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Neurocientífico asegura que todo el mundo puede ser un prodigio

Por: El Comercio

Idriss Aberkane, investigador francés, afirma que «ante todo, un prodigio es alguien que hace lo que le gusta, hace algo en lo que es bueno, que el mundo necesita y para lo que puede ser pagado».

Todo el mundo puede ser un prodigio, pero no utilizamos bien el cerebro, señala el neurocientífico Idriss Aberkane, quien, para lograrlo, defiende un cambio radical del sistema educativo y que «la pasión y el amor» vuelvan a las aulas.

«Soy de los que piensa que todos podríamos ser prodigios; el problema no radica en nuestras capacidades, sino en la definición del término prodigio que, en el fondo, es muy pueril», señala Aberkane en su nuevo libro, «Libera tu cerebro» (editorial Planeta).

Y es que, lamenta Aberkane, la sociedad ha creado un modelo de aprendizaje que únicamente se basa en los resultados académicos obtenidos, no en el desarrollo de las habilidades mentales.

Por eso, hay que distinguir entre «la vida puntuada», basada en el aprendizaje tradicional, y la «vida real», donde hay que utilizar otras habilidades además de los conocimientos académicos y donde es vital expresarse libremente, ser autónomo o trabajar en grupo.

Este experto parisino, que antes de los 30 años ya contaba con tres doctorados, uno de ellos en neurociencia, afirma que durante mucho tiempo se sostuvo que uno era prodigio de nacimiento.

«Ahora nos damos cuenta de que, ante todo, un prodigio es alguien que hace lo que le gusta, hace algo en lo que es bueno, que el mundo necesita y para lo que puede ser pagado», explica a Efe Aberkane, quien añade que la genética juega un papel, pero «para nada es determinante; es mentira decir que la genética lo determina».

Este neurocientífico apunta que el mundo sería mejor con más prodigios y advierte de que todas las revoluciones en la historia de la Humanidad pasan por tres etapas: primero se considera ridículo, luego peligroso y después evidente, como con el voto femenino.

¿Entonces cómo se aprende a ser un prodigio? Aberkane resume que la curiosidad y la práctica son las claves en una educación que debe fomentar la «neuroergonomía» o el arte de utilizar bien el cerebro, y esto -asegura- está lejos de premiar la mera memorización.

A su juicio, los juegos y videojuegos sirven para captar y canalizar esa necesaria atención, la cual «hay que seducir».

No se trata de «embuchar» conocimiento, sino de una educación dinámica, pero para lograrlo el profesor no puede verse solo.

En este sentido, Aberkane, embajador del campus digital de sistemas complejos de la Unesco, defiende que el profesorado tiene que saber formar una red, a través de la cual pueda aprender nuevas prácticas pedagógicas para movilizar la inteligencia colectiva.

Para movilizarla hacen falta dos cosas, el derecho a equivocarse y despolitizar la educación.

En cuanto a la investigación del cerebro, este experto dice que no se puede determinar el porcentaje del cerebro que conocemos: «sabemos cosas, pero nuestra ignorancia sobre este órgano es gigantesca; no sabemos para qué sirve el sueño, por ejemplo».

«Tenemos elementos pero ningún neurocientífico puede decir exactamente para qué sirve, lo que prueba hasta qué punto ignoramos muchas cosas», relata Aberkane, quien para combatir la pseudociencia reivindica la divulgación: «Hay que hacer ‘marketing’ de la ciencia».

El conocimiento mundial, subraya, se duplica cada siete años, por lo que «la bañera del conocimiento» se rellena más rápido de lo que se vacía, así que hay que encontrar nuevos métodos para transmitirlo.

Para esto el mejor posicionado es EEUU, que «ha logrado hacer a los ‘geeks’ (fanáticos de la tecnología) sexis; ha conseguido que un ingeniero con su camisa y bolígrafos lo sea y salga en las películas».

La divulgación no está reñida con el rigor científico, asegura Aberkane, quien concluye que el «marketing» científico bien hecho sirve para estimular el deseo, en este caso, por aprender.

Fuente: https://elcomercio.pe/tecnologia/ciencias/neurocientifico-asegura-mundo-prodigio-438976

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Paraguay: Riera busca en Taiwán modelos para mejorar educación paraguaya

América del Sur/Paraguay/01 Julio 2017/Fuente: La Nación

El titular del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), Enrique Riera, viajó a la República China – Taiwán, y mantuvo importantes encuentros con las autoridades educativas del citado país.

