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La espiral de violencia que acompaña a las migrantes en África

Por: Iñaki Makazaga

Los testimonios de 152 africanas entrevistadas, en diferentes situaciones de movilidad y procedentes de distintos conflictos y crisis, desvelan la exposición constante a agresiones que sufren durante su tránsito

Una espiral de violencia acompaña a las mujeres migrantes en África, tan envolvente que el riesgo de sufrir agresiones en sus vidas se reproduce, incluso con más fuerza, cuando deciden abandonar sus hogares precisamente para librarse de ellas.

Así lo ha documentado durante los últimos dos años la ONG Alboan entrevistando a más de 152 mujeres migrantes en diferentes situaciones de movilidad y provenientes de conflictos con crisis de distinto origen y duración. El diagnóstico se presentó recientemente. La prioridad, dicen, es la atención médica y psicosocial así como aportarles formación profesional y acceso educativo para sus hijos. “Queríamos conocer sus demandas y sueños antes de ponernos a trabajar con ellas”, explica la directora de la organización, María del Mar Magallón.

“Todas piden vivir en contextos seguros junto a sus hijas e hijos, y recuperar así la vida que llevaban antes de sufrir la violencia”, concreta. Desde el principio, la ONG quiso detectar los riesgos a los que se exponen las mujeres migrantes del continente tanto por el hecho de ser mujeres como por el motivo de su desplazamiento. Y así amoldar al máximo su manera de trabajar con cada una de ellas. Por eso, una de sus primeras conclusiones del trabajo ha sido incorporar también nuevas maneras de acompañar, a la vez que mantienen exigencias históricas como reclamar la protección internacional con el estatus de refugiadas para todas ellas por el hecho de sufrir violencia de sexual y de género.

Nuevos marcos normativos de protección

El estatus de refugiada, la obtención de permisos de residencia y la reagrupación familiar facilitaría la prevención de nuevas violencias a estas mujeres que se ven obligadas a desplazarse por las agresiones sufridas en origen y se exponen a nuevas violencias durante todo el camino, como explican en el diagnóstico.

Los países en los que han realizado el trabajo de escucha activa han sido Marruecos, como país de tránsito de muchas mujeres de camino a Europa; los campos de personas refugiadas de Gado en Camerún; Lóvua, en Angola; Mabán, en Sudan del Sur; Melkadida, en Etiopía y Kukuma, en Kenia. También hay participantes del entorno urbano de Luanda, en Angola y Johannesburgo y Pretoria, en Sudáfrica. También mujeres desplazadas de la República Democrática de Congo.

Para el posterior desarrollo de los programas cuentan con el apoyo de la red del Servicio Jesuita a Refugiados en el continente africano y diferentes organizaciones locales lideradas por mujeres. La organización congoleña Sinergia de mujeres por las víctimas de violencia sexual es una de ellas. Su coordinadora, Justine Masika, acudió recientemente a Bilbao a apoyar la presentación de este diagnóstico a finales del mes de febrero.

Victimas de violencias solapadas

“Ser mujer en un país en guerra convierte nuestro cuerpo en campo de batalla. Tan sólo nos queda apoyarnos entre nosotras para levantarnos todas las veces que nos violen”, explica ante una sala llena de un público que se ha acercado hasta la sede de Alboan para conocer los detalles del informe.

Masika habla con voz tranquila y en francés. Cuenta cómo en su país las mujeres sufren varias violaciones a lo largo de sus vidas al no encontrar seguridad para ellas con el desplazamiento interno. Por eso, pone en valor el proyecto al recuperar la voz de las mujeres. “En estos contextos de violencia, los más complicado es devolver la autoestima a las mujeres y el mero hecho de escucharlas, ya es un gran paso para empoderarlas”, enfatiza.

En otros contextos, como los del norte de Marruecos, en plena ruta migratoria hacia Europa la vulnerabilidad de las mujeres se incrementa al encontrarse en situación ilegal. Algo que también aporta mayor impunidad a los agresores al no poder acudir las mujeres a la justicia ordinaria.

Lo mismo ocurre también en los campos de refugiados. Lo han comprobado en Camerún, Angola, Sudan del Sur, Etiopía y Kenia donde “la violencia se traslada a este contexto por mantener costumbres como el matrimonio forzado, la mutilación genital femenina o la exclusión educativa de las niñas”.

En este contexto, las mujeres tampoco son capaces de denunciar ante el temor a ser expulsadas de la propia comunidad. La propuesta que se extrae de este diagnóstico contempla desarrollar campañas de sensibilización, también con hombres, en las comunidades. Y exigen mayores dotaciones económicas a las entidades responsables de los campos para mejorar las condiciones de hacinamiento “que también incrementa el riesgo de agresiones sexuales”.

