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¿Se nos han ido de las manos la maternidad y la paternidad?

Por: Adrián Cordellat 

Los objetivos educativos han crecido de forma exponencial: educación en valores, inteligencia emocional, formación académica y así hasta un largo etcétera

Hace unos días leía el prólogo de ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? (Arpa Ediciones) mientras preparaba una entrevista a su autora, la psicóloga Maribel Martínez. En ese prólogo, Martínez hace una reflexión sobre la evolución que han experimentado los objetivos educativos de los padres en apenas dos generaciones. Así, los padres que lo fueron durante la posguerra y la dictadura tenían una única prioridad: que sus hijos sobrevivieran sin pasar hambre. Superado el hambre, los padres de quienes nacimos a finales de los setenta y los ochenta añadieron una nueva prioridad: “formar académicamente a los hijos y ofrecerles la oportunidad de tener un trabajo que les permitiera prosperar”. Hoy, garantizada la comida, la educación y hasta la suscripción a Netflix, los objetivos educativos han crecido de forma exponencial: educación en valores, inteligencia emocional, formación académica, actividades extraescolares, aprendizaje de idiomas, práctica de deporte, alimentación sana, etc.

¿Se nos ha ido de las manos?, le pregunté a Maribel cuando tuve la ocasión de hablar con ella. “En algunos aspectos creo que sí”, me respondió antes de citar un concepto: profesionalización de la paternidad. “Estamos ante la generación de padres más formada de todos los tiempos. Una generación con una gran autoexigencia personal, académica, laboral y cómo no, en el rol de padres. Antes de que nazcan los hijos, ya se están formando e informando. Queremos ser unos padres excelentes, que nuestros hijos sean felices, que no les falte nada, que no sufran, que no lloren ni se frustren y que sean perfectos. Esto hace que vivamos la crianza con ansiedad. Todo tiene que estar controlado e ir bien y no nos damos cuenta de que nuestra ansiedad contamina el ambiente familiar”, me argumentó cuando le pedí que profundizara en ese concepto al que, sin poner nombre, yo llevaba tiempo dando vueltas. Concretamente desde que cambié los libros de autoayuda por la literatura, desde que El nudo materno de Jane Lazarre empezó a tener más peso en mi conciencia que la última novedad de los gurús de la crianza. Y, entonces, tomé un poco de distancia de esa profesionalización, en la que yo también estaba sumergido hasta las cejas y, vista con perspectiva, me pareció impostada, un tanto excesiva, casi ridícula.

Mientras escribo esto me vienen a la mente algunas escenas de la primera temporada de Mira lo que has hecho, la serie de Berto Romero para Movistar, o de la serie australiana The Letdown (disponible en Netflix), que recogen con humor y un punto de sarcasmo esta profesionalización de la maternidad y la paternidad llevándola a la parodia, al absurdo. Tengo que reconocer que cuando vi algunas de esas escenas me sentí muy interpelado, como si fuese yo el padre o la madre estereotipados y “profesionales” que protagonizaban las mismas. Me reí, claro. Es bueno reírse de uno mismo. Pero luego me dio que pensar. Quizás porque para entonces ya estaba más cerca de Jane Lazarre que del divulgador experto en crianza de turno.

Últimamente cada vez pienso más en esa profesionalización. Tengo la sensación de que, en consonancia con los tiempos, se ha radicalizado. Y no sé si esa radicalización, que parte de la mejor de las intenciones, es realmente buena para nuestros hijos. Ni para quienes les rodean. Pienso en los abuelos. En muchos de ellos, que están teniendo que sufrir en sus carnes esta profesionalización cuando se relacionan con sus nietos (“No le digas eso”, “No le des de comer esto”). No entienden nada, no comprenden que todo se haya vuelto tan complejo, se les ve encorsetados, tensos, con miedo a meter la pata.

Cada generación llega más formada a la paternidad. Yo lo veo en los padres de los compañeros de clase de mis hijos. Los que han accedido este año al colegio tienen unas inquietudes y unas preocupaciones que no existían cuando mi hija empezó su etapa escolar hace tres años. Y probablemente, entonces, nosotros tendríamos unas inquietudes que quienes habían arrancado unos años antes ni siquiera se planteaban. Lógico. No seré yo el que ponga en tela de juicio esa necesidad de prepararse y de formarse para intentar ser las mejores personas posibles para nuestros hijos. Es normal y está bien pretenderlo. El problema que veo (que he visto en mi propia experiencia) es que esa profesionalización también nos hace llegar a la experiencia materna y paterna con más conceptos claros e inamovibles, lo que nos convierte en padres y madres menos flexibles. Me pregunto si esto puede tener un impacto directo en la crianza de nuestros hijos, en su desarrollo. Si este seguir a pies juntillas, sin margen para la flexibilidad, los consejos, muchas veces además contradictorios, con los que expertos (y pseudoexpertos) de todo tipo nos bombardean en libros, blogs, redes sociales y canales de YouTube, acaba encerrando a nuestros hijos en una burbuja cargada de moral que les aleja del mundo real.

Alimentación, literatura infantil, educación para la excelencia…

Podemos hablar de la burbuja de la alimentación. Afortunadamente los padres cada vez tenemos más conciencia de la importancia que una buena nutrición, con más frutas y verduras y menos procesados y ultraprocesados, tiene para nuestros hijos. Hay grandes divulgadores que han conseguido hacer calar un mensaje necesario e importante que nosotros, los padres y madres, estamos llevando al extremo. He llegado a escuchar cómo se ponía en tela de juicio el bizcocho casero que unos padres habían llevado al colegio para celebrar el cumpleaños de su hijo porque tenía azúcar. He visto a padres y madres sufrir porque hasta ahora habían logrado mantener a sus hijos alejados del azúcar y en su idealismo creían que lo iban a conseguir permanentemente, como si sus hijos no viviesen en un mundo en el que por fuerza iban a tener que acabar relacionándose con otros niños, compartiendo aula, desayunos, comidas y meriendas.

“Yo no recomiendo aislar a los niños de la comida insana”, suele decir el dietista-nutricionista Aitor Sánchez, que en una entrevista reciente explicaba que la primera piedra de la educación alimentaría se pone en casa. Aunque también reconocía que luego aparecen otros entornos que van a compartir esa responsabilidad: la escuela infantil, el comedor del colegio, otros familiares. “Es en ese punto en el que la alimentación se convierte en algo estresante para muchas familias porque sienten que han perdido ese control –que tenían al principio– de lo que comen sus hijos. Descubren que su hijo no es un robot sino una nueva vida con voluntades y que está creciendo en torno –también– a los estímulos que le rodean. Tenemos la responsabilidad, sí, pero no vamos a poder controlarlo todo”, añadía.

Podemos hablar también de la burbuja de las emociones y del moralismo, que tiene un gran reflejo en la literatura infantil. Está bien querer que nuestros hijos aprendan a identificar y gestionar las emociones para que el día de mañana tengan una buena inteligencia emocional. Está bien que tengan unas nociones básicas del bien y del mal. Mi duda es si con esa sobredosis de educación emocional (cada emoción con su color) y de los libros con mensaje marcado que explican constantemente a nuestros hijos cómo deben comportarse y cómo deben ser, no les estamos arrebatando a ellos otras experiencias, otros sentimientos, otras emociones igual de válidas, otras formas de pensar. Si no les estamos construyendo otra burbuja que les aleja del mundo real. En la última Feria del Libro de Madrid vi cómo volaban los álbumes ilustrados más moralistas y emocionalmente exitosos mientras grandes obras del sector, álbumes maravillosos en los que prima la diversión, la belleza, la estética o la calidad literaria quedaban relegados a un segundo plano.