Esta actividad se desarrolla dentro del marco de una Misión Oficial a países asiáticos.

El ministo Riera se reunió con Leehter Yao Ph.D, viceministro de Educación. Además, con Pau-Cho-Chung, del departamento de Información y Tecnología Educativa, y responsables de la empresa informática internacional ASUS.

Fueron abordados temas como: cooperación bilateral,  tecnología en aula, con una probable cooperación tecnológica, alimentación escolar saludable. Además, intercambios de docentes, como también de alumnos que practican fútbol de salón.

REUNIÓN CON BECARIOS PARAGUAYOS

Riera además visitó la escuela primaria Qingjiang. En el lugar, mantuvo reunión con las autoridades de la institución, equipo técnico y pedagógico, para interiorizarse del sistema educativo.

Igualmente, el ministro de Educación visitó la institución Yong Ho Junior Hight School.

La presencia de la comitiva paraguaya fue también aprovechada para reunirse con los estudiantes paraguayos que se encuentran estudiando en Taiwán.

Los compatriotas destacaron el encuentro con Riera y también el compromiso que al volver a Paraguay se apliquen los conocimientos adquiridos e implementen los mecanismos para ello.

Del encuentro también participó el embajador paraguayo Marcial Bobadilla.

VISITA A LA BIBLIOTECA BEITOU

Finalmente, Riera llegó hasta la biblioteca de Beitou, primer edificio de Taiwán en recibir la certificación de «Edificio Verde».

Posee techo cubierto de paneles solares, que pueden almacenar hasta 16 KW de potencia. Su diseño vertical ahorra energía al reducir la cantidad de rayos que causan calor que pueden entrar en las salas.

Además, el agua de lluvia recogida por el sistema de drenaje del techo inclinado se utiliza para regar las plantas de la biblioteca y limpiar los baños.

También se utilizó pintura ecológica para reducir la cantidad de toxinas liberadas en el medio ambiente.

Fuente: http://www.lanacion.com.py/pais/2017/06/29/riera-busca-en-taiwan-modelos-para-mejorar-educacion-paraguaya/

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¿Qué es una ‘escuela abierta a la comunidad’?

Por: Rosa Maria Torres

Afirmo aquí que
una ‘escuela abierta a la comunidad’ no es solo una ‘comunidad que entra a la escuela’ sino también una ‘escuela que sale a la comunidad’.

Con ‘escuela abierta a la comunidad’ suele entenderse, literalmente, la escuela que abre sus puertas a la comunidad local. La escuela que retira o reduce muros, permitiendo que el barrio o la comunidad use sus instalaciones y equipamientos y, en versiones más avanzadas, adquiera voz y participe en decisiones y actividades de la escuela, incluyendo en algunos casos las actividades de enseñanza.

La escuela amurallada, con rejas y candados reales y mentales hacia el mundo exterior, va cediendo paso a una escuela más cercana y amistosa con el medio social y natural. ‘Abrir la escuela a la comunidad’ es hoy consigna en todo el mundo, no solo desde lo administrativo, lo curricular y lo pedagógico sino también desde lo arquitectónico. La moderna arquitectura escolar busca una relación más fluida – visual y física – entre el adentro y el afuera de la escuela, y asume el encuentro escuela-comunidad como un elemento central en el diseño de los espacios.

Ejemplos de esta apertura abundan hoy en día. Un ejemplo clásico es el de la Pedagogía Salesiana con su modelo educativo integrador en el que las familias y la comunidad local se apropian de patios y otras instalaciones para organizar competencias deportivas, fiestas, y todo tipo de celebraciones. Un ejemplo muy interesante e inspirador fue el del Community-School Programme que visité en los 1990s en la isla de Granada, en el Caribe: la comunidad local invitada a hacerse cargo de la escuela los días viernes, a fin de que los profesores pudieran asistir ese día al programa nacional de formación docente, el NISTEP. Una experiencia más reciente, y masiva, se dio en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez, con la instauración de las Misiones Bolivarianas; los colegios se abrieron a la comunidad para acoger a miles de jóvenes y adultos interesados en aprender por las tardes y noches.

Pero hay otra comprensión de ‘escuela abierta a la comunidad’ que poco se menciona e incluso contempla: la escuela que sale a la comunidad, que amplía su mirada y su territorio para construir comunidad de aprendizaje más allá de las aulas. No hablamos de escolarizar el territorio sino, más bien, de asegurar contexto y sustento comunitario a la cultura y a la práctica escolares.

