-en-el-mundo.html

Fuente de la imagen:http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcR0JFmVQx8R0gvrTs5xHO0sihhhDZsY3_1PjJamdjDf4lc2XNQzK7KR

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Lo romántico es político

Coral Herrera Gómez

Para transformar o mejorar el mundo que habitamos hay que tratar políticamente el tema del amor, reflexionar sobre su dimensión subversiva cuando es colectivo, y su función como mecanismo de control de masas cuando se limita al mundo del romanticismo idealizado, heterocentrado y heterosexista.

Amamos patriarcalmente. Amamos democráticamente. Amamos como los capitalistas: con el ansia voraz de poseer al objeto de amor, con el ansia brutal del que colecciona piezas de caza. Nos conquistamos, nos endulzamos, nos fusionamos, nos separamos, nos destruimos mutuamente… nuestra forma de amar está impregnada de ideología, como cualquier fenómeno social y cultural.

El amor romántico que heredamos de la burguesía del siglo XIX está basado en los patrones del individualismo más atroz: que nos machaquen con la idea de que debemos unirnos de dos en dos no es casual. Bajo la filosofía del “sálvese quién pueda”, el romanticismo patriarcal se perpetúa en los cuentos que nos cuentan en diferentes soportes (cine, televisión, revistas, etc.).

A través de los cuentos que nos cuentan, asumimos los mitos, los estereotipos, los ritos y los roles de género tradicionales, y mientras consumimos ideología hegemónica, nos entretenemos y nos evadimos de una realidad que no nos gusta. Consumiendo estos productos románticos aprendemos a soñar con una utopía emocional posmoderna que nos promete la salvación eterna y la felicidad conyugal. Pero solo para mí y para ti, los demás que se busquen la vida.

Frente a las utopías religiosas o las utopías sociales y políticas, el amor romántico nos ofrece una solución individualizada, y nos mantiene distraídas soñando con finales felices.  El romanticismo sirve para que adoptemos un estilo de vida muy concreto, para que nos centremos en la búsqueda de pareja, para que nos reproduzcamos, para que sigamos con la tradición y para que todo siga como está.

El romanticismo patriarcal sirve para que todo siga como está. Unos disfrutando de sus privilegios de género, y las otras sometiéndose a los pequeños reyes absolutos que gobiernan en sus hogares. Sirve, también, para ayudarnos a aliviar un día horrible, para llevarnos a otros mundos más bonitos, para sufrir y ser felices con las historias idealizadas de otros, para olvidarnos de la realidad dura y gris de la cotidianidad. Sirve para que, sobre todo las mujeres, empleemos cantidades ingentes de recursos económicos, de tiempo y de energía, en encontrar a nuestra media naranja. Ante el fracaso, deseamos que todo cambie cuando encontremos al amor ideal que nos adore y nos acompañe en la dura batalla diaria de la vida.

Cada oveja rumiando su pena con su pareja.

Estamos rodeadas de afectos en nuestra vida, pero si no tenemos pareja decimos que “estamos solas”. Las que tienen pareja aseguran que la soledad que sienten en compañía es mucho peor. Muchas mujeres siguen creyendo que la pareja amorosa es la solución a su precariedad, a su vulnerabilidad, a sus problemas personales. Las industrias culturales y las inmobiliarias nos venden paraísos románticos para que busquemos pareja y nos encerremos en hogares felices, entornos de seguridad y aburrimiento que pueden llegar a convertirse en infiernos conyugales.
Las parejas de hoy en día siguen siendo profundamente desiguales, desequilibradas, jerárquicas, y casi todas practican la división de roles: heteros, lesbianas, bisexuales, gays… el amor es el reducto final en el que se ancla el patriarcado. El individualismo del romanticismo patriarcal nos sume en ensoñaciones románticas mientras nos quitan derechos y libertades… todavía una gran parte de la población permanece adormilada, protestando en sus casas, soñando con El Salvador o el Príncipe Azul.

