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Entrevista a Hebe de Bonafini: un giro por la vida

Por: María Gabriela Mizraje

La primera vez que entré a la Casa de las Madres también era noviembre, hace justo 30 años. Y fue para hablar con ella. El impacto que tuve en aquel interior y en el mano a mano con Hebe de Bonafini fue tan poderoso que luego, al comentárselo a David Viñas, quien cada tanto imprimía sus pasos junto a ellas alrededor de la pirámide, éste me sugirió que escribiera esas impresiones.

No seguí su solicitud; entonces Viñas, que sabía ser muy insistente cuando se proponía algo, repetía: te pido por favor, todo esto que estás diciéndome es único y con el tiempo no vas a poder reconstruirlo como ahora, hay que compartirlo, por favor, escribílo.

Fue una pena no haberle hecho caso, pues yo era joven y simplemente estaba viviendo, atravesando mis propias ideas y sensaciones con suma intensidad, y quizá no llegué a comprender la dimensión de lo que él escuchaba en mi relato. Sólo guardé aquel episodio en mi memoria y la grabación de la entrevista que aquella tarde le hice a esa mujer, esa madre, con el objetivo de incorporarla a un libro sobre mujeres argentinas. Pero al final opté por incluir en el mismo otros textos, discursos que Hebe había dado y que me parecían representativos para esa antología que saldría publicada por el Instituto Movilizador de Fondos Coooperativos poco después, como volumen bastante temprano de la que sería una extensa e inolvidable colección.

La entrevista quedó inédita, en dos formatos, en un cassette y en una desgrabación que realicé enseguida, absolutamente fidedigna, conservando todas las marcas de oralidad. Y ha permanecido intacta hasta ahora.

Hoy, ante el impacto del adiós, en una de esas ceremonias privadas con las que el recuerdo revuelve entre las cosas y recupera imágenes, voces, textos, retorno a aquel encuentro, a aquella otra tarde de sol, a aquel diálogo generoso y distendido; veo la mesa y nos veo a ambas en ese ambiente tan pero tan familiar, tan de puerta abierta de nido, tan de pájaros que se asomarían por siempre.

Se han dicho tantas cosas, de las mejores y de las otras, se han trillado tantos elementos; como cada vez que se va una figura grande, son muchas las personas que pueden acercar su anécdota, muchas las que pueden hacer una valoración general, de cualquier índole, muchas las que pueden abocarse al estudio de la misma.

Hebe es insoslayable, guste o no. Y es alguien que también parte la historia al medio. Es un ícono mientras no deja de ser una mujer bien de carne y hueso, con todas sus vicisitudes y zozobras. Por encima de lo que se advierte como desacierto recargado de énfasis en sus momentos de mayor crispación, está su dolor y además su valentía. Antes, durante y después, su pérdida inconmensurable; antes, durante y después, esa valentía. Con una franqueza que detestó las medias tintas, sin voluntad de esmirriada retórica diplomática y con clara decisión combativa, fue creciendo en el ring de su lucha incansable y alzando la voz.

En aquella misma década de 1990, sí escribí algo que ahora quiero retomar porque grafica con intensidad el periplo de las injusticias, de los amores maternos, de los desvelos inclaudicables hasta “la locura”, entre los vericuetos de los uniformes y la política en Argentina.

Eduarda Mansilla, mujer pionera de nuestras letras, ofrece, entre otras obras, una novela riquísima, titulada Pablo o la vida en las Pampas. Con estupor, mientras exhumaba ese texto y lo comparaba en sus distintas versiones decimonónicas (un original francés, primero en folletín y luego en libro, y después el mismo traducido por su hermano Lucio Victorio para otro folletín publicado en Buenos Aires), tracé un arco estremecedor.

La protagonista de E. Mansilla, llamada Micaela, clama por la aparición de quien le fuera arrebatado sin ninguna palabra explicativa por parte de las autoridades y se atreve a reclamar al poder: “deben devolverme a mi hijo, mi Pablo”, les dice cara a cara, pero todo lo que intenta resulta en vano. Se queda esperando en la plaza, por siempre. “Los curiosos no dejan de decir: Vamos a pedirle a la loca que nos lea la carta del Gobernador”.

La loca de la plaza, a quien viéramos con un pañuelo en la cabeza en esta novela de 1868, guarda vivos los rasgos que serán un plural en las Madres de Plaza de Mayo. La plaza es la misma, en cuanto mira a la Casa de Gobierno y la “locura” también, la de una madre pujando por echar luz sobre la desaparición — y posterior fusilamiento– de su hijo. En las muescas de la historia (literaria) argentina, podemos leer esta trágica anticipación.

Si el pañuelo blanco es un pañal resignificado, Hebe, como otras compañeras pero muy especialmente ella, ha sido blanco de dardos de todo tipo.

Las cosas que aquella tarde me comentó y que hoy quedan registradas en la transcripción muestran ya, luego de tres décadas, muchas continuidades con sus definiciones y declaraciones y asimismo algunos puntos de inflexión, de cambio, que pueden sopesarse en la actualidad respecto de aquel presente histórico, cuando el país inevitablemente era el mismo y a su vez tan distinto, cuando los feminismos revestían otras formas, cuando el esforzado retorno a la democracia aún estaba tan fresco, cuando algunas leyes dispuestas a encarar el período previo, de la dictadura cívico-militar, ardían en el candelero.

“La salvación del país depende entonces […] de la energía moral de sus fuerzas vivas […] ellas deben depositar su última fe en la superioridad moral que la desesperación concede al verdadero coraje”, proponía Karl von Clausewitz. Es precisamente de la desesperación dictada por el amor que emerge el coraje de las Madres y que ellas saltan del individuo a la sociedad, del hogar a la calle, de la soledad a la política; es a partir del llanto que riegan la Plaza y la lavan de tanta inmediata ignominia.

Por eso, cualquier cosa que se diga resulta insuficiente y cualquier crítica que se haga hoy es improcedente y suele estar ligada al negacionismo. Momento de sopesar y agradecer. Mejor preguntar con el poeta para qué escribir versos y responder, para seguir preguntado, “¿para volver al vientre donde cada palabra va a nacer?/ ¿por hilo tenue?”, tal cual sollozaba Juan Gelman en Carta a mi madre.

