Page 2 of 5
1 2 3 4 5

Las emociones en el aprendizaje

México / 11 de noviembre de 2018 / Autor: Gilberto Guevara Niebla / Fuente: La Crónica de Hoy

Cuando se piensa en el aprendizaje generalmente se subraya el lado cognitivo del proceso, pero se desestima el lado afectivo. Hay quienes piensan que las emociones son una distracción para que el alumno aprenda y otros piensan, de plano, que aprendizaje y emociones son cosas opuestas.

La cultura moderna y occidental da poca relevancia a las emociones y valora en exceso el conocimiento y la ciencia. En las últimas tres décadas, sin embargo, nuevos desarrollos en las neurociencias han dado lugar a un cambio en esta apreciación ya que se ha podido comprobar que las emociones dirigen la atención, crean significado y tienen sus propias vías de recuerdo.

Hoy se sabe hoy que el pensamiento es indisociable del sentimiento. Desde luego, todos tenemos presentes elementos emocionales que, sabemos, por simple sentido común, ayudan al aprendizaje: la paz interior, el equilibrio emocional, la motivación, el afecto paterno, un buen clima emocional en el aula, etc. Y, al mismo tiempo, entendemos que cuando el alumno está triste, deprimido, enojado, molesto, simplemente no puede concentrarse en el estudio. En la investigación se suele separar la emoción del sentimiento. Las emociones se producen por vías automatizadas y son el gozo, el placer, el miedo, la sorpresa, el disgusto, la ira y la tristeza; en cambio los sentimientos son respuestas desarrolladas cultural y ambientalmente a las circunstancias, por ejemplo, la preocupación, la frustración, el cinismo, la indiferencia y el optimismo.

Daniel Goleman alcanzó celebridad cuando publicó en 1995 su libro Inteligencia emocional (Bantam Books) que tuvo un éxito de ventas explosivo. Según la revista Harvard Business Review la inteligencia emocional es un concepto revolucionario y una de las ideas más influyentes de la década. En el mundo empresarial, dijo Goldman, se observa que el éxito en el trabajo muchas veces no se obtiene con la sola posesión de un alto IQ, sino que va asociado, en la mayoría de casos, a habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.

Es verdad que algunas de esas habilidades pueden venir configuradas por la genética o la experiencia durante los primeros años de vida, la evidencia, respaldada por la investigación, demuestra que las habilidades emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la vida –si se utilizan los métodos adecuados. Goleman introduce la noción de “analfabetismo emocional”. Cuando un docente enfrenta a un alumno que adopta recurrentemente conductas disruptivas y agresivas hacia sus compañeros, probablemente se halla ante un analfabeta emocional.

Este fenómeno, el analfabetismo emocional, está ampliamente difundido en las escuelas de México como lo saben todos los docentes. Una ilustración se halla en los datos que ofreció el estudio internacional de educación cívica y ciudadana de 2016 que publicó el INEE: en secundaria son frecuentes las agresiones físicas, las burlas, las amenazas, los ataques en internet, etc. que revelan fallas en la dimensión formación emocional de los alumnos.

Se ha buscado dar una respuesta a estas deficiencias con la asignatura Habilidades Socio-Emocionales. Entre las habilidades que se busca formar se encuentran: que el alumno se conozca, que se comprenda a sí mismo, que desarrolle sentido de eficacia y de confianza en sus capacidades personales, que entienda y regule sus emociones, que sienta y muestre empatía hacia los demás, que tome decisiones responsables y desarrolle sentido de comunidad.

Fuente del Artículo:

http://www.cronica.com.mx/notas/2018/1091151.html

ove/mahv/293781

Comparte este contenido:

Las neurociencias no son el bálsamo de Fierabrás para el currículo de infantil

Por: Alicia Alonso

Las aplicaciones rigurosas solo pueden proceder del estudio reflexivo y contrastado de equipos multidisciplinares que busquen optimizar el desarrollo infantil desde una perspectiva holística, de equidad, que realice el bienestar infantil presente.

El pasado día 17 de abril, durante el Congreso Nacional de Educación Infantil y Neurociencia, Marcial Marín, secretario de Estado de Educación, afirmaba que en un marco de competencias de neurodesarrollo para alumnos de 0 a 6 años se hace necesario un nuevo currículo que deseche las asignaturas y se inspire en estos conocimientos para quienes se formen en educación infantil porque, según afirmó, el cerebro es el gran reto del siglo XXI.

