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Entrevista a Álvaro de Rújula: «La ciencia no busca la “Verdad” con mayúscula, descubre aproximaciones cada vez más precisas a la verdad (científica)»

Por: Salvador López Arnal

Álvaro de Rújula nació en Madrid, donde estudió Física y obtuvo su doctorado. Ha trabajo en Italia (Centro Internacional de Física Teórica, Trieste), Francia (Instituto de Estudios Científicos Avanzados), Estados Unidos (Universidades de Harvard y de Boston, MIT) y en la Organización Europea para la Investigación nuclear, el CERN (desde estudiante de verano hasta director de la División de Teoría). Actualmente también forma parte del Instituto de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid (IFT/UAM/CSIC).

En los años setenta del pasado siglo, el profesor de Rújula contribuyó a la consolidación del modelo estándar de la física de partículas, principalmente la cromodinámica cuántica y sus quarks encantados. También ha realizado trabajos sobre neutrinos (las mediciones de la masa y la tomografía de la Tierra), la ausencia de antimateria en el universo, cómo encontrar el bosón de Higgs, etc.

En Los Libros de la Catarata (junto con la Fundación Areces y la Real Sociedad Española de Física) ha publicado recientemente Disfruta de tu universo, no tienes otras opción.

Disfruta de tu universo, no tienes otra opción, es el hermoso y epicúreo título de tu último libro. ¿Es imprescindible saber ciencia para disfrutar de nuestro universo y de tu libro?

Para disfrutar de nuestro universo ciertamente no es imprescindible. Espero que no lo sea para disfrutar de mi libro. Es una de las razones por las que lo escribí.

¿Pero cuánta ciencia habría que saber?

Para disfrutar de mi libro espero que muy muy poca. Para disfrutar del universo, cuanta más, mejor.

El “tu” del título: ¿hace referencia a un universo personal o el universo es igual para todos?

Quizás todos tengamos un universo personal. Pero, si así fuese, yo sólo he estado en el mío. El Universo con mayúscula es igual o muy parecido para todos los científicos… serios.

¿Y qué condiciones debe tener un científico para ser serio? ¿Hay científicos o científicas que no lo son?

Debería de haber dicho bueno, íntegro u honesto. Evidentemente en todas las profesiones los hay que no lo son. En la ciencia el sistema para detectarlos, esencialmente el “arbitraje por los pares”, funciona relativamente bien, pero está lejos de ser perfecto. Hay feudos inexpugnables, intereses económicos espurios, etc. Como en todas partes, pero mucho menos.

Intereses económicos espurios, feudos inexpugnables… ¿Nos puedes dar algún ejemplo?

Las investigaciones en farmacia y ocasionalmente en biología tienen subvenciones directas, o indirectas, de compañías farmacéuticas. Eso tiene sus peligros evidentes. Algunas revistas científicas de prestigio tienen también sus peculiaridades. Un ejemplo: Nature, en donde he publicado algunos artículos de investigación o de comentario (con tendencia a que me cambiaran el título sin mi permiso). Si quieres publicar en Nature un artículo criticando otro que hayan ya publicado y proponiendo una alternativa, la revista exige que tu artículo sea primero aceptado por los autores del artículo criticado. Muy honestos tienen realmente que ser dichos autores para no disfrutar de su inviolabilidad automática. Los hay que no lo son.

Como en todas partes, dices, pero mucho menos. ¿Por qué mucho menos? ¿Ser científico exige un grado de honradez inexistente en las otras profesiones o trabajos? ¿No estás mirando tu profesión con ojos  demasiado generosos?

Para no meterme en camisas de once varas, quizás debería de haber dicho “rigor”, en lugar de honradez. El juez definitivo e infalible en la ciencia es lo observable en la naturaleza. El arbitraje de los pares puede no ser riguroso, pero a la larga la verdad científica (en su acuerdo con lo repetida y precisamente observado) prevalece. Pero no siempre los datos se manejan con rigor o se atribuyen las ideas a su primer autor o autores. De ahí que dijera mucho menos y no muchísimo menos.

¿Qué es la ciencia para un científico investigador como tú?

En sentido estricto las ciencias como la química o la biología —y sobre todo la física— son aquellas en las que quienes las practican pueden llegar a un acuerdo basado en realidades comprobables observacionalmente. Las matemáticas también son una ciencia, pero sus criterios de veracidad son lógicos, no experimentales. La economía emplea hoy en día métodos científicos pero no es una ciencia. Razón: trata con demasiadas variables no medibles. Prueba: los economistas jamás se ponen de acuerdo, por mucho que manejen los mismos datos.

Para mí la ciencia es un apasionante hobby que de paso me da de comer. Y de cuando en cuando, satisfacción. Por ejemplo cuando creo saber —o mis colaboradores y yo creemos saber— algo que en este planeta nadie más sabe. Y resulta ser cierto.

Lo que apuntas de la economía, ¿se puede decir también del resto de disciplinas que forman parte de las ciencias sociales?

Temo que sí.

¿Será porque en estas disciplinas la ideología de los científicos está más presente?

En la diana.

¿Nos puedes dar algún ejemplo de alguna cosa que tus colaboradores y tú hayáis creído saber y que nadie más sabía, y que además era cierta?

Un ejemplo fácil de entender: el universo visible no está hecho de grandes “continentes”, unos con estrellas y planetas de materia “ordinaria” y otros de antimateria. Demostrado con mis colegas Andy Cohen y Shelly Glashow.

Más difícil de explicar brevemente: las interacciones entre quarks están caracterizadas por una escala de energía o, equivalentemente, de distancias. Dicha escala cromodinámica podía deducirse a mediados de los 70 del siglo pasado empleando datos ya existentes. Yo fui el primero en hacerlo y conocer su valor; ningún otro físico teórico ha sido el primero en determinar una constante “fundamental” de la naturaleza.

Y un ejemplo que no entenderás: es posible acotar la masa de los neutrinos empleando procesos de captura “débil” de electrones; trabajos en parte en colaboración con mi colega Maurizio Lusignoli.

Paro aquí, me he pasado ya varios pueblos dándome autobombo. Te atribuyo a ti toda la culpa.

Haces bien, asumo toda la culpa y acepto también mi dificultad para entender el último ejemplo que has dado. Estudio, me documento.

¿Qué relación hay, desde tu punto de vista, entre ciencia y verdad?

La ciencia no busca la “Verdad” con mayúscula. Pero sí descubre aproximaciones cada vez más precisas a la verdad (científica, claro).

¿Quiénes buscarían entonces la Verdad con mayúscula?

Soy físico, no tertuliano. No tengo respuestas ex-cátedra a todas las preguntas. ¿Y a quién podría interesarle mi opinión sobre una pregunta de la que todo el mundo sabe la respuesta?

A mí por ejemplo y no sé si todo el mundo sabe la respuesta.

Menosprecias a tus lectores. Malo, malo.

Intento no hacerlo. ¿Qué caracteriza a la verdad científica, la que escribes con minúscula?

Lo he dicho: es una aproximación, pero es verificable. Las hay que no parecen aproximaciones, por ejemplo que el espacio tiene tres dimensiones. Pero hasta esto es, en cierto sentido, una aproximación, ya que existe la posibilidad —no excluida— de que cada cosa que nosotros consideramos un punto sea como una bolita con sus propias dimensiones “internas”. Pues bien, habitantes de civilizaciones distintas que nunca hayan tenido un contacto anterior llegarán a la misma conclusión: es verdad que hay tres dimensiones espaciales “grandes”: esas que van de adelante a atrás; del lado del corazón al otro; y de arriba a abajo.

Sobre lo que es Verdad con mayúscula, raro sería que dos civilizaciones distintas se pusieran de acuerdo por medios no violentos.

¿La ciencia es el único conocimiento sólido o hay otros tipos de conocimientos, no estrictamente científicos, que no merecen ni deben ser menospreciados?

Por supuesto que, en mi opinión, los hay. Por ejemplo todas las artes. Aunque conocimiento “sólido” no sea la mejor manera de calificarlas. A pesar de que Michelangelo ya supiera de antemano qué estatua, bien sólida, le aguardaba dentro de una enorme losa de mármol de Carrara.

Escribes en el prefacio de tu libro: “Pocos no científicos se adhieren con entusiasmo a la opinión de que entender el universo en el que estamos, o sencillamente intentarlo, también es muy divertido. “No entiendo nada” es una reacción frecuente a cualquier texto científico. En mi opinión, la razón fundamental no es que la ciencia sea aburrida o indescifrable, sino que, en la mayoría de los casos, no se enseña adecuadamente.” ¿Quiénes no la enseñan adecuadamente?

Muchos —aunque no todos— los maestros o profesores, desde el jardín de infancia hasta la universidad.

¿Por desconocimiento, por falta de habilidad pedagógica, por la compleja matemática que rodea a algunos resultados científicos, por excesivo teoricismo…?

Supongamos que un profesor de tenis no haya jugado nunca al tenis. Olvidemos la compleja matemática, que en el tenis lo es mucho. Este profe tendría también las otras carencias que citas. De modo análogo, para enseñar bien ciencia es casi imprescindible haber hecho un poco de investigación o, como mínimo, haber presenciado como la hacen quienes la hacen. Un ejemplo: grupos de profesores de primaria y secundaria de muchos países visitan con regularidad el CERN. Lo más útil de esas visitas son las sesiones en las que participan con investigadores en, por ejemplo, un análisis de datos. Es como si el profe de tenis se decidiera finalmente un buen día a jugar un poco. Aunque más le hubiera valido empezar ya de pequeñito.

¿No es casi socialmente imposible, una especie de utopía pedagógica, que todo el profesorado que enseña ciencia deba haber hecho un poco de investigación o presenciado como la hacen quienes las hacen? ¿No exigiría lo que señalas y defiendes una verdadera revolución (la palabra no está de más) en la formación de nuestros maestros y profesores de ciencias?

En mi opinión los maestros son los pilares de la sociedad. Y la revolución a la que te refieres se puede costear. Por ejemplo, profesores universitarios de reconocida calidad investigadora y docente podrían pasar una fracción de su tiempo enseñando a maestros o haciendo de maestros. Pagándoles bien por ello, claro. Muchos laboratorios y universidades podrían hacer cosas como las que el CERN y otros laboratorios como Fermilab (cerca de Chicago) ya hacen. Hay que poner las “manos en la masa”, algo que escribo con mayúsculas porque es una manera, que explico en el libro, de enseñar a niños como actuar y colaborar como científicos.

Por último, bueno sería que la de maestro fuese una profesión extremadamente competitiva, socialmente respetadísima y muy bien pagada. Nada de esto me parece utópico.

Déjame dar una referencia, que tomo de tu libro, de ese programa de enseñanza al que aludes (“Hands on): “Looking Back: Innovative Programs of the Fermilab Education Office” https://ed.fnal.gov/office/marge/retro.html. Tomemos un descanso si te parece.

De acuerdo.

Fuente: https://rebelion.org/la-ciencia-no-busca-la-verdad-con-mayuscula-descubre-aproximaciones-cada-vez-mas-precisas-a-la-verdad-cientifica/

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Dos textos del Che Guevara republicados junto con la visión de destacados académicos marxistas

 

Veinte editoriales de izquierda de todo el mundo publican una edición conjunta que incluye dos textos esenciales de Che Guevara en el 53º aniversario de su asesinato por la CIA en Bolivia. Estos textos, con prólogos de Aijaz Ahmad y María del Carmen Ariet García, nos proporcionan un resumen claro y resuelto del espíritu de convicción del Che, sus perspectivas científicas, su compasión humana, y su voluntad implacable de alcanzar la victoria de los oprimidos sobre los opresores.

En el aislamiento y la conmoción de un mundo en crisis exacerbada por la pandemia, buscamos ejemplos que apunten hacia la transformación. Este libro recién lanzado, Che, busca amplificar una de las grandes figuras de la liberación nacional, cuyas palabras y hechos reavivaron un movimiento global de resistencia al imperialismo mundial: Ernesto «Che» Guevara.

Esta colección de escritos del Che y sobre el Che es una ofrenda para todas las personas que tiemblan al ver la injusticia. El Che se unió a los pueblos del mundo en su lucha por liberarse de los límites de la sed de ganancias y contra el imperialismo y la devastación, que ha destrozado a la humanidad y al mundo natural.

Tomando la mano de la mayoría oprimida pero invicta y con su mirada directamente en la fuente de su sufrimiento, el Che lideró un feroz ataque contra los belicistas y magnates del petróleo del mundo, contra los esbirros y cantantes de alabanzas de la acumulación de riqueza privada. Como explica Aijaz Ahmad en su introducción al libro, Che Guevara «fue un hombre que vivió su vida en tiempo futuro, en permanente rebelión contra el mundo construido por el capital y el imperio, como luchador por la transformación revolucionaria de este mundo».

