Page 31 of 84
1 29 30 31 32 33 84

Entrevista a Byung-Chul Han: Viviremos como en un estado de guerra permanente

Redacción: La Vanguardia

Carmen Sigüenza y Esther Rebollo

Redacción Internacional, 12 may (EFE).- Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida. Así es el mundo que vaticina el filósofo coreano Byung-Chul Han después de la pandemia: “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.

Nacido en Seúl en 1959, Han estudió Filosofía, Literatura y Teología en Alemania, donde reside, y ahora es una de las mentes más innovadoras en la crítica de la sociedad actual. Según describe en una entrevista a EFE, nuestra vida está impregnada de hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información y de una positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del cansancio.

El pensador coreano, global y viral en su fondo y forma, expresa su preocupación porque el coronavirus imponga regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, pérdida de libertad, fin del buen vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo.

«La muerte no es democrática», advierte este pensador. La Covid-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo del ser humano”. A su juicio, “eso ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos” en plena pandemia.

Byung-Chul Han, que publicará en las próximas semanas en español su último libro, «La desaparición de los rituales» (Herder), está convencido de que la pandemia “hará que el poder mundial se desplace hacia Asia” frente a lo que se ha llamado históricamente el Occidente. Comienza una nueva era.

PREGUNTA: ¿La Covid-19 ha democratizado la vulnerabilidad humana?¿Ahora somos más frágiles?

RESPUESTA: Está mostrando que la vulnerabilidad o mortalidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La muerte no es democrática. La Covid-19 no ha cambiado nada al respecto. La muerte nunca ha sido democrática. La pandemia, en particular, pone de relieve los problemas sociales, los fallos y las diferencias de cada sociedad. Piense por ejemplo en Estados Unidos. Por la Covid-19 están muriendo sobre todo afroamericanos. La situación es similar en Francia. Como consecuencia del confinamiento, los trenes suburbanos que conectan París con los suburbios están abarrotados. Con la Covid-19 enferman y mueren los trabajadores pobres de origen inmigrante en las zonas periféricas de las grandes ciudades. Tienen que trabajar. El teletrabajo no se lo pueden permitir los cuidadores, los trabajadores de las fábricas, los que limpian, las vendedoras o los que recogen la basura. Los ricos, por su parte, se mudan a sus casas en el campo.

La pandemia no es solo un problema médico, sino social. Una razón por la que no han muerto tantas personas en Alemania es porque no hay problemas sociales tan graves como en otros países europeos y Estados Unidos. Además el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia.

Aún así, en Alemania, la Covid-19 resalta las diferencias sociales. También mueren antes aquellos socialmente débiles. En los autobuses y metros abarrotados viajan las personas con menos recursos que no se pueden permitir un vehículo propio. La Covid-19 muestra que vivimos en una sociedad de dos clases.

P: ¿Vamos a caer más fácilmente en manos de autoritarismos y populismos, somos más manipulables?

R: El segundo problema es que la Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes. El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la democracia.

P: Libertad versus Seguridad. ¿Cuál va a ser el precio que vamos a pagar por el control de la pandemia?

R: Con la pandemia nos dirigimos hacia un régimen de vigilancia biopolítica. No solo nuestras comunicaciones, sino incluso nuestro cuerpo, nuestro estado de salud se convierten en objetos de vigilancia digital. Según Naomi Klein, el shock es un momento favorable para la instalación de un nuevo sistema de reglas. El choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apodere de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica en la que también se monitorizará constantemente nuestro estado de salud. Occidente se verá obligado a abandonar sus principios liberales; y luego está la amenaza de una sociedad en cuarentena biopolítica en Occidente en la que quedaría limitada permanentemente nuestra libertad.

P:¿Qué consecuencias van a tener el miedo y la incertidumbre en la vida de las personas?

R: El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos. Y vivimos en una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte. Ahora sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida. El placer también se sacrificará al propósito más elevado de la propia salud.

El rigor de la prohibición de fumar es un ejemplo de la histeria de la supervivencia. Cuanto la vida sea más una supervivencia, más miedo se tendrá a la muerte. La pandemia vuelve a hacer visible la muerte, que habíamos suprimido y subcontratado cuidadosamente. La presencia de la muerte en los medios de comunicación está poniendo nerviosa a la gente. La histeria de la supervivencia hace que la sociedad sea tan inhumana.

A quien tenemos al lado es un potencial portador del virus y hay que mantenerse a distancia. Los mayores mueren solos en los asilos porque nadie puede visitarles por el riesgo de infección. ¿Esa vida prolongada unos meses es mejor que morir solo? En nuestra histeria por la supervivencia olvidamos por completo lo que es la buena vida.

Por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía. Con la pandemia además se acepta sin cuestionamiento la limitación de los derechos fundamentales, incluso se prohíben los servicios religiosos.

Los sacerdotes también practican el distanciamiento social y usan máscaras protectoras. Sacrifican la creencia a la supervivencia. La caridad se manifiesta mediante el distanciamiento. La virología desempodera a la teología. Todos escuchan a los virólogos, que tienen soberanía absoluta de interpretación.

La narrativa de la resurrección da paso a la ideología de la salud y de supervivencia. Ante el virus, la creencia se convierte en una farsa. ¿Y nuestro papa? San Francisco abrazó a los leprosos…

El pánico ante el virus es exagerado. La edad promedio de quienes mueren en Alemania por Covid-19 es 80 u 81 años y la esperanza media de vida es de 80,5 años. Lo que muestra nuestra reacción de pánico ante el virus es que algo anda mal en nuestra sociedad.

P:¿En la era postcoronavirus, nuestra sociedad será más respetuosa con la naturaleza, más justa; o nos hará más egoístas e individualistas?

R: Hay un cuento,“Simbad el Marino”. En un viaje, Simbad y su compañero llegan a una pequeña isla que parece un jardín paradisíaco, se dan un festín y disfrutan caminando. Encienden un fuego y celebran. Y de repente la isla se tambalea, los árboles se caen. La isla era en realidad el lomo de un pez gigante que había estado inmóvil durante tanto tiempo que se había acumulado arena encima y habían crecido árboles sobre él. El calor del fuego en su lomo es lo que saca al pez gigante de su sueño. Se zambulle en las profundidades y Simbad es arrojado al mar.