O reflexionar con el filósofo del Materialismo ensoñado, León Rozitchner, que se estremece a sí mismo interrogando una suspensión realizada por las madres: “¿Y allí haya anidado y desarrollado el huevo de la nueva vida histórica –

-la memoria indeleble de una vida feliz, sin violencia ni muerte, que en el hijo permanecerá grabada para siempre– que toda madre incuba para que vida humana haya, que si no, no existiría como ideal ni en la religión ni en el Estado ni en la ética?”.

Las cenizas sobre nuestra Plaza madre mantendrán vivo el fuego de la entraña combativa de Hebe de Bonafini y de su corazón. La Plaza que la vio, que las vio y aún las ve, ir y venir sin descanso, girando como un planeta sobre su propio eje, mientras exista patria, jamás tendrá fin en la memoria, con todos los hitos eslabonados desde el siglo XIX y el eco inextinguible de las Madres.

En esa matriz urbana, vientre vertido en consignas de Derechos Humanos, cobijo de toda intemperie cuando la crueldad arrecia, donde la lengua materna permite oír y retumbar el trino de los vocablos escogidos, que no pierden vigencia: Memoria, Verdad y Justicia, nos seguiremos reconociendo.

Por los hijos de los hijos, AMEN.

Buenos Aires, 24 de noviembre de 2022

Hebe de Bonafini y la reivindicación de la entrega

Por María Gabriela Mizraje, 30 de noviembre de 1992

MGM: ¿Cómo considera el hecho de que algunos ciudadanos las asocien a una práctica feminista?

HB: Nosotras nunca nos asociamos a una práctica feminista porque no nos consideramos feministas, nosotros (sic) creemos que hacemos un trabajo de mujeres, que defendemos la lucha de la mujer, que hemos reivindicado el hecho de ser madre, lo hemos elevado, ¿no?, porque siempre parecía que la madre estaba solo preparada para lavar, planchar y cocinar, y nosotros hemos demostrado que podemos hacer muchas otras cosas, sin dejar de lavar, planchar y cocinar; así que no, no somos un movimiento feminista, trabajamos con muchas mujeres, con muchos movimientos feministas de todas partes del mundo, pero realmente no somos feministas, para nada, creemos que la liberación va a venir del hombre y la mujer juntos; pero sí defendemos la lucha de la mujer, la reivindicamos y nos parece que la mujer ha estado muy postergada… todo eso, está claro…

MGM: Eso, desde ya, la pregunta sería no tanto por una autodefinición (yo entiendo que no se autodefinen como feministas), sino por el encuadre que algunos le dan al Movimiento, la visión que otros tienen de las Madres como feministas, ¿qué opina usted (o ustedes) sobre esa visión?

HB: Bueno, cada uno nos ve desde el punto que nos puede ver, eso no es –vamos a decir– específico, nos parece que algunos nos ven más feministas, otros nos ven muy politizadas, otros nos ven muy anarquistas, cada uno nos ve desde el lado que le viene a él, desde su punto de vista; no me parece mal, porque como nos ven de tantas maneras -vos sabés que estamos tan analizadas-, los psicólogos, los soció- logos, los antropólogos, todos nos analizan, los que estudian el lenguaje, los que estudian los discursos, todo el mundo hace tesis, los teólogos, todos hacen tesis de las Madres, así que nos sentimos requeteobservadas, entonces somos lo que cada uno quiere que seamos.

MGM: ¿Existen divisiones internas dentro del grupo de las Madres?

HB: No, no, no, sólo una vez que se fueron ocho personas de la Asociación; nada más, se fueron y chau, no vinieron más, no pertenecen más a la Asociación.

MGM: Si tienen que tomar decisiones ¿votan…?, ¿hay acuerdo general…?

HB: Sí, nosotros tenemos una reunión semanal de la comisión, después los jueves nos reunimos con las madres y hacemos cinco reuniones por año, o cuatro, con todas las madres del país; se acaba de hacer una en Santa Fe, para debatir los lineamientos a seguir durante el año; después cada uno opera a partir de lo que sucede en la provincia o en el lugar donde está trabajando. A veces para cosas importantes nos llamamos; decimos: mirá, con esto se hace tal cosa; y, si no, cada encuentro. También las marchas, como ser ahora la Marcha de la Resistencia es casi un encuentro, porque vienen todas las madres del país y ahí también hacemos pequeñas reuniones. Además nosotras visitamos permanentemente también los lugares, estamos yendo constantemente a los lugares donde las madres preparan tareas y charlas y debate; y ahí ya estamos también con las madres de unidad.

MGM: Pero, entonces ¿no hay divisiones internas como en cualquier agrupación política?

HB: No, no, no, no, acá sólo la que hubo fue la de las que se fueron, que se llaman fundadoras, pero que no tienen nada que ver con nosotras.

MGM: Sin embargo sí es una agrupación política.

HB: Claro, hacemos política… no partidista. Una manera diferente de hacer política, nada que ver con lo que la gente cree. Por eso la película La voz de los pañuelos es tan buena para que la gente la vea, porque ahí uno ve cómo funcionamos, cómo determinamos lo que hacemos, cómo discutimos…

MGM: A veces lo que menos se conoce es justamente eso, cómo se deciden las cosas…

HB: Mirá, nosotros tenemos una manera muy particular de reunirnos; por ahí estamos haciendo la comida y estamos debatiendo un tema requete-importante… bueno, los temas más, más, más álgidos se debaten en la reunión de comisión, que son once miembros, pero donde después también participan todas las madres de la casa, las que trabajan, que son unas veinticinco madres, y después se las participa de lo que se resolvió en la comisión. Y si la cosa es muy álgida, muy difícil, nos reunimos todas para debatirlo, como ser para discutir si íbamos o no al programa de Mirtha Legrand lo discutimos casi una semana entera, con todas las madres que iban y venían, que se enteraban y que venían a dar su opinión, y las del jueves y las del martes y las de todos los días. Hay un grupo de Madres que hace el envío del periódico, hay un grupo de Madres que se encarga de lo que son las tareas de la casa, del dinero, de las compras y de eso. Todas participan de todo, también cuando hay decisiones participan todas, no somos las elegidas, participamos todas.

