Diversos autores, marcados por la urgencia del presente, buscan interpretar los alcances de un sismo inesperado que trae aparejados nuevos desafíos.
El acontecimiento total. Eso es la pandemia. No lo fueron las grandes guerras ni la llegada a la Luna, ni los mundiales de fútbol o los juegos olímpicos, ni la propia globalización, condición necesaria pero no suficiente de esta excepción generalizada.
De todas esas situaciones alguien se caía o se sustraía voluntariamente. Pero el virus logró poner a todos en un mismo escenario, jugando papeles distintos en una única obra. Absoluta unidad de tiempo y lugar, presente continuo, tiempo en fibrilación que se resiste a las interpretaciones.
Eppur si muove, dicen los casi cincuenta autores que en tres obras diferentes pero igual de urgentes ensayan correrse del asombro para pensar desde la sociología, la antropología, la ciencia política, la filosofía, las relaciones internacionales, los estudios culturales, el psicoanálisis, algo de neurociencias. El acceso libre y gratuito a los estos libros -una costumbre en la producción científica en este momento, aunque puedan tener luego una versión en papel- epitomiza una actitud renovada con énfasis en la colaboración.
El listado de materias no es pedagógico sino central al argumento. Porque el aporte de las ciencias empíricas se ha vuelto extraordinariamente visible: vacunas, tratamientos, curvas epidemiológicas, porcentajes de letalidad son temas diarios. Pero los modos profundos de pensar la realidad, se sabe, son asunto de otros claustros: las ciencias sociales y las humanidades. Y si la pandemia hizo estallar la habitualidad como «una bomba», en la metáfora de Alejandro Grimson, coordinador del Programa Argentina Futura, hay quienes están pensando qué hacemos con esas piezas.
«Vivimos un tiempo absolutamente excepcional. Por primera vez la historia está en suspenso, atónita por un acontecimiento cuyo protagonista es la naturaleza», abre el colectivo Crisis su compilación La vida en suspenso. 16 hipótesis sobre la Argentina irreconocible que viene, publicada conjuntamente con Siglo XXI.
La primera sección, «La nueva anormalidad», está dedicada al presente estricto, en una suerte de paneo. Las más personales son las autoras mujeres: Paula Abal Medina narra la cuarentena en los barrios populares y alerta sobre la multiplicación de carencias, mientras Paula Litvachky discute qué hacer con los detenidos, amenazados por el confinamiento, y Natalia Gelós habla de las descuidadas cuidadoras: las trabajadoras domésticas. En tiempos de despedidas a la distancia y de ataúdes de cartón, Ximena Tordini reclama una «necroética», el necesario reconocimiento de que la muerte necesita sus rituales.
En el extremo económico, Alejandro Bercovich discute el impuesto a la riqueza, que podría contribuir a compensar las carencias. El exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González, por su parte, presenta la unidad nacional como «la necesidad de un imposible». Con quien dialoga el dirigente social Juan Grabois en la segunda sección, «El tiempo que viene», quien la califica con tono provocativo de «cliché ambiguo».
El cierre de la sección está a cargo del científico Diego Golombek, quien celebra el lugar que pasó a ocupar la ciencia en las decisiones de gobierno. Una observación puntual de Golombek conecta de manera iluminadora con el primer texto de la segunda sección, que abre la antropóloga Rita Segato. Comenta el científico que los mensajes sobre el uso del tapabocas son más eficaces si se los presenta como un aporte para la protección de la comunidad. En el mismo sentido, Segato concluye diciendo que el «buen Estado» es el que restituye el fuero comunitario.
No está lejos de estas observaciones la recomendación del especialista en Relaciones Internacionales, Juan Gabriel Tokatlian, de la Universidad Torcuato Di Tella, quien se apoya en Maquiavelo para proponer para la Argentina una Realpolitik «que radique en la modestia y la flexibilidad».
Martín Rodríguez y Mariano Schuster llegan con una redefinición de «historia» a partir de la experiencia de la pandemia: «Es lo que no necesita traducción. Llega. Sucede. Pasa. Acontece».
El segundo volumen tiene un único autor, el portugués Boaventura de Sousa Santos, Director Emérito del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y reconocido por sus aportes a las «epistemologías del sur».
La cruel pedagogía del virus advierte sobre lo que estamos aprendiendo con el dolor y la pérdida. Sus seis lecciones incluyen una dura advertencia sobre los tiempos de reacción a las catástrofes frente a la amenaza del cambio climático, la persistencia de las desigualdades, el fortalecimiento del patriarcado y el colonialismo. Pero también una esperanzada mirada sobre el regreso del Estado y, como Segato, de la comunidad, desplazando el mercado del centro social.
El tercer volumen es el más colectivo y está específicamente orientado al día después. El futuro después del Covid-19, coordinado por Grimson para Argentina Futura, tiene tres secciones: «El Estado que viene; desafíos y emergencias», «Un nuevo mapa político» y «Pensar las subjetividades».
Escriben 28 autores de un arcoíris ideológico y político, con referentes de uno y otro lado del espectro, como Beatriz Sarlo, Vicente Palermo, Atilio Borón, Ricardo Forster, Maristella Svampa, Enrique Viale, Walter Mignolo, Dora Barrancos, Roberto Follari, Helena Carreiras y Andrés Malamud.
Repiten colaboración desde nueva perspectiva Tokatlián, Segato, González. La variedad también incluye temáticas y estilos, con aportes más literarios, como los de Cristian Alarcón, Gabriela Cabezón Cámara y María Moreno, y referencias a las artes, como el texto de Andrea Giunta.
De un volumen pantagruélico, al que es imposible hacer justicia en la brevedad de una reseña múltiple, vale la pena rescatar el cierre modesto y contundente del texto de Sarlo, una intelectual que elige correrse del lugar de profeta para dedicarse a las minucias mayúsculas de la economía (y la política).
En tiempos de desigualdades extremas, aquí y en el mundo, expresa su deseo: «Lo mejor que puede aportar el futuro de la pandemia es una reforma impositiva, con un acento puesto sobre los bienes personales. Los empresarios pagarán más si son ricos, no si sus empresas son prósperas e invierten productivamente sus ganancias. Si la pandemia nos convierte en un país impositivamente más justo, podremos decir que hemos vencido y que habrá un futuro. Todo depende de nosotros. Debemos eso a los muertos y a quienes están sufriendo».
En cuatro décadas de neoliberalismo el monopolio de la televisión creció al amparo de la corrupción del Estado, se consolidó como un poder fáctico por encima de cualquier otro; ha sido el actor principal de la antidemocracia y del sesgo a la diversidad de voces de la ciudadanía crítica. El caso de Enrique Peña Nieto es la confirmación de la existencia de una telecracia con tal capacidad de influencia que podía sentar en la silla presidencial a quien quisiera para lucrar a costa del dinero público. Está ampliamente documentado que en 2016 la SEP les entregó 94 mil pesos cada hora para promover su reforma educativa y desacreditar a los maestros que se opusieron a ella.
El monopolio de la televisión no sólo se alió a la descomposición gubernamental, también lo hizo con el sindicalismo más corrupto y antidemocrático. En un compromiso de favores compartidos, en 2009 la lideresa del SNTE Elba Esther Gordillo Morales selló un pacto económico de 750 millones de pesos con Televisa a través de Claudio X González Guajardo, entonces presidente de Fundación Televisa y después líder moral de Mexicanos Primero. Durante dos años Marco Antonio Regil condujo el show televisivo “Todo el mundo cree que sabe” para enarbolar la figura del magisterio propatronal que había desempeñado el papel de mercenario electoral para llevar a Felipe Calderón a la presidencia de la república.
La idea no fue original, en realidad era parte de una estrategia de la derecha internacional que tuvo su primera experiencia en el show norteamericano ¿sabes más que un niño de primaria?, que se replicó por diferentes países de Latinoamérica como plataforma ideológica del empresariado para reforzar las evaluaciones estandarizadas como sistemas de rendición de cuentas hacia los maestros y de vigilancia de los aprendizajes.
Pero, cuando que creíamos que se había echado a la telecracia del poder, nos encontramos con que se les devuelve su papel protagónico en el actual gobierno, no fue una formalidad que los representantes de TV Azteca, Televisa e Imagen TV asistieran a la reunión del presidente Andrés Manuel con Donald Trump; ahí, fueron invitados a sellar el destino de la nación negociando el T-MEC, poniendo sus intereses de clase por delante.
La estrecha relación con la telecracia en el ámbito educativo no tardó mucho tiempo en hacerse visible, se puso de manifiesto desde el momento en que Esteban Moctezuma Barragán dejó la presidencia de Fundación Azteca para que fungiera desde la SEP como el Claudio X González de la cuarta transformación; se trató de un cambio de figura política con una relación menos desgastada con el nuevo presidente de México. Siendo secretario de educación, el ex empleado del Grupo Salinas no ha perdido ninguna oportunidad para favorecer contratos de la SEP con Televisión Azteca, desde las orquestas infantiles hasta la elaboración de contenidos educativos.
Justo en el momento en que el poder del monopolio de la televisión había perdido terreno frente a la apertura de medios digitales que ofertan otras posibilidades de información con mayor credibilidad y de que estaban padeciendo una larga caída de sus ingresos económicos porque la audiencia se está mudando a las plataformas virtuales de entretenimiento por streaming, el pacto educativo articulado por Esteban Moctezuma para que sean el vehículo central de la estrategia de Aprende en Casa II para el ciclo escolar 2020-2021, le da un giro inusitado de legitimidad ante la sociedad.
La telecracia no está salvando a la nación ni a la educación, tal cual se les quiso presentar en la conferencia mañanera del tres de agosto. Es al revés, se les está rescatando a ellos de un ciclo constante de pérdidas y de falta de credibilidad, por principio recibirán 450 millones de pesos para operar canales marginales de su programación; pero, las consecuencias económicas del rescate moral se vieron reflejadas al día siguiente de haberse presentado el acuerdo educativo, en la bolsa de valores el Grupo Televisa repuntó 11.42% en sus acciones, mientras que TV Azteca lo hizo con un 10.59%.
Lo que pudo ser una decisión de Estado legítima, necesaria y emergente para hacer uso de la infraestructura de las televisoras y ponerlas al servicio de la educación pública, derivó en otro acuerdo cupular entre el gobierno y la oligarquía nacional, al margen de las y de los maestros, con mayores beneficios para el empresariado. Hay que decirlo claro y fuerte, escolarizar por medio de la televisión no es educación, es privatizar la escuela y hacer como que el sistema educativo sigue de pie. La gran tarea de educar, seguirá siendo del magisterio con un plan integral que no quedará inmóvil ante la imposición de la caja idiota.
Entrevista realizada por Luis Miguel Alvarado Dorry en exclusiva para Otras Voces en Educación.
Conocimos a María del Carmen López Vásquez por un amigo en común que nos contactó con ella, al conocerla a través de mensajes y posteriormente, en esta nueva realidad, por medio de videoconferencias en donde ha participado defendiendo la educación pública, gratuita, laica, emancipadora y feminista, con base en los saberes ancestrales de los pueblos originarios; nos demostró su espiritualidad, humanismo y pasión por la construcción de otros mundos, unos más justos, humanos, humanizantes y pluriversos, en armonía con les otres y con la naturaleza.
María del Carmen es originaria del Estado de Oaxaca, Mexico. Es pedagoga crítica, educadora popular y abogada; ha ejercido durante 34 años la docencia en educación básica; es una férrea luchadora social y ex dirigente de la Sección XXII de Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Ha sido concejal y vocera de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Exiliada politica por la represion gubernamental por un año y medio. Fue Judicialízada como consecuencia de la lucha contra la Reforma Educativa Neoliberal. Es Miembro de la Red de Defensoras de los Derechos Humanos en México.
Actualmente, es coordinadora del Programa Autónomo y Popular de Educación Preescolar (PAPEP), Integrante del colectivo Magisterio en Acción Educativa y Emancipadora y Comunal (MAEEC– CINPECER).
Las Luchas no deben ser aisladas, las fragmentaciones de los movimientos sociales debilitan la construcción de alianzas que pueden ser hitos para combatir y resistir, denunciar y proponer, es por ello que, María del Carmen, nos señala que «es urgente la unidad del magisterio Nuestroamericano y, un paradigma educativo popular, crítico y liberador, para disputarle la escuela al capitalismo cognitivo».
María del Carmen, ¿Cómo llegó a la educación crítica y contestataria y cómo a la lucha gremial y social? Cuéntenos un poco de su historia de vida.
En primer término, agradezco al Centro Internacional de Investigaciones “Otras Voces en Educación” (CII-OVE), la oportunidad que me brinda para hablar sobre mí mayor pasión qué es educar. Comenzaré diciendo que tuve la hermosa oportunidad de convertirme en profesora desde 1985, me formé profesionalmente en una Escuela Normal Rural aquí en el estado de Oaxaca, donde vivo en el sur de México. Las escuelas normales rurales se caracterizan en desarrollar un pensamiento crítico, fue en mi etapa estudiantil que leí por primera vez la obra de Freire y el marxismo, eso me inspiró y comprometió. Por ello cuando inicié en la docencia siempre tuve claro que educaría en una perspectiva emancipadora, critica y transformadora, ya que siempre cuestioné la política educativa y los planes y programas oficiales de la Secretaría de Educación Pública desde donde se pre- diseñan e imponen los contenidos curriculares para solamente ejecutarlos y reproducirlos en el aula desde la visión eurocéntrica para mantener el status quo, manteniendo así la colonización cultural y las distintas formas de explotación y de dominación del sistema capitalista y el neoliberalismo.
En 1980 se inició en el estado de Oaxaca la insurrección magisterial dando origen a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), este acontecimiento nos trastocó a toda la sociedad oaxaqueña y, en especial, a los a los estudiantes normalistas que desde entonces compartimos los objetivos de la lucha magisterial, por ello, al egresar de manera automática ingresé al gremio magisterial y al mismo tiempo a su proceso de lucha por democracia sindical, por democratización de la educación, y por la democratización del país, que son los tres principios fundamentales que enarbola la CNTE.
Para mí no fue nada nuevo porque había sido ya dirigente estudiantil del normalismo, inicié mi participación activa desde mi delegación sindical, es decir, en la estructura del sindicato. En consecuencia llegaron las responsabilidades sindicales a través de las comisiones y nombramientos para representar a mis compañeros de base, así ocupé diferentes funciones, fui varias veces delegadas a los congresos de la sección XXII, tres veces secretaria general en diferentes delegaciones sindicales y en tres ocasiones delegada a la Asamblea Nacional Representativa de la CNTE (máximo órgano de dirección entre Congreso y Congreso) Y en el periodo 2012- 2016 miembro de la dirigencia estatal de la sección XXII de la CNTE. En la lucha popular, mi participación más relevante fue en la insurgencia popular de los pueblos de Oaxaca en el 2006, en donde fui parte de la vocería y Concejal de la dirigencia de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, cumpliendo la responsabilidad en la locución y coordinación de las radios tomadas por el movimiento. Como consecuencia de ello fui perseguida y judicializada, hubo atentados contra mi vida y la de mi familia y finalmente fui exiliada por un año y medio para proteger mi vida y la de mi familia, todo esto fue parte de la represión contra el pueblo de Oaxaca que estaba en lucha. Dentro de esta insurgencia popular fui parte de la colectiva que fundamos las mujeres de la APPO: La Coordinadora “1ro de agosto”, la cual fue la organización de mujeres que protagonizaron la ocupación de la Corporación de Radio y TV Oaxaqueña, propiedad del Gobierno estatal. De igual manera, siendo parte de la dirigencia de la Seccion XXII en el marco de la lucha contra la mal llamada reforma educativa neoliberal, en el año 2016 fui perseguida y judicializada por “terrorismo, asociación delictuosa y por daños a bienes de la Nación” y tuve que vivir un segundo exilio de un año.