Aunque la vida y las aspiraciones de una persona difícilmente pueden ser reducidas a declaraciones específicas o a una colección de escritos, El socialismo y el hombre en Cuba (1965) y Mensaje a la Tricontinental (1967) nos proporcionan una clara y resuelta síntesis del espíritu de convicción del Che, de sus conocimientos científicos, de su compasión humana y de su implacable voluntad de lograr la victoria de los oprimidos sobre los opresores. En estos discursos –metralla de sus incisivos ataques contra el capitalismo– el Che mostró una certeza implacable sobre lo que se necesitaba hacer y el enfoque preciso requerido para llevar a cabo la tarea de derrotar el sistema mundial que diariamente golpea y mata de hambre a la gente hasta su sumisión.

Son muy lamentables los reveses históricos por los que ha pasado la humanidad y, por lógica, que hombres como el Che y su lealtad a los principios fueron atacados y tratados de eliminar. No obstante ello, la fuerza de su pensamiento y actuar práctico deviene un paradigma integral de nuevos tiempos. Es una razón suficiente para entender y su vez explicarnos la utilidad de los trabajos que se presentan, los que deben considerarse como complementos uno del otro.

María del Carmen Ariet García, investigadora del Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, Cuba.

En la opinión del Che, la creación de lo que llama “el nuevo hombre y la nueva mujer” —el individuo no alienado con una orientación intrínseca hacia una sociabilidad radical— es la tarea central en la creación de una sociedad socialista. En un extremo de su visión estaban las estructuras básicas de bienestar que garantizan la seguridad material, sin la cual la solidaridad moral con otrxs es realmente muy difícil, es decir proporcionar salud, educación, nutrición, etc., por no hablar de la capacidad de resistir y desarrollarse colectivamente a pesar de la extrema violencia imperialista contra el pueblo cubano. En el otro extremo, estaba la visión de las solidaridades y obligaciones internacionales. La dialéctica del nacionalismo y el internacionalismo, por así decirlo.

Aijaz Ahmad, filósofo marxista, teórico cultural e investigador senior del Instituto Tricontinental de Investigación Social

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Fuente: https://www.thetricontinental.org/es/texto-che/

Fuente: https://rebelion.org/dos-textos-del-che-guevara-republicados-junto-con-la-vision-de-destacados-academicos-marxistas/

 

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Insuficiencias del liberalismo

En este artículo evalúo las ideas dominantes en la socialdemocracia en su giro hacia la tercera vía o el socio-liberalismo. Diferentes autores, empezando por su referente A. Giddens, establecen tres grandes corrientes de pensamiento: Liberalismo, pensamiento neoliberal (conservador) y marxismo (hegeliano). Desde la nueva vía socialista se desecha el tercero y se pretende rescatar lo positivo del liberalismo, considerado diferente al neoliberalismo.

No obstante, el liberalismo sí tiene en común con el neoliberalismo sus fundamentos económicos y su racionalidad o ética económica (Smith): Prioridad, dentro de las libertades civiles, a la libertad económica o de empresa como garantía de obtención de beneficios mediante la explotación de la fuerza de trabajo y la naturaleza, y dentro de los derechos civiles, al derecho a la propiedad privada. El fundamento ético, liberal y neoliberal, es el interés propio, el egoísmo o beneficio privado -los vicios-, que crearían la prosperidad pública, el crecimiento económico y de la riqueza.

Desde luego, hay que diferenciar el liberalismo económico, aspecto principal de esta crítica, del liberalismo político y el liberalismo social. Keynes también fue un liberal que, a la vista de la gran Depresión de los años 30, no confiaba ciegamente en el mercado, en el liberalismo económico, y apostó por su regulación pública, es decir, se convirtió en un keynesiano, un liberal intervencionista. Igualmente, en la construcción del Estado de bienestar europeo participó la derecha liberal y cristiana, que lo hegemonizó en los países centrales.

En términos históricos y políticos (siglos XVIII y XIX), los grupos liberales fueron progresistas y reformadores respecto del absolutismo, los conservadores y el Antiguo régimen. No obstante, fueron construyendo (finales del XIX y el XX –sobre todo su final-) su hegemonía económica y política, pactando con el conservadurismo, y desarrollando, por un lado, el imperialismo, la colonización y la explotación, y por otro lado, el freno a las demandas populares y la contención de las izquierdas.

Es decir, el liberalismo está lleno de ambivalencias: es progresista respecto del conservadurismo y el autoritarismo, y ha realizado importantes aportaciones a la libertad y el Estado de derecho; es reaccionario frente a las demandas populares de justicia social y democracia avanzada. También ha conseguido éxitos económicos, respecto del crecimiento económico y de la riqueza, particularmente en el Norte. No obstante, si hay que hacer revisión política y doctrinal del liberalismo, deberíamos partir de esa doble tradición, progresista y reaccionaria. Podemos rescatar algunas luces ilustradas en relación con su oposición a la reacción conservadora y los fascismos y su defensa de la democracia. Pero, además de su problemática gestión económica, tiene también muchas sombras sociopolíticas; incluso, algunas élites liberales también tienen millones de muertos a sus espaldas (I Guerra Mundial, guerras coloniales…) –por cierto, a veces, con el apoyo de algunos aparatos socialdemócratas europeos.

En ese sentido, tienen más valor positivo y democrático los componentes progresistas, políticos y sociales del liberalismo (libertades civiles y políticas, democracia, cohesión social…), que sus fundamentos económicos: libertad del mercado o la propiedad privada, beneficio privado, explotación…

Con ello, volvemos a la Tercera vía (británica) o el Nuevo centro (alemán), como superación de la izquierda y la socialdemocracia clásica y al eje mercados / Estado. En este caso, hay que valorar adecuadamente la posición realmente intermedia, fundamental en las décadas gloriosas anteriores: regulación y redistribución pública, prioridad de la política y la sociedad a través del Estado democrático y la participación cívica, defensa de la ciudadanía social y laboral. Ésa es, precisamente, la tradición más interesante hoy. Hunde sus raíces en el liberalismo intervencionista o regulador, el keynesianismo, el más típico y dominante hasta los años setenta, así como en las izquierdas reformadoras y redistributivas. Conlleva una crítica al sistema económico liberal que, a la luz de la actual crisis económica y su gestión neoliberal dominante, necesita renovación y refuerzo. Supuso una fuerte pugna y un pacto social progresista en torno al modelo social europeo: reparto equitativo de la renta y la riqueza y garantía de bienestar para la población.

La idea fundamental de la que parte esa tradición, con matices entre sus dos corrientes, es la de los ‘fallos del mercado’, es decir, la de que los mercados económicos y financieros dejados a su propia dinámica o ley dejan de ser eficientes para el interés general -no para el capital-. Por tanto, deben estar regulados y subordinados al bienestar de la sociedad, a los intereses generales, el bien común o fin ético, interpretados por la participación democrática de la sociedad y sus órganos representativos. Es la reafirmación del papel de la política (pública) por encima de la economía (privada) y los mercados.

Pero, ahora, normalmente, los pactos o las políticas comunes de la socialdemocracia con la derecha (Consejo Europeo, o la reforma constitucional del art. 135) salvan los privilegios de los poderosos y debilitan los derechos socioeconómicos y laborales de la población, así como la calidad democrática de las instituciones políticas.

El Estado es imprescindible para el desarrollo capitalista de los mercados, no tanto su componente social; pero también es necesario para su regulación, la redistribución y la cohesión social. Con ocasión de la crisis de los años setenta, la ofensiva neoliberal se basaba, junto con el desarrollo tecnológico, en la globalización de los mercados, sobre todo financieros. Las instituciones políticas aprueban y aplican la desregulación de las normas y políticas de los Estados, que colaboran en esa preponderancia de la economía desregulada y sus principales poderes y propietarios. Primero se abandona el intervencionismo socialdemócrata y luego el liberal. Dicho de otra forma, tiene éxito la nueva hegemonía político-económica de los grandes poderes financieros y, sobre todo, la hegemonía ideológica y cultural del liberalismo desregulador y privatizador.

La izquierda política dominante deja de ser socialdemócrata, en el sentido clásico, transformadora, reguladora y redistributiva, y se convierte también al liberalismo económico: desregulador respecto de las instituciones públicas, con gestión ‘eficiente’ de la economía y el mercado, que es lo ‘posible’ en ese contexto. Abandona la tradición de izquierdas y, particularmente, los ejes de su política socioeconómica se convierten en centristas o liberales.

Persistencia de una cultura social de izquierdas

La cuestión es que ese giro de los aparatos socialistas produce desajustes con sus bases sociales, ya que persisten una importante izquierda social y fuertes resistencias en la población europea a esa involución social; en la ciudadanía se mantienen grandes dosis de esa cultura democrática de justicia social, igualdad de oportunidades y derechos sociolaborales y económicos. O sea, esa mayoría social y ciudadana no se convierte al liberalismo económico crudo, aunque sea con la retórica más cuidada del liberalismo social o la tercera (o nueva) vía. Desde mitad de los años noventa, cuando se presenta esa posición social-liberal como la refundación y la renovación de la izquierda, en un marco de crecimiento económico, ya presenta sus límites e insuficiencias. Pero es con la crisis socioeconómica desde 2008 cuando se resquebraja en su doble vertiente: como opción eficiente para los mercados y como base de legitimidad mayoritaria entre la población.

La crisis social y económica pone en cuestión los discursos y las políticas neoliberales de las últimas décadas, incluida su variante centrista. Pero el poder es el poder y tiene capacidad de recomponer sus políticas de austeridad para la mayoría y los beneficios para la minoría. Tiene necesidades de legitimación, junto con el refuerzo del autoritarismo y el control social, pero es menos dependiente que las izquierdas de las ideas y los proyectos existentes en la sociedad. Los poderosos pueden ser menos científicos y utilizar la construcción de retóricas con mentiras y engaños, machacando la idea de que ‘no hay alternativas’, ya que tienen un gran poder institucional y mediático.

En definitiva, en los años ochenta, tras la crisis de la década anterior y la globalización desregulada, entraron también en crisis la tradición keynesiana-liberal, intervencionista, y la tradición socialdemócrata, redistributiva y reformadora; en los años noventa, con la caída del muro de Berlín, se generalizó la crisis del marxismo y la izquierda comunista, con su estatalismo; y con la actual crisis ha quedado en evidencia la poca consistencia y autonomía del nuevo proyecto de liberalismo social o Tercera vía y su dependencia del neoliberalismo: desregulador de los mercados, con gestión política posibilista y sin transformación social o distributiva.

La solución a la crisis de la(s) ideología(s) de las izquierdas no está en el liberalismo

Los pensadores y políticos de la Tercera vía, desde A. Giddens, y con distintos precedentes que se remontan en España a primeros de los años ochenta con Felipe González, desechan el marxismo y desconsideran gran parte de la tradición socialdemócrata, el reformismo sustantivo y progresivo. La opción que les queda es el liberalismo económico, como gestión supuestamente eficiente de los mercados con leves retoques (suavizar la desigualdad), muy lejanos a la utopía socialista y la tradición transformadora. Y, en este contexto de gestión antisocial de la crisis, también se distancian incluso de los componentes más progresistas del liberalismo político, sensible a la cohesión social y la democracia. En esa corriente no hay una valoración crítica de los puntos vulnerables del liberalismo económico, sus elementos comunes y sus dependencias con el neoliberalismo conservador, su carácter injusto, su reciente fracaso político y social.

La realidad es la crisis de la socialdemocracia europea, de la mayoría de los aparatos de la izquierda política mayoritaria en el ámbito institucional, sin un proyecto diferenciado y propio frente a la oleada neoliberal o liberal. Su desconcierto se produce aun cuando en la sociedad todavía existe una amplia cultura de izquierdas o unas referencias relevantes a ese auto posicionamiento ideológico, así como significativas resistencias ciudadanas a la involución social y democrática. El fracaso es, sobre todo, de esa élite política y académica, incapaz de representar esas tendencias sociales y elaborar un nuevo proyecto ilusionante e igualitario e impulsar un proceso profundo de transformación progresista.

Por mi parte, no hay problemas en recoger y disputar a la derecha parte de la propia y común tradición ilustrada, principalmente, la política, los derechos democráticos y las libertades individuales y colectivas, así como muchas de sus aportaciones, empezando por la ética kantiana de los derechos universales y terminando con la auténtica ciencia universal. Sus ejes centrales –libertad, igualdad, solidaridad- son comunes a las corrientes liberadoras desde la revolución francesa, y las izquierdas son también deudoras de ellos.

Pero no hay que minusvalorar la experiencia igualitaria y solidaria de la izquierda social, empezando por el socialismo utópico. Hay que destacar la importante cultura de izquierdas de gran parte de la sociedad europea, así como las necesidades y demandas de las capas desfavorecidas y discriminadas. Son la palanca de la realidad sobre la que renovar e innovar los nuevos proyectos transformadores y solidarios. Hay que someter a crítica y revisión el legado doctrinal de todas las izquierdas (socialdemócratas, marxistas, anarquistas…), al igual que el de las diferentes corrientes más o menos ilustradas o liberales, para evitar una nueva colonización dogmática.

