Por: Javier Brandoli
“Eres más tonto que un obrero de derechas” empieza a ser una frase a actualizar o al menos a poner en un generoso plural.
a izquierda italiana empieza a tener un problema de diván: ¿quiénes somos?, ¿qué representamos? Si uno analiza el mapa electoral italiano y los viejos dogmas sociales, la izquierda del país parece haber cruzado de trinchera y dejado a la extrema derecha como representante de buena parte de las clases obreras. Una idea que para muchos se ha agravado con la entrega pasional de los hoy parlamentariamente dos principales partidos progresistas italianos, el Partido Democrático (PD) y su escisión de la Italia Viva del ex primer ministro Matteo Renzi, al Gobierno de concentración liderado por el exbanquero liberal Mario Draghi. ¿Puede ideológicamente un partido de izquierda apoyar sin matices que gobierne un hombre que apuesta por bajar impuestos, deuda y déficit, aumentar la edad de jubilación y liberalizar buena parte del mercado?
Este es un fenómeno que parece global. El movimiento Trump en Estados Unidos mostró un trasvase de votos de las clases bajas urbanas a los republicanos y su política de reducción de impuestos, mientras que los demócratas eran votados por clases medias acomodadas de mayor nivel cultural. “Eres más tonto que un obrero de derechas” empieza a ser una frase a actualizar o al menos a ponerle un generoso plural. Italia, en este sentido, parece llevar un derrotero parecido: la extrema derecha representa a las bajas clases urbanas obreras y la izquierda empieza a apoderarse de las clases medias y las universidades.En el medio, el fenómeno populista del Movimiento 5 Estrellas, que no se identifica con derecha ni izquierda, lo que ahonda más la orfandad del añejo izquierdismo en el panorama político patrio. En Italia, tras la II Guerra Mundial, el Partido Comunista era una institución muy enraizada socialmente, casi cultural. ¿Será que la izquierda se está moviendo a luchas sobre determinados derechos sociales y abandonando la vieja lucha de clases?
El casimir y los Warhol de la izquierda
Para entender qué pasa en la izquierda italiana, hay que atender al ahora y al antes. El ahora se puede comprender con algunos llamativos datos que se resumen en los titulares que varios medios usaron tras las elecciones europeas de 2019: “Los obreros votan por Salvini (líder de la Lega)”, fue el encabezado. Entonces, algunas encuestas cifraron que en su aplastante victoria, 34% de los sufragios totales, un 40% de sus votos vino de clases obreras.
Eso hizo que para muchos pensadores progresistas saltaran las alarmas sobre un cambio de paradigma que en realidad viene de lejos. En los años noventa, el líder de Refundación Comunista, Fausto Bertinotti, era muy criticado por vestir con jerséis de casimir, tener tres Andy Warhol en casa y un aspecto de intelectual rico, mientras el líder de la Lega, Umberto Bossi, iba descamisado y tenía el aspecto de hombre de barriada. “El jersey de casimir me lo compró mi mujer en un mercadillo y los tres Warhol eran un regalo”, se ha excusado recientemente en una entrevista Bertinotti, sabedor de que aquella icónica imagen ahondó en la idea de una izquierda intelectual alejada de las clases bajas.
Un amplio estudio de entre 1980 y 2010 realizado por la Universidad Ca’ Foscari (universidad de Venecia) y el sindicato mayoritario italiano, CGIL, intentó explicar el fenómeno de que buena parte de los propios delegados sindicales, con su carné sindical en el bolsillo, decidían votar por la conservadora Lega. El estudio explicó que la Lega se ve como un partido que da seguridad, lucha contra la inmigración y los derechos de los trabajadores, y está presente en la vida de la comunidad. Un 45% de los delegados sindicales se quejaba de que la CGIL hace demasiada política, un 50% mostraba absoluto desinterés por ella y un 72% pensaba que la CGIL no tiene mayor seguimiento entre otros trabajadores por su exceso de implicación política.
Esa brecha es algo que sigue pasando. Según la última encuesta de Ipsos para ‘Il Corriere’, que divide a los votantes de cada formación por su condición profesional, los votantes de los partidos de extrema derecha de Italia, Lega y Fratelli d’Italia (FdI), tienen en la suma de obreros, desocupados y pensionistas un 43% y un 44% respectivamente de sus votantes. El PD, por su parte, tiene entre esos tres sectores sociales, clásicos de la izquierda, un 30% de sus votos, e Italia Viva, un 25%.
