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12 errores que ningún padre o madre debería cometer

Por: Sonia López Iglesias

Acompañar, cuidar y educar a nuestros hijos es una tarea ardua, llena de obstáculos y contratiempos, pero a la vez emocionante y extraordinaria

Acompañar, cuidar y educar a nuestros hijos es una tarea ardua, llena de obstáculos y contratiempos, pero a la vez emocionante y extraordinaria. Se aprende a ser mamá o papá a la vez que nuestros hijos aprenden a ser hijos. Así que seamos pacientes, ajustemos nuestras expectativas y seamos capaces de disfrutar del mejor oficio del mundo.

– ¿Quién te ha enseñado a ser mamá?

– Aprendo el oficio a la vez que tú te haces mayor.

– ¿Y cómo sabes lo que tienes que hacer?

– Me dejo guiar por mi intuición y aceptando que cada error es mi mejor maestro.

Sin duda se aprende haciendo, recorriendo el camino, admitiendo los baches y disfrutando de cada buen momento. Ser papá o mamá es una carrera de fondo, un camino lleno de lecciones de vida, donde los objetivos se logran a largo plazo con grandes dosis de serenidad y confianza. Un trayecto en el que no existen atajos, fórmulas mágicas o métodos que nos aseguren el éxito.

Un oficio maravilloso que te cambia de forma radical la vida desde que empiezas a ejercerlo, que te hace desaprender a diario. Que te regala a diario primeras veces, cariño a raudales, amor sin condición.

Una ruta compartida para siempre que, en ocasiones, te hace sentir frágil y agotada pero que a la vez es capaz de conseguir tu mejor versión. Donde las críticas u opiniones de los demás te hacen sentir vulnerable y las dificultades que aparecen a lo largo de las diferentes etapas te colman de inseguridades, complejos o culpas en búsqueda de una perfección errónea.

Un itinerario que te brinda la ocasión de aprender a confiar en la intuición, a aceptar que se aprende mucho más del error que de los aciertos, a entender que tienes derecho a la duda, a expresar cómo te sientes.

Más de 15 años ejerciendo la maternidad me han enseñado la necesidad de encontrar un equilibrio entre mi vida y las de mis hijos, a saber cuidarme para poder acompañar con calma, a gozar de cada pequeño momento aunque no tenga siempre la solución a una duda o dificultad.

Ojalá que a todas las mamás y papás antes de ejercer el oficio nos explicasen algunos de los errores que no deberíamos cometer.

1. Creer que educar consiste en enseñar o adoctrinar. La educación debería centrarse en despertar, en contagiar las ganas de aprender, de descubrir, investigar o crear.

2. Amar al hijo que queremos y no al que tenemos. En ocasiones nuestras expectativas no se ajustan a la realidad y ahogan a nuestros pequeños, aceptémosles tal y como son. No proyectemos nuestras frustraciones en ellos.

3. Creer que en la educación existen atajos. El arte de educar no contiene métodos mágicos que nos digan lo que debemos o no hacer. Así que tocará ser pacientes, estar presentes, establecer objetivos a largo tiempo, aprender de la experiencia y del ensayo y error.

4. Allanar el camino para evitar que sufran o se equivoquen. Evitemos la sobreprotección y asumamos que la adversidad forma parte de sus vidas. Evitemos hacerles dependientes, inseguros y sin una buena tolerancia a la frustración. Dejémosles caer, probar, errar y volver a empezar.

5. Olvidar lo maravilloso que es ser un niño privándoles del tiempo para realizar la actividad más importante para su desarrollo que es la de jugar. No abarrotemos sus agendas y permitámosles el aburrimiento, el mejor aliado de la creatividad.

6. Ignorar o minimizar los sentimientos de nuestros pequeños. La educación emocional debe ser la columna vertebral de nuestra educación. Enseñemos a ponerle nombre a aquello que les pasa, a expresar las dudas o miedos, a compartir lo que les hace vibrar, a conectar con las emociones sin temor a sentir.

7. Oír sin escuchar, utilizando un código distinto. El diálogo debe ser un pilar en la educación con nuestros hijos. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a darle valor a nuestras palabras, a escuchar de forma empática, a respetar su forma de pensar o hacer.

8. Actuar en función de nuestro estado de ánimo. Las normas deben ser siempre las mismas independientemente del día que hayamos tenido. Actuemos siempre de igual forma controlando el humor provocado por el cansancio o el estrés. Evitemos la disparidad entre papá y mamá, trabajemos en equipo.

9. Educar sin límites y responsabilidades. Si nuestros hijos crecen sin normas claras serán niños con dificultades para vivir en sociedad. Enseñémosles que deben o no hacer, hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a asumir riesgos y a asumir las consecuencias de sus actos.

10. Comparar constantemente a nuestros hijos con el resto de hermanos u otros niños solo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada niño merece ser educado de forma personalizada porque es único e irrepetible, dando respuesta a sus necesidades, haciéndole sentir único, creyendo en él.

11. Hablar y actuar con poca coherencia. El ejemplo es el lenguaje más persuasivo y por eso debemos ser consecuentes entre lo que hacemos y decimos. Un mal ejemplo llenará nuestra educación de incongruencia y decepción.

12. No pedir ayuda cuando lo necesitemos. Compartamos nuestras dudas o miedos con las personas que más queremos y confiamos, busquemos momentos para cultivar nuestras aficiones, cuidémonos para poder acompañar con mucha tranquilidad, sentido común y del humor.

No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Jill Churchill.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/08/03/mamas_papas/1596435439_878472.html

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La pandemia que nos define

Por: Carolina Vásquez Araya

Las relaciones de poder se consolidan en medio de un ambiente fuera de control.

De manera paralela a los efectos del Covid-19, una de las consecuencias del confinamiento obligado es el incremento de actos de violencia contra niños, niñas y mujeres. Sin embargo, las agresiones perpetradas desde el machismo y la misoginia constituyen una conducta normalizada a partir de una educación con sesgo sexista y un sistema que ampara a los agresores por una visión deformada de la justicia; por lo tanto –aunque esta pandemia ha empeorado la situación- esas conductas han existido desde siempre. Los ejemplos abundan, pero ni así logran llegar a la conciencia de la sociedad, dado que esta todavía considera la violencia machista como “un asunto privado” y da vuelta la cara para no saber.