¿Cuáles considera que son los elementos más significativos de la crisis educativa en su estado, en México y en toda América Latina?
En mi opinión, el gran problema que tiene México y Latinoamerica es tener gobiernos neoliberales, antidemocraticos, privatizadores y autoritarios, que no gobiernan para los pueblos, se han convertido en gerentes de los intereses económicos transnacionales e imperialistas de los organismos financieros internacionales, cumplen la tarea de garantizar el estatus quo y la reproducción del sistema de explotación capitalista que produce las grandes contradicciones e injusticias sociales, las grandes desigualdades y el control social. Con la ausencia de Estados nacionales soberanos y la aplicación de las reformas estructurales neoliberales privatizadoras que despojaron a la ciudadanía del ejercicio y cumplimiento de sus derechos humanos fundamentales, negando con ello, una vida digna para todos.
El estado de Oaxaca pertenece al sur de México y toda región centro y sur han sido totalmente abandonados por los gobiernos neoliberales de mi país en las últimas décadas en lo económico y social. Se ha privilegiado el norte y se discriminó el sur de México, donde la marginación y pobreza es un fenómeno lacerante y ofensivo para la dignidad humana. En este contexto, el rubro educativo, los gobiernos no destinan el 8% del Producto Interno Bruto para la educación como lo recomienda la UNESCO, es evidente que no es un rubro prioritario para ellos, es decir, se ha abandonado la educacion y se ha pretendido generalizar la privatización de la escuela pública, gratuita y laica. Esto se refleja en el abandono de la infraestructura física de los centros escolares, la falta de construcción de nuevas escuelas donde se requieren, el mantenimiento de los edificios escolares delegando esta responsabilidad del Estado a los padres y madres de familia, y la falta de docentes para poder atender la cobertura total necesaria. Aunado a ello, los salarios de los trabajadores de la educación(directivos, docentes y personal de apoyo y asistencia a la educación)son pauperrimos, provocando con ello que los docentes lejos de concentrarse totalmente en su desempeño profesional normalmente busquen un segundo empleo o se dediquen al comercio, y aun peor, con la mal llamada reforma educativa se violentaron los derechos laborales al someternos a evaluaciones punitivas para la permanencia y promoción laboral.
El otro gran problema que se presenta son las políticas de la OCDE, quien interviene directamente en el sistema educativo mexicano imponiendo las evaluaciones estandarizadas a los educandos, violentando así nuestra pluridiversidad cultural y social, esto ha atentado contra el derecho a la educación de las niñas y los niños, porque bajo el pretexto de no aprobar los exámenes estandarizados se les ha impedido el acceso a instituciones educativas y se les ha discriminado, el problema es mayor cuando se trata de estudiantes de nuestros pueblos originarios que en muchos de los casos tienen que caminar muchos kilómetros para poder llegar a la escuela más cercana y, en su mayoría, simplemente deciden no asistir a la escuela por falta de ésta en su comunidad.
Por otra parte, las mismas condiciones de pobreza provocan que las niñas y los niños que cursan la educación básica presenten una gran deserción escolar porque tienen que incorporarse al campo de trabajo para ayudar en la economía familiar, es decir, los niños oaxaqueños y los niños mexicanos, en general, a muy temprana edad ingresan al mundo del trabajo. En mi opinión, la realidad educativa y social oaxaqueña es muy semejante en la mayor parte de México, América Latina y el Caribe, seguimos siendo un continente saqueado y colonizado, con una profunda condición de injusticia social provocada por el sistema genocida y ecocida.
¿Cuéntenos sobre cómo ha sido su experiencia en la construcción del Plan para la Transformación de la Educación de Oaxaca PTEO y en la coordinación del Programa Alternativo y Popular de Educación Preescolar (PAPEP)?
Desde mi inicio como docente he participado muy activamente en el desarrollo y construcción del Movimiento Pedagógico Oaxaqueño, el PTEO es parte de este, desde mi etapa formativa tuve claro que mi tarea docente consistiría en desarrollar una praxis pedagógica crítica, emancipadora y comunal. El Movimiento Democrático Magisterial de Oaxaca (MDTEO), desde 1980 determinó iniciar el proceso de construcción del Movimiento Pedagógico Oaxaqueño, en este contexto, se asumió la tarea de desarrollar y construir una educación alternativa y contrahegemónica a la educación racional-instrumentalista neoliberal que sólo enajena y aliena a las y los estudiantes para ponerlos al servicio de los requerimientos del mercado y, para reproducir el estatus quo, este orden autoritario vertical e individualista de la escuela capitalista que siempre ha sido opresor y violento, que controla y reprime mediante y, que a través de la evaluación, etiqueta, estigmatiza y discrimina a la y los estudiantes.
El PTEO se construyó con la participación horizontal de las maestras y los maestros de base, quienes discutimos y construimos colectivamente su enfoque crítico, comunal y liberador. Con él, pretendemos formar sujetos históricos, transformativos y descolonizados, educar a favor del pueblo oprimido, que desarrolle procesos de pensamiento crítico y de concienciación, que promueva en los educandos la recuperación y reivindicación de su esencia multicultural milenaria y desarrollar el diálogo con los saberes pluriversales, conforme la realidad cultural y social.
En la actualidad se ha avanzado en la transformación del papel de la escuela y de la educación a partir de nuestro PTEO, existen múltiples propuestas pedagógicas emancipadoras y descolonizadoras y, por ello, estamos exigiendo a las autoridades educativas estatales y federales que se legisle el respeto a la diversidad curricular, y no sigan editando libros y materiales educativos hegemonizantes. El PTEO contiene dos sistemas y tres programas. Se enfrentó la Alianza por la Calidad Educativa implementada por el espurio ex presidente derechista Felipe Calderón y Elba Esther Gordillo Morales Secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con tintes charros, corporativista y servil al gobierno en turno para cumplir con el mandato de la OCDE con el que inicio el atentado contra la escuela pública, gratuita y laica.
El Programa Alternativo y Popular de Educación Preescolar (PAPEP), está diseñado en congruencia con el PTEO, cobró forma en un proceso de zona escolar constituida en comunidad pedagógica, era muy clara la exigencia de nuestro pueblo de Oaxaca que, desde el 2006, pensaba en transformar la educación, transformar la escuela y modificar el currículum. En el contexto de la insurrección Popular la ciudadanía movilizada cuestionó fuertemente el papel de reproductor ideológico, enajenante y alienante de la escuela oaxaqueña y propuso, por lo tanto, acelerar el proceso de transformación de la educación.
Iniciamos un proceso de autoformación que diseñamos las trabajadoras y los trabajadores de la educación de la zona escolar, incluimos el personal de apoyo y asistencia a la educación. Este hecho fue inédito porque normalmente la labor docente se deja a las y los docentes y, en este caso, sumamos al personal administrativo y de intendencia de las escuelas pues consideramos que ellas y ellos también participan de manera directa en la interrelación personal y pedagógica con las niñas y los niños, recuperamos sus experiencias y sus propuestas. Desarrollamos un proceso formativo crítico, liberador y de reflexión de la Comunalidad, lo que nos permitió estar en condiciones de recuperar nuestras experiencias, colocando en el centro las necesidades del desarrollo de las niñas y los niños de 3 a 5 años y de sus intereses superiores, los fines de la escuela, de la educación y el proceso que debe hacer posible la concreción de estos propósitos.
El programa en su contenido plantea ocho orientaciones que son el faro que irradia la praxis docente: la orientación Bioética, la Educativa, Psicológica, Antropológica, Sociológica, Metodológica y la Política. Planteamos el Desarrollo Dinámico y Dialéctico de las niñas y los niños a través de continuums: el desarrollo el pensamiento complejo, el desarrollo espiritual y de la conciencia, el desarrollo natural, social, histórico y cultural y el desarrollo corporal, psicomotor y emocional.
En este programa consideramos necesaria la alfabetización política, de tal modo que, la lectura del texto, va acompañada siempre de la lectura del contexto aplicando el principio de realidad, la que se problematiza en el Proyecto Comunitario que define la ruta de intervención y de transformación como respuestas o soluciones a las necesidades de las niñas y los niños, de sus familias y de su comunidad. Por tanto, nos separamos totalmente de aquellos procesos de enseñanza de la lengua oral y escrita como procesos fragmentados. Transformamos los tradicionales Jardines de Niños en Comunidades Convivenciales para el Desarrollo Infantil (CCDI), en ellos nos educamos y reeducamos todas y todos: las educandas y educandos, los padres y madres de familia, las y los trabajadores de la educación y la propia comunidad. Hacemos una praxis comunitaria desde el interior del sistema escolar, todos aprendemos de todos y, todas y todos, enseñamos a todos y todas, nos educamos y reeducamos compartiendo nuestra vida con el otro o con la otra, en un nosotros, con amor, desde y para el amor, la justicia, la igualdad, la libertal, en comun-unidad, en comun-unión, así nos desarrollamos en comunidad, en la compartencia y no en la competencia, superando el individualismo mezquino y meritocrático. De esta manera, asumimos nuestra Comunalidad como filosofía de vida.
En la praxis de comunidad nos transformamos, nos descolonizamos, nos despatrialcalizamos y nos liberamos, en nuestra praxis pedagógica siempre nos posicionamos políticamente a favor del pueblo oprimido. El proyecto comunitario se diseña con la participación de todas y todos los miembros de la CCDI, y en especial se empodera la palabra de niñas y niños a través de asamblea, es decir , así se ejerce un poder compartido y horizontal, liberardor, de esta manera modificamos radicalmente nuestra estructura educativa, la dirección escolar se convirtió en coordinación del colectivo escolar y la arcaica supervisión se convirtió en parte del colectivo coordinador pues es totalmente incompatible la verticalidad de las autoridades del sistema educativo oficial.
Alentamos y defendemos toda forma vida y vivimos en armonía con el planeta, recuperamos los conocimientos ancestrales de nuestras culturas milenarias, construimos y reconstruimos así una epistemología comunitaria para combatir el epistemicidio colonial eurocéntrico. A través del proyecto comunitario se aterriza y concreta el PAPEP. Así mismo, desarrollamos un diálogo de saberes con otras culturas pluriversales. En nuestra CCDI son atendidos las niñas y niños con diversidad evolutiva en su desarrollo (educandos especiales) a través de un proceso de humanización educativa, donde se les atiende según sus necesidades y la responsabilidad de ello recae en todas y todos los integrantes de la CCDI, participan y se integran plenamente con la ayuda y cuidado de todas y todos, es decir, para nosotras el respeto al derecho de intangibilidad de la dignidad humana no es suficiente con la integración y la inclusión, nuestro proceso es superior en el compromiso del desarrollo comunitario.
En resumen, desarrollamos una educación bioética, de la vida para la vida, desde la vida, promovemos la soberanía alimentaria y procesos autónomos y autogestivos, nuestra praxis pedagógica nos ha transformados no solamente como docentes sino como personas y familias, nos ha hecho grandiosamente felices, plenos y trascendentes. El proceso de formación que coordino es permanente y nuestros proyectos comunitarios son cada día más fuertes y ambiciosos en los propósitos para el bien común, para el bien vivir. Deseo enfatizar que es posible transformar la praxis pedagógica, la escuela y la educación para gradualmente, desde la educación, transformar la sociedad, construir otro mundo y otra humanidad con justicia social y derechos plenos, es posible. Creo y creemos en el Proyecto Histórico de Liberación y para ello es necesario potenciar el paradigma educativo liberador desde nuestra educación.
María del Carmen, ¿La relación entre los gobiernos y los gremios en el estado de Oaxaca y en el país es fluida ¿Por qué?
Actualmente, la relación entre la sección 22 y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación con el Gobierno federal es fluida, como nunca antes en la historia de nuestro movimiento desde hace 40 años, ahora somos recibidos y escuchados, aunque también, vale decir que no siempre se responden satisfactoriamente todas las peticiones que como gremio planteamos, anteriormente los gobiernos neoliberales, aunque nuestras movilizaciones políticas fueran gigantescas nunca se nos atendió, nunca se nos escuchó y mucho menos se resolvieron las demandas, es una gran diferencia con el presidente actual, hay diálogo e interlocución, aunque tenemos un gran problema con el neoliberal Esteban Moctezuma enquistado en la Secretaría de Educación Pública, que sabotea permanentemente los acuerdos de la CNTE con el Presidente.
Quiero comentar que el triunfo de un Gobierno progresista no se puede explicar sin la gran contribución en los procesos de diálogo y concienciación de la sociedad por parte del magisterio democrático de la CNTE , que siempre durante muchos años atrás y de manera incansable, informamos y difundimos ante la sociedad todas las afectaciones, el saqueo, la corrupción y la violación a los derechos en general por parte de los gobiernos neoliberales, alentamos siempre el cambio aunque formalmente no participamos en los procesos electorales, en el caso de Oaxaca aún padecemos un Gobierno priísta neoliberal y, por lo tanto, con él la relación es tensa, pues estos gobiernos se han caracterizado por ser gobiernos corruptos, antipopulares, antidemocráticos y saqueadores.
Como educadora popular, ¿considera que la formación inicial y continua de les docentes corresponde a las necesidades del país y los desafíos pedagógicos del siglo XXI?, ¿Por qué? ¿Cuáles serían sus propuestas?
En el caso de México la formación inicial que se da en las escuelas normales que son las encargadas de la formación del magisterio y en las universidades de donde egresan también los docentes que se desempeñan en la educación secundaria y el bachillerato, no corresponde a las necesidades del pueblo mexicano, los gobiernos neoliberales han convertido a la educación básica, media básica y superior, en productoras de mano de obra barata que demanda el mercado. La autoridad educativa que diseña los planes y programas de estudio asegura a través de estos una formación acrítica, instrumental y racionalista, patriarcal, colonizadora y opresora, como consecuencia limita el compromiso con una praxis educativa crítica emancipadora, descolonizadora, antipatriarcal y liberadora.
En este sentido, forman a un docente irreflexivo que se dedica a operar el currículum oficial, preparado para reproducir y ejecutar los planes y programas de estudio prediseñados e impuestos , y de corte neoliberal, con contenidos muy ajenos a la pluridiversidad cultural y social del país, no preparan al maestro investigador y creador de conocimientos que permita hacer los cambios necesarios en los procesos educativo; pero como dijo Freire, sería ingenuo pensar que desde los gobiernos se oriente la educación que termine con la opresión del pueblo.
