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Mirando América Latina y el Caribe, desde la reunión de la AOED-ALC

América Latina y el Caribe/ 8 de abril de 2017/ Autor: Alberto Croce

Ayer finalizó la Asamblea Regional de América Latina y el Caribe de la Alianza de Organizaciones por la Eficacia del Desarrollo (AOED), de la que fui su coordinador regional desde mediados de 2015 hasta hoy.

En Bogotá, donde tuvo lugar la misma, participamos representantes de Guatemala, República Dominicana, Jamaica, El Salvador, Venezuela, Nicaragua, Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina, además de las organizaciones sindicales, migrantes, jóvenes, campesinos, indígenas y organizaciones basadas en la fe.

En total fuimos unos 25 compañerxs que cubríamos el espectro de muchas realidades diferentes. Estas reuniones posibilitan hacer un paneo de la realidad regional en tiempos difíciles y complejos.

Como les prometí a mis amigxs quiero compartir con ustedes algunas de las ideas que dieron vuelta por estos momentos de encuentros y también en las charlas más informales con todos lxs amigxs y compañerxs participantes en la Asamblea.

No son conclusiones formales, sino un resumen o una síntesis de lo que yo he podido captar, absolutamente teñidos por mis puntos de vista personales y como tal deben tomarse.

La región de América Latina y el Caribe está viviendo un momento particularmente difícil. Siento que las organizaciones y referentes tenemos serias dificultades para poder comprender “lo que sucede” y, por ende, para poder identificar qué hay que hacer en estas situaciones.

Luego de una década en donde parecía que se estaba construyendo una nueva realidad regional, basada en la integración, el lugar protagónico de estados con opciones sociales fuertes, mejoras en las condiciones de vida de las poblaciones de nuestros países… de pronto parece que estas cosas se derrumban inevitablemente ante nosotros sin que podamos evitarlo o sin que sepamos hacerlo.

Somos conscientes de que la realidad debe analizarse desde perspectivas de mayor complejidad, atendiendo a un número mucho mayor de variables de las que considerábamos hace 30 años cuando analizábamos coyuntura y realidad, pero esto no quiere decir que seamos capaces de hacerlo. Nuestra capacidad para identificar variables ha crecido más rápidamente que nuestra capacidad de integrar estos elementos al analizar y pensar alternativas.

Brasil con un golpe disfrazado de legalidad, Venezuela con grandísimas dificultades para dar respuestas a su población sosteniendo el modelo del “socialismo del Siglo XXI”, Paraguay enfrentándose al dilema de “torcer” la Constitución para evitar que el narcoestado se perpetúe en el poder, Ecuador llegando a un triunfo en el ballotage arañando la línea de gol, Centroamérica y México atravesados por la violencia, el narcotráfico, las migraciones forzadas y la explotación y esclavización desvergonzada de los más pobres… y Argentina, viviendo un proceso muy doloroso de destrucción de conquistas y retroceso de derechos.

No es fácil como organizaciones de la sociedad civil moverse en estos escenarios. En general, el mundo de las OSC está siendo atacado cotidianamente por un estrangulamiento progresivo de su financiamiento. Los Estados restringen los fondos para el sector y las empresas sólo están dispuestas a apoyarlo cuando responden estrictamente a sus intereses o cuando ven en ellas un agente en quien se puede tercerizar algún programa que deciden llevar adelante. Además, el Sector Privado compite – si se puede llamar así al que tiene todas las de ganar- por los fondos que antes recibían las organizaciones sociales.

Las organizaciones sindicales son prácticamente las únicas que cuentan con fondos propios para impulsar sus programas, pero cada vez cuentan con menos ya que la sindicalización en América Latina y el Caribe, va en retroceso y las campañas públicas denostando a los líderes sindicales arrecian por todas partes…

Por otro lado, la violencia y la persecución contra los líderes sociales se extiende -y no disminuye- por toda América Latina y el Caribe. Persecución que no sólo se produce sobre “grandes” líderes sino también sobre los que actúan en territorios puntuales y con poca trascendencia mediática. Esto habla de una terrible violencia pero también de una fuerte resistencia que sigue presente en nuestros pueblos ante el indisimulado propósito de hacer que el sistema capitalista actúe con toda su crueldad contra nuestros pueblos.

Otro tema que sentí muy fuerte, al considerar lo que estaba pasando en muchos países, es que, en estos nuevos formatos a los que nos estamos exponiendo, quizás se esté produciendo un fenómeno al que no prestamos suficiente atención: ¿Puede haber “Terrorismo de Estado” practicados por gobiernos democráticamente instituidos? ¿Y qué hacer entonces? Porque nosotros históricamente hemos ligado la idea de estos planes sistemáticos en contra de sectores de la población a las dictaduras. Pero quizás tenemos que ampliar esta mirada para hacer análisis más precisos teniendo en cuenta los contextos en los que vivimos.

En la Asamblea fui testigo de discusiones muy profundas entre los que creen que no hay márgenes para el diálogo con el sector de las grandes empresas por sus posturas frente a los derechos humanos y los que sostienen miradas sobre todo técnicas acerca de los debates en el mundo de la Cooperación Internacional. Tensiones entre los que sienten que posturas más dialógicas terminan siendo cómplices del silencio sobre situaciones atroces que se dan en la región, y los que apuestan a la disputa ideológica en el campo de los espacios muchas veces burocráticos de debate internacional.

