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Juventud con futuro

PABLO G. PERPINYÁ

15M. A LAS PUERTAS DEL V ANIVERSARIO

El domingo tuve la ocasión de escuchar a Zapatero en la Sexta hablando acerca del 15M y he de reconocer que me sorprendió su elocuencia. El Presidente sabía bien de lo que hablaba, evitó caer en la descalificación, expuso un discurso muy bien armado… sinceramente no me convenció, pero seguro que gustó entre sus filas. Sin embargo sus palabras tuvieron en mi un efecto demoledor porque de forma involuntaria ZP tumbó el mito que con tanta dedicación había construido en mi cabeza a lo largo de los últimos años y que tantas buenas cervezas me ha acompañado: no hay nada más divertido que escuchar a un político profesional hablar del 15M. Ayer ZP refutó mi hipótesis, dignificó su condición y me dio una lección. Tocaba buscar un nuevo mitonumber one. Y buscando, buscando y buscando lo encontré y lo bauticé. El mito de la “vanguardia juvenil quincemera”.

Una de las cosas más apasionantes de los movimientos sociales es la virulencia con la que los actores clásicos pugnan por cooptarlos y representarlos. Todo gran movimiento tiene en torno a sí multitud de genios de la oportunidad y la astucia a los que la plebe debe rendir pleitesía, ya que, a fin de cuentas, mientras que la masa se contentaba con mover las manos en la Puerta del Sol, los elegidos diseñaban sesudas estrategias para subvertir el orden mundial mediante…. ¡tatachánnnnn!: ¡La transversalidad!

Efectivamente, la transversalidad. Un término sobre el que se puede escribir profundas reflexiones pero que básicamente defiende interpelar al conjunto frente a la parte, acudiendo a referentes simbólicos que puedan ser percibidos como propios por personas de diferentes clases sociales…ups…de diferentes perfiles socioeconómicos. Es la teoría del guapo de la clase, del bocadillo de nocilla o del let´s twist again de Chubby Checker: la teoría de lo que gusta a todo el mundo. O así debería ser si los seis mil millones de habitantes del Planeta fuéramos ratoncitos blancos y los dirigentes de la transversalidad fueran científicos con bata. Si acudimos a los resultados electorales la cosa es bien diferente.

Los dirigentes de la transversalidad dibujan de forma recurrente un escenario de dos espacios que,como no podía ser de otra forma,es el único en que puede justificarse su posición: yo frente al identitarismo, dentro del cual se agrupa el conjunto de las experiencias que no interpelan al conjunto social sino que lo hacen sobre alguno de sus elementos. Posición que, por otra parte, no dispone de coordenadas propias sino que estas se configuran en función de los contextos y de los movimientos del resto de actores, proponiendo un programa volátil caracterizado por la coyunturalidad y el oportunismo. Siendo para los marxistas el sentido último de la política la consecución de una sociedad sin clases, la transversalidad se propone, en todo caso, como una vía para el reforzamiento de la estructura social vigente.

A estas alturas a nadie se le escapa que una parte de la izquierda ha abrazado los postulados de la transversalidad con inusitado fervor. Y así, entre significantes flotantes, poderes y contrapoderes se ha elaborado un relato con más números que El Barco de Vapor que incluso en las últimas semanas ha erigido a un grupo de jóvenes como fundadores del ciclo político más apasionante de los últimos treinta años. Ahí es nada. Un relato contado por los supuestos protagonistas, que habla de los protagonistas y de su gran gesta. La modestia, por lo que parece, debe haber quedado catalogada como vieja política.

El 15-M no fue un movimiento transversal sino contrahegemónico. Partiendo de diversos sentimientos y deseos que eran ampliamente compartidos por la población, asumió desde el primer momento los valores y los principios de quien lo impulsaba, que no era otro que el pueblo de izquierdas. El 15M puso sobre la mesa un programa de cambio que logró seducir a amplias capas de las clases populares en sentido amplio, incorporando conceptos nuevos al lenguaje cotidiano, cambiando de forma irreversible la forma de hacer política. En todo caso si algo fue el 15M fue una denuncia del sistema político vigente, de las instituciones de mediación, del establishment y especialmente de los efectos de la desigualdad del capitalismo en nuestro contexto (precariedad, desigualdad de género, desregularización del mercado laboral, etc.).

Creo sinceramente que de los profetas de la transversalidad nos separa algo más que una mera discrepancia táctica. Vemos la sociedad con un cristal diferente, empleamos códigos de valores que en ocasiones llegan a oponerse y, sobre todo, entendemos la actividad política de forma antagónica. Es posible que la sociedad de mercado haya permeado en lo que antaño era la izquierda, incorporando una visión pacífica respecto de las relaciones de producción-reproducción, haciendo de la meritocracia el patrón que ordena lo real y generando un relato del joven ultra-cualificado que sufre más que cualquier otro grupo social las consecuencias de la crisis y que aspira al relevo de las viejas élites para devolver la “decencia” a la política.

