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Argentina: Se aprobó el boleto estudiantil en la Ciudad de Buenos Aires

América del Sur/Argentina/15 octubre 2016/ Fuente: Notas Periodismo Popular.

“Es una victoria enorme de todo el movimiento estudiantil de la Ciudad”, dijo a Notas Tomás Nieto Scirica, presidente del Centro de Estudiantes Mariano Moreno y referente de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB).  “Pero”, agregó el joven que también es dirigente de la organización estudiantil Lobo Suelto, “sin dudas hay que seguir luchando para ampliar este derecho hacia todos los estudiantes, que incluya a los estudiantes terciarios y universitarios, a los docentes y todos los trabajadores de la educación”.

Nieto Scirica también planteó que seguirán reclamando por algunas modificaciones como contra el límite de 50 viajes al mes que impone la legislación, porque “siendo 20 días hábiles al mes no nos alcanza”. Desde el movimiento estudiantil exigen que se pueda usar el boleto hasta 100 veces al mes. A su vez, sumó que debería poder tramitarse el beneficio para el transporte no sólo por internet sino también por teléfono y en las sedes comunales.

Notas también consultó a Julieta Escars, coordinadora del Centro de Estudiantes del Terciario Normal 7 (CETEN), quien en primer lugar felicitó a las y los estudiantes secundarios por la conquista, a la que consideró una “lucha histórica del movimiento estudiantil” y luego insistió con la importancia de que los terciarios también sean contemplados.

“Las carreras de terciarios son mayoritariamente orientadas a lo técnico y a la salida laboral, son carreras que la gente elige para poner tener mejores condiciones de vida y mejor trabajo, con lo cual la población es mayoritariamente trabajadora”, contextualizó. Aseguró también que en ese nivel educativo hay muchas jefas de familia y “se sintió muchísimo este año la deserción en los terciarios por la dificultad para poder llegar a los lugares de estudio debido al aumento del transporte y las dificultades para comprar los materiales”.

Por esos motivos los estudiantes terciarios se organizan “hace años” por políticas públicas de incentivo a la formación docente, becas y por que existan las garantías necesarias para que “se formen más docentes en un contexto de emergencia educativa”. Escars aseguró: “Faltan docentes para la escuela pública y las carreras son excluyentes para la mayoría de los compañeros y compañeras por la carga horaria que tienen”.

El miércoles los terciarios se movilizaron al Ministerio de Educación pidiendo una mesa de trabajo que contenga a la comunidad educativa “para pensar políticas públicas que sí incentiven esas carreras y que tengan en cuenta las realidades y las problemáticas que atraviesan los estudiantes en sus trayectorias”, contó la coordinadora del CETEN. “No hemos recibido respuesta, nos siguen bicicleteando”, comentó.

El movimiento de estudiantes terciarios, aseguró Escars, sumó el reclamo del boleto educativo porque “llegar a los lugares de estudio es uno de los problemas que enfrentan los compañeros y compañeras a la hora de poder formarse, cursar y seguir con sus carreras”.

Por último, desde otro de los niveles excluidos de la legislación porteña se expresó Adrián Lutvak, presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) quien aseguró: “Este es un gran paso en la defensa de la educación pública y celebramos la victoria de los estudiantes primarios y secundarios. Sin embargo, es incorrecto dejar a los estudiantes universitarios fuera del boleto estudiantil y desde la federación seguiremos peleando por el mismo”.

“En contextos económicos difíciles las tasas de deserción universitarias aumentan de manera preocupante. En ese sentido es que reclamamos ser incluidos en el boleto estudiantil gratuito y seguiremos reclamando nuestro derecho”, concluyó Lutvak, dirigente de La Mella.

Fuente: https://notas.org.ar/2016/10/14/aprobo-boleto-estudiantil-ciudad-buenos-aires/

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Del movimiento estudiantil a la educación autónoma

Por Raúl Zibechi

El amplio movimiento estudiantil que en 2006 ganó las grandes alamedas con manifestaciones de cientos de miles de jóvenes y con la ocupación de decenas de colegios secundarios, demandando cambios en el sistema educativo, se ha ido sedimentando en parte en la creación de unas 30 iniciativas de educación autogestionada en territorios populares. Otra de sus vertientes se ha institucionalizado.

Desde sus primeros pasos el movimiento enarboló la demanda “educación gratuita, pública y de calidad”, entendiendo que el Estado debía hacerse cargo de hacerla realidad. La mayoría continúa en las calles con las mismas demandas y peticiones. Pero otro sector de quienes se movilizaron desde 2011 optó por las instituciones, donde se incrustaron con la propuesta de realizar una reforma educativa para modificar el sistema heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.

Ahora se constata que la reforma es tan limitada que no conforma a la mayoría del estudiantado y a gran parte del cuerpo docente. En las últimas movilizaciones fue visible un fuerte debilitamiento del movimiento. El domingo 4 una convocatoria en favor de los “endeudados por estudiar” convocó a apenas 3 mil personas, cuando meses atrás las marchas eran masivas.

El movimiento por la educación se ramificó en tres vertientes. Los que apostaron por ser gobierno –con el Partido Comunista y la diputada Camila Vallejo a la cabeza– sufren un fuerte desgaste. Los grupos “radicales” ganaron los principales centros universitarios, como la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech ) y la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces), y todo lo apuestan a la lucha en la calle para arrancarle promesas al gobierno. Quizás el desgaste que sufren ambos sectores esté indicando que la dinámica estatista es un callejón sin salida. Despunta sin embargo un nuevo actor, que comenzó su andadura también en 2011, cuando estalló el movimiento con cientos de miles en las calles. Son los que apuestan por construir por fuera de las instituciones, pero también huyendo de la dinámica de la petición al Estado. Construir autonomía educativa implica dejar la vida en el intento, dicen, y han puesto en pie experiencias muy diversas, con contradicciones nada sencillas de resolver.