En esta lucha sin cuartel, emprendida por quienes comprenden a cabalidad cuál es el alcance de los estereotipos insertos en la conciencia colectiva, las iniciativas por un cambio de paradigmas se estrellan contra la indiferencia de una sociedad convencida de que el reparto del poder es un tema cerrado. De modo instintivo adjudican la autoridad en quienes han concentrado el control sobre diferentes aspectos de la vida económica, política y social, sin pararse a pensar en la desigualdad implícita en ese sistema que margina los derechos de más de la mitad de la ciudadanía.

Los esfuerzos por transformar las bases sobre las cuales se erige todo un estilo de vida, no suelen ser bienvenidos cuando amenazan con echar abajo todo un conjunto de estereotipos, normas y formas de relación entre sexos. Tampoco es fácil alcanzar logros sobre la necesidad de fortalecer los sistemas de justicia, en cuyos ámbitos se suele sellar el destino de las víctimas de violaciones, agresiones y asesinatos, dándose por hecho la existencia de una causal que exime al victimario y también una culpa que justifica la agresión contra la víctima. Los niveles de impunidad en crímenes de feminicidio, por lo tanto, reafirman la indefensión de las mujeres al no ser castigados.

Para comenzar a transformar las relaciones humanas, primero es preciso derribar un sólido entarimado de valores y normas definidas desde una masculinidad mal entendida, la cual privilegia el poder por sobre la equidad. Impreso en códigos y doctrinas religiosas desde siempre y en todo el mundo, se impuso una jerarquía ilegítima, cuyo principal propósito ha sido mantener la jurisdicción sobre la condición femenina de reproductora de la especie y, para ello, restarle toda posibilidad de independencia y ejercicio de su plena libertad. Así, incluso en las sociedades más desarrolladas del planeta, para eliminar restricciones sobre el derecho de la mujer sobre asuntos relacionados con su cuerpo y con su vida, los resultados de esas batallas tienen apenas medio siglo.

La situación de vulnerabilidad de niños, niñas y mujeres en el contexto de la actual pandemia, por lo tanto, reside en las limitaciones impuestas por los códigos establecidos para la conformación de la familia y su repartición de poderes. Millones de mujeres, privadas del derecho de gozar de iguales derechos que su pareja tanto en el aspecto económico como por los sesgos legales del contrato matrimonial o de convivencia, están sujetas a tolerar una relación de violencia que en muchos casos acaba con la muerte.

En este escenario de pandemia sobre pandemia, el papel de las instituciones –incluida la prensa- debe ser asumir la responsabilidad de velar por la seguridad de niños, niñas y mujeres, aboliendo de paso los paradigmas del injusto y mal concebido sistema patriarcal.

Fuente: https://rebelion.org/la-pandemia-que-nos-define/

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Siete claves para la innovación educativa

Noticia/06 Agosto 2020/elpais.com

Muchos de los cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de grandes tecnologías

Semanas atrás, una docente me comentó que no podía realizar ninguna innovación en su aula porque no contaba con tecnología. Esto me dejó pensando en cómo muchos discursos sobre educación parecen estar equiparando tecnología e innovación educativa, y planteando la tecnología como la panacea para los grandes cambios educativos que demandan las sociedades actuales.

Sin embargo, ni el uso de la tecnología supone necesariamente una innovación ni toda innovación en educación requiere de ella. Tampoco el uso de la tecnología por sí mismo se traduce en mejora de los aprendizajes. Ejemplo de ello es cuando un dispositivo móvil se utiliza del mismo modo que tradicionalmente se ha utilizado el pizarrón y la tiza. No nos podemos olvidar de que somos los seres humanos quienes interactuamos con la tecnología, y a través de ella, quienes decidimos su uso y utilidad.

Me atrevo a afirmar que muchos de los cambios que necesitan nuestros sistemas educativos no implican el uso de grandes tecnologías sino, más bien, transformaciones sustanciales en las formas de gestión y en las dinámicas de relaciones sobre las que se fundamentan los procesos de enseñanza-aprendizaje. Entonces, ¿qué entendemos por innovación en educación? ¿para qué sirve la innovación educativa?

Innovación es un proceso permanente, original e intencional de búsqueda de mejora de la calidad educativa y de los aprendizajes de los y las estudiantes. Innovar en educación implica tener objetivos claros sobre qué queremos enseñar, cómo queremos enseñarlo y para qué, y luego ponderar los cambios que necesitamos realizar para lograr dichas metas. Innovar en educación es, ante todo, mejorar sustancialmente la calidad de vida de las personas desde el desarrollo pleno de sus capacidades. Como señala Francesc Pedró, director del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC): “Es innovación si añade valor al aprendizaje”.

Me pregunto: ¿cómo innovar en el aula? ¿cómo hacer innovación educativa? ¿cómo promoverla e implementarla? Desde mi experiencia como especialista de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura (OEI), como docente y como investigadora, identifico siete claves fundamentales:

1. La calidad del profesorado es crucial para la innovación educativa. Se requiere de docentes con sensibilidad, compromiso, constancia, creatividad, empatía y capacidad para motivar y emocionar a sus estudiantes. Docentes con apertura, autocrítica y flexibilidad para permanentemente reinventarse y transformar sus prácticas de enseñanza acorde a las necesidades específicas de cada grupo de estudiantes. Asimismo, docentes en procesos de autoformación y reflexión sobre su accionar, para lo cual necesitan disponer de horas para el estudio y la investigación.

2. La innovación es posible y se hace sostenible si ocurren cambios en la gestión escolar. Se necesita de un liderazgo pedagógico que sea inclusivo, distribuido y no adultocéntrico, capaz de generar y mantener una cultura de innovación en el centro educativo. Un entorno colaborativo es fundamental para la innovación educativa.