Si bien hay aspectos ciertos en estas afirmaciones, vemos que se procede, como siempre, con improvisación, influidos por tendencias dominantes en unos sectores u otros, buscando titulares de prensa y sin tener en cuenta los análisis de profesionales; mucho menos las necesidades reales y derechos de los niños y niñas.

Marín resalta aspectos innegables de los estudios que defienden la trascendencia de la educación infantil para las etapas venideras de la persona, tanto en la mayor perspectiva de éxito académico como en el de la empleabilidad, para prevenir el fracaso escolar o para constituirse en un factor de equidad; pero olvida un aspecto esencial igualmente citado por todos esos estudios: esa educación infantil da esos resultados tan solo cuando es de calidad. Y este factor tiene que ver con aspectos esenciales que venimos denunciando desde hace tiempo las organizaciones de Educación Infantil sin que se nos haga caso alguno: la masificación de las aulas con ratios insoportables, tanto en el primero como en el segundo ciclo, que doblan o triplican las recomendaciones de la Comisión Europea; el baile de titulaciones autorizado para intervenir con el primer ciclo, tan solo inspirado por el abaratamiento de los costes de profesionales, sin que el adecuado conocimiento de las potencialidades y posibilidades infantiles y su respuesta preocupen lo más mínimo; la dejación del Estado, que no ha considerado necesario establecer unos requisitos mínimos comunes para ese primer ciclo, ni de centros ni de currículo, favoreciendo con ello la inequidad entre territorios; el limbo legal en que se encuentran multitud de centros que acogen a criaturas de estas edades que no han de cumplir requisitos si no se declaran como centros educativos. Otro aspecto esencial es que el primer ciclo no sea universal y mucho menos gratuito, lo que favorece la inequidad entre las diferentes capas sociales que pueden acceder a esta oportunidad, imprescindible además para compensar desventajas.

Desde la Plataforma de Educación Infantil 06 entendemos que la mejora de la Educación Infantil pasa por darle respuesta a estos aspectos y no por poner el foco en aplicar al currículo de quienes se formen en magisterio infantil un bálsamo de Fierabrás: el marco competencial del neurodesarrollo en 0-6.

Con este planteamiento del señor Marín, sin resolver los problemas diagnosticados, sin reflexión sobre ellos y sus posibles soluciones, incorporamos otro elemento. Este es el de un grupo de ciencias que ha despuntado como una enorme promesa aplicada a la educación, pero quienes investigan con rigor advierten de los peligros que supone generalizar demasiado pronto descubrimientos de un campo a otro, y hacerlo sin las adecuadas investigaciones previas. Así por ejemplo Ana Carballo (Neurocientífica UAB), en una entrevista concedida recientemente a El País (18-2 2018) afirma que no puede aún hablarse de neuroeducación, que los problemas de la educación no pueden resolverse solo con el conocimiento que se tiene del cerebro y que son representantes de la docencia quienes deben replantearse, con los conocimientos que proporcionan el conjunto de campos, la mejor respuesta posible en educación. En el mismo sentido se expresa David Bueno (Neurocientífico UAB), en una entrevista publicada en este periódico y quien en el X Congreso de Educación Infantil de AMEIGI (13 abril de 2018) recordaba el poco conocimiento educativo que tienen aún los neurocientíficos para poder aplicar en educación descubrimientos de su campo, y defendía la necesidad de crear equipos interdisciplinares que, partiendo de una concepción compatible de educación y de ser humano, trabajen conjuntamente en el desarrollo de ambos campos.

Como siempre, al calor del posible negocio de la formación, han ido saliendo gurúes en los últimos años, con la promesa de revolucionar la educación, aplicando estrategias y entrenamientos derivados de los descubrimientos de las neurociencias y causando furor novedoso. Pero las aplicaciones rigurosas solo pueden proceder del estudio reflexivo y contrastado de equipos multidisciplinares que busquen optimizar el desarrollo infantil desde una perspectiva holística, de equidad, que realice el bienestar infantil presente, no como un experimento genial que, fruto de un descubrimiento inmediato, se le ha ocurrido al secretario de Estado de Educación.

Claro que el currículo hay que modificarlo, llevamos años diciéndolo, de hecho ha sido el Ministerio, que no escucha a quienes saben, quien ha enfatizado la asignaturización y los exámenes continuos en la LOMCE, algo ajeno a la perspectiva competencial que ahora resalta Marín. Esa modificación ha de hacerse para responder a las auténticas necesidades y derechos infantiles, teniendo en cuenta las aportaciones del conjunto de las fuentes que deben servir para construirlo: la Psicología, la Sociología, la Pedagogía y sus diferentes didácticas, la experiencia práctica de profesionales que reflexionan y contrastan entre sí y con rigor en todo el territorio nacional, mapeando las necesidades para darles respuesta.