ESCUELA PÚBLICA COMUNITARIA. En una casona del barrio Franklin, en la zona central de Santiago, funciona desde hace tres años la Escuela Pública Comunitaria (Epc), una de las iniciativas más potentes del movimiento por la educación. La cocina, amplia como las campesinas, parece la oficina principal donde se debaten y toman las decisiones. La mitad de la veintena de docentes son mujeres entre los 25 y los 40 años, y resumen las potencialidades y contradicciones de quienes quieren hacer algo por fuera de las instituciones.

La iniciativa parte de un grupo de docentes disconformes con su trabajo y de estudiantes de pedagogía que participaron en el movimiento desde 2011. Crearon el Colectivo Diatriba, que publica una revista del mismo nombre y pregona “una pedagogía militante”. La participación en los liceos autogestionados durante varios meses, por la alianza entre profesores y estudiantes, jugó un papel cohesionador del colectivo.

Se propusieron dos objetivos centrales: “que las comunidades educativas se reapropien de los espacios educativos” y “la formación de sujetos críticos, conscientes y comprometidos” para motorizar los cambios sociales. Aseguran insertarse en una tradición que remite a las escuelas racionalistas de la Federación Obrera Chilena en las primeras décadas del siglo XX, a las experiencias educativas en las tomas de terrenos urbanos en los años sesenta y setenta, y a la “autoeducación” que protagonizaron sectores populares en la historia reciente.

Parir este tipo de educación implica la territorialización del espacio escolar por parte de la comunidad educativa. La referencia ineludible es el brasileño Paulo Freire, así como otros autores de la llamada “pedagogía crítica”, pero también experiencias educativas de movimientos como los sin tierra de Brasil, los zapatistas o los bachilleratos populares de Argentina.

La pregunta del millón es cómo se financia una escuela autogestionada por docentes, estudiantes y vecinos a través de asambleas comunitarias, que elaboran una propuesta propia o “currículo territorializado emergente”. La respuesta que dieron es que debe hacerlo el Estado a través del traspaso directo de recursos que serán administrados por la escuela. Además proponen la creación de unidades cooperativas capaces de generar ingresos en el territorio para sustentar la escuela.

En estos tres años la escuela formó a dos camadas de jóvenes y adultos que completaron sus estudios y rindieron pruebas para obtener sus certificados a partir de los contenidos que el Estado decide. Es el segundo problema, ya que los escasos fondos que reciben provienen de la aprobación de exámenes por los alumnos. Esto los ha llevado a preguntarse si son realmente una escuela autónoma o simples“colaboradores alternativos del Estado”, con una práctica que “está peligrosamente cerca del asistencialismo”, como señala la socióloga Marcela Fernández.

La financiación de la escuela la han completado con actividades como bingos, comidas, bailes y toques en el barrio, organizados entre docentes, estudiantes y vecinos. Han generado recursos pero a costa de un gran desgaste personal, ya que los docentes no reciben salario y deben, además, procurar su subsistencia en otras escuelas, mientras el apoyo del barrio se reduce al compromiso de unas pocas personas. Cada vez tienen más dificultades para realizar actividades de recaudación de fondos, mientras el Estado sigue aportando recursos regularmente.

Las preguntas que recorren las asambleas son tan realistas como despiadadas: “¿Somos simples colaboradores del Estado? ¿Estamos realmente prefigurando en nuestra escuela la sociedad que queremos construir?”. Es evidente que no tienen respuestas, quizá porque, como dicen en un texto interno, la autogestión no puede ser un medio para obtener recursos, sino “una forma de vida”. Saben que estas contradicciones pueden fracturar al equipo docente pero, por ahora, siguen caminando.

EL HIP HOP COMO EDUCACIÓN. San Bernardo es la última comuna santiagueña hacia el sur, allí donde la ciudad empieza a confundirse con el campo. Llegamos hasta una población que llaman Los Areneros, aunque no parece haber acuerdo sobre el nombre ya que algunos la denominan Los del Fondo y otros Los del Campamento. Lo cierto es que la “pobla” comenzó en 1986, luego de la creciente del río Maipo, cuando el municipio decidió trasladar a los afectados hasta este lugar donde se extraía arena del río.

El barrio nació como un asentamiento irregular e informal. Tres décadas después de aquellas inundaciones, predominan las casitas de una planta, construidas por las familias, muchas de madera con un piso superior para albergar a los hijos. Aunque los vecinos remplazaron las viviendas de cartón y chapas por materiales más sólidos y duraderos, la población no esconde su pobreza ni la marginación social y espacial que sufre, a quilómetros del centro de Santiago.

Una casa amplia con frente de madera luce un gran cartel: “Nuestras comunidades asumen el control popular de la educación en sus territorios”. Se trata de una casona tomada por el colectivo Centro de Operaciones Poblacionales Los Areneros (Copla), un grupo de jóvenes que gestiona un jardín para preescolares, una radio comunitaria, un taller gráfico, una biblioteca, una huerta y salones para actividades abiertas al barrio.

El origen del colectivo es bien distinto al de otras agrupaciones del movimiento social. Se organizaron en torno a la música rap y la cultura hip hop. Hacia 2009 colocaban parlantes en la calle para bailar break dance, generando vínculos y participación de los vecinos. Con los años comenzaron a recuperar espacios para la vida comunitaria, canchas, plazas, sedes sociales. En 2012 seguían rapeando en la calle, pero decidieron empezar con talleres educativos al aire libre.

Uno de los raperos cuenta su experiencia en el primer boletín del Copla. Realizó un taller de break dance con 30 alumnos de 2 a 18 años. “Esto permitió sacarlos un poco del ambiente que los rodeaba, mostrando una cultura distinta que se relaciona con la disciplina, el baile, la humildad y un poco de conciencia social trasmitida en las clases.”

Mientras ensayaban bailes, aparecieron valores como el trabajo en equipo y la necesidad de organizarse. La cultura hip hop, dicen, es un modo de educación y, sobre todo, de autoeducación colectiva en las condiciones de un barrio pobre y marginalizado, donde los chicos sufren hacinamiento, violencia y conviven con el tráfico de drogas.