MGM: ¿Las reuniones de comisión son semanales?

HB: Son semanales, todos los martes. Después de la reunión de comisión, todas las Madres de la casa participan de cosas que nos comprometen a todas, queremos saber qué piensan todas y entonces vienen todas. No es una cosa de llamado, sino que estamos, vienen, todas saben, quieren saber qué pasó, les cuento un viaje…

MGM: Pareciera una cosa mucho más espontánea…

HB: Claro, porque nosotras no somos burocráticas, queremos romper con todo lo que sea burocrático; bueno, por supuesto, hacemos un acta de la reunión. Ahora estamos reunidas con la gente para la Marcha de la Resistencia, estamos trabajando tres Madres. Esas tres tienen que contarles a las otras qué pasó, qué se discutió, qué se arregló. Lo que pasa es que ahora, cuando salimos de ahí, nos reunimos de vuelta. Hay días que estamos reunidas todo el día, ¡porque hay tanto trabajo!, vamos debatiendo los temas que nos van dejando. Los diputados italianos que recién vinieron nos dejaron una inquietud, ahora tenemos que reunirnos con todas para ver qué piensan.

MGM: Ahora que dice lo de los “temas”, querría preguntarle si se reúnen a estudiar o alguna otra actividad similar, leer leyes…

HB: No. Los jueves a la mañana, por medio del periódico o de los temas que salgan, hacemos una discusión política, o sea que ahí tenemos charlas políticas o las Madres me traen problemas o los discutimos entre todas o vemos cómo en cada periódico sale una cosa diferente, y ahí discutimos política, qué pasa, por qué sacan esto o por qué no lo sacan, por qué se dice esto, si tapa lo otro, por qué no se tapan o por qué se tapan las cosas. De ahí salen las cosas que vamos a decir en la radio, porque tenemos, los días jueves, muchas radios alternativas que vienen y nos graban, y también sale el discurso de la Plaza; aunque es corto, es siempre de acuerdo al tema que elegimos.

Ese día no cocinamos acá, comemos cualquier cosa y después vamos a la Plaza. Y ahí es la locura, entrevistas y gente, viene cualquier cantidad de gente del exterior; gente del país, maestras, alumnos, de todo.

MGM: Esas visitas tan numerosas de la gente del exterior, ¿cómo las viven?, ¿piensan que las consideran algo pintoresco?

HB: No, la gente que viene a la Plaza viene a darnos siempre solidaridad, no viene a vernos como a una cosa extraña, mucha gente que va a la Plaza hasta a veces habla. Es una cosa bien profunda. Los que dicen que es folklórico son los que no entienden a toda la gente que nos apoya o no lo quieren ver.

MGM: La autodenominación de Madres implica, desde ya, definirse en función de sus hijos; la pregunta sería ¿se consideran hijas de las ideas de sus hijos, construyeron su aparato ideológico a posteriori del de sus hijos o era preexistente?

HB: Nosotros (sic) decimos que ellos nos parieron y que levantamos sus banderas porque son las mismas por las que ellos lucharon, lo que reclamamos nosotras ahora, tal vez con una ideología más tibia, porque ellos eran tan combativos, tan claros, tan serios, tan íntegros en lo que hacían, ¿no?, nosotros tal vez no lo hacemos con la misma fuerza que ellos, tratamos de hacerlo lo mejor que pode- mos, de defender los principios que ellos defendían y que son los nuestros, y, bueno, de sentir la lucha de ellos como propia, ¿no?, eso es lo que tratamos de hacer, no sé si nos sale.

MGM: ¿Cuál es su opinión actual acerca de la lucha armada?

HB: Yo creo que todos los pueblos tienen derecho a levantarse en armas cuando son sometidos, cuando son postergados, cuando son marginados; cuando alguien perdió todo y ya no tiene más nada, yo creo que tiene derecho a levantarse en armas. Yo creo que la lucha armada tiene que ser hecha con mucho criterio, que tiene que haber mucha gente dispuesta a dar la vida en contra de la opresión; porque, si no, se pierden muchas vidas y no se recuperan; yo creo que los pueblos que se han levantado en armas, como en Nicaragua, como en Salvador, han demostrado que era necesario para conseguir un poquito de libertad; ahora después, claro, como pasa- ron tantas cosas, y en Nicaragua está Violeta Chamorro y en El Salvador están ahora pensando qué van a hacer, si van a seguir o no, y hay lucha armada en otros países, yo no sé, yo creo que la lucha armada, que es algo tan serio y tan importante, ¿no?, para un pueblo, para un país tiene que ser de todos, no puede ser de un pequeño grupo. Tenemos que ser muchos los que estemos…

MGM: …dispuestos…

HB: …dispuestos; si no, no sirve. Yo creo que se puede hacer la revolución más lentamente, con mucho fundamento y con mucha fuerza y tal vez arriesgando la menor cantidad de vidas posible. Esa es la idea nuestra.

MGM: Si tuviera que hacer una autocrítica, de las Madres en general, de usted en particular…

HB: Yo creo que las Madres en un principio fuimos muy ingenuas, creíamos muchas cosas que no eran, creíamos que Videla era un presidente y era un asesino. Creo que no nos abrimos como debiéramos haberlo hecho antes y lo comenzamos a hacer mucho tiempo después, o sea no hace tanto tiempo que las Madres abrimos la lucha a otras luchas, hará unos seis o siete años y creo que nos debíamos haber abierto antes, pero, bueno, teníamos temor, no queríamos que nos dijeran que hacíamos política, nos parecía –como los políticos decían: ah, hacen política– ah, no no, políti- ca, no, claro, porque nos metían la idea de que era malo hacer política; cuando nos dimos cuenta de que era bueno, empezamos a reconocerlo, ¿no? Creo que esa fue una cuestión que debíamos haberla… y que debíamos haber sido más duras de lo que fuimos; sí, en algunas ocasiones hubiéramos debido ser mucho más duras, más terminantes; pero, bueno, ya está, ahora está así.