3. En palabras de Mariano Jabonero, Secretario General de la OEI, la innovación es el recurso indispensable para mejorar de forma efectiva la educación y la misma surge de la revisión crítica del interior de la propia escuela. Innovar implica una transformación radical del modelo educativo. Es necesario desaprender el modelo centrado en la información, la memorización y la verticalidad, y construir modelos centrados en metodologías activas, el aprender a aprender, la autorregulación del aprendizaje y el trabajo colaborativo y cooperativo. Recordemos que la construcción del conocimiento es posible mediante el diálogo y la exploración activa. O como decía Paulo Freire, influyente educador de nuestra época, en la “búsqueda inquieta”.

4. La diversidad es otro pilar fundamental para la innovación y una oportunidad para los aprendizajes. “Los grupos diversos son más creativos y capaces de innovar”, ha afirmado Mara Dierssen, neurobióloga e investigadora de Barcelona. Considero que la innovación educativa va siempre de la mano con la atención a la diversidad, la personalización del aprendizaje y la inclusión. El diálogo y el encuentro entre lo diferente encierran una gran fuerza transformadora para la educación. Junto a esto, se necesita también que las aulas sean espacios libres de estereotipos y prejuicios a fin de no etiquetar al estudiantado ni condicionar sus proyectos de vida.

5. En una época donde se valora lo rápido e inmediato, es necesario reivindicar la lentitud como necesidad pedagógica. Todo proceso de aprendizaje requiere tiempo a fin de que sea significativo, profundo y perdurable. La pedagogía de la lentitud reclama la necesidad de dedicar el tiempo justo a cada actividad educativa y de respetar (e incluso potenciar) los diversos ritmos de aprendizaje. Para esto, y siguiendo los planteamientos del experto educativo Joan Domènech, se necesita que en las aulas exista tiempo para la reflexión, para la distracción, para el error, para observar; tiempo para realizar aprendizajes en profundidad, llegar a comprender procesos y aprender a aplicarlos a situaciones nuevas.

6. Innovar es construir ciudadanía. Formar como vía para obtener mejores empleos, desarrollar emprendimientos y, así, mejorar la calidad de vida individual, es importante. Pero la clave de la educación es la formación de ciudadanas y ciudadanos con capacidad de relacionarse desde la valoración mutua y el de respeto a los derechos humanos. Formar seres humanos con inteligencia socioemocional y empatía por su entorno. No se trata solo de preparar a los y las alumnas para los trabajos del futuro, sino —y sobre todo— de formarles para que puedan construir la sociedad en la que desean vivir. Un clima escolar positivo y una convivencia armónica son también imprescindibles para la innovación educativa.

7. Finalmente, la más eficaz innovación educativa es la que inicia ahora y se asume como una práctica sostenida en el tiempo, con el foco siempre puesto en mejorar los aprendizajes de nuestro estudiantado y en formar una ciudadanía crítica y solidaria. Porque solo es posible innovar innovando.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/07/31/planeta_futuro/1596204508_015285.html

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La educación del mexicano ante la pandemia del Coronavirus

Por: José Carlos Buenaventura1

Las pandemias no matan tan indiscriminadamente como se cree.

Boaventura de Sousa Santos2

En este texto sostengo que las acciones y comportamientos de las y los mexicanos ante la pandemia del Coronavirus manifiestan la educación que se ha tenido a lo largo de varias décadas en México. Parto de concebir a la educación no sólo como aquella que se imparte en las aulas mexicanas sino como procesos y acciones que transmiten visiones del mundo, cosmovisiones, y se lleva a cabo en múltiples espacios pedagógicos,3 por lo cual construyen comportamientos y pensamientos sobre cómo se debe actuar ante una determinada situación. Ello nos lleva a preguntar: ¿por qué las y los mexicanos se han comportado de determinada manera durante la pandemia de COVID–19?

Las imágenes y noticias muestran que en menos de dos meses el número de contagios y muertes han sido más del doble en México por COVID 19. La nueva normalidad inició en México el 1° de junio de 2020 y al 2 de agosto de 2020 la cifra de muertos se ha triplicado por lo menos. Para el 1° de junio la Secretaría de Salud señalaba que habían fallecido 10,167 personas4, para el día 2 de agosto se cuentan 47,746 fallecidos5. Si comparamos estos dos datos resulta que las muertes en México, en 2 meses, han crecido 369.61%. A partir de estos datos oficiales, podemos decir que en México ha habido, en este periodo de nueva normalidad, un acelerado crecimiento de los muertos e infectados en México. Crecimiento que no se había dado con anterioridad. Ello nos lleva a un panorama de suma preocupación y miedo que se verbaliza en interrogantes: ¿por qué ocurrió esta situación?, ¿por qué en el periodo de sana distancia no ocurrió este crecimiento de la pandemia?, ¿qué podemos hacer con esta situación tan delicada que vivimos en México, ya que algunos especialistas señalan que para el mes de noviembre o diciembre alcanzaremos la cifra de 100 mil muertes?, ¿no seria necesario analizar con cuidado los términos de nueva normalidad y por ende la de la vieja normalidad que se vivía y vive en México?

La pregunta que considero clave y que me da vueltas en la cabeza es: ¿por qué ocurre esto en México? Hay, no obstante, una respuesta generalizada que, más que enfrentar el problema, lo reduce al señalar que el Covid-19 obedece una lógica natural igual en todos los países por lo que no es posible tomar otras medidas, menos que nadie los no especialistas en medicina. O peor aún, se suele pensar que estas interrogantes están orientadas a una crítica al gobierno actual en México; nada más lejos de la genuina preocupación que las motiva.