El salto mayor se produjo en 2014, cuando comenzaron talleres de educación popular que fueron derivando en la autoeducación y sumaron un taller de teatro orientado al público infantil. Durante la obra, los niños deciden cómo quieren que siga, lo que se convierte en un proceso pedagógico que busca “resolver situaciones de la manera más participativa posible y no autoritaria, mediante asambleas y votaciones”.

“Semillero” es como nombran al jardín comunitario, donde aprenden en torno a una huerta en los fondos de la casona, entre juegos de madera que construyeron, y donde festejan los cumpleaños del barrio. Los padres no pagan por llevar a sus hijos al “semillero”, pero se comprometen en trabajos de apoyo o en buscar donaciones para sostener el comedor y materiales para el jardín. Han creado una red de comerciantes y vecinos que aportan alimentos; otros muestran su apoyo dedicando horas de trabajo al espacio comunitario.

Todo lo que recaudan para sostener el “semillero” y la casa cultural proviene de ventas de alimentos en la calle, de fiestas y bailes. Los fines de semana proyectan cine al aire libre en la “placita de la autogestión”, uno de los escasos espacios comunes de la población, recuperado por los vecinos y rodeado de coloridos murales que pintan escenas cotidianas en el barrio: policías persiguiendo adolescentes.

CUESTIÓN DE CULTURA POLÍTICA. “Ya el gobierno no nos manda”, dice una voz que sale de la cocina. Una mujer mayor y menuda, “tía” Emilia, se dirige a la ronda explicando que el grupo que trabaja en la casa toma todas las decisiones, apoyado por los vecinos del barrio sin depender del Estado y que “a eso se le llama autonomía”. Si la escuela pública depende del apoyo institucional, aquí no les llega un solo peso, pero la precariedad no desaparece, ya que funcionan en una casa tomada y están colgados de los servicios.

El empeño de estos jóvenes en la autoeducación recuerda aquel aserto de un asombrado Cornelius Castoriadis, cuando recordaba que en el siglo XIX “la clase obrera se autoconstituye, se alfabetiza y se forma por sí misma, hace surgir un tipo de individuo que confía en sus fuerzas, piensa por sí mismo y no abandona nunca la reflexión crítica”.

Aquel domingo de fines de agosto en el local de Copla se reunieron decenas de personas de varios colectivos educativos de Santiago y Valparaíso. Los anfitriones armaron grupos que debatieron sobre los problemas que enfrenta una educación autónoma y afincada en territorios de pobreza.

Los miembros del colectivo La Maleza, un grupo de liceales recién graduados de la comuna Maipú, activados en 2011, decidieron salirse del preuniversitario para montar una escuela como la que sueñan, con un proyecto educativo propio anclado en la comunidad barrial. Alguien relata que el mismo año nació la Escuela Artística Comunitaria que cuenta con una comparsa, organiza el Carnaval Víctor Jara y decenas de talleres de formación.

Los chicos de La Maleza se dedican a tejer relaciones entre los diversos colectivos que emprendieron el camino de una educación autogestionada. Aseguran que son una treintena de grupos, entre Santiago y Valparaíso, que trabajan para que “la organización de la educación la asuma la comunidad”. En los últimos diez años, desde la “revolución pingüina” de 2006, “hemos aprendido que no podemos quedarnos solamente en las peticiones y demandas”, afirman.

Los cambios de verdad, dicen, vendrán de esa “otra educación” a la que califican como emancipadora, libre, comunitaria o libertaria, según los gustos y tendencias, y que rehúye el control del Estado y del mercado. Viven en un equilibrio muy inestable. Para ser verdaderamente autónomos necesitarían el milagro de “generar alternativas de vida en el territorio”, en barrios donde los vecinos apenas consiguen sobrevivir.

Cuando se levanta la mirada y se observa el movimiento en su conjunto, las cosas cambian. El historiador Gabriel Salazar, uno de los más destacados intelectuales chilenos, hace una lectura demoledora del camino que ha tomado la mayor parte del movimiento estudiantil.“Partió muy bien”, dice, “pero ahora presenta una falla fundamental: no se está planteando como un movimiento social de nuevo tipo, sino como un movimiento de masas de viejo tipo” (Eldinamo.cl, 13-IX-16).

Salazar apela a una organización de base que no se limite “a pedir, a levantar las banderas de partidos, los retratos de los líderes”. La federación de estudiantes, por ejemplo, tiene un presidente que se elige cada año, “es un mandamás y todos los periodistas lo entrevistan, y sigue después el camino de la clase política y se convierte en diputadito”.

Esta cultura política está muerta en Chile, sostiene el historiador. “Todas las encuestas señalan que el 98 por ciento de la población no cree en los políticos, no confía en ellos ni en el sistema”, apunta. Quizá este sea el principal combustible de quienes hacen educación autónoma: es casi imposible, pero afuera hay un desierto.

Fuente: http://brecha.com.uy/del-movimiento-estudiantil-la-educacion-autonoma/

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¡A Democratizar las luchas por la Democracia!

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Desde sus primeros pasos el movimiento estudiantil ha hecho de la democracia una impronta viva de su lucha. Por allá en la Córdoba de inicios del siglo XX la ola “reformista” convocó a una huelga general de estudiantes acompañada del pueblo para exigir una administración más democrática en la universidad: acabar con cargos vitalicios y con el carácter confesional de la formación académica, respetar las decisiones de los estamentos y darles protagonismo en las decisiones de afectación común, eso que se llamó cogobierno, y una serie de reivindicaciones que hicieron eco a lo largo y ancho de Nuestra-América.

Con el tiempo esta herencia se difundió y a la vez que se enraizaba en luchas concretas fue perfilando matices y profundizando las demandas. Fueron sumándose peleas que ya no sólo aludían a la democratización de los asuntos del gobierno universitario (la pelea por el cogobierno que aún está por ganar), sino que se fueron abriendo espacio a las peleas por el acceso democrático del pueblo trabajador a la universidad pública, que pasa por la garantía de su permanencia y estabilidad, el empuje porque la administración de los recursos públicos se dé bajo el control y la veeduría multiestamental, el impulso para que el saber de la academia desborde sus límites institucionales y salga de sí arriesgándose a producir nuevo saber emanado del contacto sociedad-universidad, la promoción de formas efectivas de poder estudiantil en nuestras instituciones de estudio y una serie de reivindicaciones que han sido englobadas bajo el proyecto de construir y profundizar la democracia universitaria.

