Las habilidades prácticas no se adquieren por la enseñanza de un discurso expositivo o por el aprendizaje de reglas. En palabras de Aristóteles, (Ética a Nicómaco, 1151a) los principios de la virtud no se adquieren por razonamiento, sino por hábito.
Si cualquiera de nosotros contratara a un profesor de matemáticas para enseñar a una niña las operaciones básicas, al finalizar el proceso de enseñanza-aprendizaje la chica debería saber sumar y restar, salvo que existiera alguna variable que entorpeciera el aprendizaje.
Del mismo modo, si contratáramos a un profesor de ortografía para nuestro hijo pequeño, no es problemático afirmar que al finalizar la instrucción nuestro hijo debería poder escribir oraciones correctas, salvo que hubiera un factor que obstaculizara el desenvolvimiento normal del proceso.
Imaginemos ahora que aspiramos a tener hijos honestos que no incurran en el acto de mentir. ¿Podemos contratar a un profesor para enseñarles un curso sobre la verdad con la convicción de que luego del mismo nuestros hijos no mentirán? O, ¿podemos contratar a un profesor para que enseñe a nuestros hijos a no robar?
Creo que coincidimos que en los dos últimos casos, la respuesta es negativa, o por lo menos, problemática. Situaciones como esta llevaron a Platón a escribir una obra, El Menón, donde cuestionaba que la virtud fuera enseñable.
En mis dos primeros ejemplos el proceso de enseñanza-aprendizaje se basa en la adquisición de unas destrezas comunicables y transmisibles mediante un sistema de reglas.
En los dos últimos casos el proceso es de naturaleza ética, por consiguiente, práctica. Las habilidades prácticas no se adquieren por la enseñanza de un discurso expositivo o por el aprendizaje de reglas. En palabras de Aristóteles, (Ética a Nicómaco, 1151a) los principios de la virtud no se adquieren por razonamiento, sino por hábito.
Por tanto, podemos lograr que un ciudadano aprenda de memoria las normas de un manual de conducir, pero no es sensato pensar que por aprenderlas conducirá un vehículo de modo correcto, respetará las reglas de tránsito, o será prudente en la carretera. Sus habilidades y modo de manejar dependerán de la exposición continua a manejar un auto, de los criterios y valores que ha adquirido para conducirlo a través de los años; y también, de la existencia de un régimen de consecuencias.
Ahora les pido que hagan la analogía con la situación de nuestros funcionarios estatales. ¿Creen ustedes que para la honestidad pública de los mismos es relevante tomar un curso de ética para servidores públicos y aprender las normas de un código?
Si quien ocupe la Secretaría de Educación Pública no puede o no ve la necesidad de aprovechar el momento para dar un golpe de timón –como ocurrió con Cárdenas en la década de los 30– la reforma educativa de la 4T se quedará en lo que han marcado estos dos años: la aplicación de un proyecto educativo de neoliberalismo fino, de alianzas con cúpulas empresariales e institucionales y algunas concesiones elementales para el resto.
Se habrán podado las expresiones más brutales de la reforma de Peña Nieto, pero con piezas como la aún pendiente Ley General de Educación Superior (LGES), se hará a un lado a las comunidades, maestros y estudiantes y se favorecerá aún más a las cúpulas privadas y burocracias autoritarias-institucionales.
Hasta en el caso del derecho a la educación, porque éste se proclama, pero luego se le rodea de restricciones que dificultan y hasta niegan su ejercicio. Esa ley mantiene el requisito de un examen de selección, que con su sólo planteamiento, contradice lo básico de un derecho universal: que sea para todos. Un muestreo reciente reveló hasta dónde han avanzado las restricciones. Hay instituciones que aplican hasta cuatro exámenes (diagnóstico, sicométrico, admisión e inglés), además de un cuestionario socioeconómico.
Más recatadas instituciones públicas hablan de aplicar una batería de exámenes y otras que combinan el resultado del examen con el promedio de bachillerato. mismo que también es un requisito. Violentando la normatividad oficial, es común que se prohíba que solicite admisión quien tenga un promedio de bachillerato de 6.5, 6.9 o incluso de 8.5. Además, en algún caso, el promedio que se exige no es fijo, depende de la Media Global del subsistema de Bachillerato en que se graduó.