Históricamente, la cultura escolar ha desarrollado grandes barreras a la posibilidad y a la propia noción de ‘aprender fuera de la escuela’. Toda clase de argumentos y normas intervienen para bloquear el contacto con el mundo real dentro del calendaro y la jornada escolares. Directivos y profesores interesados en estas exploraciones enfrentan innumerables dificultades y trámites.

No obstante, los ejemplos son aquí también cada vez más numerosos. Escuelas que salen a la comunidad para recorrerla y conocerla mejor, para hacer investigación, para compartir aprendizajes, experiencias, celebraciones y actos culturales. Expediciones y recorridos, dibujos y mapeos, picnics de lectura, safaris fotográficos, narraciones y conciertos al aire libre, exposiciones y ferias, visitas a bibliotecas y a lugares históricos, grabaciones, entrevistas a personajes, trabajo en huertos, siembra de árboles, confección de afiches y pancartas, participación en campañas …

Un ejemplo muy interesante de este ‘salir de la escuela a la comunidad’ lo tenemos en la misma experiencia de Granada comentada arriba: los días viernes, los miembros de la comunidad a cargo de la escuela empezaron a desarrollar junto con los alumnos visitas organizadas a plazas, parques, fábricas, mercados, etc. Una experiencia galardonada es la de Sementinha, en Brasil: un jardín de infantes itinerante que funciona sin infraestructura de ninguna clase, convirtiendo al barrio en el espacio de aprendizaje. Está asimismo la Biblioteca de Bella Vista en Córdoba, Argentina, ofreciendo a las escuelas del barrio la oportunidad de un huerto comunitario en el que todas ellas pueden hacer sus aprendizajes y prácticas. Y, en el Ecuador, la escuela indígena Inka Samana que desarrolló su propio currículo y pedagogía interculturales, que incluían tanto salir al mundo exterior como incorporarlo a la vida de la escuela, invitando a las familias a ser parte integral de sus actividades.

Están, por supuesto, las universidades abiertas a la comunidad, comprometidas con la investigación de las problemáticas locales y con la formación de cuadros capaces de asumir el desarrollo y la transformación de sus propias comunidades; y están las que alimentan el contacto con el sistema educativo local y se ocupan de formar a docentes, de orientar a estudiantes, de investigar y dar seguimiento a las problemáticas educativas de la localidad.
La ‘escuela abierta a la comunidad’ – tanto si se trata de una escuela de educación primaria como si se trata de una institución de educación superior – se queda corta y cumple su papel a medias si el acercamiento se da en una sola vía, desde la comunidad hacia el sistema educativo. La verdadera apertura se juega en el movimiento de doble vía: la comunidad que entra a la escuela y la escuela que sale a la comunidad.
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Africa: Ethiopia Was Colonised

África /Etiopia/Junio del 2017/Noticias/http://allafrica.com

We kept the imperialists at bay, but it wasn’t enough.

Like many African countries that were colonised by the British, Ethiopia’s educational system strongly privileges the English language. I learnt this first hand going through school in the capital Addis Ababa.

Along with my classmates across the vast country, I was taught in my local language from Grades 1 to 6 (ages 6 to 12). But after that, the language of instruction switched. History, maths, sciences and the rest were now taught in English, while Ethiopia’s official language Amharic became its own separate subject.

Growing up in Ethiopia, fluency in English was considered a mark of progress and elite status. At my school, we were not only encouraged to improve our proficiency, but made to feel our future depended on it. When I was in grade 4, one of my tasks as a class monitor was to note down names of classmates I heard speaking Amharic during English lessons or lunchtime. Our teacher would enforce a 5-cent penalty for every Amharic word that slipped through our lips during lessons.

At the same time, we were proudly educated in Western history and literature. I learnt to take pleasure in reading books in English. I listened to American songs. And I looked to emulate the lives of the people I saw in Hollywood films.

At primary and secondary school, we were taught about Ethiopian history too. But many aspects of the country – from its philosophy to its architecture to its unique methods of mathematics and time-keeping – were neglected. I left school feeling I lacked a coherent understanding of my country’s history. And today, like most of my classmates, I would struggle to write even a short essay in Amharic.

My experience no doubts resonates with many people across Africa, where colonialism elevated European languages and history in the education system while devaluing local languages, methods of instruction, and histories. This is what has spurred vigorous movements across the continent today calling for the academy to be decolonised.

The strange thing though is that Ethiopia was never colonised in the first place.