Los medios de comunicación tradicionales jamás promueven el amor colectivo si no es para vendernos unas olimpiadas o un seguro de vida. Si todos nos quisiésemos mucho el sistema se tambalearía, pues está basado en la acumulación egoísta de bienes y recursos y no su gestión colectiva y solidaria. Por ello es que se prefiere que nos juntemos de dos en dos, no de veinte en veinte: es más fácil controlar a dos que a grupos de gente que se quiere.

El problema del amor romántico es que lo tratamos como si fuera un tema personal: si te enamoras y sufres, si pierdes al amado o amada, si no te llena tu relación, si eres infeliz, si te aburres, si aguantas desprecios y humillaciones por amor, es tu problema. Igual es que tienes mala suerte o que no eliges a los compañeros o compañeras adecuadas, te dicen.

Pero el problema no es individual, es colectivo: son muchas las personas que sufren porque sus expectativas no se adecúan a lo que habían soñado. O porque temen quedarse solas, porque  necesiten un marido o una esposa, o porque se decepcionan cuando comprueban que el romántico no es eterno, ni es perfecto, ni es la solución a todos nuestros problemas.

Lo personal es político, y nuestro romanticismo es patriarcal, aunque no queramos hablar de ello en los foros y asambleas.  También la gente de izquierdas y los feminismos seguimos anclados en viejos patrones de los que nos es muy difícil desprendernos. Elaboramos muchos discursos en torno a la libertad, la generosidad, la igualdad, los derechos, la autonomía… pero en la cama, en la casa, y en nuestra vida cotidiana no resulta tan fácil repartir igualitariamente las tareas domésticas, gestionar los celos, asumir separaciones, gestionar los miedos, comunicarse con sinceridad, expresar los sentimientos sin dejarse arrastrar por la ira o el dolor…

No nos enseñan a gestionar sentimientos en las escuelas, pero sí nos bombardean con patrones emocionales repetitivos y nos seducen para que imaginemos el amor a través de una pareja heterosexual de solo dos miembros con roles muy diferenciados, adultos y en edad reproductiva. Este modelo no solo es patriarcal, también es capitalista: Barbie y Ken, Angelina Jolie y Brad Pitt, Javier Bardem y Penélope Cruz, Letizia y Felipe… son parejas exitosas mitificadas por la prensa del corazón para que las tomemos como modelo a seguir. Es fácil entender, entonces, porqué damos más importancia a la búsqueda de nuestro paraíso romántico que a la de soluciones colectivas.

Para transformar o mejorar el mundo que habitamos hay que tratar políticamente el tema del amor, reflexionar sobre su dimensión subversiva cuando es colectivo, y su función como mecanismo de control de masas cuando se limita al mundo del romanticismo idealizado, heterocentrado y heterosexista.

Si me pongo romántica queer, me da por pensar que el amor de verdad podría destruir patriarcado y capitalismo juntos. Las redes de solidaridad podrían acabar con las desigualdades y las jerarquías, con el individualismo consumista y con los miedos colectivos a los “otros” (los raros, las marginadas, los inmigrantes, las presidarias, los transexuales, las prostitutas, los mendigos, las extranjeras). Para poder crear estas redes de amor tenemos que hablar mucho y trabajar mucho: queda todo el camino por hacer.

Tenemos que hablar de cómo podemos aprender a querernos mejor, a llevarnos bien, a crear relaciones bonitas, a extender el cariño hacia la gente y no centrarlo todo en una sola persona. Es hora de que empecemos a hablar de amor, de emociones y de sentimientos en   espacios en los que ha sido un tema ignorado o invisibilizado: en las universidades, en los congresos, en las asambleas de los movimientos sociales, las asociaciones vecinales, los sindicatos y los partidos políticos, en las calles y en los foros cibernéticos, las comunidades físicas y virtuales.
Hay que deconstruir y repensar el amor para poder crear relaciones más igualitarias y diversas.