En otro caso de plantel público, además de pasar por una entrevista, el aspirante debe comprobar que en el bachillerato tuvo al menos 90 por ciento de asistencias y que jamás presentó un examen extraordinario. Y las becas se entregan sólo a quienes lleguen con 9 de promedio.
Por otro lado, el hecho de que las instituciones puedan discrecionalmente establecer requisitos, abre la puerta a que se establezca un perfil deseable del aspirante en lo ideológico o político. De hecho, en la muestra apareció al menos una institución privada de renombre que verificaba que el aspirante tuviera una concepción de su papel en la sociedad (de inspiración religiosa) coincidente con el institucional.
En otra, aparecían continuas referencias a los valores empresariales y se establecían limitaciones para el uso de las redes sociales. Se piden también cartas de recomendación y no necesariamente circunscritas al desempeño académico del estudiante.
Hay instituciones directamente ligadas a grupos empresariales que, como parte de su proceso de diversificación corporativa, incluyen una universidad de acceso restringido. Este punto se vuelve todavía más importante si se conecta con otro aspecto que salió a la luz en privadas: que en algunas los requisitos no son públicos. Se debe solicitar una cita donde, evidentemente y más allá de los aspectos vocacionales o de trayectoria escolar, el entrevistador puede indagar sobre aspectos como los arriba señalados o temas relacionados con sexualidad y antecedentes político-familiares.
El panorama para el derecho a la educación se complica aún más porque la discrecionalidad en el ingreso incluye los montos a cobrar (las colegiaturas, incluso en las públicas pueden ser de varios miles de pesos mensuales). El costo del proceso de admisión en una institución pública puede llegar a ser hasta 30 por ciento más alto que en una de las más renombradas y costosas instituciones.
Y, además, en privadas y públicas aparece una gran variedad de cobros: credencialización, bono deportivo, expediente médico, aportación al fondo de becas, matrícula. Frente a esta tupida maleza, las y los jóvenes en realidad sólo tendrán derecho a intentar ejercer el derecho a la educación. Y todo esto tiene que ver con la SEP, pues la actual ha impulsado denodadamente que se mantenga la redacción que pide que, además del certificado de bachillerato, quien aspira cumpla con los requisitos que establezcan las instituciones de educación superior (artículo 4). Requisitos como los arriba descritos y los que vengan, sin límite o acotamiento alguno. ¿Asumirá la nueva SEP este lineamiento o se deslindará de su antecesor y se pronunciará de palabra y en los hechos en favor de las y los jóvenes quienes durante más de un siglo han visto negado o severamente condicionado su derecho a la educación superior? ¿Se seguirá privilegiando (LGES, artículo 52) la co-conducción con los privados a expensas de la subordi-nación y exclusión de maestros y estudiantes? Y no es un dilema sólo personal de quien ocupe el puesto, es de fondo, el dilema de todo el proyecto educativo. Y el silencio también habla.
Hay una serie de clichés que la gente repite sin cesar sin preguntarse en profundidad lo que está diciendo. Uno de ellos es que hay que preservar la cultura (y las lenguas, por extensión).
El otro: que los grandes problemas del mundo se solucionan con mayor educación. Ambos clichés están íntimamente relacionados e inciden en el mismo error básico.
Cambiar de opinión y adaptarse
No importa lo sabio que sea un pensador. Si vivió hace más de un siglo, probablemente sostuvo ideas que nos parecen moralmente repugnantes (no digamos ya que arrastró errores científicos propios de un analfabeto).
Si la educación consiste en transmitir valores, pues, por muy elevados que nos resulten tales valores quizá solo estamos adoctrinando. Obligando a los alumnos a que piensen como nosotros. A que perpetúen ideas. A que alejen de ellas la lupa del escrutinio y la duda.