Hasta el 2 de agosto había 47, 472 muertes, que en términos porcentuales es un aproximado de 0.03% de la población de aproximadamente 127 millones de habitantes,6 se podría pensar que es un mínimo de la población, sin embargo, recordemos que las personas no son números, sino nuestras madres, padres, abuelos, hermanos, amigos, sobrino e hijos, que no pueden ser reducidos a una cifra. Quien ha perdido a alguien por Coronavirus no lo ve como un número más, sino como alguien querido, amado y de su familia. La pérdida produce dolor y una cierta conciencia de lo que está pasando. Por otro lado, quien se contagia y no fallece, la enfermedad se convierte en un desgates de la economía familiar o de la relación familiar, por quién lo cuidará, cómo lo hará y por cuánto tiempo. Recordemos que resguardarse se convirtió para algunos en un proceso de volver a conocer con quién vive: sus padres, su pareja, sus hijos, sus amigos… ahora pasan más tiempo en casa que en el trabajo o en el transporte. Esto trajo cosas tanto buenas como malas, como lo demostró el aumento de la violencia doméstica durante este periodo de cuarentena.7

El porqué de estos aumentos de contagios y de muertes es la pregunta que constantemente aparece. Por un lado, se podría responder que esto es una consecuencia de las incorrectas decisiones del gobierno. Sin duda esto es un factor importante, pero la premisa aquí es reflexionar en ese otro factor no visible a primera mano. El gobierno puede tomar decisiones adecuadas; sin embargo, no así la ciudadanía. Sin negar la responsabilidad del Estado mexicano, pongo sobre la mesa de discusión que la educación que ha recibido el mexicano promedio se ha convertido en uno de los factores que orienta sus decisiones más inmediatas. Una educación que no se reduce a los valores, conocimientos, creencias, mitos, cosmovisiones que se transmiten o se construyen en la escuela; sino que implica todos aquellos factores que se han convertido en elementos educadores de la sociedad mexicana, como son la televisión, la internet, las redes sociales, Facebook, Twitter, Netflix, películas norteamericanas, las relaciones entre los pares, así como muchos otros elementos, factores y espacios que se convierten en contenidos educativos y espacios pedagógicos, ya que producen determinados comportamientos, mentalidades y pensamientos. Se asume en este espacio que no sólo la escuela educa, sino todo aquello que implique formar al ser humano de determinado modo. En este caso al ser humano como mexicanas y mexicanos.

Y al hablar de las y los mexicanos se hace desde una gran mitificación que los ve como solidarios, fraternos, gentiles y buenas personas; seres de admiración. Mitificación que niega su humanidad y posibilidades de lo que pueden hacer. Si todos los mexicanos son buenos, ¿quiénes son los que agreden, violan y destruyen al otro? Debemos llevar tal mitificación a la problematización de que el mexicano es un ser humano que puede tomar decisiones correctas o incorrectas, pensarlo como un ser que está en constantes procesos formativos y educativos, ya que el ser humano está aprendiendo y se está educando constantemente8. Esta exploración debemos llevarla, a su vez, al terreno pedagógico, ubicando los conocimientos de las y los mexicanos como seres humanos que se educan y forman en diferentes realidades, condiciones y problemas. Si no rompemos con este tipo de mitificaciones no podemos construir otro tipo de procesos educativos que nos permitan modificar nuestro comportamiento, pensamiento y actuar, ya que somos muchas y muchos mexicanos los que somos parte del problema del por qué México tiene determinados problemas tan graves, y cómo intervenimos en la expansión del Covid-19. Hay una parte muy importante que le corresponde de responsabilidad a cada mexicana y mexicano para contagiarse, difundir o curar esta enfermedad. Responsabilidad individual que no deja de estar enclavada en procesos de socialización y colectivos.

Hay varios puntos que podemos poner en discusión a manera de hipótesis en relación al por qué los y las mexicanas nos hemos contagiado y por qué han sido los sectores más pobres los que han sufrido las consecuencias de la pandemia.

  1. Hay un nivel de población en México que no valora el papel de las ciencias en la comprensión de los procesos de salud-enfermedad, ya que el sistema educativo en las anteriores décadas impidió que se desarrollara una visión científica sobre la salud. La escuela básica se convirtió en una guardería, donde los contenidos educativos no eran lo esencial, sino pasar de grado a los estudiantes para sostener que se daba cobertura nacional, aunque ello no implicara tener saber; ello se veía reflejado en las pruebas PISA y ENLACE donde las y los mexicanos carecían de las competencias para leer y escribir. Sin saber leer y escribir no se puede valorar la ciencia ni comprenderla.

  2. Existe en algunas mexicanas y mexicanos la negación de los problemas sociales, culturales y económicos. Parecería que con no hablar de ellos no existen. Por ejemplo, se niega constantemente que existan problemas de violencia, agresiones sexuales, violación, desnutrición, se difunde la idea: “no te metas en problemas”, como una idea que niega, esconde y justifica los problemas graves que se viven en la cotidianidad. Esta negación del problema fue uno de los mecanismos que utilizaron muchas familias mexicanas para no tomar las medidas necesarias ante la pandemia de COVID 19; muchos señalaban que tal virus no existía, que era un plan macabro del gobierno. El problema fue que muchos de los que negaban y no creían se han infectado, siguen infectándose y hasta han muerto.

  3. Otro punto es que se ha educado tanto a mexicanas como mexicanos en una cultura de la violencia,9 que niega al otro, se niega su voz, su dolor, su preocupación. Se tilda que se debe de aguantar el dolor y que no se puede hacer nada. Además, de que esta cultura de la violencia transmite ideas de indolencia, por ejemplo: “mientras no me pase a mí, qué me importa, que ni de mi familia es”.

  4. Otro punto es que la educación mexicana formó consumistas en las últimas décadas, lo cual implicó que lo más importante era volver a tener una normalidad como consumistas, aunque aquello que consumieran no fuera verdaderamente necesario para la manutención y continuación de la vida. Era necesario salir de las casas para ir a comprar cosas innecesarias y muchas veces inservibles. El problema de haber formado consumidores es que se manejan a partir de principios individualistas, egoístas y muchas veces a partir de la ignorancia de la realidad. Ejes pedagógicos que hoy en día atentan contra la vida humana. Al consumista no le importa el otro, la otra o la naturaleza; sólo busca satisfacer su necesidad psicológica de sentir emociones en el momento en que está comprando determinado producto, ya no es el producto en sí mismo, sino la sensación y emoción que se produce en el momento de comprar. Un consumismo emocional de la negación de la realidad en la que vivimos, una realidad de extensión y continuación de una epidemia mundial.

  5. Varios de los comportamientos de las personas responden a contenidos transmitidos por medios virtuales, de la información, la comunicación, que ha producido subjetividades indolentes. Por ello es necesario analizar con mayor cuidado todos los productos culturales que estamos consumiendo para ubicar qué cosmovisión y comportamiento está transmitiendo, ya que estos productos, como películas, música, ropa y otros, no son neutrales, sino que son elementos que forman parte de entramados complejos que producen determinado tipo de ideas y acciones, en otras palabras, estos productos culturales influyen directamente en la formación de los seres humanos.

