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Diez cuentos sobre escuela y emociones en tiempos de pandemia

Reseñas/eldiariolaeducacion.com

¡Ya ha vuelto la escuela! Pero todavía nos estamos acostumbrando después de seis meses de ausencia. Con el fin de acompañar a los niños y niñas en este incierto periodo, tanto desde casa como desde la escuela, te proponemos una selección de lecturas para infantil y primaria que seguro os serán de gran utilidad.

Vamos al cole

De Rose Blake
Editorial Monsa Kids
Edad recomendada: 3 años

A través de Duna y sus compañeros de clase conoceremos el día a día de una escuela de primaria. Cómo llegan a la escuela, cómo pasan lista en la clase, las materias que trabajan (desde geografía, arte, ciencia o matemáticas), el tiempo de patio, la hora de comer y cómo se van todos a casa con ganas de volver al día siguiente. Las ilustraciones de Rose Blake, de estilo naïf y llenas de detalles, dan vida en esta escuela que podría ser cualquiera de las que hay en nuestro barrio, pueblo o ciudad. En cada doble página iremos conociendo también a sus alumnos, cada uno de ellos con su propia personalidad, intereses y cualidades. De hecho, al final del libro veremos un ensayo de teatro donde cada uno representa la profesión que le gustaría hacer de mayor. Un libro que nos recuerda la importante función educativa, socializadora y también igualitaria que tiene la escuela para la comunidad.


Mamá va a la escuela

De Éric Veille y Pauline Martin
Editorial Blackie Little de Blackie Books
Edad recomendada: 3 años

El primer día de escuela para los que empiezan P3 o también para quienes son nuevos en la clase siempre es un día complicado, tanto para los niños y niñas como para los padres y madres. La protagonista de esta historia así lo vive, pero da un giro inesperado cuando consigue que su madre se quede a pasar el día en la escuela. Así veremos como la madre intenta imitar los niños pero sin demasiado éxito: no recorta bien, canta demasiado fuerte, se atasca en un tubo a la hora de psicomotricidad, ronca a la siesta y no deja dormir a los otros niños… ¡Pobre madre! Parece que más que hacer compañía a su hija, la molesta y le hace pasar vergüenza. Al final, la madre puede marcharse y la niña se da cuenta que la escuela es mucho más divertida sin los padres. Un libro lleno de humor e ironía que seguro que nos ayudará a hacer más suaves y soportables los primeros días de escuela.


¡No chupes este libro! Está lleno de gérmenes

De Idan Ben-Barak y Julian Frost
editorial Takatuka
Edad recomendada: 5 años

Si los más pequeños os preguntan cómo es un microbio o una bacteria, y no tienes claro qué respuesta dar, este libro te ayudará mucho. A través de fotografías aumentadas, nos acercamos al papel, al algodón, en los dientes y a la piel humana para ver el mundo microscópico que hay en ellos. Lugares bien conocidos que ahora nos sorprenderán por los seres que viven en ellos. Acompañaremos a una E. coli a pasear por diferentes superficies, en las que conoceremos también un estreptococo, un hongo y un Corina bacteria. Un libro interactivo y divertido para entender cómo son, dónde viven y qué hacen los microbios y las bacterias. Este título ya ha obtenido varios galardones entre los que destacan el White Ravens de 2018 y el Premio Eve Pownal al Mejor Libro Informativo de Children Book Council of Australia. Un imprescindible para la vuelta al colegio y para comprender la necesidad de cuidar los hábitos de higiene para proteger nuestra salud y también la de los demás.


Mi Lazarilla, mi Capitán

De Gonzalo Moure y María Girón
Kalandraka Editorial
Edad recomendada: A partir de 5 años

El camino hacia la escuela siempre es un momento único y mágico, y más aún cuando lo podemos hacer en familia. Los protagonistas de esta historia son un padre, el capitán, y su hija, la lazarilla. Ambos tienen problemas de visión pero esto no impide que cada mañana cuando van hacia la escuela hagan volar su imaginación. Se dejan guiar por los sonidos, ruidos, voces e, incluso, la música y los ritmos. Para ella su padre, a pesar de ser ciego, tiene la capacidad de percibir mucho más que ninguna otra persona en el mundo. Y ella tiene una enorme capacidad de jugar a crear mundos fantásticos por allí por donde pasa. Un libro que nos habla de la admiración sin límites entre padres e hijos. Las ilustraciones a todo color parecen fotografías, y dibujan a la perfección las expresiones de las caras.


Cuentos para salvar el planeta

De Paolo Ferri, María Cristina Ramos y Anna Casals
Editorial ediciones 62 – Estrella polar
Edad recomendada: 5 años

Ahora más que nunca los niños son conscientes de la crisis medioambiental que sufre nuestro planeta. Ellos son los primeros en cuidarlo y amarlo, porque tienen claro que sin planeta no hay futuro. A través de seis cuentos conoceremos los principales problemas medioambientales a los que nos enfrentamos: la invasión del plástico en el mar, la deforestación, la contaminación de las aguas, la extinción de algunas especies de animales, el calentamiento global. Relatos breves donde la naturaleza, los animales y los niños son los principales protagonistas. Con preciosas ilustraciones a todo color, cada cuento también va acompañado de unas páginas informativas sobre cada uno de los problemas planteados, qué proyectos ya se están desarrollando al respecto y de reflexión sobre de cómo podemos ayudar. Y al final del libro, los pequeños lectores encontrarán una carta de la Madre Naturaleza donde les recuerda su papel en este gran reto de salvar nuestro ecosistema.


Cosas que cambian. Y que a veces nos asustan

De Sonia Sanabria y Robert Garcia
Carambuco Ediciones
Edad recomenada: 6 años

En la vida siempre hay momentos en los que tenemos que hacer frente a nuestros miedos. Algo que no siempre es fácil y mucho menos para un niño o una niña. Esta es la emoción que sienten los protagonistas de este cuento. Aleix, Ana, Lucas, Ian y María están viviendo momentos importantes en sus vidas. Como una separación familiar, el cambio de ciudad, la llegada de un hermano, el adiós a un buen amigo, etc. El miedo se ha apoderado de ellos, se sienten extraños y su comportamiento se ha transformado. Todos cambian cuando consiguen expresar y reconocer sus emociones. Los adultos podemos ayudar a los niños a reconocer la emoción del miedo, a aceptarla y expresarla. Las situaciones nuevas y los procesos de cambio suelen llevar consigo también desconfianza e inseguridad, así que es importante estar atentos y acompañarlos en el proceso.