El conocimiento sintetizado por La Convención de los Derechos del Niño y sus desarrollos en forma de observaciones generales, también aplicadas al derecho a una Educación de calidad desde el nacimiento, es una fuente imprescindible igualmente.

En este contexto las neurociencias son también una gran aportación, pero para dar respuesta al derecho a esa educación de calidad en las primeras edades es preciso resolver al tiempo el resto de problemas expuestos. No pueden utilizarse como una cortina de humo que difumine el resto de problemas porque, además, estamos convencidas de que tampoco se haría con rigor; una aplicación irreflexiva e indiscriminada de algunos planteamientos, puede ser incluso negativa y contribuir a engrosar el número de problemas que ya tiene la educación infantil y que, con este tipo de declaraciones, se contribuye a aumentar.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/04/23/las-neurociencias-no-son-el-balsamo-de-fierabras-para-el-curriculo-de-infantil/

Comparte este contenido:

Neurociencias y el neuroaprendizaje en los niños

Chile / 29 de abril de 2018 / Autor: Franco Lotito C. / Fuente: Gran Valparaíso

“El aprendizaje es experiencia, todo lo demás es información” (Albert Einstein, físico alemán, ganador del Premio Nobel de física).

 

“No hay separación de mente y emociones; las emociones, pensamiento y aprendizaje están relacionados” (Eric Jensen, académico norteamericano, creador del modelo “Enseñanza Basado en el Cerebro”).

¿Alguna vez se ha preguntado usted –como papá o como educador– qué es lo que sucede al interior de la mente de los niños cuando escriben, pintan y dibujan como si fuera un juego? Pues bien, ese órgano llamado cerebro representa una verdadera maravilla del desarrollo humano, por cuanto, cuando el niño realiza las actividades más arriba señaladas, como si fueran un juego, el cerebro: 1. Produce serotonina, un neurotransmisor que reduce la ansiedad y que regula el estado de ánimo de las personas. 2. Facilita la participación de la acetilcolina, otro neurotransmisor que favorece los estados de atención y memoria y, por ende, del aprendizaje significativo. 3. Genera endorfinas y encefalinas, neurotransmisores que  promueven en los seres humanos el estado de bienestar y la sensación de calma, reduciendo el dolor y la tensión, propiciando, al mismo tiempo, el trabajo de tipo creativo.

Se ha demostrado –sin lugar a dudas–, que los niños pequeños son como esponjas que aprenden jugando y absorben todo aquello que se les ponga por delante. Pero para ello requieren de ciertas condiciones que no siempre se les entrega.

Un ejemplo claro, es el hecho que el tiempo promedio de atención sostenida de un niño oscila entre los 15 y los 20 minutos, en función de lo cual, lo ideal sería que las “clases” se dividieran en bloques de no más de 20 minutos, de modo tal, de permitir que los niños rindan al máximo de sus capacidades y que su profesor pueda estar en condiciones de volver a ganar y/o recuperar la atención y concentración de los menores.

Importante al respecto de este punto, es lo siguiente: ¿cuántos menores tiene a su cargo la persona responsable de educar a estos niños? Le doy un dato a tener en cuenta: el exitoso modelo Danés de educación exige la presencia de una parvularia a cargo de ¡tres niños!

Ahora bien, el juego de los niños al “como si…” ellos fueran esto o lo otro, es el disfraz ideal con el que el docente camufla, por así decirlo, el aprendizaje a edades tempranas, donde el menor aprende por sí mismo y de manera espontánea, sin forzar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

El cerebro nos depara, además, otra maravilla: las neuronas espejo (o neurona especular), es decir, aquel sustrato cerebral que tiende de manera inconsciente a imitar a aquellos sujetos que tenemos ante nosotros y que se activa cuando la persona observa algún gesto, acción o actitud realizada por otro individuo y que a continuación, dicho individuo tiende a reproducir, es decir, a través de estas neuronas espejo “conectamos” nuestras acciones con las acciones de los demás. Esto, a su vez, es lo que nos permite comprender de mejor forma a quienes tenemos ante nosotros.

El descubrimiento de las neuronas espejo, es relativamente reciente y fue descubierto por el neurocientífico italiano Giacomo Rizzolatti de la Universidad de Parma en el año 1996, a través de lo que se ha dado en llamar el efecto –o fenómeno– “serendipity”, es decir, un descubrimiento científico que se hace por casualidad: mientras estudiaba otro problema científico, el Dr. Rizzolatti terminó encontrándose de frente con estas maravillosas neuronas espejo, que luego dieron la vuelta al mundo científico.