Con la CELAC prácticamente paralizada, la UNASUR vaciada en su sentido y los otros mecanismos de integración en situación de shock, los espacios de interlocución de la AOED-ALC se han borroneado hasta hacerlos casi inviables.

Los participantes del evento veían aún con mucha inquietud qué sucedería con la administración Trump quien, desde los EEUU parece más eficazmente crítico a la Alianza del Pacífico que todos los movimientos sociales que venían rechazándola desde hace años. Esto mientras “escuchábamos” los misiles que caían sobre Siria, en los días de nuestra reunión.

Hará falta más tiempo para poder comprender mejor el encuadre regional y la coyuntura. Mi sensación es que aún no logramos hacer estas síntesis y que falta algo más de tiempo para poder hacerlas.

En medio de todo esto, quedé muy contento cuando la gran mayoría de los miembros de la Alianza Regional se exigieron a consolidar una propia postura regional y un plan a futuro que no dependiera de las propuestas que llegan de los (escasos) financiadores del espacio. Esta identidad y autonomía son claves para poder posicionarse para adelante. La unidad entre los distintos sectores y la organización, siguen siendo opciones fundamentales para que lo que se haga en adelante tenga sentido y trascendencia.

Hasta aquí llego en estas reflexiones hechas sobre el camino…

Fuente: https://albertocesarcroce.wordpress.com/2017/04/08/mirando-america-latina-y-el-caribe-desde-la-reunion-de-la-aoed-alc/

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Escribir Poesía hoy es un acto de Resistencia

Por: La Jornada. 24/03/2017

Ciudad de México. A punto de cumplir 70 años, con una vasta obra literaria y siendo uno de los poetas más reconocidos de la actualidad en México, Antonio Deltoro se dijo gratamente sorprendido por el reconocimiento del que será objeto esta noche en el Palacio de Bellas Artes.

“Yo creo que el reconocimiento siempre, y sobre todo en la poesía, es algo secreto. En general uno no conoce a sus lectores, y está bien que no los conozca. La fama me produce vértigo, y francamente nunca he pensado en mí como alguien destinado a la fama, sino que solo que alguien me lea me pone muy contento”, comentó.

En declaraciones a la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, destacó que para él, “escribir poesía en esta época es un acto de resistencia, y en general en todas las épocas, porque creo que justamente el poeta y la poesía necesitan enfrentarse a este tiempo rápido y banal de consumo, en el que las cosas suceden y de pronto desaparecen.

“El poema tú lo llevas en la memoria y, en ese sentido, es justamente quizá con el que uno se defiende de la realidad que acosa”, consideró Deltoro, para quien a una época rápida corresponde una poesía lenta.

“Eso no quiere decir que, por ejemplo, a principios del siglo XX y a fines del XIX los poetas iban más rápido que la velocidad de la época, pero ahora ir más rápido que la velocidad de la época es ir hacia el abismo”, aseguró el bardo mexicano, quien confesó que ser distinguido en el ciclo Protagonistas de la literatura mexicana lo intimida un poco.

Y es que han sido muchos los creadores que admira los que han sido reconocidos anteriormente en este ciclo. “Nunca había pensado en esto. Me impresionó francamente y no sé a qué es debido. Seguramente a que ya voy a cumplir 70 años, y eso es una edad muy considerable. Es para mí un poco anonadante”, reconoció.

Deltoro ha producido a lo largo de su trayectoria una poesía consciente del tiempo, y su libro de reciente aparición, “Poesía reunida” (1979-2014), da cuenta de ello, pues los poemas recogidos en este volumen ofrecen parte de una obra que durante 35 años ha trabajado en títulos como “Algarabía inorgánica” (1979), “¿Hacia dónde es aquí?” (1984), “Los días descalzos” (1992), “Balanza de sombras” (1997), “El quieto” (2008) y “Los árboles que poblarán el Ártico” (2012).

La sesión de esta noche en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la que participarán Juan Carlos Abril, Luigi Amara y Christian Peña, se realizará en el marco del Día Mundial de la Poesía, que se conmemora hoy.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2017/03/21/escribir-poesia-hoy-es-un-acto-de-resistencia-antonio-deltoro

Fotografía: jornada.unam

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Libro: Ayotzinapa: La incansable lucha por la verdad, la justicia y la vida

Reseña:  Este libro de autoría de: Carlos Alonso Reynoso y Jorge Alonso, es una especie de un diario del movimiento de Ayotzinapa que ha ido sacudiendo la vida del México actual y del mundo. Se fue escribiendo día a día con asombro al fragor de la constante lucha de este novedoso e incansable movimiento. No es la suma de actos, sino la configuración de un proceso complejo que no se ha dejado atrapar en el espectáculo de la degradada y corrupta política en que se encuentra sumergido el país. En su cotidianidad  el movimiento fue denunciando a un Estado perpetrador de crímenes atroces que, fabricando una insostenible mentira,  ha querido ocultar la verdad, y no ha respondido con justicia sino que mantiene y acrecienta la impunidad. El movimiento también fue exhibiendo el núcleo de los males del país en esa guerra que el capitalismo ha emprendido contra los de abajo. Este movimiento ha ido resistiendo los terribles agravios y ataques de los de arriba  conglutinando y buscando con imaginación la construcción de un modo nuevo de convivencia inspirado por la vida, deambulando por una vía estrecha, dura, pero transitable buscando la verdad y la justicia junto a muchos más que combinan rebeldía, resistencia y organización.