De hecho, si atendemos a la categoría social en concreto que son los obreros, suelo electoral de la izquierda mundial durante 150 años, la Lega (partido hoy primero en las encuestas en intención de voto en Italia, con cerca del 23%) es la formación que tiene mayor porcentaje de su voto, con un 21%, seguida de los populistas del M5S con un 20% y FdI con un 16%. Los obreros suponen para la izquierda del PD un 13% de sus apoyos y para Italia Viva, un 10%.
Sin embargo, si a lo que atendemos es al nivel de estudios, un 22% de los votantes del PD son licenciados universitarios y un 19% en el caso de IV. Aquí, Lega tiene un 9% y FdI y M5S un 14%. Un 52% de los votantes de la Lega, según esa encuesta, tiene el equivalente de estudios de primaria en España.
Bicicletas frente a coches de 20 años
Quizá en los años de liderazgo de Renzi al frente de sus hoy ex del PD, entre 2013 y 2018, concluye este largo giro hacia el centro de la izquierda que corre el riesgo de haberse pasado algo de frenada para los que prefieren posicionamientos más progresistas.
El PD es uno de los herederos del Partido Comunista (los árboles genealógicos políticos italianos son largos y complicados). La formación, nacida en 2007, cuenta con ex comunistas, socialistas y toda clase de familias políticas que llegan hasta el centro. De alguna manera, por poner un símil entendible en España, es ideológicamente algo similar a lo que durante años pasó en España con el conservador Partido Popular que albergaba corrientes desde el centro a la extrema derecha.
Renzi deja el Gobierno en diciembre de 2016 por una mala jugada política, la única que ha cometido en su carrera, de ligar su cargo a un referéndum constitucional. Luego, se lleva un posterior varapalo al frente del PD en las elecciones generales de 2018 en las que el M5S y la Lega le pasan por izquierda, derecha, arriba y abajo sin que él parezca entender que su problema es haber metido su izquierda en un club exclusivo de intelectuales preocupados por fomentar el loable uso de las bicicletas en las ciudades mientras sus periféricos votantes están preocupados porque les dejen usar sus contaminantes coches de 20 años de vida para poder seguir yendo a sus lejanos trabajos.
Renzi, el verdadero Maquiavelo de la política italiana y el artífice de este gobierno de Draghi, que prometía ser el referente de una rejuvenecida izquierda política mezcla entre Obama, Kennedy y Tony Blair, es hoy más odiado por los votantes de izquierda que por los de derecha.
El PD, mientras, se ha quedado huérfano de un liderazgo fuerte y su actual líder, el gris Nicola Zingaretti, ha conseguido con gran éxito detener la hemorragia electoral previa y asentar a la formación de nuevo como la alternativa más fiable al hipotético gobierno de la coalición de derechas entre Lega, FdI y la Forza Italia de Berlusconi. Sin embargo, las crisis internas del partido han acabado por hartar a Zingaretti, quien anunció abruptamente su dimisión este jueves. «Me avergüenzo de que en el PD desde hace veinte días solo se hable de cargos y primarias mientras en Italia estalla la tercera ola de coronavirus», criticó el político italiano al anunciar su renuncia.
El problema es que ese PD —para muchos descafeinado— debe atraer los votos de los desencantados del M5S, de las clases bajas urbanas y de formaciones de centro izquierda pequeñas si quiere recuperar el poder. Su europeísmo, más que sus ideas de redistribución de la riqueza, es ahora su reclamo más rentable. No es suficiente por ahora para atraer a los votantes desencantados con el sistema. La revolución ya no es cosa de los ‘progres’.
¿Es eso negativo para el PD? ¿Se pescan más votos por el centro o por los extremos? Las últimas encuestas, tras ya el Gobierno Draghi, solo muestran dos subidas: según un sondeo actual de la empresa SWG, la extrema derecha de FdI sube un 1,3% en intención de voto y se coloca con un 17,5% de intención de voto, a 0.8% de la segunda posición del PD. La otra subida electoral con este nuevo Gobierno es la de indecisos o desilusionados que sube 3 puntos y pasa del 38 al 41% de los electores. La izquierda, por ahora, no consigue pescar ahí a nadie.