MGM: ¿A qué argentina, de la historia o del presente, elegiría, si tuviera que rescatar una figura de mujer?

HB: Y por ahí a la más anónima, ¿no?, a mi mamá, por ahí, que toda la vida trabajó y ahorró… y… ahora, a una figura pública, me parece que Eva Perón y la señora Moreau de Justo son dos mujeres… brillantes, opuestas tal vez en su pensamiento pero con ideales tan claros, ¿no? Yo creo que son dos mujeres para pensar.

MGM: ¿Cómo se siente incluida en la serie: Alicia Moreau de Justo – Eva Perón – Hebe Bonafini?

HB: Bueno, me siento muy honrada, no sé, me da mucho miedo, porque son dos gigantes para mí, Eva Perón y la señora Moreau de Justo. Vos sabés que en la última exposición que hicimos las Madres, vino alguien a reprocharnos que no teníamos ni una foto de la señora Moreau de Justo con nosotras, es que nunca nos sacamos una foto con ella, no sabemos por qué, en algún lugar estarán pero nosotras no las tenemos. Y yo me quedé muy mal, porque ella me dijo “¿cómo en esta exposición no está la señora?”, no es que no la sintamos, sentimos que está aquí pero no teníamos ni una sola foto de ella con nosotras, con tantas veces que estuvimos juntas. Yo he leído la vida de Eva Perón de muchas maneras, muchos libros he leído sobre ella, el último que leí es uno de Marisa Herrero [Navarro], una historiadora, me pareció excelente, porque uno conoce muchas más facetas de lo que vio, y a la señora Moreau de Justo la conocimos y estuvimos con ella y sabíamos de su pensamiento y de su lucha, su entrega, ¿no?; porque lo más importante de ellas dos yo creo que fue la entrega, la entrega así sin pensar en nada, entregadas por entero a lo que creían, en su objetivo, que es una cosa tan fuerte.

MGM: Sin duda por eso mismo es que la serie no tiene que darle ningún temor, porque yo creo que las condiciones, a pesar de las diferencias, en ese punto son las mismas. Y usted dice que leyó textos sobre la vida de Eva ¿y textos de ella, La razón de mi vida, por ejemplo?

HB: Me gustan más los libros que cuentan sobre ella, que son muy interesantes. Ese de Marisa Herrero [Navarro] me pareció brillante, porque no está ni la parte donde se la condena ni donde se la subestima ni se la alaba demasiado, sino que está la Eva Perón, la que yo quiero, esa Eva Perón. En sus contradicciones y en todo, pero esa Eva Perón, esa que se jugó, esa es la que está en ese libro, por eso me gustó.

MGM: Volviendo a las Madres, aunque los términos cuantitativos suelen ser molestos, nos consta que los números a veces ayudan por su fuerza; en función de esto, otra cosa que quiero preguntarle es ¿siendo los desaparecidos tantos como lamentablemente sabemos, cómo se explica que las Madres hayan sido tan pocas en relación y sigan siéndolo?

HB: Porque no es lo mismo ser Madre de Plaza de Mayo que madre de desaparecido. Hay 30.000 desaparecidos y hay 15.000, porque algunas tenemos dos o tres, o 18.000 madres de desaparecidos, pero no hay 18.000 Madres de Plaza de Mayo, porque las Madres de Plaza de Mayo fuimos las que entendimos la lucha de los hijos, las que nos entregamos de lleno a luchar por otros hijos que no son los nuestros pero que encontramos en ellos a los nuestros, somos las que no estamos dispuestas a aceptar ningún tipo de reparación, porque la única reparación posible, si es que hay una, es la justicia, entonces por eso es que no hay, porque no todas las madres ni todas las mujeres que han perdido a los hijos están dispuestas a esto que te lleva la vida, esto es una entrega total. Es una lección de vida, y nuestra generación era una generación egoísta, individualista, y cambiar y transformarse a los 49 años, como empecé a transformarme yo cuando me llevaron a mis hijos, no es fácil; no es fácil, porque es como que cada mañana alguien te da dos o tres trompadas para que sigas cambiando, cuando querés entrar en esta cosa del individualismo decís no, pero cómo, si yo estoy haciendo esto no puedo ser individualista, para ninguna de las co- sas que hago en el día, y no es fácil. No es fácil. No todas están dispuestas. Además, por la vida a veces cómoda, acá te tenés que mojar, tenés que estar abajo de la lluvia, bajo el sol, bajo el frío, bajo el calor, no hay horarios… Ya la vida personal no cuenta, no hay más nada personal. Yo no me compro ni la ropa, yo me pongo lo que me dan, me regalan, jamás salgo a mirar una vidriera, a elegirme nada, no tengo tiempo, no puedo. Si tengo tiempo, leo porque me encanta leer.

MGM: Ahora que dice esto de la lucha que sigue, etc., ¿cómo se explican las consignas principales que continúan levantándose: aparición con vida, y juicio y castigo? Cómo se explican actualmente, quiero decir, cuál es su vigencia ahora, sobre todo la de la primera.

HB: Bueno, aparición con vida es el cuestionamiento a un sistema, ¿no?, aparición con vida: mientras los asesinos estén en libertad, nosotros no vamos a reconocer la muerte, nunca se puede reconocer la muerte de un hijo si los demás no dicen qué pasó, porque nadie nos dijo que los mataron o que están enterrados en algún lugar o que los quemaron o que murieron en la tortura. Quieren que nosotros aceptemos las muertes sin que nadie lo diga y sin que nadie pague por ellas. Entonces mientras los asesinos estén en libertad, nosotros no vamos a reconocer la muerte de nuestros hijos, nunca, porque la desaparición es un delito permanente, entonces para nosotros siguen estando desaparecidos.

MGM: Bueno, después de esto casi no me atrevo a preguntar nada más. Muchas gracias.