Ante la preocupación sobre el aumento de contagios proyectado para los meses de noviembre y diciembre [100 mil muertos y miles de contagiados], lo que nos queda a las educadores y maestros es todo menos quedarnos esperando a que los que se tengan que morir, mueran, a ver los datos estadísticos con las manos cruzadas o plantear ideas que pueden ser correctas, pero también incorrectas. En este sentido, proponemos regresar a una discusión que para nada es nueva o novedosa sobre crear una cultura de la prevención, haciendo acciones para que los resultados o proyecciones más funestos del coronavirus no se repitan en otras circunstancias. Prevenir, lo cual se dice fácil; sin embargo, en México sólo se ha utilizado para impulsar ciertas campañas sobre ciertos temas que no han tenido repercusión en las últimas décadas; por ejemplo, campañas para prevenir la violencia de género, que, como señalan distintos movimientos feministas, ha habido contradictoriamente un gran aumento de la violencia de género. En el caso del coronavirus no sólo nos debemos quedar en las medidas básicas sanitarias y de sana distancia, sino en proceso de reeducación, sensibilización y de análisis de nuestras circunstancias cotidianas y de otros problemas que están relacionados con la pandemia que estamos viviendo.

Tenemos que tomar muy enserio una “cultura de la prevención” frente a una “cultura del conformismo”, “del ya no se puede hacer nada,” “él ya qué”, que constantemente responden muchos mexicanos ante la imposibilidad de tener herramientas, conocimientos o instrumentos para poder tomar otro tipo de decisiones antes su salud, su vida y circunstancias. Una cultura de la prevención como instrumentos de la ciencia, las humanidades, las filosofías de los pueblos para evitar un daño o perjuicio, tomando y haciendo con anticipación ciertas acciones para lograr determinados objetivos.10 Esta cultura preventiva como articulación de saberes, conocimientos y creencias; y no como articulación de miedo, ignorancia y negación de uno mismo como es lo que nos ha estado ocurriendo a lo largo de esta pandemia, no hay que esperar que nos toque o el ya que, no hay que pensar que dios así lo quiso, sino que ayúdate que dios te ayudará. Esa cultura de la prevención como una ayuda a uno mismo y al otro, que, aunque no sea de tu familia es un ser humano que es parte de tu realidad y de tu salud. Necesitamos que los otros estén sanos y bien para que conservemos nuestra salud y vida.

La educación que necesitamos construir actualmente frente a esta gran pandemia debe estar basada en una cultura de la prevención, lo cual va a ser difícil en México, ya que la prevención se ha visto como algo menor o no importante, o como un gasto innecesario. Hoy tenemos como docente la necesidad de pensar en otros términos la prevención y al mismo tiempo sacarla del baúl del olvido y ponerla por delante en los problemas de salud que tenemos en México. Pero no sólo con el Coronavirus, sino también en los demás problemas que podemos evitar si pensamos en volvernos a educar todas y todos, para que las generaciones futuras no sigan teniendo los mismos problemas que hoy en día tenemos.

1 Coordinador del Seminario de Perspectivas Críticas en Educación de México y Latinoamérica: construcción de discursos y prácticas. Agradezco las correcciones y sugerencias de David Elías Hernández, Miriam Isabel Arciniega, Mauro Jarquín, José Ángel Gil y a Osmar Gómez.

2 Boaventura de Sousa Santos, La cruel pedagogía del virus, Buenos Aires, CLACSO, 2020, p. 65.

3 Carlos Lenkersdorf señalaba: “Las cosmovisiones, a nuestro juicio, representan los ‘carriles’ en los cuales nos movemos al percibir la realidad y al relacionarnos con ella. Corresponde, un poco y hasta cierto grado, a las presuposiciones de nuestra manera de percepción y comportamiento en el contexto en cual nos encontramos. (…) Escogimos los términos de “carriles” y “encarrilar” para señalar el efecto de las cosmovisiones. En el contexto social se está produciendo una predisposición que afecta a los hablantes de manera tal que perciben la realidad y se relacionan con ella conforme moldes aceptados por las sociedades correspondientes.” Carlos Lenkersdorf, Cosmovisiones, México, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México, 2008, p.26.

4 Dato consultado en: https://coronavirus.gob.mx/2020/06/01/conferencia-1-de-junio-2/, el sábado 2 de agosto de 2020, a las 13:14 p.m.

5 Dato consultado en: https://coronavirus.gob.mx/2020/08/02/conferencia-2-de-agosto/, el sábado 2 de agosto de 2020, a las 13:28 p.m.

7 Consulta realizada en: https://www.jornada.com.mx/2020/05/19/politica/012n3pol, el domingo 2 de agosto de 2020, a las 14:16 p.m.

8 Esta pregunta de ¿Quiénes son los mexicanos? lo han trabajado autores tan importantes como Samuel Ramos en su libro El perfil del hombre y la cultura en México, otro autor ha sido Octavio Paz, El laberinto de la Soledad, así como otras y otros que han construido la Filosofía Mexicana.

9 A la cultura de la violencia se concibe como un sistema o totalidad que transmite y reproduce relaciones sociales violentas en diferentes niveles de la realidad socio-histórica: individual, familiar, escolar, estatal, nacional, internacional, global, etc., por lo cual al hablar de una cultura de la violencia, no se piensa como un sinónimo de cultura étnica, ni nacional, sino como una cultura transnacional que tiene diferentes formas de concreción en los niveles de la vida cotidiana, dicha cultura se produce de forma consiente e inconsciente, se cultiva por diferentes actores con el objetivo de producirla o no producirla.