Aquellas mujeres que se desplazan hacia contextos urbanos, como sucede en capitales como Luanda en Angola o Johannesburgo y Pretoria en Sudáfrica, el análisis detecta otro incremento de vulnerabilidad “al exponerse al mundo de la trata y el trabajo doméstico en condiciones serviles”.

La profesora de Relaciones Internacionales y coordinadora del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid, Itziar Ruiz-Giménez, explica que la metodología de escucha activa del proyecto aporta un valor en sí mismo. “Ya tocaba cerrar la boca y abrir los oídos para que sean las migrantes en movimiento las que expliquen sus propios sufrimientos por el sencillo hecho de ser mujeres”, señala.

El proyecto ya está en marcha, como lo están sus protagonistas. El diagnóstico ha sido el primer paso. Ahora arrancan los trabajos para atender sus necesidades psicosociales, médicas, de formación profesional y asesoramiento jurídico. En principio, durante los próximos cuatro años 6.400 participantes de estos ocho países diferentes en contextos de desplazamiento serán acompañadas para romper la espiral de la violencia en las que viven y convertirlas en muros de contención que, tal vez, generen espacios seguros.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/16/planeta_futuro/1587053570_207340.html

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Ante el aumento de violencia doméstica por el coronavirus, Guterres llama a la paz en todos los hogares

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, pidió este domingo que se adopten medidas para hacer frente a «un estremecedor repunte global de la violencia doméstica» contra mujeres y niñas ocurridos durante las últimas semanas, debido a los confinamientos decretados por los Gobiernos durante la pandemia del COVID-19.

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, pidió este domingo que se adopten medidas para hacer frente a «un estremecedor repunte global de la violencia doméstica» contra mujeres y niñas ocurridos durante las últimas semanas, debido a los confinamientos decretados por los Gobiernos durante la pandemia del COVID-19.

«Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir el COVID-19. Pero pueden hacer que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas«, destacó el titular de la ONU.

Si hace unos pocos días Guterres pedía un alto el fuego mundial de todos los conflictos con motivos de la pandemia, en esta ocasión destacó que la violencia no siempre se limita a los campos de batalla y que la amenaza sobre mujeres y niñas se cierne precisamente en el lugar «donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares».

La combinación de las presiones económicas y sociales provocadas por la pandemia, así como las restricciones de movimiento, han aumentado drásticamente el número de mujeres y niñas que se enfrentan a abusos, en casi todos los países. Sin embargo, incluso antes de la propagación mundial del COVID-19, las estadísticas mostraban que un tercio de las mujeres de todo el mundo experimentaban alguna forma de violencia en su vida.

El problema afecta por igual a las economías desarrolladas como a las más pobres: casi una cuarta parte de las estudiantes universitarias en los Estados Unidos afirmaron ser víctimas de agresiones sexuales o comportamientos inapropiados, mientras que en algunas partes del África subsahariana, la violencia en pareja suponía una realidad para el 65% de las mujeres.

Una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) detalla los preocupantes efectos de la violencia en la salud física, sexual, reproductiva y mental de las mujeres: las mujeres que sufren abusos físicos o sexuales tienen el doble de probabilidades de abortar y esa experiencia casi duplica la probabilidad de caer en la depresión. En algunas regiones del mundo, tienen 1,5 veces más probabilidades de contraer el VIH, y existen pruebas de que las mujeres agredidas sexualmente tienen 2,3 veces más probabilidades de sufrir alteraciones debidas al consumo de alcohol.

En 2017, unas 87.000 mujeres fueron asesinadas intencionadamente, y más de la mitad por miembros de su familia.

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La presión sobre los servicios obstaculiza la respuesta

Según informaciones que maneja la ONU, desde el inicio de la pandemia y en comparación con el año pasado, se ha duplicado el número de llamadas a las líneas de ayuda en el Líbano y Malasia; en China se han triplicado; y en Australia, los motores de búsqueda como Google experimentaron el mayor volumen de consultas de ayuda por violencia doméstica de los últimos cinco años.

Estas cifras nos dan una idea sobre la magnitud del problema, pero sólo incluyen a los países en que existen sistemas de denuncia. A medida que el virus se propague en países con instituciones precarias, se prevé que disminuirá la información y la cantidad de datos y crecerá la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas.

Juntos podemos y debemos prevenir la violencia en todas partes, de las zonas de guerra a los hogares de las personas, mientras trabajamos para vencer al COVID-19, António Guterres, Secretario General de la ONU.

La respuesta al incremento de la violencia es más complicada que en situaciones normales por el hecho de que las organizaciones encargadas de la respuesta a los abusos están sometidas a una enorme presión por las exigencias que supone el combate a la pandemia.

«Los proveedores de salud y la policía están desbordados y el personal escasea. Los grupos locales de apoyo están paralizados o carecen de fondos. Algunos centros para víctimas de violencia de género están cerrados; otros están llenos», dijo Guterres.