Cuentos para una nueva realidad

De Begoña Ibarrola y Marisa Morea
Editorial ediciones 62 – Estrella polar
Edad recomendada: 7 años

El último título de la aclamada Begoña Ibarrola nos será muy útil tanto en casa como en la escuela para gestionar la vuelta a la nueva realidad. En él encontramos cuatro cuentos que retratan a la perfección situaciones vividas durante el confinamiento y otras que podemos tener en la actualidad. Sus protagonistas son niños y niñas que viven emociones, preocupaciones y experiencias con las que seguro que se verán reflejados los pequeños lectores. Una muy buena herramienta que nos ayudará a recuperar la confianza con el exterior, las rutinas, etc. Y sobre todo, a hacer frente a los nuevos hábitos de higiene, las nuevas medidas, y a las emociones vividas y a las nuevas que vendrán. Pero este también es un reconocimiento a las cosas buenas que nos ha traído la pandemia y un canto al optimismo para que esta realidad sea más amable y sencilla para la infancia.


Florence Nightingale. La primera enfermera de la historia

De Maria Cecilia Cavallone
Shakelton Kids
Edad recomendada: 7 años

Dentro de la colección de biografías ilustradas Mis pequeños héroes de Shackleton Kids encontramos diferentes figuras históricas que con su labor han contribuido a hacer del mundo un lugar mejor. Una de sus últimas novedades ha sido Florence Nightingale, la primera enfermera profesional e inspiradora de la Cruz Roja. Los jóvenes lectores conocerán así la vida de una personalidad que hizo cambiar los hospitales de arriba a abajo. Esta enfermera se dio cuenta de que muchas enfermedades podían prevenirse si se mejoraban las condiciones higiénicas de los pacientes y de los centros sanitarios. Con este título, la editorial también se suma al agradecimiento a los profesionales del mundo sanitario. De hecho, una parte de los beneficios de la publicación se destinan a la Cruz Roja. Además, al final del libro podemos encontrar material didáctico e información complementaria para poder seguir trabajando el personaje.


Con calma

De Rachel Williams y Freya Hartas
Editorial Flamboyant
Edad recomendada: A partir de 8 años

Con el confinamiento muchas familias han aprendido a conectar con la naturaleza de otra manera. Cuando nos hemos sentido privados de ella, la hemos echado mucho de menos. Porque, tal y como nos muestra este libro, la naturaleza que nos rodea hace maravillas constantemente. Pero a menudo, los humanos no nos damos cuenta o no nos tomamos la calma para parar y admirarlas tranquilamente. En este precioso libro ilustrado encontramos 50 historias naturales como todos los ciclos de la luna, un girasol que sigue el sol, un pollito que sale del huevo o cómo una ostra hace una perla. Transformaciones naturales muy bien dibujadas y con explicaciones fáciles de entender. Una invitación a salir a pasear al aire libre y fijarnos en la belleza que se esconde en la naturaleza.


Me aburro

De Belén Gopegui y Natalia Carrero
editorial Edebé
Edad recomendada: A partir de 8 años

¿Qué pasaría en casa si nos quedáramos sin wifi? Esta es la situación que viven tres hermanos que se quedan en casa con la canguro mientras sus padres están fuera trabajando. Iván, de diez años, Lea, de ocho, y Nora, de seis, hoy se entretienen con la tableta y la televisión, ya que Leire, su canguro, tiene exámenes y debe estudiar. Están muy entretenidos hasta que, de golpe, se quedan sin wifi. Iván y Nora están desconcertados, no saben qué hacer sin las pantallas. Lea los reta a aburrirse, pero no saben muy bien cómo hacerlo. Así comienza su experimentación en un mundo sin pantallas en el que deberán explorar su imaginación y creatividad. Al final los tres hermanos aprenden que cuando uno se aburre inventa nuevos juegos y maneras de pasarlo bien. Un fabuloso relato para trabajar en casa o en el cole la alternativa a las pantallas.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/10/06/diez-cuentos-sobre-escuela-y-emociones-en-tiempos-de-pandemia/

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¡Bienvenida la generación de la resiliencia!

Por: Pluma Invitada

El pasado lunes 21 de septiembre regresaron a clases la mayor parte de los más de 5 millones de estudiantes de nivel medio superior de nuestro país. Para ellos, el inicio de cada curso escolar representa una oportunidad de escribir en una página en blanco una nueva historia de vida. ¿Quién no recuerda cómo el primer día de clases es también un día pletórico de temores y esperanzas?

La emoción por conocer a sus nuevos compañeros, el grupo en el que les tocó, sus nuevos maestros, las instalaciones de su plantel. ¡Cuánta gente por conocer! Para muchos de ellos los compañeros que conocerán en preparatoria se volverán sus mejores amigos o incluso, algunos conocerán en esta etapa al amor de su vida. ¿Cómo serán sus nuevos maestros? ¿Estrictos? ¿Amables? ¿Exigentes? ¿Empáticos?

Pero este día será diferente a otros inicios de clase. Es un inicio en condiciones que no imaginábamos y no queríamos, pero que son necesarias para cuidar del don más preciado que tenemos: la vida. Este inicio se realizará a distancia y en muchos casos, con el uso de tecnologías que otrora sólo utilizaban para el ocio y entretenimiento.

Estos jóvenes forman parte de la generación de la resiliencia. La generación que aprendió que se puede ir a clase sin salir de casa, que supo adaptar sus dispositivos para acceder a la puerta universal del estudio y que supo ser tolerante al intensivo proceso de adaptación al que nos vimos obligados los maestros y del que ellos formaron parte, pagando a veces los platos rotos.

Cuando todo esto termine, los diversos subsistemas los volverán a convocar de manera presencial a las actividades deportivas, artísticas y culturales en las que forjarán su carácter y aprenderá a colaborar y competir con honor. Pronto conocerán las aulas, laboratorios y talleres que hoy sólo han podido imaginar o ver a través de fotografías o videos. Y lo más esperado, entonces podrán convivir con sus compañeros en las áreas de descanso, jardines o pasillos.

El conocimiento y el aprendizaje no pueden detenerse. Los maestros en todos los subsistemas nos hemos preparado para trabajar en estas condiciones. Hemos dedicado muchas horas a capacitarnos, a conocer nuevas metodologías y herramientas para entablar una relación humana utilizando tecnología. Los maestros somos capaces de superar la distancia para conectar con nuestros alumnos y hacer nuestro trabajo con placer, creatividad y alegría.

No debemos olvidar que, a pesar del confinamiento, el bachillerato será para la mayoría de ellos la mejor etapa de su vida, por lo que deberemos reconocer su esfuerzo y desarrollar su resiliencia, esa capacidad de superar las situaciones adversas, adaptarse y superar de manera positiva un contexto amenazante. Esta cualidad no es ni fija ni innata. Puede trabajarse, moldearse y cultivarse en nuestros alumnos, o lo contrario, puede inhibirse por la influencia del entorno, de nuestro autoconcepto y de las personas con las que convivimos.

Es una generación que está expuesta a riesgos mayores que las que los precedieron. No sabemos aún el impacto que esta larga pandemia pueda tener en su salud emocional. La adolescencia y juventud es por naturaleza la etapa de la vida del despertar social. Están predestinados neuronalmente para ello. Requieren actividad física y convivencia social para la construcción de relaciones sanas y desarrollo personal. Además, es el grupo etario con mayor percepción de pérdida, porque son los que menos riesgos tienen si se contagian de COVID-19.