Sin embargo, si algo debe preservar la educación no es la cultura, ni la lengua, ni los valores, sino la duda ante todos esos elementos que parecen intocables, como señala Hans Rosling en su libro Factulness:
Resulta tranquilizador pensar que el conocimiento no tiene fecha de caducidad: que una vez has aprendido algo, sigue siempre fresco y no tienes que aprenderlo de nuevo. Eso suele ser así en el ámbito de las ciencias como las matemáticas y la física y en las artes. En esas materias, lo que aprendimos en el colegio (2 + 2 = 4) probablemente es correcto. Sin embargo, en las ciencias sociales, hasta los conocimientos más básicos caducan muy rápidamente. Como sucede con la leche y las verduras, tienes que mantenerlos siempre frescos. Porque todo cambia.
Una sociedad con valores es aquélla que evalúa continuamente cuáles son los aspectos de las normas de una cultura a los que merece la pena atenerse y cuáles ya resultan obsoletos, no una sociedad monolítica e intocada.
Cierto es que la gente es más desinhibida que antes, que los alumnos son más descarados con los profesores que antes, que las normas en general no se siguen con tanta inflexibilidad. Pero ello precisamente revela que vivimos en una sociedad con más valores que nunca: antes, dichas normas, no se seguían porque la gente alumbrara más valores sino por miedo (tanto punitivo como social). No cuestionar al profesor porque éste te dará un reglazo en la mano (y al que luego no podrás denunciar por agresión) no es tener más valores.
Lo explica así el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro:
Hace siglos, quizá nuestros antepasados tuvieron que reprimir cualquiera señal de espontaneidad e individualidad con el fin de civilizarse, pero ahora que las normas de la no violencia están consolidadas, podemos ceder un poco ante inhibiciones concretas que acaso parezcan obsoletas. Según esta línea argumental, el hecho de que las mujeres enseñen mucha carne o que los hombres suelten tacos en público no es señal de decadencia cultural. Al revés, es señal de que viven en una sociedad tan civilizada que no han de temer que, en respuesta a ello, vayan a sufrir hostigamiento o agresión.
Por esa razón, hay que dudar de todo, y ese y no otros debería ser el eje rector de la educación: que el educando dude incluso del educador. Y que el educador fomente ese hábito en el educando. Y que se dude incluso de Aristóteles, y de los valores morales que queremos preservar a toda costa, tal y como podéis ver en el siguiente vídeo:
El ministro de Educación de Brasil, el pastor evangélico Milton Ribeiro, afirmó este jueves que los jóvenes sin fe son “zombis existenciales” y que la falta de valores es una de las principales causas del alto índice de suicidios en esa edad.
“No hay más juventud que crea en cosas como Dios, política, religión y familia. Perdieron totalmente los referentes (…) Tenemos hoy en Brasil, motivados, creo yo, por esa quiebra de absolutos y certezas, verdaderos zombis existenciales. No creen más en nada, desde Dios a la política”, declaró en un acto sobre la prevención del suicidio y la automutilación.
“La gran moda de los sociólogos, de filósofos y de algunas corrientes políticas hoy es destruirlo todo (…) sin poner nada en su lugar. Por eso nuestros jóvenes adolescentes están con ese vacío que los lleva a vivir con ningún tipo de propósito, a quitarse la propia vida”, agregó.
Según datos oficiales, alrededor de 12 000 personas se suicidan cada año en Brasil, un país con 212 millones de habitantes. Ribeiro, de 62 años, pastor de la Iglesia Presbiteriana de Santos (estado de Sao Paulo) , es el cuarto ministro de Educación del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, quién subió al poder con el apoyo de poderosos sectores evangélicos.
Ribeiro, que insistió en su discurso que los tiempos actuales son de “ deconstrucción de todo lo que es valor, lo que es absoluto ” , reemplazó en julio a Carlos Alberto Decotelli, quien dimitió días antes de asumir por mentir en su currículum académico. Los dos primeros ministros fueron de la llamada “ ala ideológica ” del gobierno, muy influenciado por Olavo de Carvalho, considerado el “ gurú ” de la ultraderecha brasileña: Ricardo Vélez, que duró tres meses y una semana en el cargo, y Abraham Weintraub, que ejerció entre abril de 2019 y junio de 2020.