La Nueva Vía, como se definía el proyecto de Zapatero con el que ganó las elecciones generales del año 2004, presentaba aspectos renovadores interesantes. No obstante, tenía un enfoque similar a ese pensamiento hegemónico entre los socialistas europeos, particularmente en materia socioeconómica. Y esta corriente de pensamiento justifica su giro hacia el liberalismo económico y el posibilismo político desde las anteriores posiciones reformadoras de la socialdemocracia clásica. Así mismo, embellece la gestión actual de los gobiernos socialistas, más problemática por sus políticas regresivas en estos tiempos de crisis. Y es un hecho relevante para someterlo a debate, más en el contexto del actual proyecto de progreso del Gobierno de coalición; es el sentido de estas reflexiones críticas.

En conclusión, la solución a la crisis de la(s) ideología(s) de las izquierdas no está en el liberalismo o en centrismos supuestamente transversales. Se pueden y se deben recoger algunas de sus aportaciones pero, globalmente, es una salida falsa. Además, la confianza en esa salida liberal debilita el imprescindible esfuerzo de análisis riguroso y científico y el necesario pensamiento crítico para avanzar en un pensamiento social propio de izquierdas o alternativo y adecuado a los grandes retos del presente. El relativo vacío existente debe resolverse con un esfuerzo intelectual y práctico y una teoría social crítica que favorezca el análisis y la interpretación rigurosos, así como una dinámica social emancipadora e igualitaria.

Fuente: https://rebelion.org/insuficiencias-del-liberalismo/

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Entrevista a Donna Murch: “Black Lives Matter ha ganado la guerra ideológica”

«Nos enfrentamos a esta enorme crisis económica, esta enorme crisis de salud pública y, por encima de todo, una verdadera crisis de legitimidad estatal, en la que la derecha se ha vuelto explícitamente racista», sostiene la académica y escritora Donna Murch.

Donna Murch es profesora asociada de Historia en Rutgers, Universidad Estatal de Nueva Jersey, y forma parte del consejo ejecutivo de la Asociación del Profesorado Universitario –Federación de Docentes de EE.UU. Es autora de Living for the City: Migration, Education, and the Rise of the Black Panther Party in Oakland, California (University of North Carolina Press), que obtuvo el Premio Phillis Wheatley. Su último libro, editado por Haymarket Books y de próxima aparición, se titula Assata Taught Me: State Violence, Mass Incarceration and the Movement for Black Lives.

Todd Chretien y Brais Fernández: ¿Puedes caracterizar la situación política general en EE.UU. en plena pandemia de COVID-19, la recesión que se expande y la rebelión antirracista?

Donna Murch: Creo que, de alguna manera, EE.UU. se enfrenta a una situación sin precedentes a causa de la simultaneidad de estas crisis múltiples. En primer lugar, es la mayor crisis sanitaria que ha conocido nunca EE.UU., incluidas las epidemias de tuberculosis, sífilis y, más recientemente, la del SIDA. En segundo lugar, la escala y magnitud de la epidemia ha generado un desempleo masivo en poquísimo tiempo, alcanzándose un récord de siete millones de parados y paradas registradas en una sola semana, en marzo, mientras que en julio se mantiene bastante por encima de un millón de nuevos registros a la semana. La tasa de paro oficial se sitúa ahora en el 11 o el 13%, pero pienso que es mucho más elevada a la luz de los informes de los distintos estados. En tercer lugar, y cito a una amiga mía, la gente se ha visto forzada a manifestarse en las calles para oponerse a otra pandemia, la violencia estatal.

Entiendo que estas crisis múltiples se nutren del hecho de que EE.UU. se halla en un rápido declive. Este proceso comenzó hace ya mucho tiempo y la elección de Donald Trump es un reflejo de este declive. Él lo acelera, pero también es un síntoma de la descomposición de nuestras instituciones y del pensamiento violento de derechas que en parte es fruto de la rapidez de nuestro declive. Él no es la única causa, pienso que existe una continuidad del supremacismo blanco que hace que esto sea posible.

Así que esto es a lo que nos enfrentamos, esta enorme crisis económica, esta enorme crisis de salud pública y, por encima de todo, una verdadera crisis de legitimidad estatal, en la que la derecha se ha vuelto explícitamente racista –se acabaron las insinuaciones larvadas, los discursos posteriores al movimiento de derechos civiles que acomodan el racismo en otro lenguaje–, se ha vuelto todo muy explícito, tanto su racismo como su antisemitismo.

T. C. y B. F.: Para seguir este hilo, Donald Trump es evidentemente un sociópata, pero ¿considerarías que él y el movimiento político que trata de construir es fascista? ¿Cuáles son las políticas e ideas con las que intenta organizar su bloque político? ¿Hay algún indicio de que se enfrenta a la clase dominante estadounidense o hace lo que le conviene a ella?

D. M.: Soy muy cauta a la hora de definir el fascismo, especialmente cuando hablo con personas como las del Estado español, que vivieron bajo Franco durante muchos años. Suelo atenerme a los términos de los que habló Daniel Guérin, quien veía en el fascismo la fusión del Estado y el capital, junto con fuertes tradiciones de autoritarismo, militarismo y una base principal de racismo como una especie de fuerza unificadora. Son definiciones generales que muestran continuidades incluso con cosas que vemos en democracias liberales, aunque con formas intensificadas hasta el extremo. Así que pienso que Trump representa la fuerza del fascismo en función de cómo lo definas. Tiene memes tuiteados explícitamente nazis y ha apoyado a gente que celebra el nacionalsocialismo y la política genocida.

Trump es el peor capitalista, es un agente de la propiedad inmobiliaria. No me gusta nada la palabra populista porque en la historia de EE UU hay un montón de cuestiones que incluyen este término, mientras que en Europa siempre se asocia con movimientos conservadores autoritarios. En EE UU es una historia más compleja.

Trump se presentó como un hombre del pueblo, pero no asumiendo intereses concretos, sino más bien expresando el resentimiento popular, y este aspecto es muy importante. También cambiaba de opinión como de camisa durante la campaña presidencial, y básicamente propuso poner fin a las guerras de EE UU. No por pacifismo, sino porque es un nacionalista económico y defiende una especie de America First similar al aislacionismo de Charles Lindbergh en la década de 1930, y así es como llegamos al Make America Great Again: que todos vuelvan a casa, que gasten su dinero aquí, combatir a China y otros países y después trabajar por el predominio de EE UU.

No olvidemos que su primer secretario de Estado, Rex Tillerson, había sido el administrador ejecutivo de Exxon Mobil. Dimitió porque ni siquiera él soportaba estar a las órdenes de Trump. Alex Azar, nuestro actual secretario de Salud y Servicios Humanos, antes fue el jefe de Eli Lilly, una importante compañía farmacéutica, cuya actividad sigo de cerca a raíz de mi investigación sobre la crisis de los opioides. Es casi como una caricatura satírica ver a los directores de grandes empresas ocupando cargos ministeriales en el gobierno de Trump. Así que sí, Trump es un hipercapitalista, un agente de la propiedad inmobiliaria. En realidad es un agente inmobiliario fracasado que se ha construido una carrera a base de pulir su imagen y vender su nombre, ese es nuestro actual presidente de EE UU.

T. C. y B. F.: Visto este declive en el interior, ¿puedes evaluar la posición geopolítica de EE UU frente a otras potencias, especialmente China?

D. M.: Parte de lo que voy a decir son recuerdos personales. Nací en 1968 y recuerdo la transición que tuvo lugar hacia finales de la década de 1990 o comienzos de la de 2000, que luego se intensificó tras el 11 de septiembre. Previamente, cuando yo era una niña en pleno apogeo de la Guerra Fría, en el discurso político estadounidense era normal que todos, fueran demócratas o republicanos, comenzaran cualquier intervención y presentación en el Congreso diciendo “somos el país más grande del mundo”. En los últimos diez años o más he notado que es mucho menos común y que cada vez más esta idea la pregonan ciertos políticos de derechas.

En la conciencia popular estadounidense esto está retrocediendo, ya que buena parte de nuestro sentido de grandeza tiene que ver con nuestra economía y nuestro ejército, nuestra hegemonía, nuestra dominación. Hemos entrado en declive y todo el mundo lo sabe. Provengo de una familia de clase obrera por parte de madre y todos y todas lo saben. No leen el New York Times o el Wall Street Journal, pero lo saben. Ven cómo se quiebran los puentes, ven los socavones en sus carreteras, ven los problemas que tienen con las infraestructuras, la fontanería, el agua. La mayor parte del país no es rica y sus descendientes tienen un nivel de vida más bajo que el que tuvieron ellas y ellos, y este aspecto es muy importante. Es una experiencia de declive vivida por la gente común.

T. C. y B. F.: ¿Cómo se manifiesta este declive a escala internacional?

D. M.: Recuerdo una conversación con una amiga de Sudán cuando estaba cursando posgrado y estuvimos reflexionando sobre esto y le dije: “Los estadounidenses blancos no llevarán bien el declive porque la imagen de sí mismos está muy imbuida de superioridad”. Fue la primera vez que vi los verdaderos peligros políticos del declive y creo que esto es lo que representa Trump.

¿Cómo repercute esto en el plano internacional? Creo que hemos de comprender que la presidencia de George W. Bush fue muy importante, tanto por la extensión de todas esas guerras en Oriente Medio –que de hecho enlazaron con la primera guerra de Irak– como por la victoria de los neoconservadores. Se sobrepasaron mucho y este es un aspecto central. Asimismo, Bush preparó el terreno para Trump con la utilización explícita del racismo. Si recordáis, utilizó todo ese lenguaje de las guerras con los indios en EE UU, “sacarlos con humo de sus agujeros” y esas expresiones de la frontera americana, todo lo cual resultó increíblemente popular. Por supuesto, es un plutócrata, de una familia de postín que se remonta a los orígenes del país, pero se forjó la imagen de un populista texano. Una de las tretas que utilizó para ello fue su propia incultura. Fue el ejemplo de un verdadero patricio que cambió de imagen, en gran parte gracias a su propia estupidez, para presentarse como un hombre del pueblo. Pienso que, por desgracia, en parte le funcionó.

Esto es importante porque la gente presenta a Donald Trump como una especie de aberración terrible y muchos reclaman ahora a George W. Bush como el buen republicano, pero en realidad creo que prefiero trazar una línea de continuidad entre ambos. Y esto es importante cuando pensamos en cómo el Estado ha redistribuido ahora, de un modo completamente desregulado, el dinero entre todas esas grandes empresas con motivo de los rescates durante la Covid-19. Vimos un precedente de esto bajo la presidencia de Bush, cuando utilizó toda la potencia devastadora del ejército para destruir Irak y luego entregar el país a todas esas compañías estadounidenses que, como Halliburton, entraron básicamente con contratos de adjudicación directa. Fue un regalo de billones de dólares que nunca acabó de regularse plenamente. Creo que durante los dos primeros rescates de la Covid-19, Trump se atuvo a un guion muy parecido. Las compañías recibieron enormes cantidades de dinero sin un cuidadoso seguimiento de su uso y ahora escuchamos esas historias sobre cómo el Ayn Rand Institute recibió 350.000 dólares.

Desde el punto de vista de la política mundial, el grado de racismo que moviliza Trump contra China es muy peligroso. Pero lo que ocurre con Trump es que, puesto que es un bandido, un criminal, continuamente va dejando caer que al mismo tiempo habla con Xi Jinping entre bastidores. Así que, por una parte, tenemos el discurso público de racismo contra mexicanos y centroamericanos, contra árabes y musulmanes, y su racismo contra China, pero por otra, trata constantemente, en secreto, de cerrar sus propios acuerdos. Es un poco contradictorio.

T. C. y B. F.: Pasando a la política nacional, desde el asesinato de George Floyd por la policía, hemos visto una movilización antirracista dirigida por el movimiento negro. ¿Cuáles son las características de este ciclo de protestas y qué antecedentes tiene?

D. M.: Para comprender el periodo actual creo que debemos remontarnos a 2009. De alguna manera es una fecha arbitraria, ya que la gente afroamericana viene movilizándose contra la policía desde 1965 por lo menos. Hubo revueltas urbanas masivas en la década de 1960 y en 1992. Pero el motivo por el que menciono 2009 es porque ese año asesinaron a Oscar Grant en Oakland, en la estación de Fruitvale. Fue la primera vez que vi una movilización de este tipo tras un asesinato policial que había sido grabado en vídeo, y después vino el trabajo constante, quiero decir, años y años organizando el movimiento. Y la elevación de Oscar Grant a la condición de mártir político.

Más tarde hubo una explosión tras el asesinato de Trayvon Martin en 2012. Fue a partir de este asesinato de Trayvon Martin y de la exoneración de George Zimmerman, su asesino –que no era poli, pero que se dedicaba a patrullar el barrio por decisión propia–, que las tres fundadoras de Black Lives Matter utilizaron por primera vez esta expresión, que se convirtió en hashtag y después en red social. Con el tiempo, pasó a ser una especie de coordinadora, llamada Movement for Black Lives, que incluye agrupaciones en todo el país, así como algunos centros académicos y organizaciones benéficas.

Así que, visto ahora, hemos de ampliar el espacio temporal, pues el trabajo de organización se ha prolongado durante mucho tiempo. Una de las claves de su éxito es que al utilizar la expresión Black Lives Matter ha conseguido dar la vuelta al discurso de ley y orden y a la visión de las personas negras siempre a través de la lente de la criminalización. Ha invertido la identificación, de modo muy parecido a lo que hizo el Partido Pantera Negra: Black Lives Matter ha sacado a la luz la violencia cometida contra la población negra y de este modo anula la fuerza profunda de una clase particular de racismo. Todo esto significa que existen importantes elementos de continuidad.