Este cuento es una parábola, enseña que el hombre tiene una ceguera fundamental, ni siquiera es capaz de reconocer sobre qué está de pie, así contribuye a su propia caída.

A la vista de su impulso destructivo, el escritor alemán Arthur Schnitzler compara la Humanidad con una enfermedad. Nos comportamos con la Tierra como bacterias o virus que se multiplican sin piedad y finalmente destruyen al propio huésped. Crecimiento y destrucción se unen.

Schnitzler cree que los humanos son solo capaces de reconocer rangos inferiores. Frente a rangos superiores es tan ciego como las bacterias.

La historia de la Humanidad es una lucha eterna contra lo divino, que resulta destruido necesariamente por lo humano. La pandemia es el resultado de la crueldad humana. Intervenimos sin piedad en el ecosistema sensible.

El paleontólogo Andrew Knoll nos enseña que el hombre es solo la guinda del pastel de la evolución. El pastel real está formado por bacterias y virus, que siempre están amenazando con romper esa superficie frágil y amenazan así con reconquistarlo.

Simbad el Marino es la metáfora de la ignorancia humana. El hombre cree que está a salvo, mientras que en cuestión de tiempo sucumbe al abismo por acción de las fuerzas elementales. La violencia que practica contra la naturaleza se la devuelve ésta con mayor fuerza. Esta es la dialéctica del Antropoceno. En esta era, el hombre está más amenazado que nunca.

P: ¿La Covid-19 es una herida a la globalización?

R: El principio de la globalización es maximizar las ganancias. Por eso la producción de dispositivos médicos como máscaras protectoras o medicamentos se ha trasladado a Asia, y eso ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos.

El capital es enemigo del ser humano, no podemos dejar todo al capital. Ya no producimos para las personas, sino para el capital. Ya dijo Marx que el capital reduce al hombre a su órgano sexual, por medio del cual pare a críos vivos.

También la libertad individual, que hoy adquiere una importancia excesiva, no es más en último término que un exceso del mismo capital.

Nos explotamos a nosotros mismos en la creencia de que así nos realizamos, pero en realidad somos unos siervos. Kafka ya apuntó la lógica de la autoexplotación: el animal arranca el látigo al Señor y se azota a sí mismo para convertirse en el amo. En esta situación tan absurda están las personas en el régimen neoliberal. El ser humano tiene que recuperar su libertad.

P: ¿El coronavirus va a cambiar el orden mundial? ¿Quién va a ganar la batalla por el control y la hegemonía del poder global?

R: La Covid-19 probablemente no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos. El virus es una prueba para el sistema.

Los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia, especialmente en el aspecto de la vigilancia digital y biopolítica, inimaginables para Occidente.

Europa y Estados Unidos están tropezando. Ante la pandemia están perdiendo su brillo. Zizek ha afirmado que el virus derribará al régimen de China. Zizek está equivocado. Eso no va a pasar. El virus no detiene el avance de China. China venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20200512/481122883308/byung-chul-han-viviremos-como-en-un-estado-de-guerra-permanente.html

Comparte este contenido:

“Sin pensar agarré lo que pude y escapé con mis hijas”/México

América/México/27/05/2020/ Autorxs: Gloria Muñoz Ramírez, Karen Moreno, Iolany Pérez Y Héctor Madariaga/Fuente: desinformemonos.org

Especial “Coronavirus desde otras miradas”

Tercera Entrega

 

El confinamiento forzoso para evitar la propagación del coronavirus se ha convertido en caldo de cultivo de otro virus de efectos devastadores: la violencia machista. Las llamadas de auxilio y denuncias de mujeres maltratadas se han disparado en México, El Salvador y Honduras.

Alejandra, de 19 años, y Lucero, de 30, (ambas utilizan seudónimos por motivos de seguridad) están ingresadas desde hace unas semanas en un refugio para mujeres maltratadas en la Ciudad de México. Intentan recuperarse del tormento. En plena pandemia del Covid-19 el marido de Alejandra mató a su bebé de nueve meses y la emprendió a golpes contra ella. Lucero vivía encerrada en casa. Su pareja no la dejaba salir y el abuso era constante. Ante la amenaza de la violencia machista y del coronavirus, el confinamiento en una casa refugio es la protección de Alejandra y Lucero, que no tienen ningunas ganas de volver a su “normalidad”.

Las cifras por violencia de género en México eran alarmantes antes de la pandemia. María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), que agrupa a 40 organizaciones de 22 estados del país, señala que unas diez mujeres eran asesinadas cada día. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, el primer trimestre de 2020 ha sido el más violento para las mujeres mexicanas en los últimos cinco años, con 964 homicidios. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador declara que la tendencia en el feminicidio “está a la baja”.

Con apenas 19 años de edad, Alejandra vive refugiada durante la contingencia sanitaria. Foto/ Refugio de mujeres

Lo que ocurre, precisa María de la Luz Estrada, es que de los 964 asesinatos, 720 están clasificados como homicidios dolosos y sólo 244 como feminicidios. Este último término define el asesinato de una mujer por la condición de serlo, cometido siempre por un hombre y con una clara connotación machista. Un número creciente de países han incorporado el feminicidio a su legislación penal.

El primer caso de Covid-19 en México se detecta el 28 de febrero. En las semanas siguientes se dictan medidas de aislamiento preventivo, y el 23 de marzo, con 316 casos confirmados y dos muertes, la Secretaría de Salud declara la Jornada Nacional de Sana Distancia, y poco después la campaña “Quédate en casa”. El 30 de marzo se declara una “emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor” y el 21 de abril comienza la fase 3, con medidas que extienden el confinamiento. Los casos de violencia de género, –agresión físicas, sexual y emocional—se disparan de manera alarmante, según advierten mujeres víctimas de violencia, madres de mujeres asesinadas, activistas, y organizaciones feministas y de defensa de derechos humanos.

