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México: Feministas mapean zonas de violencia en Puebla

Por: Leslie Zepeda / Zona Docs

Dos organizaciones feministas, 33 Mujeres y la Observatoria Todas MX dieron a conocer los resultados de la intervención Territorio Seguro que realizaron durante el último mes en Puebla para identificar las zonas de mayor riesgo para las mujeres que habitan la capital de este estado. Realizaron un experimento colocando 10 siluetas de mujeres en los puntos donde las mujeres de Puebla identifican mayores peligros. Los resultados del experimento fueron evidentes, el 80% de las siluetas desaparecieron en un promedio de 12 horas

Territorio Seguro tiene como objetivo la creación de políticas públicas que garanticen la elaboración de herramientas y/o estrategias que protejan los derechos de las mujeres en las calles de México.

Durante el último mes, 33 Mujeres junto con la Observatoria Todas MX comenzaron a realizar labores de concientización en la capital del estado de Puebla. Del 25 de marzo al 25 de abril, a través de entrevistas recabaron las voces de mil mujeres de este territorio; 500 se llevaron a cabo en 400 colonias distintas y 500 más a través de la plataforma Google Forms.

“Vamos por esos territorios seguros, no sólo para caminarlos, sino para apropiarnos de ellos. Porque aspiramos a una vida libre de violencia, porque ya no hay un lugar seguro para nosotras, ni en la calle, ni en la escuela, ni en el medio digital, en ningún lado” comentó la activista Yndira Sandoval, quien estuvo a cargo de la metodología de la intervención.

Yndira Sandoval explicó que para el desarrollo de Territorio Seguro decidieron realizar trípticos que incluyeron un violentómetro, un directorio de instancias para solicitar ayuda, información para conocer, identificar y prevenir la violencia, datos para contactarse con las organizaciones, además de un cuestionario. Con este último consiguieron un mapeo de los sitios más peligrosos, de acuerdo con la percepción y experiencia de las mujeres que habitan este territorio.

Desaparición, feminicidio

El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas (RNPDNO) estima que en Puebla han desaparecido mil 463 mujeres en los últimos 3 años, lo que representa el 52.61% de las personas desaparecidas en dicho estado.

Al mismo tiempo, informaron que la Secretaría de Gobernación registró que seis estados de la República concentran el 62% de los casos de desaparición de niñas, adolescentes y mujeres, los cuales son: Puebla, Jalisco, Ciudad de México, Tamaulipas, Nuevo León y el Estado de México.

“Lo que más nos preocupó fueron justamente las desapariciones y que en menos de 12 horas se dieran estas desapariciones. Recordarles que fueron colocadas en espacios donde mujeres nos dijeron que ahí, dentro de su propio territorio era donde más se generaban tipos de violencia” agregó la presidenta de 33 Mujeres, Edurne Ochoa.

A pesar de esta realidad, ambas organizaciones denunciaron las graves declaraciones del actual gobernador de Puebla, Miguel Barbosa en junio de 2020 con las que revictimizó a las mujeres que son desaparecidas:

“Ha habido casos donde la policía ministerial ha encontrado a las personas declaradas como desaparecidas con su novio en algún lugar en Puebla, y mientras ya quedaron en el registro de desaparecidas.”

Entre el resto de los hallazgos proporcionados, informó la presidenta de 33 Mujeres, que 8 de cada 10 mujeres resaltaron identificar el caso de alguna niña o mujer desaparecida, ya sea familiar, amiga o conocida en el mismo territorio. En el caso de las mujeres que son violentadas, el 62% de las entrevistadas tienen el conocimiento de alguna mujer que vive violencia.

Sin ningún apoyo institucional lograron realizar un atlas de la violencia en Puebla, reconocieron, por lo que, les resulta imposible que las propias autoridades, con las herramientas a su alcance, no hagan lo necesario para que en Puebla o en cualquier otra ciudad de México pare la violencia hacia las mujeres:

“Si organizaciones de la sociedad civil tuvimos la posibilidad durante un mes de intervenir nuestros territorios, de diseñar e implementar estrategias con nuestra silueta, de colocarlas, monitorearlas y llevar una bitácora de qué tipo de violencia sufrieron […] Nos parece increíble que las propias autoridades no tengan la posibilidad ni la voluntad política de generar estos atlas de riesgo de violencia y desigualdad en Puebla Capital. Lo cual puede funcionar para la implementación de política pública, para recuperación de espacios, para poder destinar presupuesto real al 51.2% de la población que somos las mujeres” afirmó Edurne Ochoa.

Para finalizar la presentación proporcionaron la metodología utilizada en Territorio Seguro, con el objetivo de replicar el proyecto en las demás ciudades del país. Y es que, coinciden en que es necesario realizar esta intervención en cada municipio, pero saben que no les es posible a ellas solas. Por ello, hicieron hincapié en la apertura que tienen para compartir su forma de trabajo, así como, para guiar a quien lo solicite.

Este trabajo fue realizado por ZONA DOCS, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar el original.