Los avances en la neurociencia han demostrado las conexiones  existentes entre las emociones, el aprendizaje, el pensamiento racional, el medioambiente y la toma de decisiones que cada persona realiza a lo largo de su vida… hasta el punto de revolucionar nuestra comprensión del rol que juegan los afectos en la educación y su enorme efecto en el cerebro.

Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la voluntad tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal –donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa futuro, donde evaluamos estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones–  está influenciada por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por lo tanto, si un docente, una parvularia, un profesor, toma conocimiento de todos estos factores que se han señalado más arriba, estas personas estarán en condiciones de elevar de manera automática las posibilidades de que sus estudiantes incrementen de manera relevante los aprendizajes significativos en las aulas de clase, es decir, aquel tipo de aprendizaje que no se olvida,  dando lo mismo, si estamos hablando de niños en el jardín infantil, en educación básica o media. Incluso universitaria.

Por lo tanto, la evidencia neurobiológica sugiere que el aprendizaje, la atención, la memoria, etc., están profundamente influidos por el proceso de la emoción –o lo que comúnmente se conoce como el PENSAMIENTO EMOCIONAL–, lo que determina quela relación entre neurociencia y educación sea muy estrecha.

Su estudio ha contribuido a la comprensión del cerebro y su funcionamiento, aportando al campo de la educación conocimientos fundamentales acerca de las bases neurobiológicas de la conducta, de la memoria, del lenguaje, los afectos y otras funciones cerebrales que pueden ser estimuladas (¡o inhibidas!) en la sala de clases (o en el hogar).

Hoy en día, se considera que la principal contribución que la neurociencia puede hacer a la educación es “iluminar” la naturaleza misma del aprendizaje. El aprendizaje sería, entonces, el puente de conexión que une a la neurociencia con la educación.

La razón de lo anterior es muy simple. Cuando uno analiza –con algo de mayor profundidad– qué es lo que significa realmente el concepto “aprendizaje”, de inmediato salta un dato importante a la vista, por cuanto, la descripción (o definición) de aprendizaje,  hace referencia a “un cambio interno de conducta que es más o menos permanente, producto de la experiencia”. A su vez, se dice que el aprendizaje es “más o menos permanente”, porque, en la medida que no se practica o se ejercita aquello que se aprendió, el riesgo que se corre es muy elevado de que la persona termine por olvidar todo aquello que una vez se le enseñó. De otra manera ¿cómo se explica en pleno siglo XXI la existencia de millones de personas que apenas saben leer de corrido? Son los llamados “analfabetas funcionales”, es decir, personas que una vez aprendieron a leer y a escribir, pero que por desuso, olvidaron, simplemente, el aprendizaje realizado.

Entonces, ¿qué es lo que se busca a través de combinar el aprendizaje con la neurociencia?La idea de fondo es “transformar” de manera dinámica a la Educación para entender CÓMO LOS NIÑOS APRENDEN, con el fin de que puedan florecer seres humanos completos, felices, inteligentes y armoniosos.

En este sentido, el cerebro es un órgano complejo que tiene mucho que decir en relación con el desarrollo de ciertas habilidades humanas,  tales como el razonamiento, la aparición del lenguaje, el desarrollo cognitivo, la motivación, la conducta, las actitudes, etc. Y la neurociencia, lo que hace, es preocuparse de investigar los mecanismos por los cuales el cerebro humano aprende y memoriza, percibe y clasifica,  comprende y asigna significados, condición que la relaciona directa y naturalmente con las Ciencias de la Educación.

En función de lo anterior, la educación preescolar debe aprovechar la ilimitada capacidad infantil para aprender. En las primeras etapas de la vida, el cerebro es de tal plasticidad que, en principio, posee una capacidad para conocer y experimentar que es absolutamente extraordinaria. Es como una tábula rasa, abierta y bien dispuesta a recibir toda clase de estímulos, en virtud de los cuales se van construyendo las redes neuronales del cerebro humano. Cuando un bebé llega al mundo, su cerebro es un conglomerado de billones de neuronas a la espera de formar un tejido mental de alta complejidad. Estas neuronas, a su vez, muestran un potencial infinito: si son usadas, se integran dentro de los circuitos cerebrales. Pero si NO SE USAN, se PIERDEN y se MUEREN en un proceso irreversible conocido como “poda neuronal” o “poda cerebral”.