El Secretario General instó a todos los Gobiernos a incluir la prevención y la reparación de los casos de violencia contra las mujeres en sus planes nacionales de respuesta contra el COVID-19, y expuso varias medidas que podían adoptarse para mejorar la situación.

«Juntos», concluyó el Secretario General de las Naciones Unidas, «podemos y debemos prevenir la violencia en todas partes, de las zonas de guerra a los hogares de las personas, mientras trabajamos para vencer al COVID-19».

Recomendaciones de la ONU para la reducción de la violencia doméstica

  • Aumentar la inversión en servicios de ayuda en línea y en organizaciones de la sociedad civil.
  • Garantizar que los sistemas judiciales sigan procesando a los abusadores.
  • Establecer sistemas de alerta de emergencia en farmacias y tiendas de comestibles.
  • Declarar los centros de acogida como servicios indispensables.
  • Crear formas seguras para que las mujeres busquen apoyo, sin alertar a sus abusadores.
  • Evitar la liberación de prisioneros condenados por cualquier tipo de violencia contra la mujer.
  • Ampliar las campañas de concienciación pública, en particular las dirigidas a hombres y niños.

    El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, pidió este domingo que se adopten medidas para hacer frente a «un estremecedor repunte global de la violencia doméstica» contra mujeres y niñas ocurridos durante las últimas semanas, debido a los confinamientos decretados por los Gobiernos durante la pandemia del COVID-19.

    «Sabemos que los confinamientos y las cuarentenas son esenciales para reducir el COVID-19. Pero pueden hacer que las mujeres se vean atrapadas con parejas abusivas«, destacó el titular de la ONU.

    Si hace unos pocos días Guterres pedía un alto el fuego mundial de todos los conflictos con motivos de la pandemia, en esta ocasión destacó que la violencia no siempre se limita a los campos de batalla y que la amenaza sobre mujeres y niñas se cierne precisamente en el lugar «donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares».

    La combinación de las presiones económicas y sociales provocadas por la pandemia, así como las restricciones de movimiento, han aumentado drásticamente el número de mujeres y niñas que se enfrentan a abusos, en casi todos los países. Sin embargo, incluso antes de la propagación mundial del COVID-19, las estadísticas mostraban que un tercio de las mujeres de todo el mundo experimentaban alguna forma de violencia en su vida.

    El problema afecta por igual a las economías desarrolladas como a las más pobres: casi una cuarta parte de las estudiantes universitarias en los Estados Unidos afirmaron ser víctimas de agresiones sexuales o comportamientos inapropiados, mientras que en algunas partes del África subsahariana, la violencia en pareja suponía una realidad para el 65% de las mujeres.

    Una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) detalla los preocupantes efectos de la violencia en la salud física, sexual, reproductiva y mental de las mujeres: las mujeres que sufren abusos físicos o sexuales tienen el doble de probabilidades de abortar y esa experiencia casi duplica la probabilidad de caer en la depresión. En algunas regiones del mundo, tienen 1,5 veces más probabilidades de contraer el VIH, y existen pruebas de que las mujeres agredidas sexualmente tienen 2,3 veces más probabilidades de sufrir alteraciones debidas al consumo de alcohol.

    En 2017, unas 87.000 mujeres fueron asesinadas intencionadamente, y más de la mitad por miembros de su familia.

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    La presión sobre los servicios obstaculiza la respuesta

    Según informaciones que maneja la ONU, desde el inicio de la pandemia y en comparación con el año pasado, se ha duplicado el número de llamadas a las líneas de ayuda en el Líbano y Malasia; en China se han triplicado; y en Australia, los motores de búsqueda como Google experimentaron el mayor volumen de consultas de ayuda por violencia doméstica de los últimos cinco años.

    Estas cifras nos dan una idea sobre la magnitud del problema, pero sólo incluyen a los países en que existen sistemas de denuncia. A medida que el virus se propague en países con instituciones precarias, se prevé que disminuirá la información y la cantidad de datos y crecerá la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas.

    Juntos podemos y debemos prevenir la violencia en todas partes, de las zonas de guerra a los hogares de las personas, mientras trabajamos para vencer al COVID-19, António Guterres, Secretario General de la ONU.

    La respuesta al incremento de la violencia es más complicada que en situaciones normales por el hecho de que las organizaciones encargadas de la respuesta a los abusos están sometidas a una enorme presión por las exigencias que supone el combate a la pandemia.

    «Los proveedores de salud y la policía están desbordados y el personal escasea. Los grupos locales de apoyo están paralizados o carecen de fondos. Algunos centros para víctimas de violencia de género están cerrados; otros están llenos», dijo Guterres.

    El Secretario General instó a todos los Gobiernos a incluir la prevención y la reparación de los casos de violencia contra las mujeres en sus planes nacionales de respuesta contra el COVID-19, y expuso varias medidas que podían adoptarse para mejorar la situación.

