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Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

Ecuador – España / 9 de diciembre de 2018 / Autor: Christian Orozco / Fuente: Nueva Revolución

Una sociedad que sustituye bienestar por beneficio es el exponente de una sociedad en grave decadencia.

José Luis Sampedro

¿Alguien está a favor de dejar de enseñar a Copérnico o Newton en las facultades de física? ¿Alguien pensaría que es lógico dejar de explicar la Teoría de la Evolución de Darwin en una carrera de biología? ¿Alguna persona osada creería que en las aulas de las facultades de filosofía no se debería transmitir a los estudiantes los planteamientos de Platón o Aristóteles con el argumento de que éstos son anticuados?

Pues muy bien, como cabría esperar, cualquier persona con un mínimo de sentido común respondería que no, respondería que es un disparate descomunal descartar de los programas académicos a verdaderas eminencias en sus respectivos campos. Lo que a todas luces es un despropósito en ámbitos como la física, la química, la biología o la filosofía; no ocurre lo mismo con la carrera de economía. A todos aquellos que la hemos cursado (y padecido) bien sabemos que hay autores, corrientes, doctrinas económicas que en el mejor de los casos se ocultan, y en el peor se vierten anatemas contra ellos desde el desconocimiento absoluto de los mismos. Casualmente, dichos autores, corrientes y doctrinas generalmente plantean formulaciones alejadas del dogma neoliberal y keynesiano. La Universidad, y especialmente las facultades de economía se han ido convirtiendo con el paso de los años en importantes centros de adoctrinamiento ideológico capitalista, incluso las instituciones públicas no se han escapado de este proceso. Nada nuevo bajo el sol, parafraseando a Marx, las teorías económicas dominantes no son más que las teorías económicas de una clase dominante.

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada

Tener un pensamiento crítico con el sistema económico vigente es “peligroso” en estos lugares. Plantear que la economía es una ciencia que debe buscar el máximo bienestar de las personas, especialmente de las más empobrecidas no está bien visto. Palabras como marxismo, feminismo o ecologismo son ajenas, salvo contadas ocasiones, entre las paredes de estas facultades. ¿Quién se va a estar fijando en el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares cuando con unas sencillas formulas podemos maximizar los beneficios y minimizar los costes de una empresa? ¿Para qué?

¿Y qué decir de los exámenes y trabajos académicos? Para poder aprobar hay que mentir, y para mentir hay aprenderse muy bien los argumentarios económicos de la derecha reaccionaria o de la izquierda descafeinada. Así pues, unas inteligibles fórmulas a los ojos de un lego en la materia, nos dicen, dan como resultado las siguientes conclusiones, todas ellas científicas, sin mácula de contaminación ideológica alguna: tanto el salario mínimo como los sindicatos destruyen empleo puesto que crean rigideces al mercado de trabajo. Hay que privatizar la sanidad porque todos los centros públicos son ineficientes. Hay que avanzar hacia un sistema privado de pensiones porque el sistema público es insostenible. Los mercados de competencia perfecta existen, y en ellos todos los empresarios son precio-aceptantes… Suma y sigue.

Estructuralmente el cambio ha sido paulatino, pero no se ha detenido, siendo el Plan Bolonia una de los hitos más destacables de este deterioro, los programas académicos cada vez pretenden tener una imagen más científica y apolítica, sin embargo, lo son a un más, pero siempre en defensa de los intereses de las oligarquías. Así, donde antes se hablaba de clases sociales ahora hay robinsoncrusoes autónomos e independientes, donde antes había asignaturas de Economía Planificada ahora hay tres asignaturas de finanzas, donde antes se estudiaba El Capital de Karl Marx ahora se ha sustituido –en el mejor de los casos– por El Capital de Thomas Piketty, donde antes había Sociología e Historia del Pensamiento Económico ahora hay asignaturas de Emprendimiento y Marketing. El utilitarismo y el individualismo metodológico recorren las facultades de economía, y las perspectivas no son halagüeñas. Ni siquiera la terrible crisis que ha experimentado el mundo desde 2008 ha hecho que los programas académicos se modifiquen ni en una sola coma. La Universidad presenta una ceguera avanzada y parece que se agrava.

Afortunadamente, no solo en España sino también a nivel mundial se han conformado distintos proyectos, asociaciones y agrupaciones[1] de estudiantes (principalmente), profesores, investigadores críticos con este modelo de pensamiento único. Un movimiento imparable que solo busca una cosa: máxima pluralidad en la enseñanza de la economía. Simplemente afirma que de la misma forma que un científico que se precie debe conocer la Teoría de la Relatividad de Einstein o el Principio de Incertidumbre de Heisenberg; un científico social, un economista completo en este caso, debe saber que es la tasa de plusvalía, como se han conformado las cadenas globales de cuidados, o que es la huella ecológica.


[1] Uno de los principales colectivos internacionales que persiguen este objetivo es International Student Initiative for Pluralism in Economics (ISIPE), el cual agrupa a más de setenta asociaciones de estudiantes de económicas repartidas por más de treinta países distintos, y según afirman es su página web: “No es sólo la economía mundial la que está en crisis. La enseñanza de la economía también está en crisis, y esta crisis tiene consecuencias que van más allá de la universidad. Lo que se enseña en la universidad moldea la mentalidad de las próximas generaciones de políticos y, por tanto, da forma a la sociedad en que vivimos.”

Fuente del Artículo:

Economía | Economía en la universidad, una pieza más de la superestructura hegemónica

ove/mahv

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(Entrevista) Agustín Moreno: “Deberíamos educar críticamente ya que habría menos individualismo y más compromiso colectivo para mejorar la sociedad en la que vivimos”

Redacción: Rebelión/17-10-2018

Sindicalista, exdirigente de Comisiones Obreras y profesor jubilado de Historia en un instituto de Vallecas. Cuando Agustín era pequeño vivía en una casa baja cuyo patio, con pozo y parra incluida, era el lugar idóneo para largas horas de lectura: Stevenson, Defoe, Verne, Salgari, Zane Grey. Su proveedor de aventuras literarias era su padre, con el que compartía complicidad y libros.

¿Enseñamos a nuestros jóvenes a ser críticos con lo que les rodea?

Es importante que nos hagamos esta pregunta. Y definir que una educación crítica es aquella que se basa en valores éticos, en los derechos humanos y en la defensa de la sostenibilidad del planeta. Creo que una de nuestras funciones principales en la escuela es despertar el espíritu crítico en el alumnado, para que piensen por su cuenta, algo esencial porque la ignorancia es el caldo de cultivo de la manipulación, la explotación y la sumisión. Pero hay muchos tipos de escuela y de situaciones, por eso no es fácil que las respuestas sean generales y sirvan para todos los casos.

En las escuelas, ¿cómo cree que podríamos potenciar el pensamiento crítico?

Para que se formen jóvenes críticos, haría falta cuestionar el discurso ideológico dominante y las formas de cultura que alienan. Creo que en la mayoría de los centros prevalece el discurso plano, acrítico, falsamente neutral. Se centran en la formación académica, olvidando el componente educativo a todos los niveles, especialmente el desarrollo moral y social del alumnado. Cumplir esta función obligaría a quitar rigidez a las escuelas, jerarquización, currículos inabarcables y muchas veces ajenos a lo que realmente es esencial desde el punto de vista educativo.

¿Qué tipo de personas formamos hoy en el sistema educativo español? ¿Diría que están, en general preocupados o implicados en la sociedad que les rodea?

Creo que somos un reflejo de la sociedad en general. Pero también somos parte de una función pública que tenemos encomendada. El contacto directo con la realidad y las familias, nos obliga a una mayor sensibilidad social y a un compromiso de cambio. Como profesorado hay que ser conscientes de que otros muchos agentes intervienen en la formación de los menores. La cultura dominante vende individualismo y falsas soluciones del “sálvese quien pueda”…

Delante de esta situación que describe, ¿cómo deben actuar los docentes?

Deberíamos educar críticamente ya que habría menos individualismo y más compromiso colectivo para mejorar la sociedad en la que vivimos. Pero eso nos sitúa ante la finalidad de la educación por el bien común que trasciende en mucho la simple formación de “productores” o mano de obra para el sistema económico. Algo que no va a facilitar el poder político, ya que su intención, casi en todas partes, es controlar lo que se enseña.

¿Cómo transmitir a los adolescentes valores como la democracia, la participación en común o la libertad de expresión, si son valores en crisis en nuestra sociedad?

Sobre todo de manera muy práctica. La teoría está bien y hay que sabérsela; en este sentido son muy útiles asignaturas como la Filosofía, la Ética, los Valores, que deben ser trabajados con todo el alumnado, y no solo como alternativa a la asignatura de Religión católica como sucede ahora con alguna de estas asignaturas. Pero no es suficiente, tienen que vivirlo, practicarlo, asumirlo desde las emociones. Facilitar la cooperación con sus compañeros y compañeras, hacer que la escuela sea democrática y dialógica, ayudar a que el alumnado asuma su propio protagonismo, expresarse libremente y de forma argumentada… ese el camino.

¿Cómo fomentaría la participación de nuestros adolescentes en ámbitos que afectan a la ciudadanía y a sus derechos?