HB: No, querida, al contrario.

Fuente de la información e imagen: https://lobosuelto.com

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La USICAMM reproductora de injusticias: el caso de los docentes de secundaria

Por: Israel Moreno Salto

«Asombrosamente, los gremios sindicales que deberían estar al pendiente de los derechos laborales de sus nuevos agremiados simplemente brillan por su ausencia.»

Una de las piedras angulares de la reforma educativa de Peña Nieto fue sin duda la creación y operación del Servicio Profesional Docente (SPD). Posterior a su caída en el 2019 se irguió sobre sus ruinas la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros (USICAMM), cuya misión era fungir como una especie de acción afirmativa que repararía las injusticias causadas por su antecesor. Desafortunadamente, a la fecha persisten grandes injusticias y desigualdades en la entrega de plazas a docentes de nuevo ingreso. Esta nota pondrá énfasis en el caso de secundaria, sin embargo, se reconoce que cada nivel tiene sus propias sutilezas al respecto.

¿A qué desigualdades me refiero? mientras que a los aspirantes seleccionados a ingresar al servicio público docente en los niveles de preescolar y primaria se les otorga una plaza equivalente a 20 horas, a los docentes de secundaria comúnmente solo se les permite elegir un módulo. Es importante notar que estos varían de asignatura en asignatura y de un centro de trabajo a otro, sin embargo, pueden llegar a ser de hasta dos horas a la semana en el caso de los docentes de artes o educación física.

Hace algunas semanas fui testigo de la asignación de plazas de nuevo ingreso en secundaria. En este proceso, se les informó a los aspirantes que solo tenían derecho a elegir un módulo por persona. La asignación fue variada y para nada equitativa: mientras que algunos docentes lograron obtener 16 horas, otros se quedaron solo con seis horas a pesar de haber logrado los primeros lugares en la lista de prelación. Este suceso me hizo recordar mi participación en el concurso de ingreso a secundaria por medio del examen de Alianza por la Calidad de la Educación (ACE) en el periodo de Calderón. En ese entonces, aunque logré obtener el segundo lugar en la lista de prelación únicamente se me ofrecieron dos módulos de cuatro horas, uno en una escuela a las orillas de mi ciudad y el otro en un ejido.

Los hechos descritos anteriormente sugieren que la ACE del PAN, el SPD del PRI y la USICAMM de MORENA, además de compartir la ideología de la meritocracia también reproducen y legitiman desigualdades de manera similar entre los docentes de nuevo ingreso. Al respecto, las autoridades del USICAMM argumentan que estas injusticias se generan por las propias necesidades del servicio educativo, no obstante, se puede apreciar que existe un desinterés de su parte por buscar alguna propuesta de mejora. Asombrosamente, los gremios sindicales que deberían estar al pendiente de los derechos laborales de sus nuevos agremiados simplemente brillan por su ausencia.

Fuente de la información: https://profelandia.com

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De la lucha por la tierra a los caracoles

Por: Luis Hernández Navarro

“Pasen a firmar los que no tengan miedo”, dijo el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, copiando las palabras de Emiliano Zapata, a 268 líderes rurales, entre los que se encontraban familiares del Caudillo del Sur. En Los Pinos, ante un cuadro del jefe del Ejército Libertador, los dirigentes de las centrales nacionales pasaron uno a uno a suscribir el Manifiesto Campesino, que avaló el fin del reparto agrario y la privatización del ejido. La fecha quedó registrada junto a la emboscada de la Hacienda de Chinameca: 1° de diciembre de 1991.

Antes de comenzar la ceremonia, unos cuantos representantes que se olieron de qué iba la encerrona, preguntaron dónde estaba el baño y pusieron pies en polvorosa para no sumarse al documento. Entre ellos estaba Pancho, un líder tseltal que llevaba años luchando por la tierra con sus compañeros de la selva Lacandona. Regresó a su región y no volvió a aparecer en la vida pública hasta mucho tiempo después del levantamiento zapatista.

El compromiso de los líderes de superar el reparto agrario convocando a un gran esfuerzo de conciliación entre los hombres del campo adquirido ese día, fue visto como una gran traición por cientos de miles de campesinos en todo el país, pero especialmente por los chiapanecos, que llevaban décadas luchado por tierra. Esa contrarreforma al artículo 27 constitucional nubló el horizonte indígena y animó a centenares de comunidades a tomar las armas.

En el libro Voces de la historia, los habitantes de Nuevo San Juan Chamula, Nuevo Huixtán y Nuevo Matzan, recuerdan su experiencia y las de sus abuelos en las fincas y pueblos, donde nacieron y se criaron aguantando el hambre, así como las razones que los llevaron a colonizar la Selva, para buscar dónde comer un poco mejor y dejar atrás el dolor de la pobreza y el puro sufrir.

Casi todos los que conocemos salen a la finca. Con nuestro trabajo se hicieron ricos los patrones, aunque nosotros seguimos igual en nuestra pobreza. Además del trabajo pesado tenemos más sufrimiento en la finca. Al patrón no le importa el trabajador. Quedamos con hambre. Maltrataban mucho los caporales: chicoteaban, golpeaban con ramas, con cincho, con la palma del machete, daban patadas; con cualquier cosa venía el castigo, explican. Por eso, en un moderno éxodo, marcharon a buscar una nueva vida en la selva.

La lucha por la tierra se generalizó en todo el estado durante las décadas de 1970 y 80. Los indígenas no sólo buscaban recuperar la que los finqueros se habían apropiado por medio del despojo violento. También la que habían ocupado en la selva para huir de la miseria. Un decreto presidencial de Luis Echeverría Álvarez, en 1971, otorgó la posesión de 614 mil hectáreas a 66 familias lacandonas, negándosela al resto de pobladores. En palabras de la Unión de Uniones, detrás del decreto estaban los intereses de Nacional Financiera, es decir, de la gran burguesía, que pretendía llevarse toda la madera de caoba y cedro contenida en las miles de hectáreas tituladas a favor del grupo lacandón.