Native colonialism

So how did the country’s school system come to be the way it is? According to Yirga Gelaw Woldeyes’ brilliant new book, Native Colonialism: Education and the Economy of Violence Against Traditions in Ethiopia, the answer is that Ethiopia was «self-colonised» and that education played a big part.

In the academic’s extensive study, he sets out to show «how and at what cost western knowledge became hegemonic in Ethiopia». He suggests that the 1868 British expedition to Abyssinia, which resulted in the British looting massive national treasures and intellectual resources that Emperor Tewodros II had accumulated over time, was a turning point in Ethiopians’ perception of power. Although the Emperor’s defeat in Magdala did not result in the country’s colonisation, it brought about a new, outward-looking consciousness. «This reaction to the European gaze created the desire to acquire European weapons in order to defend the country from Europe,» writes Woldeyes.

Successive rulers maintained a contradictory relationship with Europe – between friendship and enmity – until Emperor Haile Selassie, who ruled up to 1974, initiated a period of radical westernisation post-WW2. In that process, Woldeyes explains, Haile Selassie entrusted certain elites to establish Ethiopia’s modern education system. This group was educated in Western languages and teachings. They embraced European epistemology as a singular, objective basis of knowledge, seeing it as synonymous with «modernity» and naturally superior to the local.

These elites, who Woldeyes refers to as «native colonisers», introduced a system of education into Ethiopia that mimicked Western educational institutions. Contributions from traditional Ethiopian educators such as elders, religious leaders, and customary experts were squeezed out.

The result is that Ethiopia’s schools came to lack a meaningful connection with the culture and traditions of the communities in which they are located. Instead, they prepare students in the skill of imitation using copied curricula and foreign languages. Schooling today, argues Woldeyes, is as much a process of unlearning local tradition as it is about learning the art of foreign imitation.

This disconnect at the heart of Ethiopian teaching has many negative ramifications. An education that doesn’t speak to students’ lived experience limits their capacity to create, innovate, and deliver solutions to problems in their surrounding world. It leads young Ethiopians to feel alienated from their own culture, lowers self-esteem, and leads to a disoriented sense of identity.

Moreover, without a comprehensive understanding of their country’s history and politics, graduates lack the knowledge and skills to confront the nation’s ongoing problems.

Text kills, meaning heals

In Native Colonialism, Woldeyes does not stop at diagnosing the problem. He goes on to propose remedies – namely that the education system be reconstituted on the foundations of Ethiopia’s «rich legacy of traditional philosophy and wisdom».

He argues that: «before the rise of western knowledge as the source of scientific truth, one’s political and social status in Ethiopia was justified on the basis of traditional beliefs and practices». In the tradition of the Ethiopian Orthodox Tewahido Church, he says, education was not a means to an end, but part of «an endless journey» of knowledge-seeking. This quest was grounded in the two core values of wisdom and humility.

Woldeyes argues that we need to put these core values back at the centre of the country’s education, which should reflect indigenous beliefs, knowledges and philosophies. This does not mean foreign ideas should be rejected. Students should be exposed to a variety of teachings. But they should, he says, be disseminated through an Ethiopian frame of reference.

Woldeyes argues that this approach was the norm in Ethiopian education for centuries. Through trade and diplomatic relations, scholarship from as far as Asia and Europe has been making its way to Ethiopia for hundreds of years. But traditionally, scholars did not simply translate these works into local languages.

Instead, they used an Ethiopian interpretative paradigm called Tirguamme «to evaluate the relevance and significance of knowledge». Woldeyes defines this as «a process that searches for meaning by focusing on the multiplicity, intention, irony and beauty of a given text». This unique process of inquiry is based on a traditional principle that literally translates as «text kills, but meaning heals». It is apparent in different Ethiopian cultural practices such as the multi-layered poetic practice of «wax and gold», allegorical puzzle games, the art of judicial debating, and storytelling.

Woldeyes’s methodology offers a potential framework for reforming the current education system in Ethiopia. It envisions a system of education centred on local priorities and ways of being, whilst also incorporating ideas from around the world.

Decolonising the academy

Woldeyes’s ground-breaking analysis demonstrates that despite the fact that no colonial power managed to conquer Ethiopia, the country did not escape being colonised in other ways.

Moreover, his study shows that decolonising education across Africa will require an investigation of how indigenous epistemologies were violently discarded. It will also entail a critical study of the modes of scholarship previously side-lined as «traditional».

Woldeyes’s research suggests that the decolonization movement cannot be confined to the four walls of elite educational institutions. It must reach out beyond to members of society that were previously closed out, such as traditional leaders, elders, and others.