    «Juntos», concluyó el Secretario General de las Naciones Unidas, «podemos y debemos prevenir la violencia en todas partes, de las zonas de guerra a los hogares de las personas, mientras trabajamos para vencer al COVID-19».

    Recomendaciones de la ONU para la reducción de la violencia doméstica

    • Aumentar la inversión en servicios de ayuda en línea y en organizaciones de la sociedad civil.
    • Garantizar que los sistemas judiciales sigan procesando a los abusadores.
    • Establecer sistemas de alerta de emergencia en farmacias y tiendas de comestibles.
    • Declarar los centros de acogida como servicios indispensables.
    • Crear formas seguras para que las mujeres busquen apoyo, sin alertar a sus abusadores.
    • Evitar la liberación de prisioneros condenados por cualquier tipo de violencia contra la mujer.
    • Ampliar las campañas de concienciación pública, en particular las dirigidas a hombres y niños.

    Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/04/1472392

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Las islas que desmienten el mito del matriarcado

Reseñas/09 Abril 2020/elpais.com

Sobre las mujeres del archipiélago Bijagós, en Guinea Bissau, uno de los más aislados de África, se dicen cosas inexactas, aseguran ellas mismas. La desigualdad de género está muy presente. Hasta ahora

Son las nueve de la noche y en la oscuridad de Bubaque todo el mundo presta atención a los comunicados de la Radio DjanDjan, cuya antena se distingue desde casi cualquier parte de en las islas Bijagós, en Guinea Bissau. Kisy, periodista y estudiante de instituto exclama desde su estudio insonorizado con paredes de caña de bambú: “¡Mujeres, tenemos que salir a defender nuestros derechos! ¡Todo lo que hacen los hombres, también podemos hacerlo las mujeres!”.

Así fue como la marcha contra la violencia de género se llenó el pasado del 25 de noviembre de mujeres cargadas con un megáfono y pancartas con mensajes en kriol y lengua bijagós. Una muestra de que en esta parte del mundo hay ganas de cambio. Una de las impulsoras fue Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista: “Aún falta mucha sensibilización”, cuenta. Desde su organización llevan a cabo actividades en las tabancas —aldeas— para hablar sobre los derechos de las mujeres y concienciar sobre temas de salud afectivo-sexual.

Siempre sonriente, esta guineana frunce el ceño cuando habla sobre la violencia machista: “Hay mucha, sufrimos mucho; pero no podemos sobrellevarlo solas, no podemos quedárnoslo dentro”. Ya el Examen Periódico Universal elaborado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2015 confirmaba la existencia aquí de una alta tasa de analfabetismo en las mujeres, la escasa capacidad de ahorro y de toma de decisiones, la falta de organismos que se ocupen de las víctimas de violencia de género y la carga desproporcionada de trabajo doméstico, que les ocupa el 80 % de su tiempo. Además, este país es uno de los peores países del mundo para ser madre.

Existe una fuerte desigualdad de género en todos los ámbitos en Guinea Bissau, y las islas no son una excepción. Sin embargo, una rápida búsqueda en Google sobre esta región arroja resultados que en muchos casos incluyen la palabra “matriarcado” para describir la organización de la sociedad de los y las bijagós, etnia mayoritaria en este archipiélago conformado por 88 islas en las que conviven con otros grupos étnicos como fulas, balantas o mandingas.

“Muchas de las cuestiones relativas al matriarcado y a una posible poliandria fueron producto de observaciones rápidas”, analiza Xenia Domínguez Font en su estudio La silenciosidad tradicional: principio implícito y explícito de la organización socioreligiosabijagós, publicado en la revista Studia Africana. “Lo que se puede afirmar es que la filiación es matrilineal pero no existe de ningún modo un matriarcado”, analiza la autora, que expone que en esta etnia la maternidad es “el eje central de la organización social”, pero la herencia la recibe siempre en primer lugar la figura masculina.

Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista.
Ivone Oliveira Sanca, presidenta de una asociación feminista. ROSALÍA MACÍAS

Ivone Oliveira Sanca se echa a reír al escuchar que hay quien describe su sociedad como dominada por la población femenina. Supone que son conclusiones sacadas de observar prácticas bijagós que pueden ser distintas a las de otras culturas o etnias. Por ejemplo, aquí no se realiza ningún tipo de mutilación genital femenina, una práctica a la que han sido sometidas entre el 45% y el 50 % de las mujeres de este país de África Occidental. “Somos todas guineanas. De diferentes etnias, diferentes culturas… pero todas sufrimos violencia”, aclara.

Oliveira reconoce que “se han perdido ya muchas de las malas prácticas”, como el matrimonio precoz y forzado, que sí sigue ocurriendo en otras regiones de Guinea Bissau. “Aquí ahora cada una escoge con quién se casa. Nuestras madres no iban a la escuela y tenían que aceptar lo que se les imponía porque si no era una vergüenza y un problema para la familia”, relata esta activista, que siempre insiste en la importancia de la educación y la sensibilización.