Fin de la reflexión con el recuerdo y agradecimiento a aquellos que ayer luchaban con el mismo compromiso que lo hacen hoy. A los que no olvidan de dónde vienen. A los currelantes sin verbo fácil que dejan su tiempo al servicio de un proyecto colectivo. A quienes dignifican su barrio y a sus vecinos. A los que no les pesa reconocer que tienen una pegatina de “Maulets”. Al Colectivo 1984 que después de 12 años sigue haciendo una labor encomiable, que seguramente nunca pisará La Sexta Noche, pero que sin duda es la única que permite construir contrapoderes sólidos capaces de convertir la entelequia de la transformación social en algo tangible aquí y ahora. Feliz cumpleaños.

15/04/2016

https://tigresdepapel.com/2016/04/1…

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Operación Camelot

Alí Ramón Rojas Olaya
“La ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma”. Esta máxima de François Rabelais, tiene en el Proyecto Camelot uno de sus mejores ejemplos. En las elecciones de 1961 Salvador Allende gana en Chile sorpresivamente una curul en la circunscripción de Aconcagua y Valparaíso. Este hombre creaba preocupación en Estados Unidos. Su impecable hoja militante a favor de los desposeídos era un alud revolucionario que había iniciado su auge en agosto de 1939 cuando asume el Ministerio de Salubridad bajo la presidencia de Pedro Aguirre Cerda.
Desde esa trinchera, Allende, con un presupuesto de dos millones de pesos destinados al servicio médico público, enfatizó su gestión en cuatro aspectos: expansión del servicio odontológico en las escuelas, entrega de alimentos para los estudiantes, lucha contra el tifus y producción y distribución de medicamentos contra enfermedades venéreas. La realidad de la medicina social de la década de los años treinta del siglo pasado es plasmada por Allende en el libro “La realidad médico-social chilena” en el cual señala que el condicionante vital de la salud de la población estriba en su nivel socioeconómico.
Allende en su primera postulación a la presidencia obtuvo un magro 5,44% en 1952 y el 28,01% en 1958. Para mayo de 1964 Estados Unidos conocía estadísticas que daban a Salvador Allende un peligroso segundo lugar que aumentaba el porcentaje anterior. En efecto, el viernes 4 de septiembre de 1964, obtuvo el 38,92% contra el 55,6% de Eduardo Frei Montalva. Según sus cuentas, Allende lograría la victoria en 1970, cuestión que ponía en peligro el cobre y el litio que necesita Estados Unidos para su voraz producción bélica.
En mayo de 1964 el Ejército de Estados Unidos desarrolla el Proyecto Camelot concebido por la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales (Soro) de la American University de Washington. 103 científicos en ciencias sociales dejaron de hacer investigación tipo documental para hacerla in situ. Según J. Patrice Mc. Sherry, Camelot fue “un proyecto encubierto de inteligencia con objetivos contrainsurgentes” ya que los esfuerzos del coloso del norte “fueron parte de una intervención encubierta más amplia en los asuntos políticos de Chile en el decenio de 1960, a un costo de millones de dólares, con el propósito de determinar la dirección política futura de dicho país”. El resto es conocido: “las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, fueron cerradas el 11 de septiembre de 1973. ¡Allende Vive!
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Internacional de la Educación: Situación política de Brasil

Frente al escenario político que viene viviendo Brasil en el último periodo, las organizaciones han manifestado interés en recibir más información sobre la coyuntura del país sudamericano, incluso para poder tomar una posición e informar a sus afiliados desde una perspectiva de defensa de la democracia en el continente latinoamericano.

Con el propósito de brindar la información necesaria para que nuestras afiliadas comprendan la situación de Brasil, la Confederação Nacional dos Trabalhadores em Educação (CNTE), afiliada a la Internacional de la Educación para América Latina, realizó un documento de coyuntura que les compartimos a continuación:

documento en español

documento en francés

documento en inglés

 

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ODS/ Objetivo 11: Ciudades y comunidades sostenibles

Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles

Más de la mitad de la población mundial vive hoy en zonas urbanas. En 2050, esa cifra habrá aumentado a 6.500 millones de personas, dos tercios de la humanidad. No es posible lograr un desarrollo sostenible sin transformar radicalmente la forma en que construimos y administramos los espacios urbanos.

El rápido crecimiento de las urbes en el mundo en desarrollo, en conjunto con el aumento de la migración del campo a la cuidad, ha provocado un incremento explosivo de las megaurbes. En 1990, había 10 ciudades con más de 10 millones de habitantes en el mundo. En 2014, la cifra había aumentado a 28, donde viven en total cerca de 453 millones de personas.