Una de las formas de tomar conciencia de los problemas que les afectan es fomentar los debates, los trabajos de investigación, trabajar por proyectos… Pero creo que también es importante abrir el centro a la realidad del entorno social. Esto no solo consiste en la entrada de expertos, agentes sociales, ONG´s para organizar talleres o charlas, proyectos concretos de solidaridad, sino fomentar la participación activa del alumnado. He vivido los talleres en las tutorías sobre educación afectivo-social, adicciones, Amnistía Internacional, El Gallinero en la Cañada Real de Vallecas, el programa de protección al lince, la recogida de móviles para apadrinar un chimpancé… Sin embargo, creo que lo principal es lograr que se sientan implicados y responsables en acciones por la igualdad, contra el racismo o a favor de la paz y la convivencia, que participen activamente.

¿Qué otras estrategias recomendaría utilizar?

También les forma y les hace crecer que se comprometan y colaboren con equipos de mediación y de alumnos ayudantes. Una de las experiencias más intensa y de mayor proyección en la que he participado fue el envío de cinco alumnos míos de 2º de bachillerato del instituto de Vallecas de voluntarios a trabajar en el verano en Bemposta, la Ciudad de los Muchachos de Colombia, que funciona como un entorno de protección a la infancia y la juventud, recogiendo a niños de la guerra.

¿Cree que desde la escuela se puede combatir el individualismo que fomenta la sociedad? ¿Cómo?

La escuela no es neutra y si se presenta así, está engañando porque toda educación tiene fines. Por supuesto que tiene que librar ese combate, aunque parezca una lucha contra molinos de viento. No es fácil, porque la (in)cultura dominante se expresa por múltiples vías: el modelo económico y social basado en el consumismo desaforado, la competitividad extrema y la destrucción del medio ambiente. Pero la juventud tiene una clara tendencia a la empatía y solidaridad que hay que sacar a flote y estimular. Se puede trabajar desde la racionalidad de que el apoyo mutuo es mejor que el individualismo, como se ha demostrado científica e históricamente; pero sobre todo hay que hacerlo desde el trabajo con las emociones.

¿Se pueden combatir las desigualdades desde la escuela o el sistema educativo actual fomenta la perpetuación de estas desigualdades?

Objetivamente la escuela reproduce el sistema social vigente. Es evidente que algunas escuelas reproducen más que otras las desigualdades, por ejemplo, las que segregan por niveles socioeconómicos, por sexo, por situación personal, y que tienen una gestión y titularidad que les permite tener un ideario que busca precisamente la formación de élites dirigentes para esa sociedad injusta y desigual. Pero ese es precisamente el gran reto: conseguir que la escuela sea un lugar de igualdad de oportunidades, de equidad entendida como dar más a quien menos tiene y más lo necesita, donde se forme un compromiso para mejorar la sociedad y evitar las desigualdades e injusticias. Hacer que la escuela sea un lugar donde nacen los sueños solo se garantiza con un escuela pública, inclusiva y con una práctica muy democrática.

Autores como Paul Goodman o Illich creen que el problema radica en el propio concepto de escuela, que ven como un mero instrumento del sistema económico. ¿Qué opina de estas teorías de desescolarización?

Puedo estar de acuerdo en el diagnóstico y la función que el sistema da a la escuela, otra cosa es cuál es la solución más correcta para combatirlo. No hay que olvidar que el derecho a la educación ha sido una conquista y no un regalo del poder. También hay que recordar que la escuela tiene una importante labor de socialización que no se asegura con otras propuestas. Por eso, no se trata de dar por muerta a la scuela para que viva la educación, sino de construir otro modelo con una función crítica hacia el sistema, que combine educación formal e informal y menos institucionalizada.

¿Por qué cree que la desescolarización no es una opción a contemplar, entonces?

La dificultad de las alternativas que propone la desescolarización estriba en que la sociedad no está suficientemente estructurada y cohesionada para crearlas y organizarlas para que funcione de manera generalizada y con calidad. No se puede oponer a todo un sistema estructurado las propuestas de homeschooling, a las que puede acceder una minoría, y que no pueden asegurar una generalización educativa, ni el tiempo y la cualificación de todas las familias. Todos los niños y niñas tienen derecho a un buen profesorado y a una escolarización de calidad. Si la desescolarización o elhomeschooling no puede cubrir el papel de una educación de masas al alcance de toda la ciudadanía, no es válido como alternativa general. Aunque creo que si es necesario abrir nuevas vías que iluminen otras formas más libres de educar.

¿Se puede entonces transformar la escuela para transformar el mundo o hay que transformar el mundo para transformar la escuela?

Habría que hacer las dos cosas. Por ejemplo, se puede transformar y mejorar la escuela desde la política a todos los niveles: asegurando el derecho humano a la educación en todo el mundo, comprometiendo una mayor inversión educativa en cada país, destinando recursos en los ámbitos locales para que las escuelas refuercen la calidad y se creen entornos educativos. Todo ello mejoraría la educación en las escuelas. Pero pondría el énfasis en actuar de abajo a arriba, es decir, transformar la escuela para mejorar el mundo en la línea que hemos comentado anteriormente: espíritu crítico, compromiso con la educación pública de calidad, escuela con gestión democrática, participativa y abierta, etc

Hablamos constantemente de escuelas innovadoras. ¿Hacia dónde cree usted que innovan?

Primero habría que aclarar que se entiende por innovación. Puede parecer que se innova con nuevas tecnologías, por ejemplo, usando una pizarra digital o las tablets y, sin embargo, ser muy clásicos y acríticos con los contenidos. La innovación tiene que ver más con asegurar la finalidad de la educación, que es sacar toda la potencialidad del alumnado y que sean protagonistas de su propio desarrollo. Pero creo que, desgraciadamente, no se innova mucho y las razones son múltiples.

¿Puede mencionar alguna de estas razones?

Falta formación del profesorado y ha sido un drama como en las Comunidades Autónomas dirigidas por la derecha han liquidado la formación o ésta sólo se dirige, casi monográficamente a temas como las TIC y el inglés. Por eso, muchas veces el profesorado que quiere innovar no encuentra apoyos. También ha habido un debilitamiento de los movimientos de renovación pedagógica (Acción Educativa, MCEP, Rosa Sensat…) que jugaban un importante papel en los años 80 en España con sus escuelas de veranos, seminarios, etc.

¿Alguna otra que quiera destacar?

Otra dificultad se produce en la escuela pública porque la rigidez de los destinos y los concursos de traslados no ayuda a la consolidación de equipos en torno a proyectos educativos de innovación. A pesar de todo lo anterior, se sigue innovando en los centros, aunque a veces en régimen de guerrilla pedagógica; el problema es que no se conocen más allá de las paredes de la escuela y sería necesario divulgar y socializar estas experiencias. Reconozco que es fundamental la innovación, porque mientras haya profesorado, alumnado, familias que quieran mejorar, hay esperanza. En fin, creo que lo que realmente necesitaría la escuela es una revolución…, pero esto exigiría otra reflexión más profunda.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24755

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Entrevista a Agustín Moreno “Deberíamos educar críticamente ya que habría menos individualismo y más compromiso colectivo para mejorar la sociedad en la que vivimos”

Por Blog Tiching

Sindicalista, exdirigente de Comisiones Obreras y profesor jubilado de Historia en un instituto de Vallecas. Cuando Agustín era pequeño vivía en una casa baja cuyo patio, con pozo y parra incluida, era el lugar idóneo para largas horas de lectura: Stevenson, Defoe, Verne, Salgari, Zane Grey. Su proveedor de aventuras literarias era su padre, con el que compartía complicidad y libros.¿Enseñamos a nuestros jóvenes a ser críticos con lo que les rodea?

Es importante que nos hagamos esta pregunta. Y definir que una educación crítica es aquella que se basa en valores éticos, en los derechos humanos y en la defensa de la sostenibilidad del planeta. Creo que una de nuestras funciones principales en la escuela es despertar el espíritu crítico en el alumnado, para que piensen por su cuenta, algo esencial porque la ignorancia es el caldo de cultivo de la manipulación, la explotación y la sumisión. Pero hay muchos tipos de escuela y de situaciones, por eso no es fácil que las respuestas sean generales y sirvan para todos los casos.

En las escuelas, ¿cómo cree que podríamos potenciar el pensamiento crítico?

Para que se formen jóvenes críticos, haría falta cuestionar el discurso ideológico dominante y las formas de cultura que alienan. Creo que en la mayoría de los centros prevalece el discurso plano, acrítico, falsamente neutral. Se centran en la formación académica, olvidando el componente educativo a todos los niveles, especialmente el desarrollo moral y social del alumnado. Cumplir esta función obligaría a quitar rigidez a las escuelas, jerarquización, currículos inabarcables y muchas veces ajenos a lo que realmente es esencial desde el punto de vista educativo.

¿Qué tipo de personas formamos hoy en el sistema educativo español? ¿Diría que están, en general preocupados o implicados en la sociedad que les rodea?

Creo que somos un reflejo de la sociedad en general. Pero también somos parte de una función pública que tenemos encomendada. El contacto directo con la realidad y las familias, nos obliga a una mayor sensibilidad social y a un compromiso de cambio. Como profesorado hay que ser conscientes de que otros muchos agentes intervienen en la formación de los menores. La cultura dominante vende individualismo y falsas soluciones del “sálvese quien pueda”…

Delante de esta situación que describe, ¿cómo deben actuar los docentes?