Machismo y misoginia en El Salvador

Son más de las 2 de la madrugada del 29 de abril en una vivienda humilde del municipio de Mejicanos, en San Salvador. Cristina, de 17 años, salta de la cama al escuchar ruido. A través de la cortina que divide el cuarto minúsculo vislumbra la silueta de su padre. “¡Qué haces!”, le grita. Salta por encima de la litera donde duerme su hermano de 10 años, enciende la luz y ve una escena dantesca. La madre ensangrentada en su cama, con el cuerpo del marido encima que trata de ahogarla. La muchacha consigue apartar al padre, y levanta a la mujer malherida.

Los gritos despiertan a su tío, Marvin Regalado, quien da un brinco y ve en el cuarto contiguo a su cuñado Edwin Alexander López Rivas, con los brazos extendidos, cubiertos de sangre. “Mátame, mirá lo que he hecho”, susurra el agresor. Detrás ve a su hermana, Susan Daly Regalado, que se tambalea agonizante.

Marvin avisa a la policía, mientras su sobrina recuesta a su madre, con los ojos cerrados y la lengua fuera. De camino al hospital Marvin graba con su teléfono celular a Susan, recostada en el asiento posterior del vehículo policial, con una toalla ensangrentada en la cabeza. Tiene puñaladas en el cuello, mejilla y frente. En pocos minutos llega a la casa otra patrulla de la Policía, que detiene al agresor.

A las 3 de la madrugada, frente al Hospital Zacamil, en San Salvador, un médico sube a la parte trasera del vehículo policial para auxiliar a Susan. Demasiado tarde. “Lo siento, ya no se puede hacer nada. Está muerta”.

El 1 de mayo se presenta ante el juzgado el requerimiento fiscal contra Edwin Alexander López, por el delito de feminicidio agravado de Susan Daly, que en El Salvador está tipificado y sancionado con una pena de entre 30 y 50 años de prisión. López Rivas está detenido por orden judicial y Fiscalía sigue realizando diligencias en la etapa de instrucción.

Edwin Alexander López, antes de la audiencia inicial en el Juzgado Segundo de Paz de Mejicanos, San Salvador. Foto/Émerson Flores

El confinamiento forzado de la población a causa de la pandemia ha agravado la violencia contra las mujeres. El Gobierno ha olvidado otro virus, más letal y menos combatido: el machismo y la misoginia. Desde la entrada en vigor de la cuarentena en marzo, el covid-19 ha causado la muerte de al menos cinco mujeres hasta el 13 de mayo. En el mismo período ha habido 18 asesinatos de mujeres, según la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa), y el Centro de Atención Legal ha recibido 158 denuncias, que representa un aumento de la violencia del 58% respecto de meses anteriores.

Una “condena” de dos meses en Honduras

En los últimos cuatro meses el Sistema de Emergencia 911 de Honduras ha registrado más de 32.500 llamadas telefónicas de auxilio de mujeres, que denuncian agresiones de su marido o de algún otro miembro de la familia. Según el Ministerio Público, durante el confinamiento se presentan entre 15 y 20 denuncias diarias por violencia doméstica sólo en Tegucigalpa y San Pedro Sula, las dos principales ciudades del país.

Una de las llamadas es de una joven, Angie García, hasta ese momento desconocida para el gran público, que denuncia a su marido por maltrato físico y verbal. La noche del 13 de abril, la Policía detiene en su domicilio, en Tegucigalpa, a Román Rubilio Castillo, futbolista de la selección hondureña y delantero centro del emblemático club Motagua.

El vídeo de la detención se hace viral en redes sociales, así como una foto de la paliza que Castillo propinó a su esposa y madre de un hijo. El futbolista pasa 24 horas en dependencias policiales, tal y como estipula la legislación de Honduras, donde la violencia doméstica es tipificada como falta y no como delito.

El Ministerio Público confirma que el deportista estaba ebrio cuando fue detenido. Después de varios rodeos el caso ingresa en el juzgado de familia, y Castillo es “condenado” a dos meses de trabajo comunitario. Melvin Duarte, portavoz del poder judicial, afirma que el acusado reconoció los hechos denunciados por su esposa, “por violencia psicológica y física”, lo que fue confirmado “por un dictamen preliminar en materia forense”.

En Honduras 390 mujeres fueron asesinadas en 2019. El 60% de las víctimas, por ataques de sus parejas, exparejas o alguien con quien tuvieron una relación afectiva, según un informe del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Las organizaciones de mujeres registran más casos, y alertan sobre la altísima impunidad: nueve de cada 10 crímenes contra mujeres no se investigan y los asesinos están libres.

Cristina Alvarado, dirigente feminista de la Organización de Mujeres Visitación Padilla, asegura que la violencia de género en las familias es una constante en Honduras. “La pandemia del Covid-19 sólo ha evidenciado la realidad histórica que viven las mujeres, producto de la violencia en el hogar. Esto lo venimos denunciando desde hace años las organizaciones feministas y de mujeres”, dice Alvarado.

La presión de la sociedad civil

En México, durante el primer mes de confinamiento las llamadas y mensajes de auxilio a los refugios de mujeres aumentan en un 80%, según explica Pilar Sánchez Rivera, directora de Espacio Mujeres para una Vida Digna y Libre de Violencia, uno de los 69 centros de la Red Nacional de Refugios. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador declara en una de sus conferencias de prensa “mañaneras” que el 90% de las llamadas de auxilio sobre violencia contra las mujeres son falsas, aunque los registros oficiales hasta marzo digan lo contrario.

Marilú Rasso, directora ejecutiva del mismo refugio, asegura que en la situación de encierro por el covid-19 “a las mujeres se les vuelve a meter en un papel de servicio obligatorio, y cualquier pretexto funciona para que el agresor ejerza violencia”.