Fuente: https://piedepagina.mx/feministas-mapean-zonas-de-violencia-en-puebla/

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Una mujer maltratada es detenida, vejada y apartada de sus hijas en un delirante proceso judicial en Extremadura

Fuentes: https://www.publico.es/

La denuncia de los malos tratos que Sara B. B. sufría por parte de su pareja inició un enrevesado proceso judicial en el que dos de las juezas han sido expedientadas por el CGPJ por decisiones que califica de «medievales». El Constitucional valora si el tratamiento dado a la mujer por parte de la Policía puede considerarse «tortura».


El caso de Sara B.B. parece la trama de un thriller judicial en el que cada vuelta de tuerca es más sorprendente que la anterior. Fue detenida sin previo aviso cuando acudió al juzgado junto a su hija pequeña para recoger un documento. En pocas horas fue detenida, obligada a desnudarse y someterse a un examen de sus partes más íntimas y separada de sus hijas de forma violenta porque su expareja la acusó de haber secuestrado a las niñas y de estar en paradero desconocido (incluso en el extranjero) a pesar de que no se había movido de su casa. Sara seguía trabajando en el mismo hospital y las niñas seguían haciendo su vida habitual. Un disparate judicial de tal alcance que dos de las juezas que participaron en el caso han sido expedientadas por la comisión disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por aplicar lo que han calificado de métodos «medievales» y el Tribunal Constitucional valora si admite recurso un de amparo por «tortura» hacia ella.

Desde hace dos años Sara no ve a sus hijas ni ha podido hablar con ellas, aunque no existe una orden de alejamiento ni prohibición de comunicación. Recientemente los abuelos maternos han podido verlas por espacio de una hora los domingos en un punto de encuentro familiar, pero con la condición de que no pueden hablar sobre la madre con ellas ni mostrarles fotos ni llevarles regalos. Así lo solicitó la abogada de su expareja y lo estableció un juzgado en uno de los autos. A lo largo de todo el proceso judicial, que dura ya más de cinco años, los autos y sentencias revisados por este periódico muestran una extraña complacencia con los deseos y solicitudes de la expareja de Sara en las decisiones judiciales, incluso hasta el punto de constituir irregularidades jurídicas.

Cuatro años después de comenzado el litigio por la custodia de las niñas las medidas impuestas siguen siendo provisionales y recién el próximo 27 de abril tendrá lugar la vista ​definitiva en el juzgado de Zafra (Badajoz).

De los malos tratos al vapuleo institucional

Todo comenzó en febrero de 2016 cuando Sara acudió a la primera revisión de su segundo embarazo y el médico detectó que se encontraba «en estado de crisis de ansiedad» y con un «trastorno depresivo» y de oficio inicia el proceso. Es entonces cuando Sara empieza a narrar los malos tratos físicos y psicológicos de los que estaba siendo víctima desde hacía tiempo. «Ella no quería denunciar, pero la apertura del informe médico de maltrato abrió el proceso», explica Ana María González de la organización Mujeres Libres, Mujeres en Paz, que le presta apoyo. Esta organización, junto a otras, ha impulsado la campaña #MamáEstáCastigada para recabar apoyo ciudadano para Sara.

«Al principio parecía el hombre de mi vida, todo perfecto. Pero enseguida se metió en mi casa y me empezó a aislar. No quería que viera a mi familia ni a mis amigas. Tenia ataques de ira en los que daba golpes, amenazaba con suicidarse poniéndose un cuchillo en la garganta o con quitarme a la niña. Me decía que si iba a casa de mis padres me denunciaría por secuestro de las niñas y me chantajeaba con que no lo quería. Me controlaba el móvil y en ocasiones me encerraba en casa… Yo no me di cuenta de cómo empezó, pero poco a poco me fue anulando y no fui consciente de ello», relata Sara.

Desde el momento en el que se inicia el proceso judicial, señala Sara, a los malos tratos que había sufrido por parte de su pareja se sumó un maltrato institucional indescriptible que aún no ha terminado.

Las denuncias por malos tratos físicos y psicológicos fueron sobreseídas provisionalmente en el juicio. El juez no encontró pruebas «objetivas» suficientes para condenar, considera que el testimonio de Sara no es creíble y considera «inverosímil» el hecho de que una mujer con su nivel de formación y cultura no hubiera denunciado antes los hechos.

También fueron archivadas las denuncias interpuestas de oficio por el centro de salud por posibles abusos sexuales que la mayor de sus hijas comenzó a manifestar tras las visitas con el padre. Pese a los informes de psicólogas que afirman que el relato de la menor de dos años era creíble, esta causa también quedó sobreseída, como suele ser habitual en la mayoría de los casos de abusos a menores.

Las medidas provisionales previas establecidas tras la separación concedieron a Sara la custodia de sus hijas y a su expareja un amplio régimen de visitas. Pero hacia finales de 2017 todo el proceso se anula porque se descubre que su abogada estaba inhabilitada y tenía prohibido el ejercicio profesional. Esta circunstancia había dejado a la madres sin actuaciones judiciales clave a lo largo de esos meses.