Link de Descarga: http://www.rebelion.org/docs/217255.pdf

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Pedagogía de la resistencia y de las emancipaciones

Claudia Korol

Quiero realizar algunas consideraciones sobre los temas en debate, a partir de una experiencia teórico práctica: la experiencia de educación popular, concebida como pedagogía de la resistencia y de las emancipaciones, de la rabia y la indignación frente a las injusticias, de rebelión y de revelación de los nuevos mundos que pugnan por crecer y por crear relaciones políticas, culturales, sociales, económicas, de género, opuestas a las que reproducen y refuerzan la dominación.

No voy a detenerme en el diagnóstico de las formas en que se ejerce la dominación, ni en el relato de experiencias sobre ejercicios concretos de autonomía, de resistencia, de creación de una cultura emancipatoria, cuyos protagonistas están presentes y pueden realizarlo de manera mucho más contundente. Quisiera abordar algunos de los aprendizajes y desafíos que surgen de las últimas décadas, en las que se han constituido movimientos populares nacidos fundamentalmente como respuesta a las políticas de exclusión social del capitalismo y del patriarcado, o a partir del reconocimiento de diferentes modalidades con las que se ejerce la dominación, y en las que se han transformado profundamente las prácticas de muchos de los movimientos existentes previamente. Quisiera anclar este análisis especialmente en la Argentina post-rebelión. La Argentina que para muchos intelectuales y políticos pretende ser sepultada con más o menos honores, pero que entiendo que es una Argentina que más allá de los momentos de repliegue de nuestras fuerzas, a partir del restablecimiento de una precaria gobernabilidad, sigue pujando por nacer, e intenta cuidar y multiplicar lo ganado en las jornadas que imaginaron y propusieron el “que se vayan todos”, consigna que configura los alcances y límites de nuestro imaginario rebelde.

Las jornadas del 19 y 20 de diciembre en la Argentina, y la multiplicación de energías que de ellas se desprendieron, permitieron volver a plantear la diversidad de dimensiones emancipatorias de las resistencias, y anunciaron algunas tendencias que -al margen de avances y retrocesos coyunturales- marcan la subjetividad de nuevas franjas de protagonistas sociales y políticos, con señales que hablan de la recuperación de la confianza en las propias fuerzas, la deslegitimación del “orden” que nos condena, la posibilidad de pensar en la necesidad de una nueva institucionalidad y en consecuencia repensar la política, la insinuación de distintas maneras de amasar identidad y proyecto, sobre la base de un esfuerzo colectivo que al tiempo que sueña el proyecto, intenta construirlo en las prácticas cotidianas, modificando las relaciones de opresión y dominación. Es parte también de lo “ganado” en las jornadas de rebeldía, la cotidiana victoria sobre el terror introyectado por la dictadura y la impunidad, el desafío de dar una nueva vuelta en la historia de los vencidos, resignificando el sentido mismo de la victoria y la derrota, y achicando las distancias entre una y otra, en la medida que ambas forman parte del camino de creación de nuevos mundos humanizados por la resistencia y los proyectos fértiles que en ésta van echando raíces. Valorizar lo ganado no significa ilusionarse en que esto ya ha sido integrado “de una vez y para siempre” en la subjetividad popular; pero implica reconocer que estas experiencias, aún en los momentos en que ese impulso retrocede o encuentra un cierre parcial, han atravesado vivencialmente a millones de hombres y mujeres, y especialmente a las generaciones jóvenes que fueron protagonistas de la rebelión, dejando impresa su huella en nuestra historia colectiva.

Sin embargo, vale la pena -pasados algunos años desde el “que se vayan todos”-, reflexionar brevemente sobre la disputa de sentidos que se produjo en la interpretación posterior de esas jornadas. No fue el grito solo del movimiento social organizado. No fue el grito de los piqueteros, o de las “cacerolas” nacidas en esas jornadas como instrumentos de lucha. Fue el punto de encuentro de distintas indignaciones y rebeldías, que por aquellos días lograron realizar una tarea común, que iba más allá de sacarse de encima a un gobierno y a una política. Lograron poner en jaque al sistema de representación política, y cuestionaron el programa neoliberal sostenido por todos los gobiernos en la etapa pos-dictatorial. Se reconoció en los Bancos una de las caras del enemigo: el capital financiero. Se cuestionaron las privatizaciones y el pago de la deuda externa. La Argentina entró en default, y la mayoría creyó que correspondía no pagar al FMI y al Banco Mundial, cuya “confiabilidad” también quedó bajo la desconfianza generada en la crisis de representatividad.

El “que se vayan todos”, no cuestionó solamente a las expresiones políticas de las diversas fracciones del poder. Al tiempo que deslegitimó a los tres poderes, significó también una forma de cuestionamiento de las fuerzas políticas y sindicales pretendidamente populares, que actuando en los marcos de esa institucionalidad, no tuvieron capacidad de interpretar y actuar con eficacia, no sólo en el momento de la revuelta popular, sino en las acumulaciones previas e incluso en las posteriores de resistencias y de búsquedas alternativas. Se criticó la fragmentación de las izquierdas sostenidas en las peleas por mezquinos hegemonismos. Se cuestionaron las modalidades verticalistas de dirección política. Se multiplicaron los esfuerzos por construir maneras de democracia directa. Se puso en evidencia la tensión existente en las fuerzas organizadas de la izquierda que quedaron presas muchas veces de una institucionalidad burocratizada y decadente.