La extrema pobreza suele concentrarse en los espacios urbanos y los gobiernos nacionales y municipales luchan por absorber el aumento demográfico en estas áreas. Mejorar la seguridad y la sostenibilidad de las ciudades implica garantizar el acceso a viviendas seguras y asequibles y el mejoramiento de los asentamientos marginales. También incluye realizar inversiones en transporte público, crear áreas públicas verdes y mejorar la planificación y gestión urbana de manera que sea participativa e inclusiva.

Ciudades sostenibles es uno de los 17 Objetivos Globales de la nueva Agenda para el Desarrollo Sostenible. Un enfoque integral es crucial para avanzar en los diversos objetivos.

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CLACSO: Condena al intento de golpe que vive Brasil

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, a través de su Secretaría Ejecutiva, su Comité Directivo y diversos Grupos de Trabajo, ha expresado de manera enfática su condena al intento de golpe que vive Brasil. Hoy será un día decisivo. Si la oposición logra sus aspiraciones desestabilizadoras, en algunas semanas, una presidenta que nunca ha sido corrupta y que siempre ha combatido la corrupción, será destituida para que, en su lugar, asuma Michel Temer, un político oscuro, mediocre y conspirador. Será acompañado en la vicepresidencia por Eduardo Cunha, uno de los diputados más corruptos del país, con varias causas pendientes en la justicia, una de ellas por sus cuentas no declaradas en Suiza. Este será el patético resultado de un golpe que comenzó a gestarse el mismo día en que Dilma Rousseff fue reelecta Presidenta de Brasil por el voto popular en octubre de 2014.
Como siempre lo hemos hecho, desde CLACSO defendemos la democracia y lo expresamos de manera clara e inconfundible. Como siempre lo hemos hecho, en estos 50 años de historia, en CLACSO decimos sin miedos ni eufemismos de qué lado estamos y qué valores defendemos.
Condenamos la corrupción y exigimos que sean realizados todos los esfuerzos políticos y jurídicos para eliminarla de nuestros estados democráticos, juzgando a sus responsables, tanto en el sector público como en las organizaciones que la estimulan, particularmente, en las grandes corporaciones y empresas privadas.
Sin embargo, sabemos que no es la lucha contra la corrupción lo que motiva la destitución de Dilma Rousseff, sino la decisión de perpetuarla y hacerla aún más estructural, transformando el estado de derecho en una farsa que secuestra de la democracia su inalienable origen y su principal fundamento: la soberanía popular.
CLACSO se suma a las movilizaciones ciudadanas que, dentro y fuera de Brasil, expresan su condena a esta nueva violación del orden constitucional que empaña y avergüenza la historia democrática de América Latina.
También, la de los Grupos de Trabajo de Política EducativaFeminismos Latinoamericanos e Integración Regional:
En anexo les hacemos llegar la reciente Carta de Sucre (en cuatro idiomas), declaración del Grupo de Trabajo de Filosofía Política, en defensa de la democracia y del estado de derecho en Brasil.
Como hemos indicado en nuestra reunión del Comité Directivo, realizada en Río de Janeiro los días 4, 5 y 6 de abril, CLACSO se mantendrá movilizado y en alerta permanente contra lo que no es otra cosa que un golpe a la dignidad democrática de todos los latinoamericanos y latinoamericanas.
Un saludo fraternal,
Pablo Gentili
CLACSO / Secretario Ejecutivo
(+5411) 4304-9145 / 4304-9505
Twitter: @_CLACSO
Twitter: @pablogentili
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China: Protestas laborales en el sector público: ¿retorno a los noventa?

Fuente Viento Sur/ Kevin Lin /16 de abril de 2016

En el primer trimestre de este año, una huelga de una semana de duración en una renqueante empresa siderúrgica estatal de Guangzhou, una manifestación de mineros en Heilongjiang para denuncar al gobernador por una declaración engañosa sobre sus salarios y una convergencia cargada de simbolismo de mineros del carbón en la antaño revolucionaria zona de Anyuan, en Jiangxi, hacen temer a algunos que estemos ante una nueva oleada de movilizaciones de los trabajadores del sector público.

Ha pasado más de un decenio desde la última oleada importante de movilizaciones de estos trabajadores: entre 1997 y 2003, el sector público cerró y privatizó un gran número de empresas estatales, condenando al paro de forma temporal o permanente a un total de 25 a 40 millones de trabajadores, diezmando comunidades obreras enteras y propiciando que decenas de miles de trabajadores salieran a la calle. Sin embargo, justo cuando los trabajadores chinos emigrados del mundo rural y empleados en el sector industrial orientado a la exportación empezaban a mostrar su malestar y a organizarse a comienzos de la década de 2000, la resistencia de los obreros industriales del sector público a la implantación de criterios de mercado encajó una derrota histórica. Esta se debió a una combinación de supresión pura y dura, compensaciones selectivas y el abandono gradual del proceso de implantación de criterios de mercado en estas empresas.