La primera lección ya nos la dieron. Contra todo pronóstico, los resultados de los exámenes de admisión a educación media superior realizados por el CENEVAL, al menos en el caso de COBACH SLP, demostraron que sus resultados académicos no sólo no fueron afectados negativamente por la pandemia, sino que superaron a la generación anterior. Ya habrá tiempo para realizar investigación educativa y comprobar hipótesis, por lo pronto los datos nos invitan a no etiquetarlos de manera negativa. Está demostrado cómo influyen en ellos las expectativas de los profesores sobre sus logros y aprendizaje.

¡Bienvenida pues la generación de la resiliencia al curso escolar 2020-2021!

Fuente: http://www.educacionfutura.org/bienvenida-la-generacion-de-la-resiliencia/

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Entrevista a Cristina de Stefano: “Si ponemos al niño realmente en el centro, como pedía Maria Montessori, todo cambia para siempre”

Entrevista/Autor: Adrian Cordellat

La periodista italiana Cristina de Stefano ha dedicado cinco años a investigar la vida de esta mujer y su efecto en la pedagogía y educación actual

La periodista italiana Cristina de Stefano ha dedicado cinco años a investigar la vida de una de las mujeres más revolucionarias de la historia: Maria Montessori. Para ello ha buceado entre cientos de libros y cartas de la doctora, pedagoga y filósofa italiana. “Quería descubrir si Maria Montessori era una loca, como dicen algunos, o una astuta mujer de negocios, como afirman otros, una gran alma, como repiten sus seguidores, o mucho más que todo eso”, explica en la nota final del libro. El resultado es El niño es el maestro: vida de Maria Montessori (Lumen), una biografía que se devora como una novela en la que De Stefano cuenta con un increíble pulso narrativo la historia de vida de una iluminada, casi una mesías, una visionaria dueña de un carácter profundamente contradictorio y lleno de claroscuros, de zonas de sombra; la historia de vida de una mujer que soñó durante toda su existencia con cambiar al hombre a partir del niño y, con ello, con cambiar el mundo. “No tuvo éxito en su sueño y su revolución está inconclusa, pero todavía puede inspirarnos hoy en día”, asegura De Stefano.

PREGUNTA. Afirma que con esta investigación quería descubrir “a la persona real, más allá de la marca global que todavía lleva su nombre”. Ese precisamente, cuenta en el libro, era uno de los miedos de la Montessori anciana, pasar a la historia por haber creado un método pedagógico y un material didáctico, pero no por lo que ella consideraba su verdadera revolución: “haber visto al niño en su verdad, no una criatura inferior, sino potencialidad absoluta de futuro”. ¿Cree que hoy en día prima más el recuerdo de Montessori por su método que por su revolucionaria visión de la infancia?

RESPUESTA. Hoy decimos Montessori y vemos el material, en su mayoría colegios privados y un método que parece ser privilegiado. Me temo que hay demasiado marketing, e incluso demasiados negocios en torno al nombre Montessori, que ahora está por todas partes. El riesgo y lo más fácil es detenerse en el material. Escuchar su mensaje revolucionario es más complicado (y muchas veces incómodo para los adultos, ya sean padres o profesores), pero también más emocionante. Si ponemos al niño realmente en el centro, y no solo a través de las palabras, todo cambia para siempre.

P. El niño es el maestro: Vida de Maria Montessori es el retrato de un genio. Con sus luces y con sus sombras. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de lo que ha averiguado preparando la biografía de Maria Montessori?

R. No sospeché de su lado espiritual, que me conmovió profundamente. Maria Montessori cree en la observación científica, pero también cree en el milagro, en lo invisible, en el poder de la belleza. Este punto, por ejemplo, me hace sentirme cerca de ella. Hoy quien nos invita a crear belleza para ayudar al alma a desarrollarse es como un profeta que clama en el desierto. La modernidad casi siempre parece buscar lo feo por defecto. En sus escritos, Maria Montessori siempre usaba la palabra alma, sin miedo; un concepto que hoy se ha convertido casi en una palabra maldita. Y, en cambio, no hay criatura más naturalmente espiritual que el niño, que por instinto sabe escuchar su voz interior, sabe maravillarse en cada momento, sabe vivir perfectamente el presente. Obviamente estoy hablando del niño en sus inicios, antes de que la sociedad de adultos -partiendo de esa pequeña sociedad que es la familia- lo deforme.

P. A mí una de las cosas que más me ha impresionado es su faceta visionaria. Solo mediante la observación de los niños dejó por escrito muchos principios educativos que luego han sido avalados por la neurociencia. ¿Cree que ser tan adelantada a su tiempo le hizo ser y sentirse una incomprendida?

R. Estar por delante de los tiempos que te toca vivir siempre es una fuente de problemas. En su día, muchos consideraban a Maria Montessori como una loca. Sin embargo, casi todo lo que decía (sobre un parto respetado, sobre la vida prenatal, sobre el funcionamiento del cerebro infantil, sobre la polarización de la atención) ha sido confirmado muchos años después por la ciencia.

P. El tiempo histórico en el que le tocó vivir, precisamente, le hizo sufrir mucho a nivel personal. Una mujer como ella no encajaba en una sociedad en la que las mujeres tenían marcado su camino desde el nacimiento, así que ella tuvo que pagar su revolución con sufrimientos y renuncias personales. ¿Sería Maria Montessori más grande y reconocida en una sociedad como la actual?

R. Maria Montessori se impuso en un período muy difícil para la emancipación de la mujer. También en esto era muy moderna. Quería dejar una huella en el mundo, ser una persona que trabajaba. Incluso abandonó a su hijo durante muchos años para realizarse como médico. En todo caso no creo que el sufrimiento ayude. Pienso que, si hubiera vivido hoy, María Montessori habría hecho cosas aún más extraordinarias.

P. A mí otra de las cosas que más me ha sorprendido es algo que ya ha comentado: ver cómo un método que nació en un barrio humilde y para niños de familias pobres es hoy un sistema de enseñanza al que solo pueden acceder familias de un nivel socioeconómico alto. Es una gran paradoja.

R. Es una triste paradoja. Como cuento en el libro, esto es el resultado de cómo fue su vida. Las autoridades públicas de Roma no pueden o no quieren colaborar con ella y pronto son las élites, especialmente las anglosajonas, las que se interesan y financian su investigación porque las élites saben muy bien que la formación es fundamental para crear una clase dominante. Pero esta tendencia aún puede revertirse. Cada vez hay más escuelas públicas que adoptan el sistema Montessori. Aquellos que argumentan que los costos son altos a menudo ocultan su falta de voluntad para cambiar radicalmente la escuela. El material es caro, es cierto, pero es indestructible y dura décadas. Y luego están las aplicaciones Montessori en hogares para ancianos, en campos de refugiados, en países del tercer mundo. Nunca es demasiado tarde para volver a la inspiración del compromiso social que tuvo el método en sus inicios.