Deberíamos educar críticamente ya que habría menos individualismo y más compromiso colectivo para mejorar la sociedad en la que vivimos. Pero eso nos sitúa ante la finalidad de la educación por el bien común que trasciende en mucho la simple formación de “productores” o mano de obra para el sistema económico. Algo que no va a facilitar el poder político, ya que su intención, casi en todas partes, es controlar lo que se enseña.

¿Cómo transmitir a los adolescentes valores como la democracia, la participación en común o la libertad de expresión, si son valores en crisis en nuestra sociedad?

Sobre todo de manera muy práctica. La teoría está bien y hay que sabérsela; en este sentido son muy útiles asignaturas como la Filosofía, la Ética, los Valores, que deben ser trabajados con todo el alumnado, y no solo como alternativa a la asignatura de Religión católica como sucede ahora con alguna de estas asignaturas. Pero no es suficiente, tienen que vivirlo, practicarlo, asumirlo desde las emociones. Facilitar la cooperación con sus compañeros y compañeras, hacer que la escuela sea democrática y dialógica, ayudar a que el alumnado asuma su propio protagonismo, expresarse libremente y de forma argumentada… ese el camino.

¿Cómo fomentaría la participación de nuestros adolescentes en ámbitos que afectan a la ciudadanía y a sus derechos?

Una de las formas de tomar conciencia de los problemas que les afectan es fomentar los debates, los trabajos de investigación, trabajar por proyectos… Pero creo que también es importante abrir el centro a la realidad del entorno social. Esto no solo consiste en la entrada de expertos, agentes sociales, ONG´s para organizar talleres o charlas, proyectos concretos de solidaridad, sino fomentar la participación activa del alumnado. He vivido los talleres en las tutorías sobre educación afectivo-social, adicciones, Amnistía Internacional, El Gallinero en la Cañada Real de Vallecas, el programa de protección al lince, la recogida de móviles para apadrinar un chimpancé… Sin embargo, creo que lo principal es lograr que se sientan implicados y responsables en acciones por la igualdad, contra el racismo o a favor de la paz y la convivencia, que participen activamente.

¿Qué otras estrategias recomendaría utilizar?

También les forma y les hace crecer que se comprometan y colaboren con equipos de mediación y de alumnos ayudantes. Una de las experiencias más intensa y de mayor proyección en la que he participado fue el envío de cinco alumnos míos de 2º de bachillerato del instituto de Vallecas de voluntarios a trabajar en el verano en Bemposta, la Ciudad de los Muchachos de Colombia, que funciona como un entorno de protección a la infancia y la juventud, recogiendo a niños de la guerra.

¿Cree que desde la escuela se puede combatir el individualismo que fomenta la sociedad? ¿Cómo?

La escuela no es neutra y si se presenta así, está engañando porque toda educación tiene fines. Por supuesto que tiene que librar ese combate, aunque parezca una lucha contra molinos de viento. No es fácil, porque la (in)cultura dominante se expresa por múltiples vías: el modelo económico y social basado en el consumismo desaforado, la competitividad extrema y la destrucción del medio ambiente. Pero la juventud tiene una clara tendencia a la empatía y solidaridad que hay que sacar a flote y estimular. Se puede trabajar desde la racionalidad de que el apoyo mutuo es mejor que el individualismo, como se ha demostrado científica e históricamente; pero sobre todo hay que hacerlo desde el trabajo con las emociones.

¿Se pueden combatir las desigualdades desde la escuela o el sistema educativo actual fomenta la perpetuación de estas desigualdades?

Objetivamente la escuela reproduce el sistema social vigente. Es evidente que algunas escuelas reproducen más que otras las desigualdades, por ejemplo, las que segregan por niveles socioeconómicos, por sexo, por situación personal, y que tienen una gestión y titularidad que les permite tener un ideario que busca precisamente la formación de élites dirigentes para esa sociedad injusta y desigual. Pero ese es precisamente el gran reto: conseguir que la escuela sea un lugar de igualdad de oportunidades, de equidad entendida como dar más a quien menos tiene y más lo necesita, donde se forme un compromiso para mejorar la sociedad y evitar las desigualdades e injusticias. Hacer que la escuela sea un lugar donde nacen los sueños solo se garantiza con un escuela pública, inclusiva y con una práctica muy democrática.

Autores como Paul Goodman o Illich creen que el problema radica en el propio concepto de escuela, que ven como un mero instrumento del sistema económico. ¿Qué opina de estas teorías de desescolarización?

Puedo estar de acuerdo en el diagnóstico y la función que el sistema da a la escuela, otra cosa es cuál es la solución más correcta para combatirlo. No hay que olvidar que el derecho a la educación ha sido una conquista y no un regalo del poder. También hay que recordar que la escuela tiene una importante labor de socialización que no se asegura con otras propuestas. Por eso, no se trata de dar por muerta a la scuela para que viva la educación, sino de construir otro modelo con una función crítica hacia el sistema, que combine educación formal e informal y menos institucionalizada.

¿Por qué cree que la desescolarización no es una opción a contemplar, entonces?

La dificultad de las alternativas que propone la desescolarización estriba en que la sociedad no está suficientemente estructurada y cohesionada para crearlas y organizarlas para que funcione de manera generalizada y con calidad. No se puede oponer a todo un sistema estructurado las propuestas de homeschooling, a las que puede acceder una minoría, y que no pueden asegurar una generalización educativa, ni el tiempo y la cualificación de todas las familias. Todos los niños y niñas tienen derecho a un buen profesorado y a una escolarización de calidad. Si la desescolarización o el homeschoolingno puede cubrir el papel de una educación de masas al alcance de toda la ciudadanía, no es válido como alternativa general. Aunque creo que si es necesario abrir nuevas vías que iluminen otras formas más libres de educar.

¿Se puede entonces transformar la escuela para transformar el mundo o hay que transformar el mundo para transformar la escuela?

Habría que hacer las dos cosas. Por ejemplo, se puede transformar y mejorar la escuela desde la política a todos los niveles: asegurando el derecho humano a la educación en todo el mundo, comprometiendo una mayor inversión educativa en cada país, destinando recursos en los ámbitos locales para que las escuelas refuercen la calidad y se creen entornos educativos. Todo ello mejoraría la educación en las escuelas. Pero pondría el énfasis en actuar de abajo a arriba, es decir, transformar la escuela para mejorar el mundo en la línea que hemos comentado anteriormente: espíritu crítico, compromiso con la educación pública de calidad, escuela con gestión democrática, participativa y abierta, etc

Hablamos constantemente de escuelas innovadoras. ¿Hacia dónde cree usted que innovan?

Primero habría que aclarar que se entiende por innovación. Puede parecer que se innova con nuevas tecnologías, por ejemplo, usando una pizarra digital o las tablets y, sin embargo, ser muy clásicos y acríticos con los contenidos. La innovación tiene que ver más con asegurar la finalidad de la educación, que es sacar toda la potencialidad del alumnado y que sean protagonistas de su propio desarrollo. Pero creo que, desgraciadamente, no se innova mucho y las razones son múltiples.

¿Puede mencionar alguna de estas razones?

Falta formación del profesorado y ha sido un drama como en las Comunidades Autónomas dirigidas por la derecha han liquidado la formación o ésta sólo se dirige, casi monográficamente a temas como las TIC y el inglés. Por eso, muchas veces el profesorado que quiere innovar no encuentra apoyos. También ha habido un debilitamiento de los movimientos de renovación pedagógica (Acción Educativa, MCEP, Rosa Sensat…) que jugaban un importante papel en los años 80 en España con sus escuelas de veranos, seminarios, etc.

¿Alguna otra que quiera destacar?

Otra dificultad se produce en la escuela pública porque la rigidez de los destinos y los concursos de traslados no ayuda a la consolidación de equipos en torno a proyectos educativos de innovación. A pesar de todo lo anterior, se sigue innovando en los centros, aunque a veces en régimen de guerrilla pedagógica; el problema es que no se conocen más allá de las paredes de la escuela y sería necesario divulgar y socializar estas experiencias. Reconozco que es fundamental la innovación, porque mientras haya profesorado, alumnado, familias que quieran mejorar, hay esperanza. En fin, creo que lo que realmente necesitaría la escuela es una revolución…, pero esto exigiría otra reflexión más profunda.

Fuente: http://blog.tiching.com/agustin-moreno/

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Metabolismos del ego

Por: Fernando Buen Abad

Si la medida de la salud (suponía Freud) es “la capacidad de amar y la capacidad de trabajar”[1], todo se desfigura cuando la capacidad se reduce a sólo amarse a sí mismo y la capacidad de trabajar radica en esforzase sólo para sí sometiendo, además, el trabajo de otros al beneficio de uno solo. Reina el amor por el individualismo para romper con la comunidad. El ego es inseparable de la lucha de clases, y los opresores han encontrado -siempre- argumentos de sobra para justificar su preminencia sobre los oprimidos. O se creen dioses o se creen semidioses; o se creen emisarios de la (o las) divinidades o de plano se creen mejor dotados por la “raza”, la “genética”, las “bellezas”, la “inteligencia” o la “suerte”… con todas sus combinaciones. Y no hay quién les aguante el ego[2].