Elizabete Da Costa, que ha escuchado toda la conversación, coincide: “A veces la cultura nos ata, pero poco a poco vamos avanzando”. Ella es formadora de género con la asociación Nantinyan y con ASAD, una ONG andaluza que desde hace años ejecuta proyectos de desarrollo en las islas. Elizabete no duda en afirmar que “la desigualdad de género en Guinea Bissau y en concreto en la región de las islas Bijagós es demasiado grande”, aunque tiene esperanza. Elizabete explica que en su casa intentan hacer un reparto equitativo de las tareas, pero no es lo común. “Las mujeres se levantan por la mañana y hacen todos los trabajos de la casa hasta que se hace de noche”, relata mientras repasa la lista de asistencia a la última formación de género de Bubaque, en la que participaron más de 50 campesinas.

“El hombre no lleva a cabo tantos trabajos y, sin embargo, los que hace están más valorados que los de la mujer. Los hombres podrían hacerlos también, pero dicen que son nuestros, entonces nosotras nos ocupamos de realizarlos aunque no tengamos tiempo”. “Hemos avanzado pero aún vamos por la mitad”, apunta Ivone, que está convenciendo a Elizabete para montar un grupo de teatro femenino. Ambas coinciden en que aún falta camino por recorrer, y cuentan que solo un par de días antes, un grupo de jóvenes agredió sexualmente de madrugada a varias mujeres en el puerto de Bubaque.

Este tipo de delitos son difíciles de contabilizar, ya que no es frecuente denunciarlas y estos temas tienden a resolverse sin pasar por la justicia oficial, más aún cuando se producen dentro del matrimonio. Sobre todo en las aldeas se toma como un secreto y se trata de resolver a través de un consejo de ancianos, que realizan una especie de mediación. “Si del lado de la víctima aceptan que puede arreglarse así, bien; si no, se acude a la policía”, asegura Ivone, que no está de acuerdo con este modelo de resolución de conflictos porque opina que otorga impunidad a los agresores. Si estos casos “se quedan en la tabanca como si fuesen un secreto, volverán a ocurrir”, critica.

Quienes a pesar de las presiones deciden acudir a la Justicia deben iniciar un periplo hasta el tribunal de Buba, porque en el archipiélago Bijagós no hay donde denunciar. En diciembre de 2018 se inauguró por todo lo alto el primer tribunal de Bubaque, pero de momento este edificio pintado de blanco, rosa y verde fosforito sigue sin estrenar. Además, existe desconfianza en las instituciones oficiales y cierto escepticismo con la aplicación de algunas de las leyes que ya están aprobadas en el país. Ivone y Elizabete celebran estas leyes, pero reiteran que son necesarios más esfuerzos para que sean efectivas, y más sensibilización. “Les decimos a los y las jóvenes que lo primero es la escuela”, repite Ivone, que recuerda que en los centros escolares también hay desigualdad: la tasa de alfabetización en jóvenes es del 50,5 % en las mujeres, frente al 70,4 % en los hombres, según la quinta encuesta de indicadores múltiples de Guinea Bissau.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/04/02/planeta_futuro/1585822515_549907.html

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La dureza de ser mujer en Mauritania

Reseña/África/Mauritania/09 Abril 2020/elpais.com

Este es el relato de una voluntaria en salud mental en el país africano donde el 66% de las niñas y mujeres han sufrido alguna forma de violencia y mutilación genital

Hace cuatro meses que llegué a Mauritania por primera vez, a través del programa EU Aid Volunteers (EUAV) de la Unión Europea, para trabajar con la ONG Médicos del Mundo.

Las mujeres caminan despacio por las polvorientas calles de Nouakchott, la capital del país. Envueltas en los colores de sus melfhas se esconden de las miradas indiscretas, custodiando mil y una historias donde ser fuerte no ha sido una opción, sino la norma. La mirada fiera, la cabeza erguida, la determinación y la valentía en sus labios agrietados. La vida duele, pero nunca se deja de caminar hacia delante.

No es fácil ser mujer en la República Islámica de Mauritania. La pobreza y las desigualdades étnicas no hacen sino agravar la inequidad estructural que sitúa a las mujeres y niñas en una situación de extrema vulnerabilidad. En un contexto social en el que los roles de género están tan marcados, ellas son con frecuencia infantilizadas y despojadas de toda capacidad de decisión. En muchas comunidades, su papel es el hogar: la reproducción y la satisfacción de las necesidades de la familia. A menudo es repudiada si no logra dar descendencia, pues es a través de la fecundidad y del servilismo que cumple con la misión que tradicionalmente se le asigna. La virginidad antes del matrimonio es uno de los tesoros más preciados, lo que conduce a la estigmatización de las mujeres que no la conservan antes de casarse, conduciendo incluso a su culpabilización en caso de sufrir violencia sexual.