La conciencia social de los argentinos, en esas jornadas, adquirió algunas luces. Entre ellas, la revalorización de la capacidad de resistir, la decisión de no aceptar la condena al suicidio implícita en las políticas neoliberales para franjas cada vez más amplias de excluidos, la necesidad de fortalecer los movimientos y organizaciones que sirvan para la lucha, y de inventar las organizaciones o movimientos, o acciones que no existen, para satisfacer los derechos y expandir las posibilidades de una vida digna.

Se aprendió que “la lucha tiene sentido” (dicho en otras palabras, se reaprendió el sentido de la lucha), después de varias décadas en las que se pregonó desde el poder la imposibilidad de obtener ningún cambio a partir de la participación social. Se rechazaron las formas de representación vaciadas de legitimidad. Se intentaron diversas modalidades de dirección de los movimientos, basadas en prácticas sociales más horizontales y asamblearias, con mayor relación entre palabras y actos, entre teorías y cuerpos.

Es desde esa experiencia, que intento señalar lo que en este momento de reflujo del movimiento queda como algunas de las posibles enseñanzas y desafíos para nuestras prácticas emancipatorias, aclarando que entiendo por ellas a la cotidiana deconstrucción de las relaciones sociales de opresión, basadas en la batalla contra la alienación, que nos impide constituirnos como sujetos históricos. Se trata de la lucha individual y colectiva, contra todas las opresiones derivadas de una cultura que ha impuesto a sangre y fuego un patrón hegemónico “occidental”, blanco, burgués, patriarcal, homofóbico, racista, xenófobo, totalitario.

Un aspecto central de nuestra búsqueda, en la perspectiva de la formación política y de la educación popular, es la de promover la descolonización de nuestros paradigmas y teorías.

La conquista y colonización de América promovió la hegemonía de una cultura racista, legitimadora del saqueo de nuestros recursos naturales, de la devastación de nuestros territorios, del genocidio de nuestros pueblos, y la imposición de una visión del mundo sobre las muchas existentes en estas tierras.

Hasta la actualidad, la fractura entre las clases dominantes y los sectores populares fue profundizando una mirada agresivamente racista hacia las culturas originarias y hacia los descendientes de pueblos africanos. El mito de la Argentina “blanca y europea”, no sólo alimentó el desencuentro de los argentinos y argentinas respecto del resto del continente latinoamericano y caribeño. También reproduce sistemáticamente el racismo y la xenofobia, incluso al interior del movimiento popular. Estos datos de nuestra cultura son eficazmente manipulados a la hora de enfrentar a clases medias y piqueteros, al barrio y a la villa, a trabajadores ocupados y desocupados. Enfrentamiento que se prolonga hoy en el pánico que algunas franjas de las clases medias, e incluso de los trabajadores y de los intelectuales considerados progresistas sienten hacia la “Argentina plebeya”, que periódicamente irrumpe en la escena política y social, alterando las relaciones de fuerzas, desafiando las nociones de identidad forjadas en los períodos de aparente “calma social”, y escandalizando al sentido común construido por la cultura europeizante que promueve la segregación y el ocultamiento de las mayorías.

La cultura de la conquista dejó su huella en la subjetividad popular, instalando algunos núcleos ideológicos que fueron resignificados por las sucesivas dictaduras, y en la última etapa, por la “modernización” realizada bajo el nombre del neoliberalismo, que se sustentó en un nuevo genocidio -la dictadura del 76-83-, y en el despojo de los hombres y mujeres, tanto de la tierra como de las conquistas logradas en las luchas obreras y populares del siglo XX. Entre los núcleos ideológicos que con mayor fuerza golpean a los movimientos de resistencia, profundizados por el impacto del neoliberalismo, se encuentran: la cultura de la sobrevivencia, la cultura de la impunidad, la cultura de la exclusión. Algunos de los rasgos resultantes de estas “culturas” superpuestas son el pragmatismo, el adaptacionismo, la desesperación, el cortoplacismo, el inmediatismo y la corrupción.

En esta dirección, un tema que me interesaría plantear es el del reconocimiento de la historicidad de los procesos sociales y de los movimientos populares, de manera de cuestionar la división tajante que se intenta realizar muchas veces entre movimientos nuevos y viejos, proponiendo entonces que analicemos qué y cuánto de nuevo hay en los llamados nuevos movimientos, y qué y cuánto de viejo contienen; discutiendo esta categorización que inmediatamente entiende lo nuevo como mejor que lo viejo, tema a analizar, cuando verificamos que uno de los movimientos que tienen fuerte impacto en el desafío a la cultura hegemónica del neoliberalismo y a las relaciones de poder que establecen son por ejemplo los pueblos originarios.
Pensar a estos movimientos como nuevos movimientos sociales resulta una falacia que tal vez parta del criterio de que lo nuevo se constituye cuando el intelectual lo nombra, y no en el tiempo en que se producen las resistencias concretas y las acciones que los pueblos van realizando en el camino de su constitución como sujetos históricos.