Pese a esto en el movimiento estudiantil parece seguir viva  una inconsistencia que llega como legado de las viejas fórmulas de la política que cierta izquierda recibió y aprobó sin reparo: Las reivindicaciones por la democracia carecen de  correspondencia con un análisis crítico de las prácticas propias que usualmente redundan en fórmulas autoritarias que se materializan tanto en la vida orgánica de nuestros proyectos políticos como en los espacios que incluyen al mundo complejo del movimiento estudiantil.

Esta inconsistencia llega a niveles de lo absurdo. Por ejemplo, mientras se tachan las elecciones a cargos directivos (rectorías, decanaturas etc.) de la universidad como autoritarias, se construyen a puerta cerrada estructuras y cargos directivos que se autoerigen como representantes legitimas de las estudiantes sin si quiera consultarlas; mientras se exige retóricamente el protagonismo de la comunidad universitaria, se deposita una fuerza mínima en los espacios gremiales y amplios que sin permiso van germinando y posicionándose; mientras se dice defender la autonomía, con facilidad se saltan definiciones asamblearias o se sabotean aquellas decisiones que no son de la conveniencia de mi propio sector, y así podríamos dar continuidad a un repertorio común que no se salva de los ismos conservadores propios de la derecha que hemos identificado, por lo menos discursivamente, como contraria: machismos, sectarismos, mesianismos, en fin.

Hoy, en el contexto actual signado por la penetración y profundización del neoliberalismo, repensar la democracia como proyecto y como práctica cotidiana se hace más que urgente para enfrentar el progresivo desmonte de los derechos y las victorias ganadas antaño por las luchas que protagonizaron estudiantes, trabajadoras y el pueblo en general. La democracia no puede estancarse como un eslogan vacuo que nos permita ganar empatía con amplios sectores, sino debe ser una forma cotidiana de afirmación del poder de lo colectivo para decidir y orientar nuestras propias vidas, como principio de lucha que pueda prefigurar en el ahora y en nuestros propios proyectos organizativos la anhelada transformación social. En definitiva, debe ser una práctica constante de rebelión contra el autoritarismo que niega la pluralidad en los procesos de construcción, que centraliza la acción y que es, además, útil a las tendencias que quieren hacer de los derechos fundamentales una mercancía.

Nuestra reflexión final es simple: Tenemos el desafío de reconstruir un movimiento estudiantil radicalmente democrático y con un espíritu humilde y transformador  para hacer de la autocrítica el móvil permanente de la lucha. Sólo así lograremos proscribir la antidemocracia que corroe hoy las luchas por la democracia.

Nota Final: Aunque la reflexión propuesta se presenta a modo general está inspirada en un hecho puntual que nos interesa señalar y rechazar públicamente: recientemente la Organización Colombiana de Estudiantes (OCE), espacio estudiantil del MOIR, convocó al V Encuentro Nacional de Representantes Estudiantiles (ENRE) de la Educación Superior con el objetivo expreso de constituir una organización gremial a nivel nacional de las estudiantes que paso a llamar Asociación Colombiana de Representantes Estudiantiles de Educación Superior (ACREES). A este encuentro sólo fueron invitadas representaciones afines y abiertamente pertenecientes a la OCE, las reuniones preparatorias se hicieron a espaldas de otras fuerzas y finalmente se autoerigieron como constructores de la organización gremial de las estudiantes, repartiéndose entre ellos los puestos directivos y de representación, definiendo, en un acto de suma ironía, principios como la amplitud y la pluralidad, la democracia, flexibilidad, independencia y representatividad.[1]

La denominada ACRES y las prácticas que hoy protagonizan fuerzas políticas como la OCE son muestra del autoritarismo y el sectarismo más dañino que ha venido destruyendo desde hace tiempo al movimiento estudiantil.

Acción Libertaria Estudiantil (ALE)
Proceso Nacional
Septiembre 2016

[1]http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/acrees-57802

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Uruguay: Otoño en primavera

América del Sur/Uruguay/Septiembre 2016/Noticias/http://kaosenlared.net/
Marcha contra la criminalización de la protesta, ayer, en Avenida del Libertador. Foto: Pablo Albarenga
La coordinación del Movimiento Estudiantil, en la que participan la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), los gremios de las carreras del Consejo de Formación en Educación y varios gremios de secundaria, organizaron ayer una marcha desde el liceo Bauzá hasta la sede del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública, con dos reivindicaciones: en contra de la criminalización de la protesta, al haberse cumplido un año del desalojo del Codicen, y en contra del recorte al presupuesto para la educación.
Durante la oratoria, los estudiantes recordaron lo que ocurrió el 22 de setiembre de 2015, cuando se aplicó “una medida autoritaria que no había sido implantada desde el pachecato”, en relación al desalojo de la ocupación en el local del Codicen por parte de gremios estudiantiles. Diego Almada, integrante del Centro de Estudiantes del IPA, añadió, en diálogo con la diaria, que se reclama el “desprocesamiento de los compañeros que fueron procesados” y “que se detenga, por parte de la Policía, el hostigamiento y persecución a militantes”.
También manifestó que “se complica cada vez más la promesa del 6%” del Producto Interno Bruto para la educación, y los estudiantes expresaron su preocupación por el Hospital de Clínicas, ya que “podría estar peligrando su funcionamiento a corto plazo”
Fuente:
http://kaosenlared.net/noticias-uruguayas-24-septiembre-2016/
 Fuente imagen: 
https://lh3.googleusercontent.com/qc9_iSJS-AAD8PuFB74umstCZRcQc-jVO6ETK6uo770B8ADmi0DEwVbywlNFiMB80J8HQA=s128
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Diez años de movimiento estudiantil en Chile

Chile / laventana.casa.cult.cu / 21 de Septiembre de 2016

Diez años han pasado desde que irrumpiera en la escena pública chilena el movimiento de los estudiantes secundarios, al cual se sumarían prontamente los universitarios. Impacto nos produjeron entonces las imágenes de niños y adolescentes que, sin dejar de lado su uniforme escolar, paralizaron las clases y tomaron pacíficamente los colegios en varias regiones del país. Ese uniforme utilizado en el sistema público, de colores blanco y azul oscuro que les ha significado el apelativo de “pingüinos”, aparecía ahora como el símbolo de jovencitos y jovencitas politizados, que revertían bruscamente la imagen a esas alturas instalada de jóvenes apáticos frente a las cuestiones sociales y políticas. Ahora, se nos aparecían por doquier niños, niñas y adolescentes que demandaban a las autoridades del país la reposición de un derecho conculcado desde el golpe militar de 1973: el derecho a la educación gratuita y de calidad.