Cada etnia posee sus propias particularidades y esta explosión cultural dificulta hacer generalizaciones sobre la situación global de las mujeres en este país. No obstante, las estadísticas arrojan datos estremecedores, como que el 66% de las niñas y mujeres han sufrido alguna forma de mutilación genital femenina, llegando este porcentaje hasta el 90% en algunas regiones. El matrimonio infantil afecta a un 35,2 % de ellas, alcanzando más de un 50% en algunos lugares. La violencia sexual y la violencia conyugal son aún más difíciles de calcular, porque muy pocas personas deciden comunicarlo a las autoridades. A pesar de que la ley concibe como delitos estas formas de violencia, esto no impide que muchas veces estén invisibilizadas debido a los tabúes existentes en torno a la sexualidad.

La violencia de género, sumada al enfoque comunitario en la resolución de problemas, frecuentemente induce a las familias a faire des arrangements (hacer arreglos) tras revelarse una agresión sexual. Es decir, los padres pactan con los violadores la recepción de una cantidad de dinero a cambio de no denunciar el delito a la policía. En otros casos, se fuerza a la mujer a contraer matrimonio con su agresor. Los padres, con estas decisiones, buscan la protección de sus hijas y del resto de la familia. No obstante, contribuyen a que la violación quede en la sombra, no habiendo un reconocimiento de la injusticia sobrevenida a las mujeres. La violencia se legitima y, por tanto, no deja de reproducirse.

Por estos motivos, Médicos del Mundo (MdM) trabaja desde hace tiempo en el fortalecimiento de un circuito de atención integral (asistencia médica, psicológica y jurídica) para víctimas. Además de la apertura en junio de 2017 de la Unidad de Atención y Cuidado de Víctimas de Violencia de Género en el hospital Materno Infantil de Nouakchott, en 2018 una segunda unidad de atención a víctimas de violencia de genero abrió sus puertas en la región de Guidimakha, al sur del país. A lo largo del 2020, otras dos unidades abrirán en la región del norte de Dakhlet-Nuadibú y al este en Bassikonou, a 20 kilómetros del campo de refugiados de Mbera.

El trabajo no finaliza con la atención médica en los hospitales, sino que se trabaja conjuntamente con las organizaciones de la sociedad civil para garantizar una intervención holística para las supervivientes de VG. Además, MdM contribuye con la sensibilización comunitaria para concienciar sobre la violencia basada en el género y las nefastas consecuencias que algunas creencias socioculturales profundamente arraigadas pueden tener sobre la salud de las mujeres.

Mi trabajo estos meses ha consistido en el refuerzo de capacidades del personal sociosanitario que trabaja en atención directa con víctimas de violencia de género. Concretamente, he impartido formaciones sobre apoyo psicosocial y primeros auxilios psicológicos a médicos y matronas, y he realizado acompañamientos con las asistentas sociales. Estas tareas me han permitido adentrarme en las estructuras de atención a las víctimas para analizar la calidad de la asistencia psicosocial y poder proponer mejoras. Los profesionales mauritanos han sido siempre muy acogedores conmigo y, libres de prejuicio, me han permitido el acceso durante sus intervenciones individuales y grupales para poder acompañarlos durante los procesos terapéuticos que facilitan.

Es enero y el invierno mauritano nos regala 35 grados de tórrido sol. Estoy en el hospital Materno Infantil de Nouakchott y camino hacia la sala de atención social, integrada en el servicio de maternidad del centro hospitalario. Observo en silencio el trabajo de la matrona y la asistenta social mientras reciben a una adolescente superviviente de violencia sexual. Tras una entrevista inicial para comprender mejor la situación y el contexto social de la víctima, la asistente psicosocial aprovecha la espera de los análisis médicos para acompañar y dar apoyo emocional a la adolescente y su madre. Estas sesiones de apoyo son fundamentales para proteger la salud mental, al posibilitar un espacio de confianza y desahogo, sin juzgar, y promotor del bienestar de toda la familia.

Dos jóvenes mauritanos en una motocicleta.
Dos jóvenes mauritanos en una motocicleta. BECHIR MALUM

En ocasiones, la asistenta debe mediar entre los padres y la víctima, hacerles comprender que una violación nunca es culpa de quien la recibe y que todos deben estar unidos para ayudar a la hija a superar el trauma vivido. Tras la atención psicosocial y las pruebas médicas, la víctima es derivada a una organización de la sociedad civil, donde continuará recibiendo asistencia psicológica y jurídica.

Es una suerte poder sumergirse en una especialidad tan poco desarrollada en Mauritania: la salud mental y el apoyo psicosocial a las personas que han sufrido episodios traumáticos de naturaleza sexual. A lo largo de estos meses, seguiremos trabajando una estrategia transversal en los proyectos que Médicos del Mundo desarrolla en el país. Una tarea nada sencilla donde apenas hay profesionales de la psicología y donde los afectados son generalmente rechazados por la comunidad o conducidos a curanderos tradicionales para que les ayuden a sanar a través de prácticas mágico-religiosas.