10 Se toma “prevención” de “prevenir”. Entre algunas definiciones que da la Real Academia de la Lengua Española son: 1 Preparar, aparejar y disponer con anticipación lo necesario para un fin; 2 Prever, ver, conocer de antemano o con anticipación un daño o perjuicio. Consultado en: https://dle.rae.es/prevenir, el domingo 2 de agosto de 2020, a las 17:07 p.m.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/la-educacion-del-mexicano-ante-la-pandemia-del-coronavirus/

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La letra con sangre entra

Por: Carolina Vásquez Araya

Las sociedades necesitan reglas, de acuerdo con las cuales funcionan a partir de cierto orden y bajo determinados conceptos. En casos excepcionales, cuando se produce una repentina transformación de los sistemas vigentes o la ruptura de una línea establecida de normas y acuerdos, es preciso repensar los paradigmas –o el cuerpo de creencias, presupuestos, reglas y procedimientos que definen el comportamiento humano en todos los campos: la ciencia, la espiritualidad, las relaciones sociales- con el propósito de no perderse en una situación de caos y conflicto.

Hoy, la comunidad humana necesita reflexionar, como pocas veces, sobre las bases de su relación con el mundo, con sus semejantes y con su propia esencia. Su existencia ha experimentado un sacudón de enormes proporciones y, a pesar de no tener todavía la suficiente capacidad para captar la dimensión de su impacto sobre la vida presente y futura, sabe por intuición que se encuentra en un proceso de transformaciones radicales, aún desconocidas. Para las grandes mayorías es imposible abarcar la visión del bosque; de modo que, para conservar su estabilidad emocional, se enfocan en el árbol más cercano. De este modo, lo inmediato y lo conocido se convierte en una tabla de flotación ante la inmensidad de lo imponderable.

El desafío mayor ante el ataque de una pandemia capaz de poner de cabeza un sistema de vida considerado inamovible y cuyas bases de pronto parecen desaparecer, es comprender la necesidad de crear un nuevo orden de cosas. La crisis actual ha quitado muchos velos y, aunque ya sabíamos que ahí estaban, hemos intentado ignorarlos. Entre ellos, la poderosa influencia de un sistema económico rapaz y perverso, cuyos intereses resultan prioritarios e indiscutibles aun cuando las consecuencias de sus decisiones constituyan el sacrificio de millones de vidas humanas. Un sistema injusto al cual nos hemos plegado por comodidad. Por lo tanto, se nos plantea la urgencia de pensar, analizar, reflexionar y finalmente comprender que nuestro mundo ya no volverá a ser el mismo. Pero, sobre todo, cómo vamos a abrazar y conducir este cambio.

“La letra con sangre entra” o “Escena de escuela” es un cuadro pintado por Francisco de Goya y Lucientes entre 1780 y 1785, en donde el artista español escenifica un modelo de educación basado en la efectividad del castigo. Es, guardando las distancias, aquello que nos ha impuesto hoy eso que llamamos pandemia –conspirativa o no- de la cual deberemos extraer una dura lección: que no estamos en control de nuestro mundo. De hecho, lo que hemos intentado ignorar para tener una vida más gratificante y con visos o certezas de seguridad, hoy nos golpea en lo más preciado de nuestro entorno: la libertad relativa, la familia, la estabilidad económica.

Sin embargo, como de este fenómeno hemos de salir con un surtido de recursos más adecuados para el ejercicio de supervivencia, es imperativo comenzar por el cambio de paradigmas y, muy especialmente, un ejercicio de reeducación indispensable para reforzar nuestra salud mental, sin la cual ningún esfuerzo futuro resultará exitoso. En esta ruta se perderá, posiblemente, la noción de individualidad a la cual estamos tan acostumbrados, para sentar otro paradigma: que vivimos en un mundo de vasos comunicantes y dependemos de manera forzosa de las interrelaciones implícitas en un tejido social dinámico, sin las cuales nos será imposible superar el desafío del cambio.

Fuente: https://rebelion.org/la-letra-con-sangre-entra/

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Oda a la docencia en la era post-factual

Por: Isaac Enrique Pérez

En medio del cambio de ciclo histórico (https://bit.ly/2Nqyc6X) y de la crisis civilizatoria acelerada con la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 (https://bit.ly/2Nv68PT) y en el contexto del asalto que asedia al conocimiento razonado (https://bit.ly/3exTeN6) desde el apocalipsis mediático (https://bit.ly/31emwwl), cabe hacer un mínimo alto y reflexionar en torno a la educación y –particularmente– a la relevancia de la docencia.

Durante las últimas décadas, uno de los escenarios de disputa y de ruptura del pacto social de la segunda posguerra, en aras del control de las estructuras de poder y riqueza, es el relativo a la educación y, principalmente, el propio de la forma universidad. Asediada por los recortes presupuestales y por la ira del fundamentalismo de mercado y su desbordada obsesión respecto a la disciplina fiscal, las universidades en el mundo –y la educación pública en general– enfrentan una encrucijada. Más porque la disputa gira en torno a postrar a la forma universidad ante las demandas y requerimientos de un patrón de acumulación rentista, depredador, extractivista y explotador de la naturaleza y de la fuerza de trabajo. Dicho patrón de acumulación –al menos en las sociedades subdesarrolladas– subestima el conocimiento razonado, en aras de la trivialización y de un falso pragmatismo que desdeña la relevancia de la praxis teórica y la formación integral de los ciudadanos.

Sin ánimo de subestimar la labor docente desplegada en los niveles básico (primaria y secundaria) y medio (bachillerato) de la formación escolar, cabe enfatizar algunas ideas que centran la mirada en el ejercicio docente realizado en los ámbitos universitarios y la fusión que ello tiene con el oficio de la investigación.

En principio, cabe matizar que la docencia es una labor que incide en la transformación de la sociedad tras incitar y motivar a los jóvenes para ejercer verbos como el cuestionar, el razonar y el argumentar. Esto es, la docencia –al regirse por el pensamiento crítico– es una praxis que tiene como misión la transformación de la realidad social y sus contradicciones tras incentivar a las jóvenes generaciones a ejercer la duda, la reflexión, el cuestionamiento, el razonamiento y la argumentación informada, contrastada y fruto de la deliberación. Sin esa vocación, la sociedad se dirigiría a la desolación; al tiempo que la misma palabra perdería sentido como praxis transformadora y emancipadora.

Sin la docencia es imposible (re)crear el conocimiento e inocularlo de la vitalidad e innovación de las jóvenes generaciones. A su vez, el proceso de enseñanza/aprendizaje está profundamente vinculado a la formación de la ciudadanía y de la cultura política, así como a la erradicación de la ignorancia en cualquiera de sus formas.