En las circunstancias de la pandemia desde la Secretaría de Educación Pública se entregó a Google como plataforma trasnacional de datos, toda la base de datos del magisterio y estudiantado nacional sin nuestro consentimiento y se impuso sin consultar la opinión del magisterio nacional el programa denominado “Aprende en casa“, este fue un fracaso por tres razones fundamentales: la primera, la mayoría de nuestros estudiantes vive en condiciones de pobreza, carecen de las herramientas digitales y de los dispositivos para poder acceder al programa; segundo, el magisterio no contaba con la capacitación digital para el uso de las herramientas tecnológicas, y tercero, la falta de luz eléctrica y de conectividad en muchas comunidades de país. Nuestras niñas y niños para hacer sus tareas se subían a los árboles, buscaban los cerros o tenían que caminar a los lugares donde hubiera señal, los padres pagaban el costo del Internet público, en fin, muchas vicisitudes y conflictos que pusieron en evidencia lo inconveniente y falta de pertinencia del programa.
El Estado de Oaxaca caracterizado por su organización, lucha y resistencia rechazamos este programa y no se acataron las disposiciones de la SEP, pero en la mayoría de los Estados del país donde no hay procesos de organización y que están sometidos al corporativismo sindical siempre terminan obedeciendo y acatando sin mayor reflexión lo que las autoridades educativas ordenan. Así, los estudiantes se vieron sometidos al estrés de las grandes cargas de tareas escolares, en el Estado de Puebla, por ejemplo, fue doloroso conocer la terrible noticia de suicidio de un niño por esta causa, se conflictuó el seno familiar al convertir a los padres, madres, abuelas, abuelos, hermanas y hermanos en maestros de las niñas y los niños, entre otras muchas afectaciones.
Mis propuestas para el magisterio nacional y latinoamericano: Es urgente retomar con valor y compromiso nuestra materia de trabajo, los procesos pedagógicos en el aula y las transformaciones que la educación en general necesita, constituirnos en colectivos escolares y diseñar los contenidos curriculares desde nuestra realidad concreta. Para ello, es necesario reflexionar y deconstruirnos, desaprender y reaprender, repensarse los procesos de formación y autoformación por las propias maestras y maestros desde una perspectiva crítica, descolonizadora, antipatriarcal, liberadora, humanista y comunitaria, debemos formar estudiantes en procesos colectivos, sociales y comunitarios, que procure el interés común ante el individual, que se forme en principios éticos y comunitarios, que valore y ponga en el centro el respeto y defensa de la vida humana y la de la naturaleza, que aprenda a vivir en respeto y armonía con ella; un estudiante que sea solidario y que sepa compartir y no competir, que se desarrolle en el seno de la comunidad y con la comunidad.
Nuestros pueblos ancestrales con su cultura milenaria poseen la riqueza para lograr estos propósitos, tenemos que volver la vista a estos saberes ancestrales y tener claridad que los cambios los debemos hacer las y los trabajadores de la educación en unidad con nuestros padres y madres de familia, desde abajo, desde cada escuela y desde cada comunidad, sin esperar que, estos cambios, se impongan desde las autoridades educativas o gubernamentales.
Las transformaciones deben responder a la realidad de nuestras comunidades que son diversas, se debe terminar con la hegemonía y pensamiento único, todos somos iguales porque somos diversos y debemos respetarnos y desarrollarnos en esa diversidad, desde nuestras distintas necesidades y realidades. Invito respetuosamente a todo el magisterio latinoamericano a actuar con valor, determinación y compromiso, los mejores especialistas en educación- sin negar el papel de la academia-, somos nosotras y nosotros, los que día a día hacemos praxis pedagógica, debemos recuperar la confianza en nosotras mismas, comprometernos con nuestras comunidades y nuestra Nación con el fin de formar una mejor humanidad, en la construcción de un mundo donde quepan todos los mundos.
La nueva realidad provocada por la pandemia nos impone cambios radicales en nuestra forma de vivir y sentipensar, en consecuencia, la escuela y la educación no deben ser las mismas de antes de la pandemia, es urgente asumir los desafíos de educar en comunidad, en procesos colectivos, desde el amor y para el amor, para el desarrollo colectivo y no desde el individualismo.
Amiga María del Carmen, ¿qué ha significado el confinamiento por el coronavirus COVID-19 en lo educativo? ¿Consideras que las medidas educativas tomadas en el contexto de la pandemia afectan el derecho a la educación? ¿Por qué?
En mi opinión la pandemia y el consecuente confinamiento evidenció la realidad social, política y económica que prevalece en las sociedades de nuestros países, mostró y desnudó el verdadero rostro del capitalismo a nivel mundial. En el caso mexicano y latinoamericano esta realidad es terriblemente lamentable, la pandemia confirmó las grandes brechas de desigualdad en que viven la mayor parte del pueblo, sobre todo, la pobreza extrema y la grandes dificultades de las mayorías de familias que tienen que trabajar informalmente todos los días para poder garantizar el sustento familiar, también, evidenció el desmantelamiento casi total de la seguridad social y sanitaria y la privatización de los servicios de salud, al extremo de observar a la necropolitica dejar morir, en sus hogares o en las calles, a personas contagiadas del virus ante la falta de capacidad hospitalaria y atención médica oportuna. Los gobiernos demostraron no estar preparados para afrontar la crisis sanitaria y esta se convirtió en crisis política, económica y social.
En este marco, profundizó la exclusión social, la discriminación y la falta de derechos. Puso de manifiesto la vulnerabilidad humana. Acentuó la precariedad laboral y, peor aún, según los datos que informa la CEPAL: 44 millones perdieron su empleo. Se impuso el teletrabajo y la virtualidad como solución educativa que demostró ser un fracaso por la falta de conectividad y la carencia de dispositivos tecnológicos, afectando con ello, el derecho a la educación; reconozco que, en las circunstancias de la crisis sanitaria, lo primero es salvaguardar la vida y la salud de todas y todos. Sin embargo, han sido las pobres y oprimidas las más afectadas en esta pandemia.
En el caso de México, el Secretaria de Educación Pública que es representado por un personaje neoliberal, aprovechó para avanzar en la armonización legislativa de la ley educativa en cada uno de los Estados que conforman el país enviando una propuesta de ley marco, es decir, pretendiendo homogeneizar la ley en todos los Estados por igual sin considerar la diversidad y pluriculturalidad del país. El hecho aún más grave es que con la participación activa de las fuerzas políticas de derecha, están incluyendo en los procesos de armonización legislativa el Pin Parental qué consiste en otorgar la facultad a los padres y madres de familia para impedir que a sus hijas y/o hijos, se les eduque en temas como la sexualidad y la diversidad , así como otros temas en que, las familias, consideren no aptos ni convenientes parar desarrollar con sus hijas y/o hijos. Representando, con este hecho, una regresión al derecho de las y los educandos a recibir una educación integral, laica, crítica, democrática, científica y humanista, incluso contraviniendo los preceptos constitucionales.
Desde las cosmovisiones populares y críticas, ¿cuál es la radiografía de la sociedad es en el confinamiento obligatorio y la ponderación de las virtualidades en la vida cotidiana?
Se puso de manifiesto una humanidad en crisis civilizatoria, sociedades que han depredado el planeta y sobre todo que no asumió la responsabilidad de saber convivir con respeto a la naturaleza y a toda forma de vida, pero, sobre todo, puso de manifiesto a una sociedad totalmente manipulable por los intereses económicos y políticos de una élite que impulsa la reconfiguración del sistema capitalista de explotación para su continuidad y fortalecimiento, el nuevo orden mundial que promueve la inteligencia artificial, la virtualidad y la robotización como la nueva forma de vida. Así, se ha aprovechado la pandemia para acelerar este proceso.
En lo educativo estamos ante el peligro de desaparecer la escuela presencial como la conocemos, el confinamiento ha sido utilizado para experimentar esta pretensión, por lo que el magisterio comprometido con la defensa de la escuela pública , gratuita, laica y emancipadora debemos impedirlo porque estamos convencidos de que la virtualidad jamás podrá sustituir ni desarrollar las relaciones interpersonales, afectivas, de compartencia y comun-unión, el diálogo de saberes que se articulan en el espacio escolar como el espacio por excelencia de encuentro con el otro y la otra, lúdico y de socialización tan importantes y necesarios en los procesos educativos .
Estimada María del Carmen, finalmente, desde las pedagogías críticas y a partir de sus experiencias docentes y sociales, ¿cuáles serían algunas de las propuestas que considere importantes para iniciar un proceso de transformación radical del sistema educativo?
Es urgente que todo el magisterio mexicano, latinoamericano y del mundo, asuma la responsabilidad de educar en la vida, desde la vida y para la vida, es urgente una educación biocéntrica, sustentada en principios éticos para la formación de ciudadanas y ciudadanos que vivan con respeto y en armonía con el planeta. Para ello, son necesarios procesos de autoformación y formación crítica y emancipadora del magisterio que debe impulsar la transformación radical de la escuela, de la educación y de la sociedad.
Ha sido demostrado el fracaso y la inviabilidad de la escuela instrumental racionalista del capitalismo cognitivo, ecocida, epistemicida, cuerpicida y genocida. Es imprescindible disputar el paradigma educativo desde pedagogías contra hegemónicas y liberadoras, desde el reconocimiento de las diversidades y pluriversos, desde la interculturalidad como lugar de construcción de nuevas epistemologías para la emancipación humana y social. Es igualmente imprescindible volver la vista a lo esencial del territorio de la comunidad, de la familia para generar y construir alternativas que recuperen la vida y al ser humano integral, espiritual, trascendente y humanizado, con sentido de vida comunitaria y subjetividad de re-existencia.
Al mismo tiempo, debemos reconstruir y reivindicar nuestras identidades, para transformar nuestras vidas y las formas de vivir, teniendo presente siempre que la especie humana es resultado de la vida de nuestra Madre Tierra, y que los conocimientos de nuestras culturas ancestrales están ahí, vigentes para construir otro mundo, un mejor mundo, sin explotación y dominación, sin desigualdades, con democracia participativa y horizontalidad, transformando las relaciones de poder verticales y autoritarias , sin patriarcado, sin machismo, sin racismo, donde ponderemos la colectividad y no la individualidad mezquina que son los signos distintivos del coloniaje capitalista.
Hoy más que nunca la Educación Popular tiene el campo abierto y las oportunidades para trabajar y avanzar en las transformaciones educativas y sociales, la escuela. La educación y la vida de la nueva realidad no puede ni debe seguir siendo la misma, es necesario mantener nuestra exigencia de mantener la escuela pública, gratuita, laica y presencial. Estoy convencida que podemos hacerlo. Saludos afectuosamente a todas y todos mis colegas latinoamericanos y latinoamericanas.
América del Sur/Venezuela/08-02-2020/Autor y Fuente: Colaboradores de OVE
La II Convención de Estudios de Educación Emancipadora y Pedagogía Crítica (CONEEPEC) de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV), organizó una serie de conferencias en línea del 28 al 31 de julio, culminando en su última fecha, con una importante conversa con Luis Bonilla-Molina titulada “Desafíos de la educación en la cuarta revolución industrial”, el cual, diserta acerca de la crisis que viven las teorías críticas y pedagogías críticas en la actual coyuntura, asimismo del Apagón Pedagógico Global (APG) que desde hace años viene denunciando.
Para poder ver y escuchar la videoconferencia haga clic en el siguiente enlace.
Desde el año 2015 venimos denunciando el riesgo que ocurriera un Apagón pedagógico Global (APG), que tendría una expresión concreta en la virtualización y la relocalización de una parte importante de los procesos de enseñanza-aprendizaje en la casa. Esta tendencia al APG había sido anunciada en varios documentos de las Bancas de Desarrollo y de los organismos multilaterales.
Escalamiento del Apagón Pedagógico Global
Sin embargo, buena parte de la izquierda pedagógica desestimó este escenario al considerarlo improbable. Comprender esta realidad implicaba reconocer que estamos ante un reseteo planetario de la cultura educativa, lo cual desafiaba muchas de las certezas construidas en el campo de las alternativas pedagógicas. La más reciente publicación del Foro Económico Mundial de Davos “Covid-19: el Gran Reseteo”(julio, 2020) confirma las valoraciones y análisis prospectivos que hacíamos hace años.
Siempre señalamos responsablemente, que no sabíamos cuál sería el evento o el mecanismo para ello, pero que la tendencia del capitalismo cognitivo de la tercera revolución industrial apuntaba en esa dirección. El Covid-19se convirtió en el evento que construyó las condiciones de posibilidad para el desarrollo a escala planetario del Apagón Pedagógico Global.
La transición entre la tercera revolución industrial a la cuarta revolución industrial hizo inminente este acontecimiento. Esta transición comportaba la consideración, por parte del capital, de la obsolescencia de la máquina ducativa newtoniana de la primera y segunda revolución industrial.Obsolescencia determinada por el impacto de la aceleración de la innovación en los procesos educativos.
La cuarentena sanitaria por la pandemia del Covid-19 obligó a generar respuestas en materia de escolaridad y educación. Las medidas educativas elaboradas por las burocracias de los ministerios de educación, fueron construidas a partir de la apelación al concepto de “emergencia”. La real emergencia sanitaria, fue usada para desarrollar un giro inusitado, dramático y excluyente en la educación.
La llamada emergencia educativa sirvió de pretexto para que en la mayoría de países se intentara dar continuidad a las labores escolares, ya no en las escuelas, liceos y universidades sino “en casa” y por mecanismos remotos, en su mayoría codificados al público bajo las expresiones de “educación virtual en casa” y “universidad en casa”.
El paradigma neoliberal de la sociedad educadora
Esta “nueva Realidad” nos obliga a revalorar el paradigma educativo neoliberal de la “sociedad educadora”, que desembarcó con fuerza en la región en la década de los ochenta del siglo XX. Esta iniciativa, en la era de la transnacionalización del capital y de la mundialización cultural contemplaba la intención de ir transfiriendo a las familias, docentes y estudiantes, las condiciones mínimas para el cumplimiento al derecho a la educación.
El fortalecimiento de los mecanismos para garantizar el pago de las matrículas y “colaboraciones para las sociedades de padres y representantes” en las escuelas públicas, sirvieron como caballo de Troya para intentar recargar en las familias los costes del mantenimiento de los planteles escolares, las actividades extraordinarias, los docentes suplentes, etc., en la ruta para que las madres y los padres fueron asumiendo la responsabilidad educativa que correspondía a los Estados.
Cada vez más se le fue transfiriendo a las familias muchas de las responsabilidades que otrora habían asumido los Estados. Esta intención pudo concretarse solo parcialmente y de manera desigual en los países de la región, gracias a la movilización del magisterio, los profes universitarios y los estudiantes; las familias lo hicieron en menor medida, atrapadas porla cultura evaluativa de la calidad educativa..