P. Leyendo el libro me ha parecido encontrar el momento en el que se produce ese tránsito entre método para niños de familias pobres y método educativo para niños de familias ricas: la apertura de la primera escuela Montessori en Estados Unidos. No sé si hay alguna información de qué le pareció a Maria Montessori esta evolución de su método pedagógico.

R. Sí, la primera escuela Montessori estadounidense fue creada para los hijos de los ricos, todos ellos banqueros y financieros. No encontré los comentarios de Maria Montessori sobre esta primera iniciativa, pero estamos hablando de una época en la que las cosas explotaron a su alrededor y ella en realidad no controlaba casi nada. En los mismos años, por poner otro ejemplo, los socialistas de Vienne crearon escuelas Montessori para niños que se morían de hambre después de la Primera Guerra Mundial. Todo esto sucedió en mitad de una absoluta falta de coordinación y planificación. Maria Montessori era una visionaria, pero ciertamente no una mujer práctica.

P. Le hacía la pregunta anterior porque si algo queda claro tras la lectura de tu biografía es que Maria, aunque no práctica, sí era muy protectora de su método. Lo quería controlar todo ella, hasta el punto de que le molestaban los libros que otras madres y profesoras publicaban explicando cómo aplicar el método Montessori en el colegio y en casa. Hoy hay cientos de libros y blogs dedicados al método, influencers que viven de divulgar sus principios en blogs y redes sociales… ¿Qué cree que pasaría por la cabeza de Maria Montessori si pudiese revivir y ver la expansión sin control de su metodología?

R. En la década de 1960, su hijo Mario intentó frenar esta proliferación incontrolada prohibiendo el uso del nombre Montessori, pero los jueces estadounidenses decretaron que ahora era patrimonio de la humanidad. A partir de ese momento cualquiera puede poner el nombre Montessori en una escuela o una caja de actividades, sobre todo porque es un nombre que vende. No creo que Maria Montessori fuese feliz viendo esto, pero al final este es el dilema de todo fundador: ¿difundir el mensaje diluyendo o preservando la pureza de los orígenes? Personalmente pienso que la difusión es más importante. Que la idea Montessori se filtre en el mundo, en las familias y en las escuelas solo puede mejorar las cosas.

P. Maria Montessori pensó durante toda su vida que “la educación es una técnica del amor” y que a través de ese amor se podía cambiar el mundo, empezando ese cambio por los niños. En un mundo como el actual, azotado por guerras, crisis de refugiados, pandemias globales y crisis climáticas, ¿adquiere más importancia si cabe esa visión de la educación de Maria Montessori?

R. El mundo de hoy es mucho menos violento que el del pasado. Eso es lo que dicen todas las estadísticas. Es la información sobre violencia la que ha aumentado. De ahí la sensación que tenemos de vivir tiempos peores a medida que avanza la humanidad. Dicho esto, creo profundamente en el sueño de Maria Montessori. Creo que, si a los niños se les permite desarrollarse armoniosamente, especialmente en los primeros años, serán adultos más equilibrados, más capaces de autocontrol, comunicación no violenta y capacidad de atención. No es casualidad que María Montessori dijera que no debemos educar «para» la paz, sino educar «en» la paz. Es diferente. Es mejor. Sin embargo, son los adultos los que tienen que cambiar, y esto ya es más difícil.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/22/mamas_papas/1600780299_997192.html

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Quino, dibujante de sonrisas, maestro de la vida

América del sur/Argentina/prensa-latina.cu

El mundo llora hoy a Quino, un dibujante de sonrisas, padre de los hispanohablantes que lo siguieron a lo largo de seis décadas con su Mafalda, ese personaje de infinito ingenio, quien planteó nuevos dilemas y profundas reflexiones.
En este malogrado 2020 donde no hay un ser humano en el planeta que no cuente los días para que acabe, se va uno de los más grandes dibujantes del mundo hispano Joaquín Lavado (Quino), un hombre sinigual, marcado por la justicia social, quien con su pincel dejó a mediante su filosofía y enseñanzas cientos de llamados de atención por un mundo mejor. 

A Quino lo conocí el 9 de noviembre de 2017. Una multitud se abalanzó sobre él durante una presentación de su Mafalda en guaraní, organizada por la embajada paraguaya en Buenos Aires.

Era la primera vez que su ingeniosa niña hablaba en una lengua originaria y Quino estaba feliz.

Aunque su salud ya se encontraba algo débil, en una repleta sala del Centro de Altos Estudios Universitarios (CAEU) de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), entre aplausos, escuchaba atento los ingeniosos diálogos de Mafalda y sus amigos en una lengua ancestral.

Quizás hacía una profunda reflexión en ese momento de cuán lejos llegó con su lápiz a través de una ingeniosa niña, llena de simpatía, comprometida ante el mundo y que odiaba la sopa. Desde su asiento escuchaba atento varios de los fragmentos de su obra en guaraní y sonreía.

Fue en uno de los últimos actos en vivo que se le vio al padre de Mafalda, esa filósofa urbana que tantas verdades enseña, con reflexiones que parecieran haberse escrito ahora mismo.

Con su Mafalda, traducida a más de 25 idiomas, Quino dio voz a toda una generación, retrató un momento especial en la historia latinoamericana de la década de 1960 y 1970 cuando miles de jóvenes trataban de cambiar y mejorar el mundo.

A través de Mafalda, se hizo eco de esas aspiraciones y se constituyó en un icono.

La tira latinoamericana más vendida a nivel internacional, supo romper los estereotipos y con su vitalidad calar hondo en una América marcada por momentos muy duro de su historia y en una Argentina, por ejemplo, en la que incluso burló la censura de la dictadura.

Pero Quino fue mucho más que Mafalda, fue también Felipe, Manolito, Susanita, Guille y Libertad, fue Argentina y América Latina, esa que hoy deja huérfana por su partida el genial creador de viñetas, el padre de muchos que despiden con dolor al maestro de la vida.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=400230&SEO=quino-dibujante-de-sonrisas-maestro-de-la-vida-foto
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Crisis: solidaridad o caos

Por: Josep M. Puig

  • La situación de crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera prioritaria, aunque no exclusiva, destacar el valor de la solidaridad. Creo que hoy más que nunca, para conectar la educación a la vida, se debe invitar a vivir el valor de la solidaridad.

Escribir en estos momentos en un medio destinado a educadores y educadoras para hacerles una sugerencia es un atrevimiento presuntuoso. Todo el mundo está bastante atareado, y un poco saturado de opiniones, para añadir una nueva recomendación. No es momento de discursos, sino de hacer con honestidad el trabajo que a cada cual le corresponde. Justo el que hoy están haciendo tantos y tantos docentes: todo lo que pueden y más para echar a andar en un curso difícil, un curso que tiene que movilizar mucha inteligencia y mucho optimismo. A pesar de todo, quizás para aclararme a mí mismo y quizás para hacer una cosa que puedo hacer, he escrito estas notas sobre un aspecto de la educación de los chicos y chicas que hoy me parece especialmente pertinente.