Pablo Campos Calvo-Sotelo, catedrático Universidad CEU San Pablo-Académico Real Academia de Doctores, explica en el siguiente artículo que «no existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice»
Atravesamos una situación sanitaria, social y económica de profundísima complejidad, cuyas consecuencias globales todavía son desconocidas. Cual tsunami devastador, el COVID-19 ha inundado el escenario internacional, sumergiendo implacablemente a personas y estructuras político-sociales en un pozo de duda, temor y muerte. La peor secuela está siendo —sin duda alguna— la trágica pérdida de vidas acompañada de tristeza, impotencia y frustración, acentuadas por la falta de soluciones eficaces.
En un plano de menor trascendencia que el sanitario, pero de preocupante proyección futura, puede situarse cuanto concierne a la educación: es una de las estructuras que ha padecido de modo más directo el impacto del virus, lo que ha obligado a reestructurar en tiempo real tanto metodologías docentes como sistemas de evaluación. Es muy plausible la agilidad de colegios y universidades en adaptarse a este cambio sobrevenido. A una decidida gestión se ha sumado el esfuerzo de docentes y el no menor esfuerzo de cuantos alumnos han visto alterada su cotidianeidad.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) han sido grandes aliadas al posibilitar la impartición online de contenidos y poder finalizar el curso académico. Y no solamente lo han sido en esta difícil coyuntura, sino que en el pasado las TIC´s se han integrado razonablemente como apoyo a la docencia presencial de diversos modos: suministrando herramientas dentro y fuera del aula; apoyando ciertas acciones de innovación pedagógica; posibilitando la activación de lugares (antes inertes) como acogedores de modalidades alternativas de enseñanza/aprendizaje; implantando redes wi-fi en zonas exteriores; ayudando a enseñanzas a distancia para aquellos colectivos vulnerables que no pueden asistir en persona; y, asimismo, como canal de comunicación en la investigación al permitir la colaboración fluida entre expertos repartidos por el escenario internacional.
Para que pueda valorarse en toda su extensión esta firme advertencia, es preciso exponer una serie de sencillos pero contundentes principios:
1.-Educación y valores. El proceso formativo integral tiene como meta la construcción en valores de un ser humano para que mañana pueda ejercer su profesión bajo un profundo compromiso con la comunidad. Ello trasciende a un mero adiestramiento técnico, incidiendo de lleno en sus cualidades como individuo ético, con vocación de servicio social. Ya en la Grecia clásica, Platón señalaba como horizonte de la educación virtuosa la transformación del alumno del presente en el ciudadano del futuro. Tal construcción (siempre subordinada a la insustituible, generada en el seno familiar), comienza en la etapa escolar y concluye en la universitaria. Pues bien: es inconcebible si se excluye el roce humano. El experto norteamericano Richard Dober señalaba: «Internet transmite datos, pero no valores».
2.-Educación y afecto. No es viable un aprendizaje sólido que no cuente con la cercanía afectiva entre docentes y alumnos. Sin menoscabar el rigor y la exigencia que deben presidir toda dinámica académica, un buen profesor ha de ejercer la empatía con sus estudiantes, armando vínculos emocionales que refuercen los específicamente cognitivos. «La educación es amor y provocación», apuntaba el escritor José Luis Sampedro. Combinar razón y emoción con sensibilidad es una magnífica estrategia para motivar al alumno. Pero ha de hacerse presencialmente. No debe confundirse la mera transmisión de información (canalizable a través de las TIC´s) con la verdadera comunicación, pues esta añade el diálogo y el afecto.
La docencia online se limita a un intercambio oral, escrito o con imágenes, no pudiendo disfrutar del lenguaje no verbal (que afecta al tono empleado, el énfasis en la mirada, o la gestualidad corporal, que enfatizan las sensaciones y proyectan estados de ánimo: interés, diversión o entusiasmo…). En consecuencia, tampoco debe confundirse dicha transmisión de información con la formación integral del ser humano, que encarna lo verdaderamente trascendente, y que debe estar preñada de sentimientos.