En marzo, Alejandra y su hija de nueve meses sufren una vez más las agresiones del marido y padre. La pequeña pierde el conocimiento y la madre logra escapar con el bebé, que llega al hospital sin vida. El personal sanitario llama al Servicio Médico Forense y a la Fiscalía. “Les dije que en casa vivía amenazada, y que el papá nos golpeó a mi hija y a mí. No estaba borracho ni drogado, sólo se aburría porque no trabajaba”.

Diez mujeres son asesinadas en México todos los días. Foto / Brian Torres

Un informe de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) da cuenta de un 97% de impunidad en los feminicidios. Entre el 3% restante se encuentra el marido de Alejandra, que está en la cárcel por homicidio.

La historia de maltrato de Lucero empieza poco después del comienzo de la relación con su pareja hace 11 años. Madre de cuatro hijas de 10, 8, 6 y 5 años de edad, Lucero es víctima primero de violencia emocional. “Me insultaba, me decía que yo no valía nada y que si salía de la casa no iba a poder sola”. Cansada de los golpes y del engaño, Lucero da el paso: “Sin pensar agarré lo que pude y me fui con mis hijas. Una amiga nos acompañó hasta el Centro de Justicia.” Los exámenes físicos y psicológicos demoran una semana por falta de recursos humanos derivada de la contingencia, y después envían a la madre y a tres de sus hijas a un refugio. La mayor inquietud de Lucero es que la hija mayor está con el padre.

Despliegue militar contra el virus y las pandillas

En El Salvador, el Gobierno del presidente Nayib Bukele convierte una base militar en el primer centro de confinamiento para las personas que llegan del exterior. El 14 de marzo, la Asamblea Legislativa aprueba la “Ley de Restricción Temporal” o régimen de excepción, y el estado de emergencia y calamidad, para hacer frente al coronavirus. El plan Control Territorial, cuyo contenido era desconocido por la sociedad civil, había permitido anteriormente el despliegue militar y policial en todo el país para actuar contra las pandillas Mara Salvatrucha-13 y Barrio 18. El Salvador, un país de 6,7 millones de habitantes, tiene uno de los índices de violencia más alto del mundo.

Los datos del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública indican que en 2019 se cometieron 230 asesinatos de mujeres, de un total de 2.398 homicidios, casi 1.000 menos que el año anterior. El Gobierno presenta esta tendencia a la baja como un éxito del plan Control Territorial, que entró en vigor en junio de 2019.

Con la ejecución del último decreto aprobado “la Fuerza Armada mantiene el 100% de sus efectivos colaborando en la lucha contra el covid-19”, declara el ministro de Defensa, René Merino Monroy. Las personas que, a juicio de las fuerzas de seguridad, no tienen una justificación válida para salir de casa, son detenidas. Más de 2.420 personas están retenidas en condiciones inmundas en centros de contención por violar la cuarentena.

Los militares y policías comandan los más de 800 cordones sanitarios implementados en el territorio nacional. Foto/Émerson Flores

La arbitrariedad de la actuación policial en muchos casos ha provocado choques del presidente con la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Bukele ha desafiado al alto tribunal al hacer caso omiso a las resoluciones judiciales, y la CSJ ha admitido innumerables habeas corpus de personas que denuncian arbitrariedades.

Si bien El Salvador fue uno de los primeros países en cerrar el aeropuerto para vuelos comerciales, la improvisación ha sido la nota predominante en la estrategia de Bukele. Adultos mayores, los más vulnerables ante el contagio, han sido confinados en los mismos centros que las personas procedentes de países considerados focos infecciosos.

El regreso a casa del agresor

La pasividad de la Justicia hondureña provoca que muchas mujeres retiren las denuncias, y que los familiares de las víctimas renuncien a luchar. El miedo se apodera cuando el Estado es claramente ineficiente y no responde a las víctimas.

El caso del futbolista Castillo, denunciado por agresión por su esposa, da un vuelco en cuestión de días, cuando Angie García se retracta de sus acusaciones y dice, a través de las redes, que su marido puede volver a casa.“No entraré en polémica, simplemente quiero aclarar que las fotos expuestas en redes sociales no son de mi persona. Pido respeten mi privacidad, no es justo que mi familia sea el centro de atracción”, escribe la cónyuge del jugador.

La legislación permite a las autoridades ordenar la puesta en libertad del agresor, para regresar a casa y convivir de nuevo con la víctima, si no es un caso reincidente. En opinión de la dirigente feminista Cristina Alvarado, la vuelta del agresor al hogar supone un alto riesgo para la víctima. “Lo que estamos promoviendo como organización es que las mujeres agredidas vayan a las casas refugio, o con familiares o amigos. Por lo general, el gran problema es que la violencia doméstica está tipificada como una falta y no como un delito, entonces el enfoque de la ley es preventivo nada más”.

Jueza Claudia Isabela López – Honduras / Foto Radio Progreso

La jueza Claudia Isabela López puntualiza que, si el agresor no cumple con las medidas que dicte un juzgado, el proceso se convierte en penal. “El antecedente de violencia doméstica, cuando es reiterativo, pasa a ser un proceso judicial”.

Ciudad Juárez, cuna del feminicidio

La propagación del virus ha provocado la suspensión de las clases en todos los niveles educativos de México. Muchas madres y padres que aún trabajan han dejado a sus hijos en manos de familiares. Es el caso de Miguel Ángel Z y María Guadalupe M, en Ciudad Juárez (Chihuahua), que quedan al cuidado de su nieta de seis años. El padre de la niña no vive en la ciudad. El 11 de abril, en plena contingencia sanitaria, la pequeña presenta una insuficiencia respiratoria grave que acaba con su vida. La primera sospecha de los padres apunta a coronavirus, pero el informe médico revela que la niña fue violada, golpeada y estrangulada.

El abuelo es el principal sospechoso y es detenido junto con su esposa. Yadira Soledad Cortés, coordinadora de la Red Mesa de Mujeres Juárez, dice que éste es uno de los muchos casos en plena pandemia: “La violencia sexual infantil se da principalmente por un conocido o un familiar, y las niñas confinadas están más expuestas”.