Esto me lleva a otro tema: la necesidad de repensar colectivamente la experiencia histórica de nuestro país, de nuestro continente y del mundo, como camino para 1- avanzar en la elaboración teórica, a partir de la crítica de los modelos políticos que condujeron a numerosas frustraciones, y de la indagación de nuevas posibilidades políticas, organizativas, teóricas; y 2- crear memoria colectiva de las experiencias en la que se socialicen aprendizajes, se afiancen los símbolos de rebeldía frente al poder, y se pueda aprender del camino recorrido, tanto en sus éxitos como en sus reveses. La necesidad de que esta mirada hacia el camino, se realice de la manera más sistemática posible, y en un diálogo permanente entre los protagonistas de la experiencia, que en la reflexion sobre la misma y en su práctica se van constituyendo como sujetos históricos, con los intelectuales que acompañan el andar del movimiento, no como observadores o jueces, sino como compañeros de militancia. Las batallas emancipatorias, la posibilidad de crear nuevos sentidos a partir de nuestras prácticas, la formación de identidades que conjugan la historia con el proyecto, la rebeldía con la estrategia, nacen de las experiencias sociales de quienes siendo conscientes de su opresión, van buscando e intentando maneras diversas de luchar que apuntan a su supresión.

La constitución de los movimientos en lucha como sujetos históricos, implica una ardua batalla por transformar la cultura de la desesperanza en pedagogía de la esperanza, la desesperación en proyecto, el escepticismo en pasión transformadora, la cultura de sobrevivencia en la invención de nuevas modalidades de trabajo no enajenantes. Significa relacionar las transformaciones sociales a las que aspiramos, con el cambio de las relaciones en nuestros propios movimientos, incluso en las relaciones interpersonales; terminando con las disociaciones entre la esfera de lo público y de lo privado, que conducen a la incoherencia entre un discurso que proclama la solidaridad, y prácticas cotidianas que reproducen el autoritarismo, el egoísmo, el verticalismo, el sectarismo; entre un mundo público hegemónicamente masculino, y un mundo privado sostenido por las mujeres; entre un mundo público en el que no es posible verificar un cambio en las relaciones sociales que intentamos producir, porque en él se potencian viejas y nuevas modalidades de dominar, discriminar, y oprimir; ejerciéndose de manera despótica relaciones de poder autoritarias, en la administración de los frutos de la exclusión.

Otro tema a pensar, es la relación entre la dimensión de la vida cotidiana, y las perspectiva local, nacional e internacional de nuestras batallas, modificando la costumbre de concebir a las emancipaciones como un lugar de llegada futura, y no como camino. Si de lo que se trata es de cambiar las relaciones sociales de opresión por relaciones sociales fundadas en la cooperación y la solidaridad, en la libertad, en el placer; es necesario y posible que empecemos a ejercer experiencias que nos permitan fortalecer la subjetividad y creer en la viabilidad de esos cambios, asumiendo al mismo tiempo –y en experiencias concretas de intercambio, solidaridad y acción común- la dimensión mundial de los mismos. Anclando la batalla cultural en la transformación de la vida cotidiana, es imprescindible experimentar la dimensión internacionalista de las batallas emancipatorias, lo que permite que las batallas angustiantes por sobrevivir no ahoguen en la impotencia de las dificultades cotidianas a los movimientos, y que se puedan superar mejor las dificultades que surgen de la desfavorable relación de fuerzas. Esto al mismo tiempo, es parte de abonar la convicción de que es necesario terminar con todas las opresiones en escala universal.

En esta dirección, el sistemático cuestionamiento a las relaciones de género opresivas, es parte de la batalla necesaria de librar por los movimientos populares, que permita deconstruir las diversas formas de dominación que reproducen al sistema, incluso en las prácticas de nuestros movimientos. Esto es un aporte a la creación de una nueva subjetividad, y también al enriquecimiento de las teorías emancipatorias, sobre la base de prácticas sociales que al realizarse, van acumulando conciencia crítica sobre las formas de ejercer el poder del capitalismo patriarcal.

El manejo del saber como factor de poder se ha vuelto cada vez más evidente para los movimientos que luchan contra la exclusión, también en este campo, y que se han visto precisados de recurrir a saberes populares y a conocimientos ancestrales, para asegurar su sobrevivencia. Al mismo tiempo, estos saberes intentan ser apropiados por el poder, a través de diferentes mecanismos, patentes, investigaciones, etc. Se vuelve necesario establecer una clara alianza entre los intelectuales que trabajan en los diversos campos del conocimiento y los movimientos populares, para elaborar estrategias que permitan recuperar conocimientos existentes, y que los nuevos saberes sean puestos al servicio de las resistencias.

Un eje de los debates emancipatorios, sigue siendo el de la autonomía. Hablamos aquí de autonomía no como un estado a alcanzar en el futuro nuestro, sino como un proyecto a crear en este presente, que apunta a la superación de las situaciones de dependencia, de alienación, a la construcción de espacios propios en dónde se recobra la identidad histórico-cultural. Si entendemos la batalla por la autonomía no desde una lógica estrictamente economicista, sino como un modelo cultural de acción política, los avatares que los movimientos sufren en las políticas ligadas a la sobrevivencia, deben ser considerados como límites pero no como obstáculos insalvables en la generación de nuevas formas de relaciones sociales y en la creación de una nueva subjetividad, no alienada ni alienante.