No son nuevas estas convicciones; basta recordar a sabios como Giner de los Ríos, quien hace casi 150 años demandaba que la escuela debía acoger «escolares activos que piensan, que hablan, que discuten, que se mueven, que están vivos, en suma». Educar es vivir, y es sentir…
3.-Educación y colectividad. Líneas atrás se exponía que la formación humana, alimentada por la empatía, es un hecho afectivo. Ser sensibles a otras personas implica que es asimismo un hecho colectivo. Cuando un grupo se entrega a la génesis o transmisión del saber, la calidad y cantidad de cuanto se alcanza es mayor que la suma de las aportaciones individuales, tal y como han avalado numerosos expertos en pedagogía (Echols, Johnson o Sir Ken Robinson). El valor de lo colectivo se ha justificado igualmente desde la neurociencia, remitiendo a la liberación de oxitocina, y a la activación de «neuronas/espejo».
El trabajo colaborativo impulsa el sistema de motivación de la dopamina, fomentándose los sentimientos altruistas, como señalaba Rilling. Pues bien, para ello es necesario que los actores intervinientes coincidan en el lugar (material y temporal), posibilitando asimismo algo tan creativo como lo es la improvisación y el aprendizaje por descubrimiento. Dentro del aula (como célula básica arquitectónico-docente), el grupo puede organizar sus relaciones en el tiempo y el espacio, de manera libre y cambiante, como traducción espacial de las cambiantes relaciones humanas; y puede improvisar nuevas organizaciones y formatos pedagógicos, habilitando como estrategia la alternancia no programada (algo que la rigidez de una pantalla en la docencia online jamás permitirá).
4.-Educación y Arquitectura. El Saber sí ocupa lugar… Como se ha argumentado, la educación es un acontecimiento afectivo y colectivo, siendo el contacto personal un ingrediente insoslayable de la formación integral. De ello debe colegirse la necesidad de la Arquitectura. La forma espacial influye en toda acción formativa, asumida como experiencia multisensorial, debiendo existir vínculos con los procesos educativos. El entorno construido induce a los alumnos a interiorizar cuanto les rodea, prioritariamente con la vista y el oído. Pero también el tacto (Hall): caminando lentamente, sintiendo el ambiente en la piel o palpando formas, se alcanzan bienestares psicológicos que redundan en el disfrute por aprender.
El tacto puede también transmitir conocimientos, fruto de la experiencia háptica (en el sentido formulado por Gibson); es decir, conociendo el mundo anexo a través del propio cuerpo. Tal conocimiento puede activarse al tocar con las manos objetos con facultades formativas, como asimismo disfrutando del propio contexto edificado, tanto a edades tempranas (el lúdico gatear, como acción por la que el niño descubre la inmensidad de lo íntimo, explorando los rincones del aula como «geometrías habitadas»), como en adultos (recrearse en el paseo y la pausa, para sentir la inmensidad de lo íntimo…).
Oportunidades todas ellas que los sistemas online ignoran o, incluso, —lo que es aún peor— tergiversan, planteando la figuración como falso reemplazo de lo real. Asumiendo que la educación es, pues, un hecho de carácter espacial, la Arquitectura desempeña un doble papel. Por un lado, sirve como escenario de las relaciones entre quienes enseñan y quienes aprenden; pero no puede limitarse a esta función estrictamente contenedora: tiene la responsabilidad de transmitir los valores derivados de su naturaleza como obra de Arte y de su potencial ejemplaridad (faceta que quien suscribe ideó hace años como «Campus Didáctico»).
«Libro de texto tridimensional»
Varios investigadores señalan que la Arquitectura se comporta como un «libro de texto tridimensional» (Taylor) e, incluso, como «tercer profesor» (Nicholson), sumándose así a la labor de la familia y de los profesores; es decir, enriqueciendo a quienes la experimentan in situ y no virtualmente. La Arquitectura promueve la convivencia, actúa como elemento formativo per se y crea atmósferas que refuerzan el sentimiento de identidad colectiva. Así valorada, el aula pasa de ser un mero receptáculo material a todo un territorio humano, dotado del aura del Saber y la belleza espacial… Como apuntó el maestro Alvar Aalto: «La Arquitectura tiene un motivo interior: la idea de crear un paraíso». La meta de la Arquitectura no es organizar espacios, sino ordenar las relaciones de personas en el espacio.