Es necesario despatriarcalizar el amor, eliminar las jerarquías afectivas, desmitificar finales felices, volverlo a inventar, acabar con los estereotipos tradicionales, contarnos otras historias con otros modelos, construir relaciones diversas basadas en el buen trato, el cariño y la libertad.  Es necesario proponer otros “finales felices” y expandir el concepto de “amor”, hoy restringido para los que se organizan de dos en dos.

Ahora más que nunca, necesitamos ayudarnos, trabajar unidos por mejorar nuestras condiciones de vida y luchar por los derechos humanos para todos. Para acabar con la desigualdad, las fobias sociales, los odios y las soledades, necesitamos más generosidad, más comunicación, más trabajo en equipo, más redes de ayuda. Solo a través del amor colectivo es como podremos articular políticamente el cambio.

Confiando en la gente, interaccionando en las calles, tejiendo redes de solidaridad y cooperación, trabajando unidos para construir una sociedad más equitativa, igualitaria y  horizontal. Pensando y trabajando por el bien común, es más fácil aportar y recibir, es más fácil dejar de sentirse solo/a, es más fácil elegir pareja desde la libertad, y es más fácil diversificar afectos. Se trata, entonces, de dar más espacio al amor en nuestras vidas, de crear redes afectivas en las que podamos querernos bien, y mucho.

Que falta nos hace.

Fuente del articulo: http://www.pikaramagazine.com/2014/02/lo-romantico-es-politico/#sthash.TwDCT6W1.dpuf

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«Hay que hablar de por qué la mujer negra es la mayor víctima de violación en Brasil» Entrevista a Djamila Ribeiro, investigadora y profesora de filosofía política en la Universidad Federal de São Paulo y Subsecretaria de Derechos Humanos en la ciudad de São Paulo

Brasil/06 Agosto 2016/Autora: Marina Novaes/Fuente: El País

La violación en grupo de una de 16 años en Río de Janeiro provocó un intenso debate acerca de la cultura de la violación y una serie de manifestaciones en todo el país contra el machismo y también contra el racismo. La razón: la violencia contra las mujeres negras se disparó y, a pesar de que hay quien quiere descalificar el debate (llamándolo cantinela[1] feminista), más allá de este hecho concreto (la víctima era una joven negra y pobre), los datos del Mapa de la Violencia (2015) confirman el problema. Para Djamila Ribeiro, de 35 años y una de las activistas más conocidas del movimiento feminista negro actual, solamente desconstruyendo el mito del país en armonía y libre de racismo será posible crear políticas eficaces para abordar la violencia de género.

Djamila es investigadora y profesora de filosofía política en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), blogger, madre de una niña de 11 años y, desde hace dos meses, Subsecretaria de Derechos Humanos en la ciudad de São Paulo. En una entrevista con El País, habló sobre las diferentes luchas dentro del movimiento feminista y el racismo enraizado en nuestra cultura.

-Marina Novaes: El caso de la violación colectiva en Río en el mes de mayo provocó una reacción muy fuerte entre las mujeres de este país. Además, planteó un debate sobre el tema del racismo y la cultura de la violación. ¿Cuál es la relación entre estas dos cuestiones?