El 21 de marzo de 2018 se convoca una nueva vista. La expareja de Sara solicita la custodia de las menores y el juez se la concede, incluyendo la custodia de la hija menor, a la que no conocía y con la que no tenía ni tiene ningún tipo de filiación paterna porque no la había reconocido legalmente como hija. En su argumentación, el juez explica que al no haberse probado los abusos sexuales no hay impedimento para el cambio de custodia y a Sara se concede un régimen de visitas. Todas los recursos contra esta decisión fueron denegados. Este inhabitual cambio de custodia se produce en el que se conoce como procedimiento de medidas provisionales previas, una vista de urgencia que establece cómo, con quién y con qué medios vivirán las menores hasta que se tomen las medidas paterno filiales definitivas. Lo anómalo en este caso, es que la vista para estas medidas definitivas se haya retrasado más de tres años.

Una sustracción inexistente

A la semana siguiente de la vista, entre el 28 de marzo y el 5 de abril, la expareja de Sara interpone cinco denuncias acusándola de la sustracción de sus hijas y pide al juzgado que las entregue o que se la detenga. En ellas afirma que teme por las menores y que no sabe dónde están o incluso si están en el extranjero. Tal como afirman fuentes conocedoras del caso él vivía en ese momento en Badajoz a escasos metros de Sara y sus hijas. Ella seguía trabajando en el mismo hospital y viviendo en la misma casa. Sara asegura que nunca recibió ningún escrito ejecutorio del auto judicial que debía establecer cómo y dónde debía entregar a las niñas.

A partir de ese momento dos juezas del juzgado de instrucción nº1 de Zafra (Badajoz) que sucesivamente intervinieron en este caso emitieron sendos escritos de ejecución forzosa del cambio de custodia. En ellas M.R.A.F como sustituta del juzgado primero, y P.J.D.G., luego como jueza titular, emitieron diversas providencias exigiendo a la Guardia Civil, a la Policía Nacional o al cuerpo policial de la UFAM (una unidad especializada en familia y atención a las víctimas de violencia de género) que averiguaran el paradero de Sara y sus hijas para que entregara a las menores o que procedieran a su inmediata detención si no lo hacia. Una actuación que contó, además, con el beneplácito de la fiscal del caso, a pesar de que se trataba de una actuación totalmente ilegal en una jurisdicción civil.

A finales de 2018 el juzgado de lo penal nº3 de Badajoz en una diligencia previa se había mostró contrario a iniciar una orden de detención contra Sara. Afirmó que «la única circunstancia que podría motivar la adopción de una medida penal sería el grave riesgo para la salud o la integridad de las menores, circunstancia que no se ha acreditado» y que lo único que puede motivar una medida cautelar penal es el bien superior de las menores. Decía que la detención «nos se considera necesaria en el presente caso, dada las escasas relaciones de las menores con el padre (que al parecer la pequeña ni conoce) y lo traumática que iría para ellas que su primer contacto con él después de tanteo tiempo ocurriera de esta manera».

Este mismo juzgado de lo penal vuelve a argumentar en contra de la detención en febrero de 2019, cuando la expareja de Sara vuelve a solicitar de forma urgente que se proceda a la detención de la madre. Los jueces vuelven a afirmar que no procede porque no concurren los supuestos legales» y porque Sara «compareció ante este tribunal cuando fue citada a declarar» y está personada con abogada y procurador.

Una detención ordenada desde un juzgado civil

Ninguna de estas argumentaciones frenaron la exigencia de las juezas del juzgado de los civil para que fuera detenida. El 10 de abril de 2019 Sara acudió al juzgado nº3 de Badajoz para recoger la notificación del juicio oral por sustracción, un documento que sólo se puede entregar personalmente. Cuando estaba por salid del edificio un grupo de policías de la UFAM la detuvieron, la llevaron a comisaría y la metieron en un calabozo. Sara llevaba una grabadora encima y la enciende en el momento de la detención.

Sara relata el maltrato que reciben ella y su hija mientras están detenidas en comisaría en la que no les dan de comer hasta las cuatro de la tarde, pese a los llantos de la menor. En un momento dado se llevan a la niña y llaman a la abuela materna para que traiga a la hija mayor que tenía cuatro años. Desde la celda, que está debajo del párking, Sara escucha los gritos de las niñas cuando se las entregan a su expareja. Desde ese día no ha vuelto a verlas ni a hablar con ellas.

Horas después de estar detenida, una Policía le dice que se desnude, que se quite «las braguitas» y se acuclille para mirar la zona perianal por si tuviera algo. Esto ocurre sin ningún tipo de intimidad y de forma vejatoria e innecesaria. Cuando Sara es detenida estaba en un juzgado donde había tenido que pasar por un arco detector de metales.

Las actuaciones irregulares de la policía no acaban allí. Una vez que le han retirado a las niñas no la dejan en libertad, aunque no haya ningún motivo para mantenerla detenida. A las siete de la tarde Sara solicita interponer un habeas corupus, un mecanismo legal que protege contra arrestos arbitrarios y obliga a comparecer de forma inmediata ante un juez que determine si el arresto es conforme a la legalidad.