El gobierno quiso reconcentrar a los otros indígenas (tseltales, tsotsiles, choles) y fijar los límites de la Comunidad Lacandona, por medio de la Brecha. Las comunidades resistieron poniendo el cuerpo por delante con la consigna de ¡no a la Brecha! En octubre de 1981, 2 mil campesinos de la selva marcharon y ocuparon la plaza de Tuxtla Gutiérrez. Caminaron días para llegar a un ve­hículo que los trasladara a la capital del estado. Años después, su lucha cosechó frutos. En 1989, Salinas de Gortari entregó la dotación a 26 colonias.

En entrevista con Roberto Garduño en La Jornada, el mayor Sergio, el Representante, rememoró esas faenas y cómo los habitantes de la región se vieron amenazados por las autoridades: “Con el decreto de 1972, el gobierno empezó a decir que nos íbamos a salir por las buenas y por las malas… pero no quisimos salir porque nuestros padres y nuestros abuelos buscaron este lugar para vivir y trabajar”.

En la selva, los rebeldes aprendieron a manejar el fusil para defenderse de las guardias blancas. Luego siguió la educación política e ideológica y el fortalecimiento de la organización comunal. Sergio recordó el caso de la venta del café como síntoma de la injusticia, porque los coyotes engañan y pagan precios de risa por el producto.

Los zapatistas –añadió– “empezamos a trabajar en nuestras comunidades casa por casa y barrio por barrio. Mucho tiempo luchamos de manera pacífica, pero nos ignoraban, por eso empezamos… pero no nos han dejado, nos han reprimido, por eso hemos tomado el fusil”.

A pesar de que se había izado la bandera blanca en el campo, la sublevación de 1994 permitió a campesinos e indígenas, zapatistas y no zapatistas, recuperar miles de hectáreas. En lugar de parcelarlas como hicieron otros, los rebeldes impulsaron en ellas proyectos de asociación colectiva para la producción agrícola y ganadera, que les han permitido controlar su vida y practicar el autogobierno. Estas experiencias son la base material sobre los que se erigen los caracoles, que este 9 de agosto cumplieron 19 años de vida.

El agravio de Carlos Salinas contra los pequeños productores rurales, cuando en Los Pinos llamó a los líderes a que pasaran a firmar sin miedo un acuerdo para cerrar la puerta a la vía campesina de desarrollo, fue respondida años después por el EZLN, descarrilando en los hechos el fin del reparto agrario.

Pero el rechazo fue aún más lejos. Sobre ese ¡no! inicial, los rebeldes pasaron a construir una sociedad que representa todo lo contrario de lo que el salinismo quiso impulsar. Esa sociedad alternativa ha tomado forma en los caracoles. En ellos se sintetiza tanto la historia profunda y subterránea de campesinos e indígenas por la tierra y la autonomía, como su disposición y potencia para construir un otro mundo.

Twitter: @lhan55

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/08/09/opinion/016a1pol

Imagen: https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/10/05/delegaciones-del-ezln-viajaran-a-europa-en-2021-4925.html

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Injusticia hermenéutica y responsabilidad

Por: Leonardo Díaz

Toda sociedad está caracterizada por “luchas hermenéuticas” donde nuevas interpretaciones de las experiencias sociales surgen y son expuestas a la mirada y a la comprensión de los otros.

El planteamiento de que la injusticia hermenéutica es estructural e impersonal puede hacernos pensar que la misma excluye la responsabilidad de agentes. Parece depender de la situación azarosa de una época, de la carencia de sus recursos hermenéuticos.

El filósofo José Medina, invitado especial del seminario de hermenéutica que organizaremos desde el Instituto Especializado de Estudios Superiores para Humanidades, Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó, el próximo 10 de septiembre, objeta esta perspectiva y afirma que la responsabilidad es un aspecto intrínseco de la injusticia hermenéutica.

Tendemos a pensar la responsabilidad en términos básicamente individuales, pero Medina señala que debemos replantearnos el problema de la responsabilidad sobre las injusticias hermenéuticas en términos compartidos. (“Varieties of hermeneutical injustice”, en The Routledge Handbook of Epistemic Injustice,2017). En el contexto de una sociedad, los integrantes de un determinado grupo pueden ser responsables de acciones, compromisos o negligencias que posibilitan las distintas expresiones de la injusticia hermenéutica.

Es el caso de las resistencias que ofrecen determinados grupos a comprender las interpretaciones de las personas que construyen significados desde experiencias sociales que han sido marginalizadas, estigmatizadas y criminalizadas.

Al mismo tiempo, como señala Medina, la existencia de acciones y prejuicios en una cultura no exonera de responsabilidades individuales. Hay grados de complicidad en la responsabilidad de los individuos con respecto a las prácticas de su cultura, del mismo modo en que hay grados de responsabilidad individual de la ciudadanía con respecto a las prácticas políticas de su comunidad.

Otro aspecto destacado por Medina para comprender el problema es que una cultura no es un bloque monolítico desde el cual una experiencia social se haga absolutamente ininteligible. Está constituida por una diversidad de subculturas y subgrupos en interacción que construyen significados y disponen de una variedad de recursos interpretativos y de capacidades, así como de una diversidad de actitudes hacia los significados emergentes.

Así, toda sociedad está caracterizada por “luchas hermenéuticas” donde nuevas interpretaciones de las experiencias sociales surgen y son expuestas a la mirada y a la comprensión de los otros; y donde cada uno de nosotros es responsable en mayor o menor medida de la actitud, la apertura y la disposición a comprender esas nuevas formas de experimentar el mundo.

Fuente e Imagen: https://acento.com.do/opinion/injusticia-hermeneutica-y-responsabilidad-8979158.html

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La educación de calidad contra la manipulación

Por: KELLY CRUZ

Es fácil manipular a una población ignorante, pero no a una capaz de responder hacia los abusos de poder y las injusticias, dado que tiene el conocimiento para hacerlo.