No es fácil ser mujer en la República Islámica de Mauritania. Pero las mujeres y niñas mauritanas nos son meros agentes pasivos receptores de violencia, se trata de que a través de la protección y la prevención, progresen hacia su autonomía, facilitar que sean ellas las protagonistas de sus procesos. Así, es posible desarrollar pequeñas acciones que puedan contribuir a lograr grandes cambios en un futuro, tender una mano para fortalecer su resiliencia.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/03/31/planeta_futuro/1585666689_491553.html

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Libro(PDF): «Marchas y contramarchas en las políticas locales de género. Dinámicas territoriales y ciudadanía de las mujeres en América Latina»

Reseña: CLACSO

Este libro es una invitación a debatir la relación entre los gobiernos locales y la ciudadanía de las mujeres, un tema clave en los momentos actuales de nuestra región. Este tema, de larga data en los estudios de género, es revisitado a la luz de hallazgos empíricos que muestran nexos contradictorios entre la gestión local, la ampliación de la ciudadanía de las mujeres y su bienestar social. La gestión local de políticas de género, el acceso de las mujeres a distintas dimensiones de la institucionalidad municipal y a los procesos de articulación de intereses en sus disputas con el Estado por recursos materiales y simbólicos, recoloca el debate sobre redistribución y reconocimiento a la luz de herramientas conceptuales compartidas y hallazgos convergentes, pero con las especificidades propias de los cuatro contextos nacionales estudiados: Argentina, Colombia, México y Uruguay.

Autores (as): 

Ana Laura Rodriguez Gustá. [Editora]

Ana Laura Rodriguez Gustá. Sandra Milena Franco. Valeria Llobet. Constanza Tabbush. María Noel Avas. Angi Velásquez. Silvia Levín. Magdalena Acuña. Gisela Zaremberg Lis. Katya Salas. María Dolores López Jara. Mariana Caminotti. María Page. Mariela Soledad Zárate. Alejandra Massolo. [Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO. CONICET. AGENCIA.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-410-8

Descarga: Marchas y contramarchas en las políticas locales de género. Dinámicas territoriales y ciudadanía de las mujeres en América Latina

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1828&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1377

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España necesita combatir la violencia médica contra las mujeres embarazadas

Europa/España/PRENSAONU

Las mujeres no deberían experimentar un trato abusivo y discriminatorio señala un grupo de expertos en derechos humanos que examinaron la denuncia de una parturienta sometida a intervenciones médicas innecesarias. El caso había sido visto también por los tribunales españoles donde la mujer enfrentó estereotipos de género y discriminación.

El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer han pedido a España que adopte políticas públicas para combatir la llamada violencia obstétrica, que incluye malos tratos y abusos verbales y físicos a las mujeres embarazadas.

Los expertos en derechos humanos de ese Comité respondieron a una queja presentada por una mujer de la localidad española de Lugo que fue sometida a intervenciones médicas innecesarias durante el parto de su hija, incluida la inducción al parto sin aparente justificación.

Confío en que España tomará muy seriamente las recomendaciones formuladas en el dictamen.

La mujer llegó al hospital para un chequeo con 39 semanas y 6 días de embarazo y tenía contracciones irregulares, pero aún no había entrado en trabajo de parto. A pesar de ello, el personal médico decidió inducírselo.

El Comité concluyó que “cuando llegó al hospital no existía ninguna emergencia y, sin embargo, desde el momento que fue admitida, fue sometida a numerosas intervenciones sobre las cuales no recibió ninguna explicación”. Además, no se le pidió su consentimiento.

Su hija permaneció siete días en la unidad de neonatología para ser tratada por una infección que, según argumentaron las abogadas de la mujer, podría haber sido causada por las intervenciones médicas excesivas e inadecuadas.

La víctima llevó su caso a los tribunales en España, pero, según las conclusiones del Comité, se enfrentó a estereotipos de género y discriminación durante todo el proceso judicial.

“Es hora de poner fin a la violencia obstétrica. Las mujeres no deberían experimentar un trato abusivo y discriminatorio durante el parto”, aseguró Gladys Acosta Vargas, vicepresidenta del Comité el Comité.

El Comité instó a España a proporcionar a la mujer una reparación apropiada por el daño que sufrió a su salud física y psicológica.

También pidió a España que brinde a los profesionales de salud y operadores de la justicia una capacitación profesional adecuada en materia de derechos de salud sexual y reproductiva, y que se garantice el acceso a procedimientos legales efectivos en casos de violencia obstétrica.

UNICEF / Giacomo Pirozzi
Un recién nacido duerme en los brazos de su madre en un centro de salud de Accra en Ghana.