Ahora bien, las manifestaciones que ha habido durante los dos últimos meses son distintas de las que se produjeron entre 2009 y 2016, que en gran parte movilizaban a gente afroamericana. En aquellas manifestaciones anteriores participaban personas blancas y gente de todos los colores, pero el núcleo duro, creo, era un movimiento de protesta negro. Ahora ha habido manifestaciones en más de 400 ciudades y la cosa continúa. La semana pasada estuve en Filadelfia de compras y hubo una manifestación y la policía acordonó media ciudad.

Lo que hemos visto ahora es una expansión, una demografía mucho más amplia. Uno de los efectos de la intersección con la Covid-19 es que la gente que se manifiesta es más joven, ya que muchas de nosotras nos confinamos en casa. Siempre voy a las manifestaciones, pero entonces no acudí porque soy mayor y me quedé en casa. Así que pienso que las y los manifestantes son más jóvenes y racialmente más diversos. A mi entender, el reto al que se enfrentan es cómo convertir esta movilización masiva en un cambio sustancial, dado que el gobierno federal está encabezado por un loco racista y un problema general de la política estadounidense es cómo hacer que el Estado sea receptivo a las movilizaciones populares masivas.

T. C. y B. F.: Has mencionado los elementos de continuidad en la lucha de la población negra. ¿Puedes identificar algunas de las ideas y demandas fundamentales que, durante siglos, han guiado al movimiento negro por la liberación y, más concretamente, a partir de 1965, como has señalado antes?

D. M.: El año 1965 es importante porque ese año se promulgó la Ley de Derecho al Voto (Voting Rights Act). Aunque tengamos la democracia más antigua, la población afroamericana no ha podido votar durante la mayor parte de nuestra historia. Hubo un breve periodo de doce años tras la Guerra Civil durante el cual los hombres negros podían votar si contaban con la protección de las tropas federales en el periodo de la Reconstrucción, pero también hubo decenas de miles de personas asesinadas por tratar de votar en los estados sureños.

Mientras, en el norte el voto negro estaba restringido, había una situación como la de Irlanda del Norte, donde los impuestos al sufragio, los pucherazos y las inhabilitaciones eran medios comunes para suprimir el voto de la población católica. Utilizo a menudo esta comparación para que la gente europea pueda entenderlo. Así es como impidieron que la población negra ejerciera su derecho formal de voto en el norte, mientras que en el sur reinaba un régimen de terror. Así, el año 1965 es importante por la Ley del Derecho al Voto y la Ley de Derechos Civiles, que dispusieron el fin de la segregación legalizada en el sur, aquello de “iguales, pero separados”.

Pero el año 1965 también marca la mayor revuelta urbana de la historia de EE UU en Los Ángeles, apenas una semana después de que se promulgara la Ley del Derecho al Voto. En su momento fue una gran sorpresa, ya que tras la gran victoria jurídica ves cómo aumenta la rebeldía. Tal como lo entiendo, y como lo entienden la mayoría de historiadores, es que a pesar de que cuando se plantea la cuestión de la raza en EE UU la gente piensa a menudo en el sur, es realmente importante centrar la atención en el norte y en el oeste, donde no tuvieron el sistema de Jim Crow. Porque en 1965 hubo manifestaciones, como hoy, a raíz de la brutalidad policial. Así que creo que esta es la primera cuestión fundamental desde el punto de vista de la continuidad en el movimiento negro entre entonces y ahora: la brutalidad policial y los asesinatos policiales.

La segunda cuestión fundamental es el modo en que esta violencia refuerza un régimen de capitalismo racial y violencia racial dentro de las comunidades afroamericanas. En el norte, Bayard Rustin lo calificó de combate por la vivienda, la educación y el empleo. En el fondo se trataba de luchas por la redistribución que tenían una base económica muy profunda, lo que es importante destacar. Pero estas demandas se relacionan con una violencia increíble, cómo decirlo, una violencia policial que apuntala y refuerza este proceso de desinversión y de segregación de hecho. No se trata tan solo de que la policía es violenta, sino que mantiene un sistema de orden y control en el que la familia negra media tiene hoy, desde la crisis de 2008, tan solo una treceava parte de los ingresos de una familia blanca media estadounidense. Es una enorme brecha económica. Las estadísticas son increíbles; por ejemplo, el graduado universitario negro medio gana menos que su homólogo blanco. Por tanto, la violencia policial y la desigualdad económica están absolutamente relacionadas.

Creo que el tercer elemento, y esto es importante históricamente, es que hoy la lucha de liberación de la población negra está encabezada en gran parte por mujeres y se concibe a través de una lente feminista queer. Las mujeres han participado desde siempre en la lucha, pero, en comparación con la década de 1960, las fundadoras de Black Lives Matter son mujeres, dos de las tres se declaran lesbianas, de modo que ha habido un cambio en el que la movilización contra la violencia estatal no solo incluye a mujeres, sino que estas dirigen efectivamente y definen el movimiento.

T. C. y B. F.: Vista esta larga trayectoria, un cambio ahora es que la lucha de la comunidad negra no está aislada, sino que se produce en el contexto de Me Too, la Marcha de las Mujeres, una nueva ronda de luchas feministas, la campaña de Bernie Sanders y la popularización del socialismo, la Red State Rebellion y las huelgas de enseñantes y del sector público y, por supuesto, como has comentado, las catástrofes gemelas de la Covid-19 y la crisis económica. Por tanto, hay la sensación de que la rebelión encabezada por la comunidad negra se halla integrada en un círculo más amplio de luchas y movimientos. ¿Cómo se relaciona el movimiento Black Lives Matter con estas otras formas de protesta y en qué se diferencia de ellas?

D. M.: De entrada diré que no entiendo la caracterización del movimiento negro como algo separado históricamente de estos otros movimientos, porque negros y negras han desempeñado siempre un papel absolutamente central en la izquierda estadounidense. Es realmente importante entender esto, particularmente en el siglo XX. Por ejemplo, pensad en el Partido Comunista en la década de 1930 y en figuras como Paul Robeson. Así que, en este sentido, el movimiento negro nunca ha estado separado de otras formas de lucha. Hay muchos sindicalistas e intelectuales negros famosos que procedían de la izquierda negra. En este sentido es difícil diferenciar.

La fuente del movimiento actual, o al menos de una parte del mismo, se remonta a las décadas de 1960 y 1970, y el icono del movimiento es Assata Shakur, que fue militante de base del Partido Pantera Negra en Nueva York. Esta mujer también militó en el Ejército Negro de Liberación, fue detenida por matar a un agente de policía, pero se fugó de la cárcel a finales de la década de 1970 y vive en Cuba desde finales de los años 1980. Así que el icono del movimiento actual es una marxista negra. Esto es importante. Es casi al revés, de muchas maneras la izquierda blanca mira más hacia figuras revolucionarias negras como Angela Davis, que fue una figura central del abolicionismo negro, y Assata Shakur.

Dicho esto, todavía estoy tratando de comprender la composición de estas manifestaciones. En parte porque no he participado personalmente. Es difícil hacer análisis sociales desde tu apartamento. Por eso soy cautelosa. Estuve implicada en lo que ocurrió entre 2009 y 2016, pero no he participado en estas manifestaciones porque soy una persona entrada en años y tengo que confinarme en casa. Trato de analizar desde la distancia, así que habréis de tener paciencia.

Creo que el racismo patológico y la violencia sexual de Trump han soliviantado a EE UU. Asistimos a un tipo de movilización contra la violencia sexual, en parte, porque no podemos llevar a los tribunales al presidente. Me Too mantenía esta relación dialéctica con Trump, es casi como que Harvey Weinstein hizo de sucedáneo de Trump, y no digo que él no lo mereciera, porque lo merecía. La intensidad de la rabia contra Trump, la Marcha de las Mujeres, los sombreros rosas, hay rebotes en muchas direcciones.

Otro motivo de la masiva participación de personas blancas en estas manifestaciones radica en que Black Lives Matter ganó la guerra ideológica, siendo capaz de demonizar la violencia estatal y desarrollar una especie de empatía que permitió que toda clase de personas diferentes se identificaran con la protesta y vieran la violencia como un ataque contra ellas mismas. La lucidez intelectual de esto fue crucial, porque invirtió la idea de ley y orden y en vez de librar simplemente una batalla en torno a la criminalización dijeron: “Olvidadlo, mirad cómo morimos. Mirad cómo nos matan en la calle”. De este modo definieron nuevos términos para la protesta. Estas mujeres han contribuido a definir esto para toda una generación. Nada de esto habría ocurrido sin su activismo.

Sin embargo, también pienso que vemos una participación blanca masiva porque tiene que ver con Trump. Si el presidente fuera Joe Biden, un demócrata, no estoy segura de que veríamos lo mismo. También hay una dinámica con la Covid-19, en el sentido de que esta gente joven se vio atrapada en casa y creo que hay todo tipo de presiones que siente la gente. Me sorprendieron las manifestaciones que vi en Filadelfia, en su gran mayoría de gente blanca. Vivo en una parte muy blanca de la ciudad, así que esto pudo haber influido, no estaba en la parte occidental de Filadelfia, donde la población es pobre y negra de piel. Así que pienso que es una manera de oponerse al racismo y autoritarismo de Trump, a la enorme violencia que representa Trump.

A veces me cuesta encontrar el lenguaje adecuado para describir lo que hace Trump. Es racista y violentamente machista, pero hay más. Es una exaltación del sadismo y la crueldad y carece totalmente de empatía. Quizá pueda expresar para los lectores y las lectoras en España un poco lo que pienso refiriéndome a la película El silencio de otros, de Pedro Almodóvar 1/, que he estado viendo. Me causa tanto dolor, solo puedo mirar de seguido durante un cuarto de hora o así. Pero cuando la miro, siento una profunda resonancia porque es lo más cercano a lo que he visto jamás de fascismo en EE UU. Y eso que soy una historiadora afroamericana que escribe sobre la izquierda negra, de modo que llevo mucho tiempo en esto, pero estoy completamente pasmada y atemorizada por lo que estoy viendo.

Estuve en Brasil justo después de la elección de Jair Bolsonaro y observé una especie de suma circunspección ante la violencia interpersonal movilizada por la derecha y puedo detectar que lo mismo está ocurriendo bajo Trump en EE UU. Y el rechazo de la apología de la violencia racista y sexual forma parte de la respuesta que estamos viendo aquí, en este país, porque la gente percibe cierto grado de crisis. Incluso quienes no necesariamente se hallan en el punto de mira directamente.

T. C. y B. F.: ¿Qué clase de ideas políticas crees que serán necesarias para transformar el sistema del capitalismo racializado? Asistimos a un resurgimiento del socialismo, que cuenta con una larga tradición y que, como has dicho, ha estado siempre estrechamente relacionado con la izquierda negra, pero las condiciones son radicalmente diferentes de las de hace un siglo. ¿Qué ideas socialistas son útiles para el movimiento en estos momentos y qué tiene que aprender el socialismo de los movimientos sociales para ser útil?

D. M.: Abordaré esta cuestión dando un rodeo. Soy en gran medida una militante de izquierdas de la época de la Guerra Fría, formada en esta corriente antes de 1989. Es interesante observar cómo el movimiento despega ahora, porque no siempre veo continuidades con la izquierda anterior a la Guerra Fría. Esto es muy emocionante. Pero hay casi una inflexión en nuestra historia, porque el anticomunismo en EE UU es enorme. Soy muy consciente de ello cuando observo a una generación más joven de militantes de izquierdas y cómo somos casi de constituciones diferentes. Nuestro secretismo; por mucho que yo estudiara posgrado en la Universidad de California en Berkeley tuve que firmar el juramento de lealtad que decía que yo nunca había militado en el Partido Comunista, esto fue a comienzos del año 2000. Así, lo primero que hay que decir es que creo que la gente de EE UU subestima el anticomunismo.

Me llamó la atención ver, durante la campaña de primarias de Bernie Sanders, que le seguían montones de sesenta y setentañeros y montones de milennials con Alexandria Ocasio-Cortez, pero hay una generación que falta, mi generación, y creo que esto tiene que ver con la intensidad de la represión en la década de 1980. Cuando pensamos en el socialismo y el profundo arraigo del anticomunismo, hemos de tener presente que el macartismo no desapareció con Joe McCarthy, sino que continúa vivo en toda la década de 1980.

¿Cómo afecta esto al socialismo actualmente? La respuesta no es nada fácil. Un par de cosas. En primer lugar, necesitamos más diálogo intergeneracional entre una generación más vieja de militantes de izquierda que vivieron la época de la Guerra Fría, y los y las izquierdistas más jóvenes. Este es el motivo de que mencione a la izquierda negra, porque fue la comunidad negra la que se llevó la peor parte de la histeria anticomunista. La destrucción de la carrera de Paul Robeson, la inclusión de Angela Davis en la lista de personas más buscadas del FBI y la recompensa de 2 millones de dólares que pesa sobre la cabeza de Assata Shakur, que actualmente está en Cuba, son hechos muy simbólicos. Hemos de tener cuidado y estar vigilantes. Me preocupa que la generación más joven no sea consciente del nivel de represión en nuestro país.