Más aún, la docencia es una praxis que amerita sensibilidad para formar y encauzar la conciencia de los individuos y para hacer del conocimiento un motor de transformación social. Sin esa sensibilidad, no sería más que una labor repetitiva, mecánica, inerte y carente de sentido. Sin la docencia, el ser humano deambularía sin brújula y carecería de una mínima cultura ciudadana. De ahí que la docencia, como praxis social, contribuye a crear sentido y a darle forma a los procesos de socialización y de construcción del conocimiento. Es, en suma, una forma más de (re)crear sociedad.

Sin embargo, la praxis docente enfrenta varios desafíos; a saber: si la docencia es reducida a una labor mecánica, sus protagonistas y actores se convierten en seres autómatas y monótonos; carentes de imaginación y creatividad. En esta lógica, expoliado de la pasión por el conocimiento y su construcción, el proceso de enseñanza/aprendizaje se torna en un simple y tortuoso cálculo costo/beneficio. Más todavía: el afán de protagonismo y la vanidad intelectual devienen en cegueras y miopías que inhiben la posibilidad de tomar distancia respecto a lo que conocemos a través de la investigación y transmitimos por la vía de la docencia. De ahí que el conocimiento corre el riesgo de petrificarse tras erigirse en una creencia y en un dogma regido por el pensamiento parroquial.

Además, la docencia como praxis social, si es diminuta y anclada a patrones y relaciones jerárquicas y verticales, tenderá a empequeñecer el proceso de enseñanza/aprendizaje y a tornar minúsculos la conciencia y el comportamiento humanos. Cabe apuntar que el homenaje más urgente, consistiría en (re)pensar y (re)definir esta praxis y su relevancia en la sociedad.

Por tanto, acortar las distancias entre lo que se conoce (o se sabe) y la naturaleza del mundo fenoménico, está en función de la supresión de los abismos pedagógicos y didácticos en la docencia. De ahí que si la docencia no es concebida como una relación social bidireccional –e, incluso, multidireccional– colmada de un intenso diálogo docente/estudiante y como parte nodal de la construcción de conocimiento, se cierne el riesgo de tornar al aula en un escenario anquilosado, postrado y carente de emotividad y creatividad.

Particularmente, cabe preguntarse cuál es la relación que la docencia guarda con la investigación. Un primer acercamiento a este interrogante, nos indica que la docencia y la investigación forman una mancuerna indisoluble en la construcción del pensamiento crítico. Una, forma la personalidad del educando y crea sensibilidad respecto al conocimiento y sus limitaciones. La otra, crea la teoría que permite, mediante sus significaciones y referentes conceptuales, posicionarnos –de manera frontal– ante la realidad y sus procesos. La docencia y la investigación son complementarias y desembocan en un sincretismo: la primera contribuye a refinar las preguntas y la segunda abre senderos en la construcción de posibles respuestas. Sin el oficio de la investigación, la docencia se paraliza y se torna una «verdad» eterna e inmutable, carente de respuestas y de dosis de creatividad.

La enseñanza a través de la docencia es, a su vez, un aprendizaje constante tras contrastarse las ideas y exponerse al fuego del cuestionamiento y la duda. Si la docencia se articula con la investigación, logra abrir senderos para ventilar el nuevo conocimiento construido y para enriquecerlo con miradas alternas. Si la docencia y la investigación no erigen a la duda en puntal de su razonamiento, se condenan al limbo de la vaguedad y al mar del sinsentido.

Si la docencia y la investigación, en tanto praxis del conocimiento entrelazadas, no entronizan a la duda como fundamento existencial y vertebrador de su razonamiento y prácticas, naufragarán en el mar del ostracismo y el dogmatismo, al tiempo que se precipitarán en el abismo de la ignorancia tecnologizada.

De esta forma, la docencia es un ejercicio multidireccional y un paso para construir conocimiento de manera colectiva. Sin ese incesante intercambio con el estudiante, el circuito docencia/investigación se rompe y la creatividad sucumbe ante el vértigo de las preguntas y la duda

A grandes rasgos, la investigación y la docencia son una mancuerna que se entrelaza para construir conocimiento desde las preguntas que problematizan el mundo fenoménico. Ambas se realimentan; al tiempo que detonan procesos de imaginación creadora y de intenso diálogo con la realidad y el mundo de las ideas.

De cara a la era post-factual, que privilegia no la referencia al mundo fenoménico y la contrastación de las ideas con los hechos, sino la pulsión de los sentimientos y las emociones más primitivas de los individuos atomizados y sujetos al panóptico digital, resulta urgente reivindicar la docencia como praxis orientada a la formación de ciudadanos y a la transformación de la sociedad. Ante la irradiación del odio, el miedo, el racismo, el nativismo y el prejuicio, solo el conocimiento razonado ofrecerá luces que contribuyan a que la humanidad haga frente a la vulnerabilidad suscitada con las pandemias y al riesgo de extinción al que nos expone el colapso climático. La docencia –y la investigación como su correlato– están llamadas a mostrarse a la altura de las circunstancias históricas que se imponen con virulencia y al ritmo del vértigo de la incertidumbre.

Fuente: https://rebelion.org/oda-a-la-docencia-en-la-era-post-factual/

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Un verano para repensar: el sistema educativo y nuestro rol como educadores

Reseñas/23 Julio 2020/Autora: Beatriz Lucas/elpais.com

Tras un curso que ha evidenciado nuestras carencias educativas a todos los niveles, toca reflexionar y rearmarnos de cara a un septiembre repleto de incertidumbres

Tras un curso que ha evidenciado nuestras carencias educativas a todos los niveles, toca reflexionar y rearmarnos de cara a un septiembre repleto de incertidumbres

Mirando al mar, paseando por el monte, o incluso en la hora de la digestión puede ser un buen momento para pensar sobre lo ocurrido y replantear el porvenir. Esta semana en EL PAÍS Educación te hemos dado algunas pistas que pueden ayudarnos a iluminar el túnel veraniego para llegar más fuertes a un septiembre que, por ahora, se nos presenta lleno de incertidumbres. Como dice la educadora Gema Cotallo, en el reportaje en el que hablamos de cómo recuperar los límites, «toca observar lo que hemos hecho y hacerlo mejor a partir de ahora».