Ciudad Juárez es un municipio emblemático de los asesinatos de mujeres en México. En los primeros años de la década de los 90 se propagó en esta ciudad fronteriza una ola de homicidios de mujeres, en su mayoría trabajadoras de las maquilas y habitantes de las colonias populares. Aquí nacieron organizaciones de defensa de mujeres como “Ni una más”, “Nuestras Hijas de Regreso a Casa” y “Mesa de Mujeres Juárez”, que aglutina a una decena de colectivos.

Del 1 de enero al 14 de mayo se han registrado en esta ciudad 65 feminicidios, un 27% más que en el mismo periodo de 2019, según la Mesa de Mujeres.

El aumento de la violencia de género se repite en todo el país. En enero hubo 15.851 denuncias por violencia familiar en México, en febrero, 13.000, y en marzo, ya con las medidas de confinamiento, se abrieron 20.000 casos. Las llamadas al teléfono oficial de emergencia (911) se multiplican cada mes.

El panorama ya era difícil antes de la pandemia, señala Irinea Buendía, madre de una joven estrangulada por su pareja y referente nacional en la búsqueda de justicia. “Vivíamos una emergencia nacional, pero nadie nos hizo caso, y por eso hubo una manifestación histórica el 8 de marzo, y un paro nacional de mujeres, sin precedentes en México, el 9 de marzo”. Pero al presidente López Obrador “en ese momento le importaba más el sorteo simbólico del avión presidencial y despreció nuestras denuncias”, acusa Buendía.

Mensaje de impunidad

La historia de El Salvador está marcada por la muerte, la guerra, levantamientos campesinos, mártires y dictaduras militares. El conflicto armado de los años 80 entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Ejército, generado por la injusticia social, se prolonga 12 años, hasta la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec en 1992. El problema de fondo, como en toda la región, se resume en dos palabras: desigualdad y exclusión de la gran mayoría. Según Oxfam, los 160 más ricos acaparan el 87% de la riqueza. Y la mayoría vive al día.

“El presente no está desvinculado del pasado”, subraya Silvia Juárez, de la organización de mujeres Ormusa, que cita como ejemplo el informe De la locura a la esperanza, elaborado por la Comisión de la Verdad tras la firma de la paz. Dicho informe describe la violencia sexual como un hecho colateral y no como una violación sistemática contra las mujeres.

Tras la firma de los acuerdos de paz no hay un proceso de reconciliación nacional. El año siguiente, en 1993, la Asamblea Legislativa aprueba la ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz, que pone en libertad a todos los presos involucrados en violaciones de derechos humanos durante la guerra civil.

Después de décadas de reclamos por parte de las víctimas, en 2016 la Corte Suprema anula la ley de Amnistía. Los enfrentamientos en la Asamblea Legislativa continúan y el 26 de febrero pasado, el pleno aprueba una ley de amnistía disfrazada, la llamada Ley Especial de Justicia Transicional, Reparación y Reconciliación Nacional. “Si ni siquiera se reconoce esta violación, estamos lejos de construir la paz”, lamenta Silvia Juárez.

En El Salvador, la violencia deja las trincheras y muta en forma de grupos pandilleros. Hasta el 30 de abril, la Fiscalía General de la República (FGR) reporta dos casos en los que hay indicios de asesinatos de mujeres a manos de pandillas o maras desde que comenzó la cuarentena domiciliaria.

Las autoridades policiales y militares cierran las calles para implementar el cerco sanitario y habilitan un acceso. Foto/Emerson Flores

La coordinadora de la mujer de la Fiscalía, Graciela Sagastume, explica que no hay diferencia en cuanto al procedimiento de mujeres asesinadas por integrantes de maras, porque en todos los casos se aplica el protocolo de feminicidio. Según las reglas de las pandillas, las mujeres no tienen voz y no pueden opinar ni decidir. La coordinadora fiscal considera que los feminicidios dentro del mundo de las pandillas son un problema estructural. “En la medida que el Estado invierta en problemas sociales, las mujeres podrán salir de ese mundo”.

San Pedro Sula, violencia y emigración

Iberoamérica es la región más violenta del planeta, según un estudio de la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. De las 50 ciudades con más homicidios 15 están en México (con Tijuana a la cabeza), dos en Honduras (San Pedro Sula y Tegucigalpa), y una en Guatemala (Ciudad de Guatemala) y una en El Salvador (San Salvador).

San Pedro Sula, la capital industrial de Honduras con 1,1 millones de habitantes, estuvo considerada durante cuatro años consecutivos, de 2011 a 2014, la ciudad más violenta del mundo. Llegó a registrar 142 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Autónoma de Honduras. San Pedro Sula es también el epicentro del éxodo migratorio de Centroamérica hacia Estados Unidos.

Una de las zonas más conflictivas de la ciudad es Chamelecón, un suburbio pobre, de calles de tierra, donde pandillas y grupos criminales ligados al narcotráfico libran su propia guerra por el control territorial. Aquí se registra el 5 de mayo un caso de violencia que sacude la ciudad. Un abogado asesina a su esposa, después a su hijo y finalmente se suicida. Los vecinos declaran que escucharon gritos y una fuerte discusión.

Para la abogada y feminista Karol Bobadilla, quien integra el Foro de Mujeres por la Vida, en Honduras no hay condiciones para que las mujeres permanezcan en cuarentena y, sobretodo en casos donde tienen un agresor al lado.

¿Qué explicación tiene tanta violencia en Honduras? Tiene raíces profundas, según detalla un análisis político del sacerdote Ismael Moreno: “La acumulación de riqueza, tierra y recursos en pocas manos, y la acumulación de poder en instituciones del Estado controladas por esas mismas personas ha generado una violencia que hoy nos parece incontrolable”.

La oligarquía hondureña, bajo la tutela del capital multinacional y con el aval de las instituciones del Estado, ha logrado el control de todos los hilos: del capital comercial, especulativo y agroindustrial, de la energía, las comunicaciones, el turismo y el transporte. “Las decisiones que de verdad pesan son las que toman estas familias, que en su conjunto no pasan de doce apellidos”, explica Moreno.