La exigencia de mayores aportes a los sistemas escolares por parte de las familias se encubría con el discurso funcional de la co-responsabilidad para alcanzar una educación inclusiva de calidad, algo que se convertía en un chantaje funcional para la desmovilización de las familias.
Esa “noción” de la co-responsabilidad comporto un salto en la construcción de hegemonía, sobre la necesidad que los Estados “compartieran” con las familias los costes de la educación pública. Esta operación de propaganda, abrió las puertas a reformas en las constituciones nacionales y las leyes de educación que implicaron un abandono drástico de las responsabilidades del Estado, encubiertas con discursos progresistas.
La obligación de los Estados en garantizar el derecho a la educación
Desde una perspectiva emancipadora y de Estado Docente, la responsabilidad de garantizar el derecho a la educación es de los Estados Nacionales. Es decir, los Estados entre otras cosas, deben garantizar que:
a)el presupuesto destinado a la educación no sea inferior al 6% del Producto Interno Bruto o menor del 20% presupuesto público;
b)exista unalegislación educativa que garantice el acceso universal a la escolaridad y en igualdad de condiciones, por lo menos, a los estudiantes de educación inicial y primaria. En algunos países esta obligación se extiende al bachillerato;
c)elaborar los planes de estudio y los modelos de enseñanza-aprendizaje que garanticen un aprendizaje contextualizado a cada realidad,desafíos epocales y necesidades de la población;
d)construir lainfraestructura necesaria (escuela, liceos, preescolares, universidades) para garantizar la igualdad de condiciones de aprendizaje;
e)dotar las escuelas, liceos y universidades de loselementos, equipos y contenidos inherentes a la aceleración de la innovación y garantizar que todes los y las estudiantes tengan las mismas condiciones de acceso a estas tecnología y conocimientos;
f)desarrollar unacontinua actualización de la formación inicial y permanente de los y las docentes que permita garantizar el papel de la escuela como institución democratizadora del conocimiento entre los sectores populares.
Previo a la pandemia muchas de estas condiciones mínimas de partida no eran cubiertas por los Estados nacionales, lo cual generaba resistencias, movilizaciones y denuncias del movimiento magisterial y estudiantil. La desinversión en educación y la precarización de las condiciones de trabajo de los y las docentes actuaban como disparadores de la premisa neoliberal de abandonar la responsabilidad de los Estados con la educación pública, dando paso al modelo de sociedad educadora.
Debemos tener cuidado que el logro del 6% del PIB como piso mínimo no sea usado en buena medida para la firma de contratos con las grandes transnacionales tecnológicas en materia de contenidos educativos digitales y virtuales, ni para construir la infraestructura base para la transición a la cuarta revolución industria.
Continuando recargando en las familias, estudiantes y docentes el grueso de la inversión en equipamiento tecnológico básico (computadores, laptops, celulares) y la conectividad al internet. Subrayar siempre que esto es y sería privatización educativa y triunfo del paradigma neoliberal de sociedad educadora.
En el plano internacional el neoliberalismo educativo cada vez más se aseguraba que en muchos de los protocolos de los organismos multilaterales, el derecho a la educación apareciera sin sus apellidos sustantivos de gratuita, popular, científica y laica. Cada vez más en estos protocolos aparece el compromiso de vincular el sector privado al cumplimiento del derecho a la educación, que no es otra cosa que la transición a la construcción de hegemonía respecto a la educación como una mercancía.
El tránsito abrupto de un modelo de educación presencial en las escuelas, al modelo de “educación virtual en casa”, de “universidad en casa” y, el temor del contagio mortal, posibilitó un acelerado abandono de estas premisas de responsabilidad de los Estados Nacionales de garantizar las condiciones mínimas para el desarrollo del derecho a la educación.
La neoprivatización educativa en el marco de la pandemia
El Coronavirus aceleró y escaló a una dimensión impensable solo meses atrás, las tendencias privatizadoras de la educación. El modelo de “educación virtual en casa”, de “universidad en casa” que han impulsado los sistemas educativos en América Latina ha comportado una privatización de hecho. Las responsabilidades de los Estados de garantizar las condiciones mínimas para desarrollar los procesos de enseñanza y aprendizaje han sido abandonadas y se ha entrado en la lógica del neoliberalismo educativo.
Ahora, en el marco de la pandemia del Covid-19 son las familias, les estudiantes y los y las docentes, quienes deben asumir los costes del pago del internet, la suscripción a plataformas privativas para poder dar clases, la compra o reparación de sus computadoras para dar clases. Los Estados se desentienden usando el acostumbrado lenguaje de la “vocación docente”, de la “mística de los educadores”, para desentenderse de su responsabilidad.
Muchos de los contenidos educativos en este contexto de “virtualidad en casa” son los que están disponibles en las plataformas privativas. Los y las docentes no fueron formadas y no están siendo formados adecuadamente para trabajar en entornos digitales, lo cual ha implicado una serie de déficits y problemas derivados del ensayo y error, de “como va viniendo vamos viendo”.
Se pretende culpabilizar de los errores a los docentes, convirtiéndose el Estado en un evaluador, en expresión de la cultura evaluativa sobre los docentes, escondiendo con ello que se está produciendo una brutal privatización educativa.
Las condiciones en las cuales se están desarrollando los procesos de enseñanza aprendizaje son desiguales y estratificadoras. Muchos estudiantes no cuentan siquiera con una casa donde estudiar de manera estable, otros no poseen familia que les apoye, la mayoría no tienen textos o acceso a internet, ni computadoras.
La escuela, con sus programas alimentarios procuraba garantizar que toes comieran por lo menos una vez al día, precisamente para igualar las condiciones de partida para aprender a aprender. Las medidas tomadas por los ministerios de educación. han roto en solo meses, la conquista social de asociar el derecho a la educación con garantías de igualdad de condiciones para desarrollar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Esa “nueva normalidad” está siendo poco denunciada, por el contrario, en muchos casos está ocurriendo con el silencio cómplice de importantes sectores de la academia y los sindicatos burocráticos patronales. Como en todo proceso de opresión, las resistencias marcan la diferencia y hoy casi un centenar de organizaciones del magisterio en la región, educadores populares y pedagogos críticos han comenzado a denunciar y movilizarse en contra de esta realidad.
Educación de primera para incluidos en la tecnología
Para colmo, con el pretexto de la emergencia sanitaria se está produciendo una estratificación de la educación. Los que tienen acceso a computadores e internet, cuyo porcentaje no excede el 50% de la población en América Latina y el Caribe, tienen la posibilidad de participar en la educación remota que intenta darle continuidad a los procesos de escolarización, accediendo a información actualizada derivada en gran medida de su capacidad de navegación conducida por la red de internet.
Los otros y otras, la mayoría de estudiantes, que no tiene acceso a computadora e internet están recibiendo enseñanza por televisión o radio, con contenidos y metodologías de la televisión educativa de los sesenta del siglo XX, transitando el aprendizaje con una mirada desde el retrovisor, no hacia el presente y el futuro. Esto redundará en nuevas formas de exclusión.
Por otra parte, quienes viven en zonas de difícil acceso y precaria conectividad, con limitadas posibilidades incluso de acceder a una señal de radio, están recibiendo una educación por módulos, educación de tercera, que trata de ocultar que les están dejando en los bordes de la marginalidad intelectual.
La apelación a la contingencia y la emergencia no tiene justificación alguna, cuando las autoridades educativas desoyeron las advertencias que hicimos desde cinco años sobre un inminente Apagón Pedagógico Global (APG) y la obligación que tenían los Estados para prepararse para escenarios como estos, con la mirada pensada en la inclusión educativa y la justicia social.
La escuela no volverá a ser lo que era
Esta realidad no puede hacer que nos refugiemos de manera conservadora en intentar volver a las condiciones existentes antes de la pandemia. La escuela, liceo y universidad que teníamos en febrero del 2020 tampoco representaban la aspiración de los sectores populares y críticos respecto a lo que debería ser una educación liberadora y emancipadora.
Se trata entonces de comprender y trabajar de manera renovada por una nueva escuela gratuita, popular, democrática, laica, científica y presencial, que reivindique la tradición y el saber pedagógico acumulado por décadas, pero que sea también sea capaz de empalmar con lo nuevo, lo emergente en clave de resistencia anticapitalista.
Alternativas
Ciertamente lo peor que puede pasar es que un niño, niña o adolescente quede desconectado del sistema escolar. El hecho que consideremos que es necesario como remedial urgente, la educación por televisión, radio o módulos, no nos impide advertir que ello está comportando una nueva estratificación, con un claro sentido de clase.
Son los pobres, las mujeres trabajadoras, la clase obrera, los campesinos, quienes viven en condiciones de marginalidad en los barrios quien están resultando más afectados por la neo privatización educativa en marcha y la estratificación de la escolarización determinadas por el acceso a computadores y conexión a internet.
Las alternativas están en el plano epistémico y en la organización para la resistencia. En el primer plano, la sorpresa y la sensación de vértigo que esta situación de la cuarentena por el Covid-19 ha causado en amplios sectores progresistas nos lleva a afirmar que lo urgente es clarificar lo que está pasando y el horizonte inmediato de la opresión neoliberal.
Lo segundo, reivindicar que las experiencias de colectivos pedagógicos en las escuelas, liceos y universidades emerge con fuerza como una práctica muy potente para avanzar de manera colectiva, desde abajo en la comprensión de lo ocurre y la elaboración de resistencias anticapitalistas.
Tercero, fortalecer la unidad de los sindicatos y gremios docentes combativos, con los movimientos de educadores populares y pedagogos críticos para de manera conjunta elaborar una ruta de acciones coyunturales y estratégicas. Es momento de inventar para no errar.
Desde la más remota antigüedad guerras, inundaciones, terremotos, sequías, hambrunas y pestes han sido las parteras de profundos cambios experimentados por las sociedades que padecieron estas adversidades.
Historia y contexto actual
Las dos guerras mundiales del siglo veinte influenciaron decisivamente la restructuración no sólo económica sino también política y social de buena parte de las naciones afectadas por estos conflictos.
Lo mismo ocurrió con la Gran Depresión de los años treinta, que fue un ominoso paréntesis entre ambas conflagraciones mundiales en donde el bajón económico y el desempleo masivo se combinaron con el auge de los fascismos. La peste negra en Europa mató aproximadamente a un tercio de su población entre 1347- 1353 y fue el preludio de lo que de la mano de Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio se conocería tiempo después como el Humanismo, la gran renovación de la cultura europea. La Gran Peste de Londres (1665-1666) aniquiló a unas 100.000 personas, la cuarta parte de su población. Una de sus consecuencias políticas fue el debilitamiento del absolutismo monárquico que, tiempo después, abriría las puertas a la victoria del Parlamento sobre la Corona en lo que los ingleses han dado en llamar “la Revolución Gloriosa” (1688-1689). Guerras y pestes tienen un enorme y variado impacto. Señalemos tan sólo uno, usualmente subestimado: el exterminio de una parte de la población y la consiguiente reducción de la mano de obra disponible modifica la relación de fuerzas entre la burguesía y la aristocracia –la clase dominante- y sus trabajadores. Tanto los campesinos enfeudados en la época medieval o los obreros y jornaleros en la Londres de mediados del siglo XVII mejoraron sus ingresos reales (de diverso tipo) más del doble después de esas plagas.[1] Y lo mismo ocurrió después de las grandes guerras del siglo pasado, especialmente de la Segunda. Sin duda, la recuperación de la fuerza de las izquierdas y el movimiento obrero jugaron un papel fundamental en esa recomposición progresiva de la distribución del ingreso. Pero los veinte millones de muertos caídos en los principales países de Europa Occidental (aparte de los 29 millones caídos en la URSS) fueron un factor de indudable gravitación que modificó el la conciencia pública de la época y facilitó una significativa mutación en la relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores.
Como no podía ser de otra manera ante un acontecimiento absolutamente único en la historia universal y que además entraña una mortal amenaza para la población mundial, el coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los difusos -aunque no inescrutables contornos- del tipo de sociedad y economía que nacerán una vez que el flagelo haya desaparecido. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró el COVID-19 fue la versión neoliberal del capitalismo, lo cual no es poca cosa luego de haber sufrido casi medio siglo de la pandemia del virus neoliberal, como solía llamarlo Samir Amin. Y si lo que hasta ayer era “normal” (por ejemplo, que los gobiernos permitieran, cuando no impulsaban abiertamente, que la atención médica o la venta de medicamentos fuesen lucrativos negocios) hoy constituye una aberración repudiada por grandes sectores de las sociedades contemporáneas que ante la visión dantesca de centenares de muertos apilados en grandes ciudades o enterrados en fosas comunes cae en la cuenta de lo absurdo de dicha política.[2] Y decimos la “versión” neoliberal del capitalismo porque no creemos que el virus en cuestión obre el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como organización económica internacional. Pero algo es algo y la era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo a raíz de esta pandemia? En las próximas líneas ofreceremos algunas conjeturas al respecto.
Fin de una época
Lo primero que podemos afirmar con total certeza es que el mundo que brotará de las ruinas dejadas a su paso por esta pandemia, la primera realmente global en la historia, no será la alegre continuidad del que le precedió. Consternado, Henry Kissinger, impune criminal de guerra, protagonista y atento observador de la realidad internacional lo reconoció en una nota publicada en la edición del fin de Semana del Wall Street Journal cuando escribió que “el mundo jamás volverá a ser el mismo luego del coronavirus.”[3] La Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción keynesiana de la posguerra habían detenido por un tiempo el primado de las ideas liberales que predominaban desde mediados del siglo diecinueve. La bancarrota de la “ortodoxia”, como acostumbraba decir Raúl Prebisch, dio nacimiento a los “veinticinco años gloriosos” de la historia del capitalismo, transitados entre 1948 y 1973, momento en que el ciclo keynesiano comienza a derrumbarse. No obstante la restauración del viejo paradigma de gobernanza macroeconómica, ahora bajo el engañoso nombre de “neoliberal”, fue impotente para hacer retroceder el reloj de la historia hasta las vísperas del crack de la bolsa neoyorquina en octubre de 1929. Por más que se esforzaron los gobiernos de la oleada neoconservadora y neoliberal que azotaron tantos países luego del agotamiento del ciclo keynesiano sus intentos de regresar al “estado mínimo” del pasado y de emancipar a los mercados de cualquier tipo de regulación pública terminaron en un rotundo fracaso. El enorme crecimiento del gasto y el empleo públicos así como los avances en la regulación de los mercados no pudieron ser revertidos. Hubo sí una excepción porque el capital financiero habiendo resuelto a su favor la pugna con la burguesía industrial y convertido ya en la fracción hegemónica del bloque burgués logró desmarcarse de esa tendencia. Los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca arrojaron la borda prácticamente todos los controles que aún quedaban de la época de Franklin D. Roosevelt y, envalentonado, el capital financiero salió a conquistar el mundo. Amparado por una impresionante red de “guaridas fiscales” que gozaban de la protección oficial y alimentan sin cesar al desregulado “sistema bancario en las sombras” (shadow banking system) en poco tiempo se convirtió en el “gobierno invisible” que tenía en su puño a la mayoría de los gobiernos de los capitalismos desarrollados. No obstante, en lo tocante al tamaño y el papel del estado los resultados fueron muy distintos. Fracasaron en su empeño restaurador nada menos que Ronald Reagan, Margaret Thatcher así como los gobiernos de centro derecha o derecha de Alemania y Japón. Los datos que sintetizamos en la siguiente tabla son elocuentes y ahorran miles de palabras.