Por lo tanto, ¿cuál deberá ser la actitud y/o labor del docente o maestro en la sala de clases? ¡ENCANTAR a sus alumnos para que ellos se MOTIVEN por aprender y, por esta vía, fortalecer su desarrollo cognitivo y socio-emocional!

Fuente del Artículo:

http://www.granvalparaiso.cl/sociedad/neurociencias-y-el-neuroaprendizaje-en-los-ninos/

Comparte este contenido:

Diez claves de las neurociencias para mejorar el aprendizaje: Propuestas para Maestros

Por: Norberto Pons

Investigaciones recientes aportan procedimientos que sirven para elaborar propuestas prácticas para mejorar el rendimiento escolar. Ignacio Morgado, un catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de «Aprender, recordar y olvidar: Claves cerebrales de la memoria y la educación» (Barcelona: Ariel, 2014), expresa en su trabajo que, la mayoría de las propuestas ofrecidas para mejorar la educación en nuestro país predominan los razonamientos teóricos y filosóficos sobre cómo lograrlo. En este artículo se pretende complementar con sugerencias prácticas. Son procedimientos avalados por la investigación en neurociencias y psicobiología, que pueden tener su versión particular en cada nivel y contexto educativo.

Resultado de imagen para Diez claves de las neurociencias para mejorar el aprendizaje

1. Practicar regularmente deportes. El ejercicio físico aeróbico beneficia las capacidades cerebrales tanto en el niño como en el adulto. Logran una mejor memoria, mayor flexibilidad y velocidad de procesamiento de información mental.

2. Evitar el exceso de grasas en la alimentación. Son dietas que reducen la sensibilidad de los receptores NMDA, que son moléculas del cerebro que forman parte de los mecanismos de plasticidad neuronal que hacen posible la formación de la memoria en lugares como el hipocampo y la corteza cerebral.

3. Dormir lo necesario con regularidad. El sueño anticipado prepara al cerebro para aprender y, cuando ocurre tras el aprendizaje, potencia la formación y estabilización de las memorias.

4. Entrenar la memoria de trabajo. Esta la que utilizamos para pensar, razonar, planificar el futuro y tomar decisiones. Materias como la filosofía o las matemáticas promueven este tipo de memoria.

5. Guiar el aprendizaje con preguntas. Este procedimiento motiva al estudiante, concentra su atención y que busca en cualquier fuente de información posible, la solución a los interrogantes que se le plantean.

6. Practicar el recuerdo de lo aprendido. El preguntar sobre la información recientemente aprendida beneficia a la memoria a largo plazo.

7. Aprendizaje y memoria. En situaciones emocionales o de estrés moderado, la activación de estructuras cerebrales como la amígdala y la liberación en la sangre de hormonas como la adrenalina y los glucocorticoides pueden contribuir a la facilitación del aprendizaje y la memoria actuando directa o indirectamente sobre los circuitos neuronales del cerebro.

8. Incentivar la lectura. Esto es, de todas las actividades intelectuales potenciadoras de capacidades mentales. La que proporciona un mejor balance costo/beneficio es, sin duda, la lectura. La actividad de leer requiere poner en juego procesos mentales como percepción, memoria y razonamiento.

9. Aprender más de una lengua (Bilingüismo). Los individuos que adquieren múltiples lenguas en su infancia y las practican a lo largo de su vida tienen una mayor atención selectiva.

10. Evaluaciones orales. Los exámenes orales no sólo permiten una evaluación muy rigurosa del conocimiento adquirido por los alumnos, sino que, sobre todo, inducen en ellos un tipo de estudio mucho más basado en la comprensión e información que en su simple memorización. Son además métodos que generan una memoria a largo plazo.

Comparte este contenido:

El triángulo virtuoso del aprendizaje.

Por: Daniel Calvo.

El poder transformador de la educación es extraordinario y, en este sentido, la adquisición y uso del conocimiento son determinantes para el desarrollo individual y social. La importancia de las actividades musicales en la educación general ha sido considerada frecuentemente de manera dispar, pero en los últimos tiempos su valor en el proceso educativo comenzó a ser reconocido más cabalmente y resignificado.

Diversas investigaciones en el área de las neurociencias demostraron que el aprendizaje musical tiene consecuencias beneficiosas determinantes sobre las funciones mentales y puede ser utilizado como una herramienta extraordinariamente efectiva para el desarrollo integral de las capacidades intelectuales, creativas y sociales, especialmente durante la etapa formativa.

El ámbito educativo no fue ajeno al auge de las neurociencias, como tampoco lo ha sido el mundo de la música. Muestra de ello es el surgimiento de sociedades científicas internacionales y publicaciones especializadas en las ramas de las Neurociencias Educacionales y las Neurociencias Cognitivas de la Música.