Es fundamental en este sentido, todos los esfuerzos que se están desarrollando de debate de los modelos de autonomía, de análisis de sus logros y dificultades, de sistematización de prácticas, y de formación de nuevos valores que permitan que quienes sean parte del movimiento no se encuentren en él sólo por la respuesta material a las urgencias cotidianas, sino porque hallan también una manera de reintegrar su identidad, de ser parte de un proyecto, de sentir que su mundo privado es parte de un mundo social solidario, en el que sus pensamientos, sentimientos y acciones, no sólo son respetados y valorados, sino que son necesarios para dar oportunidad a la transformación social duradera.

Es por ello que cobran especial importancia las prácticas políticas concretas con que se constituyen los movimientos. El espacio real que hay en las mismas para que quienes los integran desarrollen, al tiempo que proyectos productivos o acciones de resistencia, diversas actividades tendientes a la formación colectiva de una nueva concepción del mundo.

Las prácticas de autonomía parten de los valores y creencias de la comunidad, como principal componente ético en la determinación de los proyectos y acciones. Tal decisión implica elegir un camino “más largo”, que el que supone una forma de dirección vertical sobre una masa de “necesitados”, que llegan al movimiento por el plan, y allí reciben “la luz” de una conducción que ha predeterminado estrategias, tácticas, y las acciones cotidianas. Este camino “más largo”, parece ser, sin embargo, el único posible a recorrer si lo que se busca es la emancipación

Señalaba el educador popular uruguayo José Luis Rebellato, que “la autonomía no es un dato de la realidad, como tampoco lo es el protagonismo del sujeto y su ejercicio de la iniciativa en las decisiones. En los hechos, somos constituidos como objetos por la sociedad y por las relaciones sociales que predominan en ellas… La imposición de una lógica exterior al sujeto, lo convierte en objeto. El verdadero sujeto pasa a ser el partido o la dirección sindical. Toda decisión que no emane del propio sujeto, lo aliena.”
La posibilidad de ejercicio de la autonomía, es condición para la constitución de sujetos históricos, protagonistas de las batallas emancipatorias. Es por ello que todas las prácticas de dominación intentan cercenar esta dimensión de las organizaciones populares, intentando medrar para ello con la cultura de la desesperación, que emerge de las condiciones de sobrevivencia. “Los modelos de beneficencia -señala Rebellato- no hacen más que prolongar esta situación de objetos, sólo que legitimada bajo la afirmación de que es bueno para nosotros que sigamos siendo así, que la gente no tiene otra alternativa y posibilidad”

Es una batalla cultural de dimensiones gigantescas. Esto requiere ser más conscientes de la dimensión histórica de la subjetividad en la lucha liberadora, que abarca no sólo la creación de lazos solidarios imprescindibles para la constitución de un bloque histórico, sino también la forja de una identidad de resistencia que favorezca el reconocimiento de quienes sufren la opresión en diversas formas, no sólo las que se originan en la explotación económica, sino también las diversas maneras con que se ejerce la dominación. Es imprescindible que la batalla por la creación de una conciencia nueva sea acompañada por una apertura a nuevos sentimientos, a nuevas sensibilidades, que posibiliten superar las rigideces que la cultura de la dominación introyectó en el saber popular e incluso en las organizaciones revolucionarias.

En la búsqueda de respuestas que aporten al desarrollo de una política emancipatoria, se plantea también el debate sobre qué tipo de organizaciones estamos creando. ¿Pensamos el desafío al poder y a la hegemonía capitalista y patriarcal, desde organizaciones o movimientos que reproducen o confrontan en su misma lógica a las políticas de Estado, definiéndose desde el apoyo o la oposición a las mismas?

Si las opciones políticas se achican al punto de reducirse a apoyar a gobiernos o a oponerse, sin creación de un concepto propio de política, de poder, de proyecto, no sería extraño que se reprodujera en estas organizaciones, las lógicas del poder que se creen combatir: autoritarismo, jerarquías, hegemonismo, clientelismo, verticalismo, machismo, homofobia, hipocresía, doble moral, individualismo, marginación de la crítica, pragmatismo, cortoplacismo, sustitución del diálogo por la orden, de la consulta por la voz de mando, de la solidaridad por la competencia. Por este camino, estas organizaciones o movimientos se vuelven tan espejo del Estado, que no resulta compleja su cooptación, su integración, su manipulación; y si esto no es posible, su fragmentación y disolución.

Creo que en los movimientos populares que se están desarrollando en la Argentina, ha habido aprendizajes que permiten pensar la superación de estos límites. Se van sorteando dicotomías establecidas con rigidez entre lo social y lo político, se va imaginando la posibilidad de crear momentos de unidad en un campo fragmentado y marcado por la diversidad, se va proponiendo modelos organizativos que parten de la organización de los excluidos, pero que no se agotan en la esfera de dar respuesta a la sobrevivencia. Se generan experiencias de poder popular, limitadas en el espacio o en el tiempo, pero que permiten acumular fuerzas, capacidad de desafío, iniciativa, protagonismo, ejercicio de la autonomía.

Frente a estos aprendizajes, el poder reacciona, manipulando y comprando conciencias, y avanzando en las políticas de militarización, judicialización de la protesta, combinado con políticas de contrainsurgencia en las regiones donde se encuentran mayores desafíos, y con descargas de asistencialismo para apagar los posibles incendios. Fue aprobada por el congreso la Ley Antiterrorista, vuelve a discutirse la posibilidad de dar inmunidad a las tropas extranjeras, para garantizar la presencia de Bush en la cumbre de Mar del Plata. Se continúa con la entrega de los bienes naturales fundamentales.