Dejar que el socialismo respire y se integre en el discurso estadounidense es crucial, hemos de esperar y ver que esto ocurra. Creo que lo más importante es mirar activamente a tradiciones del socialismo y del marxismo que vienen del Sur Global y de gente que no es blanca. Por ejemplo, aprender de marxistas afroamericanos, la tradición marxista negra de Cedric Robinson y C.L.R. James, el Partido Pantera Negra, los teóricos de la dependencia en América Latina, etc. Para mí, esto es lo más importante. Fundamentar nuestra noción del socialismo fuera de Europa, porque de alguna manera tenemos más en común con Brasil que con Europa occidental. EE UU no tiene una tradición socialdemócrata y pienso que uno de los errores en EE UU (debido al eurocentrismo) es mirar siempre al este, a Europa. Sin embargo, de muchas maneras EE UU es un país de colonos blancos, así que para entender los efectos del colonialismo de invasión creo que tiene más sentido, es más fácil comprender nuestra experiencia, que miremos a América Latina y el Caribe. Es en gran parte lo que hizo la izquierda negra en el siglo XX.

Construir un movimiento socialista exige pensar sobre nuestras referencias. Creo que leer a Marx es sumamente importante y pienso que Lenin y Luxemburg son importantes y que el canon europeo es importante. Me encanta la Escuela de Fráncfort, a través de ella conocí el marxismo. Sin embargo, para comprender hoy a EE UU y la naturaleza de la política racial y qué es la izquierda, creo que hemos de basarnos en tradiciones no blancas del socialismo y del marxismo.

En tercer lugar, hemos de superar el llamado antagonismo entre política identitaria y política de clase. En EE UU, debido a la historia del capitalismo racial y las enormes disparidades económicas tan profundamente racializadas (incluidas las jerarquías de género), hemos de comprender realmente cómo la ubicación social de la gente afecta a las condiciones materiales básicas de sus vidas y los tipos de violencia a que se enfrentan.

Acabaré diciendo que colaboro muy estrechamente con el sindicato de nuestra facultad, que es un verdadero sindicato radical que lucha por la justicia social y que cuenta con un componente de izquierda muy fuerte de distintas generaciones. Y luchamos por esas cosas, cómo plantear las principales cuestiones económicas de la lucha contra la universidad y la patronal, pero comprendiendo también cómo las divisiones de género y de raza y las posiciones de cada cual nos ponen difícil eso de luchar juntos contra su fuerza unida. Así que lo que importa realmente es aprender de aquellos movimientos, cómo hablaron de distintas formas de desempoderamiento y ubicación social y cómo afecta esto a la lucha. Hemos de situar el género y la raza en el centro de nuestra comprensión del funcionamiento real de estas estructuras materiales.

Todd Chretien es miembro de Democratic Socialists of America y editor de No Borders News.

Brais Fernández es redactor de viento sur. Traducciónviento sur.

Nota:

1/ Pedro Almodóvar fue uno de los productores de la película El silencio de otros, dirigida por Almudena Carracedo y Robert Bahar [n.d.t.].

Fuente: https://vientosur.info/black-lives-matter-ha-ganado-la-guerra-ideologica/

Fuente: https://rebelion.org/black-lives-matter-ha-ganado-la-guerra-ideologica/
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Entrevista a Angel Viñas (I) «Todo historiador es un eslabón en una cadena ininterrumpida»

Ángel Viñas es catedrático emérito de la Complutense. De familia muy modesta, tuvo una educación estrictamente laica en las escuelas del barrio de Atocha (Madrid). Se apañó para estudiar en Alemania y Escocia a base de becas extranjeras y de esfuerzos propios (chico de recados en París y Stuttgart, docker en Hamburgo, profesor de castellano en el extranjero y de alemán y francés en Madrid, traductor). Sus intereses abarcan desde Germánicas y las viejas economías de dirección central a la política económica, exterior, de defensa y seguridad, las relaciones internacionales y la historia (de Alemania, Estados Unidos, España) que es su auténtica pasión. Premio extraordinario en la licenciatura y doctorado de Ciencias Económicas. Técnico comercial del Estado, con el número uno de su promoción. Exfuncionario del FMI y exdirector de Relaciones Exteriores en la Comisión Europea. Exembajador de la UE ante Naciones Unidas. Exdirector general de Universidades. Exasesor de Fernando Morán y Francisco Fernández Ordóñez. Ha sido catedrático numerario de Economía en Valencia, Alcalá, UNED y Complutense. Cinco años de docencia en la Facultad de Historia de esta última. Casado. Véase www.angelvinas.es

Ángel Viñas: "Franco fue un impostor, iba de machito y líder de la  conspiración y es mentira"

En el que creo que es su último libro publicado, ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración, hace usted referencia en la presentación a ¿Qué es la historia? de E. H. Carr, y recuerda un consejo del gran historiador inglés: “antes de estudiar los hechos, estudien a quien los historie”. ¿Debe deducirse de ello que no es posible una historia objetiva, que el marco conceptual e ideológico del historiador siempre deja huella en su obra?

Muchas gracias. Creo, ante todo, que hay que diferenciar entre objetividad e imparcialidad. No son conceptos similares, sino muy diferentes, aunque a veces, como parece deducirse de su pregunta, se utilizan casi indistintamente. Me apresuro a señalar que ambos tienen tras de sí una larguísima historia que no puedo resumir en unas líneas.

El historiador se hace, no nace. Tras un largo aprendizaje, se preocupa por comprender, analizar y describir una parte del pasado. Insisto: una parte, en general minúscula. El pasado, que ya no existe, es inmenso, inabarcable. Lo hace a través de ciertos instrumentos y ciertas metodologías. Unos y otras han cambiado en el curso del tiempo. En general, se trata de residuos: testimonios, descripciones, restos materiales (artísticos, literarios, documentales, monumentales, etc.). Todos ellos sometidos a un proceso de cambio. Dicho esto: todo historiador utiliza una parte más o menos amplia de ese inmenso abanico de instrumentos.

Para mí es objetivo quien analiza crítica, escrupulosa y científicamente los instrumentos en que se basa. Estos no hablan por sí mismos. Como dijo Carr, hay que preguntarles. Las preguntas varían según los propósitos del historiador. La historia -un encuentro con el pasado- se hizo como “ciencia”, ciencia blanda ciertamente, en el siglo XIX. Un subproducto de las Luces. Desarrolló una metodología. Quien la aplica es objetivo y sus resultados, siempre provisionales, están sometidos a crítica intersubjetiva, a contrastaciones múltiples. Por eso, entre otras razones, la historia no es una ocupación meramente literaria, artística, subjetiva.

Vd. creo que, en la segunda parte de su pregunta, a lo que apunta es a la imparcialidad. El historiador, hombre o mujer, es un ser cultural. Nace en un medio determinado; está expuesto en su educación a influencias varias; crece como historiador; desarrolla una teoría de la historia (incluso del conocimiento) explícita o implícitamente; tiene creencias (religiosas, estéticas, éticas, políticas, etc.). NO ES UN MEJILLÓN. Ve el mundo (y el pasado) a través de una retícula axiológica. No puede ser de otra manera. Y, naturalmente, eso se refleja en su obra. Pero esta obra se sustenta no solo en su formación sino en los resultados a que llega y estos resultados deben ser objeto de confrontación, confirmación y aprobación o rechazo. ¿Por quién? Por sus pares. Como los resultados en microbiología son criticables, aceptables o denunciables por ¿quién?: por otros microbiólogos. NO HAY HISTORIA DEFINITIVA.

Insisto un poco más en este punto. ¿Qué tipo de disciplina teórica es la historia? ¿A qué podemos aspirar sensatamente cuando hacemos historia? ¿A hipótesis o conjeturas bien establecidas? ¿Se puede hablar razonablemente de ciencia de la historia?

En parte, he contestado. La historia no es una disciplina exacta. Es una disciplina en progreso. En constante cambio. Este cambio se deriva, en primer lugar, del paso del tiempo; de las transformaciones del método que aplica; de la aparición de los objetos con los que lidia, a su vez sujetos a transformaciones. El carácter científico o no de la historia es un tema que ha dado lugar a controversias sin cuento. Las pretensiones de las Luces han ido revelándose un tanto ilusorias. Pero, para responder rápidamente, yo creo que tiene un lado científico en la medida en que aplica un método científico que reduce, en lo posible, la subjetividad, permite y estimula la crítica entre pares, se fundamenta en “pruebas”. En suma, no conduce a resultados caprichosos, sometidos al libre albur y sin restricciones, de sus practicantes. Lleva a conjeturas respaldadas, susceptibles de modificación.

De todas maneras, historia es un concepto pluriforme. No es lo mismo investigar la civilización maya que la guerra civil española.

Cuando se habla de hechos históricos, ¿de qué se está hablando? ¿Qué es un hecho histórico en su opinión?

Toda ocurrencia, toda arruga, en la tela del pasado es susceptible de considerarse hecho histórico. Su mayor o menor entidad depende del objetivo o del propósito del investigador. Por ejemplo, en el siglo XVI un molinero escribió sus reflexiones sobre el cosmos en unos papeles que podrían haber desaparecido. Como millones y millones de otros. Pero este molinero fue sometido a juicio por la Inquisición por tener concepciones consideradas heréticas. Sus papeles los encontró, varios siglos después, un investigador. Aplicó a ellos conceptos científicos y escribió un libro maravilloso, muy conocido, titulado El queso y los gusanos. Si este historiador, Carlo Ginzburg, no lo hubiese encontrado, tratado y escrito su libro, aquella ocurrencia en el pasado (un mero micropunto en la inmensidad de este) hubiese permanecido, como millones, miles de millones, billones de micropuntos en la mas absoluta oscuridad.

Comparto su admiración por el libro de Ginzburg. Algunos filósofos de la ciencia de orientación analítica suelen hablar, refiriéndose a sobre todo a las ciencias naturales, de “hechos cargados de teoría”. ¿Ocurre de igual modo en la historia? ¿Los hechos están también muy marcados por las creencias previas del historiador? ¿Un historiador ve sólo aquello que está ya en predisposición de ver y comprobar?

No soy un filósofo de la ciencia. Lo que leí sobre ella, ya lo he olvidado. Con investigar parcelas del pasado (muy acotadas, por cierto) tengo bastante. Mi teoría de la historia, aplicada a estas parcelas (Segunda República, guerra civil, franquismo), me ha llevado a privilegiar el método inductivo. Es decir, desde mi primer libro de historia (aparecido en 1974) me dejé llevar por lo que descubriera en archivos. Era un tema prácticamente inexplorado en la literatura historiográfica (los antecedentes de la intervención nazi en la guerra civil). Subrayo el adverbio, porque obviamente se había escrito mucho sobre el tema, pero con una base empírica muy endeble: periódicos, relatos de protagonistas, controversias políticas e ideológicas, los documentos diplomáticos alemanes publicados.

En 1961, en un curso de verano en la Universidad de Freiburg, compré un libro que era la tesis doctoral de Manfred Merkes sobre la política nazi en la guerra civil. Tocaba de refilón los antecedentes. Al año siguiente compré en Berlín Oriental la respuesta de una historiadora comunista, Marion Einhorn. Los resultados eran completamente diferentes. (Todavía los conservo). Cuando empecé a investigar el tema, los aparté cuidadosamente (el primero ya había sido superado por la tesis de habilitación del mismo autor, que también dejé de lado) y me sumergí en los archivos. No en un archivo, sino en diez o doce. Y llegué a otras conclusiones. ¿Tenía yo alguna creencia previa? Creo que no. ¿En qué me basé? En la experiencia, modesta, adquirida como funcionario. Los procesos de adopción de decisiones suelen dejar huellas en expedientes, articulan alternativas, se basan en antecedentes, los actores se mueven en contextos determinados, están influidos por sus creencias, sus ambiciones, sus objetivos, sus esperanzas… Todo ello se refleja en papeles. Quizá con huecos, con lagunas, pero también en mucho papel. Un Estado moderno es un generador de inmensos volúmenes de información escrita.

Ahora bien, a medida que el historiador va haciéndose, en la praxis, va perfeccionando su metodología, va conociendo mejor el pasado, se familiariza con las querellas previas, lee a otros historiadores. En definitiva, “crece” en estatura y ambiciones.

¿Cómo concibe usted entonces el oficio del historiador?

Personalmente creo ser modesto. Aspiro a echar luz, nueva luz quizá, fundamentada empíricamente, sobre alguna parcelita del proceloso pasado. Sabiendo que muchos me han precedido y que muchos más hollarán el mismo camino después de haber desaparecido. En definitiva, todo historiador es un eslabón en una cadena ininterrumpida. Dentro de las coordenadas de la cultura, sociedad y embates del presente, sin poder anticipar el futuro, trato de explicar a los lectores de este que, en un período determinado, que para ellos será pasado, un historiador trató de comprender unas cuantas partículas de lo que para él también lo era. ¿Un modelo? Quizá el conde de Toreno, como historiador de la guerra contra los franceses a principios del XIX. Tengo una edición encuadernada en cuero primorosamente que me regaló Enrique Fuentes Quintana.