En este contexto, se ha estudiado el impacto del entrenamiento musical sobre las funciones del cerebro humano utilizando registros de imágenes cerebrales (resonancia magnética funcional) y tests psicométricos.

El análisis de imágenes cerebrales mostró que una práctica musical sistemática y sostenida de al menos tres meses de aprendizaje de canto, tocar un instrumento o bailar, desencadena cambios anatómicos y funcionales en el cerebro. Este fenómeno de neuroplasticidad involucra aumentos en el volumen de la materia gris en diferentes regiones del cerebro, modificaciones en los circuitos neuronales y desarrollo de conexiones más fuertes, resultando en un aumento de la eficiencia de transmisión de información entre las distintas áreas cerebrales.

Las evaluaciones psicométricas revelaron además que el entrenamiento musical produce una ganancia en diversos dominios de la función cerebral, tales como memoria, atención, destreza lingüística, habilidades perceptuales y ejecutivas, coordinación motora, procesamiento de información, cociente intelectual y desempeño en pruebas de reconocimiento social. Estos cambios no se registran en sujetos sin entrenamiento o entrenados en tareas no asociadas a la música.

En algunos casos las mejoras corresponden a incrementos de la eficiencia de procesos mentales asociados directamente con la naturaleza del estímulo, por ejemplo, sensopercepción (discriminación auditiva de tonos), coordinación corporal (sincronización al ritmo) o motricidad (grado de refinamiento en la ejecución de movimientos complejos de los dedos). Pero el entrenamiento musical también produce beneficios que guardan una relación menos estrecha con aquellos procesos, entre otras cosas incrementa la destreza y acelera el proceso de adquisición de habilidades lingüísticas (ej: habla, lectura y escritura), contribuye a mantener el foco de atención durante períodos prolongados, mejora el desempeño en operaciones matemáticas y en pruebas de reconocimiento social y favorece la expresión gestual y corporal.

El entrenamiento musical por lo tanto puede operar como un elemento estimulador de varias funciones cerebrales superiores produciendo beneficios a nivel global, o como se acostumbra decir hoy, actuar como potenciador cognitivo no farmacológico. Teniendo en cuenta las evidencias científicas acumuladas, y con el objetivo de apuntalar la experiencia formativa en el aula, instituciones educativas en Australia, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y otros países, promovieron la incorporación de un mayor número y variedad de actividades musicales a sus programas obteniendo mejoras en el rendimiento académico de los estudiantes.

La intervención musical reúne particularidades que le confieren algunas ventajas respecto de otras actividades que, con fines equivalentes, forman parte habitualmente del contenido curricular (software de estimulación cognitiva, ajedrez, prácticas aeróbicas, etc). Por un lado ofrece un entorno integrador, de aprendizaje, creación, experimentación y juego, que propicia un alto grado de cohesión social. La música además es un fuerte regulador emocional, capaz de promover bienestar y relajación (euforia, sentimientos de placer, disminuir la ansiedad y prevenir el stress) a nivel individual y colectivo. Como ocurre también con el ejercicio regular de otras actividades, la instrucción y práctica musical sistematizada contribuye a forjar y sostener el compromiso de aprender, incrementar la motivación, valorar el esfuerzo de la práctica sostenida, manejar la frustración y ganar confianza.

A todo esto se suman los efectos beneficiosos sobre las funciones mentales aquí comentados. Un ejemplo paradigmático utilizado en el ámbito científico tecnológico es el triángulo del conocimiento, que simboliza la sinergia positiva de la interacción coordinada entre investigación, innovación y educación.

Las iniciativas educativas citadas procuran recrear de manera análoga un modelo virtuoso alternativo basado en evidencia, conjugando en este caso educación, música y neurociencias.

Fuente: https://www.clarin.com/opinion/triangulo-virtuoso-aprendizaje_0_ByOt38k-z.html

Imagen: http://blog.tiching.com/wp-content/uploads/2016/03/ensen%CC%83arapensar.png

Comparte este contenido:

Argentina: «¡Hacé caso!»: las marcas que dejan los gritos en los chicos.

Las neurociencias demuestran que, de modo sostenido, pueden alterar la estructura cerebral; señalan que son ineficaces para cambiar conductas.