Metabolismos del ego

La egolatría es una enfermedad inclemente. Un mundo enfermo de belicismo rentable, enfermo de usura bancaria, enfermo de guerras mediáticas… sufriendo hambre, analfabetismo, corrupción, represión y humillaciones infinitas contra los más desposeídos. Un mundo destazado por terratenientes, exhausto de contaminantes, atrofiado de mercantilismo y bañado en sangre de todas las violencias del poder dominante… es un mundo enfermo al que le ha costado demasiado encontrar el remedio para todos sus males: la superación del capitalismo que se adueñó del poder del dinero, del poder de las armas, del poder de los medios y del poder del insulto contra los dominados. El principio de comunidad demolido por la individualidad de los ególatras.

El ego inflamado, de sí y por sí, es uno de los sub-productos más odiosos, que rompe el cúmulo de las relaciones sociales y se produce en ese punto donde se patologízalo individual cuando domina la negación del conjunto. Son muchas las fuentes y las causas por las cuales una persona sube a las cumbres de sí mismo para quedarse a vivir ahí donde el paisaje es perfectoporque todo lo que ve es el reflejo de su persona en todas “sus obras”. Incluso en las que no existen. Son muchas las argucias del sistema económico e ideológico dominante que, incapaz de inspirar respeto por sus valores morales, se empeña en imponer amor por lo puramente individual incluso cuando su mérito único, a falta de contribución al bien común, radique a en amarse a sí mismo. Y son interminables las invenciones de la clase dominante para ahogar en ego todo sueño de vida buena en comunidad. Con la moraleja del “rico que se hace solo”, del talento que “nada le debe a otros”, del “golpe de suerte” como destino inmutable para los que nacen “en buen cuna”… tenemos un fanatismo histórico empeñado en postrar a la comunidad humana ante los atrios del “ego” que se adueñó de todo.

Para el ego se filman películas, se imprimen revistas con sus portadas, se editan libros, se escriben canciones y se despliega una parafernalia descomunal planetaria que hoy ya es, además de un daño severo por contaminación visual y sonora, un asco mundial por el regodeo de la nadería a cambio de la fachada del individualismo. Desde las empresas y los gobiernos hasta las familias, las escuelas, las oficinas y las iglesias. Egos para toda ocasión, para todo lugar y para cada momento. Egos desorbitados en las campañas políticas y en las campañas publicitarias… egos en los libros de historia y en las histeria de los libreros. Egos para la dama y egos para el caballero. Niños y niñas, ancianos y ancianas. El ego es el opio de los pueblos. También.

Nadie se salva, unos más y otros menos, la inflamación de los egos es una pandemia que debemos atender, mientras podamos, y antes de que lleguemos al delirio cotidiano de pensar que todo lo que ocurre, lo que se habla o lo que se calla, sucede por nuestra persona y en función de nuestras muchas (autoproclamadas) “virtudes”. Urge intervenir antes de que toda conversación, propia o ajena, creamos que se refiere a nosotros y que tenemos siempre el derecho de intervenir en cualquier charla, contando los anecdotarios más individuales, aunque no venga al caso o aunque a nadie le importe pero creamos, absolutamente convencidos, que vienen al caso y que a todos les importa. Y no hay vacunas en el mercado porque el mercado, precisamente, está intoxicado de ego virulento. Es su garante.

No es lo mismo el aprecio profundo por los valores y por las luchas que, encarnadas en personas, representa a comunidades o pueblos. No es lo mismo el orgullo o el honor que experimenta aquel que todo lo da para el beneficio de la comunidad sin esperar encumbrar su ego con lisonjas de ocasión. No es lo mismo el respeto de los compañeros por aquel que se desprende de sí para fundirse en lo común haciendo de lo individual pieza indisociable de la colectividad. En la teoría y en la práctica de todos los días. No es lo mismo, en suma, la lucha del que se entrega a la lucha de todos por una comunidad organizada para sí y en ella hace su identidad para que lo identifique el colectivo como un ser de lo colectivo. Eso es nuestro conjuro contra el ego convertido en ideología por la clase dominante.

Si como Marx pensaba la “personalidad” es el producto del conjunto de las relaciones sociales, estamos obligados a desplegar herramientas para la crítica de tales relaciones sociales envueltas por las relaciones de producción dominantes. Estamos obligados a propiciar los escenarios y las experiencias donde, cada día y a cada hora, recordemos que somos lo que somos gracias a la historia que han forjado los pueblos sobre los hombros de sus luchas, mientras han padecido todos los desplantes del ego y el individualismo generados desde la clase dominante como la moral en la que debemos forjarnos. Como si eso fuese un triunfo moral. Estamos obligados a desplegar todas las herramientas del pensar crítico que es una de las más grandes conquistas sociales de la humanidad porque el grado de desarrollo social depende del grado del desarrollo y diversidad del pensamiento en la práctica. Pero es necesaria la igualdad y la justicia para que pensamiento y desarrollo no sean privilegio de unos cuantos. Piénsalo sin el ego de la clase dominante.

 

[1]Aproximación al Concepto de Salud Mental Vigente desde una Perspectiva Psicoanalítica https://revistas.unc.edu.ar/index.php/aifp/article/viewFile/13197/13397

[2]http://dle.rae.es/?id=EQoDoir

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Metabolismos-del-ego-20180910-0006.html

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La indiferencia y su efecto bumerán

Por: Ilka Oliva Corado

Más que miedo y desconocimiento es pereza. Más que miedo es individualismo. Más que miedo es complicidad por conveniencia. Más que miedo es indiferencia en las sociedades devastadas por la mediocridad. Sociedades infestadas de racismo, clasismo, homofobia, estereotipos, haraganería, fascismo, cachurequería y doble moral.

Millones de burbujas flotantes donde habitan seres plagados de insensibilidad y desprecio, que piensan que están a salvo del horror de la miseria, la exclusión y la violencia porque ellos no son los otros; esos otros que ellos con su mediocridad y dogmas sentencian, excluyen y vulneran en nombre de las clases sociales, la mezquindad y el avasallamiento. Sociedades pasivas sin memoria que con su inacción solapan turbas de corruptos, ruines y genocidas; que violentan a los otros, siempre a los otros. Una inacción a conveniencia, siempre.

Los violentados son los otros: los que denuncian, los que luchan por la justicia, los que sueñan, los que abren caminos, los que tienen memoria, los que buscan la unidad de los pueblos, los que siembran esperanza: ellos son el enemigo por instinto. Por puro instinto saben que estar del lado de los vasallos les permitirá permanecer en la comodidad de sus burbujas flotantes. Hediondos todos al germen rancio de la infamia. Se lamen entre ellos, para impregnarse unos a otros de la peste de la insensibilidad y la desmemoria, para que la miseria de los otros nunca los alcance, pero saben perfectamente que los miserables son ellos, solamente ellos.

Estas sociedades cómplices, escogen a quienes los representarán en el gobierno, para que el sistema no se mueva ni un ápice de su lugar, para que los cimientos del patriarcado, la misoginia, el machismo, el racismo, el clasismo y la homofobia sigan intactos. Creen que sus burbujas son intocables y que sus dogmas los mantendrán a salvo, creen que nunca los alcanzarán: la miseria, el abuso y la exclusión. Creen que nunca necesitarán de los otros más que para que carguen en sus hombros las burbujas flotantes donde estos destilan la pestilencia del sopor del solapador. Creen que nunca pisarán el suelo de los mancillados, ellos los mancilladores.

Creen que jamás serán violentados, excluidos y empobrecidos. Creen que sus dogmas jamás se les voltearán. Que jamás enfrentarán la justicia de la vida. Que la mancilla no tocará a sus puertas. Que jamás se verán en la necesidad de un aborto clandestino. Que el amor que es el amor no respetará sus géneros ni sus clases sociales. Que el dolor no alcanzará sus burbujas. Que la violencia jamás las atravesará.

Creen que esas clicas criminales son leales y que jamás las traicionarán, se equivocan rotundamente. Esas sociedades mediocres también son utilizadas por la enorme maquinaria del status quo precisamente por sus dogmas. Son más utilizables que las masas que desconocen. Las burbujas flotantes aunque no lo soporten también son parte de ese todo que conforma el hilar de la humanidad.

Pero ya las está alcanzando el efecto bumerán que estas mismas han creado, pensando ilusoriamente que la destrucción masiva la vivirán los otros, simples burbujas flotantes. Y cuando la violencia, la injustica, el dolor, la exclusión y el escarnio partan en dos las débiles burbujas flotantes donde se resguardan, conocerán en carne propia lo que han obligado a vivir a los demás. Y no habrá grito que sea escuchado, y el dolor de la pérdida de un ser querido por la violencia que estas mismas han creado y solapado las hará corcovear de dolor. Y buscarán a sus desaparecidos desesperadamente. Tocarán mil puertas sin que se abra ninguna.

Y clamarán por justicia y gritarán hasta el cansancio y más. Y llorarán hasta quedarse sin lágrimas y se arrastrarán, vencidas, pudriéndose en sus dogmas; dogmas por las que fueron utilizadas por los enormes tentáculos del capital. Y verán por primera vez en sus vidas su vulnerabilidad de simples partículas de nada. Y aún así no aprenderán, por instinto, por ego, por dogmas seguirán arrastrándose imaginándose dentro de aquella burbuja flotante llena de mierda.