Una segunda característica es la cantidad de conflictos sin resolver: “Educación y salud deficientes, recaudación de impuestos, inseguridad y violencia. Es como una enorme olla de presión a punto de estallar”.

El tercer rasgo, según Ismael Moreno, es la subordinación del Estado al sistema de partidos políticos. “Es una institucionalidad que genera violencia, y que sirve como refugio a personas que se dedican a delinquir, a establecer alianzas con organizaciones criminales transnacionales, convirtiendo a instituciones enteras, como la Policía Nacional, en maquinarias delictivas”. La violencia impregna toda la sociedad hondureña y abona el sistema patriarcal, que convierte muchos hogares en campos de batalla, donde muchas de las víctimas son mujeres.

Inseguridad en la UNAM

Antes de que el coronavirus llegue a México, las movilizaciones de mujeres contra las distintas formas de violencia de género están en un punto álgido. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la de mayor prestigio de América Latina, según la página UniRank, vive una convulsión inédita debido al incremento de la violencia y a la falta de respuesta de las autoridades universitarias.

Una joven es encontrada sin vida el 2 de mayo en la Ciudad de México, en plena fase 3 de la pandemia. Foto / Brian Torres

Durante más de cinco meses, hasta el 14 de abril, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM ha estado ocupada por un colectivo de mujeres estudiantes denominado Mujeres Organizadas, que exigen el fin del acoso sexual, de las violaciones y desapariciones de estudiantes en la facultad y en el resto de la Universidad. La alumna Mariela Vanessa desapareció en 2018 sin dejar rastro, cuando se dirigía desde su casa a la facultad.

Mientras dura la protesta, las ocupantes de la facultad de Filosofía y Letras son “vigiladas, perseguidas por todos los medios posibles, agredidas y criminalizadas”. Lo que no consiguen las amenazas ni las autoridades lo logra la pandemia, y finalmente tienen que desalojar las instalaciones al no contar con “las herramientas necesarias para hacer frente” al covid-19.

****

Las historias de México, El Salvador y Honduras, reflejadas en este trabajo colectivo, ponen de relieve que la pandemia del covid-19 sólo echa más leña al fuego de la violencia machista. El confinamiento forzoso ha convertido muchos hogares en auténticos infiernos para las mujeres.

La conclusión más tremenda, a la luz de lo que ocurre en estos tres países, es que la violencia intrafamiliar o de género no es por temporadas, ni se detendrá una vez pasada la pandemia. Como afirma la fiscal salvadoreña Gabriela Sagastume, la violencia hacia la mujer está sostenida por los patrones socioculturales que imperan en El Salvador, que no difieren mucho de los de México o de Honduras.

Antes del coronavirus las agresiones de toda magnitud a mujeres, incluido el feminicidio, se repetían diariamente en cada uno de los tres países. La pandemia esboza una nueva realidad llena de claroscuros. Las instituciones del Estado brillan por su ausencia cuando son más requeridas que nunca, pero en contrapartida la sociedad civil muestra vigor y capacidad de presión para ser tenida en cuenta. En medio, las mujeres, las víctimas, empiezan a perder el miedo y a romper el silencio.

Para ver el fotoreportaje, click aquí

Para oír el podcast, click aquí

Mira la primera entrega

Mira la segunda entrega

*Otras Miradas es una alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

Fuente: https://desinformemonos.org/sin-pensar-agarre-lo-que-pude-y-escape-con-mis-hijas-2/

Imagen:  Brian Torres

Comparte este contenido:

Levantar la voz ante el cerco de la violencia

Por: Roberto Patiño

El modelo tiránico del régimen asedia a los venezolanos con violencia, colapso, crisis hiperinflacionaria y escasez casi total de combustible. La coyuntura de la cuarentena preventiva mundial para frenar el contagio del covid-19 ha sido instrumentalizada por la dictadura para reforzar sus sistemas de control y censura mediática, así como para invisibilizar el descontento y la protesta.

La sociedad es desbordada por la situación. Ante la orfandad de instituciones públicas, coaptadas por el poder, la labor de ONG y redes de apoyo civiles representa la única opción de solidaridad y ayuda para la inmensa mayoría. Aunque estas organizaciones y redes tienen capacidades materiales y logísticas limitadas, de igual forma tienen un papel fundamental para la gente, ya que muchas veces son las únicas instituciones que visibilizan y reconocen a la persona y su situación.

Así lo expresa uno de nuestros líderes del Movimiento Caracas Mi Convive: “El saber que cuento con un equipo que me oye en un momento duro, el recibir un mensaje por parte de ustedes preguntando cómo estoy, cómo me siento… Eso tiene más significado para mí…”.

Esta labor toma un mayor sentido en el actual contexto de libertades cercenadas y violencia promovidas desde el Estado.  En días recientes la comunidad de Petare ha vivido enfrentamientos entre bandas armadas, derivados de las nefastas políticas de “zonas de paz” propiciadas por la dictadura. Muchos han tenido que huir de sus hogares, como si fueran refugiados de sus propios barrios. El silencio y la inacción oficial de los primeros días ha dado paso, el viernes 8 de mayo en la madrugada, a la intervención de grupos del Cicpc y las FAES, que nuevamente han actuado violando derechos humanos, en medio de denuncias de detenciones ilegales y ajusticiamientos.

En este sentido, desde Alimenta la Solidaridad, hemos alertado sobre estos hechos, en particular la detención ilegal de Junior Pantoja, un líder social de la comunidad de José Félix Ribas, con una reconocida labor de ayuda en el barrio, en el que participa en el funcionamiento y coordinación de los comedores de nuestro emprendimiento en esa zona.

La detención de Junior repite el patrón de persecución y criminalización de activistas de derechos humanos por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, en una política análoga a los sistemas totalitarios.