Se han expuesto las sinergias entre educación, valores, afecto, colectividad y Arquitectura; ello debe justificar que hoy —más que nunca— es imprescindible lanzar una advertencia ante el futuro ya presente: no debemos caer jamás en una excesiva seducción por los modernos canales de telecomunicación. Si bien en casos extremos, como el actual, pueden ser de inestimable ayuda, es una obligación moral prevenir sobre el peligro que encierra dicho exceso, pues atentaría contra las virtudes de la verdadera educación. Y hacerlo ahora, antes de que sea tarde, pues unos por desconocimiento, otros por omisión y otros por intereses económicos éticamente dudosos, quizá en el post-COVID-19 no respetarán ni valorarán la profunda dimensión humana del hecho educativo, y el inexcusable concurso del roce personal.
Cuando esta pesadilla mortal nos permita recuperar nuestra cotidianeidad docente, será tiempo de alcanzar una razonada proporción entre virtualidad y contacto humano. Pero sin olvidar que la columna vertebral de la formación reside en este último. Estas semanas, todos nos hemos consolado organizando reuniones telemáticas con nuestros seres queridos. Bien está, como remedio… Pero, ¿concebiría alguien en el futuro postular dicha solución como reemplazo del encuentro real? Pues la educación integral de nuestros jóvenes no está tan lejos de la relevancia de las relaciones familiares o de amistad….
Confieso que verme obligado durante semanas a la docencia online me ha servido para valorar la utilidad de dicha tipología en coyunturas excepcionales; pero -sobre todo- para refirmarme en la trascendencia de lo presencial (toda una convicción resiliente). No existe herramienta tecnológica o programa informático capaz de sustituir la magia de mirar a los ojos a un alumno y captar su emoción cómplice, cuando los docentes somos capaces de despertarles el gozo por el aprendizaje. Bajo una apariencia de progreso, las TIC´s pueden acarrear una grave secuela: reemplazar la interacción directa entre profesores y alumnos, pues supondría una gravísima involución. Sería entonces cuando su posible contribución al aprendizaje mutaría en un simulacro, en una banalización de la naturaleza del hecho educativo, quebrantando la formación en valores de la persona. El COVID-19 ya nos ha causado un trágico daño en vidas.
Como profesor, como arquitecto y, sobre todo, como padre, alzo la voz para manifestar con vehemencia un ruego: no permitamos que, como nefasta derivada en la educación, nos deje además el terrible legado de la deshumanización, pues minaría la auténtica formación integral de nuestros alumnos… Y de nuestros hijos.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-formacion-online-y-deshumanizacion-riesgos-post-covid-19-202004300121_noticia.html
El mundo digital es una realidad para todos los sectores y la educación no podría ser menos.
Robótica educativa, impresoras 3D, pizarras interactivas o tablets son el presente. El mundo digital es una realidad para todos los sectores y la educación no podría ser menos. Las escuelas españolas están viviendo su propia revolución tecnológica para adaptarse a la sociedad digital, con muchas preguntas sobre cómo articular esta transformación en el aula y una sola certeza: que el niño siempre ha de estar en el centro del discurso y del plan de actuación del sistema educativo.
En este nuevo escenario, muchos profesores se preguntan cómo desempeñar su nuevo papel. Para Esteban Lorenzo, director del Área de Productos Educativos del Grupo Edebé, deben comenzar por plantearse varias cuestiones: «Los profesores han de tener en cuenta a los verdaderos protagonistas, los menores que van a educar, y cómo quieren que sean los próximos ciudadanos de la era digital. Estamos de acuerdo en que hay que dominar la tecnología, pero son estudiantes que también deben trabajar mucho la parte ética y de valores para resolver problemas en el futuro». Porque «la tecnología servirá para resolver problemas pero nunca va a sustituir a la condición humana», corrobora Arturo Cavanna, director de Desarrollo Tecnológico y Transformación Digital del grupo Edelvives.