Esa generación fue la que llegó prontamente a los planteles universitarios en los años siguientes. Así lo vivimos quienes ya entonces estábamos ejerciendo la docencia superior, pudiendo constatar de manera privilegiada la importancia decisiva de ellos y de ellas en el gran movimiento por la educación pública que se tomó los recintos educacionales (colegios y universidades) y que copó los espacios públicos por medio de una sorprendente masividad, a través de intervenciones urbanas y sobre todo de las cada vez más concurridas marchas que llenaron de personas y colores las principales arterias de nuestras ciudades.

Este movimiento masivo, heterogéneo, coordinado por referentes organizacionales que enfrentaron entonces y sobre todo hoy la difícil tarea de constituir una plataforma común sin desconocer esa diversidad, acaparó la atención internacional por un hecho no menor que tempranamente fue intuido incluso por las noticias más escuetas: que en Chile se había incubado y ahora estallaba una inconformidad que contradecía la estabilidad y buena prensa que hasta entonces había tenido el “modelo chileno”. Este modelo no era otro que el capitalismo neoliberal que pretende combinar una pretendida democracia política (bastante cuestionada desde hace años entre los sectores más críticos por la falta de correspondencia entre votos y autoridades electas, el llamado sistema binominal, que introducía una distorsión inaudita con la finalidad de sobre representar posiciones de centro-derecha y de derecha dura en el Parlamento) con la libertad económica, lanzando a la esfera del consumo ámbitos tan sensibles como la educación, la salud y la previsión social. Esto a costa de reducir a un mínimo histórico las responsabilidades sociales del Estado, a la par que crecía su acción decidida a favor de la iniciativa privada. La experiencia chilena demostraba así la falacia de una de las premisas ideológicas del neoliberalismo: su pretendido desprendimiento del Estado y de la política.

Algo pasaba entonces con ese modelo exitoso que en el resto del continente había tenido instalaciones más resistidas desde el campo social y político, careciendo de la solidez y continuidad alcanzado en Chile, donde la acción de la dictadura militar, desapariciones y torturas mediante, fue condición indispensable que los entusiastas ideólogos del poder tienden a invisibilizar en aras de una pretendida eficiencia de la senda “correcta” luego del experimento socialista de la Unidad Popular.

Este es el horizonte histórico que hace posible y que a la vez expresa el movimiento estudiantil o, más ampliamente, el movimiento por la educación pública en Chile, denominación que reconoce el apoyo de otros actores, lo que ha sido sin duda uno de los logros de los estudiantes. Un asunto fundamental, estimo yo, es que sus discursos y demandas nos sitúan en el plano del neoliberalismo como experiencia cotidiana, que constituye un existir precario, agobiante, sentimientos que desde el estallido de este y de otros movimientos se impone al momentáneo goce que produce el arrojo al consumo de bienes materiales y simbólicos. Porque el movimiento de los estudiantes no expresa el problema de la pobreza más precaria, aunque en algunos aspectos la contenga, sino la impotencia que significa tener que pagar cifras desorbitantes por cursar una carrera universitaria en un sistema de educación superior devenido en un mercado desregulado, que ha dado lugar al lucro y al engaño. Es este un sistema total que ha absorbido a las instituciones públicas, porque en Chile en todas las universidades se paga (a veces esas cifras son el equivalente al costo de una casa para familia de clase media baja), debilitando la línea divisoria entre lo público y lo privado. Las evidencias acumuladas con los años transcurridos desde la reforma de 1981 mostraban cada vez con mayor contundencia que ese principio ideológico de que lo bueno se paga y que los logros (individuales) deben ser el resultado del esfuerzo (también individual) y no del regalo, difundido a través de todos los medios posibles tanto por la dictadura militar como en la transición democrática, era una falacia.

El neoliberalismo, en tanto sistema, ha sido estudiado desde perspectivas críticas en Chile hace ya varias décadas: su proceso violento de instalación, la transformación profunda que significó y el grado de consolidación alcanzado durante el período que se abre con el retorno de los gobiernos civiles a partir de 1990 (a tal punto que se habla hoy de Chile como un caso de neoliberalismo avanzado). Sin embargo, menos atención ha tenido su estudio como experiencia cotidiana por parte de los sujetos y comunidades concretas: el horizonte de expectativas que abre, las frustraciones, la precariedad social, en resumen, lo que significa la profunda pérdida de la democracia social alcanzada en el período nacional-popular y sobre todo con la experiencia socialista boicoteada dentro y fuera de Chile durante los mil días de Salvador Allende.

Como señalé más arriba, tiendo a comprender y valorar la experiencia del movimiento estudiantil como la visibilización de aquello, del vivir en un sistema de valores que había naturalizado, con bastante éxito, la pérdida de esa democracia social y sobre todo de las utopías que hasta 1973 buscaban profundizarla. El movimiento por la educación pública viene a reponer en parte un ideario que parecía extinguido: el de los derechos sociales, de la justicia y la igualdad de oportunidades. La instalación de esos códigos en el espacio público –con innovadoras formas de manifestación política- y su amplia aceptación social, especialmente en el 2011, significa un quiebre ideológico de envergadura impulsado por generaciones que nacieron bajo esta configuración social y política.