Estas cifras demuestran la magnitud del cambio experimentado por el paradigma de gobernanza macroeconómica del capitalismo después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y que tiene como una de sus puntales más firmes la vigorosa presencia del estado en la vida económica. Alemania más que triplicó el gasto público entre 1929 y 2011, aún luego del retroceso de casi 5 puntos impuesto por el auge de las ideas neoliberales a partir del derrumbe del ciclo keynesiano. El Reino Unido casi lo duplica entre aquellos mismos años, habiendo llegado a un pico previo al gobierno de Margaret Thatcher de 53.1 %. En Estados Unidos el crecimiento desde 1929 hasta los finales de la Administración Obama fue de doce veces, y en Japón, otro de los milagros económicos de posguerra, el gasto público se multiplicó por dieciséis. Más estado que mercado era necesario para sostener el proceso de democratización y ciudadanización de la posguerra. Salud, seguridad social, educación, vivienda y todos los bienes públicos que debe ofrecer el estado fueron los motores que impulsaron la creciente centralidad del estado en la vida económica y social. Y los recortes experimentados en los años de la hegemonía ideológica del neoliberalismo no alcanzaron a alterar, en lo esencial, el nuevo equilibrio alcanzado en la posguerra.
El desafío del COVID-19
De lo anterior se desprende que la pandemia que nos atribula está destinada a tener un impacto mayor aún a cualquier otro conocido. El sobrio y siempre muy bien informado Premio Nobel de Economía Paul Krugman escribía el 13 de Abril en el New York Times que “las recientes pérdidas de empleos son apocalípticas: casi 17 millones de trabajadores se inscribieron para recibir su seguro por desempleo en las últimas tres semanas.[4] Pero finales de ese mismo mes esa cifra trepaba por encima de 30 millones de personas, o sea una cifra cercana al 18 % de la fuerza laboral de Estados Unidos. Y a mediados de mayo ya eran 36 millones los que se presentaron por ventanilla a reclamar su precario seguro de desempleo, no todos los cuales lo recibían. Los datos oficiales hablan que al día de hoy la tasa de desempleo es del 11.1 %, después de haber llegado a un pico del 14.8 %, el mayor desde la época de la Gran Depresión.[5]Economistas independientes sugieren que la tasa de desempleo hoy rondaría mínimo en torno al 16 %, y tal vez más, aproximándose a la registrada en lo más profundo de la Gran Depresión”.[6] Expresiones anteriores de este economista, y otros, apelan a términos completamente desusados en las últimas décadas: “catástrofe”, “desastre”, “hundimiento” son algunos de los más socorridos, oídos por última vez, pero no con tanta unanimidad y tanto tiempo, en la crisis de octubre de 1987.
La respuesta del empresariado estadounidense (emulada por sus homólogos latinoamericanos) ha sido criminal. Naomi Klein ha informado que McDonald’s le negó la licencia paga por enfermedad a 510.000 empleados; Walmart a 347.000; Burger King a 165.000, Marriot a 139.000 y en la Argentina Techint y otras empresas están también adoptando el mismo criterio.[7] No sorprende por lo tanto comprobar que la credibilidad y el respeto por la economía capitalista se han resentido fuertemente en la medida en que en Estados Unidos y en casi todos los países europeos grandes sectores de la sociedad civil han caído en la cuenta que haber hecho de la atención médica y la producción de medicamentos un negocio puede ahora costarle la vida a centenares de miles de personas, si no millones. Por eso Noam Chomsky ha dicho, en una de sus más recientes intervenciones, que el fracaso del libre mercado como ideología ha sido “monumental”, y que la población, aún la menos politizada, ha tomado nota de eso.
Una crisis económica largamente anunciada
Ahora bien, esta crisis económica, por lo que estamos viendo, no fue un rayo en un día sereno ni irrumpió en la vida de los Estados Unidos y los países europeos como un accidente totalmente inesperado. Podría decirse que es la maduración y descomposición final de la “crisis de las hipotecas” (nombre absolutamente engañoso pues la crisis la produjeron los bancos) que fue provisoriamente resuelta cuando los estados capitalistas acudieron en masa a salvar a sus principales bancos, con la excepción del banco de inversiones Lehman Brothers, y trasladando los costos de esa operación a los trabajadores y consumidores. La economía estadounidense tiene básicamente dos motores: el consumo doméstico en el sector servicios (que da cuenta aproximadamente del 70 % del total de la actividad económica) y la industria armamentística, o sea, el complejo militar-industrial. La caída en el consumo en el país del Norte es resultado directo del estancamiento de los salarios reales que padece fuertemente el 50 por ciento más pobre de la población y, de modo apenas un tanto más atenuado, el 30 por ciento restante. Un informe de la revista Forbes, insospechada de simpatías marxistas revela que en Estados Unidos el “salario medio (ajustado por inflación) se encuentra estancado desde hace más de 50 años, mientras que desde 1950 la remuneración promedio de los CEOs ha crecido en un 1.000 %.” Y agrega otro dato que revela los alcances de este fenomenal incremento en la concentración de la riqueza y su reverso, la desigualdad económica: “en los años 1950s un CEO típico ganaba un salario que equivalía a 20 veces el de su empleado promedio. El último año (se refiere a 2017) la paga promedio de un CEO de las 500 mayores empresas se disparó exponencialmente a 361 veces más que su trabajador.”[8] Por consiguiente, las ventas caen a causa de la insuficiencia en los ingresos lo que, en muchos casos, se compensa con un endeudamiento de los hogares que, siempre hablando de Estados Unidos, a finales del 2019 ascendía al 76.1 % del PIB, aunque otras estimaciones ubican esta proporción en un nivel aún superior. Lo sorprendente es que un conjunto de naciones europeas son las que encabezan el ranking de los hogares más endeudados del planeta: Suiza, Dinamarca, Australia, Holanda, Canadá y Noruega, todos con un nivel de endeudamiento igual o superior al PIB de sus respectivos países. Corea del Sur, el Reino Unido y Suecia, todos con cifras en torno al 90 % son los tres que le siguen, y EEUU con el guarismo arriba mencionado pero que, en términos de cifras adeudadas supera el PIB de la mayoría de las naciones del mundo.[9]
El estallido de la pandemia fue el tiro de gracia a este proceso, creando una “tormenta perfecta” que como decía Krugman adquiere proporciones apocalípticas. Esto significa que la “salida” de la misma no será como ingenuamente lo manifestara una empresaria neoyorquina cuando aseguró que el ciclo económico entró en una “pausa” y una vez que se controle la pandemia “debes actuar como lo haces en tu casa cuando estás viendo una película en Netflix: oprimes el botón de start” y todo vuelve a funcionar. Eso es una expresión de deseos motivada por su insaciable animus lucrandi, a cualquier precio, más que una reflexión seria sobre cómo economías que están prácticamente en coma pueden comenzar a crecer y adquirir una razonable velocidad de crucero. A diferencia de un automóvil, que puede llegar a una gran velocidad en cuestión de segundos, un avión no parte y ni bien despega de la pista está volando a unos 900 kilómetros por hora y a 39.000 pies de altura. En este sentido puede decirse que la economía es como un avión y no como un automóvil. Todos los pronósticos más serios coinciden en señalar no sólo la profundidad de la crisis sino también que la resolución de la misma no se logrará a plenitud antes de dos o tres años. Jerome Powell, chairman del Federal Reserve Board de Nueva York pronosticó a mediados de mayo que la recuperación económica de Estados Unidos no se produciría antes de fines del 2021. Eso, en el mejor de los casos y de mediar la aprobación por parte del Congreso de un paquete de ayuda de tres billones de dólares (tres millones de millones de dólares) para inyectar en la economía, reanimar la producción de bienes y servicios en empresas desfallecientes y mejorar los ingresos de los trabajadores que, con la crisis, quedaron al borde de la mera subsistencia y con ínfimas capacidades de consumir otra cosa que no sea estrictamente necesaria para sobrevivir. [10]
La desesperada reacción de Donald Trump en estas últimas semanas obedece a que ve peligrar su re-elección el próximo 3 de Noviembre precisamente por esta razón.[11] Y, para los gobiernos progresistas de la región como los de AMLO en México o Alberto Fernández en Argentina, el gran desafío será tener que gobernar y gestionar eficientemente y, de ser posible, ganar elecciones. Es más: inclusive evitar que la gravedad de la combinación “pandemia + depresión económica” acabe desalojándolos del gobierno en medio de un tsunami de protestas ciudadanas dando lugar a una inesperada restauración de la derecha radical en ambos países. Para esto los funcionarios civiles y militares del imperio trabajan a destajo porque Washington sueña con tener un continente totalmente sometido a sus mandatos.
No debería causar sorpresa que ante este cuadro se haya producido una significativa revalorización del estado y su papel, lo que representa un cambio muy trascendente en el clima de opinión de una parte del establishment norteamericano y europeo. Un extenso editorial del New York Times del 9 de Abril señala en su título que esta es “la ocasión de crear una América mejor”, y como subtítulo: “La América que necesitamos.”[12] Hay un hilo conductor a lo largo del editorial: el viejo orden, se dice, debilitó la trama de la democracia –tema sobre el cual varios intelectuales de ese país venían advirtiendo hace tiempo- y facilitó una concentración del poder económico como no se veía desde hacía un siglo. “En la década pasada la riqueza del 1 % de los hogares sobrepasó la fortuna del 80 % inferior” en la pirámide de riqueza mientras los empresarios, con la complacencia de los gobiernos de turno, combatieron la sindicalización de los trabajadores y fueron beneficiados por toda clase de beneficios tributarios. El resultado: el salario mínimo federal ha caído sin cesar desde 1968. Lo interesante es la ruta de salida que propone ese periódico: la reconstrucción de un “gobierno justo y activista” pues “no hay alternativas a un estado de ese tipo.” La ciega fe en los mercados da paso a una inversión en el recorrido del péndulo hacia el estado, convocado de urgencia para enfrentar una crisis sanitaria de colosales dimensiones.[13] La crisis ha traído a flor de piel una angustiada percepción de que “la fragilidad del sistema” frente a la crisis tiene su origen en la “expectativa quimérica (¡sic!) de que los mercados harían la labor del gobierno”, cosa que no ocurrió. Lo que sí aconteció fue que las inequidades de los mercados crecieron exponencialmente. El mundo que se viene, en consecuencia, se caracterizará por estar poblado de estados más grandes, más fuertes y más intervencionistas. La duda, no obstante, será determinar al servicio de qué clases y bloques sociales estará puesto este repotenciado protagonismo estatal. Sería ingenuo suponer que la nueva asimetría en la relación estado-mercado vaya necesariamente a jugar a favor de las clases y capas populares. Bien podría ser un “estado capitalista recargado”, dotado de nuevos instrumentos de regulación y cibervigilancia y que tenga por objetivo refundar al capitalismo sobre nuevas y aún más autoritarias bases.[14] Pero también existe la otra posibilidad: que el proletariado y las capas medias abrumadas por la crisis sean las que controlen ese estado e inicien un camino por una senda que remate en la construcción de un “protosocialismo.” Ambas posibilidades están abiertas y, como siempre, todo dependerá del resultado de la lucha de clases.
¿Un virus revolucionario?
¿Nos coloca la pandemia ante el inminente derrumbe del capitalismo? Simpatizamos mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek, con su valentía para desafiar los saberes institucionalizados, pero esto no nos alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos.[15] No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada. Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por diversos medios de comunicación y papers académicos.
El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –precozmente advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Las crisis no son accidentes ni inesperados desvíos de un recorrido prolijamente preestablecido sino acontecimientos periódicos recurrentes en la historia del capitalismo de los cuales, a falta de una enorme acumulación de fuerzas sociales y políticas socialistas, aquél usualmente sale depurado y fortalecido, con la riqueza más concentrada, monopolios más poderosos y gobiernos más serviciales ante las clases dominantes. Pensar que en ausencia de un sujeto revolucionario –que, en el mundo actual, debe sintetizar la voluntad de una miríada de movimientos sociales y fuerzas políticas de diversos tipos y con intereses muy específicos y no siempre fácilmente articulables- se producirá el derrumbe de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Por ahora ese sujeto revolucionario, o ese haz de sujetos para ser más explícitos, no está a la vista en los capitalismos avanzados, salvo en algunas expresiones embrionarias y dispersas. Zizek tiene razón cuando afirma que a consecuencia de esta crisis la humanidad deberá recurrir, para salvarse, a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Al fin y al cabo es la lucha de clases y no la lucha de los virus lo que impulsa el proceso histórico. Así como el economicismo reniega de la política y obstruye la comprensión del movimiento de lo real lo mismo hace un “determinismo viral” que soslayaría el protagonismo de los sujetos sociales que son quienes de verdad producen el cambio histórico y le imprimen una cierta dirección.
Por eso mismo todo el marxismo clásico, desde los fundadores hasta Gramsci, pasando por supuesto por Lenin, Rosa Luxemburg, Trotsky y Mao Zedong, enseña que toda coyuntura de disolución del orden social ofrece también, in extremis, una oportunidad para intentar su restauración mediante la fundación de un renovado bloque histórico conservador. Lejano (en el tiempo solamente) del marxismo clásico esa es también la preocupación que expresa István Mészáros a lo largo de su obra en donde nos advierte que jamás hay que menospreciar la capacidad del capitalismo, (siempre entendido como un sistema global de metabolización del capital) para renacer de sus cenizas asumiendo nuevas figuras y así frustrar los planes de sus inexpertos sepultureros.[16]
La historia enseña que la resolución reaccionaria de la crisis de la primera posguerra trajo como consecuencia la aparición de los fascismos europeos; en cambio, su desenlace progresivo produjo la Revolución Rusa. Seríamos necios si nos empeñásemos en desconocer que esta actual coyuntura crítica alberga en su seno otro posible desenlace más allá de un “comunismo renovado”, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”, la reafirmación neofascista, racista y xenófoba de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészáros solía decir con su habitual dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”
El protosocialismo o ¿por qué no ya el socialismo?