La conflictividad actual recuerda en muchos aspectos a la tumultuosa ola de protestas en el sector público a finales del siglo pasado y comienzos del actual. El parecido es asombroso: ante la caída de la rentabilidad y el exceso de mano de obra, los trabajadores del sector público exigen una vez más salarios dignos e indemnizaciones suficientes en caso de despido. Las imágenes familiares de trabajadores industriales del sector público manifestándose refuerzan la sensación de déjà vu. Pero ¿de verdad está repitiéndose la historia?

El sector público ha cambiado profundamente en muchos sentidos. Décadas de reforma han convertido la economía planificada china en un sector público modesto, pero estratégicamente significativo. El mismo proceso que condujo al cierre y a la venta de fábricas también trajo una restructuración radical de las relaciones laborales y del proceso de producción, sentando las bases para un decenio de rápida recuperación y expansión. Esto convirtió a su vez a las empresas públicas en los conglomerados más grandes de sus respectivos sectores industriales, asegurando una década de relativa paz laboral.

Consecuencias de la crisis financiera mundial

Sin embargo, poco después del estallido de la crisis financiera mundial aparecieron signos de tensión. Durante algunos años, la desaceleración del crecimiento de los beneficios del sector público no parecía ser amenazante, pero comenzó una batalla ideológica en torno a la idea de que era necesario y deseable introducir nuevas reformas. Las instituciones financieras internacionales, economistas neoliberales y cámaras de comercio extranjeras criticaron duramente la ineficiencia y la corrupción de la empresa pública china y propugnaron repetidamente la supresión de los subsidios del Estado y una nueva reducción del sector público. A finales de 2015 parecía que volvían a plantearse reformas del sector público, pero para decepción de los críticos, estas reformas estaban destinadas a reforzar y no seguir privatizando las empresas de este sector.

Recientemente, los apuros económicos de China han comenzado a precipitar una crisis de sobrecapacidad industrial que muchos habían anticipado. Los márgenes de beneficio de la industria siderúrgica son sorprendentemente bajos y los salarios y condiciones de los trabajadores son muy precarias en lo que se ha calificado de economía “zombi”. Dicen que las fábricas de acero y las minas de carbón llevan retrasos de meses en el pago de salarios y muchos trabajadores ya han sido despedidos. Cuando visité una acería en la ciudad meridional de Kunming en 2012, pude comprobar que apenas sobrevivía con un magro beneficio, y en ella los trabajadores cumplían largos turnos y cobraban poco más que el salario mínimo.

En los últimos dos años ya ha habido varios casos de protestas en el sector público, pero hasta ahora no hemos podido ver toda la magnitud de la sobrecapacidad industrial y de la caída de la rentabilidad en los sectores del acero y el carbón, además de toda la carga que esto supone para los trabajadores. Por tanto, no es extraño que estos emprendan acciones colectivas. Sin embargo, ¿es probable que esto se convierta en una repetición de la ola de protestas de finales de los noventa?

En cuanto al volumen de los despidos, mientras que a finales de los noventa las autoridades chinas aplicaron recortes en empresas públicas de todos los sectores, ahora los despidos parecen afectar mayormente a dos sectores: las fábricas de acero y las minas de carbón. No hay pruebas de que el gobierno esté interesado en una reconversión de todo el sector público como hace dos decenios. Los despidos previstos van de 1,8 millones de trabajadores (alrededor del 10 % de la mano de obra en la siderurgia y un 20 % de los mineros de carbón) a 5 o 6 millones, unas cifras que de por sí son devastadoras, pero que no tienen ni punto de comparación con los 25 a 40 millones de trabajadores que perdieron su empleo durante la anterior oleada de reformas. De hecho, hoy en día, el conjunto del sector público –sin incluir servicios públicos como la enseñanza y la sanidad– emplea a menos de 40 millones de trabajadores.

¿Un nuevo volcán social en ciernes?

En cualquier caso, 1,8 millones de trabajadores serán también una fuente considerable de inestabilidad social. Además, por su propia naturaleza, las protestas del sector público plantean un desafío más directo al Estado que las del sector privado. Para hacer frente a esta amenaza, el partido único parece haber aprendido las lecciones del pasado. Ha destinado preventivamente 100 000 millones de renmimbis (unos 15 000 millones de dólares) a recolocar y ayudar a los trabajadores despedidos a encontrar un nuevo empleo. Sin embargo, pese a que estos fondos ya han quedado reservados para compensar a los trabajadores despedidos, si las recientes protestas indican algo, es que la irresponsabilidad y la imprudencia de las direcciones de las empresas serán más la norma que no los arreglos pacíficos. Puede que los conflictos en las fábricas sean inevitables.

¿Se extenderán los despidos a otros sectores a causa del agravamiento de la crisis económica? No cabe descartarlo. Los sectores del carbón y el acero no son los únicos que tienen un exceso de capacidad, y es posible que la economía china se contraiga fuertemente. No obstante, gracias a los subsidios del Estado, el acceso al crédito de los bancos públicos y la protección industrial, hoy en día las empresas públicas chinas están más pertrechadas que hace dos decenios para absorber los reveses y las pérdidas. Además, es probable que el Estado recurra al presupuesto para apoyar al sector público y limitar los despidos a los dos sectores señalados.