Probablemente poco y nada se ha logrado en términos de transformación efectiva del sistema educacional heredado de la dictadura militar y perfeccionado por los gobiernos elegidos; probablemente hoy ese movimiento está viviendo un momento crítico como producto de la ofensiva ideológica, policial, comunicacional y a las propias debilidades internas, pero seríamos miopes si no logramos calibrar históricamente lo que hasta el momento ha significado.

Por ejemplo, otro asunto relevante para ser destacado a la hora del balance, es la manifestación de varios desafíos para la sociedad chilena actual y futura, que seguramente se replican en el conjunto de los países latinoamericanos. Me refiero a la articulación política de los diferentes actores que confluyeron en el movimiento, que le han dado vida y que a la vez constituyen su base, actores que visibilizan problemáticas y fricciones sociales que el movimiento estudiantil contiene pero al que no necesariamente le ha prestado atención ni mucho menos ha resuelto: me refiero a las demandas específicas de las mujeres (los distintos feminismos), de los jóvenes indígenas, colectivos artísticos y agrupaciones políticas que representan una enorme diversidad ideológica al interior de la izquierda, esto además de las orgánicas más convencionales. De ello se desprenden asuntos cruciales que han tenido escaso impacto en las interlocuciones con el Estado y con las autoridades de los propios planteles, como el de la educación no sexista y no racista, que imponen al movimiento estudiantil un horizonte ético más amplio que la demanda por el derecho a la educación, fundamentado en un principio de justicia social que amerita ser coherente con las opresiones que se producen al interior del propio estudiantado que se moviliza.

El momento actual, diez años después de la “revolución pingüina” -como entusiastamente fue bautizado el movimiento de los estudiantes secundarios el año 2006- es complejo, incluso podríamos decir crítico. Es un movimiento cercado, desgastado, reprimido, pero a la vez increíblemente vivo considerando sus diez años de trayectoria (sólo el movimiento mapuche lo excede en tiempo de existencia). Si tuviera que escoger una imagen de estos años, me quedo sin duda con la jornada de protesta del 4 de agosto del 2011, una noche en que tras la marcha frustrada por la represión policial retornaron los “cacerolazos”, que evocaron las jornadas de protesta contra la dictadura de Pinochet en plena década de los 80 (cuando el pueblo disidente se apropió de una forma de protesta usada por la burguesía contra Salvador Allende). Esa noche fría del 2011, que sentimos como una jornada épica pero a la vez desoladora, nos tocó experimentar en carne propia la violencia policial que durante el mismo período de consolidación del neoliberalismo se ha ejercido en contra de los sectores más excluidos de la sociedad, especialmente en la región de la Araucanía, ejercida sobre las comunidades mapuche que luchan hasta hoy contra las expresiones más depredadoras de ese mismo modelo (las empresas forestales, hidroeléctricas y el Estado que defiende los intereses privados). Esa noche fría concentra a nivel de las emociones los aciertos y los límites del movimiento estudiantil, de un lado, la alegría que produce la justicia de las demandas, por el otro, la impotencia frente a la violencia que nos dispersaba. Entre esos extremos se juega todavía la posibilidad de concretar, algún día, demandas ampliamente aceptadas en el seno de la sociedad chilena, lo que hasta el momento ha sido sin duda el mayor logro del movimiento por la educación pública.

Fuente:http://laventana.casa.cult.cu/noticias/2016/09/20/diez-anos-de-movimiento-estudiantil-en-chile/

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Entrevista con el Presidente de la Federación de Estudiantes de la entidad jesuita, Gustavo Orellana

América del Sur/Chile/10 Septiembre 2016/Autor: Andrés Figuera Cornejo/Fuente: Rebelión

El movimiento estudiantil de la Universidad jesuita Alberto Hurtado (UAH) ha permanecido en el ojo del huracán de los medios masivos de comunicación dominantes. El objetivo: criminalizar, satanizar y aniquilarlo premeditadamente.

El reciente 3 de septiembre, la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH), máxima agrupación del sector en el país, se reunió en la sede de la de la UAH para brindar su respaldo a las y los jóvenes perseguidos y sancionados.

El Presidente de la Federación de Estudiantes de la UAH, Gustavo Orellana Acuña, señala que “Los grupos que controlan la U son el Partido Demócrata Cristiano, la alta jerarquía de la congregación católica de la Compañía de Jesús, una fracción del Partido Socialista. Y la gente que representa esos grupos tiene en común provenir del ex Movimiento de Acción Popular Unitario (Mapu), un partido de izquierda en sus orígenes y que devino en un grupo de interés asociado al poder, al lobby profesional y a la inteligencia política (en términos de represión y control social). Por eso la dirección tiene tanto apoyo de la actual ministra de Educación, Adriana Delpiano, también ex Mapu”.

Y Gustavo añade que “El movimiento estudiantil en la UAH comenzó a formarse con seriedad el 2010, cuando se terminó el ciclo de federaciones impuestas por la dirección de la entidad con los partidos políticos de la Concertación (hoy Nueva Mayoría). Desde entonces las y los estudiantes logramos construir un petitorio histórico y por el cual seguimos luchando hasta hoy”.

-¿Qué demandas considera?

“Son tres puntos básicos. Terminar con el subcontrato y la tercerización de los servicios de aseo y guardias privados de seguridad. No para que dejen de existir esos servicios, sino que para que sean un cuerpo de trabajadores/as de la propia institución. Por otra parte, la democratización de la UAH y un gobierno triestamental (académicos, trabajadores, estudiantes) con voz y voto. Acá no existe ninguna instancia en la que podamos participar en las decisiones sobre la vida universitaria. Y por último, un financiamiento adecuado y la gratuidad universal. Al respecto, es preciso recordar que la UAH se define por su rol público, pero en la realidad las carreras, en promedio, cobran alrededor de 3 millones de pesos al año (USD4.470).”

GOLPE A GOLPE: LA POLÍTICA REPRESIVA DE LOS SUMARIOS A GRANEL

-La UAH tiene 18 años de vida. ¿Cuándo comenzaron a ser castigados por la autoridad?