-Djamila Ribeiro: La cultura de la violación era evidente porque se trataba de un acto brutal en Rio. Pero quedó claro que la mayor parte de la sociedad ve eso como un fenómeno, como algo puntual. Ese debate, desarrollado por el movimiento feminista es importante para demostrar que ese hecho no es sino parte de una cultura, una rama del machismo. En cuanto a la cuestión racial, tenemos que analizar por qué las mujeres negras son las que más sufren este tipo de violencia. La encuesta Violencia Sexual, realizada por UNICEF, muestra que las mujeres negras son las principales víctimas de este tipo de violencia. No es un fenómeno. Es parte de una estructura. Si consideramos el contexto histórico de Brasil, tenemos un país con una con herencia esclavista de más de 300 años de esclavitud. Y en el período esclavista las mujeres negras eran sistemáticamente violadas por sus dueños. Cuando hablamos de cultura de la violación es necesario establecer esa relación directa entre la cultura de la violación y la colonización. Todo está conectado, un grupo que combina la doble opresión: además del sexismo, sufre el racismo. Por supuesto, todas las mujeres son vulnerables, susceptibles de ese tipo de violencia sexual. Pero cuando hablamos de las mujeres negras existe ese componente adicional que es el racismo. También está el tema de la ultrasensualización de la mujer negra, haciendo de ella un objeto sexual lascivo… Están tan deshumanizadas que, de alguna manera, incluso se quiere justificar la violencia que se ejerce contra ellas. Si lucho contra el machismo, pero ignoro el racismo, sigo alimentando la misma estructura.

-MN: ¿Hay falta de diálogo dentro del movimiento feminista?

-DR: Dentro del feminismo, hay un tema que las mujeres negras tratan de poner encima de la mesa desde los años 70, referido al hecho de que las mujeres blancas, de alguna manera, universalizaron la categoría mujer, sin darse cuenta de que hay varias posibilidades de ser mujer: la mujer negra, la mujer blanca, la mujer indígena, la mujer lesbiana, la mujer pobre… No obstante, mientras no pensemos con esas categorías entre nosotras, dejaremos un gran grupo de mujeres fuera del debate. El movimiento feminista, durante mucho tiempo, no fue más que un movimiento de mujeres blancas de clase media que estaban preocupadas únicamente por las opresiones que les afectaban a ellas, haciendo caso omiso de las opresiones que sufrían otras mujeres en una posición más vulnerable. No tener esa perspectiva de que somos diferentes a menudo provoca que mujeres que han gozado de algún privilegio reproduzcan opresiones sobre quienes están en una posición más vulnerable. Esta es la cuestión que el movimiento feminista negro pone encima de la mesa. También queremos estar representadas en el movimiento. No se puede pensar sólo en lo que nos afecta, pues en ese caso acabaremos perpetuando el mismo poder que queremos combatir. En ese sentido, es necesario que las mujeres que tienen algún privilegio se abran a ese debate, no que lo vean como una afrenta o un insulto.

-MN: Usted escribió en uno de sus artículos sobre esas luchas diversas dentro del movimiento feminista, señalando cómo en el momento en que las mujeres blancas luchaban por el derecho al voto, las mujeres negras se esforzaban por ser reconocidas como seres humanos en la sociedad. Centrándonos en el momento actual, ¿cuáles son las principales diferencias entre bandos dentro del movimiento?

-DR: Creo que el diálogo ha mejorado bastante desde hace unos años. No obstante, detengámonos en el tema de la violencia doméstica. El estudio Mapa de Violencia 2015 demostró que en los últimos diez años, un período en el que estuvo vigente la Ley Maria da Penha[2], disminuyó un 9,6% el asesinato de mujeres blancas en Brasil y aumentó en un 54,8% de las mujeres negras. Es un número absurdamente alto. Si nos fijamos en el mercado de trabajo, por ejemplo, en el número de trabajadoras domésticas: las mujeres negras siguen siendo la mayoría. La cuestión del aborto: las mujeres negras son las más mueren porque, siendo el aborto un crimen, las mujeres que tienen una mejor condición económica abortan en unas condiciones de seguridad e higiene, por lo que no se .mueren al abortar… Es necesario comprender que las mujeres negras necesitan una mirada específica. Es necesario romper con esa mirada universal que a menudo alcanza solamente a un grupo específico. Si hay un grupo que es más vulnerable, ese grupo es el que necesita más atención. Es una minoría dentro de la minoría.

-MN: El hecho de que no reconocer que las mujeres negras son más vulnerables, ¿tiene su origen en la dificultad que el brasileño tiene para reconocer que es racista? ¿Viene de nuestra educación?