Claro que las protestas de los trabajadores del sector público se producen en un periodo particularmente difícil, cuando ha habido movilizaciones de decenas de miles de trabajadores migrantes del sector exportador, un factor que era mucho menos significativo que a finales de los noventa. Esto sin duda puede hacer que la situación sea más explosiva. No obstante, es posible que la localización de las protestas del sector público no coincida significativamente con la de las luchas del sector exportador. Aunque una huelga reciente de trabajadores de la siderurgia tuvo lugar en Guangzhou, las minas de carbón y las grandes plantas de acero suelen estar concentradas en el interior del país, en el norte y nordeste de China, lejos de las regiones costeras del sur. Esta diferencia de ubicación de los distintos sectores no ha cambiado en las dos últimas décadas.

Tal vez una de las mayores incógnitas sea la disposición de los trabajadores del sector público. ¿Quiénes son? ¿En qué se diferencian de los trabajadores del Estado maoístas? ¿Son más propensos a protestar? Durante los dos últimos decenios, las generaciones que guardaban la memoria del maoísmo y conservaban un vínculo sentimental con él y que vivieron la ola de despidos de los años noventa han sido en gran medida sustituidos por una mano de obra más joven. A resultas de este cambio generacional, los trabajadores del sector estatal ya no emplean el discurso maoísta, que había sido uno de los ejes del repertorio de protesta de los trabajadores de este sector en los anteriores periodos de agitación.

Sin embargo, los trabajadores del sector público se enfrentan hoy a sus propios retos. Dos décadas de intensificación del trabajo, de alargamiento de la jornada y de aumento de la brecha salarial entre los trabajadores y los directivos, han incubado el resentimiento y una profunda insatisfacción. Debido a las reformas laborales, los obreros del sector público pueden identificarse más que sus predecesores con los compañeros del sector privado. Es posible que esto dé pie a que estos obreros entren en contacto con sus homólogos de las empresas privadas, desarrollando de este modo una conciencia de clase y superando la divisoria entre unos y otros.

Nuevos retos y nuevas oportunidades

Es imposible predecir si la historia se repetirá o no. Las acciones del gobierno chino tanto a escala nacional como provincial desempeñarán un papel fundamental en la concreción de la respuesta de los trabajadores. Recientes iniciativas como el intento de congelar el salario mínimo y desmontar la seguridad social a discreción de las direcciones provinciales y locales, así como la posibilidad de suavizar la Ley de contratos de trabajo, considerada “excesivamente protectora”, acentuará muy probablemente los efectos dañinos de la restructuración para los trabajadores y tal vez provoque protestas más numerosas e indignadas.

Por los motivos señalados, esta vez quizá veamos dinámicas muy distintas de las que caracterizaron la última oleada de movilizaciones obreras. Esto sería un cambio positivo. Con todo el valor y la determinación de los trabajadores del sector público implicados en las rebeliones anteriores, es importante reconocer las limitaciones de estas movilizaciones. No cabe duda de que se avecinan tiempos difíciles para los trabajadores chinos del sector público, pero los nuevos retos también traen oportunidades para el desarrollo de un movimiento obrero más fuerte y unido.

1/4/2016

Kevin Lin es investigador de políticas laborales y sociedad civil en China.

Traducción: VIENTO SUR

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¿Hacia dónde se mueven las ideas políticas en América Latina?

En casi todos los países de la región se echan de menos ideas e ideales y se busca -aunque solo sea discursivamente- refundar la política y abrir la imaginación hacia nuevos horizontes, relatos y narrativas. La pregunta es si eso es posible.

I

Hay una generalizada sensación de agotamiento de los ideales y las ideas políticas predominantes en el siglo XX. La izquierda comunista, esto es, los socialismos reales, colapsaron sin que se produjese el desplome del capitalismo que aquella anunciaba. La versión socialista más exitosa del pasado siglo, la socialdemocracia identificada con la construcción de los Estados de Bienestar en Europa occidental, pareciera hallarse en retirada; gobierna en pocos países y apenas ha tenido influencia en los procesos de transición desde los regímenes comunistas al capitalismo en los países de Europa Central y del Este.

Incluso entre los socialdemócratas se habla de una crisis de la socialdemocracia europea. Por ejemplo, Ernst Hillebrand plantea que “la pregunta de si la socialdemocracia en tanto proyecto político del siglo XX también tiene futuro en el siglo XXI aún no puede responderse en forma definitiva”. En efecto, señala, “la socialdemocracia ha perdido influencia incluso en el plano intelectual y en la actualidad le resulta prácticamente imposible instalar debates públicos. Tanto en el terreno político como en el ideológico, el movimiento socialdemócrata –así como la izquierda en general– es una fuerza debilitada, lejana de la hegemonía política y cultural que consiguió durante largos tramos del siglo XX”.