¿Cuáles han sido sus grandes maestros?

Un amplio repertorio, muy ecléctico. Por orden cronológico -y teniendo en cuenta lo que llegaría a ser mi campo de actividad como historiador- empezaría por Herbert R. Southworth y Manuel Tuñón de Lara (aunque lógicamente leí en mis años mozos a Hugh Thomas y Gabriel Jackson). Como me desperté a la escritura de la historia en Alemania, influyó sobre mí Andreas Hillgruber. Era un historiador muy conocido en los años sesenta y setenta sobre temas de política internacional y militar alemana, más bien conservador. Me impresionó estar sentado a su lado en los archivos federales de Coblenza, cuando él trabajaba en sus legajos, como si fuera lo mismo que el joven doctorando que yo era. De Southworth y de Hillgruber aprendí a hacer la exégesis crítica de documentos. Luego he leído a muchos otros, pero aquellos estuvieron presentes, de una u otra manera, en mis años de formación.

Sin embargo, mis maestros no fueron en general historiadores, sino economistas interesados por la historia: Enrique Fuentes Quintana, José Luis Sampedro, Manuel Varela Parache, Fabián Estapé. Un caso curioso, lo reconozco. Nunca he pretendido que aprendiese historia en la Universidad y mi recorrido por la española de la época fue un tanto accidentado, salpicado por largas estancias en el extranjero. Hoy eso no llama la atención. A principios de los años sesenta, no era así.

Una pregunta cuya desmesura no se me oculta. ¿Qué opinión le merece la historiografía de orientación marxista? ¿Hay algo o mucho de interés en ella, o se peca en general de un exceso de economicismo e ideologismo, y de cierta adoración acrítica por los grandes clásicos de la tradición y sus tesis más esenciales, nunca cuestionadas?

He leído mucho a historiadores marxistas, en particular a Pierre Vilar y a E. P. Thompson. También a Hobsbawn. Para el tipo de historia que escribo no se sitúan en el centro de mi interés, pero no dejo de reconocer su importancia en otros campos. Yo no escribo sobre grandes períodos históricos. No trato de comprender la emergencia, desarrollo y crisis de los sistemas económicos o políticos. Sí creo en la máxima del 18 de brumario de Marx de que los hombres (y mujeres) hacen la historia como pueden, pero siempre en condiciones dadas, condiciones que son superiores a ellos y que existen con independencia de su voluntad. Al estudiar esas condiciones creo que el análisis marxista aporta concepciones de interés.

Se escribía historia antes de Marx. Se escribe historia después de Marx. El peligro que siempre acecha al historiador es el de sobreimponer una determinada concepción del proceso histórico a los comportamientos que se manifiestan en el pasado que estudia. Digamos, más bien, que soy ecléctico, pero no hay que olvidar que cuando era joven fui uno de los pocos que viajaron por la RDA, por los países del Este, y que acumulé mucha literatura sobre la economía y la historia de la URSS. De hecho, mi ida a la universidad de Glasgow, al terminar la licenciatura de Económicas en Madrid, se explica porque quería estudiar con Alec Nove, uno de los grandes expertos británicos (de origen lituano) en la historia y economía soviéticas.

También debo decir una cosa que le ruego no considere como pretenciosa. Como no escribo grandes obras generales y me centro en cuestiones concretas (sigo a Rosa Luxemburg en esto), pero significativas para comprender rasgos esenciales de un período, a los 79 años de edad he ganado cierta experiencia (mejorable sin duda, siempre mejorable) y ya no soy muy susceptible de ningún tipo de adoración. Admiro, eso sí, a los grandes autores, pero ya no tengo tiempo de releerlos.

Una gran parte de su obra está centrada en la II República española. ¿Cuándo empezó a trabajar en este tema? ¿Qué le motivó a hacerlo?

Después de todo lo que le he dicho, me temo que se reirá Vd. En el fondo yo empecé a estudiar Germánicas. No sé por qué durante muchos años me sentí en Alemania (adonde llegué en 1959) como el pez en el agua. El idioma me encandilaba. También su literatura. Recuerdo que leía en voz alta los poemas de Bertolt Brecht. Gisela May, una cantante de la RDA en los años sesenta, me encantaba con sus interpretaciones. Cuando estoy deprimido la escucho en el móvil.

Luego hice Económicas, por razones familiares. Mi padre pensaba que con Germánicas no iría a ninguna parte y él quería que me hiciese inspector de Hacienda. Reconozco que lo defraudé en parte porque terminé haciendo, por sugerencia de Fuentes Quintana, oposiciones en 1968 y, como técnico comercial del Estado, pedí destino en Bonn (el FMI no me gustó nada) adonde llegué en 1971. Fuentes me pidió que le hiciera un artículo sobre la financiación nazi de la guerra civil. Escribí un estado de la cuestión que todavía conservo. Con la típica soberbia del economista eché de menos muchos aspectos y le dije que había que estudiar el tema yendo a las fuentes, a los informes, a los telegramas, a los expedientes. Así empecé y me di cuenta que primero había que explicar por qué diablos Hitler decidió ayudar a Franco. Fuentes aceptó el cambio y que lo presentara como tesis doctoral. Lo hice en 1973.

Cuando volví a España, ya con la idea de hacer cátedra, me acogió en el Instituto de Estudios Fiscales y me pidió que estudiase el “oro de Moscú”. Por las mañanas iba a los archivos (que se me abrieron gracias a él) y por la tarde preparaba oposiciones a cátedra. Una vida idílica en su simplicidad. Trabajar y empollar. Ni más, ni menos.

El libro sobre el oro se publicó y se embargó en 1976. Para entonces ya me había empapado en los problemas financieros de la República en guerra. He vuelto siempre a ellos que he podido y, como en 1971, seguí pensando que lo que había que estudiar era por qué hubo una guerra. Es en lo que estoy ahora y tengo mucho agrado en afirmar que sigo con el mismo método que descubrí hace más de cuarenta años.

Salvo error por mi parte, usted fue el primer historiador que, alejándose de propaganda e ideologismos, investigó en archivos el asunto del oro de Moscú, el pago de la República a la URSS por los suministros recibidos. ¿Qué significó para usted ese estudio sobre un asunto tan espinoso?

Dos cosas. La primera es que me permitió descubrir a Negrín, que me pareció haber sido un político desfigurado y difamado por sus múltiples adversarios en la derecha y en la izquierda. Amén, valga la expresión, de haber sido demonizado por el franquismo. La segunda es que su destino corrió en paralelo al de la República en guerra. Los abordé sin preconcepciones. En aquella época algo muy raro, porque la literatura existente era de llorar. Hice el descubrimiento de que no podía fiarme de NINGUNO de los historiadores españoles, los sedicentes maestros de la gente de mi generación que habían estudiado la licenciatura de Historia en España. Así que me fié de lo único que podía fiarme: de mi instinto. Y, bien o mal, creo más bien lo primero, llegué a conclusiones muy diferentes de las hasta entonces sostenidas en general. Añadí una diferencia: las demostré documentalmente.

En cuanto pude liberarme de la carga de mi profesión como economista y diplomático comunitario, volví a la guerra y a la Segunda República en ella. El oro fue, de nuevo, el eje central de mi investigación, simplemente porque fue el activo que permitió que la República mantuviera su resistencia contra la agresión, interior y exterior. Franco hizo su guerra a crédito gracias a las potencias fascistas y a la bolsa inagotable de Juan March. Nunca creí a la propaganda franquista, porque se caía a pedacitos viendo los papeles. Todavía algunos estúpidos siguen hoy propagándola por las redes sociales.

Sigo ahora. Descansemos un momento si no le importa.

Bien, de acuerdo, tomemos un respiro.

Fuente: https://rebelion.org/todo-historiador-es-un-eslabon-en-una-cadena-ininterrumpida/

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Dora Barrancos dictará el curso «Feminismos: historia y perspectivas»

La militante feminista participa del nuevo ciclo de Clases Magistrales de Instituto Perfil destinado a todos aquellos que quieren incorporar conocimiento sobre este movimiento. Las clases serán los martes de noviembre.

La socióloga e investigadora principal del CONICET forma parte del plantel de docentes de lujo que integra las Clases Magistrales de Perfil Educación. En esta oportunidad , Dora Barrancos estará al frente del curso Feminismo: historia y perspectiva que arranca el martes 10 de noviembre y consta de seis encuentros durante los meses de noviembre y diciembre. Las inscripciones ya están abiertas y las vacantes son limitadas.

Barrancos le propone a los alumnos un viaje por la historia del movimiento feminista a los largo de estos años. Inicios y desafíos a futuro. Cada clase dura dos horas cátedra (80 minutos) que serán dictadas de manera virtual, en vivo, a través de streaming. Además los inscriptos podrán realizar un trabajo final que será corregido por la docente y el mejor será publicado en Perfil.com

Este es el programa: Clase 1 – Patriarcado e historia de los primeros movimientos feministas.

Clase 2 – Historia de los feminismos

Clase 3 – Historia del movimiento en América Latina.

Clase 4 – Historia del feminismo y las luchas por los derechos de las mujeres en la Argentina.

Clase 5 – La agenda reciente del feminismo.

Clase 6 – Conclusiones Una vez concluido el curso, los alumnos recibirán un certificado avalado por Perfil Educación.

El Instituto Perfil se creó para profundizar la capacitación en ciencias sociales, ciencias de la comunicación y estrategias digitales con Clases Magistrales que se dictan a distancia por streaming y en forma presencial en Editorial Perfil. El objetivo es brindar nuevas herramientas para el desarrollo personal y profesional.

Estas son las otras Clases Magistrales de Instituto Perfil:

«Impacto político de la pandemia en América Latina» con Ayelén Oliva La periodista especializada en temas internacionales propone un recorrido por cuáles serán los cambios que dejará, o no, el coronavirus en el continente. Las clases serán los viernes de noviembre y diciembre.

“La agenda de género de las Naciones Unidas” con Mabel Bianco.  Dentro del programa que expondrá cada lunes, la médica propone un viaje por los inicios del movimiento feminista en el mundo y las prioridades de la agenda del mismo. Está destinado a todos aquellos interesados en temas de género.

«Análisis político de la actualidad» con Sergio Berensztein.   El analista y periodista muestra de primera mano los gajes del oficio del consultor político y también propone un estudio del escenario actual de las principales figuras de este sector en nuestro país.

«Los desafíos ambientales del tercer milenio» con Maristella Svampa.  La investigadora del CONICET presenta un curso destinado a todos aquellos interesados por la problemática del medio ambiente. Realizará un análisis de la crisis socioecológica haciendo foco en América Latina y los movimientos socioambientales.

«Los nuevos desafíos de la democracia» con Andrés Malamud.   El licenciado en Ciencias Políticas estará al frente de un curso destinado a todos aquellos amantes de la política internacional ya que su principal objetivo es analizar este concepto en distintos puntos del continente y su inserción.

«Borges y Walsh: verdad y narración» con Martín Kohan.   Aquí los participantes analizarán las diferentes maneras de concebir «la verdad» en la ficción literaria de dos de los autores más influyentes, entendiéndose como un campo de disputas y conflictos de poder.

«Feminismos: historia y perspectivas» con Dora Barrancos. La investigadora y militante feminista recorre los distintos momentos históricos del movimiento de la mujeres. Cuáles fueron sus inicios y los desafíos a los que se enfrentan hasta hoy.

«Geopolítica de la pandemia» con José Natanson.  El periodista realiza un análisis de coronavirus como “hecho social” y en todo lo que puede desencadenar. ¿Cuál es el nuevo mundo que comienza? sus efectos económicos, políticos y sociales. El rol de China y Estados Unidos en la lucha por el poder mundial.

“Historia nacional, popular y federal”, con Pacho O’Donell El conocido historiador propone desnudar la otra cara de los orígenes de la Argentina con su mirada crítica y revisionista de la historia oficial. Analizará la importancia y reivindicación del rol de la mujer en nuestro país y también de los sectores populares.

“Periodismo en tiempo de Grieta”, con Romina Manguel Los principales ejes del curso serán los conceptos de objetividad, verdad, libertades y compromiso e invita a la reflexión. Está orientado a todas aquellas personas interesadas en pensar el periodismo en la actualidad.

Para más información escribir a instituto@perfil.com

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/universidades/dora-barrancos-dictara-el-curso-feminismos-historia-y-perspectivas.phtml
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Entrevista al politólogo y activista Noam Chomsky «La supervivencia de la democracia está en juego»

El pensador norteamericano definió a las elecciones presidenciales de noviembre próximo en su país como «las más importantes en la historia de la humanidad» y habló del deterioro de la democracia y la catástrofe medioambiental en una entrevista exclusiva con Télam.

El lingüista y politólogo estadounidense Noam Chomsky, uno de los intelectuales más elocuentes para leer los escenarios complejos que se articulan por debajo de la pandemia que hoy paraliza al mundo, sostiene que estamos ante una confluencia crítica generada por el deterioro de la democracia, la inminencia de una catástrofe medioambiental y la amenaza de una guerra nuclear: la evolución de ese panorama depende de las próximas elecciones en su país, a las que define en una entrevista exclusiva con la Presidenta de Télam como «las más importantes no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad».