El efecto bumerán ya está en marcha.

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/a269089.html

 

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La educación expande formas y respuestas como legado cultural

Autor: Profelandia

La educación como una herramienta de cambio social no se restringe a la formación en las aulas, sino que expande sus formas y respuestas como legado cultural, coincidieron en definir especialistas reunidos en la Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La doctora Flora Botton Beja, investigadora de El Colegio de México, afirmó que el Confucionismo es una doctrina filosófica basada en el pensamiento de quien a partir de preceptos morales –armonía, altruismo y consideración a los demás– logró sentar las bases que hicieron de China una potencia mundial en materia de enseñanza.

Para Confucio la educación forja la felicidad, ya que de ella dependen el autoperfeccionamiento y el camino hacia el éxito a través de la virtud, que conduce a una política que no busca recompensas materiales ni extraterrenales, sino la satisfacción y la paz de estar bien consigo mismo.

Al intervenir en el Coloquio Internacional El significado de la filosofía en la educación, refirió que Confucio, quien dedicó la mayor parte de su vida a impartir mas de 70 tipos de enseñanza, también defendió un modelo pedagógico al alcance de todos e intentó desaparecer las diferencias de clase para caminar hacia un sistema más justo de vida, asegurando que lo único que diferencia al ser humano es su buen obrar y su capacidad de autosuperación.

Durante la mesa La filosofía en China, India e Iberoamérica, la doctora Botton Beja consideró que la instrucción constituye un instrumento de cambio social y político, que exige crear una política educativa que permita a las personas el desarrollo moral, intelectual y físico para volverse un Junzi, hombre ideal o caballero con conciencia, educación y cultura.

El doctor Benjamín Preciado Solís, también académico de El Colegio de México, abordó el gran legado cultural y filosófico de la India, que entre otros conceptos aportó el de ciencia vitalista; es decir, aquella que se debe a la esfera biológica, racional, espiritual y social, por lo que busca con ahínco el constante autoexamen.

Para los hindúes existen tres fines últimos de la vida que se traducen en tres palabras sanscritas, la primera es el Dharma o conjunto de leyes universales a la vida e inherentes al humano que pretenden en todo momento una vida organizada en torno a valores.

La segunda es el Artha o implementación de la acción para conseguir objetivos y en tercer lugar está el Tharmao grado último de satisfacción, sostuvo el especialista en civilizaciones del sur de Asia.

En esta filosofía se pretende el equilibro y la armonía de diversas fuerzas que confluyen en el individuo y la sociedad, por lo que criticó que en la actualidad la vida se esté privilegiando por el Artha, es decir, por acciones que conducen a la ganancia con beneficios individualistas.

Fuente del Artículo:

La educación expande formas y respuestas como legado cultural

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Tendencias de las políticas educativas en Centroamérica

Centroamérica / 17 de diciembre de 2017 / Autor: Luis Armando González / Fuente: Radio La Primerisima

Imitando a las universidades privadas y a las escuelas de administración de las empresas estadounidenses en particular, los burócratas y los políticos de Gran Bretaña y de la Europa continental han adoptado una jerga empresarial que recuerda a la neolengua orwelliana para la gestión universitaria modelaba según el patrón de una corporación empresarial; y los más triste de todo, con ello respaldan la lógica de los resultados y logros rápidos”

Zygmunt Baumann y Leonidas Donskis, Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida.

No cabe duda que los conceptos científicos, particularmente los muy extensos, sí ayudan a cambiar las ideas extracientíficas”.

Thomas Kunh, La tensión esencial.

Introducción

Se ofrecen aquí algunas hipótesis y orientaciones metodológicas generales en torno a las tendencias de las políticas educativas en Centroamérica. La indagación acerca de las tendencias de las políticas educativas en la región exige el examen, como punto de partida, del contexto económico en el cual se gestaron las políticas educativas vigentes en la actualidad, lo mismo que el estudio del paradigma economicista del cual se nutrieron los gestores de aquéllas.

La hipotesis general que se propone en estas páginas es que lo específico de las reformas y políticas educativas de los años ochenta y noventa es su carácter fuertememente economicista, no sólo por su finalidad –hacer de la educación un soporte del modelo económico terciarizado que despuntaba en el marco de la globalización neoliberal—, sino por su filosofía educativa –una filosofía educativa inspirada en conceptos, hábitos y valores de cuño economicista neoliberal— y por sus consecuencias –dar pie a una privatización y mercantilización de la educación que debilitó extraordinariamente la educación pública.

Se trata, obviamente, de un planteamiento polémico. Pero en ningún ámbito como en el educativo es necesaria la polémica y el debate, especialmente cuando las fallas saltan a la vista. Hemos dado demasiadas cosas por supuestas en educación; por ejemplo, que hay conceptos, creencias y valores que deben aceptarse sin hacerse cuestión de ellos. Nada más contrario a la educación que la aceptación acrítica de lo dado. El acomodamiento a las modas educativas se ha convertido en cómplice de burocracias que, trabajando en función de un capitalismo rentista1, han convertido en dogmas educativos “respetables” lo que no son si no nociones tomadas de un economicismo, muy cuestionable desde criterios científicos y éticos, que se han integrado en un “constructivismo” igualmente débil en sus fundamentos filosóficos2.

Comenzamos, pues, con un planteamiento acerca de la necesidad de reflexionar sobre las tendencias de las políticas educativas en Centroamérica, para luego hacer una valoración sobre la relación entre reformas económicas neoliberales, economicismo neoclásico y educación. Cerramos en el documento con discusión acerca de las tendencias que se pueden identificar, en estos momentos, en las políticas educativas en la región.

  1. La necesidad de reflexionar sobre tendencias de las políticas educativas en Centroamérica

 

En el momento actual, el examen de las tendencias de las políticas educativas en Centroamérica se impone como una necesidad imperiosa. Los modelos educativos implementados después de la salida de las crisis y conflictos de los años ochenta han revelado, a estas alturas, severas deficiencias no tanto en cobertura, sino en la calidad de la educación3en todos sus niveles. Es evidente, en algunos países, la debilidad de la educación en los ámbitos científicos y técnicos, pero también en sus fundamentos filosóficos, éticos y humanistas. Lo mismo que es evidente el deterioro de la profesión docente, comenzando con una formación inicial docente poco sólida, hasta llegar a procesos de formación continua sumamente laxos y fuertememente orientados hacia un didactismo al que le es ajena la reflexión crítica sobre los dinámicas sustantivas de la realidad natural y social.

En algunos países, esas deficiencias han sido analizadas (o lo están siendo) de forma sistemática, y se han impulsado (o se están impulsando) cambios en orden a corregir sus fallas más significativas, por ejemplo en la formación docente4, en los contenidos y metodologías curriculares, y en el acceso a las tecnologías de la información y comunicación.

En otras naciones, reconociendo algunas falencias en los modelos educativos vigentes, los diagnósticos no son todo lo sistemáticos y realistas que debieran, y en consecuencia se introducen mejoras, según criterios de ensayo y error, que no tocan lo medular de aquéllos. En estas últimas naciones, hace falta una reflexión crítica sobre el conjunto de los procesos educativos y la lógica que los gobierna; hace falta una valoración –y no sólo un análisis— de los cambios educativos5, y las políticas a que los mismos dieron lugar, fraguados en los años ochenta y noventa, a la luz de su impacto no sólo en la calidad de la educación, sino también en la dinámica cultural y social.

Como quiera que sea, lo que no se puede negar es que las reformas educativas (y las políticas educativas) realizadas y ejecutadas en la era del postconflicto regional están siendo puestas en cuestión desde diferentes flancos y con distinta profundidad en cada una de las naciones centroamericanas.

Hay un importante debate educativo, ahogado muchas veces por otros debates –por ejemplo, el suscitado por la violencia y la inseguridad—, del cual se están generando diagnósticos, planteamientos críticos y propuestas de acción que, cabe esperar –no sin una gran dosis de optimismo—, den lugar a una reforma educativa (y las políticas educativas pertinentes) de nuevo calado, que permita superar lo que es para muchos una crisis educativa de enormes proporciones en países como El Salvador, Guatemala y Honduras.

2. Transformación económica y reforma educativa

Así las cosas, preguntarse por las tendencias de las políticas educativas en la región centroamericana supone, ante todo, reflexionar sobre las características de los modelos educativos que se diseñaron e implementaron al calor de la gran transformación económica inciada, con variantes nacionales, a finales de los años ochenta y principios de los noventa6, y que, consolidada como un modelo de acumulación centrado en la apertura comercial, la liberalización de los mercados financieros y el turismo –con una extraordinaria dependencia de las remesas y las maquilas en el caso salvadoreño7—, subordinó a sus necesidades el quehacer educativo, impregnándolo de una lógica privatizadora y mercantil.