“El 2010 fue expulsada la primera Federación de estudiantes democráticamente elegida. El argumento que usó la dirección fue que se les habían ‘perdido los papeles del crédito universitario’ de los miembros de la Federación. Como se trataba de estudiantes empobrecidos, fueron inmediatamente expulsados por incapacidad de pago del arancel.

Posteriormente, hubo una serie de sumarios (procesos punitivos jurídicos internos) en contra de dirigentes estudiantiles que se destacaban por ser organizadores del movimiento. El 2012 se produjo la primera toma de la UAH, donde también se realizó el primer ingreso de las Fuerzas Especiales de Carabineros (policía militar chilena) a las dependencias de la universidad.

El movimiento estudiantil, al igual que en todo el país, cobró mayor masividad, hasta que, desde las bases, llegamos nosotros a la Federación. Nuestro objetivo hasta hoy es recuperar la Federación para las y los estudiantes porque los dirigentes anteriores fueron siempre funcionales a los intereses de la dirección de la UAH, de los gobiernos nacionales de turno y del Estado. Luego de muchas dificultades interpuestas por las autoridades de la institución, logramos ganar la Federación en noviembre de 2015. A la semana de asumir el máximo organismo democrático estudiantil de la universidad, ya la dirección había sumariado a nuestro jefe de campaña. Hasta el momento en que llegamos a la Federación, la autoridad universitaria había sumariado a 8 estudiantes. Mientras tanto, rápidamente los estudiantes volvieron a la política universitaria, volvieron a llenarse las asambleas, los consejos de Federación volvieron a estar al servicio de las carreras. Ello comenzó a incomodar a la dirección.”

-¿Y cómo se expresa el malestar de los dueños de la UAH?

“Con más sumarios en contra de los estudiantes. A nuestro propio jefe de campaña se le hicieron tres sumarios consecutivos justo en días de exámenes. De ese modo, como no fructificaron los cargos falsos que le imputaron, entonces se le expulsó por razones académicas. En enero de 2016, temporada de vacaciones, fueron sumariados 8 jóvenes más, de los cuales 7 quedaron en situación de ‘condicionales’. Ahora bien, la política de los sumarios se basa en castigar a los estudiantes que solidarizan con los estudiantes sumariados anteriormente. Es el absurdo completo.”

NUEVO RECTOR INTENSIFICA LA REPRESIÓN

-¿Qué pasó con el rector Fernando Montes (S.J.)?

“Fernando Montes estuvo 18 años de rector y en su gestión se registró la mayor cantidad de sumarios en contra de estudiantes de educación superior a nivel de país desde el retorno de los gobiernos civiles. Después de Montes, en marzo de 2016, asumió la rectoría el decano eterno de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Eduardo Silva (S.J.). Su historial está marcado por la deslegitimación frente a los trabajadores. Sin embargo, a su investidura asistió incluso la presidenta Michelle Bachelet, dándole un respaldo gubernamental incondicional.”

-Entre el 9 de junio a principios de agosto de 2016 ustedes realizaron una movilización general…

“Siempre tras el petitorio histórico que levantamos. En el proceso de movilización se efectuó una toma y la autoridad desplegó toda su represión sobre nosotros. Una de las estrategias de criminalización en nuestra contra consiste en responsabilizarnos de supuestos daños sufridos por la UAH durante la toma. Para eso la dirección empleó montajes (armados) fotográficos muy pobres. También utilizó la amenaza de calificarnos académicamente con la nota mínima para intentar obligarnos a volver a clases sin ninguna demanda estudiantil cumplida, ni diálogo, ni negociación. Alrededor de un 25% del estudiantado fue castigado con las peores evaluaciones por seguir movilizado. La reprobación de una cantidad de asignaturas determinadas es causal de eliminación de la institución. En ese rango hoy existen 1.158 estudiantes, quienes quedaron en calidad de ‘condicionales’, mientras que, por lo mismo, fueron expulsados inmediata y formalmente 264 jóvenes (el 30 de agosto de 2016). Para las expulsiones primó un criterio político, independientemente de la excelencia académica de los estudiantes. El argumento fue la condición de representantes estudiantiles y su compromiso con las demandas del movimiento. Asimismo, el día de un plebiscito del movimiento estudiantil y durante una segunda toma de las dependencias universitarias, según un listado de las Fuerzas Especiales de Carabineros, se ‘individualizó’ a un grupo de 25 estudiantes a quienes se les acusó de los supuestos daños de la primera toma (!).”

-¿Y existen pruebas para semejante acusación?

“Ninguna. De los 25 jóvenes, tres fueron notificados de su expulsión y los otros 22 de la suspensión de un año (dos semestres), lo que, en los hechos, significa la expulsión porque se pierden las becas y la continuidad de los estudios. En general, de los casi 290 estudiantes sancionados en total, la inmensa mayoría somos jóvenes pobres. No podemos estudiar sin becas.”

MONTAJE MEDIÁTICO Y JUDICIAL, Y CRISIS INSTITUCIONAL

-El último día de agosto ustedes ingresaron a rectoría con un petitorio…

“En efecto. El rector Silva hasta ese momento, sólo había sostenido una reunión con la Federación estudiantil donde se limitó a reiterar sus negativas al diálogo. El ingreso a rectoría contaba con solicitudes bien sencillas: consensuar un nuevo reglamento de convivencia universitaria y formularlo triestamentalmente; consensuar un protocolo de movilización para evitar sanciones y represalias; y la reincorporación inmediata de los casi 290 estudiantes sancionados. El rector Silva, una vez más, se negó a todo y nos dijo que los tribunales de la UAH son autónomos, toda vez que sus miembros son designados por el propio secretario general de la institución, el demócrata-cristiano José Miguel Burmeister.”

-¿Cuáles son los poderes de José Miguel Burmeister?

“Todos. Es el nexo entre los grandes empresarios que forman el Consejo Superior de la universidad con la dirección. De hecho, Burmeister sesiona como secretario general en ambas instancias, cuestión que ni el rector puede hacer.”

-¿Quiénes son los ‘personajes’ más relevantes en el consejo superior?