Transmitir los conocimientos y las competencias que corresponden a cada nivel educativo es relevante, aunque no hay que exagerar porque los currículos suelen estar demasiado cargados de contenidos y ahora puede ser un buen momento para limitarse a lo fundamental. Sin embargo, antes de entrar en materia tendremos que aprender a cumplir las medidas de protección que los centros hayan implantado y tendremos que explicarlas como una contribución de la escuela al bien común y al control de la pandemia.

También durante los primeros días se impone hablar de cómo se han vivido estos meses, quizás compartiendo los momentos malos y los buenos, las angustias y las alegrías, las pérdidas y todo lo que cada chico y cada chica quiera expresar. Estos tres ámbitos tienen que ver con valores –la responsabilidad ante el trabajo, el respecto a las normas como una forma de respeto mutuo y la acogida y el cuidado de todos y todas–, pero la situación de crisis que ha provocado la Covid requiere de una manera prioritaria, aunque no exclusiva, destacar el valor de la solidaridad. Creo que hoy más que nunca, para conectar la educación a la vida, se debe invitar a vivir el valor de la solidaridad.

La razón es sencilla: ante una situación de crisis, de cualquier crisis, no sirve de nada buscar salidas individuales, que solo consiguen empeorar los problemas. Salir de una crisis exige colaborar de manera solidaria, ir a la par para contribuir a la solución. Las crisis se superan aunando esfuerzos para producir una fuerza colectiva que permita vencer la situación de dificultad: ejerciendo la solidaridad como acción común.

No se trata de una solidaridad de declaraciones y palabras, sino de la solidaridad como compromiso e implicación. La solidaridad como acción común es un esfuerzo para reunir a las personas afectadas por una dificultad, un esfuerzo para crear las condiciones que les permitan dialogar a pesar de no pensar igual y, finalmente, un esfuerzo para impulsar el trabajo conjunto con el objetivo de aplicar un plan de acción ideado para paliar la dificultad a la que se enfrentan. Esta idea de solidaridad como acción conjunta para enfrentarse a una dificultad expresa un comportamiento imprescindible ante una situación de pandemia, pero es también un valor necesario para avanzar hacia una sociedad mejor, porque tenemos varias crisis.

Hemos visto que la solidaridad no solo es adhesión verbal –es un proceso de trabajo conjunto para enfrentarse a un problema–, pero también es un proceso que tiene efectos positivos en diferentes ámbitos. En primer lugar, la solidaridad tiene un efecto moral en la medida que predispone a la ayuda mutua y al cuidado del otro, abre un espacio de altruismo y llena de orgullo silencioso a quien lo ejerce. En segundo lugar, la solidaridad tiene un efecto práctico en la medida que reúne participantes, despierta la creatividad colectiva e impulsa la cooperación. En tercer lugar, la solidaridad tiene un efecto terapéutico para los implicados en la medida que reunirse, deliberar y actuar juntos es un remedio ante el miedo, la angustia y la incertidumbre que a menudo generan las crisis.

Por todo ello, hoy es más que oportuno que nunca destinar tiempo escolar a la solidaridad. La pandemia nos obliga a cooperar para vencerla y la pandemia nos recuerda que la solidaridad es una de las herramientas de supervivencia humana más efectiva. La salvación no está en el individualismo y la competición, el futuro es de las comunidades que cooperan solidariamente. Y esta idea se puede enseñar y es urgente enseñarla.

La cuestión ahora es ver cómo trabajar la solidaridad en la escuela. Solo con explicaciones ya sabemos que es una didáctica poco atractiva y casi completamente ineficaz. La mejor manera de trabajar la solidaridad en la escuela es practicándola, en el ámbito del grupo clase o bien ofreciendo un servicio en la comunidad. Cuando los chicos y chicas se distribuyen tareas necesarias para el buen funcionamiento de la clase, están ejerciendo una forma de solidaridad recíproca. Cuando los chicos y chicas de un mismo grupo aplican un sistema de ayudas mutuas para impedir que nadie se atrase y quede marginado, practican la solidaridad en el seno de su grupo de convivencia. Pero también cuando participan en un proyecto de ciencia ciudadana destinado a estudiar los mosquitos, los pájaros o la cantidad de microplásticos en la arena del mar, están realizando una tarea sanitariamente segura que se convertirá en un servicio con utilidad social. Cuando los chicos y chicos preparan programas de radio que se emitirán desde la radio escolar o desde la emisora local y tienen como objetivo informar, entretener y reflexionar, están ofreciendo un servicio solidario en la comunidad de sus oyentes. Y así otros muchos ejemplos de aprendizaje servicio, esta metodología común a tantas y tantas experiencias provenientes de diferentes tradiciones pedagógicas. Todas ellas con unos rasgos comunes: se aprenden conocimientos, se realiza una acción de servicio y se adquieren valores.

He empezado diciendo que no quería agobiar y acabo dando trabajo. Es verdad, disculpadme, pero no he podido evitarlo porque educar para la solidaridad es urgente y es una muestra imprescindible de inteligencia, de optimismo y de esperanza.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2020/09/15/crisis-solidaridad-o-caos/

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Coronavirus y educación: la original manera con la que hace 100 años se fomentó el regreso a la escuela en medio de una terrible enfermedad infecciosa

Noticia/17 septiembre 2020/https://www.bbc.com/

Ante la amenaza de una enfermedad transmitida por el aire, potencialmente mortal y aún sin el desarrollo de una vacuna, ¿cómo garantizar el regreso a clase de los niños de forma segura? Este actual dilema también fue enfrentado hace un siglo, cuando la tuberculosis era un mal devastador.

A finales del siglo XIX, esta enfermedad bacteriana mató a uno de cada siete ciudadanos en Europa y Estados Unidos, según datos de los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC). La vacuna se elaboró en 1921, pero pasarían muchos años antes de que fuera ampliamente adoptada en todo el mundo.

Para proteger a los niños en las escuelas, una solución fue utilizar los espacios abiertos como aulas: con pizarras y escritorios portátiles, los estudiantes y maestros ocuparon jardines y utilizaron la observación de la naturaleza para aprender sobre ciencia, arte o geografía, por ejemplo.

Las llamadas «escuelas al aire libre» surgieron en Alemania y Bélgica en 1904, y el movimiento avanzó en las décadas siguientes, hasta el punto de ser el tema, en 1922, del I Congreso Internacional de Escuelas al Aire Libre, en París.

También inspiró acciones en EE.UU., Cuando, en 1907, dos médicos de Rhode Island sugirieron abrir escuelas en áreas abiertas, según el diario The New York Times.

Con el éxito de la iniciativa (ya que allí ningún niño se enfermó de tuberculosis), en los dos años siguientes se crearon en el país 65 escuelas más de este tipo, en predios vacíos, techos de edificios e incluso transbordadores abandonados.

En Brasil también se incorporó la idea, aunque hay pocos registros sobre el tema, pero el investigador André Dalben encontró historias sobre escuelas de este tipo desde 1916 en Campos de Goytacazes, Angra dos Reis y Manaus y, más tarde, la llamada Escuela Débeis, en Quinta da Boa Vista, en Río de Janeiro, entre 1927 y 1930.