Podemos hablar de la educación, otro aspecto en el que se nota la profesionalización de la crianza, el hecho de que hoy tengamos mucha más información sobre pedagogías alternativas, sobre otras formas de hacer en el aula, sobre el funcionamiento del cerebro de los niños. La elección de la escuela (la más cercana a casa, por supuesto) era algo natural para nuestros padres. Hoy sufrimos por ver si nuestros hijos consiguen plaza en el colegio con el que soñamos para ellos. Hace unas semanas estuve visitando por trabajo una escuela infantil. La directora me contó que los padres llevan allí a sus hijos por la garantía de que van a salir hablando inglés y casi un tercer idioma. “Los primeros seis años de la vida de nuestros hijos son una inversión para el resto de la vida”, me dijo. Una inversión. Los padres invertimos en la educación temprana de nuestros hijos como si ellos fuesen un fondo de pensiones con la esperanza de que el día de mañana eso les dé réditos. En vez de preocuparnos porque jueguen, se diviertan y sean niños, estamos invirtiendo desde su tierna infancia en su supuesta futura carrera laboral.

Y podemos hablar de género. Como el escritor peruano Renato Cisneros, me considero un feminista en construcción. Todos los somos. Todos hemos crecido en entornos machistas y ahora luchamos por erradicar de nosotros las taras machistas que nos quedan. En mi caso comulgo con casi todas las reivindicaciones feministas. Me cuesta aceptar lo del lenguaje inclusivo, esas “x”, esas “@” y esas “e” que han colonizado las clases de nuestros hijos, donde ahora hay niñxs, niñ@s y niñes, pero no niños y niñas. Tengo familias amigas que hablan de “nosotras” porque son tres mujeres y un hombre. No me chirría. Incluso me parece lógico. Me chirrían las equis, las arrobas y las ees. Entiendo lo que reivindican, entiendo que la forma en que hablamos afecta a la forma en que vivimos y nos relacionamos, pero no tengo claro que unas equis, unas arrobas o unas ees sean la solución a una sociedad machista. La prueba está en todos los idiomas sin concepto de género que existen y cuyas sociedades no son precisamente el paradigma del feminismo.

Todas estas reflexiones, todos estos ejemplos de profesionalización con los que creo que construimos burbujas para nuestra tranquilidad y el “aislamiento” de nuestros hijos, no me alejan del objetivo que, intuyo, compartimos todos: ser los mejores padres posibles para las personas a las que más queremos en el mundo. La cuestión es cómo alcanzar ese objetivo sin que la culpa, la ansiedad, las expectativas o la voz de los expertos tomen la batuta de nuestras paternidades y maternidades. Cómo lograrlo desde la coherencia y la capacidad de relativizar, a las que apenas separa una invisible frontera de lo extremo, lo inflexible y lo casi ridículo.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/11/12/mamas_papas/1573570721_246565.html

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¿Puede la educación emocional erradicar el cambio de código social y el síndrome del impostor?

Por: Sofía García-Bullé

Las minorías navegan día a día en ambientes académicos y laborales cargados de violencia social sistémica.

La Dra. Kimberly Harden se considera a sí misma una impostora afortunada, pero su currículum real es impresionante. Se convirtió en la primera profesora afroamericana del departamento de comunicación en la Universidad de Seattle, incorporó justicia social al currículum escolar y estableció la beca Dream. Plan. Do.™ para estudiantes de color.

Sin embargo, hay algo que la sobresaliente profesora no ha podido lograr: un sentido de pertenencia en la comunidad académica. Este es un atributo que en ocasiones también les falta a miembros del grupo mayoritario, pero es necesario reconocer que su carencia afecta más frecuentemente a grupos socialmente vulnerables.

Además de las desventajas políticas y económicas que han sido ampliamente discutidas en otros artículos, existen otros elementos de carácter más singular que disminuye la capacidad de las personas de color y otras minorías de integrarse plenamente a una comunidad.

Las microagresiones y el síndrome del impostor afectan seriamente la experiencia educativa de los estudiantes, así como la vida laboral de los miembros de la academia.

¿Qué es el cambio de código social?

El cambio de código social es la dinámica en la que una persona perteneciente a una minoría social tiene que alternar entre códigos o lenguajes culturales; usar diferentes tonos de interacción, o realizar un cambio dialéctico para encajar con el grupo dominante de su círculo y facilitar su integración.

En la superficie parece una estrategia efectiva para conectar con la mayoría, pero Harden sostiene que en vez de facilitar la comunicación, provoca la invisibilización de los grupos diversos, forzando una conducta pública “unitalla” que perpetúa los rasgos culturales del grupo dominante.

Este patrón se vuelve más evidente con el uso de discursos como “Sé auténtico en el trabajo”.De acuerdo a Harden, esta instrucción social se les da con mucho más frecuencia a las personas cuyo conducta cultural se sale de la norma.

“La gente realmente no quiere que sea auténtica en el trabajo”.

Para la profesora de la Universidad de Seattle, el discurso que llama a las minorías a ser auténticas en los espacios académicos es solo una manera amable de hacer notar los aspectos personales que no encajan con la cultura dominante, y el racismo innato en las comunidades laborales que le da una lectura negativa a acciones que parecerían inocuas si vinieran de un miembro de la mayoría social.

“Cuando no me detenía a hablar con mis colegas porque solo tenía cinco minutos para correr a dar clase, me consideraban grosera o antisocial; cuando me veían interactuando con maestros y personal de color pensaban que era una radical del movimiento pro-negros, si me reía o expresaba alegría me catalogaban de ruidosa o ghetto”, señala Harden.

Esta interacción cargada hacia desmenuzar e interpretar negativamente la conducta de las minorías sociales conforma la base de la violencia sistémica que enfrentan diariamente en los espacios académicos y otros rubros laborales. Una forma sutil de lo que se conoce como gatekeeping, una práctica mal usada y reasignada en varias instancias para mantener los mecanismos de poder de la mayoría social y la exclusión de las minorías.

¿Cómo funciona la relación entre el gatekeeping y el síndrome del impostor?

Los Gatekeepers son miembros necesarios de cualquier comunidad basada en la obtención y validación del conocimiento; idealmente son personas que dominan determinado campo epistemológico, tienen gran aprecio de la comunidad y usan su experiencia para validar nuevos desarrollos, ideas e interacciones dentro de la comunidad que estudia ese rubro de conocimiento.

Pero, ¿qué pasa cuando confundimos la experiencia por autoconfianza y la seguridad que nos proyecta? Cuando estos validadores, ya sean falsos o auténticos, usan sus facultades para rechazar ideas, perspectivas o personas nuevas, en realidad, ¿no estarían ahogando voces que su campo de conocimiento necesita para diversificarse y crecer?

“A través de los años, he oído a colegas referirse a otros compañeros o candidatos que entrevistan como idiotas que no podrían programar su camino fuera de una bolsa de papel, he visto ojos en blanco de fastidio cuando los ingenieros novatos hacen preguntas, he escuchado comentarios negativos sobre graduados de bootcamps y programadores autodidactas”.

El aprendizaje y práctica de la programación es un rubro muy competitivo. Nick Scialli, ingeniero programador y colaborador frecuente de la revista Hackernoon, expone el núcleo de la toxicidad de la práctica del gatekeeping, cuando se usa no para salvaguardar los estándares de un campo de conocimiento o trabajo, sino para socavar a los que quieren desarrollarse en este.

Scialli sostiene que las prácticas que promueven la negatividad y la exclusión con base a qué tanto sabe la persona del tema, o el juicio sobre su habilidad de acuerdo a su edad, experiencia, género o algún otro atributo social, hacen imposible no comenzar a dudar de nosotros mismos y la pertenencia al espacio académico o profesional en el que nos desempeñamos. Esta es la raíz del síndrome del impostor.

¿Que es el síndrome del impostor y cómo afecta a las personas?

El síndrome del impostor se define como un patrón psicológico en el que el individuo duda de sus logros y sufre de un miedo internalizado constante de ser expuesto como fraude. Las causas por las que este cuadro se presenta son variadas y pueden ser internas, pero el problema se agrava con las prácticas sociales que facilitan la exclusión de personas que acaban de entrar a un campo de conocimiento o que pertenecen a una minoría social.

En el caso de aprendices y novatos, la combinación de ambos patrones puede provocar su salida del campo de trabajo o conocimiento que quieren dominar.

“No me sorprendería que al menos un ingeniero en potencia perdiera el entusiasmo por el rubro por una mala experiencia mientras solo trataba de buscar ayuda”.