-DR: Esa es una buena pregunta. Brasil es un país de mayoría negra, pero la gente no debate con eficacia contra el racismo. Y creo que eso se debe, en parte, al mito de la democracia racial que se creó en Brasil. Un mito que nos hace pensar que aquí no hay racismo. Que racismo era lo que existía en los Estados Unidos o en Sudáfrica, porque allí el racismo estaba recogido en la Constitución, mientras que aquí, en Brasil, eso no pasa… No reconociendo que aquí hay racismo institucional. Siempre pongo el ejemplo de la Universidad de São Paulo, porque creo que es un clásico: si vas allí y ves, ¿cuál es el color de la gente que está limpiando y cuál el de las personas que están en clases? Además, en tanto que en Brasil la segregación es muy evidente, lo que necesitamos es discutir sobre el racismo de una manera más eficaz, porque hemos crecido en el mito armónico de las razas, de que la gente se lleva bien, de que somos un país de mestizaje, olvidando que el principal motivo de ese mestizaje fue la violación de mujeres negras, de mujeres indígenas… Se quiere alabar los puentes que existen, pero no se quiere hablar de las barreras que nos separan. Y eso, en gran parte, se debe a la dificultad de considerar a Brasil como un país racista. Tenemos que trabajar en ello de manera más efectiva en la educación.

-MN: ¿Cuál debe ser el papel del hombre para ayudar a terminar con el machismo?

-DR: Creo que sobre todo lo que hay que discutir es la cuestión de la masculinidad. La masculinidad hegemónica, tal y como está construido, está directamente relacionado con la cuestión de la violencia y la agresión. Desde muy pequeño los niños son educados para ser el macho, el proveedor, violento, agresivo. Si vivimos en una sociedad donde los hombres violan a las mujeres, es porque estamos creando hombres que piensan que pueden hacerlo. Este debe ser el punto principal: ¿cómo se deconstruye esa masculinidad violenta? Discutiendo entre ellos, creo que sería fundamental. Ellos pueden y deben ser compañeros y aliados apoyando nuestra lucha, dando visibilidad… Si usted es profesor, debatiendo sobre el tema en el aula. Si usted es empleador, pagando el mismo salario a hombres y mujeres por el mismo trabajo, creando alternativas para las madres trabajadoras. Si usted es un profesor de la universidad pública, apoyando la lucha de las estudiantes para que se abran guarderías en las escuelas, ya que la guardería es también residencia de estudiantes. Si está con amigos y un amigo acosó a una mujer, hable con él para decirle que eso es acoso, no una galantería. Si está en casa, divida las tareas del hogar, la responsabilidad de cuidar a los niños. Esa es una gran ayuda para el movimiento feminista, sin necesidad de tener que coger un micrófono y hablar por nosotros. Es mucho lo que los hombres pueden hacer, deben hacer, con esa acción concreta, ya que es la masculinidad hegemónica lo que nos está matando. Es importante que los hombres estén dispuestos a deconstruir.

-MN: Hay mujeres que tienen miedo a considerase feministas, que piensan que el feminismo es malo. ¿Cómo lo ve? DR: Nadie nace conociendo la opresión que sufre. Ahí se llega después de un proceso de toma de conciencia que adquirimos con el tiempo. Además, hay otra cuestión que el machismo sabe hacer muy bien: crear una serie de mitos en torno feminismo, que fue una forma más de evitar que las mujeres se unieran. De hecho, cuanto más se unan las mujeres, mejor se manifestará la ideología feminista. Por eso se inventaron los mitos de que la mujer feminista odia a los hombres, de que la mujer feminista es una mujer muy agresiva… como una forma de aparatar a las mujeres de esa acción. Cuando se entienda qué es el feminismo, no habrá ninguna razón para que no se quiera ser feminista. Si ser feminista es luchar por la igualdad de las mujeres, para que las mujeres sean tratadas como seres humanos, para que podamos vivir en una sociedad igualitaria y justa, no hay ninguna razón para no ser feminista.