En este contexto, vale la pena pensar en una agenda de debates que nos permita pensar en ejes de acción común, que articulen nuestros esfuerzos hoy fragmentados en el terreno de la resistencia, pero que nos permitan también volver a pensar juntos en las posibilidades y dificultades del camino común. En esta dirección, creo que necesitamos conocer mejor las políticas del imperialismo, las modalidades con las que se ejerce la dominación, de manera de actuar cada vez más concretamente en el terreno de la denuncia o de la obstaculización de las políticas de saqueo de nuestros bienes o de militarización del pais.

La batalla cultural imprescindible para subvertir el sentido común y crear nuevos sentidos implica una práctica pedagógica. Éste es el espacio de la educación popular, a la que seguimos considerando como una pedagogía de los oprimidos y oprimidas, como una pedagogía de la resistencia y de las emancipaciones, que concibe a la esperanza como una necesidad ontológica, y que se reconstruye cotidianamente en la invención de los nuevos mundos posibles.

Entendemos a la educación popular, como acción cultural por la libertad. Como una pedagogía del conflicto y no del “orden”, del diálogo de saberes y no del pensamiento único, de la pregunta y no de las respuestas repetidas, de lo grupal y colectivo, frente a las prácticas y teorías pedagógicas que reproducen el individualismo y la competencia, de la democracia y no del autoritarismo. Es una pedagogía de la libertad, frente a las que refuerzan la alienación. Es una pedagogía que hace del acto de enseñar y aprender, una de las tantas maneras de comprender y transformar el mundo. Es una pedagogía del placer, frente a las que escinden el deseo de la razón. Es una pedagogía de la sensibilidad, de la ternura, frente a las que enseñan la agresividad y la ley del más fuerte, como camino para la integración en el capitalismo salvaje. Es una pedagogía del ejemplo, que hace de la relación teoría-práctica una base ontológica fundamental, afirmada en la vida cotidiana y en las resistencias de los pueblos. Es en esa perspectiva, una pedagogía anticapitalista, antiimperialista, libertaria, socialista.

Fuente del articulo: http://www.nodo50.org/americalibre/educacion/korol2_110705.htm

Fuente de la imagen: https://andumarevista.files.wordpress.com/2014/10/pedagogia-emancipadora.jpg

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México: En Oaxaca se resisten a iniciar ciclo escolar, habrá bloqueos

Oaxaca / 24 de agosto de 2016 / Por: PATRICIA BRISEÑO / Fuente: http://www.excelsior.com.mx/

Restringirán el paso a vehículos de carga pesada, excepto automóviles particulares, de transporte público, de alquiles y pipas de combustible

Por segundo día consecutivo la membresía de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) mantuvo su resistencia de iniciar el ciclo escolar 2016-2017 en las escuelas de educación básica de la entidad, en cambio encabezó bloqueos carreteros durante 48 horas.

La movilización docente es para demandar la derogación de la reforma educativa, vigente en todo el país.

Los 37 sectores del magisterio oaxaqueño se propusieron restringir el paso a vehículos de carga pesada, exceptuado a los automóviles particulares, de transporte públicos, de alquiles, autobuses de pasajeros y pipas de combustible, según el acuerdo de la asamblea magisterial.

A partir de las 08:00 horas de hoy martes inició la instalación de filtros carreteros en las ocho regiones del estado.

En la región Cañada se apostaron en el crucero de Telixtlahuaca; en la Costa, en el puente de la Barra de Colotepec, en el mirador de Santiago Jamiltepec, a la entrada del municipio de Putla de Guerrero y en el crucero de San Pedro Pochutla.

En la región del Istmo de Tehuantepec se reunieron en el tramo de La Noria, en Salina Cruz, Magdalena Tequisistlán,  Canal 33 y Zanatepec, entre otros.

La membresía de región Mixteca estuvo en los tramos de la autopista 135D y carretera federal 190, que convergen en Asunción Nochixtlán.

Mientras que en la Cuenca del Papaloapan se concentraron en la caseta de peaje El Caracol, en los límites entre Oaxaca y Veracruz además de los accesos a los municipios de Acatlán, Ojitlán, María Lombardo y Valle Nacional.

En la ciudad de Oaxaca, el magisterio disidente se ubicó las rutas de acceso a la capital del estado. En el crucero Hacienda Blanca; en inmediaciones del Aeropuerto Internacional y en el monumento a Benito Juárez, en las zonas oriente, sur y poniente, respectivamente.

Otro sector docente se mantuvo afuera de la sede del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) a un costado de la carretera internacional “Cristóbal Colón”, en el municipio de Santa Lucía del Camino.