Emperor Tewodros believed that Ethiopia needed European weapons to defend the country from Europe. Today, we may need native epistemologies to take back the country from native colonisation.

Fuente: http://allafrica.com/stories/201706210608.html

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/mlmCdqbuYeD-mBExDY3ugEekwAvDyre4RdCToHO9HaZIYoQBD4VTnwt1bDMqncTnScGbeQ=s139

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Un problema de matemáticas y algo más

Por: Jaume Martínez Bonafé

Podemos sacar un 10 en da igual la materia, para acabar haciéndonos mayores y permanecer insensibles y analfabetos ante lo que realmente entorpece una vida plena y una vida digna, hoy el despilfarro de agua, esta noche el programa sexista en la tele.

La maestra sale muy enfadada de la última reunión de claustro. Ha sido imposible convencer al resto del profesorado del centro de la barbaridad ecológica -y no solo ecológica- que se ha planificado para el día final de curso. “Siempre lo hemos hecho así”, se argumentaba. “Los niños se lo pasan bien”, decían. “Es sólo un día, y es el último día”, se utilizaba como pretexto. Al parecer el asunto consistía en que esa mañana se dejaba la manguera del agua abierta permanentemente y los niños y niñas jugaban a tirarse agua y mojarse, entre carreras y risas. Ciertamente, una actividad divertida. Aunque para más irritación de la maestra ese día también se permitían las pistolitas de agua.

Claro que esta actividad entraba en contradicción con los proyectos de trabajo desarrollados a lo largo del curso, en los que la maestra ha intentado mostrar un mapa de conceptos, procedimientos y actitudes que enriquecieran la posibilidad de una vida sostenible, equilibrada y respetuosa con los finitos y ya muy maltratados recursos naturales, cultivando además relaciones pacíficas y prácticas no violentas. La maestra, además, trabaja en una escuela de un pueblecito del País Valenciano en el que según los viejos del lugar cada día se avanza un poco más del predesierto al desierto total.

Ante este desolador panorama educativo a la maestra se le ocurre un último problema de matemáticas, antes de cerrar el curso. Acude con los niños y las niñas al patio y se colocan alrededor del grifo, con la manguera y provistos de una garrafa de 5 litros y un cronómetro. Colocan la manguera en la boca de la garrafa y propone que un niño abra el grifo al tiempo que una niña mide con el cronómetro los segundos que tarda en llenarse. La pregunta es matemáticamente sencilla: ¿Cuánto litros de agua desperdiciaremos si dejamos la manguera abierta entre las 10 y las 13 horas de la mañana? El resultado es objetivo, y aquí se acaban las matemáticas. La valoración del resultado es otra cosa.

¿Qué está pensando el director cuando a través de la ventana ve a la maestra con los niños, las calculadoras, la manguera, la garrafa, los rostros de sorpresa, las expresiones que no llega a escuchar con nitidez? ¿Qué piensan cada niño y cada niña? ¿Y el resto de los colegas del claustro, al ver a “la rara” hacer matemáticas al lado de un grifo? ¿Cómo habrá sido la conversación durante la cena en cada casa, ante el relato de la niña? ¿Quién paga el recibo del agua? ¿Valorará el Alcalde tomar cartas en el asunto según el coste electoral que conlleva? Etc., etc.

Esto podría quedar en simple anécdota si no fuera porque es demasiado habitual la irritante contradicción entre lo que educa y lo que maleduca. Entre lo que se trabaja en un aula y lo que los niños encontrarán en la calle, en la televisión, en el escaparate del centro comercial, en los comportamientos cotidianos de las personas adultas. Seguramente el grifo, la manguera de aquella escuela ya no eran, en la mentalidad de su profesorado “el curriculum”. Y ese es quizás el problema: creer que uno o una entra en el aula con su libro de texto bajo el brazo y enseña lo que toca, lo que le mandan, lo prescrito. El complejo y contradictorio mundo alrededor de la página 37 del libro Naturales no es más que “ruido” al que si se le hace caso entorpece el aprendizaje. Y así nos va: podemos sacar un 10 en… da igual la materia, para acabar haciéndonos mayores y permanecer insensibles y analfabetos ante lo que realmente entorpece una vida plena y una vida digna, hoy el despilfarro de agua, esta noche el programa sexista en la tele, mañana la mentira del periodista, la ausencia de ética del gobernante…

Albergo la tímida esperanza de que cada día sean más las maestras que, claro que sí, acaban enfadándose y nos sitúan ante problemas de matemáticas de verdad.