“Eugenio Tironi (cabeza de un importante grupo económico del país); Andrea Vial (productora ejecutiva de Televisión Nacional de Chile); un miembro del grupo económico Saieh vinculado a la propiedad de bancos; el responsable provincial de la Compañía de Jesús, Cristian del Campo.”

-Ustedes caracterizan a la coyuntura de la UAH como situada en una crisis institucional…

“Con las represalias y sumarios, tres carreras ni siquiera tendrán egresados este año. Más de mil estudiantes no podrán seguir estudiando porque ya no tienen becas. Hay profesores que se han ido por cuenta propia y otros que han sido echados por apoyar la movilización. ¿No es una verdadera crisis institucionalidad que una universidad jesuita, la congregación del Papa; una entidad educativa que se dice sin fines de lucro y de carácter público, y que sostiene un relato progresista, humanista y de servicio a la comunidad, deje a su suerte a tantos jóvenes empobrecidos? Estamos hablando de una institución que sí recibe aportes del Estado para que estudiantes empobrecidos puedan estudiar. A estas alturas, aquí ya se perdió cualquier criterio académico y humano. Sólo prima la política de reprimir al movimiento estudiantil. La ministra de Educación, Adriana Delpiano públicamente apoyó al rector y sus medidas en nuestra contra. O sea, la crisis adquirió un carácter de Estado.”

-El miércoles 31 de agosto pasado, otra vez irrumpieron las Fuerzas Especiales de Carabineros a la universidad…

“A punta de golpes, lumazos, gases antimotines, dejando más de seis estudiantes lesionados de gravedad, y a una trabajadora migrante y subcontratada que además está embarazada, la que fue trasladada de urgencia a la Posta Central de Santiago. No contentos con ello, nos montaron sumarios a 25 dirigentes estudiantiles, entre ellos a tres de los cuatro miembros de la Federación. Ya habíamos sido sancionados antes de los acontecimientos descritos. El objetivo de las autoridades es claro: desfederar y destruir la organización estudiantil. A otro estudiante y a mí se nos procesó penalmente por ‘maltrato de obra de carabineros’, sin más pruebas que la declaración de un carabinero. Quedamos en la comisaría con orden de arraigo y firma mensual. El tribunal determinó 90 días de investigación. Carabineros actuó indiscriminadamente, agrediendo a varios periodistas.”

-Esta política represiva y criminalizadora, ¿sólo cae sobre ustedes?

“En absoluto. Ya van 20 estudiantes expulsados en la Universidad Diego Portales; 30 en la Universidad Cardenal Silva Henríquez; y otras y otros tantos en la Universidad Católica de Valparaíso y de Temuco, y en Universidad Viña del Mar. A ello se suma la política de desfinanciar a otras Federaciones estudiantiles de estudios superiores. En la Universidad de Magallanes la ministra de Educación llegó a destituir a la rectora Roxana Pey por manifestar públicamente su disconformidad con el incumplimiento de la gratuidad de la enseñanza proveniente del gobierno central.”

-Frente a esta política de Estado que reprime ‘ejemplarmente’ toda disidencia, y que, en tanto régimen político en crisis por la corrupción abierta refrendada en todas las encuestas a la población, ¿qué piensan hacer?

“Ante el autoritarismo, la corrupción, la represión, la ausencia de diálogo y democracia, sólo nos queda un camino: generar más organización y apelar solidariamente a un movimiento amplio de defensa de nuestros derechos. Y no abandonaremos la movilización. No lograrán que se naturalice la violencia del Estado en contra de las y los jóvenes que luchan por una causa justa.”

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=216444

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Estudiantes hondureños volverán a clases tras acuerdo con autoridades.

Centro América/Honduras/02.08.2016/Autor y Fuente:http://www.prensa-latina.cu/

El Movimiento Estudiantil Universitario de Honduras volverá el lunes a cumplir las actividades académicas luego que las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma aprobaron el nuevo calendario de clases restantes del año, se divulgó hoy.

La vocera, Mirta Gutiérrez, informó al diario La Tribuna que están en toda la disposición de incorporarse a las actividades docentes, pensando en la revisión de las normas.

Los estudiantes y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) instalaron una mesa mediadora para resolver una crisis originada por la ocupación durante dos meses de edificios educativos por los jóvenes.

El alumnado exigía la derogación de las normas académicas, la participación democrática en los órganos de gobierno universitario y la desautorización en el Ministerio Público de denuncias por sedición y usurpación de bienes públicos contra sus 75 compañeros.

Debido al conflicto, la UNAH canceló las clases de todas las carreras. Luego, la protesta estudiantil obligó a las autoridades a modificar el plan de estudio del presente año, que de tres períodos académicos quedará en solo dos, por los días perdidos de clases debido a la toma de edificios.

Después que el Movimiento Estudiantil Universitario desocupó las instalaciones del campus universitario de Tegucigalpa, las aulas están listas para recibir a los alumnos, que se incorporarán a las mismas desde el próximo lunes a las 06:00, hora local.

«Vamos a retornar a las clases con el objetivo principal que es la democratización de la Universidad y a trabajar por nuevas normas académicas y por lograr la representación del estudiantado», señaló la vocera Gutiérrez.

Otro de los portavoces de los estudiantes hondureños, Marco Rubí, alumno de la Universidad del Valle de Sula, se mostró en desacuerdo con iniciar las clases el lunes, pues en su opinión aún no existen las condiciones académicas para hacerlo.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=5107301&Itemid=1

Imagen: http://www.laprensa.hn/csp/mediapool/sites/dt.common.streams.StreamServer.cls?STREAMOID=slgTahMibGuQwDqLhyQDXs$daE2N3K4ZzOUsqbU5sYvTfxd6tQFuoRmLzcceq1ynWCsjLu883Ygn4B49Lvm9bPe2QeMKQdVeZmXF$9l$4uCZ8QDXhaHEp3rvzXRJFdy0KqPHLoMevcTLo3h8xh70Y6N_U_CryOsw6FTOdKL_jpQ-&CONTENTTYPE=image/jpeg

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