Profesores formados
De hecho, las escuelas y los docentes tienen un reto importante en relación con las nuevas tecnologías más allá de su uso didáctico: «El de enseñar y alfabetizar para su utilización y para que, debido a su poder de influencia, no signifiquen un problema para el desarrollo y el día a día de los niños. Actualmente no hay nada que les llame más la atención que lo que les ofrecen las pantallas, y eso requiere de una gran capacidad crítica», advierte Guillermo Bautista Pérez, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación y director del máster universitario de Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas de la Universidad Oberta De Catalunya (UOC).
Familias comprometidas
También en este nuevo ámbito tecnológico la educación ha de pivotar sobre docentes, alumnos y familias que tienen que ir de la mano. «La educación no se puede dividir en momentos o en niveles. Se educa en todos los sitios y constantemente, y la escuela y la familia deben apoyarse y aprovecharse la una de la otra. Deben compartir la misma visión», insiste el profesor de la UOC. «Es importante que familia y colegio trabajen consensuadamente y en la misma línea», añade Arturo Cavanna. «Tenemos que contar con las familias, y estas tendrán que consensuar con sus hijos que el móvil no es solo para jugar al Fortnite». Lo que está claro, indica Pablo Lara, presidente de Edutech, «es que el debate sobre ‘tecnología sí o no’ hace años que quedó superado. El reto es cómo utilizarla para que sea beneficiosa para la sociedad y, en concreto, en la educación de los más jóvenes. Ese debería ser el camino a seguir de la comunidad educativa, de la administración pública y, en general, del país».
Las notas principales sobre educación en los diarios de la Ciudad de México del 28 de febrero relataron la conferencia del secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, en la Academia Mexicana de la Educación. Destacó que civismo, ética y valores serán nuevas asignaturas en el currículo de la educación básica porque “tecnócratas irresponsables, corruptos, quitaron el civismo”.
Expresó otras cosas: el interés del presidente Andrés Manuel López Obrador por la conmemoración de las fechas patrias. Agregó que esas materias —que serán obligatorias a partir del ciclo escolar que comenzará en agosto— surgen en el seno del Acuerdo Educativo Nacional y serán puntales de la Nueva Escuela Mexicana.
Excélsior (28/02/2020) citó al secretario Moctezuma: “… con el regreso del civismo y la ética a los planes y programas de estudio se incluirán temas como la cultura de paz, la vida sin adicciones y la cultura de la legalidad”. El mismo día, en un diálogo con la facción del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que encabeza Alfonso Cepeda Salas, el secretario agregó: “El esfuerzo que tenemos que hacer es colosal porque los retos son enormes, pero tenemos proyecto, voluntad y la capacidad de llevarlos a cabo juntos”.
Encuentro dos problemas, el primero es con la palabra “regreso”, ¿cuándo partieron el civismo y la ética de la escuela? El segundo es con hacerlo juntos. ¿Renace el cogobierno pedagógico con los líderes del SNTE? ¿Tendrán de nuevo capacidad de veto sobre planes y programas que no les cuadren?
Abordo el primer punto con otra cita del secretario Moctezuma: “Uno de los rasgos sobresalientes del nuevo plan de estudios de la educación primaria estriba en que confirma la recuperación del estudio sistemático de la historia, la geografía y la educación cívica como asignaturas específicas”, es decir, no estaban ausentes, sino condensadas “en un área global de ciencias sociales”.
Saqué esa alusión de un libro del secretario, cuando era subsecretario de Planeación Educativa, en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (cf. Esteban Moctezuma Barragán, La educación pública frente a las nuevas realidades. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 1993: 147-148).
Ese texto es un testimonio sobre el proyecto de modernización educativa y del acuerdo para la modernización de la educación básica, del 18 de mayo de 1992. Él fue el negociador principal de la SEP con el liderazgo del SNTE, que encabezaba Elba Esther Gordillo. En 1993, esa camarilla vetó los nuevos libros de historia. Cierto, contenían temas controvertidos y desataron un debate importante en la plaza pública. Pero lo fundamental fue la postura del SNTE, pues era parte del acuerdo que trabajarían juntos.
Pienso que la asignatura Formación cívica y ética, contiene lo que busca el secretario. Pero a él le gusta regresar a asuntos que jamás se fueron.
Fuente del artículo: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/civismo-etica-y-valores/1367125
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