Mayor aún es la crisis de las ideas de la derecha, como reconocen los propios voceros de este sector. En particular el neoliberalismo, que durante las últimas décadas del siglo pasado representó la nueva hegemonía del capital financiero, y propugnó la expansión global de los mercados, su desregulación y penetración en todas las esferas de la vida, ha quedado atrapado en las crisis bancarias, especulativas y de fundamentos éticos del capitalismo ultra-financiero. Hoy representa una corriente ideológica descendente cuyo prestigio retrocede.

Al centro del espectro ideológico, en tanto, se ha ido instalando un vacío, pues ya no existen los poderosos polos de irradiación que en los momentos de la guerra fría dieron sentido a las alternativas democristianas y liberal-sociales y, posteriormente, a otras formulaciones de “tercera vía” como la socialdemocracia modernizante y liberal o los partidos demócratas con una ideología renovada de Estado-de-Bienestar-eficiente.

En este marco, las corrientes de izquierda, progresistas, favorables al cambio, se ven enfrentadas a la realidad de un capitalismo global cuyo horizonte, en el mejor de los casos, se halla compuesto por una variedad de capitalismos y modelos de desarrollo capitalista, combinados con diferentes modalidades de gobernanza, desde democrático-pluralistas hasta (pseudo)democracias plebiscitarias.

II

En América Latina, el mapa ideológico-político está redefiniéndose dentro de estas precisas coordenadas ideológicas. Por el lado de las izquierdas hay ahora diferentes propuestas que buscan conjugar capitalismo y Estado.

Muy de moda en la década pasada, pero ya no, están los capitalismos de Estado con “democracias plebiscitarias”. Es el caso de la Venezuela chavista, del Ecuador de Correa, la Bolivia de Evo Morales, la Argentina bajo los Kirchner. ¿En  qué sentido democracias plebiscitarias? En el sentido postulado por Max Weber que Mommsen resume así: “cuanto más manifiesto y personal-plebiscitario […] es el componente ‘carismático’ de este acto de legitimación, tanto más alejado es la posición del político elegido de la de un ‘funcionario elegido’, que está obligado con respecto a sus electores, también en cuestiones políticas concretas, tanto más independiente es un líder que sólo está guiado por su responsabilidad frente a un ‘asunto’ que sostiene con toda su entrega personal”.

Las democracias plebiscitarias han legitimado el poder de caudillos modernos, aunque con larga tradición en América Latina, los cuales reclaman para sí un especial carisma y gobiernan sometiéndose a consultas plebiscitarias, buscando mantenerse (idealmente) por vida en el poder. En vez de institucionalizar el poder, lo personalizan. Lo que varía es el carisma de los líderes y su expresión personal: místico, autoritario, demagógico, populista, clientelar, mafioso, prebendario, de identidad nacional o étnica, etc.

En cuanto a sus bases de economía política, estas propuestas acentúan en mayor o menor medida un capitalismo de Estado, dependiendo de las circunstancias nacionales y de la inserción de cada economía en los mercados globales. En tiempos de crecimiento económico -como por una década hubo en Latinoamérica debido al súper ciclo de los commodities-, la combinación entre capitalismo de Estado y democracia plebiscitaria de líderes populistas resultó altamente sinérgica. El excedente producido por la economía pudo invertirse en la expansión del Estado social y en la alimentación de amplias redes de captación de la voluntad popular mediante el intercambio de bienes por lealtades.

A fin de cuentas se trata de caudillismos, de diversos tipos y grados de populismo y autoritarismo, de ideologías socialistas de viejo y nuevo cuño, del control de la prensa, de la reelección del líder, de una personalización de los partidos, de movimientos que siguen el carisma del jefe; en suma, de ideologías de izquierda que en lo grueso se definen como anti-neoliberales y, desde allí, proclaman una retórica neoestatal, neoprogresista, neocomunitaria, neosocialista e incluso, ¡oh paradoja!, neo-anticapitalista.

Con todo, incluso los testimonios de analistas simpatizantes de estas corrientes de izquierda reconocen que, en realidad, lo que se proclama a veces como socialismo del siglo XXI, o bolivariano, o socialismo movilizado, popular y étnico, no pasa de ser una forma de administrar el capitalismo y hacerlo crecer como capitalismo de Estado.

Así, un entusiasta del Presidente Rafael Correa del Ecuador resume esta visión minimalista de la revolución en los siguientes términos: “Aunque no hayamos acabado con el capitalismo en Ecuador (¿era realmente ésta la expectativa, tras nueve años de gobierno, en este contexto histórico y global?), hemos conseguido destronar a la revolución neoliberal. No ha sido ésta una batalla fácil. Nos ha supuesto resistencia, intentos de golpe y hostilidad exterior. Debería, al contrario, convertirnos en un faro de esperanza para la Izquierda en muchas partes del mundo donde el neoliberalismo manda todavía”.