Como explica Scialli, hay una diferencia entre aleccionar a los aspirantes y descorazonarlos. De la misma forma también la hay en implementar medidas para incluir a minorías y crear una falsa ilusión de integración al pensar que su conducta cultural debería ser similar a la nuestra.

La autenticidad así como la diversidad, son palabras populares de las cuales no todos entendemos completamente su concepto y no hemos podido incorporar a la tendencia social, como explica la Dra. Harden. Ser tú mismo en espacios académicos y laborales puede activar patrones de gatekeeping que provocarían una batalla social cuesta arriba, en el mejor de los casos, o el surgimiento o agravamiento del síndrome del impostor, en el peor.

“La batalla contra la fatiga racial es real, sé de primera mano que mostrar demasiada autenticidad puede dejar a la gente de color sin trabajo”.

La doctora Harder agrega que esta fatiga racial consecuente de la convocatoria de ser auténtica en el trabajo y el choque cultural posterior fue la razón por la que renunció a su trabajo. El cambio de código y la constante necesidad de defender sus conductas culturales para mantener a otros cómodos era un ejercicio de opresión que resultó extenuante para la profesora. Es aquí como la vigilancia y la validación de las ideas, conductas y personas en un campo de conocimiento deja de ser un recurso de control de calidad y se convierte en un mecanismo tanto de exclusión como de opresión social. ¿Cómo podemos comenzar a detectar y desmantelar el gatekeeping negativo, además de tratar la epidemia del síndrome del impostor? A través de la inteligencia emocional.

Una propuesta individual para un problema colectivo

A grandes rasgos, el gatekeeping es retroalimentación negativa externa y el síndrome del impostor es retroalimentación negativa interna. Para mitigar sus efectos y eventualmente eliminar estos patrones, necesitamos hacer uso de la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional es la habilidad de identificar y manejar las emociones propias y las de otros a través de la autoconciencia, autocontrol, motivación, empatía y comunicación social. ¿Cómo estas habilidades nos pueden ayudar a mantenernos constantes en nuestros objetivos académicos o laborales así como navegar el desbalance social sin perder el entusiasmo por nuestro campo de estudio o trabajo?

Ciertamente no ayudarían a desaparecer las actitudes de las personas que excluyen o demeritan arbitrariamente, ni elimina mágicamente las problemáticas individuales que alimentan un sentido de inseguridad y ansiedad; pero sí son una herramienta útil para interpretar, analizar y entender tanto el origen como las particularidades de las retroalimentaciones negativas que recibimos, en vez de solo lidiar con el impacto psicológico de las mismas.

La inteligencia emocional nos ayuda a descifrar una diferencia crucial con respecto a nuestro diálogo con nosotros mismos y la interacción con otros. La crítica constructiva y el autoanálisis no son lo mismo que la desacreditación y la autodepreciación; las dos primeras son recursos útiles para el crecimiento, las segundas son modos de exclusión e invisibilización.

Una persona emocionalmente inteligente es capaz de discernir cuando la retroalimentación que recibe de sí misma, o de otros, es útil y está enfocada a su crecimiento. Así es como es posible escuchar los mensajes que son útiles y mantener una distancia emocional saludable de los que no lo son.

Habiendo establecido su valor como recurso individual no podemos decir que la inteligencia emocional es la solución final para problemas sistémicos y engravados en los hilos de la tela social, como lo serían el sexismo, el racismo o el mal uso del gatekeeping.

Sin embargo, es un recurso invaluable para asimilar su origen y navegar ambientes en los que estas prácticas están presentes, de la misma forma, cuando las universidades y las empresas hacen un esfuerzo por hacerla parte de su cultura académica y de trabajo las incidencias de exclusión e invisibilización se reducen.

Conocerse a sí mismo, conocer a otros y saber comunicarse desde una perspectiva de apertura, flexibilidad y empatía, es el ejercicio más básico para integrar grupos diversos sin generar patrones nocivos como el cambio de código, el gatekeeping y el síndrome del impostor.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/codigo-social

Imagen: Vitabello en Pixabay

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8 claves para trabajar la educación emocional

Por: Martín Reynoso. 

Cansado de leer y escuchar por todos lados sobre la excelencia de la educación emocional finlandesa (y de otras latitudes), me decidí a preguntar por la vía de las redes, cuánto se está haciendo en nuestro país. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que decenas de personas me enviaron sus comentarios, fotos, programas de trabajo, en una generosa muestra de que hemos madurado lo suficiente en el sistema educativo como para instalar, definitivamente, este aprendizaje crucial en la vida de las personas. Y digo personas y no sólo niños o alumnos porque se expande a docentes, padres y personal en general de las instituciones.

¿Quién podría dudar de la importancia de educar las emociones, de guiarlas hacia una construcción saludable y enriquecedora de nuestras vidas? ¿Quién hoy puede negar que las emociones son las responsables de cómo va a ser nuestro paso por este mundo, si sintiéndonos felices o padeciendo las peripecias de la existencia? De todas formas, debo comenzar con una discusión interesante que nos ayude a entender mejor este proceso.

¿Qué educamos?: Competencia Emocional versus Inteligencia Emocional

A pesar del enorme e inconmensurable éxito y difusión de la obra de Daniel Goleman y de su concepto de inteligencia emocional, muchas personas del ámbito científico (y yo me incluyo) tenemos objeciones a su validez. Esta aclaración es importante porque muchísimos de los proyectos educacionales son incluidos bajo el paraguas de la inteligencia emocional en las escuelas.

Sol Fittipaldi, becaria doctoral del Laboratorio de Psicología Experimental y Neurociencias LPEN- INCYT, nos dice al respecto lo siguiente: “Evito hablar del concepto de “inteligencia emocional” ya que es controvertido. El concepto de inteligencia en sí es controvertido, en tanto está atado al clásico sistema de medición, la escala de CI (coeficiente intelectual), que se enfoca en capturar habilidades de velocidad de procesamiento de información y pensamiento abstracto. Sin embargo, es claro que estas habilidades no bastan para moverse adecuadamente en la vida. El ejemplo paradigmático es el autismo de alto funcionamiento o síndrome de asperger. Estos pacientes tienen CI normal (o incluso superior a la población neurotípica) y sin embargo, dados sus problemas sociales y emocionales, fallan en lograr una adaptación satisfactoria en los ámbitos social, laboral, entre otros».

En lugar de inteligencia, la especialista prefiere hablar de competencia emocional y social. «Esta incluye diversas habilidades: autoconsciencia (capacidad de reconocer las propias emociones), consciencia social (comprender los sentimientos de los demás, empatía), autorregulación (estrategias para manejar las propias emociones), habilidades sociales (capacidad de mantener relaciones positivas, ej, compartir y cooperar), y toma de decisiones responsable (solución de problemas, responsabilidad personal, moral y ética). Hay evidencia fuerte de que los programas de aprendizaje emocional y social (así es como se los llama) en la escuela conducen a resultados satisfactorios en el bienestar de los estudiantes y su capacidad para usar los conocimientos académicos para tomar decisiones beneficiosas para uno mismo y para los otros. Estas habilidades se asocian asimismo a un mejor desempeño escolar. Estimo que programas de este tipo tendrían un efecto positivo también en ámbitos laborales” .

Tener un mapa claro de cómo trabajar

Algo que sí parecen tener las escuelas finlandesas, que aún nosotros debemos desarrollar, es claridad metodológica y sistematicidad en la manera en que se trabajan las emociones. La gran cantidad de información que me enviaron desde distintos puntos del país puede variar en solidez conceptual y claridad aplicativa según el caso, pero en general aún no cuenta con el respaldo de estudios científicos que nos ayuden a entender cómo se despliegan los procesos de aprendizaje emocional. Tenemos que probar protocolos durante un buen tiempo y armarlo mejor.

Suponemos que el reconocimiento emocional, el etiquetar las emociones y aprender a gestionarlas desde una actitud de no juicio y naturalidad funciona positivamente en las personas, pero aún no sabemos muy bien cuál es la mejor forma de direccionarlo.

Cómo las emociones pueden potenciar o afectar el aprendizaje de los chicos

¿Qué hacer y cómo?