«La tuberculosis era una gran preocupación, junto con otras enfermedades infantiles, como la anemia y la desnutrición. En general, las escuelas atendían a los niños de familias pobres, lo que muestra una tendencia hacia la higiene: ya que se pensaba que sus organismos eran más enfermos», explica Dalben a BBC News Brasil.

La idea, dice, era sacar a estos niños de lugares insalubres, como viviendas superpobladas, y ponerlos en contacto con la naturaleza, con la intención de fortalecer su sistema inmunológico.

Uno de los programas más duraderos fue el de la Escuela de Aplicación al Aire Libre (EAAL), que operó en el Parque da Agua Branca, al oeste de Sao Paulo, entre 1939 y la década de 1950, cuando la escuela se trasladó a un edificio cercano, en Barrio Lapa.

EAAL fue estudiado por Dalben, ahora profesor de la Universidad Federal de Sao Paulo, en su posdoctorado en la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo.

La escuela de Sao Paulo no encajaba en el perfil de las demás: enseñó a estudiantes de familias influyentes de clase media de esa ciudad que vivían cerca del Parque da Agua Branca, en áreas que ahora albergan barrios como Pompeia y Perdizes.

Dalben explica que la escuela, que contaba con un alumnado de 350, fue considerada un modelo por la administración del estado de Sao Paulo y tenía un plan de estudios diferente e incluso una lista de espera para las plazas.

«Pero no sé cómo era el día a día en la escuela. Se me acercaron algunos exalumnos, hoy en sus 80, que dijeron que tenían maestros muy estrictos. Así que quizás en la práctica no sería muy distinta a las demás.»

Contacto con la naturaleza y protagonismo de los alumnos

Además del control de la tuberculosis, el modelo de escuelas al aire libre floreció en el período entre las guerras mundiales, época de auge de nuevos ideales de sociedad y educación, dice a BBC News Brasil Diana Vidal, profesora de Historia de la Educación en la Facultad de Educación en la Universidad de Sao Paulo (USP).

«Hubo un debate entre los educadores contra la experiencia escolar del pasado, con miras a crear una que fuera más amigable, promoviendo la defensa de la democracia, para crear una generación más pacífica y solidaria».

Aunque el ideal no se materializó – poco después llegaría la Segunda Guerra Mundial – Vidal explica que esta fue la semilla para la defensa de una enseñanza más cercana a la naturaleza, con protagonismo juvenil, que comprometiera a los niños en proyectos prácticos, combinando actividades físicas, desarrollo intelectual y emocional y tenía al maestro como mediador, en lugar de solo un proveedor de contenido.

Son ideas que se mantienen vigentes (y no siempre puestas en práctica) en la educación actual.

EAALDerechos de autor de la imagenREVISTA BRASILEIRA DE ED FÍSICA
Image caption«Hubo un debate entre educadores contra la experiencia de la escuela del pasado, con miras a crear una que fuera más amigable, promoviendo la defensa de la democracia, para crear una generación más pacífica y solidaria»; arriba, una clase en el Parque Água Branca, al oeste de São Paulo

André Dalben dice que las escuelas al aire libre de principios del siglo XX ya eran llamadas un «cometa médico-pedagógico», que terminó casi desapareciendo en las décadas de 1950 y 1960.

Primero, porque las enfermedades infecciosas han dejado (al menos hasta este año) de ser tan devastadoras, dice Dalben. Luego, explica Diana Vidal, porque prevaleció el modelo de escuela similar al estilo del régimen de fábrica, que implementa horarios fijos de llegada y salida y trata de acomodar al mayor número posible de alumnos dentro de un espacio físico, con el fin de optimizar recursos y gastos.

Parques, plazas y clubes

Diana Vidal se fijó en las escuelas al aire libre del pasado cuando vio imágenes del regreso a la escuela en Manaus, a principios de agosto, con niños pequeños con mascarillas y sentados en un aula con separadores acrílicos entre ellos.

«Quizás estamos tan apegados a las soluciones empresariales, diseñadas para adultos trabajadores, que no podemos reconocer la insuficiencia de estas medidas para los estudiantes en los primeros años de la educación básica», escribió Vidal en un artículo en el periódico de la USP.

Por otro lado, afirma, «al poner a los niños en mayor contacto con la naturaleza, se crea una discusión sobre las prácticas de enseñanza. (…) Empiezan a explorar otros espacios en la experiencia educativa – con nuevos contenidos y nuevas relaciones «.

Aulas al aire libre en Cachemira
Image captionClases al aire libre en Cachemira: «al poner a los niños en mayor contacto con la naturaleza, se crea una discusión sobre las prácticas de enseñanza».

Además, los estudios hasta el momento indican que la proliferación del nuevo coronavirus es mucho menor en espacios abiertos y ventilados naturalmente.

«El virus termina diluido infinitamente al aire libre», dijo a la BBC en mayo la profesora de epidemiología Erin Bromage de la Universidad de Massachusetts en Dartmouth, EE.UU. «Entonces, cuando una persona enferma exhala, los gérmenes se disipan muy rápidamente».

Pero, en la práctica, ¿cómo trasladar la escuela al espacio exterior, principalmente en las grandes ciudades, con pocas áreas libres disponibles?

En agosto, la organización brasileña de derechos del niño Alana lanzó, con base en las directrices de la Sociedad Brasileña de Pediatría y la Unión de Directores de Educación Municipal (Undime), un documento con sugerencias para el uso de los espacios públicos para reanudar las clases presenciales.

El texto sostiene que, si bien el tiempo para regresar a las escuelas debe ser definido por las autoridades de salud, la forma en que esto ocurrirá también debe ser discutida por las autoridades que administran las instalaciones públicas de la ciudad, como parques y plazas.

EAALDerechos de autor de la imagenREVISTA BRASILEIRA DE ED FÍSICA
Image captionLas escuelas al aire libre de principios del siglo XX alguna vez fueron llamadas un «cometa médico-pedagógico», que terminó casi desapareciendo en las décadas de 1950 y 1960.

Entre las sugerencias se encuentra la creación de salas temporales en parques, plazas y clubes, dirigidas principalmente a los más pequeños, con el fin de liberar más espacio interno de la escuela para programar el regreso a la escuela de niños mayores y adolescentes.

También sugiere el uso de mesas de picnic o poda de árboles para crear bancos de madera, asociados con materiales livianos (como rotafolios y tableros con sujetapapeles) traídos de la escuela.

Un obstáculo importante, dice el documento, es que solo el 40% de los centros preescolares del país tienen áreas de juego y solo el 25% tienen áreas verdes. E incluso antes de la pandemia, el contacto de muchos niños con la naturaleza ya era raro o insuficiente, un contacto que podría ayudar a promover una infancia más rica, más creativa y más saludable.

Una maestra en Nueva York dicta una clase al aire libreDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionHoy en día, en Nueva York, se llevan a cabo demostraciones para fomentar las clases al aire libre.