A su turno, un estudioso del panorama de las izquierdas en América Latina cita en ese mismo registro a Evo Morales cuando dijo: “El palacio presidencial está lleno de candados. Me siento como un prisionero de las leyes neoliberales”.

Por tanto, concluye Stoessel en un artículo académico publicado en la revista Polis,“a diferencia de las décadas pasadas, las nuevas izquierdas, incluso las que son consideradas como ‘radicales’, cuestionan más al capitalismo en su fase neoliberal que al sistema capitalista per se, al igual que lo hacen con los principios democráticos al aceptar la democracia representativa pero advirtiendo la necesidad de perfeccionarla y combinarla con otros formatos”.

Un modelo propio (y seguramente más espartano) de construcción de un capitalismo de Estado y una “democracia” plebiscitaria bajo control militar y de la burocracia de un partido único, podría ser también el camino que transite la Cuba de Raúl Castro y sus sucesores. Una suerte de “neo-democracia plebiscitaria” dirigida desde arriba, profundamente autoritaria, a la manera como existe en China o en Vietnam, salvadas todas las diferencias geopolíticas, económicas y culturales.

Como escribe Brahma Chellaney  en un artículo del mes pasado, “De hecho, el maridaje de capitalismo y comunismo, encabezado por China, ha engendrado un nuevo modelo político que representa el primer desafío directo para la democracia liberal desde el fascismo: el capitalismo autoritario. Con su espectacular ascenso hasta convertirse en una de las principales potencias globales en poco menos de una generación, China ha convencido a regímenes autocráticos en otras partes de que el capitalismo autoritario -o, como lo llaman los líderes chinos, socialismo con características chinas- es el camino más rápido y tranquilo hacia la prosperidad y la estabilidad, muy superior a la embrollada política electoral. Esto puede ayudar a explicar por qué la propagación de la democracia a nivel mundial últimamente se ha detenido”.

La reciente visita de Obama a la isla de Martí y Guillén podría marcar el inicio de este tránsito y obligar a la izquierda comunista y a los socialismos tradicionalistas y nostálgicos a enfrentar las realidades del siglo XXI.

III

Diferente es el camino seguido por los capitalismos de Estado de bienestar progresivo con alternancia y régimen de partidos, mayor institucionalización del juego político, oposición abierta, libertad de prensa, crítica pública difundida y diversos grados de socialdemocracia de tipo tercera vía como existen o han existido en Uruguay, Brasil, Chile, Costa Rica y Perú. Difieren entre sí, naturalmente, en diversas dimensiones de contexto, trayectoria y de contenidos de sus políticas, pero sobre todo por la mayor o menor centralidad del Estado y el mayor o menor desplazamiento de los mercados y, por ende, la intensidad de los procesos de desmercadización. A la vez, impulsan economías de mercado integradas globalmente como motor para su crecimiento, buscando evitar que los mercados colonicen sectores de la sociedad que se desean mantener -en la medida de lo posible- fuera del ámbito de la competencia, las transacciones y los precios.

A pesar del éxito relativo de sus políticas socialdemócratas de tercera vía (a la latinoamericana), que varios de los países mencionados pueden mostrar, las críticas desde la izquierda a su ideología y proyectos de desarrollo son persistentes. A comienzos de año, por ejemplo, el académico y dirigente socialista chileno Gonzalo Martner escribía: “Al cumplirse cerca de la mitad del segundo mandato presidencial de Michelle Bachelet, en Chile despunta una cierta decepción con sus resultados, en el contexto más amplio de retroceso de los llamados «gobiernos progresistas» en América Latina. Estos gobiernos son, como es notorio, de orientaciones diversas en materia de estilos de gestión, diseños institucionales y políticas económicas y sociales. Pero pueden encontrarse importantes similitudes de trayectoria histórica, actualización de ideas y opciones de política pública en los de Brasil –con el Partido de los Trabajadores (pt) a la cabeza–, el del Frente Amplio (fa) en Uruguay y el liderado por la Concertación-Nueva Mayoría en Chile. Estos gobiernos, nacidos de las urnas y del agotamiento popular respecto de las políticas neoliberales, han debido enfrentar dos problemas fundamentales. El primero es el del manejo de economías de creciente heterogeneidad estructural (abiertas, financiarizadas, oligopolizadas y con actores empresariales privados determinantes), en las que, al introducirse esbozos de Estados de Bienestar, es necesario evitar desestabilizaciones internas y externas de los mercados que pudieran afectar las políticas sociales y a la propia democracia. El segundo es el del manejo de coaliciones de gobierno también heterogéneas, especialmente en el caso de Brasil, con partidos de centro que componen la mayoría parlamentaria, y en el de Chile, con sectores de centroderecha que son parte de la coalición que se presenta a los electores, con además ventajas institucionales para la oposición formal de derecha. Este ejercicio tiene algo de cuadratura del círculo y parece estar llegando al final de su ciclo histórico de más de una década”.

