Por: Ana Belinco
De la mano de Alejandro Roemmers y Esteban Bullrich, la meritocarcia macrista se hizo presente en las escuelas porteñas en formato novela de autoayuda dirigida a estudiantes de séptimo grado.
No se explicita nada novedoso al sostener que todo proyecto político tiene a su vez un proyecto económico definido para el cual se necesita construir, formar, delinear subjetividades que se adapten a los márgenes establecidos por el grupo dominante de turno.
La concepción del ciudadano meritocrático, resiliente y resignado acorde al modelo económico, político y social macrista ya se venía vislumbrando, a paso lento pero firme, desde los primeros tiempos de nuestro actual presidente como Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Retomando las visiones elitistas y liberales de fines del SXIX, el Pro convirtió a Sarmiento en canto obligado para todos los actos escolares y en línea interpretativa para sus propios lineamientos pedagógicos.
En este sentido, durante el año 2013, en el marco del Programa Leer para crecer, vigente desde el año 2003, el gobierno del PRO envío, para ser leído y entregado a todos los estudiantes de séptimo grado de la ciudad, el libro ¨El regreso del joven príncipe¨ del autor A.G Roemmers publicado por la editorial Emecé.
La novela en cuestión intenta constituirse en continuación de ¨El Principito¨ de Antoine de Saint-Exupéry. El autor de la pretendida saga es uno de los dueños del reconocido laboratorio e integrante de la familia con la cual Mauricio Macri mantiene una estrecha relación afectiva. Esto último queda demostrado ya que, la familia del presidente, pasó sus últimas vacaciones en la propiedad de Villa La Angostura de los Roemmers.
El regreso de un joven príncipe neoliberal
Que el gobierno de la ciudad haya seleccionado dicha obra no es sorprendente dada su profunda orientación neoliberal, pero sí es muy cuestionable por variadas razones, entre ellas se destacan que no es apropiado para la edad de los niños a los que fue asignado y que viola el carácter laico de la escuela pública ya que reiteradamente refiere a Dios como el principio y el final de todo lo creado.
Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en el capítulo XIV -página 78-, “Quiero decir que el hombre ha sido creado por Dios como un ser espiritual, con una chispa de libre albedrío (…) él es lo que es, su propio principio y su propio fin, y por consiguiente el principio y el fin de todo lo que existe”. Cabe destacar que este es un extracto, entre muchos otros que aparecen en el libro, que hacen a esta cuestión infringiendo la constitución porteña sobre el carácter laico de la escuela pública argentina.
Además, no respeta los lineamientos del diseño curricular para el área de Cs. Sociales que dice en su enfoque para la enseñanza que, “a través de su enseñanza, se espera que los alumnos conozcan la complejidad del mundo social, la existencia de identidades compartidas y diversas, y que construyan una visión crítica teniendo en cuenta las posibilidades de transformación de la sociedad”. La falta de adecuación a dicho documento queda evidenciada a lo largo de la obra ya que el texto reproduce y naturaliza la ideología estilo Ravi Shankar del “si sucede conviene”.
Dicho pensamiento filosófico-ideológico es llevado a los niños de la escuela pública a través de un libro de autoayuda con una visión empresarial que busca ciudadanos individualistas, competitivos, sumisos y resignados que no cuestionen ni busquen transformar su realidad. En el capítulo IV -página 30- el empresario devenido escritor lo expresa sin tapujos, “todos aquellos que luchan contra los malos vecinos y familiares, contra la injusticia de sus jefes, contra la sociedad (…) tengan o no razón, están luchando contra sí mismos…aquel que está en conflicto con su ambiente está condenado a la derrota (…) La mayor parte del sufrimiento humano deriva de la resistencia a las circunstancias que nos rodean (…) El hombre sabio está en armonía con todo lo que existe. Contempla la realidad y se da cuenta de que todo cuanto existe, le guste o no, es como debe ser. Sabe además que antes de mejorar algo en el mundo, hay mucho que mejorar dentro de uno mismo”. Así también encontramos otros ejemplos en el capítulo V -página 34- “sea cual fuere tu suerte, deberías estar agradecido a la vida que te da esta oportunidad de evolucionar” o en el XV -página 85- “luego están otras personas…que, cuando se enfrenta a la realidad, incapaz de renunciar a sus ideales…tratan de protegerlos tanto que terminan construyendo un muro a su alrededor”.
Instando a la resignación, a la resiliencia, es decir, el hacerse fuerte y tolerante a las circunstancias adversas de la vida, no se busca más que formar cuerpos y almas funcionales al estado de situación actual que es presentado como el único posible. Si sos Roemmers o Macri seguro que la vida que tuviste te convino, pero es altamente violento decirle si sucede conviene o no te rebeles contra tu situación contextual a un pibe o piba que pasa hambre, frío, que es golpeado o abusado.
Como si fuera poco, literariamente deja mucho que desear. El autor se define a sí mismo como un escritor poco convencional que no asiste a bibliotecas, sino que sólo lee libros que le regalan, aspecto que se nota ampliamente en su paupérrima prosa. Ante semejante auto-descripción, se impone la sospecha de que la mentada amistad del Presidente Macri con la familia Roemmers haya influido en la elección de la novela como parte de un negocio entre amigos del poder porque, como ya se señaló, no es un texto que fuera a enriquecer el acervo cultural o léxico de los estudiantes.
La herencia sarmientina
Sarmiento, padre del aula argentina, le asignó esta tarea formadora de subjetividades a la escuela y sus docentes desde el inicio de la formación del Estado Nacional argentino. El gaucho y el extranjero debían ser formados, por el sistema educativo, en el espíritu nacional dejando de lado sus costumbres, ya que éstas, para la generación de Sarmiento y la posterior generación del 80 que heredaría sus concepciones, impedían el progreso de la nación atascándolo con la vagancia y la barbarie. La sangre era lo único que tenían de humano los gauchos animalizados por Sarmiento y si era necesario que ella corriera para que la Nación prospere no había que resistirse. La sangre gaucha corrió para hacer correr, al mismo tiempo, la sangre de los pueblos originarios a los que ni rastro de humanidad se les concedía. El ciudadano modelo-modelado ocupaba el lugar de los masacrados en el sistema productivo imperante de la época.
Hoy, a más de 150 años de la escuela sarmientina, se busca, desde el gobierno PRO, refritar las concepciones liberales y elitistas del prócer ensalzado. Los docentes de la zona sur de la Ciudad Autónoma de Bs. As. vemos y vivimos junto a nuestros estudiantes muchísimas situaciones de injusticia social que no deben ser naturalizadas ni aceptadas desde el discurso escolar. Desde la escuela, debemos brindarles las herramientas necesarias para que se construyan como ciudadanos críticos de la realidad y activos, es decir, como actores sociales con poder de transformación de la historia colectiva e individual.
La tarea asignada a la educación desde Sarmiento hasta la actualidad no responde más que a un servilismo funcional al sistema capitalista que degrada la condición humana objetivándola, convirtiéndola en valor intercambiable de mercado. Se impone reformular la tarea de la institución educativa que debe constituirse como motor de resistencia, de lucha y de transformación profunda desarrollando una pedagogía liberadora y colectiva, no una pedagogía sujetadora e individualista que salva a título personal según supuestos merecimientos.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/El-regreso-del-joven-principe-literatura-para-meritocratas-resilientes-y-resignados