A los 91 años, el brillante pensador y autor de obras como «El nuevo orden mundial (y el viejo)» «Poder y terror» mantiene la potencia de su voz disidente y antibelicista que a lo largo de más de sesenta años lo llevó a compatibilizar sus aportes académicos con intervenciones públicas que le han valido represalias de los sucesivos gobiernos de su país, como ser detenido por condenar la guerra de Vietnam, figurar en la lista negra del ex presidente Richard Nixon o recibir duros cuestionamientos por denunciar la guerra sucia de Ronald Reagan.

Acusado a veces de «antiamericano» por la dureza de sus críticas, Chomsky tiene un rol activo en causas colectivas -hace pocos meses firmó junto a 150 intelectuales un manifiesto donde alertan sobre el riesgo de la censura a los contenidos que no se ajustan a los parámetros impuestos por la corrección política- sin dejar de atizar sus cruzadas personales: el combate a las multinacionales, al neoliberalismo y al actual presidente Donald Trump, a quien caracteriza en una entrevista con Télam, vía Zoom desde su casa en Tucson (Arizona), como «una especie de dictador de pacotilla que ha creado en Washington un pantano de corrupción».

Entrevista exclusiva a Noam Chomsky

Dr. Chomsky, mientras una parte importante de la humanidad pareciera centrada en el impacto del Coronavirus y sus consecuencias, usted redobla la apuesta y advierte que la sobrevivencia de nuestra especie humana es lo que verdaderamente está en peligro.

Debemos reconocer que este es un momento histórico notable. Estamos en medio de una confluencia de crisis existenciales: la de la catástrofe medioambiental, la de la guerra nuclear, la crisis del deterioro de la democracia, que es el único medio para combatir estas crisis. Y, además, las crisis de pandemias. El Covid-19 en particular -del que saldremos- tendrá un costo innecesario, terrible. Pero no será el último. Hemos tenido mucha suerte hasta ahora porque las repetidas epidemias de coronavirus que hemos vivido lograron contenerse. El Ébola, por ejemplo, fue altamente letal pero no demasiado contagioso. El SARS es muy contagioso, pero no muy letal. La próxima pandemia que se presente podría ser ambas: altamente contagiosa y altamente letal. Entonces nos enfrentaremos a algo así como la Peste Negra del siglo XIV. Podemos prevenirlo, pero hay que hacerlo.

¿Por qué tenemos una pandemia hoy?

Es una pregunta importante para hacer. Tuvimos la epidemia de SARS en 2003, un virus muy similar. Los científicos advirtieron que vendrían otros, que debíamos prepararnos y sabíamos cómo hacerlo: aislar los virus, planificar cómo desarrollar una vacuna, fortalecer un sistema de prevención de pandemias. Todo está bastante claro. Pero no basta con tener la información, alguien tiene que hacerlo. Las grandes empresas farmacéuticas tienen los recursos, los laboratorios, etc. No lo hacen, sin embargo, porque hay algo que se llama Capitalismo. El capitalismo dicta que siempre intentes aumentar tus ganancias. No gastas dinero en algo que podría suceder dentro de diez años y en lo que no se ganará mucho dinero, de todos modos. Tienes la vacuna, la gente la usa, se acabó. Las compañías farmacéuticas invierten en cosas que puedan seguir vendiendo mañana.

¿Tal vez las crisis están mostrando la necesidad de que el Estado retome su protagonismo?

El gobierno tiene recursos inagotables, laboratorios maravillosos, pero no puede hacerlo por algo llamado neoliberalismo. Como lo expresó Ronald Reagan en su discurso inaugural, “el gobierno es el problema, no la solución”. Esto significa que las decisiones tienen que pasar de las manos del gobierno al poder privado. ¿La razón? Ellos creen que el gobierno es una institución defectuosa porque responde a la población, al menos en parte, y ese es un problema grave. No podemos permitirlo. Por tanto para ellos es necesario trasladar las decisiones a tiranías privadas que no rinden cuentas al público en absoluto. Se llama “libertad” en el discurso orwelliano contemporáneo. Volviendo a la pandemia, significa que el gobierno no pudo intervenir, porque nunca pensaron en la gente. Así que no hubo esfuerzos para desarrollar la vacuna y así sucesivamente. No obstante, hubo algunos avances.

¿Se refiere a las políticas del presidente Obama y su propuesta de seguro médico? Cuánto devastó Trump de ese legado?

La administración Obama puso en funcionamiento un plan de respuesta ante una pandemia que era bastante esperable que estallara. Hubo investigaciones conjuntas entre científicos estadounidenses y chinos para tratar de identificar coronavirus en cuevas de China e intentar secuenciar los genomas. Se ejecutaron programas de demostración para ver qué pasaría si el virus se propagaba. Todos estas iniciativas sucedieron hasta enero de 2017. Si bien no eran suficientes, al menos eran algo.

A los primeros días de asumir, Trump desmanteló estos proyectos. Todos los años ha intentado retirar los fondos. La última vez fue en febrero de 2020. Cuando la pandemia se desata, el presidente recorta los gastos relacionadas con la salud pública, incluidos los del Centro para el Control de Enfermedades. Como resultado, Estados Unidos estaba singularmente mal preparado cuando golpeó la pandemia. Ha habido todo tipo de incompetencia y malicia en relación a su manejo.

Lo que aparecen como serios desatinos del presidente Trump ha contado, en realidad, con respaldos institucionales sólidos.

El Congreso Republicano ha aprobado cientos de esfuerzos legislativos para acabar con la ley de atención asequible, la ley de Obama, y no dejar nada en su lugar. La ley algo avanzó. No se acerca a lo que tienen otros países, pero al menos fue un adelanto y quieren matarla, porque para ellos ,no debería existir nada fuera del mercado. Si puedes sobrevivir bien o si no mal. Se llama “Libertario”, lo que es una broma de mal gusto. Es totalitario. Te están diciendo que si eres lo suficientemente rico para sobrevivir, genial; si no lo eres, mala suerte. Eso se está manifestando en la crisis del COVID-19. Hay mucha gente que se niega a hacerse la prueba porque es demasiado cara. Me refiero a que técnicamente el gobierno paga pero luego la gente recibe copagos que su compañía de seguros no pagará. Los ciudadanos de los Estados Unidos son el cuatro por ciento de la población mundial y el 25 por ciento de los casos. No hay mejoría. De hecho, está empeorando. Yo no he salido de mi casa en cuatro meses.

¿Hay un momento en que estas ideas tomaron mayor fuerza?

Echa un vistazo a los hospitales, especialmente desde Reagan. Los programas neoliberales de Reagan fueron realmente duros con la población en general. Los hospitales funcionan con un modelo comercial, deben ser eficientes, solo tienen los recursos a utilizarse en una situación normal. Se asemejan a una línea de montaje en la empresa Ford Motors. Con los recursos justos. Cuando se presenta cualquier situación excepcional, el desastre es total. De hecho, este modelo de negocio Reaganiano tuvo un efecto en todo el mundo. Esas son las batallas que se libran internamente en Estados Unidos, pero lo mismo está sucediendo en todas partes. Los movimientos populares están tratando de moverse hacia una sociedad viable y habitable. Y la pregunta es ¿quién va a ganar?

¿Como revertirse algunas de estas políticas frente a tantas urgencias?

Por supuesto que es mucho lo que puede hacerse, pero hay que superar barreras serias. Hay que superar la lógica capitalista, hay que superar la plaga neoliberal y hay que superar el liderazgo malévolo; tres barreras principales. No va a ser fácil, pero no es imposible. Las otras crisis: calentamiento global, guerra nuclear, deterioro de la democracia, sabemos cómo afrontarlas y es imprescindible hacerlo. No queda mucho tiempo.

¿En este contexto, ¿El resultado electoral del próximo 3 de noviembre puede ser la bisagra para superar o agravar las distintas crisis que viene enumerado y describiendo?

Claro, las elecciones de 2020 son probablemente las más importantes que ocurran no sólo en la historia de Estados Unidos sino también en la historia de la humanidad, por una razón que no se discute y que es en sí misma asombrosa. Es la pregunta más importante que hoy enfrenta la humanidad y, de no se responderse pronto, podría significar el fin de la vida humana organizada en la Tierra. Se trata de la catástrofe medioambiental que se avecina. No está lejos, no se puede retrasar y debemos decidir si la vamos a enfrentar. Este es el tema principal que está en juego en la elección. El presidente Trump y su partido han dejado muy claro que quieren acelerar la carrera hacia el desastre. Quizás sea una señal de que la especie humana es simplemente inviable, si no puedes lidiar con un problema como este. Y no es el único. La segunda cuestión crucial que enfrentan los seres humanos -y que tampoco se menciona- es la creciente amenaza de guerra nuclear. Es muy alta, mayor que durante la Guerra Fría según los principales expertos en el tema, y sigue elevándose considerablemente. Tenemos que preguntarnos en qué tipo de sociedad vivimos. Qué clase de especie somos si no estamos dispuestos a parar estos desastres.

¿Cuál es la razón para que estos temas tan vitales y urgentes no sean la prioridad en la agenda política estadounidense?

Estados Unidos es un país muy libre, más que cualquier otro en el mundo. Por otro lado, es la más empresarial de las democracias occidentales. Los empresarios estadounidenses tienen una elevada conciencia de clase. Son marxistas hasta la médula, en una especie de marxismo vulgar invertido. Libran conscientemente una guerra de clases, sin descanso, sin retroceder, sin detenerse nunca. Y hay resultados.

Las instituciones financieras son tan poderosas que no permiten resolver estos temas porque para ellos no son un problema. La población lo quiere, pero cada vez que se hace algo las instituciones financieras vienen y lo aplastan. Bueno, ¿por qué deberían existir? ¿Por qué deberíamos tener el 40 por ciento de las ganancias en Estados Unidos en manos de instituciones depredadoras, que no hacen nada por la economía y probablemente la perjudican? ¿Por qué deberíamos tener una industria de combustibles fósiles, que cumplió su función en las primeras etapas del desarrollo capitalista, pero ahora es una institución que se dedica a matar personas y destruir la vida en la Tierra? ¿Por qué conservarla? ¿Por qué no hay un rechazo masivo? Ni siquiera sería tan caro actualmente con el precio del petróleo a la baja. Por mucho menos gasto del que se dedica a otras cosas, el gobierno podría acabar con la industria de los combustibles fósiles. Por qué no tapar los pozos que tienen fugas de metano o avanzar hacia una energía sostenible?. Son tareas factibles, pero antes que nada deben elevarse al nivel de conciencia.

En este sentido, se observa el surgimiento de nuevos tipos de activismo político sumados a las protestas masivas, con una intensa participación de los jóvenes, o fenómenos como el movimiento Black Lives Matter. ¿Qué significa la aparición de estos nuevos factores y actores en la política estadounidense?

Es muy significativo. Black Lives Matter después del asesinato de George Floyd no se parece a nada en la historia de Estados Unidos, literalmente. Nunca ha habido un movimiento social que se haya desarrollado a tal escala con un enorme respaldo popular. Dos tercios de la población lo apoyaron, eso es más que lo que Martin Luther King logró en pleno apogeo. Es solidaridad entre negros y blancos, marchando del brazo, buscando temas importantes que abordar; no solo los ataques policiales contra los negros -que ya es bastante escandaloso- sino también problemas mucho más profundos. Si bien es un cambio notable en la sociedad estadounidense no es un fenómeno aislado. Es uno de los muchos signos de una conciencia creciente acerca de los problemas más enraizados y complejos. Han transcurrido 400 años desde que trajeron esclavos a los Estados Unidos; 400 años de continua violencia y opresión sin tregua hasta el presente, con un lúgubre legado. Y finalmente se está considerando con bastante seriedad. Hace un par de meses el New York Times publicó una serie muy significativa llamada “1619” (fecha del comienzo del trafico de esclavos), en la cual se exponía los crímenes atroces de la esclavitud y la post esclavitud hasta el presente. Hace unos años hubiera sido inimaginable, ni siquiera se le hubiera ocurrido a alguien hacerla.

¿Cuánto influye el racismo y antirracismo en las próximas elecciones del 3 de noviembre?

Está teniendo un efecto sustancial. Para la administración Trump, para el Partido Republicano, es la pieza absolutamente central de su campaña. Hacen hincapié abiertamente sobre la supremacía blanca. El tema central es mostrar una América cristiana blanca en peligro; mientras disminuye su número y crece sobre ella la amenaza de personas de color, de minorías, de sectores con ideas progresistas, hay que preservar la América cristiana supremacista, blanca y racista. Ese es el tema abierto de la campaña. Nunca ha existido nada parecido. He visto corrientes subterráneas de este tipo a lo largo de la historia de Estados Unidos, pero nada tan abiertamente racista. No es solo la campaña, son los tweets, los comentarios, cada declaración que está haciendo Trump es una incitación a la supremacía blanca, al odio blanco. Su base son ahora los evangélicos, ese 25 por ciento de la población que es republicana, rural, tradicional, conservadora, cristiana blanca.