Podemos encontrar distintas formas de aplicar la educación emocional en nuestro país. Lo más habitual son los programas de base cognitiva, programas de mindfulness aplicados a distintos entornos educativos, o lo que llamábamos inteligencia emocional. Más allá de la intervención específica y la necesidad de protocolizarla, algunos tips parecen ser importantes a considerar:

✔️Es importante tener en cuenta el contexto cultural en el cual se brindan los programas de educación emocional. Es recomendable no extrapolar programas de otros países en una automática reproducción de contenidos.

✔️El reconocimiento de las emociones y su etiquetamiento son muy importantes y ayudan a gestionar mejor nuestra vida anímica.

✔️La regulación de las emociones aflictivas debe ser enseñado como un proceso progresivo y fortalecedor y no como una forma evitativa de no sentirse bien.

✔️Cultivar emociones altruistas (o positivas), hablando de ellas, enfatizando su gestión en los ámbitos cotidianos, es fundamental. La educación emocional no puede basarse sólo en el trabajo con emociones negativas.

✔️En las instituciones educativas es clave que sea introducido como práctica curricular y no sólo como taller, ya que lo primero garantiza una continuidad y un aprendizaje más cristalizado de las habilidades.

✔️Introducir a la familia de los niños y adolescentes es muy importante. Las personas también son lo que su entorno les brinda diariamente. Si bien hemos visto que a veces los niños llevan vientos de cambio a sus familias (como con las técnicas meditativas) es crucial ampliar el espacio interventivo.

✔️Quienes enseñan educación emocional deben tener un trabajo consigo mismos, para que su transmisión no sea un acto de incoherencia que se hace evidente rápidamente para los alumnos.

✔️Educación emocional no es sólo escuelas: hay muchos lugares, como empresas, cárceles, organizaciones varias, donde se puede (y se debe) fortalecer este aprendizaje.

10 formas de maltrato verbal y cómo impacta en los niños

Un mapa de educación emocional en el país

Aquí tenemos un breve listado de personas que, a puro esfuerzo, dedicación y visión, están abriendo el camino a una futura Ley de Educación Emocional y a prácticas sanas de bienestar emocional que forjen mejores ciudadanos. Corremos el riesgo de dejar muchísimos profesionales afuera, pero es imposible nombrar a todos.

María Teresa Rubino es una persona muy experimentada en educación emocional y aunque se jubiló el año pasado para seguir formando docentes en mindfulness, su tarea en la escuela Mariano Moreno de Rosario fue excelente, llevando adelante un programa piloto de Mindfulness que contó con la participación de 800 pequeños en el 2018.

Fabiana Herrera, psicóloga, realiza una excelente labor en escuelas de la ciudad de Bahía Blanca, y he podido observar cómo su trabajo no sólo impacta en niños sino también en toda la comunidad docente y de padres. Pocas experiencias tienen la fuerza que tiene la que ella desarrolla, ya que ampliar de esa manera el foco interventivo suele ser una tarea ciclópea.

María Gabriela Chua ha trabajado entrenando docentes y no docentes de jardines maternales de hospitales provinciales con el fin de educar las emociones mediante la meditación. Los encuentros son coordinados por profesionales del Programa y participa personal de los hospitales Piñeyro de Junín, Paroissien de La Matanza, Eva Perón y Manuel Belgrano de San Martín, Estéves de Temperley, Iriarte de Quilmes, Vicente López y Planes de General Rodríguez, Alejandro Korn y Rossi de La Plata.

Las escuelas Waldorf y las escuelas basadas en la pedagogía Montessori, como la de Venado Tuerto que recientemente conocí, tienen una actividad intensa en el cultivo de emociones saludables y en los procesos de interacción humana que conducen a altruismo y colaboración recíproca.

El jardín del club Estudiantes de La Plata es todo un hallazgo: allí entrenamos con mi equipo de Ineco a todas las docentes en mindfulness y luego su directora, Alejandra Varela y algunas otras colegas, continuaron su capacitación para montar en la actualidad un modelo de trabajo con los pequeños donde trabajar con la aceptación y el reconocimiento emocional son claves.

Por último, mi querido amigo y colega Cristian Plebst desarrolla lo que llama “pedagogía conciente”, combinando la excelencia científica y una sólida base filosófica que se sostiene en la atención plena, la metacognición y lo que llama el descubrimiento del Ser.

Poblaciones especiales

En educación especial también se trabaja con educación emocional. Muchos servicios utilizan programas específicos para trabajar con niños o adolescentes que tienen dificultades severas en la experimentación saludable y regulación de las emociones. Tal es el caso del austismo y el Asperger.

Un paso fundamental en la última década es el de integrar a estos niños a espacios escolares en el sistema educativo cada vez que es posible, para lo cual se trabaja especialmente con ellos y con los adultos responsables en la adecuación de los contenidos pero especialmente en la gestión de todas las dificultades interpersonales y emocionales que pueden surgir cuando niños con estas características participan de procesos de aprendizaje con otros niños. El enriquecimiento que brinda la diversidad se traduce en flexibilidad, en tolerancia, colaboración y aceptación de las diferencias, un valor fundamental en la sociedad que habitamos.

Verónica Mondaca es psicomotricista con muchos años de experiencia profesional con poblaciones de barrios carenciados, y ha sido parte de un trabajo muy valioso en estos últimos años; así nos lo cuenta: “En la actualidad se observa que las intervenciones más asertivas para los niños que presentan desafíos en el desarrollo son aquellas que involucran a las familias, estas estrategias implican al entorno del niño en su totalidad, las intervenciones mediadas por padres como se suelen llamar, abren un nuevo paradigma, que no excluye las terapias que pueda realizar un niño con diagnóstico de autismo, por ejemplo, pero si incluye el contexto cotidiano en el cual el vínculo de afecto y la familiaridad del hogar potencian la posibilidad de avanzar de estos niños, en especial cuando la comunicación y las habilidades sociales están afectadas».

Mentes bajo mucha exigencia: cómo cuidarlas del estrés

Mondaca cuenta que la Organización Mundial de la Salud implementó en 2018 en nuestro país el CST (CAREGIVER SKILLS TRAINING) un programa mundial destinado a cuidadores de niños con desafíos en el desarrollo, con foco especialmente a contextos socioeconómicos desfavorables, cuya prueba piloto (primera en Latinoamérica), concluyó exitosamente en el barrio de la Boca, en la actualidad se llevan a cabo tres réplicas del mismo en distintos barrios de CABA.

La profesional concluye diciendo: “Lo inédito del programa es la inclusión de un módulo específico dedicado al reconocimiento del estrés; parar y estar disponible en el aquí y ahora, junto con la gestión de emociones.

En empresas, la licenciada Carolina Muñoz Albiero, de nuestro equipo Train Your Brain Argentina, desarrolla un programa que se llama “Balanceando la vida laboral y familiar”, enseñando estrategias para regular estrés y ansiedad y conectar más profundamente con los momentos cotidianos. Existe un malestar extendido en el personal corporativo en cuanto a no poder cumplir con las demanda de uno y otro espacio (laboral y familiar) con la consiguiente culpa y malestar.

Por último, tenemos experiencias como la de la licenciada en Trabajo Social Silvia Segoli en el penal de mujeres de la Unidad 33 de los Hornos, en La Plata, que ha fusionado creativamente la práctica del yoga/mindfulness y el aporte de estas herramientas a mejorar la calidad de vida de las mujeres en situación de encierro; su intención es generar un impacto positivo en el espacio de convivencia, trabajar valores, la tolerancia a las diferencias, el respeto del otro, el vínculo madre-hijo y el autocuidado del cuerpo y regulación de las emociones.

Como ven, ¡no sólo Finlandia trabaja en el bienestar de sus ciudadanos!

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/buena-vida/8-claves-trabajar-educacion-emocional_0_30BFlJSz.html

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Entrevista a Silvia Álava y Ruth Castillo: «Si a los niños se les enseñan habilidades para gestionar correctamente sus emociones se pueden evitar problemas físicos y mentales de por vida»

Entrevista/07 Noviembre 2019/El diario la educación

Las emociones tienen un papel fundamental en nuestras vidas, pero muchas veces se lo negamos o lo ignoramos. Entrevistamos a Silvia Álava y Ruth Castillo sobre el papel que tienen y cómo familias y docentes pueden aprender de ellas para mejorar la inteligencia emocional de niñas y niños.