Sin embargo nada de esto ocurre y Sara continúa detenida hasta las 15.30 horas del días siguiente. Cuando Sara pregunta por qué no la han dejado marchar, la Policía le responde que la habían dejado allí porque puso un habeas courpus, respuesta que volvió a dar la Policía en una vista cuando la abogada de Sara hizo esa misma pregunta.

Amparo al Constitucional y denuncia de dos juezas

Tras esta violación de derechos fundamentales, la defensa de Sara presentó un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Este recurso no ha sido aún admitido formalmente, pero el alto Tribunal solicitó al juzgado todas las pruebas sobre el caso antes de tomar una decisión. Según algunas juristas, el Constitucional suele rechazar el 80 o 90% de los recursos que recibe y el hecho de que quiera estudiarlo con todas las pruebas indica un interés por el caso.

También se presentaron sendas denuncias ante el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) contra las dos juezas del procedimiento de familia que ordenaron la detención de Sara. La comisión disciplinaria del CGPJ no sólo admitió las denuncias, sino que sancionó a las dos juezas como autoras responsables de infracciones disciplinaras muy graves de desatención al ejercicio de los deberes judiciales. El escrito de sanción de la jueza titular es el más duro de los dos. En él el órgano sancionador de los jueces recuerda que «no existe en el procedimiento civil norma alguna que habilite la detención ni la privación de libertad en cualquiera de sus formas para obtener de forma forzosa de lo acordado y no cumplido» y afirma que la detención se llevó a cabo en sin ningún tipo de procedimiento penal que le pudiera dar cobertura.

«No nos hallamos ante un mero defecto de forma», afirman los magistrados. Amparar una situación como las realizada por la expedientada sería tanto como legitimar la detención inmediata inaudita parte de una persona por incumplir lo ordenado en por cualquier autoridad judicial, que podría ser aplicable a la orden de entrega de menores como al incumplimiento del pago de una pensión o de una deuda. «Ello comportaría no sólo remontar esa actuación a la época del absolutismo, sino que rememoraría los oscuros y nefastos modus operandi del marco jurídico del medioevo«. El expediente concluye que con esta actuación la jueza muestra un «flagrante y peligroso desconocimiento ilógico, irracional, arbitrario y disparatado carente por completo de justificación» y que «actuó fuera de su jurisdicción» careciendo de «competencia y de cobertura leal que amparas o justificase su actuación». El comité disciplinario sanciona a la jueza con la suspensión de funciones durante 45 días.

Culpable de sustraer a sus hijas

El pasado mes de enero, el juzgado de lo penal nº2 de Badajoz condenó a Sara a cuatro años de prisión y otros cuatro de inhabilitación para ejercer la patria potestad por dos delitos de sustracción de menores. En su argumentación, el tribunal reconoce que «no queda probado» que las menores cuando se encontraban con la madre «estuvieran ocultas en paradero desconocido», sino que «realizaban una vida normal en Badajoz». Por tanto, el juez estima que corresponde aplicar la modalidad de «retención de un menor incumpliendo gravemente el  por resolución judicial o administrativa». Sin embargo, tal como afirma el comité disciplinario del CGPJ en la sanción a las juezas, «el delito no concurre por el mero hecho de dejar de atender lo ordenado en la resolución judicial, sino que requiere el apercibimiento previo que en este caso no existe». La sanción, en todo caso, afirman fuentes conocedoras del caso, podría haber sido por desobediencia, que es una figura menor penada con multa, pero nunca con pena de cárcel y retirada de la patria potestad.

Este pasado martes la Audiencia Provincial de Badajoz vio en segunda instancia la sustracción de menores, una actuación que sorprende por su rapidez, dado que otros procesos judiciales de este caso van extremadamente lentos. Es el caso del juicio civil para decidir la custodia de las menores, que se celebrará el próximo 27 de abril, un juicio que llega cuando sobre Sara pesa ya una condena que la puede inhabilitar para la patria potestad.


Fuente: https://www.publico.es/sociedad/mujer-maltratada-detenida-vejada-y.html

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OVE Investigación: Infografía, Venezuela y casos de femicidios 1er. Trimestre 2021

A continuación, se presentan las infografías que arrojan información sobre femicidios en el 1er trimestre  2021 en Venezuela. Los datos son tomados de publicaciones de las  redes redes sociales y  medios de comunicación  nacionales no gubernamentales  en los meses reseñados (enero-marzo 2021).