La tesis de la mercantilización de la educación –que no sólo se escucha en Centroamérica8—es incomprensible sin hacerse cargo, por un lado, de la redefinición de los modelos económicos tradicionales –centrados en la agricultura y la industria— a partir de las exigencias de la terciarización de los aparatos económicos impulsada en el marco, y según los criterios y reglas, del neoliberalismo9. Y, por otro, de la ofensiva economicista de los años ochenta y noventa que permeó no sólo el quehacer económico y político, sino el conjunto de las prácticas, hábitos y creencias populares.

2.1. El economicismo de las reformas y las políticas educativas

El paradigma neoliberal10, con sus nociones del éxito fácil, consumismo, privatización, individualismo, acumulación, rendimiento, emprendedurismo, competencia…, y toda la gama de conceptos, palabras, creencias y estilos de comportamiento que son propias de ese paradigma se introdujeron con fuerza inusitada en la vida social y cultural (no sólo económica y política), impactando con particular eficacia el quehacer educativo en prácticamente todos sus componentes y niveles.

La tesis de la ofensiva de la economía neoclásica de los años ochenta sobre las ciencias sociales, planteada por Adam Przeworski11, se debe extender al pensamiento y a las prácticas educativas: la educación cayó en las redes de un economicismo de cuño neoliberal –del que por cierto aún no sale— no sólo por la lógica de rentabilidad que la terminó por caracterizar, sino por la “contaminación” de la filosofía de la educación (fines de la educación, contenidos curriculares, metodologías y didácticas de enseñanza, conceptos y valores educativos) de nociones, objetivos, propósitos y aspiraciones provenientes de la concepción económica que se erigió en dominante a lo largo de las décadas de los años ochenta y noventa.

Quizá el concepto de mayor influencia educativa desde los años noventa sea el de “competencia”, cuya carga economicista es indiscutible, como también es indiscutible el modo cómo intelectuales de las más diversa procedencia, incluidos figuras de izquierda, le han rendido un culto que ha resultado, en algunos contextos, verdaderamente vergonzoso. Una de las deudas pendientes del pensamiento crítico latinoamericano es el examen riguroso de la visión educativa sustentada en el “enfoque por competencias”, sus supuestos filosóficos y sus repercusiones en la educación.

Es un enfoque que no sólo se ha naturalizado, sino que se ha convertido en criterio de validación del ejercicio docente en todos los niveles del sistema educativo. Asimismo, el “enfoque por compencias” se ha convertido en un mecanismo para excluir del sistema a quienes o no lo conocen o se resisten al mismo por considerarlo insuficiente para apuntalar un proceso educativo sólido en lo congnoscitivo y éticamemente comprometido con la solución de los problemas sociales, económicos y culturales más graves.

En virtud de las exigencias planteadas por la transformación de los aparatos económicos y por el predominio creciente del paradigma neoliberal en el pensamiento social, político y cultural, en los años ochenta y noventa, se impulsaron reformas educativas encaminadas a articular de mejor manera el quehacer educativo con el modelo económico emergente.

El estudio a fondo de cada experiencia nacional seguramente arrojará modulaciones a la afirmación anotada; pero cabe sospechar que, en términos generales, se la pueda seguir sosteniendo como criterio de interpretación de la lógica de fondo de las políticas educativas emanadas de las reformas realizadas –a veces de forma abierta, como en el caso de El Salvador en los años 1996-1997, y a veces sin anunciarlas como tales— en el contexto, por un lado, de la transformación económica de los años ochenta y noventa, y, por otro, de la hegemonía del paradigma económico neoliberal.

2.2. La lógica neoliberal en la educación: la experiencia salvadoreña

En general, en los años noventa, la lógica neoliberal se impuso no sólo en el ámbito de la economía, sino también en el conjunto de la vida social y cultural. ¿En qué consiste esa lógica?

a) En la sujeción de las prácticas sociales a las reglas del mercado, con la subsiguiente mercantilización de la vida social. O sea, en virtud de esa sujeción, todo queda convertido en una mercancía que puede ser comprada o vendida.

b) En la privatización de todo, es decir, la conversión de bienes y prácticas sociales en propiedades individual o corporativa. La consecuencia de ello es que, por un lado, todo debe tener dueño y, por otro, los bienes públicos tienden a desparecer, siendo sometidos a una proceso de privatización.

El caso de El Salvador es extremo en el predominio de este espíritu privatizador en la vida social: desde el fin de la guerra civil (1992) ha sido indetenible la práctica de convertir en espacios privados espacios públicos (como calles, avenidas, pasajes, parques y zonas verdes) que, de la noche a la mañana, aparecen con verjas y portones por decisión de grupos de vecinos que habitan en las inmediaciones de los mismos12.

c) El debilitamiento del Estado, al cual se le van restando no sólo capacidades económicas, sino responsabilidades sociales, que precisamente se descargan en cada individuo del cual depende su propio bienestar y su propia seguridad13. En virtud de la lógica neoliberal, cada individuo es dueño de su destino, mismo que depende de lo que le haya tocado en suerte en esa rueda de la fortuna que es el mercado. Es problema de cada cual resolver las dificultades y trampas que la vida le depare, aunque estas sean generadas por un ordenamiento económico excluyente y empobrecedor.

d) La desaparición del ciudadano y el surgimiento del consumidor. El primero tiene derechos y deberes; el segundo capacidad o incapacidad de comprar o de vender algo. Si no tiene capacidad de compra, queda fuera del mercado y de los bienes que el mercado ofrece. Si tiene capacidad de compra, tiene “derechos de consumidor”: puede consumir las mercancías que se le ofrezcan y puede reclamar si las mismas no tienen la calidad debida o fallan en algún aspecto.

e) Consumismo extremo: el neoliberalismo alienta una cultura de consumir para llevar una vida fácil, ligera, cómoda, light,  sin más límite que la capacidad de compra al crédito o al contado. Si se paga un precio por un bien o un servicio, la idea es que el “cliente” gane en disfrute y en comodidad. Es un consumismo que, alentado por una cultura de marcas, atenta contra la ciudadanía, tal como lo hizo notar Naomi Klein en su libro No logo. El poder de las marcas14.

¿Cómo operó esta lógica en El Salvador, en el plano educativo?

En el caso de El Salvador, en los años noventa se realizó una proceso de reforma educativa inserto en el esquema neoliberal. Los gestores de esta reforma buscaron poner al sistema educativo en función de un modelo económico terciarizado y maquilero, y lo hicieron imbuidos, consciente o inconscientemente, del paradigma económico neoclásico. Para realizarla, había que formular una filosofía educativa que marcara el horizonte de la reforma que se estaba impulsando.

Esta nueva filosofía educativa –que se empapó del economicisimo predominante—, se caracterizó  por lo siguiente:

  1. El cambio del docente formador (del profesor) al docente facilitador, lo cual se hizo a partir de una “crítica” aparentemente sólida a las debilidades del docente tradicional. Junto con un rechazo a la educación bancaria y memorística (no se dudó en recurrir a Paulo Freire para sostener esta crítica), se desvirtuó el rigor, esfuerzo y disciplina intrínsecos a cualquier proceso de conocimiento (científico, literario o filosófico), cayendo en un facilismo poco propicio para el cultivo de las destrezas intelectuales superiores. La arremetida contra la “memorización” lo fue en contra de uno de los fundamentos de la identidad individual y colectiva: la capacidad de recordar. También se puso en jaque esa conquista humana sin la cual no hay educación: la palabra dicha y la palabra escuchada, la palabra escrita y la palabra leída (en una pizarra o en un libro). El diálogo socrático, pilar esencial de cualquier proceso educativo, fue ahogado por el practicismo didáctico y el uso de recursos tecnológicos en los cuales al profesor sólo le correspondía ocupar el lugar de “facilitador”15.
  2. La potenciación de la didáctica en detrimento de los contenidos cognoscitivos y críticos, bajo el supuesto de que había que orientar la educación hacia la práctica, o como se dice en la jerga didactista prevaleciente hacia el “saber hacer”, el “saber aprender” y el “aprender a aprender”. Se cayó en un “didactismo” de graves consecuencias para la educación, pues en virtud del mismo se dejaron de lado contenidos científicos, literarios y filosóficos sustantivos, lo mismo que se ahogó la reflexión crítica sobre la realidad y el compromiso con un conocimiento orientado a su transformación.

 

  1. El énfasis en hacer de la educación un proceso “suave”, “amigable”, light, en el que todos pueden construir el conocimiento en igualdad, pues nadie sabe más –y el facilitador menos que nadie—. Esta visión de la educación se nutrió de (y a su vez reforzó) la cultura de la globalización16 que se impuso con contudencia a lo largo de los años noventa y primeros años del 2000. Este trasiego de conceptos, valores, creencias, aspiraciones y hábitos desde la cultura globalizada hacia la educación, y viceversa, es algo a lo que no se le ha dado la debida atención, pero que reclama un examen detallado.

 

 

  1. Los estudiantes y sus padres, madres o tutores vistos como clientes, como consumidores individuales de bienes educativos, que les servirían para su éxito individual. Obviamente, ello dependiendo de su capacidad de pago, pues cada cual recibe la educación que pueda comprar.

 

  1. La implantación, como creencia compartida socialmente, de la que la educación que se paga (privada) es mejor que la gratuita (pública), y que entre más costosa es la mensualidad de mayor calidad y prestigio es la educación recibida. No sólo se introdujo una tajante separación entre la educación pública y privada, sin igualdad posible entre ambas en prestigio y reconocimiento social, sino una jerarquía entre las instituciones privadas, de la más cara a la más barata, y una competencia entre ellas por asegurarse las clientelas estudiantiles que hicieran rentable el negocio educativo.