Muchas gracias por recibirnos en tu casa y compartir esta newsletter en la que te damos algunas pistas para que todos podamos hacerlo mejor. Si tienes alguna historia educativa que crees que nos puede ayudar a seguir aprendiendo, por favor, compártela con nosotros en educacion@elpais.es

1. Desconexión digital, libros y límites para recuperar la infancia perdida

Si la semana pasada hablábamos de que la mejor manera de recuperar a nuestros niños y niñas perdidos durante el confinamiento era dejándolos en paz, esta semana te hacemos algunas propuestas un poco más intervencionistas aunque respetuosas con sus procesos, dentro de la serie veraniega Planea un verano con hijos. Para que los niños puedan disfrutar plenamente de su verano lo primero que necesitaremos es reducir la sobreexposición a las pantallas a las que nos han arrastrado las circunstancias. En la segunda entrega de la serie te ayudamos en este proceso con los consejos de varios especialistas: Desenchufa al niño: la desconexión digital en 5 pasos.  Además, te damos algunas pautas para mantener a la lectura como el aliado educativo que fue en la cuarentena y que puede seguirlo siendo también en verano. Y nuestra última propuesta de la semana para nuestra infancia perdida tiene que ver con cómo recuperamos los límites que el teletrabajo se llevó.  Y esta semana contaremos con dos nuevas entregas de nuestra serie.

2. Revolución en la universidad

Llevamos varias semanas hablando de las novedades que el Ministerio de Universidades está abordando para reformar el sistema universitario y las carencias que también esta situación ha puesto en evidencia. Y en ello está la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) que debe contribuir a la mejora de la calidad del sistema de educación superior mediante la evaluación, certificación y acreditación de enseñanzas, profesorado e instituciones. Su directora Mercedes Siles, que ha comparecido en el Congreso, confesó en esta entrevista que están abordando una pequeña revolución en el sistema universitario a todos los niveles revisando todo el trabajo del organismo, desde los criterios de evaluación a las comisiones examinadoras.

Una revolución necesaria, a juzgar por la tribuna del profesor de Humanidades en la Universidad Pompeu Fabra, Jordi Mir: Universidad ¿generar precariedad o revertirla? En ella contrapone dos vertientes de la universidad. Por un lado cómo los estudios universitarios son una garantía para una mejor situación laboral, y por otro cómo la universidad a través de la figura de los profesores asociados, un 44% de los docentes en Cataluña, puede convertirse en generadora de precariedad: ya que, explica «es un contrato temporal, breve, con un sueldo muy bajo, no permite hacer carrera académica, obliga a realizar diferentes trabajos simultáneamente para poder llegar a un sueldo mínimo…». Y así, el profesor concluye: «La universidad genera precariedad y es capaz de revertirla; hay que decidir qué queremos que haga».

Y mientras conocíamos que los resultados de la prueba de acceso a ese sueño dorado universitario para miles de alumnos andaluces están más cerca, ya que en la selectividad este verano ha habido en Andalucía más de un 90% de aprobados, descubríamos un contrapunto interesante de la mano de un estudio de Google y Telefónica, Situación y retos de las universidades españolas ante la transformación digital. En él se desvelaba que la Universidad ha perdido el monopolio de las mejores salidas profesionales. Las empresas piden ya más perfiles de FP que universitarios ya que creen que las universidades no son ágiles y no adaptan a tiempo los grados a las necesidades del mercado. «Incluso cuando lo consiguen, la burocracia es tan lenta que los contenidos quedan, en muchas ocasiones, obsoletos en el momento del lanzamiento», concluye el informe en el que han participado 34 de las 83 universidades españolas y 225 expertos en educación superior.

3. Apuesta por la FP

Y la misma semana que se presentaban las conclusiones de este informe, el Ministerio de Educación anunciaba que el Gobierno aporta 265 millones a las comunidades para crear nuevas plazas de FP. Se trata de un fondo extraordinario para potenciar esos estudios, crear 60.200 plazas nuevas, formar al profesorado en competencias digitales y crear nuevas aulas de emprendimiento e innovación para esos alumnos.

Varias de las claves y carencias que hemos visto en esta cuarentena educativa y que también hemos abordado en el espacio de Formación esta semana, en la que se mostraban las competencias digitales como clave para salir de la crisis económica del coronavirus. En él se refleja como el 46% de las empresas españolas tiene problemas para encontrar los perfiles digitales que necesitan, según un informe de IDC para Microsoft, por no contar con los conocimientos tecnológicos necesarios.

4. Destellos y sombras educativas

Aunque hay excepciones que iluminan nuestro optimismo. Como la historia que contamos esta semana en la que el colegio Escolapios de Sevilla un grupo de alumnos de bachillerato recibió un premio por sus competencias digitales en plena pandemia. Su gesta: diseñar un prototipo de mascarilla reciclable y que con luz ultravioleta esteriliza el aire respirado.

Y también nos dio qué pensar esta semana el dato que demuestra que la escuela concertada en Barcelona está asumiendo el rol de escolaridad equitativa que se le presupone a la enseñanza sostenida con fondos públicos. Allí la escuela concertada aumenta la acogida de alumnos vulnerables hasta el 37%. Quizás deberían revisarse qué políticas públicas han implantado para garantizar que los recursos públicos se invierten en el bien común.

En el lado oscuro, el riesgo de desaparición de la cultura clásica que, según alertaba en su tribuna Jesús de la Villa, presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, trae aparejada la LOMLOE. Para él, el que ni siquiera aparezcan citadas en la ley es una Sentencia de muerte para Latín y Griego.

«El área de las enseñanzas clásicas no tiene ninguna materia troncal reconocida a lo largo de todo el ciclo educativo de secundaria, así que nada garantiza que estas asignaturas vayan a impartirse si las autoridades de un centro, como ya sucede, hacen su opción inviable». Quizá al borde de la piscina o mirando al mar deberíamos pensar qué nos aportaron a nosotros el Latín y el Griego para que se consideren materias indispensables en la Secundaria.

Fuente: https://elpais.com/sociedad/2020/07/20/actualidad/1595239394_926695.html

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