Ahora bien, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia: ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? Si algunos historiadores hablan de un “protocapitalismo”, ¿por qué no pensar que podríamos estar en vísperas de una fase de transición hacia el socialismo que podríamos caracterizar como “protosocialismo”? Si el propio Marx aludía a la existencia de “formas antediluvianas” del capital ¿por qué no pensar que puede haberlas también para el socialismo? Esto implica tomar conciencia de que el desmontaje del capitalismo no podrá lograrse de la noche a la mañana, no será un relámpago fulminante que ponga fin a siglos de oscuridad. Será un proceso durísimo, de intensificación de los antagonismos de clase en donde los representantes políticos, ideológicos y armados del capital lucharán con todos los medios a su alcance (que son muchísimos) y apelarán a cualquier recurso, desde la manipulación de conciencias y corazones hasta la violencia más brutal, con tal de ahogar en su cuna a la revolución en ciernes. En fin, todo el arsenal de las “guerras de quinta generación” estará puesto al servicio de su sobrevivencia puesto que las clases dominantes, con certero instinto, saben que en esta nueva fase pos-pandémica han comenzado a gestarse los parámetros fundamentales de la sociedad post-capitalista, con avances profundos en la “desmercantilización” de algunas áreas de la vida social como la salud, por ejemplo.
Ahora bien: si habrá que hacer todo este enorme esfuerzo para salir de la crisis “por izquierda”, ¿por qué no avanzar directamente hacia el socialismo? Respuesta: porque no existen las condiciones objetivas (nacionales e internacionales) ni subjetivas para emprender esa travesía. En el plano nacional se requiere disponer de una arrolladora superioridad en la correlación de fuerzas a favor de los sujetos anticapitalistas, antipatriarcales, defensores de los derechos humanos, de la igualdad de género, de los pueblos originarios, en suma de todos los oprimidos y explotados por el sistema. Eso está en marcha, en forma incipiente, pero aún muy lejos de adquirir el vigor necesario para doblegar a los guardianes del viejo orden y avanzar directamente, sin mediaciones, hacia el socialismo. En lo que hace a la subjetividad, al imaginario popular, a la conciencia política revolucionaria y anticapitalista la primacía de las ideas de las clases dominantes es todavía hoy abrumadora, aunque hay algunas señales de un resquebrajamiento a raíz de la pandemia. Debemos librar una gran batalla en el terreno de las ideas, pero luchamos desde una posición muy desventajosa habida cuenta de que los capitalistas disponen de un control casi absoluto de los principales medios de comunicación como la prensa, la radio y la televisión, y también, en buena medida, de los cibermedios que han brotado como hongos al compás de la revolución informática y las nuevas tecnologías. Por otra parte, y ya pasando al análisis de las condiciones internacionales, la beligerancia del imperialismo –muy especialmente en Latinoamérica y el Caribe, su área no-negociable de influencia y control- enfrentará con todas sus fuerzas y apelando a todos los medios no sólo a los gobiernos empeñados en la construcción del socialismo sino inclusive a aquellos que en embarquen en la senda de un cauteloso reformismo. Sostener sesenta años de bloqueo contra Cuba habla de la insaciable obstinación imperial en tratar de someter a toda la región a su arbitrio. Los ataques a la Venezuela bolivariana expresan el mismo empecinamiento. Lo ocurrido en el Chile de la Unidad Popular, en la Nicaragua sandinista, en la República Dominicana de Juan Bosch, en la Guatemala de Jacobo Arbenz y en la Granada de Maurice Bishop amén de la sucesión de “golpes blandos” (exitosos en los casos de Haití en 2004, Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil 2016) o frustrados (Bolivia 2008, Ecuador 2010) y el racista golpe en Bolivia en noviembre de 2019 ilustran con elocuencia lo que venimos diciendo. El imperialismo, en consecuencia, no debe ser entendido como un “factor externo” sino como un actor profundamente imbricado en los diversos escenarios nacionales a través de sus aliados y lugartenientes locales: las burguesías autóctonas de las que hablaba el Che Guevara y las numerosas fuerzas políticas, grandes medios de comunicación y facciones intelectuales que pugnan por convertir a nuestros países en neocolonias del imperio estadounidense.
La construcción del socialismo supone la creación de un estado de nuevo tipo, dotado de un nuevo marco legal e institucional; la refundación de un orden político genuinamente democrático y participativo; una reforma cultural y moral, ajena a los valores egoístas, competitivos y antisociales de la burguesía; la puesta en marcha de una economía socializada regida por el estado en conjunción con un conglomerado de organizaciones populares y que ponga fin al primado de la ley del valor; la creación de un nuevo aparato militar, de raigambre profundamente popular y antiimperialista y, por último, la construcción de una red de alianzas internacionales que sustenten y otorguen viabilidad a las naciones que se embarquen en esta travesía mesiánica con vistas a fundar una buena sociedad. Y estas durísimas condiciones, ausentes hoy, requieren de una labor preparatoria. De ahí la propuesta del protosocialismo como una fase previa encaminada, precisamente, a llenar los requisitos necesarios para la construcción socialista. Porque, tal como lo observara el Che Guevara, “el socialismo como fórmula de redistribución de bienes materiales no me interesa.” En línea con los clásicos del marxismo el Che concebía al proyecto socialista como una empresa multifacética e integral, irreductible al cálculo meramente economicista, y cuyos componentes esenciales eran la creación de nuevas formas de sociabilidad, de un hombre y una mujer nuevos reposando sobre una economía socializada y protegidos por un estado de nuevo tipo. Esto era necesario, recordaba, para contrarrestar los quinientos años de “des-educación” para el sometimiento y la resignación padecidos por nuestros pueblos desde el amanecer del capitalismo.[17]
De ahí la importancia de concebir al protosocialismo no como un fin en sí mismo sino como una fase preliminar de la construcción del socialismo. En el contexto actual signado por la presencia agobiante de la pandemia la agenda gubernamental de un gobierno protosocialista que se proponga iniciar y concluir una transición hacia el socialismo debería avanzar desde la atención médico-hospitalaria hasta la producción de medicamentos, que deberá estar a cargo de una empresa pública que los producirá al margen del cálculo de beneficio que hacen las grandes corporaciones de la industria farmacéutica.[18] Por supuesto, el proyecto protosocialista deberá simultáneamente avanzar en la creación de las condiciones objetivas y subjetivas que tornen viable aquel tránsito, tema sobre el cual la dramática experiencia del gobierno de Salvador Allende en Chile tiene mucho que enseñar. Al igual que la salud la seguridad social deberá ser otra de las áreas prioritarias a desmercantilizar (acabando con los fraudulentos sistemas de “capitalización individual” como se comprueba en el escandaloso caso chileno). Esto no sólo en defensa de los trabajadores y sus ahorros sino para cortar de raíz uno de los manantiales favoritos del capital para sus operaciones en el casino financiero mundial. La estatización de las industrias estratégicas y la recuperación de la soberanía sobre los bienes comunes/recursos naturales es otro de los ítems en la agenda del protosocialismo, comenzando por el agua (privatizada en innumerables países) y siguiendo por los minerales, el petróleo, el gas, los alimentos, la biodiversidad y sus códigos genéticos y, por supuesto, los servicios públicos como la electricidad, el gas, el transporte, la telefonía, la internet, etcétera, componentes irreemplazables de la vida cotidiana.
Párrafo aparte merecerá la política de desmercantilización y des-oligopolización de los medios de comunicación cuyo altísimo grado de concentración es contradictorio con la mera existencia de una democracia. Tampoco podía estar ausente en esta agenda de transformaciones la fijación de fuertes controles a la especulación financiera, recordando sus perniciosos efectos sobre el conjunto de la actividad económica que llevaron a John M. Keynes a proponer nada menos que “la eutanasia del rentista”. El combate contra los “paraísos fiscales”, en realidad guaridas de malhechores y de los tahúres del sistema financiero internacional será una prioridad en la construcción del protosocialismo. Como se desprende de la enumeración de estas tareas la articulación internacional de las luchas y la construcción de un robusto frente anticapitalista y antiimperialista son prerrequisitos inescapables para salir por izquierda de la crisis en la cual nos hallamos inmersos.
Dicho lo anterior, esbozado a grandes trazos, digamos que sería un error pensar que hay un único modelo para la construcción del pos-capitalismo o lo que hemos dado en llamar, por su carácter novedoso, el protosocialismo. A lo cual replicaríamos apelando a la atinada observación de Raymond Williams, hecha a mediados de los años ochentas del siglo pasado, cuando afirmaba la posibilidad y sobre todo la necesidad de muchos socialismos, ninguno de los cuales debería ser “calco y copia” de algún otro, tal como lo advirtiera con singular clarividencia José C. Mariátegui. Y también recurriendo a una observación de Fidel cuando dijo que “uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”[19] De donde se desprende una observación. Deberemos hacer oídos sordos a los cantos de sirena de los “doctores de la revolución”, esos que al compás marcado por el imperialismo norteamericano han enjuiciado con feroces críticas a la Revolución Cubana, al chavismo, y a cuanto gobierno progresista haya surgido en Latinoamérica y el Caribe en nombre de la “revolución químicamente pura” que jamás existió ni existirá pero que en sus afiebradas alucinaciones creen que es suficiente un acto de firme voluntad de la dirigencia política para que el castillo de naipes que supuestamente es el capitalismo se venga abajo sin remedio. En 1920 Lenin tuvo que salir al cruce de esas formulaciones – objetivamente reaccionarias- en un texto clásico, de indispensable lectura en el día de hoy: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.[20]
La problemática de la organización y el “asociativismo digital”
La propuesta del protosocialismo tiene, como decíamos más arriba, necesidad de satisfacer múltiples condiciones subjetivas. En otras palabras, identificar a los potenciales protagonistas de estas batallas y construir a los sujetos políticos que requiere un proyecto refundacional de esta naturaleza. En relación a este tema es oportuno recordar que tanto el tamaño como la fisonomía actual de la clase obrera dista mucho de ser la que conocieran los clásicos del marxismo. Hoy el fenómeno de la subsunción formal y real de una inmensa masa de trabajadores en todo el mundo alcanza dimensiones colosales, en la medida en que un flujo constante de millones de personas deben sobrevivir vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas para realizar diversos tipos de tareas. Es por eso que Giovanni Arrighi escribió que para hablar hoy del proletariado no se supone “que los trabajadores deban estar empleados en determinadas ocupaciones («obrero de fábrica», por ejemplo) para ser calificados como miembros del proletariado. Incluso expresiones como «proletariado industrial» deben entenderse que designan al segmento normalmente empleado por las empresas capitalistas en la producción y la distribución, sin tener en cuenta el tipo de trabajo realizado o la rama de actividad en la que opera la empresa.[21]
La fragmentación del proletariado, el empequeñecimiento del sector vinculado a la industria y su reemplazo por la robotización, vino de la mano con la extraordinaria expansión arriba referida y que refleja la mundialización del modo de producción capitalista. Tal como lo afirma Arrighi es necesario someter a una minuciosa revisión el concepto de proletariado utilizado por la tradición clásica del marxismo. Digámoslo de una vez: esa concepción ya es insuficiente para dar cuenta de las repercusiones que los grandes desarrollos tecnológicos experimentados en los últimos quince o veinte años han tenido sobre el universo asalariado. Las radicales modificaciones sufri – das por el proceso productivo y las modalidades de valorización del capital nos imponen la necesidad de repensar críticamente la naturaleza de la clase obrera y, por supuesto, las nuevas estructuras del capitalismo tardío. [22] De la mano de esta gran transformación del universo popular hizo su aparición una gran cantidad de sujetos sociales concretos y específicos, y no sólo integrados directamente a los procesos económicos del capitalismo. Una parte importante de estos nuevos actores ha contribuido con sus demandas e iniciativas a socavar la estabilidad de la dominación burguesa, y su concurso habrá de ser importantísimo para viabilizar la puesta en marcha del protosocialismo. La creciente complejidad de los capitalismos contemporáneos ha creado nuevas líneas de conflicto, que coexisten articuladamente con el antagonismo de clases. Y éste sigue siendo, tanto en los capitalismos centrales como en la periferia del sistema, la “falla geológica” fundamental de nuestras sociedades. En relación a esto, y para no prolongar excesivamente esta sección, conviene recordar las palabras de Ralph Miliband cuando a propósito de esta problemática escribió que “de ninguna manera quiere esto decir que los movimientos de mujeres, negros, pacifistas, ecologistas, homosexuales y otros no sean importantes, o no puedan tener efecto, o que deban renunciar a su identidad. De ninguna manera. Sólo significa que el principal (pero no el único) sepulturero del capitalismo sigue siendo la clase obrera organizada. Esta es el necesario e indispensable “instrumento de cambio histórico”. Y si, como se dice constantemente, la clase obrera organizada se rehúsa a encargarse de la tarea, entonces la tarea no se hará (…) pero nada ha sucedido en el mundo del capitalismo avanzado y en el mundo de la clase trabajadora que autorice a sostener tal visión del futuro. ”[23]
Ahora bien, para que el proyecto de transformación pueda comenzar a andar se requiere satisfacer cuatro requisitos, que apenas si enunciaremos aquí. En primer lugar, la movilización de los múltiples y variados sujetos sociales, venciendo la prédica de la “antipolítica” que el neoliberalismo ha cultivado con mucho éxito durante tanto tiempo y que los ha conducido al individualismo, el quietismo y la resignación. En otras palabras, a la renuncia de toda estrategia de acción colectiva para superar las condiciones que los oprimen y explotan. Se trata de contrarrestar un sentido común mediante el cual se propaga la idea de que la política es irremediablemente corrupta, perversa y que lo mejor que puede hacer una sociedad es desentenderse de ella, no interesarse en obtener información sobre la vida pública ni participar en las elecciones. El resultado: el triunfo arrasador de la derecha que se apoya en la generalización de tales creencias y actitudes. [24] En segundo lugar, habrá que organizar a los sectores movilizados. El impulso inicial hacia la protesta y el protagonismo se esfumará de la noche a la mañana si no va acompañado por la creación de distintos tipos de estructuras organizativas. No sólo las tradicionales, como partidos y sindicatos, sino también otros formatos desarrollados por los nuevos actores sociales de las luchas ecologistas, feministas y de género, organizaciones de derechos humanos, territoriales, de la juventud, etcétera. No existe un formato único sino que será necesario admitir la variedad de modelos organizativos teniendo siempre en cuenta que lo importante es la unidad de acción en la lucha contra el capital. Tercero, avanzar en la concientización, en la formación política de esas masas puestas en disponibilidad por la pinza traumática de la pandemia y la crisis económica. Este fue un terreno en donde las experiencias progresistas de inicios del siglo veintiuno demostraron no estar a la altura de las circunstancias. Se pensó, erróneamente, que bastaba con una activa política de combate a la pobreza, con sacar de la miseria a millones de personas para que éstas comprendieran cual era el origen de su desgraciada situación. El resultado fue, como lo recuerda a menudo Frei Betto, que en vez de crear ciudadanas y ciudadanos conscientes esos gobiernos crearon consumidores, y confiaron en que con eso sería suficiente. Tiempo después esos sectores social y económicamente promovidos les dieron la espalda a las fuerzas políticas que los habían beneficiado y votaron por sus enemigos, caso de Jair Bolsonaro en Brasil, o no se movilizaron para defender a los gobiernos que los habían rescatado de la pobreza, sea con sus votos, como en Uruguay, o con su pasividad ante el golpe, como en Bolivia. Cuarto y último, estas tareas requieren de una articulación internacional porque el capitalismo es un sistema global y su “estado mayor”, reunido periódicamente en Davos, despliega una estrategia global de lucha contras las clases explotadas. Por eso, la política que se deberá implementar en la construcción del protosocialismo tiene un necesario componente internacionalista. Será preciso coordinar las batallas contra un actor altamente unificado como la “burguesía imperial”, presente en las más diversas latitudes, y que cuenta con un impresionante poderío económico, político, y mediático que no puede ser enfrentado aisladamente a escala solamente nacional.