Dicen que siempre hay opciones al elegir, pero ¿qué pasa cuando esas opciones se ven limitadas o se reducen a una sola por las condiciones políticas y sociales? En nuestro país, esto puede llevar a las personas a orientar sus acciones, sus pensamientos o sus ideas hacia un cierto paradigma político, cuando, en realidad, no lo tienen.

Según los últimos datos publicados por la UNESCO, El Salvador tiene una tasa de alfabetización del 89,01% en adultos y del 97,97% en jóvenes, la cual es bastante buena en comparación con la de otros países latinoamericanos o con la de países de otras regiones como África. Sin embargo, también son notables los pocos cambios o reformas que se han producido en el sistema educativo en los últimos años.

Con los conflictos sociales que se han desbordado alrededor del mundo en los últimos dos años, y más concretamente en América Latina, resulta indispensable expandir la idea de la importancia de tener una población educada. La educación no solo facilita el desarrollo de las personas, sino que también cambia constructos sociales y políticas desfasadas, que hoy en día son la forma de funcionar de muchos países.

Utilizar la educación para hacerle frente a la manipulación política es posible, sobre todo en países subdesarrollados donde la población acepta políticas sin entenderlas, lo cual se vuelve peligroso en el momento que atenta contra los derechos de las personas, sobre todo de quienes no son conscientes de ello. Es fácil manipular a una población ignorante, pero no a una capaz de responder hacia los abusos de poder y las injusticias, dado que tiene el conocimiento para hacerlo.

Esta educación no solo debe ser impartida así, sin más. Quienes la garantizan deben buscar que sea de calidad, lo cual implica mucho, empezando con un cambio de la educación tradicional a una más moderna, con reformas adecuadas a la necesidad de nuestro país. Si bien se pueden tomar como ejemplos los sistemas educacionales de Europa, es importante no ser una réplica, pues debemos entender que nuestra situación económica y social es distinta.

Es también notable que pocos han sido los gobernantes que han prestado atención al sistema educativo. Muchos se han limitado a brindar herramientas para que el mismo sistema siga funcionando, lo cual no es lo mismo. Esto se debe a que invertir en educación no rinde frutos en el corto plazo. El progreso que resulte de tomar hoy la decisión de modificar el sistema no puede ser percibido dentro de un mismo periodo administrativo y no resulta rentable para quienes quieren gobernar con efectos inmediatos y reprochando lo que los anteriores han hecho mal, sin simpatizar con los que vendrán en un futuro. Por lo anterior, los cambios y las reformas caen en un punto muerto, ya que se necesitan políticas públicas impulsadas por quienes hoy en día mantienen politizado el país para sus propios intereses. Nadie utiliza armas para vencerse a sí mismo.

Por tanto, para solucionar este problema, los cambios y reformas del sistema educativo deben empezar por quienes están a cargo de brindar la educación de primera mano. Esto implica, por su parte, la tarea de cultivar una mejor preparación de los educadores, sin prejuicios, sin sesgos políticos o sociales y, sobre todo, con tolerancia. Así también, implica un cambio de mentalidad de los adultos, uno que ayude a crear espacios que permitan a los más pequeños descubrir lo que realmente les apasiona y así tener mayor probabilidad de que en un futuro nuestro país no tenga personas trabajando como máquinas por un salario, sino porque quieren voluntariamente construir un mejor El Salvador, tomando las decisiones correctas y no las políticas. Por último, es también indispensable crear un espacio en el que los jóvenes se sientan seguros, que les permita expresar lo que piensan sobre las decisiones de nuestros gobiernos y cómo les afecta. Esto puede ser un gran primer paso para tener ciudadanos responsables, que busquen la verdad más allá de la que escuchan y, sobre todo, ciudadanos que sean conscientes de lo que pasa en su país y pueden ser capaces de, como mínimo, intentar un buen cambio.

Estudiante de Ciencias Jurídicas

Fuente: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/educacion/872196/2021/

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La semana docente 14: las gestiones del magisterio ante las urgencias del profesorado. Chile

América del Sur/Chile/06-08-2021/Autor(a) y Fuente: www.colegiodeprofesores.cl

Carlos Díaz Marchant informa de las gestiones de las dirigencias comunales y regionales ante los Servicios Locales de Educación y las acciones del gremio docente ante problemáticas emergentes, entre ellas el intento del CPEIP de restar un bono a las profesoras y profesores de Chile.

Fuente e Imagen: https://www.colegiodeprofesores.cl/2021/08/01/la-semana-docente-14-las-gestiones-del-magisterio-ante-las-urgencias-del-profesorado/

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Entrevista a Eduardo Halfon: “Nuestra identidad no es más que una colección de máscaras”

Por: Aloma Rodríguez

En ‘Canción’ Eduardo Halfon construye una novela en la que se mezclan episodios de la vida familiar pasada con el secuestro de su abuelo, pero también una intención de explicar Guatemala.

Canción (Libros del Asteroide) es la nueva entrega de esa especie de gran novela en marcha del escritor guatemalteco Eduardo Halfon (1971). Aquí los recuerdos de infancia y de un abuelo severo, de una prima que llega de Buenos Aires y cuya promesa de enseñarle las nalgas queda en suspenso se mezclan con el relato del secuestro de su abuelo por parte de la guerrilla. Halfon se cita con una de las secuestradoras en un bar, ella le ha hecho prometer que no escribirá nada. Y todo esto lo recuerda o lo cuenta a propósito de un congreso de escritores libaneses en Tokio, al que ha sido invitado porque su abuelo era libanés.

Canción es la historia del secuestro de tu abuelo, un judío libanés que prospera en Guatemala, y al que la guerrilla mantuvo secuestrado 35 días. Sin embargo, “Canción” es el sobrenombre del secuestrador con el que su abuelo parece que intimó más, ¿por qué?

Nunca supe por qué mi abuelo formó una especie de amistad con ese secuestrador en particular. Pero su amistad sigue el patrón clásico del síndrome de Estocolmo, ¿no?, en el cual una víctima de secuestro o retención desarrolla un fuerte vínculo afectivo con su captor. Sabemos que mi abuelo y Canción hablaban mucho, que jugaban dominó por las tardes, que cenaban juntos. Sabemos que mi abuelo no solo le compró medicinas durante el secuestro, sino que su captor lo visitó varias veces después, en su almacén de telas en el Portal del Comercio, para que mi abuelo le entregara más medicinas.