Autora: Rose Mary Hernández

 

 

Fuente: Construcción Centro de Internacional de Investigaciones Otras Voces en Educación

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Chile entre votos y balas

Por: Alvaro Ramis
Fuentes: Le Monde Diplomatique – Chile / Foto: Afiche de la Brigada Ramona Parra Osorno a favor de una nueva Constitución

En pleno desarrollo del proceso constituyente, y de la postergación de las elecciones por la pandemia, el clima social y político de Chile está enrarecido. La violencia desatada por el gobierno de Piñera para reprimir el estallido social de 2019 continúa, en tanto que los hechos ocurridos por entonces permanecen en la impunidad y cientos de manifestantes siguen detenidos sin condena. No es extraño que todas las instituciones del Estado hayan sido cuestionadas durante este año y medio de crisis y se haya hecho necesario abrir un proceso de cambio constitucional.

l 2 de febrero pasado se presentó el Primer Informe de Seguimiento de Recomendaciones del Instituto nacional de Derechos Humanos (INDH) que evaluó el cumplimiento de las recomendaciones al Estado chileno en casos de violaciones a los derechos humanos ocurridas entre el 17 de octubre de 2019 y el 5 de noviembre de 2020. En ese acto el director del INDH, Sergio Micco, afirmó que “si hoy tuviésemos que emitir un juicio definitivo, estaríamos más cerca de la impunidad que de la verdad y la justicia, y eso es gravísimo para el estado democrático chileno”.

La conclusión del INDH es muy grave:  tres de las cinco recomendaciones emanadas en 2019 permanecen como “pendientes de cumplimiento”. La más alarmante se refiere a “asegurar una efectiva justicia para las víctimas”. En concreto, sólo 42 causas han sido formalizadas de un total de 2.834 querellas interpuestas por el INDH por hechos ocurridos en el marco del estallido social de octubre de 2019 hasta el 20 de marzo de 2020. Esto representa sólo un 1,5% e implica que sólo un imputado fue condenado. El informe da cuenta de un incumplimiento que no es solamente responsabilidad del gobierno, sino que involucra a todo el Estado en su incapacidad de asumir las recomendaciones formuladas en 2019. Por esta razón, como ha advertido Claudio Nash, coordinador de la Cátedra de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, se podría llevar exigir la responsabilidad internacional de las actuales autoridades a través de los mecanismos del sistema interamericano, de Naciones Unidas y eventualmente del sistema penal internacional.

Por este motivo las elecciones, en principio aplazadas por cinco semanas por la pandemia, se realizarán en medio de un proceso de profundización de la regresión autoritaria iniciada en octubre de 2019. Esta involución no solamente implica la continuidad de las políticas de negación a la libertad de expresión y de reunión, sino que asumen un abierto agravamiento de la violencia contra los territorios y organizaciones populares. Lejos de los constantes desfiles de carros lanza-agua y lanza-gases, patrullas, tanquetas y retenes móviles por la Alameda y el entorno de la Plaza de la Dignidad, lo que verdaderamente altera el clima social es la implementación de mecanismos de represión selectiva, orientados a intimidar a los líderes sociales y a los espacios asociativos de poblaciones y territorios donde es muy difícil documentar los abusos o resguardar la integridad de las personas.

La violencia por otros medios

Aquí van algunos ejemplos de la nueva forma de violencia que asume la represión: cada viernes más de 1.000 efectivos policiales son desplegados en Plaza Dignidad, en torno al muro perimetral de tres metros de altura destinado a proteger la base del monumento al General Baquedano. En ese marco se han constatado ataques selectivos a los funcionarios del INDH, a los observadores de derechos humanos y las brigadas de salud que se instalan en esa plaza para monitorear la acción policial. Además, se ha denunciado la detención arbitraria de periodistas que cubren esos episodios. Los hechos más graves afectaron a Paulina Acevedo y Claudia Aranda, casos que se han remitido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a su Relatoría Especial para la Libertad de Expresión.

Los seguimientos, amenazas y acosos en el gran Santiago a Leticia Silva Valdés y las mujeres organizadas en San Bernardo o al comedor solidario Luisa Toledo de Villa Francia, los violentos allanamientos a la olla común de Lo Hermida, los ataques con gas pimienta en la feria libre de Bajos de Mena, en la comuna de Puente Alto, sólo ejemplifican los casos graves de violencia que se registraron durante el mes de marzo.

En Iquique se ha publicitado la llamada “Operación Cavancha”, un informe policial que trata de vincular la organización de las ollas comunes con la obtención de recursos para financiar las manifestaciones sociales. De esa forma se instaló una peligrosa forma de criminalización de la asociatividad social bajo la forma de acusar de “asociación ilícita” a las organizaciones sociales autoconvocadas en esa ciudad.

En la Araucanía se ha instalado una versión 2.0 del Comando Jungla, entendida como la reactivación del Grupo de Operaciones Policiales Especiales de Carabineros (GOPE) que recibió entrenamiento especial en Colombia y que estuvo implicado en graves abusos y crímenes como el de Camilo Catrillanca. De forma paralela se ha incrementado la acción directa de militares patrullando caminos rurales, entregando vehículos blindados a Carabineros y asesorándolos en las comisarías.

A fines de marzo un grupo de personas privadas de libertad en cárceles de Santiago anunciaron una “huelga de hambre líquida e indefinida” pidiendo “la derogación del artículo 9 y la restitución del artículo 1 del decreto Ley 321”, que establece la libertad condicional para las personas condenadas a penas privativas de libertad. Recordemos que cientos de presos ligados al estallido social permanecen en prisión preventiva hace más de un año. Es el caso de Mauricio Allendes, quien el 26 de marzo salió en libertad desde la Cárcel Santiago 1, tras un año y cinco meses en prisión preventiva. Acusado de portar armas y habiendo declarado torturas en la comisaría, fue absuelto de todos los cargos. No existen medidas reparatorias por parte del Estado en este caso.