De ahí la importancia del “asociativismo digital”, o sea, la potenciación de las estrategias y tácticas de acción colectiva apelando a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Estas fueron desarrolladas pensando en su utilización financiera y militar pero la pandemia las ha “socializado” en una extensión inimaginable hace apenas unos pocos meses. Grandes sectores de las clases y capas populares se han familiarizado con las potencialidades de los smartphones e infinidad de organizaciones apelan a plataformas como el Zoom, Jitsi y otras por el estilo para reunirse, intercambiar informaciones y acordar planes de acción. Esto, mientras dure el confinamiento será un aliado formidable, un arma de grueso calibre en manos de las fuerzas políticas empeñadas en la construcción de una nueva sociedad. Gracias a estas tecnologías lo que antes requería costosos y trabajosos desplazamientos a lo largo de dilatados espacios geográficos para que los líderes y militantes sociales se encontraran y elaborasen sus planes de acción hoy se puede lograr en tiempo real, a un costo mínimo y facilitando nuestros esfuerzos para coordinar la ofensiva contra el capital en el plano local, nacional e internacional. Esta es una nueva arma que los teóricos y los estrategas del imperio siempre trataron de que no cayera en nuestras manos. Y la podemos utilizar durante el confinamiento y también, con gran provecho, después del confinamiento para llevar a cabo las acciones colectivas imprescindibles para las tareas de reconstrucción integral de nuestras sociedades. Cuando se pueda salir a la calle estas tecnologías será aún de extrema utilidad para mejorar la organización de las actividades de los sujetos portadores del embrión de la nueva sociedad. ¿Podría hablarse de sujetos revolucionarios? No hay que jugar con expresiones como esa. Tal vez es un tanto apresurado, pero sin dudas serán sujetos que deberán acometer la empresa histórica de comenzar a dar los primeros pasos en el desmontaje de la economía capitalista. Si eso termina o no en una revolución el tiempo lo dirá. La intención es esa, pero los resultados nunca están garantizados de antemano.
¿Y si el capitalismo se reinventa?
Ante la perspectiva de un “comunismo reinventado” o de cualquier otro proyecto anticapitalista Byung-Chul Han, el filósofo sur-coreano/alemán saltó al ruedo para sentenciar que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.”[25] Es una afirmación temeraria de este académico que lleva unos treinta y cinco años enseñando en Berlín y qe parece poco conectado con lo que ocurre en el resto del mundo. Además no ofrece evidencia alguna que sustente esa afirmación. En realidad, si algo se dibuja en el horizonte es la desilusión de crecientes segmentos de la opinión pública con el capitalismo, algo que los grandes periódicos del sistema, desde el New York Times hasta el Wall Street Journal y el Financial Times, no dejan de constatar en sus páginas. Tómese nota de la opinión del economista Lawrence Summers, ex Secretario del Tesoro (1999-2001) durante la Administración Clinton, que ya en enero del 2012 daba la voz de alarma y se preguntaba en su blog “Why isn’t capitalism working?” Su respuesta es la siguiente: “tradicionalmente los estadounidenses han sido los más entusiastas campeones del capitalismo. Sin embargo, una encuesta reciente de opinión encontró que apenas un 50 por ciento de la gente tiene una valoración positiva del capitalismo mientras que 40 por ciento no lo tiene. La desilusión es particularmente fuerte entre la gente joven de 18-29 años, los afroamericanos, los hispanos, y entre aquellos cuyos ingresos son menores a los $30,000 por año e identificados con los Demócratas.”[26] El generalizado reclamo que se percibe en las generaciones más jóvenes, súbitamente despabiladas del sopor al que fueran inducidas por los medios de “confusión” de masas, a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la salud, el medio ambiente, la justicia social y los derechos de las minorías no parece alinearse demasiado con las previsiones del académico surcoreano. La provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y la imperiosa necesidad de poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial remiten mucho más al protosocialismo arriba mencionado que al necrocapitalismo de nuestros días. Es que a resultas de las dolorosas enseñanzas de la pandemia las poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo están más propensas a recurrir a soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” (como las que por necesidad se tuvieron que adoptar durante los interminables meses de lucha contra el COVID-19) que a confiar en el desenfreno individualista y privatista propios del neoliberalismo y que condujo a la trágica situación actual y que, según Judith Butler, “ha revitalizado el imaginario socialista en Estados Unidos.”[27]
Este descrédito de la cosmovisión no sólo neoliberal sino capitalista, con su desaforada exaltación del individualismo y el darwinismo social de mercado es a su vez alimentado por la adopción de nuevos hábitos impuestos por los gobiernos para combatir la pandemia: la cuarentena, el aislamiento preventivo y la distancia social que establece límites estrictos al contacto de los cuerpos. Estas disposiciones emanadas de los estudios epidemiológicos son objeto de crítica cada vez más vociferante por parte del empresariado y los políticos de derecha que exigen que “la gente vuelva al trabajo” y que “no se puede interrumpir la vida económica por tanto tiempo.” Puestos a elegir estos personajes no dudarán un instante en preferir salvar sus empresas y preservar sus ganancias aún a costa de condenar a muerte a decenas de miles de personas en cada país. Al momento de poner fin a estas líneas, el 18 de Julio del 2020, 143,233 personas murieron en Estados Unidos por el COVID-19 y 79,488 en Brasil pese a lo cual prosiguen con fuerza en sus políticas de “abrir la economía” y “normalizar la vida social”, algo que difícilmente podrá ser logrado, sobre todo si se piensa que “normalizar” quiere decir volver exactamente al modo de vida y de sociabilidad existentes antes del estallido de la pandemia. [28]El nerviosismo de los capitalistas se comprende porque si la plaga se prolonga unos cuantos meses más –cosa que no habría que descartar, viendo los “rebrotes” habidos en algunos países que pensaban que habían derrotado al mal- podría resquebrajarse para siempre la rutina social que hacía que cada día la gente concurriese con ovejuna mansedumbre a su lugar de trabajo (fábrica, oficina, comercio, banco, etcétera) y aceptase como algo natural, indiscutible, el autoritarismo de la disciplina laboral, la explotación, el desgaste físico del viaje desde su hogar hasta su lugar de trabajo, respirar un aire cada vez más contaminado, asimilar el bombardeo constante del consumismo, endeudarse para adquirir lo que muchas veces ni siquiera necesita y ser manipulado con las modernas técnicas del neuromarketing por los grandes poderes económicos y sus mercenarios mediáticos. Si el entramado de nuevas actitudes, recaudos y comportamientos impuestos por la lucha contra el coronavirus se arraigan en grandes sectores de la clase trabajadora la “vuelta a la normalidad” esperada con tanta ansia por los capitalistas será mucho más prolongada y enmarañada de lo que se espera. Quienes retornen a sus puestos de trabajo habrán franqueado una experiencia traumática que modificó hábitos profundamente arraigados y que ahora podrían llegar a ser puestos en cuestión. Su conciencia política, antes quietista y conformista, ha sido bruscamente alterada por una mortal pandemia. Además se trata de personas que en muchos casos aprendieron el “arte de asociarse” que la burguesía cultivó con esmero para sí mientras lo combatía con denuedo cuando quienes querían ejercer esa práctica pertenecían a las clases populares. Esto es tan antiguo que hasta Adam Smith se refería a esa hipocresía valorativa en su Riqueza de las Naciones. Pese a que hoy en muchos países no pueden salir a la calle se cuentan por millones los que han aprendido a asociarse a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación, mediante el ya mencionado “asociativismo digital” que pone en crisis la primacía del individualismo burgués. Si aquél llegara a combinarse con la previsible movilización popular en las calles una vez que la cuarentena llegue a su término la capacidad reivindicativa de los trabajadores podría verse extraordinariamente fortalecida y quedaría en condiciones de ejercer una influencia decisiva en la reorganización económica y política que sobrevendrá una vez que el coronavirus sea un penoso recuerdo. Esto dependerá, obvio, del contenido de esa nueva conciencia social cuya partera fue la pandemia. Por eso decíamos que las previsiones conservadoras de Byung-Chul Han no tenían más asidero que su firme adhesión ideológica al capitalismo como sistema. La salida de esta crisis tendrá como uno de sus signos distintivos la bancarrota de la irracional –“quimérica”, según el New York Times– confianza en la “magia de los mercados”, en las virtudes de las privatizaciones y desregulaciones, y en la presunta capacidad de las fuerzas del mercado para asignar justa y racionalmente las recompensas y las sanciones a clases y grupos sociales.
El lento pero irreversible surgimiento de un nuevo orden internacional
Pero además el mundo que se viene será uno en donde el sistema internacional ya habrá adoptado de modo irreversible -al menos en el mediano plazo- un formato diferente y en cuyas alturas se encontrará a una nueva tríada dominante, aunque el peso específico de cada uno de sus componentes por supuesto que no sea el mismo. Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de un “condominio imperial” a cargo de la tríada formada por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde europeos y japoneses eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con socios de otra envergadura. Por un lado, la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en las cruciales tecnologías 5G e Inteligencia Artificial. A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana. En suma, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China logra en el terreno de la economía. Difícil aunque no imposible que tal como asegura Byung-Chul Han el capitalismo tal cual hoy lo conocemos pueda adquirir renovada pujanza en ese escenario internacional. Si en los últimos treinta años consiguió una extraordinaria gravitación y penetración de la mano de la globalización neoliberal fue en buena parte debido a que se había desintegrado la Unión Soviética y también porque como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario”, el gobierno de Estados Unidos, presto a acudir a cualquier rincón del globo en donde el orden capitalista estuviera en riesgo para socorrerlo con su incuestionable primacía económica, militar, política e ideológica.[29]
Hoy la primacía económica está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra Afganistán, una de las naciones más pobres y atrasadas del planeta. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. El “atlantismo”, ese gran pacto sellado en la posguerra fue hecho añicos por Donald Trump que le dio el tiro de gracia a un proceso que, hay que reconocerlo, venía de lejos. La mezquindad y la megalomanía de la Casa Blanca en épocas recientes no tiene precedentes, como lo demuestra un hecho menor pero cargado de significación: el pirateo de los barbijos adquiridos por Francia y Alemania.[30] Retomando el hilo digamos que mientras China pudo controlar la pandemia Estados Unidos fracasó en ese empeño, por lo menos hasta el momento de terminar de escribir estas líneas. Además, el gigante asiático junto a Rusia y Cuba ayuda a combatir a la pandemia en Europa mientras que Estados Unidos bloquea el acceso de insumos procedentes de China a los países europeos. Y Cuba, ejemplo incomparable de solidaridad internacional, envía médicos y medicinas a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN en suelo europeo e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. De ahí que la antigua hegemonía estadounidense, que tenía como uno de sus fundamentos un autoproclamado liderazgo moral, ya es cosa del pasado. Su prestigio internacional se ha visto muy debilitado y lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno federal en Washington no es si el país está en declinación o no, sino el ángulo de la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso hora tras hora.
Conclusión
Estamos pisando los umbrales de una nueva era. Como decía José Martí, “es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.” En este tiempo que se aproxima velozmente será preciso llevar a cabo una profunda revisión del paradigma de las políticas públicas, comenzando por la sanidad e inmediatamente después por la seguridad social como preludios necesarios a la batalla decisiva: poner bajo control al capital financiero y su red global que asfixia a la economía mundial, provocando recesiones, aumentando el desempleo y disparando a niveles extravagantes la desigualdad económica. Un capital financiero ultra-parasitario que financia y protege a las mafias de “guante blanco” y que, con la complacencia o complicidad de los gobiernos de los capitalismos centrales y las instituciones económicas internacionales, crean las “guaridas fiscales” que facilitan el ocultamiento de sus delitos y la evasión tributaria que empobrece a los estados, debilita a sus gobiernos y los priva de los recursos indispensables para garantizar una vida digna a sus poblaciones.
Va de suyo que para llegar a la reconstrucción de ese nuevo orden social primero habrá que derrotar a la pandemia. El gobierno argentino ha actuado con sensatez y firmeza al imponer una estricta cuarentena que ha ahorrado miles de vidas. Pero dado que hay todavía un largo recorrido por delante (de unos cuantos meses por lo menos, en lo que hace a sus aspectos sanitarios y epidemiológicos) será necesario que la autoridad pública disponga de los recursos suficientes para mantener una adecuada dotación de recursos médico-sanitarios (desde hospitales en adecuado nivel de funcionamiento hasta equipos de diversos tipo, que van desde mascarillas, camisolas y guantes hasta unidades de terapia intensiva) y auxiliar económicamente a una población que sólo gradualmente y en pequeñas proporciones podrá ir retomando sus trabajos o sus actividades económicas de antaño y que mientras tanto necesita de dinero para comer, curarse y, eventualmente concurrir a sus lugares de trabajo. El problema es que el estado argentino –como casi sin excepción ocurre en Latinoamérica y el Caribe- es pobre a causa de la persistencia de una estructura tributaria tremendamente regresiva, digna heredera de la colonia, merced a la cual los más pobres contribuyen con sus impuestos mucho más que los más ricos al sostenimiento del erario público. Esta inequidad estructural se potencia por problemas como la evasión y la elusión fiscales o la corrupción administrativa y por eso los gobiernos de la región carecen de los recursos financieros que necesitan para hacer frente a tan inédito desafío.
De ahí que se engañen quienes piensan que la lucha contra la pandemia podrá librarse, al menos en el caso argentino, con los recursos financieros ordinarios del estado. Se requerirá un enorme aumento del gasto público (recordar lo que dijo el ya mencionado Jerome Powell, chairman de la FED) y no sólo para el pago del personal que garantiza la atención médica y la adquisición masiva de insumos sino también para remunerar a los agentes de la seguridad pública que controlan el cumplimiento de la cuarentena y los demás gastos de adquisición de bienes esenciales y toda la logística de la distribución de alimentos y medicamentos que sería largo pormenorizar. Pero además, grandes sumas de dinero serán necesarias para asistir aunque sea parcialmente a las clases y capas populares más explotadas y estigmatizadas, las que habitan en «villas» o asentamientos irregulares, y viven al día con lo que obtienen de «changas» o trabajando «en negro» y que carecen de ingresos regulares. Si la mano del estado no llega a auxiliarlos esa gente va a ser carne de cañón del virus asesino y también del hambre, y hay que extremar todos los recursos para salvar esas vidas.