Lo que se cuenta en el libro es también qué fue de los secuestradores. El narrador se cruza por azar con uno de los guerrilleros que planificaron el secuestro y se da cita con otra guerrillera que estuvo implicada en el secuestro. ¿Por qué ese interés por saber qué fue de ellos?

Siempre supe del secuestro de mi abuelo, pero lo supe de una manera anecdótica, fragmentada, aun prohibida. Era una historia apenas comentada en la familia. Lo que finalmente me hizo interesarme por saber más —o sea, por escribir más— fue tropezarme con la historia de uno de sus secuestradores. Yo estaba en Guatemala de visita en 2019, cuando me puse a ojear un viejo ejemplar de Los años de la resistencia, de Miguel Ángel Sandoval. En un par de páginas, y en primera persona, Sandoval narraba los detalles del secuestro de mi abuelo por la guerrilla guatemalteca en enero de 1967, y especialmente la participación de uno de los guerrilleros, un tal Percy Amílcar Jacobs Fernández. Y como Percy trabajaba entonces en una carnicería, intentaba explicar Sandoval, sus compañeros lo apodaron Canción. Ese personaje, y su apodo tan extraño, me abrió la puerta a la historia de mi abuelo, y también a la historia reciente y tan violenta de mi país.

Contar la historia de ese secuestro es contar necesariamente la historia de Guatemala, que es una historia de violencia, de dictaduras y de intentos frustrados de llevar el país hacia una cierta igualdad y justicia, un camino fallido hacia la democracia.

Podríamos decir sin ningún titubeo que en Guatemala el intento revolucionario fracasó. Hoy existe aún más desigualdad, aún más violencia, aún más injusticia y corrupción, aún más pobreza extrema y analfabetismo y desnutrición infantil. Pero si uno se acerca un poco a la historia reciente del país, nada de esto sorprende. Guatemala es, como alguna vez escribió mi abuelo, un país surrealista.

Aparece la relación con ese abuelo, un señor de carácter; hay recuerdos de infancia, pero también visitas a bibliotecas en busca de documentación, ¿cómo se mezclan materiales tan diversos y de manera tan natural?

El escenario donde suceden mis historias se va armado siempre así, con recuerdos de infancia como telón de fondo, con documentos y detalles históricos como mobiliario y accesorios. Pero el drama que se desarrolla en el escenario es ficción. Y para que esa ficción funcione el escenario debe ser verosímil, palpable, muy visual. El lector debe sentirse subido ahí en las tablas, mirando a los personajes, oliendo los aromas.

Canción se abre –y se cierra– en un congreso en Tokio dedicado a escritores libaneses. Cuando le invitan, el narrador descubre que esa es otra de sus identidades, la de libanés…

Mi abuelo libanés no era libanés. Es decir, cuando él salió de Beirut, en 1917, Beirut formaba parte del territorio sirio. Mi abuelo, legalmente, era sirio, pero siempre se llamó a sí mismo libanés. Y cuando de pronto me invitan a Tokio como un escritor libanés, primero pienso que es un error o una broma, pero luego empiezo a preguntarme qué significa ser libanés, algo que para mi abuelo ni siquiera estaba relacionado con un país. Nuestra identidad no es más que una colección de máscaras.

El congreso de Tokio y el discurso de inauguración en la Feria del Libro de Guatemala le permiten hacer un retrato, casi una foto, de en qué consiste el mundo literario. Pensaba en los libros más recientes de Rachel Cusk, donde también se asoma a la vida cotidiana del escritor.

Es que no es lo mismo escribir que ser escritor. Escribir es un oficio solitario, íntimo. Mientras que ser escritor es un oficio público y hasta histriónico, en el cual uno viaja a congresos y se viste de escritor y cuenta pequeñas historias con una voz entre graciosa y tierna. Pero en mis páginas, como quizás también en las de Rachel Cusk, escribir y ser escritor se mezclan. Mi narrador, ese otro Eduardo Halfon, no puede evitar escribir sobre su pose de escritor.

Esta novela forma parte de la exploración sobre su pasado, sus orígenes y su identidad, y en ese sentido se inscribe en un proyecto mayor, el que conforman sus novelas, una especie de libro por entregas…

Sí, es una especie de proyecto literario en marcha, pero uno que se ha ido formando muy espontáneamente ante mí, sin que yo lo supiera y sin ninguna planificación previa. Inició en 2008, con la publicación de El boxeador polaco: seis cuentos, escritos todos de una manera independiente pero narrados por un mismo personaje, un tal Eduardo Halfon. No soy yo, aunque se me parece. Fuma (yo no fumo). Viaja mucho. Es intrépido. Tiene su propio temperamento. Tiene su propia voz, en la cual nos cuenta seis episodios de su vida. Seis cuentos, y listo. Pero de pronto, en 2010, uno de esos cuentos empieza a crecer y se convierte en una novela corta titulada La pirueta. En 2013, otro de los cuentos originales se vuelve un capítulo de Monasterio. Le sigue Signor Hoffman en 2015, y Duelo en 2017, y este año Canción, todos narrados por ese mismo personaje. A veces él continua una historia anterior, otras veces revisita algún personaje. Pero siempre me sorprende. Entonces, sin yo planificarlo, y sin saber que esto iba a pasar, aquella primera edición de El boxeador polaco ha ido funcionando como una especie de libro gestor, o como libro madre, o como un sol, si se quiere, para todos los libros siguientes que circulan alrededor de él y que forman parte de un proyecto o quizás de un solo libro, escrito por entregas. Nunca sé cómo seguirá. Ni tampoco cuándo termina. Quizás sólo lo sabe ese otro Eduardo Halfon.

Fuente: https://www.letraslibres.com/espana-mexico/libros/entrevista-eduardo-halfon-nuestra-identidad-no-es-mas-que-una-coleccion-mascaras

 

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