Hablamos con Silvia Álava, doctora en Psicología Clínica, y Ruth Castillo, doctora en Psicología de la Educación, sobre la importancia de las emociones en la vida de niñas y niños, de adultos también. Qué podemos aprender de ellas, cómo gestionarlas y mejorar nuestra relación con los demás. Ambas han colaborado con el proyecto Aprendemos juntos del BBVA en su reto ‘Hechos de emociones‘ que quiere dar herramientas y conocimiento a familias y profesorado sobre inteligencia emocional para que puedan desarrollarla junto a niñas y niños.

¿Vivimos en un mundo que prima lo racional, que castiga la vertiente emocional de las personas?

Silvia Álava: Vivimos en mundo en el que la formación ha ido dirigida a la parte racional, a generar contenidos y a memorizar datos. Desde pequeños en las escuelas a los niños se les enseña a leer y a escribir, pero las emociones tradicionalmente han quedado fuera de las aulas. Cuando llegamos al mundo adulto, tratamos a los trabajadores como si fueran máquinas, sin pararnos a valorar su parte emocional, sin percatarnos de que esta nos acompaña en cada día de nuestra vida, y que la mayor parte de los conflictos laborales suelen ocurrir por temas emocionales. Si no aprendemos a relacionarnos de forma sana con nuestras emociones, podemos enfermar e, incluso, perder el equilibrio físico y emocional. Por eso es importante que cada vez la educación emocional esté más presente en todas las esferas de la sociedad.

Ruth Castillo Gualda: Más que castigar el ámbito emocional, yo diría más bien que los adultos tenemos todavía muy arraigada la idea de que las emociones nos hacen vulnerables. ¿Cuántas veces nos han aconsejado que deben esconderse determinadas emociones para no mostrar debilidad? Esa mentalidad está compuesta por las pautas educativas, las ideas que nos han inculcado, nuestro autodiálogo a la hora de tomar decisiones, la sociedad o la cultura en la que hemos vivido. Todas estas ideas las llevamos grabadas a fuego muchos de los adultos (papás o maestros) que somos responsables actualmente de la educación emocional de los niños. Por eso, la educación emocional invita a romper esa creencia, a transformar la opinión que tenemos acerca de que las emociones como aspectos que pueden entorpecer o hacernos más vulnerables. En cambio, debemos verlas como mensajes, como una información más a la que debemos atender cuando queremos dar una respuesta efectiva. La inteligencia emocional nos ayuda a entender que mostrar las emociones puede ser un símbolo de valentía y de coraje y que escuchar las de los demás nos hace más efectivos y más empáticos.

Hoy día la neurociencia nos da algunas claves sobre la importancia de las emociones a la hora de, por ejemplo, guiar nuestro aprendizaje, cómo se fija el conocimiento que adquirimos…

Silvia Álava: Así es. Las emociones forman parte de nuestra vida, podemos utilizarlas a nuestro favor para facilitar el aprendizaje o ignorarlas y entorpecer los procesos de aprendizaje. Hoy en día tenemos ya superado el refrán “la letra con sangre entra”, de hecho, sabemos que cuando los alumnos sienten emociones desagradables como el miedo, su aprendizaje se ve afectado. El miedo no va a favorecer procesos claves del aprendizaje como son la atención a los que dice el profesor, el razonamiento lógico, la capacidad de memorización… Más bien todo lo contrario, nos bloquea y no nos deja pensar con claridad. Otro ejemplo con el que seguro que casi todos nos hemos visto reflejados es la ansiedad. Cuando los alumnos están muy estresados merma su capacidad de aprendizaje y fallan en los exámenes. Sin embargo, emociones como la curiosidad, favorecen el aprendizaje porque incitan a que al niño le apetezca aprender. Las emociones mantienen la curiosidad y favorecen el interés por descubrir lo nuevo.

Nadie nunca recibió demasiada información sobre cómo funcionan las emociones. Familias y docentes tampoco. Esto complica mucho romper con la sensación de que hay cosas que es mejor no sentir, ¿no?

Silvia Álava: Es importante que tanto las familias como los docentes estén formados en inteligencia emocional. Lo primero, porque ellos serán el modelo que sus hijos y alumnos seguirán. Si no regulan bien sus emociones será complicado que pidan a los menores que lo hagan. Tenemos que perder el miedo a sentir, a sentir todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables. Porque las emociones son información y nos dicen lo que nos está pasando. Cuando no escuchamos nuestras emociones no tomamos bien las decisiones. Y cuando las negamos, estas vuelven con más fuerza e, incluso, si lo hacemos durante un periodo largo de tiempo, puede desembocar en enfermedades somáticas. Es decir, el dolor es el mismo, pero la causa no es orgánica sino emocional. Por ejemplo, molestias gástricas que no están causadas por una intoxicación o un virus, sino por los nervios; al igual que los dolores de cabeza, las erupciones en la piel…

Ruth Castillo Gualda: El problema de esta idea es que nos encontramos con gente adulta que tiende a reprimir o negar sus emociones. Las emociones que se bloquean pueden conllevar a importantes problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión. Es precisamente esa discrepancia entre lo que se siente y lo que se muestra, la principal fuente de estrés y consumo de recursos en una persona. Además, esto no atañe solo a la población adulta. Según informes recientes realizados por la OMS, los trastornos emocionales como la depresión, están siendo la principal causa de discapacidad entre niños de 10 a 19 años. Por ello, la educación emocional se convierte en una herramientas preventiva en la que el centro educativo, los iguales y los adultos con los que se relaciona el niño, representan un elemento clave. Si a los niños, desde pequeños, se les enseñan habilidades para gestionar correctamente sus emociones se pueden evitar problemas físicos y mentales de por vida, y en psicología, como en otras disciplinas, prevenir siempre es más efectivo que solucionar.

Siempre se dice que hay emociones buenas y malas. ¿Cómo lo veis desde vuestro conocimiento?

Silvia Álava: No existen emociones buenas ni malas. Todas las emociones son buenas porque nos dan información. Sin embargo, hay emociones que llamamos agradables o positivas que a todos nos gusta experimentar, como puede ser la alegría, la calma, la tranquilidad… Y otras son emociones desagradables o negativas porque no nos gusta sentirlas, como puede ser el miedo, el enfado, el asco, la frustración… pero que son igualmente necesarias porque nos dan información sobre lo que nos ha pasado y podemos utilizarlas para resolver la situación. Por ejemplo, si me he enfadado por la conducta que un compañero de trabajo ha tenido conmigo, puedo utilizar la energía de la emoción del enfado para decirle de forma asertiva, que cuando hizo algo en concreto yo me sentí decepcionada, o enfadada porque no me ha gustado y me gustaría que para otra vez me pidiese o hiciese lo que en ese momento me hubiese gustado recibir.

Ruth Castillo Gualda: Una persona con inteligencia emocional no es aquella que vive en un mundo happy, entusiasmado o relajado todo el tiempo. Eso es una idea irreal y poco acertada desde de mi punto de vista. La paternidad no es lo que nos contaron, en la que todo sale como esperamos, en la que nos sentimos pacientes todo el tiempo. Tampoco los alumnos en clase están siempre dispuestos a aprender y motivados con las tareas. Pero en ambos casos, como educadores, sí podemos contagiar emociones, es más, las emociones son muy contagiosas y tanto en casa como en clase, estamos continuamenteo co-regulando emociones con los demás. Lo que yo haga y cómo lo haga va a influir en el comportamiento y las emociones del otro, y viceversa. Por ello, nuestra labor es fundamentalmente emocional. Y desde lo emocional podemos activar y despertar muchos procesos cognitivos complejos. Es decir, la educación emocional promueve las habilidades para gestionar o generar las emociones más útiles con el objetivo de dar una respuesta adecuada a la tarea que estamos realizando o al objetivo que perseguimos. Por eso, implica reconocer la utilidad de todas las emociones. La frustración, la decepción o la preocupación pueden ser experiencias muy acertadas en determinadas ocasiones.