Sin recursos financieros, ¿qué puede hacer el gobierno? ¿Cruzarse de brazos y ver como el coronavirus arrasa los barrios y asentamientos populares? Tal cosa no sólo sería un crimen imperdonable sino que, además, tendría un negativo impacto económico a futuro, algo que se les escapa a los charlatanes que noche a noche en la televisión, inspirados por Donald Trump, urgen poner fin ya a la cuarentena y que los argentinos “vuelvan al trabajo.” Afortunadamente esa opción, al menos en su formulación radical, no figura entre las opciones que maneja Alberto Fernández. Por eso, la iniciativa de un impuesto a la riqueza es absolutamente razonable, imprescindible e impostergable para hacer frente a gastos extraordinarios durante los próximos meses cuando, al mismo tiempo, la recaudación fiscal ha caído en picada. Pero hay que decirlo antes que sea tarde: esa iniciativa, en caso de ser aprobada por un Congreso en donde el presidente no tiene asegurado un voto mayoritario, no aportará los recursos que se necesitan. El impuesto “extraordinario a la riqueza personal, y por una única vez” aportará, en el mejor de los casos una suma de poco más de 3.000 millones de dólares, monto que difícilmente será suficiente para sufragar los enormes gastos que demandará el combate al COVID-19 y el posterior proceso de reconstrucción económica y social de la Argentina. Y no hay otra fuente para obtener recursos que un impuesto a la riqueza, que en este caso afecta apenas a unas 12.000 personas, un 1.1% del total de contribuyentes del país.[31]
Dado que ni la emisión descontrolada de moneda local ni el endeudamiento externo son alternativas reales de financiamiento, la necesidad de una reforma tributaria integral que afecte no sólo la fortuna de las personas sino también de las más grandes empresas se torna impostergable. Dos de los más acaudalados multimillonarios de Estados Unidos, Bill Gates y Warren Buffett vienen diciendo hace tiempo que ellos deberían pagar más impuestos que los que les exige la legislación de ese país. Y añaden, para fundamentar este insólito pedido (que desconcierta a los talibanes del neoliberalismo) lo que ya sabemos: que los ricos gozan de una presión tributaria proporcionalmente mucho menor que los pobres. A Gates y Buffett se sumaron recientemente Jerry Greenfield, co-fundador de los helados Ben and Jerry, Abigail Disney, heredera del imperio Disney, y Stephen Tindall, el segundo hombre más rico de Nueva Zelanda.[32] Nunca escuchamos nada ni remotamente parecido entre los avaros y sórdidos multimillonarios argentinos o latinoamericanos, pese a que en nuestros países la inequidad y regresividad tributarias son aún mayores que las que existen en Estados Unidos o Europa. La propuesta que hoy está en el Congreso argentino será un impuesto que alcanzará a una ínfima parte (0.08 % ) de la población económicamente activa pero que es dueña de inmensas fortunas y que en circunstancias excepcionales como las actuales no puede estar exentas de tributación. Para ni hablar de los gigantescos patrimonios de sus empresas. Es ahora o nunca. No sólo para financiar la lucha contra la pandemia, que no puede ser efectiva sin el equipamiento necesario; también para lo que se va a necesitar una vez que aquella sea un doloroso recuerdo y se deba poner en marcha a la economía. En ese momento el estado no sólo va a tener que continuar asistiendo a los más débiles que viven de lo que ganan día a día (técnicamente: sostener la demanda agregada) sino que habrá que contar con mucho dinero para que muchísimas pequeñas y medianas empresas puedan reiniciar sus actividades. Esto exigirá un esfuerzo a dos puntas: por el lado de la demanda, facilitar que los más pobres puedan adquirir los bienes necesarios para su subsistencia; por el lado de la oferta, incentivar los negocios auxiliando, aunque sea transitoriamente a las pymes para que vuelvan a producir y trabajar. Y ofreciendo los bienes y servicios que la sociedad demandará con creces luego de un largo período de virtual congelamiento de la economía.
Cierro estas notas con una cita de Dante Alighieri que se adapta muy bien a la situación actual. En La Divina Comedia describe el gran portal que daba paso al Infierno en donde estaba esculpida la siguiente inscripción: “Abandónese aquí todo recelo. Mátese aquí cualquier vileza”. Un sabio consejo para los multimillonarios que, en Nuestra América, están infectados por el virus del recelo y la vileza y que pugnan por negarle al estado los recursos necesarios para preservar las vidas de millones de compatriotas en riesgo.
Notas:
*Agradezco a William J Gills por sus lúcidos comentarios a una primera versión de este trabajo. Este trabajo sintetiza algunas de las conclusiones del curso “El mundo después del COVID-19” ofrecido desde mi página web: www.atilioboron.com.ar/cursos
[1] Walter Scheidel, “Why the Wealthy Fear Pandemics”, NYT, 9 Abril 2020
[3] El mismo título de la nota: “The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order” ya anticipaba esta conclusión. Ver el Wall Street Journal, edición del 4-5 de Abril de 2020, pg. A-17
[13] Vale aquí recordar el volumen compilada por Peter B. Evans, Dietrich Rueschmeyer y Theda Skocpol a comienzos de los ochentas del siglo pasado en el cual se abogada por una reintroducción de la temática del estado en los estudios políticos y por fortalecer su papel en la vida de las naciones. Desgraciadamente su prédica cayó en vano, en ambos casos. Ver Bringing the state back-in(Princeton: Princeton University Press, 1985), especialmente las páginas 44 a 77.
[14] Al respecto consultar el imprescindible libro de Ignacio Ramonet: El Imperio de la Vigilancia (La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2018). Ya en noviembre del 2017 la revista conservadora británica hablaba de este tema, del “state led capitalism”. Ver la edición del 21 de Enero del 2017 dedicado al surgimiento del capitalismo de estado y con la imagen de V. I. Lenin de fondo.
[15] Ver su “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”, en Autores Varios, Sopa de Wuhan. Pensamiento Contemporáneo en Tiempos de Pandemia (Libro Electrónico de Editorial ASPO, 2020) pp. 21-28
[16] Tema desarrollado ampliamente por este autor en su Beyond Capital. Towards a theory of transition (New York: Monthly Review Press, 1995) [hay traducción al castellano]
[17] Ver si “El socialismo y el hombre en Cuba”, ediciones varias. Hemos discutido algunos de estos asuntos en nuestro Socialismo del siglo veintiuno. ¿Hay vida después del neoliberalismo? (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009), cap. 3.
[18] Recordemos aquí, y brindemos un pequeño homenaje, al doctor Jonas Salk, que rehusó a patentar su vacuna contra la poliomielitis porque dijo que sería lo mismo “que tratar de patentar el sol.” Lamentablemente los desarrollos posteriores de la industria farmacéutica no tuvieron como eje inspirador su altruista enseñanza sino los fríos números del análisis de costo-beneficio, y todo se convirtió en materia mercantilizable. Con su actitud Salk arrojó por la borda la posibilidad de embolsar por lo menos 7.000 millones de dólares. Otro tanto hizo Albert Sabin, que creó una segunda vacuna contra la polio poco tiempo después. Veremos cual será la conducta de los grandes laboratorios que descubran la vacuna contra el COVID-19. ´Datos sobre esto en https://hipertextual.com/2013/08/patentar-vacuna-contra-polio.
[19] Citado en “Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades” en Rebelión, 6 de diciembre 2005. Discurso pronunciado el 17 de noviembre de 2005 con ocasión del 60ªaniversario de su ingreso a la Universidad. La Habana.
[20] Ver la nueva edición publicada en país vasco por la editorial Txalaparta (Tafalla: 2020) con un estudio introductorio del autor de estas líneas.
[21] Ver su “Siglo xx: siglo marxista, siglo americano: la formación y la transformación del movimiento obrero mundial” en New Left Review en español, Enero/Febrero 2000, p. 4.
[22] Hemos desarrollado ampliamente esta problemática en nuestro Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina (Buenos Aires: CLACSO, 2003), pp. 310-315.
[23] En “El nuevo revisionismo en Gran Bretaña”, en Cuadernos Políticos (México), Nº 44, Julio-Diciembre de 1985, p. 26.
[24] Sobre esto ver el estudio de Silvina Romano e Ibán Díaz Parra, Antipolíticas. Neoliberalismo, realismo de izquierda y autonomismo en América Latina (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2018)
[25] En “La emergencia viral y el mundo de mañana”, en Sopa de Wuhan , op. cit., p. 110
[26] Desilusión que se comprende perfectamente cuando en “La pandemia y el sistema-mundo” Ignacio Ramonet nos informa que “en el estado de Michigan, los afroestadounidenses constituyen el 14% de la población, pero concentran el 33% de los infectados y el 41% de las muertes. En Chicago, los afrodescendientes son el 30% de la población, pero representan el 72% de los fallecimientos.” Consúltese lo de Summers en http://blogs.reuters.com/lawrencesummers/2012/01/09/why-isnt-capitalism-working/ Véase asimismo “Why are Americans warming to socialism? Because capitalism has failed them”, en
[27] “El capitalismo tiene sus límites”, en Autores Varios, Sopa de Wuhan, op. cit. pp. 59-65.
[28] Este número de víctimas en Estados Unidos equivale a más de dos veces el número de combatientes de ese país que murieron en Vietnam: 57.939. En poco más de un mes Trump y el neoliberalismo produjeron más víctimas que la guerra de Vietnam en once años. No sólo eso: el informe de ese día de la OMS confirma que en el país asiático la pandemia no produjo un solo muerto. Al día de hoy , 18 de Julio, ni una persona murió en Vietnam a causa del coronavirus. Un desempeño extraordinario que ejemplifica la superioridad de la organización socialista sobre la capitalista. Datos de la OMS disponibles en: https://covid19.who.int/region/wpro/country/vn
[29] “The lonely superpower”, en Foreign Affairs, Vol. 78, Nº 2, 1999
Desde mediados de la década de los setenta del siglo XX, lo que más en cuestionamiento se encuentra es el de una escuela pública que, en el marco del neoliberalismo capitalista, se quisiera destruir. Por ello, una especie de “paranoia política” aparece en una constante y sin solución de continuidad: “defensa de la escuela pública” que, “resistiendo”, nunca se acaba por destruir. Una crisis casi eterna, no es una crisis, y en este caso es consecuencia de la voluntad de poder del mercado.
El presente texto se da dentro del marco de la Articulación por la Educación Pública en América Latina, del portal Insurgencia Magisterial, México.
Son tres los interrogantes que se presentan, a modo de una entrevista:
1.- ¿Una educación crítica creativa o servicio al mercado?
Crisis (derivado del griego krísis ‘decisión’, del verbo kríno ‘yo decido, separo, juzgo’) designa el momento en que se produce un cambio perturbador. De ahí proviene “crítica”, para emitir un juicio a fin de superar el problema. ¿Y cuál es el problema que aquí nos atañe?
Desde mediados de la década de los setenta del siglo XX, lo que más en cuestionamiento se encuentra es el de una escuela pública que, en el marco del neoliberalismo capitalista, se quisiera destruir. Por ello, una especie de “paranoia política” aparece en una constante y sin solución de continuidad “defensa de la escuela pública” que, “resistiendo”, nunca se acaba por destruir. Una crisis casi eterna, no es una crisis, y en este caso es consecuencia de la voluntad de poder del mercado. A mi criterio, entonces, la escuela no se encuentra en crisis, sino que es tal la escuela que existe en el proceso de las relaciones de poder político y económico, es la escuela que puede ser en ese contexto y no otra. Si no hay un reconocimiento de dicha problemática, la escuela siempre se llamará en crisis, y la educación crítico-creativa solamente aparecerá en los textos (orales y escritos), salvo ciertas excepciones muy loables. Y, aún se corre el riesgo de que, bajo la afirmación textual de una intersubjetividad liberadora, contradictoriamente, la praxis pueda encontrarse imbuida por el sentido mercantilista.
2.- ¿Cuáles son los enfoques pedagógicos de los sistemas educativos de cada país y las medidas respecto a la COVID 19?
En Argentina, los docentes se sintieron “arrojados” a la virtualidad bajo el enfoque de la “continuidad pedagógica”, insistiendo más en los “lazos” que en el reconocimiento de la “emergencia” o de la “contingencia pedagógica”, por la quasi alabanza de dichos “lazos”, llamados por otros “vínculos”, sin su materialidad en el cara-a-cara y sin el reconocimiento de una escuela pre-pandemia “resistiendo en defensa de la escuela pública”, cuyas relaciones intersubjetivas fueron muy problemáticas, cuyos “lazos” fueron muy problemáticos. Precisamente, no son esos “lazos” los más óptimos a prolongar durante la pandemia. Es por ello que cuestiono el término “continuidad pedagógica”, como el de los mismos “lazos”. Tanto el término “continuidad pedagógica” como el de “lazos” son establecidos sin crítica alguna, casi como paradigma incuestionable de interpretación. Obvio, la crítica no pretende ser hiperbólica (exagerada), pues la escuela es un espacio público, no en mera “disputa” (término de moda), sino con múltiples contradicciones reales.
3.- ¿Cuáles serían las propuestas socioeducativas permiten enfrentar de mejor manera la etapa del Covid-19?
Nos invadieron bancariamente de “conversatorios virtuales”, escuchando poco a los docentes y nada a los alumnos. Desde aquí, la propuesta es la siguiente:
Indagar acerca de la subjetividad de los alumnos, los silenciados en la llamada continuidad de los lazos, y en las relaciones dialécticas con los docentes. En este momento una vía pueden ser las plataformas de digitales (*), para desde ahí, en la pos pandemia, concretizar las propuestas consensuadas y con sentido liberador. La etapa de pandemia ya está jugada, por ahora. Mientras no existan reales intenciones pos pandemia, más allá de los compromisos político- partidarios, las propuestas educativas serán como una especie de aspirina ante la calamidad, que quizás puedan calmar momentáneamente, pero que no curan.
¿No será, quizás, que la escuela está “alterada” en la virtualidad de la actual emergencia, bajo la presión de las relaciones sociales injustas, con toda una promesa, la promesa que también existe en la escuela real, imposible de lograr sin la constancia de la lucha? Aunque, hablando de la lucha, una lucha que no disocie a los desposeídos, una lucha en la que las comunidades se potencien subjetivamente, pero intersubjetivamente, según las posibilidades y necesidades de cada cual, en la lucha por la reproducción y producción de la vida.
(*) Surge el predominio de las plataformas digitales, cuyo pleno logro, entre otros, se ubica en el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), cuyo sentido último es el de formar un “trabajador del futuro”, sin relaciones contractuales más que el de emprender individualmente un proyecto, que luego de su concreción, finalice la ligazón con la empresa, sin sindicatos que defiendan al trabajador, pues este último es mero individuo alienado de otros trabajadores. El único trabajador a existir sería el individuo subsumido en los intereses empresarios.
Desde ahí, vale una crítica a los modelos pedagógicos vigentes, donde los sujetos de la educación ya no sean meramente los alumnos, sino la misma comunidad crítico-educativa.
Fuente e imagen: https://www.anred.org/2020/07/15/continuidad-pedagogica-o-escuela-alterada/
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