-MN: ¿Qué es la interseccionalidad del feminismo?

DR: Los movimientos operan con la misma lógica que la sociedad. Excluyen y eligen su propio objeto de trabajo. En consecuencia, el movimiento negro que lucha contra el racismo, por ejemplo, tiene una mirada muy masculina; el movimiento feminista, tiene una mirada muy blanca; el movimiento LGBT privilegia al hombre gay blanco… En ese sentido, la interseccionalidad busca crear formas de orientar nuestras políticas de manera que nos demos cuenta de esa diversidad. De lo contrario, seguiremos eligiendo qué vidas son importantes y cuáles no. (…) En el momento de pensar políticas necesito tener una mirada interseccional para llegar a los grupos vulnerables, porque si universalizo un grupo o una lucha, no nombro el problema. Y si no lo hago así, esas personas permanecerán invisibles, sus problemas no serán nombrados y, si no nombro sus problemas, nunca seré capaz de pensar una solución.

-MN: Cambiando un poco de tema, ¿qué piensas del movimiento escuela sin partido [3]?

-DR: Es un retroceso. Me parece gracioso el argumento, pues no hay nada exento de ideología. Desde el momento mismo en que usan ese argumento, están hablando de una ideología, una ideología excluyente. Una ideología que supone el fortalecimiento del orden establecido, para conseguir que esas cuestiones permanezcan al margen. Debatir estas cuestiones es sólo para nosotros entender que estas personas existen, hasta qué punto es necesario educar en el respeto. No me gusta el término «tolerancia». Las personas tienen que ser respetadas. Es muy importante tratar esos temas en las escuelas, que pueden ser un espacio muy importante en la transformación mentalidad. Pero, de la manera en que, por lo general, se encuentra en la actualidad, acaba reproduciendo la violencia. Hay que enseñar portugués y matemáticas, pero se deben enseñar temas de género, temas raciales… porque todos esos temas son transversales y tienen que ser trabajados en todas las disciplinas. Cuando la gente empieza a estudiar estos temas, estamos emponderando a esos grupos, dando voz a los grupos que nunca la han tenido, y entonces la gente comenzará a reclamar sus derechos. Y todo eso significa la pérdida de privilegios de quienes están en el poder.

Traducción del portugués: Alfredo Iglesias Diéguez

Notas del traductor

[1] En el texto original la expresión usada es mimimi, una expresión usada de forma peyorativa para describir o imitar a una persona que reclama; es una onomatopeya que imita el sonido de un lloro quejumbroso.

[2] La Ley Maria da Penha, es la denominación popular de la Ley 11.340, de 7 de agosto de 2006 (bajo el mandato del presidente Lula da Silva y auspiciada por Jandira Feghali, del PCdoB), por la que se crean mecanismos para combatir la violencia doméstica y familiar contra la mujer. Su nombre procede de la farmacéutica Maria Penha, quien fue víctima de violencia de género durante los 23 años que duró su matrimonio.

[3] Escuela sin partido es el nombre que se le da al proyecto de Ley 193/2016 de la autoría de Magno Malta, representante de la bancada evangélica en la Cámara de los Diputados, aunque hay otros proyectos en tramitación con el mismo objetivo: lograr la aprobación de una ley inspirada en el movimiento fundado por Miguel Nagib, quien dice estar preocupado ‘por el grado de contaminación político-ideológica en las escuelas brasileñas’. Este proyecto es un elemento clave del gobierno ilegítimo de Temer para desmantelar la educación pública en Brasil y su objetivo es anular el carácter crítico de la formación académica, censurar toda discusión y posicionamiento político y cortar de raíz cualquier discusión que se pueda originar en las aulas sobre temas de género, racismo, políticas de igualdad…

Fuente: http://brasil.elpais.com/brasil/2016/07/14/politica/1468512046_029192.html

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