¿Por qué las emociones negativas, las que nos resultan desagradables, son más fáciles de recordar?

Silvia Álava: Cuando sentimos una emoción se activa una parte del cerebro que se llama el sistema límbico o cerebro emocional, y los acontecimientos se fijan más en la memoria cuando esa parte está activada. Por eso decimos que el aprendizaje asociado a las emociones es más difícil de olvidar, sobre todo cuando se activa el hipocampo, que es donde se registra la memoria de lo percibido y aprendido. Tradicionalmente, por la forma en la que nos han educado y por nuestras vivencias, ponemos mucho más el foco en lo que nos pasa negativo que en lo positivo. Algunas investigaciones sugieren la activación o el choque de una emoción desagradable, la cual puede igualar o superar el de tres de emociones agradables. Por ello, sería conveniente esforzarnos en tener el triple de experiencias positivas que negativas, y lo ideal sería que las quintuplicasen.

¿Cómo pueden las familias y el profesorado atender a las emociones de niñas y niños?

Ruth Castillo Gualda: ¿Cuántas veces pedimos a nuestros hijos que manejen o controlen su rabia o sus celos, cuando ni siquiera saben que se sienten así, cuáles son sus pensamientos o qué detonantes han provocado esa emoción? Les pedimos “empezar la casa por el tejado”. Actualmente, existe mucha conciencia de la importancia de la educación emocional pero poca estructura sobre cómo trabajarlo. A través del reto ‘Hechos de emociones’ del programa educativo ‘Aprendemos juntos’ de BBVA, se proporciona organización sobre cómo abordar y trabajar cada una de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional. En primer lugar, proponemos y diseñamos ejercicios para trabajar la percepción e identificación de las emociones, posteriormente la comprensión y el vocabulario para describir las emociones, y por último, la regulación efectiva de las mismas. Todo esto tanto a nivel personal como a nivel social. Por tanto, con este reto ofrecemos pautas prácticas y estructuradas para trabajar con los niños de manera progresiva y/o adaptada a su nivel de desarrollo madurativo, desde la etapa de primaria hasta la adolescencia, y en dos ámbitos sumamente relevantes, como son eleducativo y el familiar.

¿Por qué es importante que chicas y chicos conozcan sus emociones, sepan identificarlas y gestionarlas?

Ruth Castillo Gualda: Mi carrera investigadora ha estado fundamentalmente centrada en demostrar la efectividad de la educación emocional. Cuando aplicamos programas de educación emocional estructurados y correctamente implementados, las resultados muestran que los alumnos tienen mayor salud mental, es decir, reportan menos problemas de estrés, ansiedad, somatizaciones o depresión. La calidad de las relaciones entre los alumnos mejora, la respuestas agresivas disminuyen y tienen más conductas empáticas, en comparación con clases que no reciben educación emocional. Además, el impacto de la educación emocional no se limita únicamente al alumnado, los adultos pueden beneficiarse de muchas maneras. Los profesores, tienen mayor capacidad para responder a las demandas del alumnado, saben cómo conectar con sus emociones, validarlas y atenderlas, siendo un buen modelo de gestión emocional. Los profesores que integran herramientas de educación emocional en su pedagogía para enseñar poseen mayores niveles de motivación, manejan mejor el estrés, así como mayor satisfacción y compromiso en su labor docente. En definitiva, la manera en que los educadores gestionen sus propias emociones, así como la forma en la que se relacionen con las emociones de los niños, será el elemento clave y diferenciador para promover en ellos un desarrollo óptimo y saludable.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/extraeducacion/2019/11/07/si-a-los-ninos-se-les-ensenan-habilidades-para-gestionar-correctamente-sus-emociones-se-pueden-evitar-problemas-fisicos-y-mentales-de-por-vida/

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María Dolores Prieto: «Los estudiantes más creativos tienen mayores habilidades para identificar y solucionar problemas»

Por: Carlota Fominaya

«Los estudiantes más creativos tienen mayores habilidades para identificar, definir e implementar soluciones eficaces a problemas». Esta es una de las afirmaciones hechas por María Dolores Prieto, Catedrática de Universidad en el área de Psicología de la Educación (UM), y una de las ponentes del I Encuentro sobre Artes, Emociones y Creatividad organizado por Fundación Botín y que se celebra estos días en el Centro Botín (Santander).

Tanto la creatividad como la inteligencia emocional son dos de las grandes cualidades más valoradas en el siglo XXI, ¿por qué?

En efecto. La primera porque es la habilidad para resolver problemas de forma novedosa y válida o correcta; y en el mundo cambiante en el que vivimos cada vez hay más problemas que nos son nuevos o a los que no nos hemos enfrentado antes. Con respecto a la inteligencia emocional, se trata de una competencia que permite al ser humano interactuar con los otros.

Esta interacción es sumamente relevante ya que no vivimos aislados; particularmente hoy día se valora el trabajo en equipo, tanto es así que los grandes logros de la ciencia y de la innovación tecnológica se consiguen gracias a los esfuerzos conjuntos. Es cada vez más infrecuente encontrar la figura del creativo solitario.

¿Qué nos permite la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional, usualmente definida como la capacidad de percibir, expresar y manejar emociones en nosotros mismos y en otros, no solo nos permite interactuar con los demás; si no también conocernos a nosotros mismos y regular nuestras emociones; lo cual puede ser relevante cuando afrontamos un problema. Esta inteligencia emocional va a permitirnos mantener nuestra atención en el problema que queremos resolver y no desanimarnos en el proceso.

En su investigación han querido comprobar si existe alguna asociación entre la inteligencia emocional y la creatividad. ¿Qué es lo que han encontrado?

Lo que diferencia a nuestra investigación sobre el resto es que esta relación es una cuestión que había sido estudiada con adultos, pero no en edades infantiles. Para ello, se valoró la inteligencia emocional utilizando un cuestionario muy conocido (el de Bar-On, que está editado por TEA) y la creatividad (utilizando la prueba de pensamiento divergente de Torrance) en niños de educación primaria que habían sido identificados como alumnos de altas capacidades. Y sí, había correlación. Estos alumnos se caracterizan por tener no sólo una alta inteligencia sino también una alta motivación y una elevada creatividad. Además, también medimos la inteligencia emocional de otros niños de habilidades medias.

¿Qué más encontraron al realizar este análisis?

Los resultados indicaron que, al comparar a los alumnos de altas capacidades con sus compañeros, los alumnos de altas capacidades puntuaban más alto en la variable «adaptabilidad» de la inteligencia emocional. Esto significa que los alumnos que son más fluidos en sus ideas y que enfocan los problemas desde distintas perspectivas mostrando originalidad (que son más creativos), son también aquellos que comprueban si lo que sienten en un momento dado está acorde con la realidad externa, tienen facilidad para adaptar sus emociones y pensamientos a la situación, y ello les permite resolver problemas de forma efectiva. Este resultado es consistente con otras investigaciones realizadas por el grupo con alumnos de Secundaria, donde se comparó la inteligencia emocional de alumnos más creativos con los menos creativos.

En definitiva, aunque la creatividad es un fenómeno complejo en el que intervienen muchas variables (la inteligencia, el contexto educativo, el tipo de problema, el conocimiento previo…), parece que la inteligencia emocional podría estar jugando un papel muy importante en el desarrollo de la creatividad.

¿Dónde está el error cuando queremos mejorar la creatividad?

Esto es importante porque cuando pensamos en mejorar la creatividad, muchas veces nos centramos en mejorar las variables cognitivas: mejorar el pensamiento divergente, el pensamiento metafórico, el pensamiento crítico, la búsqueda de información, el uso de analogías creativas, el entrenamiento del insigh, etc., y nos olvidamos de esa parte no cognitiva que tiene que ver con rasgos de personalidad como es la perseverancia ante los obstáculos, la disciplina en el trabajo, mantener una motivación intrínseca incluso cuando no es fácil la tarea.

¿Y la relación entre creatividad y escuela? ¿Cómo se puede mejorar?