Recomendaciones

El Comité, con sede en Ginebra, hizo otras recomendaciones a España, entre ellas:

  • asegurar los derechos de la mujer a una maternidad sin riesgo y el acceso de todas las mujeres a una atención obstétrica adecuada
  • proporcionar a la mujer información adecuada en cada etapa del parto y requerir su consentimiento libre, previo e informado en todos los tratamientos invasivos durante la atención del parto, excepto en situaciones en las cuales la vida de la madre o el bebé esté en riesgo, respetando la autonomía de la mujer y su capacidad para tomar decisiones informadas sobre su salud reproductiva
  • evaluar la violencia obstétrica en el Estado que permita visibilizar la situación y así orientar las políticas públicas de lucha contra dicha violencia
  • asegurar el acceso a recursos eficaces en los casos en que los derechos de salud reproductiva de la mujer hayan sido violados, incluido en casos de violencia obstétrica

“Confío en que España tomará muy seriamente las recomendaciones formuladas en el dictamen, y que su amplia difusión promoverá cambios sustanciales en los protocolos de atención médica en muchos países”, dijo Acosta Vargas.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/03/1470871

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El Salvador requiere reformas urgentes contra la detención arbitraria de mujeres vulnerables

Tres mujeres fueron detenidas, juzgadas y condenadas a periodos largos de prisión tras haber sufrido emergencias obstétricas o abortos espontáneos. Un grupo de expertos de la ONU en derechos humanos señaló que esos casos son recurrentes en El Salvador, por lo que llamó a implementar reformas estructurales para poner fin a ese tipo de detenciones en ese país.

El Grupo de Trabajo de la ONU sobre Detención Arbitraria urgió a las autoridades de El Salvador a adoptar reformas estructurales para acabar con ese tipo de privación de la libertad en contra de mujeres en condiciones de vulnerabilidad.

El llamado de los expertos en derechos humanos fue hecho después de la revisión del caso de tres mujeres que fueron detenidas, juzgadas y condenadas a largos periodos de prisión en el país centroamericano, después de haber sufrido emergencias obstétricas o abortos espontáneos.

El Grupo había emitido recientemente una opinión en la que explicó que no se trataba de casos aislados, sino que reflejaban problemas estructurales en el ejercicio y protección de los derechos fundamentales de la mujer en El Salvador.

Las tres mujeres fueron privadas de su libertad en el hospital, cuando presentaban graves complicaciones de salud, luego de haber pasado por problemas obstétricos que terminaron sus embarazos. El personal hospitalario reportó los casos a autoridades policiales y judiciales, y éstas hicieron investigaciones y acusaron a las mujeres de homicidio agravado.

“Las autoridades salvadoreñas sometieron a las tres mujeres a prisión preventiva, sin considerar otras medidas alternativas a la detención y sin tomar en cuenta la emergencia médica sufrida, ni el daño físico y psicológico al que habían estado expuestas”, señalaron los expertos en un comunicado.

Asimismo, consideraron que “en los tres casos se asumió la culpabilidad de las acusadas, negándoles la presunción de inocencia y violando las garantías del debido proceso”.

Las jóvenes pobres están más expuestas

El Grupo afirmó que las mujeres jóvenes salvadoreñas pobres son especialmente vulnerables a sufrir este tipo de detenciones arbitrarias.

“La información recibida indica que, entre el 2000 y el 2011, 129 mujeres fueron condenadas por aborto u homicidio agravado en El Salvador, con penas que van de los 30 a 50 años de prisión. El 68% de las mujeres fueron sentenciadas cuando tenían entre 18 y 25 años y en su mayoría provienen de zonas rurales o urbanas marginales”, detalló.

Además, “el 57,36% de las denuncias registradas por sospechas de aborto fueron de profesionales de la salud pública. Este es un fenómeno generalizado en el país, que solo afecta a la población femenina y debe ser resuelto con prioridad”.

“El resultado son medidas privativas de libertad innecesarias, desproporcionadas, que no persiguen un fin legítimo y que parecen irrazonables en su implementación”, indicaron tras establecer que la legislación aplicada era discriminatoria, puesto que recae sólo sobre las mujeres.

En este sentido, el Grupo de Trabajo instó a las autoridades de El Salvador a que “revisen, reinterpreten, reformen, desapliquen o deroguen la legislación penal aplicada, con el fin de asegurar el cumplimiento de las obligaciones internacionales que el Estado asumió en materia de derechos humanos”.
Los Grupos de Trabajo forman parte de lo que se conoce como los Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos. Procedimientos Especiales, el mayor cuerpo de expertos independientes del Sistema de Derechos Humanos de la ONU, es el nombre que se da a los mecanismos de investigación, recopilación de información y mecanismos de monitoreo que analizan la situación de los derechos humanos en algún país determinado o la situación de un derecho humano en particular en todo el mundo. Los expertos trabajan de forma voluntaria, no son funcionarios de la ONU y su labor no es remunerada. Son independientes de cualquier gobierno u organización y sirven en su capacidad individual.  

Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/03/1470731

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