Curiosamente, algunos de estos países -tras experiencias exitosas de transformación y modernización socioeconómica- han experimentado cambios de sus gobiernos no hacia la izquierda, sino hacia la derecha, como ocurrió en Chile en 2010, ocurrirá próximamente en Perú y podría suceder también en Brasil.

IV

Otros gobiernos latinoamericanos ocupan un espacio ideológico distinto, situado del centro hacia la derecha en el lenguaje convencional y esquemático de la política. Es el caso por ejemplo México, con su economía acoplada a la de los EE.UU. y una democracia que anhela institucionalizarse y recuperar el monopolio de la fuerza sobre la base de una alternancia entre partidos sistémicos. Es también el caso de Colombia, que bajo el Presidente Santos intenta crear un Estado de paz para proseguir su desarrollo dentro de un marco de políticas que combinan el uso de los mercados con un incremento gradual del gasto del Estado en la competitividad de la economía y la producción de bienes públicos esenciales.

Propiamente en el espacio de la derecha, aunque ya no de corte puramente neoliberal sino que persiguiendo su propio balance entre crecimiento capitalista como eje y Estado de bienestar focalizado, moderado, eficiente, se sitúan los gobiernos de Macri en la Argentina presente y de Piñera en el Chile de 2010-2014. Se trata de un capitalismo de mercado, equilibrios macroeconómicos y, al menos declarativamente, de dinamismos innovativos micro, pro-productividad, competitividad y apertura comercial al mundo. Con gobiernos marcadamente manageriales, preocupados por mejorar la gestión del sector público y (supuestamente, además) de modernizar el Estado. Dedicados en lo esencial, dirán estos gobiernos, a resolver los problemas concretos de la gente más allá de ideologías y alineamientos partidistas.

Desde la revista de la social democracia latinoamericana, Nueva Sociedad, Rodrigo Lloret se pregunta si estamos frente a una nueva derecha en la región y llama a “detenerse en el posible impacto que podría tener el ascenso de la derecha en América Latina. Es que desde que el líder del PRO llegó al poder, se produjo un importante crecimiento del conservadurismo regional. Primero fue la irrupción del antichavismo en Venezuela, en las elecciones parlamentarias de diciembre. Más tarde llegó la derrota de Evo Morales, en Bolivia, el mes pasado. Y, finalmente, la reciente avanzada judicial contra Lula da Silva en Brasil. Cada uno de estos acontecimientos tienen, no hay que dudarlo, razones disímiles. Pero todos esconden el mismo resultado: el retroceso de la izquierda latinoamericana. Es en ese paradigma donde se agiganta la figura de Macri”.

Sin discutir la dudosa asociación que el autor establece entre el auge del macrismo en Argentina y algunos fenómenos de descenso de la izquierda latinoamericana, interesa en cambio su caracterización del proyecto emergente. Según Lloret, estaríamos ante “Una nueva tercera vía, […] ya no para la izquierda, sino para la derecha que intentaría combinar una reducción modernizadora del Estado con una política desarrollista, todo esto rodeado de un uso intenso de la publicidad y el marketing políticos”.

Uno podría encontrar adicionalmente expresiones de populismo de derecha -como el de Keiko Fujimori en Perú, por ejemplo- que harían juego con los populismos de izquierda, cada uno combinando de maneras disímiles los instrumentos del Estado con los mecanismos de mercado para satisfacer demandas de las masas y ganar su lealtad en favor de un capitalismo con rostro popular.

V

En suma, el mapa político-ideológico latinoamericano se halla en estado líquido, fluye y sus categorías se conjugan de maneras inesperadas. Por el momento, se mueven -con matices más que con grandes abismos- dentro de la jaula de hierro del capitalismo glonacal: global-nacional-local. El cierre de horizonte es total, y si bien no determina una ideología única, como solía decirse del neoliberalismo, confronta a las diferentes vertientes de izquierda, centro y derecha con unos mismos problemas sin dar lugar a grandes conflagraciones entre políticas. Tampoco produce necesariamente convergencias ni obliga a un mero gatopardismo. Sin embargo, obliga a hacer políticas dentro de un campo ceñido de posibilidades, con una dosis de pragmatismo práctico aunque la retórica empleada trascienda los límites de lo dado.

No es extraño, por lo mismo, que en casi todos los países se echen de menos ideas e ideales y se busque -aunque solo sea discursivamente- refundar la política y abrir la imaginación hacia nuevos horizontes, relatos y narrativas. ¿Será posible? ¿Puede la política crear alternativas efectivas, cursos históricos nuevos dentro del “cerco” del capitalismo, o debe limitarse a “mover los límites simbólicos” como suelen hacer ciertas fuerzas progresistas?

 

José Joaquín Brunner, Foro Líbero.

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