En la escuela a veces se asume que trabajar la creatividad implica jugar y divertirse afrontando retos, pero ¿qué pasa cuando un problema no es divertido? Si nos preguntan cómo debería de mejorarse la creatividad, la respuesta sería trabajar en las dos vertientes: tanto a nivel cognitivo, dando acceso al conocimiento que se va a necesitar para resolver los problemas, como a los razonamientos más complejos. Como a nivel no cognitivo, trabajando la motivación y la regulación de emociones, así como la autoestima y la voluntad de asumir riesgos en nuestro trabajo, saber asumir las críticas, convertirlas en «feedback» para mejorar…

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¿Qué es la inteligencia social y por qué deberían enseñarla en las escuelas?

Por: Sofía García-Bullé

La inteligencia social es una de las aptitudes mejor valuadas hoy en día en el mercado laboral.

La inteligencia social se define como la capacidad de una persona para comunicarse y relacionarse con otros en forma empática y asertiva. Esta capacidad parte de conocerte a sí mismo y tener una buena gestión de emociones, por esto podemos decir que está muy ligada a la inteligencia emocional, pero no son exactamente la misma cosa.

La inteligencia emocional parte de la introspección y cubre aspectos como la conciencia emocional y la aplicación de emociones en el proceso cognitivo para resolver problemas; tiene más que ver con los procesos que lleva una persona por sí misma antes de entrar al momento de una interacción.

Cuando ya se está en una interacción es cuando la inteligencia emocional une fuerzas con la inteligencia social, que cubre tareas como la expresión, el diálogo, la escucha, la conciliación y el aprendizaje consecuente de la comunicación con otros.

¿Qué habilidades incluye el desarrollo de la inteligencia social?

La inteligencia social contiene las habilidades necesarias para comunicarse efectivamente con base en la empatía, el autoconocimiento, la escucha y la lectura de emociones en otras personas. Entre estas se listan:

1. Capacidad verbal, no verbal y conversacional fluida

La parte más básica de la inteligencia social es simplemente expresión verbal. El habla y el dominio del lenguaje no verbal es la plataforma principal por la cual un mensaje es transmitido. El usar las palabras correctas, el tono idóneo y una intención certera es el primer paso de que una comunicación efectiva.

2. Conocimiento sobre roles sociales y costumbres

Estar al tanto de las reglas sociales, costumbres e idiosincrasia de determinado grupo es parte de las aptitudes manejadas por la inteligencia social. Facilita la interacción con personas de diferentes edades, orígenes geográficos, religiones e identidades culturales.

3. Capacidad de escucha

El ejercicio de la escucha efectiva es fundamental para el desarrollo de la inteligencia emocional, ayuda a conectar con los interlocutores, prevenir conflictos y obtener aprendizajes a través del diálogo. Esto contribuye al crecimiento personal.

4. Entendimiento sobre cómo funciona la sensibilidad del otro

Entender lo que activa las emociones de las personas, ya sean negativas o positivas, es en sí el ejercicio de la empatía, y facilita la comunicación con las demás personas, ya que incluye en nuestro discurso las particularidades de los interlocutores.

5. Ejecución de rol y eficacia social

Esta habilidad permite adaptarse a diferentes entornos sociales, tener una idea clara de lo que socialmente se espera de nosotros en un ambiente, ya sea familiar, laboral, amistoso, de soporte o algún otro ayuda a reducir el estrés y asegura interacciones más constructivas.

6. Construcción y mantenimiento de una imagen externa

Consiste en la habilidad de presentarnos a otros en forma que conecte con las demás personas sin alejarnos de lo que define la nuestra. El objetivo es manejarse en una forma sincera hacia la persona que somos pero abierta a adoptar conductas que muestren empatía, consenso y comprensión de las particularidades de los demás.

¿Por qué la inteligencia social debe ser considerada en la experiencia educativa?

La educación emocional forma personas sanas que son capaces de manejar eficientemente sus emociones, la inteligencia social utiliza las habilidades otorgadas por la emocional y las propias para generar una aptitud de liderazgo y realización de tareas cognitivas especializadas, únicas y altamente valuadas.

El problema de un posible aumento del desempleo provocado por el avance de la automatización ha sido muy discutido. La capacidad del trabajador de adaptarse y gestionar sus habilidades va a ser clave para mantenerse vigente en un mercado laboral en el que más máquinas están siendo capaces de tomar tareas anteriormente realizadas por humanos.

Entre menos susceptible sea una tarea a la mecanización, más seguro será que ese puesto laboral esté ocupado por humanos. El análisis que el comentarista político y comediante, John Oliver, comparte en uno de sus reportajes, con el tema de automatización, ofrece una perspectiva completa y certera de por qué la inteligencia social es tan importante para la educación de las generaciones futuras.

“Esto es lo que puedes hacer: una serie de tareas no rutinarias, que requieran inteligencia social, pensamiento crítico complejo y resolución creativa de problemas”, sostuvo Oliver para responder a un niño que preguntaba por posibles trabajos futuros que no pudieran ser realizados por robots.

La inteligencia social es la clave para desbloquear las habilidades que conforman a un trabajador que sabe comunicar, dialogar, trabajar en equipo y colaborar en la creación de un ambiente de trabajo empático y productivo.

Hasta hace poco se trataba de una aptitud que pocos tenían y que era aprendida sobre la marcha por un puñado de personas con el proceso de pensamiento predispuesto para observar y aprender de su entorno social. Hoy es un recurso indispensable para mantener la calidad de la cultura empresarial y proteger trabajos de la mecanización.

Es recomendable que las instituciones educativas evalúen la utilidad de incluir en sus programas instancias que ayuden a desarrollar la inteligencia social desde temprana edad y faciliten su dominio en la vida adulta.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/inteligencia-social

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Daniel Goleman: Por qué desarrollar la inteligencia emocional es tan valioso

Redacción: El Clarín

Manejar las emociones con astucia puede brindar tanto éxito como un coeficiente intelectual elevado, según el prestigioso psicólogo.

Habla pausado y sonríe. Conoce el efecto de sus palabras en su interlocutor (no por nada está doctorado en Psicología). Sonríe y pide un café. Casi parece mentira que este señor de saco y camisa, sonriente y cálido, es el mismísimo Daniel Goleman (72), prestigioso escritor de best-sellers de divulgación científica, ex periodista del New York Times y a quien se le atribuye haber enunciado por primera vez la teoría de la Inteligencia Emocional (IE).

Luego nos dirá que no fue él quien creó la terminología, sino que simplemente la investigó y divulgó en cada uno de sus libros, partiendo de aquel que publicó en 1995 y que llamó “Inteligencia Emocional”, y del cual se han vendido más de 5 millones de ejemplares hasta la fecha.

Goleman estuvo en Buenos Aires por 72 horas. Invitado por la Fundación CEMAR, vino a dar un seminario sobre “Foco e Inteligencia Emocional”. Y lo hizo a sala llena, en el teatro Coliseo.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

También aprovechó para presentar su más novedosa herramienta de manejo de la IE en el ámbito profesional, la ESCI 360 o Emotional and Social Competence Inteligence 360 (Inteligencia de competencia emocional y social 360). “Hace 25 años que vengo estudiando y perfeccionando mis ideas con respecto a la IE y pude diseñar un modelo para mejorar las habilidades de liderazgo en las empresas”, le dijo a Clarín antes de subir al escenario.

“Es un modelo que pone a prueba al líder frente a su equipo de trabajo y consiste en puntuarse del 1 a 10 en todos los aspectos competentes al ámbito laboral: capacidad de comunicación, empatía, liderazgo, etc. Y cada uno los colaboradores debe hacer lo mismo para con su jefe: puntuar su desempeño en cada una de las áreas, pero de manera anónima. Al ver los resultados y comparar con las puntuaciones propias, se debe hacer una lectura inteligente, aprovechando los puntajes bajos para mejorar cada aspecto, ya que quedan reveladas fortalezas y debilidades”, agrega sobre su modelo.

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Creador de best-sellers

Hijo de docentes universitarios, Goleman se doctoró en Psicología en Harvard. Trabajó como periodista en The New York Times y fue ahí donde leyó por primera vez un artículo firmado por los psicólogos norteamericanos Peter Salovey y John Mayer sobre IE.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

Sin embargo, a pesar de que ya había editado varios libros sobre psicología, no fue sino hasta la publicación de “Inteligencia Emocional” en 1995 que no supo lo que era ser un escritor exitoso.