Hoy se refleja en el clima social un nivel de polarización que no se veía desde hace décadas. Una parte importante esta movilizada con cuestionamientos profundos. ¿Las protestas pueden ser el motor del cambio?

Si, es posible con un activismo popular comprometido. Es el tipo de cosas que se están viendo en las calles después del asesinato de Floyd. Ese tipo de movilización intergeneracional y multiétnica puede generar cambios. De hecho, ha llevado a todos los cambios positivos que han tenido lugar a lo largo de la historia: abolición de la esclavitud, derechos de la mujer, oposición a la agresión, lo que sea; siempre ha venido del mismo lugar y eso puede pasar ahora. Pero hay que hacerlo. Todo lo que hemos mencionado tiene soluciones que no son utópicas, están al alcance. Es necesario que alguien recoja la pelota y corra con ella. Algunas de las formas de hacerlo es manifestarse en las calles u ocupando oficinas del Congreso, como lo hizo el grupo de jóvenes Sunrise Movement con la oficina de Nancy Pelosi. Bueno, obtuvieron apoyo de los representantes jóvenes elegidos en la ola de Sanders, especialmente Alexandria Ocasio-Cortez, y se logró poner un New Deal Verde en la agenda legislativa por primera vez. Ese es un prerrequisito para la supervivencia, la enorme oposición en los centros de poder, la industria de combustibles fósiles, las industrias financieras, los bancos, etc. Es el tipo de cosas que ofrecen esperanza de una supervivencia y una vida digna. Se puede hacer, pero no ocurre por sí solo.

¿Como juega el Partido Demócratas en este nuevo escenario político y con un panorama electoral en el que lleva ventaja pero puede ser imprevisible?

Los movimientos populares son tremendamente significativos, también al interior del Partido Demócrata. Cuál se impondrá? El partido de la base popular, que es una especie de socialdemócrata, o el de los clintonistas, orientado hacia los donantes, particularmente los más ricos. La oposición demócrata está dividida entre estas dos tendencias y sus diferencias se plasman en muchos temas importantes. Uno, por ejemplo, el cambio climático. Joe Biden y Kamala Harris, los nominados a la presidencia y vicepresidencia, pedían el fin de los subsidios para las empresas de combustibles fósiles, demanda explicitada en la plataforma electoral de 2016. La idea de que el gobierno subsidie a las empresas que se comprometen a destruir la vida en la Tierra está más allá de las palabras. Y no solo en los Estados Unidos, sucede en todo el mundo. El Partido Demócrata, dirigido por burócratas seguidores de Clinton, la eliminó del programa, ante el riesgo de que estas empresas dejarán de contribuir a la campaña.

¿Cuán profundas son las diferencias entre el ala más “progresista” y la “burocracia recaudadora”, como usted llama a los seguidores de Clinton?

Echa un vistazo a la campaña de Sanders. Las posiciones de Bernie son condenadas en un espectro amplio, incluso por liberales que dicen: “son agradables, son buenas, pero el país no está preparado para ellas”. Repasemos el programa para el que el país “no está preparado”. Sanders tiene dos propuestas principales: una es la atención médica universal. ¿Se te ocurre algún país que no tenga salud universal? No, existe en todas partes. Entonces, lo que se afirma en todo el espectro mediático es que es demasiado radical decir que Estados Unidos podría llegar al nivel de cualquier otro país avanzado, incluso al de los países pobres. “Es imposible. No podemos llegar tan alto ”.

El otro programa es la educación superior gratuita. Está en todas partes; en los países capitalistas más avanzados, aquellos con mayores récords y logros: Alemania, Finlandia, Francia, dondequiera que mires hay educación superior gratuita. Los países pobres también la tienen. Pero suena como algo demasiado radical para los estadounidenses. Para los clintonistas -burócratas, conservadores, preocupados por los donantes ricos – estas propuestas no se pueden permitir. Para la base popular son fundamentales; desean elevarse al nivel del resto del mundo.

Casi habiendo terminado su primer mandato, ¿Qué cree que ha significado la presidencia de Trump para la democracia estadounidense?

Abrís los periódicos casi todos los días, por ejemplo, en el New York Times, y ves un titular que dice “¿Es este el fin de la democracia estadounidense?”, “¿Es esta la última elección estadounidense?”. No son teorías conspirativas marginales. La supervivencia de la democracia está en juego. La democracia no se basa solo en reglas y leyes. Se basa en la buena fe y la confianza. La democracia moderna más antigua, Gran Bretaña, tiene 350 años, su constitución se puede escribir en una pequeña tarjeta, es una oración o dos. Y ha existido gracias a la buena fe y la confianza. Cuando Boris Johnson prorrogó el Parlamento, para poder aprobar su versión del Brexit, hubo un gran alboroto en Inglaterra y la Corte Suprema reaccionó. Eso no sucedería en Estados Unidos con la Corte que tenemos. Lo que está haciendo Trump es mucho más extremo. El Poder Ejecutivo ha sido casi totalmente depurado de cualquier voz crítica o incluso independiente. Quienes quedan son sólo aduladores, como Mike Pompeo o Mike Pence. Constitucionalmente, los nombramientos realizados por el presidente deben ser ratificados por el Congreso, por el Senado. No está sucediendo. Ni siquiera los envía para su confirmación. Simplemente los nombra en un puesto temporal. Trump ha creado en Washington un pantano de corrupción. Es como una especie de dictador de pacotilla.

¿En la era Trump no solo se redujeron derechos, también se vio afectada la calidad institucional de una democracia que aparecía como “ejemplar”?

¿Qué queda de la democracia? No demasiado. Hay mucho de qué culpar a los demócratas. Mucho. Pero lo que está pasando en el Partido Republicano nunca ocurrió en la historia de la Democracia Parlamentaria, bajo el liderazgo de un dictador de pacotilla. El Senado en manos de Mitch McConnell, cómplice cercano del Presidente, simplemente se niega a actuar. No hace nada más que aprobar leyes para enriquecer a la porción del electorado súper rico de Trump: recortes de impuestos, exenciones corporativas, etc. También se dedica a copar de lleno el poder judicial, con abogados jóvenes de ultraderecha que permanecerán por más de una generación y podrán bloquear cualquier legislación que se aleje de sus posiciones extremadamente reaccionarias. Este es el Senado. El Poder Ejecutivo se acabó.

Como ha señalado muy claramente, en Estados Unidos conviven un gobierno que se va corriendo cada vez más a la extrema derecha del espectro político, con enormes movimientos políticos de participación masiva en medio de esta profunda crisis de salud, que ha agudizado muchas de las contradicciones subyacentes. En ese contexto, ¿Cómo imagina el mundo post-covid-19?

Quienes produjeron la crisis en la que estamos ahora (la pandemia, el calentamiento global -que es mucho más grave-, la amenaza de una guerra nuclear, la destrucción de los procesos democráticos, básicamente todo el programa neoliberal) están luchando sin descanso para asegurarse que el sistema que crearon, del que se han beneficiado, persista de una forma aún más dura, con mayor vigilancia y control. Una tendencia mundial que se ejemplifica en la política exterior de Trump. No es fácil encontrar demasiada coherencia en el caos de la administración actual, aunque destacan algunas ítems. En asuntos internacionales la intención descrita abiertamente por Steve Bannon (uno de los principales estrategas de Trump en los primeros años) ha sido crear una internacional reaccionaria; una internacional de los Estados más derechistas del mundo, dirigida por la Casa Blanca. Eso significa en Medio Oriente alentar las dictaduras familiares del Golfo, MBS [Mohammad bin Salman, príncipe de Arabia Saudita] y el resto. O apoyar la peor dictadura en la historia de Egipto, (Trump la llama su dictadura favorita), o que Israel se haya movido muy a la derecha. En el hemisferio occidental, respaldar países como el Brasil de Bolsonaro o a otras figuras de ultraderecha. Moviéndonos más hacia el este tenemos la India de Modi, que intenta desmantelar la democracia secular. El grupo gobernante radical hindú es su candidato preferido. En Europa, Victor Orban de Hungría, quien atenta contra el sistema democrático y además de otros ejemplos que abundan por el mundo. Básicamente, una iniciativa internacional reaccionaria de la Casa Blanca.

Se trata de una estrategia global que se combina a nivel nacional con los programas neoliberales que han perjudicado gravemente a la población y han beneficiado enormemente a una minoría minúscula. Persistirán en una forma aún más dura, esa es una tendencia internacional.

¿Que alternativas hay frente a esto? ¿Cuál sería la respuesta?

En todo el Planeta hay fuerzas populares que dicen “ese no es el mundo que queremos”, “ese no es un mundo en el que la gente pueda vivir una vida digna, en el que la sociedad pueda sobrevivir, en el que habrá políticas dirigidas a las necesidades no lucrativas”. Se están reuniendo de hecho. En unos días se realizará el primer encuentro de La Internacional Progresista. Fue fundada por la gente de Bernie Sanders en los Estados Unidos, Young 25 en Europa con la gente de Varoufakis (ex ministro de economía de Grecia), un movimiento europeo transnacional que está tratando de preservar lo que es valioso en la Unión Europea y superar sus serias fallas. Tienen candidatos en el Parlamento Europeo y han traído voces del Sur Global. La primera reunión tendrá lugar en Islandia, el Primer Ministro es miembro de la organización. Eso representa otra fuerza en distintos lugares del mundo. Representa una especie de guerra de clases a escala internacional, enfrentando riesgos que nunca han existido en la historia de la humanidad. Son colosales. Se trata literalmente de la supervivencia de la humanidad. Esa es la situación que tenemos ahora mismo, no se puede hacer una predicción.

El líder demócrata Bernie Sanders promueve la conformación de una Internacional Progresista.El líder demócrata Bernie Sanders promueve la conformación de una Internacional Progresista.

Si sabemos muy bien cómo actuarán las fuerzas reaccionarias. Tienen recursos económicos, poder estatal, tienen programas, están comprometidos. La pregunta es cómo reaccionará la población general del mundo. Tienen opciones, tienen posibilidades, tienen números. La pregunta es si pueden montar una fuerza contraria que de alguna manera permita a la humanidad escapar de la actual confluencia de crisis que enfrentamos.

¿Qué tipo de liderazgos políticos se requiere en estas circunstancias? ¿Cuales imagina emergiendo de esta pandemia?

Ahora mismo es difícil ser particularmente optimistas al respecto, pero sabemos qué tipo de liderazgo político nos gustaría que saliera. La cuestión es si podemos hacer que asuman. Tomemos la Internacional Progresista. Creo que gente como Bernie Sanders y Yanis Varoufakis y otros asociados con su movimiento, AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] en los Estados Unidos, y algunos otros con este perfil, serían el tipo de líderes políticos que podrían lidiar con estas grandes crisis. No solos, por supuesto. Los líderes políticos no pueden hacer nada [solos]. Primero necesitan un apoyo popular masivo. Y luego tienen que romper el poder que poseen las instituciones y que controlan la sociedad. Hay que recordar que vivimos en mundos de Estado-Capitalismo y cada país tiene una forma u otra de Estado-Capitalismo. Eso significa una concentración extrema de poder en instituciones privadas con enorme voluntad y poder enorme y que suelen tener una gran influencia en todo lo que sucede. Eso tiene que ser eliminado.

Dr. Chomsky, una pregunta final. En lo que respecta a América Latina, en la cual vemos esta batalla entre gobiernos más progresistas y gobiernos de derecha o extrema derecha como es el caso del Brasil de Bolsonaro. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a la Región en este momento?

Brasil envía mensajes muy claros. El Banco Mundial, que no es una organización particularmente de izquierda, hizo un análisis detallado de la economía en 2016, un par de años después de que Lula dejará el cargo. Calificaron los años de Lula como una década dorada en la historia de Brasil, con fuertes reducciones de la pobreza, incorporación de gran parte de las poblaciones que habían sido marginadas, inclusión, grandes avances en el desarrollo social. Dijeron que fue una década dorada, nada comparable. En ese momento Brasil fue probablemente el país más admirado del mundo, estaba en foros internacionales, era una voz para el Sur Global, estaba uniendo a Sudamérica. Lula era probablemente la figura política más respetada del mundo. ¿Qué es ahora? Brasil es simplemente objeto del desprecio y el ridículo del mundo, dirigido por un payaso virulento, una persona que apoya la dictadura militar, que busca destruir. La devastación de la selva amazónica aumentó aproximadamente el 30% sólo en el último año. Acabemos con todo, enriquezcamos aún más a los ricos, matemos a quien no nos guste, dejemos que la pandemia continúe. Es el gobierno quizás más reaccionario en la historia de Brasil. Un objeto de burla en todo el mundo. Bueno, esas son lecciones. Contamos con un plazo de diez años. La lección es que tienes el futuro en tus manos. Puedes hacerlo de una manera, puedes hacerlo de otra manera. No hay forma de predecirlo. Eso es Brasil, se podría aplicar lo mismo a los demás.

Dr. Chomsky, gracias una vez más por todo.

Bernarda Llorente. Presidenta de Télam.

Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202009/512967-noam-chomsky-la-supervivencia-de-la-democracia-esta-en-juego.html

 

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