América del Sur/Argentina/31.10.2017/Autor y Fuente: http://www.lanacion.com.ar

«Más de una vez le grito cosas horribles a mi hijo de siete años porque no quiere subirse al auto. Y cuando me mira con tanto enojo, termino odiándome a mí misma. «Sé que te estoy fallando. Sé que merecés lo mejor? pero ¡subite al maldito auto!»». Para resumir cómo se siente después de gritarles a sus hijos, Romina B., madre de Román, de siete años, y de Felipe, de tres, cita una escena de la película Mi nombre es Sam, en la que Michelle Pfeiffer hace su descargo de madre culpógena. «Así me quedo después de gritarles, pero, a veces, uno se desborda y no sabe cómo hacer para que hagan caso», confiesa.

¿Qué le pasa al cerebro de los chicos cuando los padres les gritan? «El grito activa todas nuestras alertas innatas de peligro. El corazón se acelera, se empieza a segregar adrenalina y las pupilas se dilatan. Se segrega cortisol, la hormona del estrés, que prepara para dar respuesta a ese peligro. Es una reacción que compartimos con las demás especies animales», explica el neurólogo infantil, Nicolás Schni, especialista del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).

«Si queremos que los hijos nos escuchen, debemos evitar que las palabras se devalúen, que es lo que ocurre cuando gritamos en vez de hablar»

Alejandra Perinetti, directora de Aldeas infantiles

«En la parte baja del cerebro están las emociones y lo instintivo. Es la sección destinada a la supervivencia. En la alta está la zona pensante. Y en el medio está la amígdala, que es el centinela emocional que detecta los peligros. Cuando un chico recibe los gritos, el cerebro detecta una alerta de amenaza y desconecta su área pensante porque toda su energía vital se pone en modo supervivencia. Tiene sólo tres posibles reacciones: huir (encerrarse física o mentalmente), luchar (tomar una actitud combativa, enfrentar al adulto y gritar más fuerte) o paralizarse», explica De Andrés.

«Ninguna de esas tres reacciones es la que estamos buscando: que nos haga caso. Debemos saber que cuando le gritamos, lo que logramos es que el chico entre en modo supervivencia y, entonces, no piensa con claridad. «¿No pensás?», le gritamos. Sí, en ese momento no piensa porque no puede», agrega Florencia Andrés, coautora del libro Confianza total….

Patricia Agostinelli usa el método de la escucha activa con su hija Josefina, de 4 a?os
Patricia Agostinelli usa el método de la escucha activa con su hija Josefina, de 4 a?os. Foto: LA NACION

Un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard, hecho en 2015, demostró que los gritos, el maltrato verbal y la humillación o la combinación de los tres elementos alteran de forma permanente la estructura cerebral infantil. Analizaron el cerebro de 50 chicos con problemas psiquiátricos que habían sufrido maltrato familiar y los compararon con la estructura cerebral de niños que no recibían malos tratos. Los que habían crecido en ambientes hostiles tenían una reducción del cuerpo calloso del cerebro, que es la parte que conecta ambos hemisferios. Los gritos y la humillación, concluyeron los especialistas, hacen que los dos hemisferios se desconecten. ¿Cuál es el resultado? Tener las mitades del cerebro poco integradas produce que los cambios de personalidad y de estado de ánimo sean más marcados. Esto, entre otras cuestiones, compromete la estabilidad emocional y aumenta la dispersión atencional.

Miedos

Otro estudio, impulsado por el director del programa de Investigación de estrés a temprana edad de la Universidad de Stanford, Victor Carrion, señala que los chicos que crecen en entornos en los que los gritos son frecuentes, viven con elevados niveles de cortisol, a causa del estrés postraumático. Todo esto produce una reducción del tamaño del hipocampo, una estructura cerebral responsable de procesar los recuerdos y las emociones.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Nueva York investigó qué producen los gritos en el cerebro y el cuerpo. Las conclusiones fueron publicadas en la revista científica Current Biology, en agosto de 2015. Establecieron que el grito tiene una propiedad sonora única, que no tiene ninguna otra forma de expresión del lenguaje humano. Nada produce un énfasis similar. Porque impacta y activa el centro neuronal del miedo, que está en la amígdala.

Después de monitorear la actividad cerebral de 19 pacientes expuestos a sonidos fuertes y a gritos, David Poeppel, uno de los investigadores, explicó que los sonidos, a diferencia del grito, sólo activan el córtex auditivo del cerebro, pero no la amígdala. La clave del grito para producir tales efectos la encontraron en la aspereza del sonido. «Esta cualidad se traduce como los rápidos cambios en el volumen de un sonido», explica Luc Arnal, otro de los autores del estudio. Significa que cuanto más abrupto es el alarido, más aterrador. Es decir, cuando el cambio en el volumen y la agudeza del tono de la voz se produce en poco tiempo y recorre un amplio espectro su impacto es mayor.