Lejos de quedarse dormido en los laureles, siguió investigando y publicó algunas obras más, como “La salud emocional: conversaciones con el Dalai Lama” (1997), “La meditación y los estados superiores de consciencia” (1997), “La práctica de la inteligencia emocional” (1999), “Emociones destructivas. Cómo entenderlas y superarlas” (2003), “Inteligencia emocional infantil y juvenil” (2009) y “El cerebro y la inteligencia emocional” (2013), entre otros.

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Al principio, todo lo nuevo genera resistencia

Sin embargo, y a pesar del éxito masivo de sus postulaciones sobre el aprovechamiento de la IE, en el ámbito empresarial encontró ciertas asperezas en los primeros años de divulgación de su best-seller. “Me animé a hablar de las emociones y de cómo usarlas con inteligencia y no fui tan bien recibido en las empresas”, relata.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

“En algunos ámbitos me prohibieron mencionar la palabra emoción, no obstante me arriesgué y seguí adelante. ¿Cómo hice para entrar en el ámbito empresarial? Me basé en las neurociencias, porque las personas de negocios necesitan recibir datos duros, ver hechos y hacer deducciones. Así logré que me escucharan y aceptaran mis conceptos sobre la importancia de la IE en el ámbito laboral”, dice.

“Por otra parte, todos internamente sabían que el manejo de las emociones es importante en todos los ámbitos, salvo que nadie se animaba a hablar de eso. Todos sabemos que si en el trabajo tenés un ataque de ira o te enojás con tu equipo, estás en problemas si no sabés cómo manejar la situación… Ok, con la IE les comencé a explicar cómo hacerlo, y lo aceptaron relacionando con los datos duros y porque, de última, es experiencia de vida”.

Manejar las emociones con astucia

Uno de los puntos fuertes de las investigaciones de Goleman es la comparación de la IE con el coeficiente intelectual. El norteamericano afirma que saber manejar las emociones con astucia puede brindar tanto éxito empresarial y de negocios como un coeficiente intelectual elevado.

“Depende de las situaciones, pero si un matemático con coeficiente intelectual alto está haciendo un ejercicio de aritmética, seguramente saldrá airoso de la experiencia. Pero si a esa misma persona está a cargo de un departamento de matemáticos, es probable que su tarea se vea dificultada o peor aún, que le vaya terrible, porque entonces su trabajo dependerá de las relaciones, de su habilidad para trabajar en conjunto y de manejar a otras personas… Entonces en este caso, tener una IE desarrollada será más importante que contar con un coeficiente intelectual elevado. En síntesis, lo mejor es tener una combinación de ambas, especialmente si se trabaja en equipo”, dice Goleman.

si un matemático con coeficiente intelectual alto está haciendo un ejercicio de aritmética, seguramente saldrá airoso de la experiencia. Pero si a esa misma persona está a cargo de un departamento de matemáticos, es probable que su tarea se vea dificultada o peor aún, que le vaya terrible, porque entonces su trabajo dependerá de las relaciones, de su habilidad para trabajar en conjunto y de manejar a otras personas… Entonces en este caso, tener una IE desarrollada será más importante que contar con un coeficiente intelectual elevado. En síntesis, lo mejor es tener una combinación de ambas, especialmente si se trabaja en equipo

Otro de los ítems desarrollados por el norteamericano en sus investigaciones es el enfoque. Según cita en sus libros, focalizar es un activo mental a menudo ignorado que tiene implicaciones masivas sobre cómo manejamos la vida. El cerebro se atrofia si no se usa, pero se fortalece si se trabaja adecuadamente, lo que mejora nuestra conciencia general y capacidad de atención.

Focalizar es lo que permite a hombres y mujeres exitosos lograr sus triunfos en diversos campos de acción, tanto sean deportistas de competición, educadores, artistas o personas de negocios, revelando lo que distingue a los expertos de los aficionados y a las estrellas de los “promedio”.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

El prestigioso psicólogo estuvo en Buenos Aires y dio una charla a sala llena.

“Para lograr el enfoque, primero se debe identificar el objetivo y luego los pasos a seguir para lograrlo. Una vez logradas esos dos ítems, el tercero es persistir en el camino, a pesar de las dificultades u obstáculos que se presenten”, afirma Goleman. Y continúa: “En un concurso de deletreo de palabras llevado a cabo en escuelas primarias de Nueva York, se pudo comprobar que los niños ganadores eran, a la vez, los mejores alumnos. Es decir que los niños que más se dedicaban a estudiar, también eran los que más empeño y persistencia ponían en conseguir sus metas. La conclusión es, siempre sigue adelante. Si te das por vencido, nunca podrás desarrollar la IE”, afirma Goleman.

Empatía y mindfulness, el camino para desarrollar la IE

El experto afirma que son varios los ejercicios que podemos poner en práctica, pero que destaca dos en particular:

1- Ejercitar laempatía

2- Cultivar elmindfulness.

“Al poner en práctica la empatía, tomamos conciencia de escuchar al otro y de intentar entender lo que siente, además de hacerle saber que estoy prestando atención a su relato. Y con el mindfulness trabajamos lo que es la ‘atención plena’, que consiste en estar atento aquí y ahora, manejando las emociones e ignorando las distracciones (la principal es el teléfono) para lograr el enfoque. Cuanto más tiempo podamos ejercitar el mindfulness, mejor será el resultado, más fuertes serán los efectos”, enfatiza el experto. Y agrega: “El mismo circuito cerebral en el que trabaja el mindfulness es el que maneja -y por lo tanto puede controlar- las emociones perturbadoras, que son cuatro: el enojo, el miedo, la ansiedad y la depresión. Son tan importantes que no nos dejan ejercitar nuestras habilidades al máximo, si no las controlamos”.

Para lograr el enfoque, primero se debe identificar el objetivo y luego los pasos a seguir para lograrlo. Una vez logradas esos dos ítems, el tercero es persistir en el camino, a pesar de las dificultades u obstáculos que se presenten”, afirma Goleman. Y continúa: “En un concurso de deletreo de palabras llevado a cabo en escuelas primarias de Nueva York, se pudo comprobar que los niños ganadores eran, a la vez, los mejores alumnos. Es decir que los niños que más se dedicaban a estudiar, también eran los que más empeño y persistencia ponían en conseguir sus metas. La conclusión es, siempre sigue adelante. Si te das por vencido, nunca podrás desarrollar la IE

Las cuatro habilidades de la IE

Desde que enunció la importancia de su desarrollo, Goleman indicó que la IE tiene varios componentes o habilidades que debemos desarrollar para poder ejercerla a pleno.

El listado fue evolucionando a medida que avanzaron sus investigaciones, llegando al modelo actual integrado por:

1. La Autoconciencia

Implica conocerse a uno mismo, saber cómo nos sentimos y cómo nos afectan esos sentimientos.

2. La Autorregulación

Nos ayuda a controlar las emociones perturbadoras y los sentimientos que generan.

3. La Empatía

Saber cómo llegar al otro.

4. El Manejo de las Relaciones Interpersonales

Aplica no sólo en el trabajo, sino también en familia y en la vida en general.

La importancia de la IE en los niños

Según el psicólogo, es fundamental transmitir a los niños los valores de la IE. Y dice que los padres que la practican, la enseñan de manera natural a sus hijos, desde su nacimiento.

“Cuando un bebé llora y su mamá o su papá lo alza y acuna, ya le está enseñando a tranquilizarse y controlar sus emociones”, dice. “Los padres son los primeros profesores en todo y particularmente en el área emocional, donde la familia funciona como una red de contención”.

A estas enseñanzas Goleman las llamó “sembrar las semillas correctas” en los niños pequeños. Este enunciado lo realizó al explicar sus nuevos conocimientos sobre la arquitectura del cerebro, y la comprensión de las dos partes que lo integran, la emocional y la racional.

Fuente: https://www.clarin.com/buena-vida/desarrollar-inteligencia-emocional-valioso_0_2EgKFdXw.html

 

 

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