Esta es otra expresión del cerco de violencia que, desde el régimen opresor, busca arropar a todos los ciudadanos para generar conflicto, rabia, impotencia, anomia. Desde Caracas Mi Convive reiteramos la necesidad de contrarrestar estas políticas inhumanas y crueles desde los valores convivenciales. Por ello utilizamos nuestra plataforma para visibilizar la situación de personas que, como Junior, son agredidos y violentados desde el poder.

Nuestro llamado es a tomar conciencia de la gravísima realidad de represión y violaciones de los derechos humanos que se ha agudizado bajo el manto de la cuarentena.  Debemos sumar voces de denuncia y demanda que deben elevarse por sobre la violencia que el régimen ha establecido como única vía para mantenerse en el poder.

Fuente: https://www.elnacional.com/opinion/levantar-la-voz-ante-el-cerco-de-la-violencia/

Imagen: www_slon_pics en Pixabay

Comparte este contenido:

Violencia de género sí ha aumentado desde el inicio del confinamiento: UNAM

América/México/20/05/2020/Autor: DGCS UNAM/Fuente: desinformemonos.org

Para identificar y combatir la violencia en casa, así como facilitar una mejor convivencia durante el confinamiento, la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM emitió dos publicaciones donde propone acciones y recomendaciones sobre qué hacer.

De acuerdo con la entidad universitaria que encabeza Tamara Martínez Ruiz, la violencia de género ha aumentado en el hogar desde el inicio del confinamiento -en marzo pasado- por lo que es importante saber qué hacer ante esa situación y a quién acudir.

La violencia contra mujeres, niñas y adolescentes es una violación a los derechos humanos de proporciones pandémicas en el espacio público y privado, afirma.

Asimismo, menciona los tipos de violencia para que quienes sean afectadas puedan identificarla, y brinda los pasos y números de contacto para denunciar y ser atendidas.

Existe la violencia psicológica y verbal, que provoca daño emocional y disminución de la autoestima; la física, que daña el cuerpo de otra persona; el acoso cibernético, que utiliza la tecnología para amenazar, avergonzar, intimidar o criticar a otra persona; la sexual, que involucra cualquier acción que vulnere el derecho de la mujer a decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva, y la económica o patrimonial, que menoscaba los recursos económicos o patrimoniales de la mujer.

La Coordinación sugiere que si alguien se considera en peligro, es recomendable tener a la mano los documentos de identidad, llamar a familiares o amistades para informarles, y tener una maleta con varias mudas de ropa.

Mejor convivencia

En otra publicación, la Coordinación para la Igualdad de Género presenta acciones que se pueden implementar para favorecer la convivencia con perspectiva de género y lograr una relación menos conflictiva.

Entre ellas menciona la conciliación, que favorece una mejor relación entre el trabajo a distancia, las labores domésticas, los cuidados, la vida personal y la familiar.

Otra es la corresponsabilidad, que implica el reparto equilibrado de los quehaceres domésticos; el cuidado de los hijos, los adultos mayores o personas enfermas y mascotas; y una distribución equitativa del tiempo que hombres y mujeres emplean en estas labores.

Fuente e imagen: https://desinformemonos.org/violencia-de-genero-si-ha-aumentado-desde-el-inicio-del-confinamiento-unam/

Las publicaciones pueden consultarse en los siguientes vínculos: 

ceta.unam.mx/wp-content/uploads/2020/05/igualdad002.pdf

https://www.gaceta.unam.mx/wp-content/uploads/2020/05/violencia.pdf

Publicado originalmente en DGCS UNAM

Comparte este contenido:

Libro(PDF): «Políticas encadenantes. Sobre cuerpos y violencias en Centroamérica»

Reseña: CLACSO

El concepto de políticas encadenantes es el eje aglutinador de un conjunto de trabajos que integran este libro, y que analizan espacios de encuentro entre micro, meso y macropoderes orientados a con gurar subjetividades. Con esta noción también tratamos de desarrollar un recurso epistemológico y metodológico que explora, de modo multidisciplinario, discursos y prácticas que normalizan la violencia y que son reproducidos en la vida cotidiana. Del mismo modo, intentamos comprender cómo se les vincula con la formación social del Estado, el avance del neoliberalismo y la globalización.

Con el estudio de las políticas encadenantes hemos intentado construir una mirada que provea elementos para comprender la multidimensionalidad que caracteriza el ejercicio y circulación del poder y la violencia en la región centroamericana.

De la Presentación de Clara Arenas, Juan Pablo Gómez y Alejandro Flores

Autor (a):  Clara Arenas. Paula Fernández. Alejandro Flores Aguilar. Juan Pablo Gómez. Laura Sala. [Editores y Editoras]

Julieta Rostica. Juan Pablo Gómez. Hloreley Osorio Mercado. Klaus Kuhnekath. Ana Ortega. Paula Fernández. Laura Sala. Alejandro Flores Aguilar. Juan José Meléndez. Rina Montti. Iris Tejada. Ana Cristina Solís Medrano. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor:  CLACSO.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-593-8

Descarga: Políticas encadenantes. Sobre cuerpos y violencias en Centroamérica

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1958&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1389

Comparte este contenido:

Aunque el Califato ya no existe, el Estado Islámico sigue asesinando: ¿por qué no se habla de ello?

Por: Alberto Rodríguez García

Combatir el terrorismo del Estado Islámico y las causas que lo hacen fuerte ha dejado de ser prioritario. Estados Unidos se enfoca en el quebradero de cabeza que se le ha convertido Irak. Siria concentra la mayor parte de su Ejército en Idlib. Yemen suficiente tiene con sobrevivir a la mayor crisis humanitaria de nuestra época mientras La Coalición (Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y sus respectivos aliados yemeníes) se desmorona en el sur. Camerún, Chad y Nigeria pueden permitirse cierto grado de insurgencia mientras solucionan problemas internos mucho más acuciantes. Pero el terrorismo no ha cesado, y aunque el Califato ya no existe, sus fanáticos siguen asesinando. ¿Por qué no se habla de ello? En parte porque su violencia es a mucha menor escala que en el pasado, pero también porque han decidido no atacar ‘Occidente’ hasta que vuelvan a controlar territorio estable.