«Los gritos cambian el umbral de escucha. Si mi papá o mi mamá dicen algo importante, gritan. Si no, no debe ser importante. Este razonamiento está presente en los chicos y se traduce en que la forma de hablar en la familia sea a los gritos y con agresiones. Si queremos que nuestros hijos nos escuchen, tenemos que evitar que nuestras palabras se devalúen, que es lo que ocurre cuando gritamos en lugar de hablar», dice Perinetti.

«Cuando un chico se encuentra con un adulto desenfocado, enojado, que le grita, siente que perdió a su padre y se encontró con un león. Tenemos que aprender a bajar nuestros niveles de alteración, a calmarnos primero y hablar de otra manera, mirando a los ojos, poniéndonos a la altura de los chicos, agachándonos si hace falta. Porque los gritos y las amenazas furibundas, no van a conseguir ese cambio de conducta que buscamos. Al contrario. A los más pequeños les infunden terror y a los más grandes, que saben que no las vamos a cumplir les hace vernos como personas que no cumplimos lo que decimos», dice De Andrés.

Las situaciones en las que los padres les gritan a los hijos son mucho más cotidianas de lo que se cree. Más de seis millones de chicos en la Argentina viven en hogares en los que los adultos les gritan. Según el último relevamiento que elaborado por Unicef junto al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, el 61,5% de los padres reconoció que les grita frecuentemente a sus hijos. Y un 16,4% admitió que le dice frases que los descalifican, como «tonto» o «estúpido».

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2077231-hace-caso-las-marcas-que-dejan-los-gritos-en-los-chicos

Imagen: http://bucket1.glanacion.com/anexos/fotos/30/neurociencia-2559930w620.jpg

Comparte este contenido:

China premia a científico cubano del campo de las neurociencias

China/12 octubre 2017/Fuente: Radio Angulo

El Doctor en Ciencias Pedro Antonio Valdés-Sosa, vicedirector general del Centro de Neurociencias de Cuba (CNeuro), recibió el Premio de la Amistad, que otorga la Administración Estatal para las Relaciones con Expertos Extranjeros, subordinada al Consejo de Estado de la República Popular China.

Al recibir esa condecoración, la mayor que concede ese país a un científico extranjero, entregada por Ma Kai, vicepremier chino del Consejo de Estado, Valdés-Sosa, también miembro del Programa de 1000 Talento de la nación asiática, ponderó los logros en la cooperación entre Cuba y China en el campo de las neurociencias en las casi dos décadas de relación ininterrumpida.

El renombrado experto cubano destacó la creación de un Laboratorio Conjunto de Investigación en la Universidad de Electrónica, Ciencia y Tecnología de China en Chengdu, como un ejemplo de cooperación Sur–Sur en el área de la alta tecnología, según informa el sitio digital CubaMinrex.

El principal proyecto de este Laboratorio está asociado a las investigaciones del mapeo cerebral, refrendado en uno de los acuerdos rubricados durante la visita a Cuba del primer ministro chino Li Keqiang, en septiembre de 2016.

El Premier enfatizó en la voluntad del gobierno chino de continuar mejorando el ambiente empresarial y de innovación, con el fin de potenciar la complementariedad entre el talento nacional y el de los expertos foráneos, estrategia que permitirá convertir a China en uno de los países más dinámicos y atractivos en el mundo, aseguró.

Esa institución lleva a cabo la conducción de la red nacional de neurofisiología clínica, así como también los programas de salud o educación relacionados con las neurociencias; produce y comercializa, de forma mayorista software, y brinda servicios de transferencia de tecnologías o productos derivados de sus investigaciones.

Entre los logros de CNeuro, uno de los primeros grupos en el mundo en emplear la computación para el análisis de la actividad eléctrica cerebral, figuran la introducción de métodos para la detección temprana de las pérdidas auditivas en niños, y de la tecnología del implante coclear en Cuba para restituir la audición a sordos y más recientemente a sordo-ciegos.

Contempla, además, la introducción de métodos para el diagnóstico y realización de estudios epidemiológicos en los trastornos del aprendizaje y la conducta en escolares, en el autismo y otras alteraciones del neurodesarrollo y nuevos métodos de detección temprana relacionados con las demencias y la enfermedad de Alzheimer.

Fuente: http://www.radioangulo.cu/salud/19411-china-premia-a-cientifico-cubano-del-campo-de-las-neurociencias

Comparte este contenido:
Page 2 of 5
1 2 3 4 5