 

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/06/29/un-problema-de-matematicas-y-algo-mas/

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Los normalistas, la educación pública y México

Por: Francisco Lemus

Una de las muy escasas oportunidades para salir de la marginación la representan las escuelas Normales rurales, que para muchas familias campesinas son la posibilidad de que sus hijos puedan aspirar a una vida mejor. Primero despojados de oportunidades en la marginación del campo, ahora en las aulas de clase gracias a las contrarreformas neoliberales. La historia de las Normales rurales en México ha estado marcada por la lucha social, desde su nacimiento, con el proyecto de educación socialista, hasta el auge de las acciones guerrilleras en la década de los 70. Esto las convierte en una amenaza viviente para el Estado que preferiría que los Normalistas se integraran a la apatía que caracteriza en este momento a la mayor parte de los estudiantes.

Pero aún en los momentos en que los estudiantes han buscado hacerse escuchar hay algo que distingue a los normalistas. El ejemplo más notable es el del movimiento #YoSoy132, al que bastó una acción represiva por parte del gobierno federal el 1º de diciembre de 2012 para desmovilizarlo y sumarlo a las luchas del pasado.

Una historia de lucha no se puede subestimar tan fácilmente, y a pesar de sus errores tácticos y estratégicos, hay que reconocer que los normalistas han tenido el temple de salir una y otra vez después de las acciones represivas del Estado, ya sea mediante el gobierno federal, estatal y a veces hasta municipal.

El gobierno federal sabe que tiene en ellos y en los profesores sindicalizados a sus adversarios más fuertes en su plan de llevar a cabo una contrarreforma que le ponga fin de una vez por todas a la idea de educación pública que México ha tenido hasta ahora, para entonces poder seguir con otros contrincantes menores en número y en organización: los estudiantes y profesores universitarios.

La educación pública y gratuita tenía un fin en la era del modelo de sustitución de importaciones, generar mano de obra capacitada para inversionistas nacionales o extranjeros, ahora que es más negocio vender servicios, se ha decretado que la educación, aún esa que genera obreros, debe ser un bien de mercado, y quien “se esfuerce” debe ser quien acceda a ella.

El normalista asume, hoy más que nunca, que para poder sobrevivir tendrá que enfrentarse al Estado para el que es un estorbo. No sólo reconoce que es el heredero de una lucha de casi 100 años, también reconoce que para el Estado sus padres y abuelos fueron instrumentos y ahora son estorbos, que si no luchan van a desaparecer no sólo figurativamente, también físicamente.

El problema es que el resto de la sociedad se niega a aceptar que si los normalistas desaparecen, y con ellos el modelo de educación pública, las repercusiones en el aumento del costo de la vida y los retrocesos en la vida democrática del país no se harán esperar, afectando a los sectores más precarios que, vale aclarar, son ya más del 60 por ciento de los mexicanos.
La retirada del Estado mexicano de sus obligaciones sociales sólo puede dar pie a pensar que prefiere tener un país cada vez más desfragmentado, con altos índices de pobreza y delincuencia, que empezar a reconstruir condiciones para un verdadero desarrollo nacional.

Fuente noticia: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228543

Fuente imagen: http://amqueretaro.com/wp-content/uploads/2013/07/educación.jp

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Más de 30 millones de personas en rezago educativo en México

México/29 hunio 2917/Fuente: PSN en línea

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), México tiene 30.8 millones de mexicanos en condición de rezago educativo.

 De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), México tiene 30.8 millones de mexicanos en condición de rezago educativo. Una persona se encuentra en tal situación si tiene al menos 15 años de edad y no cuenta con la educación secundaria completa.

De los 89.7 millones de mexicanos de 15 años en adelante, el 34.4% se encuentran en rezago, indicó la Encuesta Nacional de Hogares 2016. Chipas, Oaxaca y Michoacán, son los estados con los niveles más altos de este aplazamiento, con 52%, 51% y 47%, respectivamente.

Mientras que, las entidades con los registros menores son la Ciudad de México con 21%, Nuevo León con 23% y Sonora con 25%.

El año pasado, el secretario de Educación, Aurelio Nuño, aseguró que el gobierno sacaría a seis millones de mexicanos del rezago al finalizar el sexenio peñista.

“Al final de este gobierno se van a estar sacando a más de seis millones de personas del rezago educativo, esto va a ser un récord y el esfuerzo más grande que ha hecho un gobierno”.

Fuente: http://psn.si/millones-personas-rezago-educativo/2017/06/

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