 

 

  1. El deterioro de la educación pública que, de ser el principal foco de la educación en el pasado, se convirtió en el espacio para quienes no podían tener un lugar en el mercado educativo, es decir, para quienes no podían comprar los servicios ofrecidos por las empresas educativas privadas. Se dio por descontado que quienes no pudieran acceder a estas últimas no podrían presumir jamás de la educación recibida en las instituciones públicas, pues haber estudiado en ellas no sólo revelaba su situación de precariedad socio-económica (o sea, su condición de “perdedores”), sino la imposibilidad de salir de ella por no haber accedido a los conocimientos y habilidades –y también las relaciones y prestigio que dan las instituciones caras— que se requieren para triunfar en el mercado.

 

El deterioro de la infraestructura escolar pública, el descuido de la formación profesional docente, el ahogo presupuestario y la presión gremial en torno a demandas económicas, reforzaron en el imaginario social la idea de la inferioridad de la educación pública respecto de la privada, reforzando las ansias de las familias por buscar a toda costa alejarse de la posibilidad de enviar a sus hijos e hijas a escuelas públicas. Son los sectores medios los que más eco han hecho de esta visión, creyendo con los ojos cerrados que el éxito en la vida de sus hijos e hijas está en función de la inversión realizada en las colegiaturas escolares.

 

Se cayó en un círculo vicioso, del cual no sólo ha salido perdiendo la educación pública, sino la educación en general: el mito de que la educación privada es de calidad, y la pública no, ha impedido caer en la cuenta de que la primera, pese a las cuotas altas y a los lujos y comodidades en sus edificios, no ha escapado al empobrecimiento científico, filosófico y ético de la educación.

 

Antes bien, la educación privada ha sido una de sus generadoras, pues el facilismo, la falta de rigor académico y la implantación de valores consumistas, competitivos y poco críticos, han emanado de quienes la han auspiciado. Y lo que es peor, la visión educativa privada y privatizadora contagió el quehacer de la escuela pública, que no sólo fue vista y entendida como un instrumento que debe estar al servicio del mercado, sino que asumió, además de sus conceptos, palabras, creencias y hábitos, sus propósitos: en primer lugar, forjar consumidores y clientes de las empresas establecidas; y, en segundo lugar, crear una mano de obra lista para integrarse a las empresas que así lo demandaran en el marco de la transformación económica de los años noventa (maquilas, call center, comercio, servicios financieros).

2.3. Educación y economía: la particularidad del cambio educativo de los años ochenta y noventa

La subordinación de los sistemas educativos a las exigencias de los aparatos económicos no es un invento de los promotores de las reformas económicas neoliberales17. El modelo agroexportador dio pie a un quehacer educativo que le era funcional, y lo mismo sucedió con el modelo agroindustrial18. Desde las materias y las carrerras técnicas profesionales, pasando por los contenidos curriculares, hasta el calendario escolar y académico, no se entienden sin hacer referencia a los modelos económicos vigentes o emergentes en cada época histórica particular.

Sin embargo, lo singular de las reformas educativas y las políticas educativas de los años ochenta y noventa es su filosofía y orientación marcadamente economicista, lo cual las distingue de otros procesos de cambio educativo en los que los propósitos económicos coexistían e incluso se subordinaban a propósitos políticos e incluso culturales y religiosos.

Se trata, en las reformas y políticas educativas de los años ochenta y noventa, de un proceso de cambio educactivo no sólo orientado casi exclusivamente por objetivos económicos, sino embuido de un paradigma economicista que, como se dijo arriba, ha contaminado el quehacer educativo de una manera extraordinaria. Hablamos, pues, de reformas y políticas educativas de carácter economicista en sus objetivos, en su conceptualización y en su ejecución. Esa es la gran novedad del cambio educativo de los años noventa, respecto de otras reformas y transformaciones edicativas del pasado.

Es decir, en el pasado de la educación en Centroamérica, si bien es cierto que ella tenía un eje que la subordinaba a los aparatos económicos prevalecientes o emergentes, también tenía anclajes en exigencias políticas y culturales emanadas de los grupos de poder, especialmente en la línea asegurar la sumisión a la autoridad y el mantenimiento del orden establecido, que muy probablemente tenían la primacía respecto de las exigencias económicas.

Parte del éxito del economicismo y el mercantilismo predominantes es hacernos creer que han existido en todos los tiempos y lugares, con lo cual logran imponerse como algo “natural”.

El análisis histórico nos enseña que, si bien nuestro tiempo es fuertemente economicista y mercantilista, en otras épocas fueron otros los paradigmas (creencias, nociones, valores y aspiraciones) que prevalecieron. Se trató de paradigmas políticos y culturales en los que la nación, la patria, el orden, la autoridad y las jerarquías sociales eran lo esencial, y la educación bebió de ellos y se puso en función de sus objetivos.

Hasta las transformaciones economicas de los años ochenta y noventa, y la hegemonía creciente del economicismo y el mercantilismo en la cultura colectiva –incompresibles sin la globalización neoliberal y su cultura—, fueron otras las matrices conceptuales (no economicistas, no mercantilistas y no privatizadoras) y otros los objetivos (no principalmente o exclusivamente económicos) que sustentaron las reformas y las políticas educativas19.

De tal suerte que sin entender los fines (casi) exclusivamente económicos y el predominio del paradigma neoliberal en las reformas y políticas económicas de los años ochenta y noventa no se las pueda explicar a cabalidad en su singularidad y novedad. Tampoco se podrán entender los efectos negativos que ello ha tenido no sólo en la calidad de la educación, sino en la integración social y cultural. Al convertir a la educación en instrumento expreso de un modelo económico emergente, el economicismo y el mercantilismo vulneraron su anclaje social, cultural y político, erosionando sus capacidades como mecanismo de integración.

3. Reflexión final: el estudio de las tendencias de las políticas educativas

En síntesis, es ineludible el examen a fondo de la dinámica económica prevaleciente o emergente en una época determinada para entender las políticas educativas, lo mismo que los procesos de reforma educativa.

Y ello porque, en general, los sistemas educativos se han configurado históricamente a partir de un anclaje con los modelos económicos prevalecientes, lo cual es particularmente evidente en el contexto de la emergencia y consolidación de los modelos económicos de carácter neoliberal y globalizado.

Así, en el caso de las tendencias de las políticas educativas en Centroamérica es de rigor analizar, como punto de partida, el contexto económico de las reformas educativas de las que emanaron las políticas educativas vigentes en la actualidad. Y, a partir de este análisis, se debe hacer el esfuerzo por vislumbrar las dinámicas futuras de la educación en la región centroamericana.

También es ineludible el examen de los paradigmas predominantes (económicos, políticos, culturales) pues las matrices conceptuales –la filosofía educativa— de las reformas y las políticas educativas se nutren de ellos, lo mismo que sus fines y objetivos fundamentales. Así, es imposible entender a cabalidad las políticas educativas operantes en el presente sin hacerse cargo del predominio del paradigma neoliberal y del modo cómo este contaminó la filosofía de la educación que sostiene las políticas educativas vigentes.

¿Cuáles són, pues, las dinámicas de las políticas educativas de cara al futuro en Centroamérica? O sea, ¿cuáles son las tendencias de las políticas educativas en la región?

Para responder a esa pregunta se debe reconocer, ante todo, la existencia de un incipiente replanteamiento de los modelos económicos establecidos, los cuales han comenzado a revelar algunas de sus fisuras más profundas. Tanto del lado de determinados grupos empresariales como del lado de determinados actores políticos (de distinta filiación ideológica) se hace patente la preocupación por los límites de unos modelos económicos estancados productivamente, dado su anclaje en los servicios financieros, el comercio, el turismo, las maquilas y las remesas.

La crisis financiera de 2007-200820 sacó a relucir, de manera dramática, la inviabilidad de unas economías que descansan en la intensificación del consumo de servicios financieros, sin atender a la inversión productiva y a la innovación científica y tecnológica.

Hay grupos empresariales que han comenzado a presionar a los gobiernos para apuntalar un giro educativo que posicione, como algo central del quehacer educativo, a la ciencia y a la tecnología. Aquí, de nueva cuenta, lo que predomina es la visión economicista de la educación, tanto por los objetivos que se buscan con ella como por las matrices conceptuales que deben orientarla. En el caso de El Salvador, el modelo económico terciarizado está en crisis y las formas emergentes de actividad económica que vislumbran algunos de los grupos de poder exigen un replanteamiento de la educación, en función de una nueva agenda económica21.

Desde la derecha política vinculada a los grupos empresariales emergentes se suele respaldar esta demanda de una reforma educativa que se traduzca en una potenciación, desde la educación, del giro económico que aquéllos están promoviendo. En algunas instituciones educativas privadas, creadas expresamente para articularse con el aparato económico predominante, ya se realizan las adecuaciones pertinentes para dar respuesta a estas nuevas demandas empresariales.