Para André Dalben, las escuelas al aire libre del pasado son una inspiración para repensar la arquitectura de las escuelas de hoy. «Cuando comencé a investigar esto, estaba enfocado en la educación ambiental infantil, (como solución) para que esta educación no tuviera que ser un contenido único, sino que pasara por todas las disciplinas. Y ahora también está la pandemia», dice.

«Podemos pensar en las escuelas junto con las ciudades en su conjunto, con más uso de parques y espacios públicos. No vamos a seguir las mismas líneas que la escuela al aire libre del pasado, pero las vamos a reinterpretar».

De California a Cachemira

Al mismo tiempo, desde regiones ricas y desarrolladas hasta áreas más pobres y conflictivas, el uso de espacios abiertos se ha discutido en diferentes partes del mundo.

En los EE.UU., La organización Green Schoolyards (escuelas verdes) creó la Iniciativa Nacional de Aprendizaje al Aire Libre, recopilando estrategias que están siendo adoptadas por las escuelas estadounidenses.

Una de ellas, en California, instaló pizarras portátiles, filtros de agua potable y bloques de heno rectangulares en el patio, que sirven tanto de banco para sentarse como de bloques gigantes para jugar o compartir espacios.

Dinamarca también creó un portal con propuestas de «educación fuera del aula» en medio de la pandemia. Una de las estrategias es mantener a los niños en grupos pequeños durante todo el día, evitando el contacto entre ellos y haciendo un mayor uso de los espacios externos de cada escuela.

En la conflictiva y vulnerable región de Cachemira, ubicada en la frontera entre India, China y Pakistán, otra iniciativa ha llamado la atención. Los niños estudian al aire libre, incluso en condiciones climáticas impredecibles, ya que el «nuevo salón de clases» está al pie de la cordillera del Himalaya.

Los estudiantes y maestros usan máscaras protectoras y pueden instalar carpas para cubrirse, pero toman clases incluso bajo la lluvia.

Diana Vidal, de la USP, dice que todavía ve pocas discusiones sobre el tema en Brasil, pero ve las experiencias pasadas como un tubo de ensayo, para fomentar el debate público.

Aulas al aire libre en Cachemira
Image captionEn Cachemira, los niños estudian al aire libre, incluso en condiciones climáticas impredecibles, ya que el «aula nueva» está al pie de la cordillera del Himalaya.

«A medida que se fueron consolidando los modelos de escuela, también se naturalizaron y nos olvidamos de otras posibilidades», dice Vidal.

Incluida la posibilidad de obviar, cuando sea posible, el aula física.

«El exterior no tiene por qué ser solo para las famosas excursiones escolares. Nos veremos obligados a utilizar el exterior, que es mucho mejor que el cerrado. Es una invitación a pensar en cómo aprovechar mejor los espacios que tenemos«.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-54070581

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El problema de la ética revolucionaria

Por: Marcelo Colussi

Partamos por decir que al utilizar la designación “izquierda” estamos ante un muy amplio abanico de posibilidades; entran allí innumerables posiciones, desde tibios reformismos hasta perspectivas radicales que echan mano de la violencia armada. De todos modos, todas ellas tienen, al menos en términos generales, un común denominador: constituyen una crítica al sistema dominante. En tal sentido, se alzan como voces contestatarias, como propuestas de cambio. No importa precisar aquí si ese cambio se piensa en forma gradual, pacífica, por vía electoral o como resultado de estallidos violentos, con grandes movimientos de masas, con vanguardias que conducen o todo se deja librado al espontaneísmo.

No es intención de este breve texto analizar en detalle cada una de esas posiciones, y mucho menos su grado de impacto en ese proyecto transformador. Lo que está claro es que todas esas expresiones de “izquierda” se distancian de la derecha, la cual, presentando igualmente muy diversos matices y variantes, tiene un común denominador: busca mantener lo dado, es conservadora. Como rasgo distintivo y aglutinador de todas estas posiciones de derecha puede indicarse la voluntad de mantener los beneficios detentados: eso les une, sin dudas es lo único que les une (lo cual ya es más que suficiente para transformarla en un bloque monolítico). La derecha, en el más amplio sentido, tiene algo, o mucho, que perder: privilegios, prebendas, prerrogativas varias. En tal sentido, las posiciones de izquierda expresan el sentir de aquellos que, como dice el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, “no tienen nada que perder, más que sus cadenas”.

Dicho esto, puede intentarse entender qué es eso de “los vicios” que se critican en el campo de la izquierda. O, para ser más precisos, de las izquierdas.

Habría así un extenso listado de “incorrecciones” en el campo de las izquierdas que, vistas desde una posición clásica, ortodoxa, podrían considerarse “vicios” (del latín vitium: falla o defecto), conductas cuestionables que merecen corrección. Es ya clásico, al menos en la ortodoxia de izquierda, hablar de “desviaciones” (lo que supone, por tanto, que habría un camino recto del que no se debería desviar). Entran allí, entre otras, el protagonismo, el mesianismo, la avidez de poder, el autoritarismo, lo que se llamó “comandantismo”, el culto a la personalidad, el machismo, el racismo. La lista es larga y admite muchas otras categorías más.

Quienes levantan esa idea, parten de la base que, en el ámbito de la derecha, todo esto es moneda corriente, lo normal, lo ya establecido, institucionalizado incluso. Por lo que, en el bando contrario, en el campo de las izquierdas, esto no debería pasar. Y si pasa, es un “vicio”, una incorrección que debe ser subsanada. Más aún: con todo el peso del cuestionamiento moral, debe ser castigado, fuertemente fustigado, sometido al escarnio para que no se repita.

Lo patético es que todo esto pasa, y pasa mucho, tanto como en el campo de la derecha. Ejemplos al respecto sobran. La izquierda intenta levantar un mundo nuevo, más justo y solidario, no basado en la explotación de unos sobre otros. Idea encomiable, absolutamente plausible. De hecho, las experiencias socialistas que se dieron a lo largo del siglo XX intentaron poner en marcha un nuevo ideario, una nueva ética superadora de esos “vicios”. Sucede, sin embargo, que más allá de extraordinarios logros en el campo socio-económico que obtuvieron estos proyectos (se terminó con la miseria crónica, con el hambre, con la marginación, se redujo considerablemente o se abolieron distintas formas de explotación, se redujeron tasas de morbi-mortalidad, la noche oscura de la postración y la ignorancia secular se iluminó), más allá de todo ello, la construcción del “Hombre nuevo” siguió siendo una agenda pendiente. ¿Por qué?

Porque la ética -es decir: la tabla de valores que rige la vida, la normativa social, la moral dominante en un momento histórico determinado- no se puede fijar por decreto, no cambia por un acto de voluntad. Es decir: no se puede ser “buena” o “mala” gente por decisión simplemente porque…. no hay “buena” o “mala” gente.