Nada queda del discurso de Sebastián Piñera, en su primer mandato, en el que se refirió a los cómplices pasivos con la dictadura militar. Apenas se produjo el estallido del 18 de octubre de 2019 Piñera publicó tres decretos el sábado 19 de octubre en los que se declaró el “Estado de excepción constitucional de emergencia”. Ese acto instauró una restricción de las garantías fundamentales, decretando el toque de queda, y sacando a los militares a la calle. A medida que ha pasado el tiempo el gobierno ha usado la emergencia sanitaria ante la Covid-19 como medio de prolongar esas medidas, con el foco en la población más desfavorecida. El toque de queda ya se ha extendido por más de un año en todo el territorio nacional y se utilizan las regulaciones sanitarias para perseguir formas de acción colectiva como las ollas comunes.

Esta contradicción se aprecia fuertemente en política exterior. Cuando hay violación de los derechos humanos, nadie puede invocar la “no intervención en asuntos internos”.  Por eso llama la atención que el presidente Piñera haya cuestionado la detención de Jeanine Áñez, ex presidente interina de Bolivia, acusada de graves crímenes y masivas violaciones a los derechos humanos y de haber encabezado un golpe de Estado, y a la vez sea absolutamente pasivo ante los informes internacionales que lo acusan directamente y evidencian la total ausencia de medidas concretas de su gobierno en la contención de la represión, la reparación en favor de las personas cuyos derechos han sido vulnerados y el establecimiento de garantías de no repetición.

Una nueva institucionalidad

Estructuralmente, el momento político revela el grave déficit democrático de la institucionalidad chilena que, sometida al desafío de una convulsión social como la de 2019 no fue capaz de responder desde la perspectiva del resguardo de los derechos humanos. Y en esa materia no sólo el gobierno de Piñera aparece reprobado, sino los tres poderes del Estado. Es alarmante el alineamiento fáctico de toda la institucionalidad ante la respuesta autoritaria del Ejecutivo. Al respecto, el Congreso no ha sabido poner los límites que impidan esta espiral represiva y el Poder Judicial no ha jugado un rol garante de los derechos fundamentales en todas las esferas de la acción judicial.

No es extraño que todas las instituciones del Estado hayan sido cuestionadas durante este año y medio de crisis y se haya hecho necesario abrir un proceso de cambio constitucional. La Convención Constituyente deberá partir abordando la refundación de Carabineros de Chile, restableciendo su plena subordinación al poder civil y brindando plenas garantías de no repetición de los crímenes y abusos cometidos.

Las próximas elecciones marcarán un momento clave para el futuro. Sería irresponsable demandar el fin de las movilizaciones sociales sin que las garantías fundamentales de respeto a los derechos humanos se puedan ver reflejadas en mecanismos y plazos concretos y verificables, consagrados en la nueva Constitución. Si ello no se cumple es probable que el ciclo de violencia se enquiste de forma permanente en nuestra sociedad. Estamos a tiempo de impedirlo.

* El autor es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile.

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Frenar la libertad

Por: Tahira Vargas García 

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión.

La libertad está intrínsecamente vinculada a la responsabilidad social, al ejercicio ciudadano y al desarrollo humano. Sin libertad no hay desarrollo humano.

El ejercicio ciudadano en nuestra sociedad es muy débil, nuestra población no tiene clara conciencia de sus derechos ni de su responsabilidad social. Esta responsabilidad social no se ha forjado, se ha aniquilado uno de sus principales cimientos, la libertad. Cada individuo se socializa en el miedo y en la represión en la familia, la escuela, el vecindario, los espacios laborales, la relación con el Estado y en la vida social.

La inexistencia de una construcción del sentido de responsabilidad se debe a la ausencia de libertad. Padres/madres, abuelos/as tías/os tienen miedo de ofrecerle a los/as niños/as y jóvenes espacios de libertad donde tomen sus propias decisiones y tengan control sobre lo que hacen.

Tanto en el hogar, en la calle como en los centros educativos se educa con represión, con sanciones permanentes, siempre es “no”, “no hables”, “no te pares”, “cállate”, “siéntate”, los mensajes principales están sustentados en prohibiciones y sanciones. Estas prohibiciones y sanciones generan rebeldía, agresividad, violencia y poca responsabilidad.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

Las instituciones sociales, escuela, familia, religiones, grupos sociales, instituciones públicas, partidos políticos, tienen miedo. Miedo a que la población adolescente y joven adquiera conciencia de derechos y asuman responsabilidad frente a su cuerpo, sus propios proyectos de vida, su conducta y su vida cotidiana.

Los conflictos intergeneracionales tienen así una matriz de miedo, resistencia al cambio, resistencia a la responsabilidad social. Así se fortalece el conservadurismo expandiéndose con ello las corrientes fundamentalistas religiosas, la intolerancia cultural, social, racial, sexual y a la diversidad en sentido general.