Por su parte, la educación pública no sólo está sometida a la tensión que le provocan esa demandas, a las que de alguna manera intenta dar respuesta, sino que también está sometida a otras tensiones surgidas de objetivos que, desde una visión política de izquierda o de centro izquierda, se le imponen ahí donde las derechas políticas no gobiernan (o temporalmente dejaron de hacerlo).

Es decir, los gobiernos progresistas de la región, sin romper totalmente con el marco de políticas educativas fraguadas en los años ochenta y noventa –y sin renunciar a responder, desde los sistemas educativos, a las demandas de los grupos empresariales emergentes— han intentado generar enfoques, marcos conceptuales, objetivos y políticas educativas de un carácter distinto al de los vigentes, pero sin romper totalmente con ellos.

Entre los aspectos novedosos de estos enfoques, marcos conceptuales, objetivos y políticas destacan la apuesta por la inclusividad educativa; la visión de que la educación debe estar en función de la humanización y dignificación de niños, niñas, jóvenes, hombres y mujeres, y no en función de un modelo económico o de la reproducción de relaciones sociales y políticas de desigualdad; la idea de que el conocimiento científico (y sus implicaciones tecnológica) es esencial en el proceso educativo, pero que este es incompleto sin los saberes humanísticos y sin una ética de compromiso por parte de alumnos, profesores y padres de familia; la exigencia de apuntalar, desde la educación, los derechos humanos, la democracia y la participación ciudadana; la preocupación por articular al sistema educativo con las dinámicas de integración social y cultural22; y por último, el cultivo de un saber comprometido con la solución de los graves problemas de la realidad nacional. Como se ve, se trata de una visión de la educación no sólo distinta, sino contraria a la fraguada al calor de las reformas económicas neoliberales y del predominio del paradigma economicista.

Lo que sucede es que se trata de una visión de la educación que no ha sido traducida en un conjunto de reformas que las conviertan en un cuerpo de políticas educativas que le cambien el rostro a los sistemas educativos establecidos. Éstos, en lo fundamental, siguen operando según el marco de políticas fraguadas en las reformas educativas de los años ochenta y noventa.

De lo anterior, se pueden identificar tres grandes tendencias en las políticas educativas en Centroamérica: a) la primera es la de la continuidad de las políticas diseñadas en los años ochenta y noventa; b) la segunda, la del diseño e implementación de nuevas políticas educativas, coherentes con la filosofía y objetivos de las vigentes, pero orientadas a potenciar las áreas científico-técnicas, a tono con la emergencia de dinámicas empresariales vinculadas a la producción y no a los servicios; y c) una tercera, que apunta a un conjunto de acciones animadas por una nueva visión de la educación –no economicista, sino humanista, crítica y con sólidos fundamentos científicos, filosóficos y éticos— que pueden dar lugar una reforma educativa de envergadura, con el subsiguiente cuerpo de políticas educativas que le de viabilidad. Esta última tendencia está fuertemente condicionada por la contituidad de las gestiones de gobiernos progresistas que son las que han promovido cambios educativos desde una nueva visión de la educación.

Estas tres tendencias, al estar presentes en los sistemas educativos en estos momentos, tesionan a los ministerios de educación de la región. Por supuesto que el carácter de cada una de ellas es distinto en cada nación, lo cual depende de, al menos, estos factores: a) la manera como se concretó la reforma económica neoliberal y se instauró el modelo económico nacido de ella en cada país; b) la irradiación del paradigma economicista en el quehacer educativo; c) la forma cómo desde las reformas y las políticas educativas se encararon las dos dinámicas anteriores; d) las tradiciones institucionales y educativas propias de cada nación; e) la naturaleza de los gobiernos que administraron las reformas económicas y las reformas educativas de los años ochenta y noventa (y las políticas educativas surgidas de estas últimas); f) los movimientos docentes y su resistencia –o su no resistencia— a las reformas educativas de carácter neoliberal; y g) la naturaleza de los gobiernos que en el presente tienen que hacer frente, por un lado, al deterioro de los aparatos económicos terciarizados, por otro, a las deficiencias educativas (calidad de la educación, debilidades en la formación docente inicial y en servicio, deterioro de la infraestructura) y, por últlimo, a la erosión de la convivencia social no sólo por razones de inseguridad y violencia, sino por desigualdades socio-económicas de larga data.

Sin duda alguna, el estudio de cada uno de los casos nacionales enriquecerá, con evidencia firme, lo que aquí se ha esbozado de forma sumamente genérica. Como resultado de ello, seguramente contaremos con elementos de juicio más fundamentados para defender y proponer una reforma educativa de envergura (de la cual emanen las políticas educativas correspondientes), en la cual los sistemas educativos de la región –anclados en el cultivo de un conocimiento científico y filosófico, crítico y emancipador—, se pongan en función de la dignidad, bienestar y felicidad de sus ciudadanos.

San Salvador, 13 de octubre de 2017

Texto de la ponencia para el “Primer Congreso latinoamericano y del Caribe sobre metodologías para el análisis de reformas y políticas educativas”, realizado en Xalapa, Veracruz (México), del miércoles 29 de noviembre al sábado 2 de Diciembre del 2017.

1 L. A. González, “Capitalismo rentista”. En https://www.alainet.org/es/articulo/186841

2 L. A. González, “Educador: ¿facilitador o problemarizador?” En Educación, conocimiento y emancipación. San Salvador, EDIPRO, 2014.

3 L. A. González, “Una reflexión sobre la calidad de la educación”. http://www.contrapunto.com.sv/archivo2016/columnistas/una-reflexion-sobre-la-calidad-de-la-educacion

4 Por ejemplo, en El Salvador desde 2009, con el gobierno de Mauricio Funes, se inició un trabajo de largo aliento en la potenciación de la formación docente, efuerzo que ha continuado a partir de 2014, con el triunfo electoral de Salvador Sánchez Cerén. No se ha resuelto en este país el gran desafío de contar con una institución formadora de docentes de carácter público, pese que el tema ha estado presente desde 2011, cuando se ensayó la creación de la Escuela Superior de Maestros, proyecto que por diversas razones no prosperó. Una nueva iniciativa, en la misma dirección, es la creación del Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD) que, cabe esperar, prospere en la dirección deseada.

5 Fueran calificados esos cambios o no como “reformas educativas”.

6 Cfr., E. Ganuza, R. Paes de Barrios, L. Taylor, R. Vos (Eds.), Liberalización, desigualdad y pobreza: América Latina y el Caribe en los 90. Buenos Aires, Eudeba, PNUD, CEPAL, 2001; L. A. González, “Exclusión versus inclusión: democratizaciòn y reforma económica cen Centroamérica”. En Sociedad y política. Reflexiones desde El Salvador.San Salvador, UDB, 2015, pp. 210-227.

7 Cfr., L. A. González, “El círculo vicioso de las remesas”. ECA, No. 684, 2005, pp. 997-999.

8 Cfr., Cfr., L. A. González, “El problema del mercantilismo de la educaciób superior”. http://www.contrapunto.com.sv/archivo2016/opinion/tribuna/el-problema-del-mercantilismo-en-la-educacion-superior

9 Cfr., N. Klein, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Buenos Aires, Paidós, 2007.

10 Cfr., L.A. González, “Globalización y neoliberalismo”. ECA, 1999,pp. 53-67.

11 Cfr., Adam Przeworski, “Marxismo y elección racional”. https://es.scribd.com/document/206479827/Marxismo-y-eleccio-n-racional-Przeworski-docx

12 Cfr., L. A. González, “Defensa de los espacios públicos”. https://www.alainet.org/es/articulo/185223

13 Cfr., L. A. González “Responsabilidades del Estado ante la sociedad”. http://www.contrapunto.com.sv/archivo2016/opinion/columnistas/responsabilidades-del-estado-ante-la-sociedad

14 Barcelona, Paidós, 2001.

15 Cfr., L. A. González, “Educador ¿faciltador o problematizador?”.http://abacoenred.mayfirst.org/wp-content/uploads/2015/10/educador_-_facilitador_o_problematizador.pdf

16 Cfr., L. A. González, “Implicaciones culturales de la globalización”. ECA, No. 703-704, 2007, pp. 377-396.

17 L. A. González, “Educación y modelo económico”. http://www.contrapunto.com.sv/archivo2016/columnistas/educacion-y-modelo-economico

19 Incluso en als reformas impulsadas al calor de los proceso de industrialización por sustitución de importaciones, de los años 50 y 60, del siglo XX, los objetivos económicos, con todo y ser esenciales, no fueron los únicos, pues estuvieron acompañados de propósitos políticos y culturales (por ejemplo, a los objetivos de la modernización autoriraria de los gobiernos militares salvadoreños de la época).

20 L. A. González, “Crisis financiera muncial: su impacto social y político en Centroamérica”. En Sociedad y política…, pp. 228-257.

21 L. A. González, “Educación y modelo económico”. http://www.contrapunto.com.sv/archivo2016/columnistas/educacion-y-modelo-economico

22 L.A. González, “Cultura, educación e integración social en El Salvador”. San Salvador, CENICSH, Cuaderno de Trabajo, No. 1, junio de 2009.

Fuente del Artículo:

http://www.radiolaprimerisima.com/articulos/7406

Fuente de la Imagen:

https://es.slideshare.net/icefi/segunda-sesin-gasto-pblico

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