En tal sentido, entonces, debe reconsiderarse esto de “los vicios”. La gente de izquierda o de derecha es, ante todo, gente. O sea: seres humanos cortados por similar tijera, con análogas constituciones psicológicas, formados por historias previas que nos moldean, que nos hacen participar por igual a todo el mundo en el mismo maremágnum de símbolos que organizan nuestras vidas. Si somos consecuentes con lo que nos enseña el psicoanálisis, podemos afirmar que los sujetos humanos no presentamos mayores diferencias estructurales unos de otros, por lo que la “normalidad” es la forma en que la amplia mayoría, la casi totalidad de mortales compartimos los códigos que nos humanizan. Es decir: lo que llamaremos “normales adaptados”, o sea, neuróticos: gente que se humanizó dentro de los cánones impuestos por cada cultura particular en cada momento histórico determinado (con un resto mínimo que no entra ahí: los psicóticos -locos-, o entra a medias: los psicópatas -transgresores-).

De tal forma que los comportamientos que se podrán juzgar “inapropiados”, no pertenecen a la derecha: son patrimonio de la totalidad, del colectivo. La gente que se enrola en ese complejo campo llamado las izquierdas está conformada igualmente por las mismas prácticas. Las luchas de poder, el machismo o el protagonismo individualista, por poner algunos ejemplos, ¿son acaso patrimonio de derechas o de izquierdas?

Está claro que cuando surge la teoría revolucionaria del socialismo científico a mediados del siglo XIX de la mano de Marx y Engels, no se conocía nada aún de las “profundidades” psicológicas de lo humano, lo cual se desarrolla ya entrado el siglo siguiente. Había en ese decimonónico momento fundacional una confianza casi absoluta en la buena fe, en la voluntad humana. La idea de “Hombre nuevo” que se fue forjando en el socialismo de las experiencias reales habidas en el siglo XX se inspira en ese voluntarismo, a veces con ribetes casi mesiánicos. Y los “vicios”, por supuesto, son denostados como “elemento perturbador”, cuerpo extraño que debe ser abolido, anatematizado. “El hombre es un ser lleno de instintos, de egoísmos, nace egoísta; pero por otro lado, la conciencia lo puede conducir a los más grandes actos de heroísmo”, pudo decir Fidel Castro.

Sin dudas, es necesaria una cuota de “voluntad”, de decisión consciente para plantearse cambios sociales. O, si se quiere ser más claro aún: de pasión (el psicoanálisis dirá de deseo). “Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión”, dirá Hegel.

La experiencia humana en su conjunto, la experiencia de estos primeros pasos dado por las primeras revoluciones socialistas, nos muestran con descarnada evidencia que esos “vicios” son el pan nuestro de cada día, nos construyen, son lo que nos funda como humanos. Entre los animales no hay juegos de poder: el macho alfa de la manada cumple con un instinto al servicio del mantenimiento de la especie; allí no hay machismo patriarcal, ni racismo, ni discriminación por diversidad sexual, ni revista Forbes que indica quiénes son los más “exitosos”. Entre los humanos sí. Si hay mandamientos (“No codiciar la mujer de tu prójimo”, por ejemplo) es porque no existen mecanismos biológicos de autorregulación: somos todos -derecha e izquierda- producto de una construcción social, histórica, por tanto cambiante.

Ahí se plantea el problema crucial: ¿cómo cambiar la sociedad?, ¿cómo sentar los cimientos de un nuevo orden social justo y solidario con este elemento que somos, llenos de “vicios”? Hablando de la naturaleza humana, Voltaire se preguntaba: “¿Creéis que en todo tiempo los hombres se han matado unos a otros como lo hacen actualmente? ¿Que siempre han sido mentirosos, bellacos, pérfidos, ingratos, ladrones, débiles, cobardes, envidiosos, glotones, borrachos, avaros, ambiciosos, sanguinarios, calumniadores, desenfrenados, fanáticos, hipócritas y necios?” La respuesta, sin dudas, es afirmativa.

El campo de la izquierda tradicionalmente fue optimista en relación a la ética: hay que construir un mundo de equidades, y ello sí es posible. Lo que muestra la experiencia es que, luego de las revoluciones -que efectivamente mejoran condiciones objetivas de las grandes mayorías- también se construyeron grupos privilegiados, burocracias con dachas y prebendas, a veces insultantes para el pueblo, llegándose a excesos increíbles como lo sucedido en algunos movimientos guerrilleros latinoamericanos donde problemas entre “comandantes” se dirimían a balazos: ¿quién es el más revolucionario?, mandándose a matar al “menos” revolucionario.

Entonces, si eso somos, si en las izquierdas también encontramos todo eso, más allá de una declaración de principios altruista y generosa, la cuestión se abre en relación a cómo es posible dar ese cambio social. Si no somos tan solidarios y, pese a las declaraciones de principios, en lo individual seguimos siendo protagonistas, egoístas, machistas, alcohólicos o racistas, ¿cómo construir un mundo de solidaridades donde se superen todos esos “vicios”?

No hay “vicios” de la derecha que se puedan “corregir” en la izquierda. Somos lo que somos (¿la caracterización de Voltaire?) en primer término; secundariamente podemos desarrollar un ideario de cambio, abrazar ideas transformadoras, revolucionarias, pero siempre sobre la base de cómo fuimos moldeados. En nombre de las ideas de cambio se puede estar dispuesto a los más grandes sacrificios, pero la plataforma de partida es lo que somos: es decir, sujetos construidos en todos esos “vicios”. El desafío es grande, pero vale la pena.

Entonces queda la pregunta: ¿qué hay que construir primero: el “Hombre nuevo” o la sociedad nueva? El solo hecho de preguntarlo así ya da la respuesta: ¿“Hombre” nuevo? ¿“Hombre” como sinónimo de Humanidad? El machismo patriarcal se nos filtra indefectiblemente a todos, comandantes y comunes de a pie. No es una cuestión de “buena” o “mala” voluntad: estamos armados sobre esa matriz social, y se hace imposible salirse totalmente de ella, por más “buena” voluntad que haya. Los actos de voluntarismo no pueden dejar de ser eso: actos de voluntarismo. Por tanto, habrá que construir otra matriz, otro código global que dé como resultado nuevos sujetos. De aquí, con el tiempo, quizá surja otro ser humano distinto, con otros “vicios” tal vez, no los ya conocidos. Dinámica compleja, por cierto, que remite a la eterna aporía de qué es primero, si el huevo o la gallina.

Esto no debe llevarnos a la desesperanza, al pesimismo y la resignación. Quizá no hay “progreso” en términos subjetivos, pero sí en términos sociales, macros, que son los que construyen la subjetividad. Sin dudas, la dialéctica del cambio regulará las cuotas de voluntarismo -que tiene límites, por cierto, pero que es necesario en un momento- y la edificación de un nuevo tejido social, moldeador de nuevos sujetos. Valga esta cita de Freud -que no era un marxista precisamente, pero que entendió muy cabalmente lo humano- para llenarnos de esperanza: “Hoy día los nazis queman mis libros; en la Edad Media me hubieran quemado a mí. ¡Hemos progresado!

Fuente: https://rebelion.org/el-problema-de-la-etica-revolucionaria/

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