Ofrecerle libertad a la juventud no la convierte en una amenaza, por el contrario, la empodera e integra socialmente convirtiéndola en sujeto social.

El sostenimiento del miedo, las prohibiciones, exclusiones y represión a las libertades incrementan el autoritarismo, la violencia y la desigualdad. Necesitamos que todas las generaciones y personas asumamos sentido de responsabilidad y ejercicio ciudadano, respetemos la diversidad y rompamos con el miedo a la libertad.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY

Fuente: https://acento.com.do/opinion/frenar-la-libertad-8928653.html

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España: La nueva ley de infancia prohibirá la exploración genital y los desnudos para determinar edad de los menores

La ley de protección a la infancia y la adolescencia frente a la violencia prohibirá recurrir a desnudos integrales o exploraciones genitales para determinar la edad de un menor, de acuerdo con las enmiendas registras en el Senado.

El PSOE y el PP proponen incluir cambios en la norma con ese objetivo, siguiendo las recomendaciones del Defensor del Pueblo y de organismos internacionales, entre ellos el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas.
El Pleno del Congreso ha respaldado la ley de protección a la infancia frente a la violencia, que empezará a contar la prescripción de los delitos graves cuando la víctima tenga 35 años, con amplio consenso y la oposición, con distintos argumentos, de Vox y PNV. El proyecto de ley pasará ahora al Senado, donde deberá seguir su tramitación en Comisión y Pleno, con el anuncio de varios grupos de que mantienen vivas enmiendas para seguir incluyendo mejoras.

La ley, con trámite de urgencia, podría estar aprobada en el mes de mayo, ya que se espera que esté lista para votación durante el pleno del próximo 11 y 12 de la Cámara Alta y enviarla al Congreso para su aprobación definitiva, explican a Efe fuentes parlamentarias. Los socialistas plantean además limitar al máximo en los centros de menores las medidas de contención física, que no podrán aplicarse a menores de 14 años o adolescentes embarazadas.

De acuerdo con sus enmiendas, la inmovilización física del menor solo podrá realizarse en última instancia y bajo un estricto protocolo y, de forma excepcional, en centros de menores con trastorno de conducta se podrá recurrir a la sujeción de las muñecas con equipos homologados. Se prohíbe sujetar o atar al menor a un objeto fijo o anclado, como la cama u otro mueble y, en cualquier caso, si se aplican medidas de contención que exigen el uso de la fuerza habrá que informar de forma inmediata al juzgado de menores y a la Fiscalía y realizar una exploración médica en un plazo de 48 horas.

Enmiendas presentadas

En cualquier caso, si se aplican medidas de contención que exigen uso de la fuerza se hará una exploración médica del menor en un plazo máximo de 48 horas y se informará de forma inmediata al juzgado de menores y a la Fiscalía. El PSOE, que ha presentado 27 enmiendas al proyecto de ley de protección a la infancia frente a la violencia en el Senado, propone también crear en seis meses un Consejo Estatal de Participación de la Infancia y de la Adolescencia.

Por su parte, el PP ha registrado 111 enmiendas para que la ley sea «más accesible y garantista» y refuerce la asistencia y la protección de los menores, ha dicho a Efe el portavoz popular en la Comisión de Derechos Sociales, Bienvenido de Arriba, que ha reclamado una dotación presupuestaria real para que esta ley «no se quede en una declaración de buenas intenciones». La formación popular pide que se reconozca el matrimonio infantil o la trata con fines de explotación sexual como formas de violencia hacia los menores, que se priorice el acogimiento familiar y los recursos residenciales sean la «última» opción y que se refuercen los centros de protección para que sean «entornos seguros libres de violencia».

Asimismo, el PP quiere que se cree una jurisdicción especializada en Infancia, Familia y Capacidad que cuenten a su vez con plazas concretas para los menores víctimas de explotación sexual y trata de personas sujetas a medidas de protección o tutela.

Por su parte, Ciudadanos ha presentado una decena de enmiendas, muchas de ellas de mejora técnica a la redacción de algunos artículos de la ley. La formación pide que se amplíe a todos los menores que solo tengan que declarar una vez durante la investigación, que ahora se establece solo para los menores de 14 años.

Así, propone modificar la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para establecer la exploración como prueba constituida para todas las víctimas menores de edad, no solo las menores de catorce años, con la finalidad de minimizar la victimización secundaria de estos menores y que ésta se haga por personas expertas.

Además, C’s defiende extender el derecho de asistencia jurídica gratuita de los menores víctimas de violencia a todos los procedimientos en los que sean parte o les afecten, no solo judiciales. Ciudadanos reclama además desarrollar programas de formación y sensibilización a adultos y menores para «la promoción intrafamiliar del matrimonio infantil, el abandono de los estudios y la asunción de compromisos laborales y familiares no acordes con la edad».

En los casos de los niños tutelados, reclama dotación suficiente para el cumplimiento de las obligaciones de la ley y que el coordinador de bienestar y protección que debe haber en los centros vele por la aplicación de estas políticas internas de control, detección e intervención.