En apenas una semana, terroristas del Estado Islámico han tiroteado a un miliciano de las YGP en Manbij (Siria), asesinado a dos efectivos de las Unidades de Movilización Popular y herido a otros tres en al-Qaim (Irak), asesinado a dos policías en Kirkuk (Irak), ejecutado a un militar iraquí y atacado un convoy en Ramadi, emboscando a dos soldados iraquíes en Makhmour, ejecutado a un soldado en Chad, herido a varios soldados egipcios con un explosivo improvisado en el Sinaí, asesinado a tiros a un miembro de las fuerzas de seguridad afganas en Nangarhar, atacado a varios soldados en Ngala (Nigeria) y destruido un vehículo militar nigeriano en Buni Yadi con una bomba.

Además de los ataques exitosos que reivindican, las escaramuzas son constantes y, por ejemplo, el pasado 28 de abril, las autoridades iraquíes en Kirkuk abatieron a 3 terroristas suicidas que tenían pensado inmolarse en un edificio de la Inteligencia. A pesar de ser operaciones que podrían considerarse pequeñas, es un desgaste continuo que a veces se ve agravado por matanzas como la del 23 de marzo de 2020, cuando Boko Haram (no confundir con el actual Estado Islámico de África Occidental/ISWAP) asaltó una posición militar en el Lago Chad matando a 92 soldados.

El Estado Islámico ha sabido adaptarse al nuevo contexto como lo hizo al-Qaeda; aprendiendo que si quieren sobrevivir, deben evitar atacar a las potencias que realmente pueden hacerles frente

La situación ha llevado al Gobierno de Siria a reanudar algunas operaciones en el desierto de Homs contra los terroristas, a las fuerzas de seguridad iraquíes a mantenerse alerta en las zonas de mayor actividad terrorista y, sobre todo, a Chad a lanzar la Operación Ira de Bomo; una operación a gran escala junto a otros países del Sahel contra Boko Haram. La operación anunciada por el presidente chadiano Idris Deby ya ha eliminado a un millar de militantes de Boko Haram, conocidos por ser la facción más extrema de todos los grupos que juraran lealtad al Estado Islámico.

Pero esta campaña en Lago Chad no es más que una acción concreta, en un momento concreto, y aunque ha sido una gran muestra de fuerza, no podrá mantenerse mucho más en el tiempo. Es una victoria temporal, porque no se atacan las raíces del problema sino los síntomas. Otros países vecinos como Nigeria, incluso, han decidido adoptar la pasividad como estrategia.

A las operaciones militares no le siguen programas de educación, ni de desarrollo económico, ni de justicia… No se detiene la rueda en ningún momento porque los grupos terroristas no amenazan en ningún momento la posición de las élites. El Estado Islámico ha sabido adaptarse al nuevo contexto como lo hizo al-Qaeda; aprendiendo que si quieren sobrevivir, deben evitar atacar a las potencias que realmente pueden hacerles frente. El nuevo ‘perfil bajo’ que ha adoptado el Estado Islámico hace que, por ejemplo, pasen desapercibidas noticias como la detención en España de uno de sus excombatientes en Siria, hijo a su vez de un terrorista de al-Qaeda responsable del asesinato de 224 personas.

Solo durante el mes de marzo en el Sahel, la zona más afectada ahora mismo por el terrorismo islamista junto a Afganistán, hubo 58 atentados que se cobraron 522 vidas de civiles y militares. Esto convierte marzo en uno de los meses del año con más civiles muertos por ataques terroristas en Mali, Nigeria, Chad y Burkina Faso.

Los efectos globales del COVID-19, la degradación de la economía, el potencial descontento que provocará en la población y la incapacidad de reacción de los gobiernos –carentes de recursos– presentan un 2020 especialmente duro para la población del Sahel. ACNUR alerta de que el hambre acecha la región, amenazando con una crisis catastrófica para un territorio con 3 millones de desplazados por la guerra contra el terrorismo, donde las cosechas se están acabando y dejarán a 19 millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria. Son las condiciones perfectas para una catástrofe humanitaria que grupos como Boko Haram e ISWAP saben explotar a su favor. Burkina Faso, por ejemplo, se encuentra en una situación en la que el coronavirus y sus consecuencias atacan las ciudades mientras el Estado Islámico en África Occidental ataca continuamente en las zonas rurales; sin solución ni vía de escape para la población frente a ambas amenazas.

Los terroristas ya no amenazan ni a los poderosos ni a las potencias, así que han dejado de ser la prioridad. Pero siguen existiendo, siguen matando, y aunque ahora no son una amenaza, se mantienen al acecho

En el corto y medio plazo, el Estado Islámico no va a pasar de una insurgencia. Es muy improbable que logren la instauración de un nuevo califato. Sin embargo, ello no implica su derrota, y es que en las zonas donde los estados no llegan, donde la población se siente abandonada, ya se han infiltrado sus ideas extremistas. Allá donde hay un vacío de poder, seguirán calando las ideas más brutales del grupo terrorista, y aunque no controlen un territorio estable, seguirán teniendo el caldo de cultivo para fanáticos deseosos de matar por unas ideas infames pero que han interiorizado.

Sin califato, el Estado Islámico se ha atomizado, minimizando la amenaza pero aumentando exponencialmente el frente. La batalla no ha terminado, y no lo hará definitivamente hasta que se los combata no solo con las armas, sino también combatiendo el hambre, el tribalismo y construyendo una identidad colectiva entorno al estado y no la fe.

Los terroristas ya no amenazan ni a los poderosos ni a las potencias, así que han dejado de ser la prioridad. Pero siguen existiendo, siguen matando, y aunque ahora no son una amenaza, se mantienen al acecho, esperando el momento en el que ganar adeptos y volver a hacer daño.

Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/alberto-rodriguez-garcia/351762-califato-estado-islamico-asesinatos-recientes

Imagen: https://pixabay.com/photos/war-desert-guns-gunshow-soldier-1447021/

 

Comparte este contenido:
Page 31 of 84
1 29 30 31 32 33 84