Fuente noticia: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/08/23/1112620

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Libro: Resistencias Mundiales

América del Sur/Argentina/19 de Agosto de 2016/Fuente: CLACSO

José Seoane. Emilio Taddei. [Compiladores]

Samir Amin. Atilio A. Boron. François Houtart. Ellen Meiksins Wood. Emir Sader. José Seoane. Emilio Taddei. Ana Esther Ceceña. Alexander Cockburn. Jeffrey St. Clair. Walden Bello. Diane Matte. Lorraine Guay. Manuel Monereo. [Autores de Capítulo]

Secretaría Ejecutiva. Colección OSAL.
ISBN 950-9231-60-6
CLACSO.
Buenos Aires.
Marzo de 2001

La literatura política contemporánea ha recurrido con frecuencia, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, al empleo del término « primavera » para referirse a hechos político-sociales contestatarios del orden existente, portadores de nuevas ilusiones e ideales societales. Estas « primaveras » suelen caracterizarse por un alto grado de espontaneidad y solidaridad social, por su originalidad política y por una radical práctica democrática. El uso metafórico del término refiere, en el campo político-social, a la voluntad de cambio y transformación, de gestación de un nuevo orden solidario que emerge para sobreponerse a un presente aciago y cargado de injusticias para las mayorías populares. Sin duda estos ideales y voluntades de cambio fueron los que posiblitaron que más de 15.000 personas de diferentes países del mundo se movilizaran para participar durante cinco días en el primer Foro Social Mundial (FSM) realizado en la ciudad de Porto Alegre, Brasil, entre el 25 y el 30 de enero de 2001. La «primavera» de Porto Alegre se inscribe en un largo, y no tan largo, proceso de experiencias de convergencia internacional que tuvo quizás su jornada más difundida en Seattle en noviembre de 1999, pero que reconoce también una rica historia anterior. Este libro reúne un conjunto de artículos que presentan y analizan las evoluciones y manifestaciones más recientes del movimiento anti-mundialización neoliberal, así como las etapas y características más importantes de la mundialización capitalista. En este sentido los autores abordan la validez analítica de la categoría de imperialismo, la estructura de poder mundial y el papel desempeñado por los organismos financieros internacionales, la características de la relación capital-trabajo en el mundo contemporáneo y el rol de los Estados Nacionales en el proceso de mundialización, entre otras cuestiones. La experiencia del zapatismo, la protesta de Seattle, los sucesos de Praga y el conjunto de manifestaciones ocurridas durante el año 2000, la Marcha Mundial de las Mujeres y el primer Foro Social Mundial de Porto Alegre son también analizados desde ópticas que reflejan la diversidad de puntos de vista que confluyen en esta experiencia.

Fuente: http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=261&pageNum_rs_libros=96&totalRows_rs_libros=1099

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Las Mujeres contra el libre comercio. Una historia de resistencia y lucha

 

Autora: Red Latinoamericana de Mujeres transformando la Economía (REMTE). Sao Paulo (2015). Organización: Nalu Faria y Renata Moreno. Traducción: Rosa Guillen

Sinopsis: Presentación Hace diez años, la derrota del ALCA, en Mar del Plata, fue resultado de muchas acciones, articulaciones y luchas en diferentes esferas. Lanzar una nueva mirada sobre esa victoria de los pueblos del continente nos lleva a pensar sobre una larga trayectoria de construcción, de relaciones, reflexiones, movilización, aprendizajes y alianzas. La Campaña Continental contra el ALCA nos permitió una experiencia colectiva de resistencia y lucha, y pudimos vivir un fuerte e intenso proceso de fortalecimiento como sujetos políticos de transformación. Esa alianza se viabilizó entorno de un posicionamento político fuerte y fue construida involucrando toda la región de las Américas y un espectro muy amplio de organizaciones y movimientos sociales. En el inicio de esse proceso, el movimiento feminista estaba fragilizado y con diferentes posiciones. En el campo de organizaciones que conformaron la REMTE (Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía) compartíamos una evaluación de que la agenda feminista hegemonizada por la visión institucionalizada, sobretodo pautada por los procesos de las Naciones Unidas, no era capaz de enfrentar los desafíos del neoliberalismo, ni teorica ni politicamente. La fragmentacion de la agenda feminista en esos marcos organizava propuestas y acciones fragmentadas, en temas como salud y violencia, pero sin un cuestionamento general de las políticas de globalización neoliberal y Estado mínimo. La REMTE inició su actuación el 1997 y tuvo un rol importante en replantear vários debates en el feminismo, subrayando la centralidad del tema del trabajo y construyendo una acción orientada por un cuestionamento global al sistema capitalista y patriarcal. La actuación en la campaña contra el ALCA propició 6 para la REMTE avanzar en el analisis, la capacidad de organización, la construcción de alianzas con otras mujeres en movimiento, como la Marcha Mundial de las Mujeres y las mujeres de la CLOC/Vía Campesina, entre otras organizaciones y movimientos. Ese proceso nos desafió en la elaboración de una reflexión en el campo de la economía conectada al cuerpo, a la subjetividad, al conjunto de las relaciones y desde ahí planteamos el debate vinculado a las mujeres en el centro de la disputa que era acerca del modelo económico. Esa actuación se ancoró en un análisis de que el predominio del mercado sobre la vida en el neoliberalismo reforzó las desigualdades de género, revelando al mismo tiempo la centralidad de las relaciones de género para el sostenimiento de ese modelo. Fue esencial replantear un discurso de crítica global al capitalismo y al patriarcado y también a la forma en que estos se refuerzan y se alimentan mutuamente. Nosotras, desde ese campo crítico del feminismo y activas en ese proceso, planteamos que para que las alternativas realmente generaran igualdad debían tener como eje estructural la cuestión de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, con una perspectiva de igualdad entre mujeres y hombres, y por tanto, manejarse desde su carácter antipatriarcal, antirracista, anticapitalista y en armonía con la naturaleza…

Fuente: http://www.rebelion.org/docs/211590.pdf

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