Fuente: https://www.20minutos.es/noticia/4680769/0/la-nueva-ley-de-infancia-prohibira-la-exploracion-genital-y-los-desnudos-para-determinar-edad-de-los-menores/

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La militarización, fase superior del extractivismo

Por: Raúl Zibechi 

La militarización creciente de nuestras sociedades es claro signo otoñal del sistema capitalista patriarcal. El sistema renunció a integrar a las clases populares, ya no aspira siquiera a dialogar con ellas, sino que se limita a vigilarlas y controlarlas. Antes de este periodo militarista, se encerraba a los “descarriados” para corregirlos. Ahora se trata de vigilar a cielo abierto a camadas enteras y mayoritarias de la ­población.

Cuando un sistema necesita militarizar la vida cotidiana para controlar a las mayorías, se puede decir que tiene los días contados. Aunque en realidad esos días habría que medirlos en años o décadas.

Un buen ejemplo es la herencia del régimen de Pinochet en Chile, respecto del papel central de los militares y de la policía militarizada, Carabineros, en el control social. Una de esas herencias es el control de las fuerzas armadas de los excedentes de la empresa estatal de cobre, principal exportación de Chile.

La Ley Reservada del Cobre fue aprobada en la década de 1950, cuando arreciaban las movilizaciones de trabajadores y pobres de la ciudad y del campo. Durante la dictadura militar, esa ley secreta, como su nombre lo indica, fue modificada en siete oportunidades. Recién en 2016, gracias a una filtración del diario digital El Mostrador, se supo que 10 por ciento de las utilidades de la empresa estatal de cobre se traspasan directamente a las fuerzas armadas (https://bit.ly/3tNDa0S).

Recién en 2019 la ley secreta fue derogada (https://bit.ly/2OUAiAJ), cuando las calles de Chile empezaban a arder con una seguidilla de protestas y levantamientos que arrancaron en 2011, con las resistencias estudiantil y del pueblo mapuche, y luego por las feministas.

El daño que el régimen militar infligió a la sociedad puede verse en que más de la mitad de los chilenos no votan, cuando antes votaba la inmensa mayoría; en la tremenda deslegitimación de los partidos políticos y de las instituciones estatales.

No es el único caso, por supuesto. Los militares brasileños jugaron un papel destacado en la prisión de Lula, la destitución de Dilma Rousseff y la elección de Bolsonaro.

En todos los casos, la militarización vulnera el llamado “estado de derecho”, las normas legales que la sociedad ha adoptado, muchas veces sin ser debidamente consultada.

En todos los casos, la militarización contribuye a destruir naciones y sociedades, porque supone entregarle porciones significativas del poder y la gestión a una institución no democrática que, de este modo, queda fuera de cualquier control.

La militarización viene de la mano de la imposición de un modelo de sociedad que hemos llamado extractivismo, un modo de acumulación de capital por el 1% con base en el robo y el despojo de los pueblos, que implica una verdadera dictadura militar en las áreas y regiones donde opera.

El militarismo se subordina a esta lógica de acumulación mediante la violencia, por la sencilla razón de que no se le pueden robar los bienes a los pueblos sin apuntarles con armas.

Militarismo se conjuga con violencia, desapariciones forzadas, feminicidios y violaciones. Por lo demás, siempre propicia el nacimiento de grupos paramilitares, que siempre acompañan las grandes obras extractivas y que si bien se los considera ilegales, como lo demuestran Colombia y México, son entrenados y armados por las fuerzas armadas.

Ahora sabemos que el gran beneficiario del Tren Maya serán las fuerzas armadas, a las que el gobierno de López Obrador le ha concedido todos los tramos, añadiendo que se trata de “un premio” a esa institución (https://bit.ly/39aURjh).

Hay más de una similitud con el caso del cobre en Chile.

La primera es la entrega directa de los beneficios, con lo que cualquier gobierno consigue fidelidad de los uniformados a los que, en realidad, se subordina.

La segunda es el argumento de la “seguridad nacional” que esgrimen los gobiernos. En Chile era la lucha contra el comunismo. En México la frontera sur, con el argumento de la migración y el tráfico.

La tercera es que la militarización es tanto un proyecto como un modo de gobernar. Le siguen los aeropuertos, el orden interno y los más variados aspectos de la vida. Por la fuerza, consiguen trastocar la legalidad a su antojo, como las normativas presupuestales.

Observamos procesos de militarización desde Estados Unidos, Rusia y China, hasta en el conjunto de los países latinoamericanos. Consiste en el control de geografías rurales y urbanas por hombres armados al servicio del capital, para controlar a los pueblos que resisten el despojo.

No se trata de la maldad de un presidente o de un gobierno. Ese extremo no lo pongo en duda, pero no es lo central. Estamos ante un sistema que para estirar su agonía necesita implementar figuras nacidas en el siglo XX, que son los temas de Giorgio Agamben: el estado de excepción como forma de gobierno, la guerra civil legal contra los “no integrables” y el campo de concentración a cielo abierto vigilado por paramilitares.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/03/26/politica/la-militarizacion-fase-superior-del-extractivismo/

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