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Para los argentinos, las drogas son la principal causa de violencia

Por Alfredo Dillon

Encuesta de la Fundación UADE y Voices Surge de un estudio que refleja opiniones y percepciones sobre el consumo de sustancias ilícitas y el narcotráfico.

Para los argentinos, las drogas son la principal causa de violencia. Fueron el factor más mencionado en una encuesta nacional de Fundación UADE y Voices a la que Clarín accedió en exclusiva: el 30 por ciento de los encuestados mencionó “las drogas” como la primera causa de violencia. El estudio refleja opiniones y percepciones a nivel nacional sobre el consumo de drogas ilícitas y el narcotráfico.

“Hay una asociación muy fuerte entre inseguridad y drogas en la opinión pública”, explica Andrés Cuesta, director de Investigación y Extensión de Fundación UADE. Consultados acerca de las fuentes de generación de violencia en la sociedad, la mayoría de los encuestados se refirió a “las drogas” como el principal desencadenante de hechos violentos, aunque el estudio no aclara si en ese punto se refiere al consumo o al narcotráfico.

Según la mirada de Cuesta, los dos problemas entran en juego: “Por un lado, el consumo de droga te genera una imperiosa necesidad de volver a consumir, que puede derivar en violencia. Por el otro, el narcomenudeo también genera una estructura violenta, en la que el narcotráfico se articula con otras actividades ilícitas del crimen organizado, como la trata de blancas y el tráfico de armas”.

En segundo lugar los encuestados mencionaron la falta de trabajo (21 por ciento) y, recién en tercer lugar aparece la pobreza (16%) como factores que generan violencia en la sociedad. Una proporción similar asocia la violencia con la falta de educación (14%), mientras que uno de cada diez consultados señaló que la violencia emerge a causa de “problemas familiares”. La inefectividad policial, los medios, la legislación poco estricta y el consumo de alcohol fueron las causas menos mencionadas.

“Es llamativo que el consumo de alcohol aparezca en último lugar. Toda la evidencia disponible señala lo contrario: el alcohol está asociado a todo tipo de situaciones de violencia, desde riñas callejeras hasta violencia de género”, advierte Graciela Touzé, directora de la asociación Intercambios. Touzé enfatiza que la investigación refleja “percepciones y no hechos verificados”, y remarca que “resulta simplificador culpar a las sustancias por problemas sociales tan complejos como la violencia”.

El trabajo de Fundación UADE y Voices se realizó en mayo, a partir de una encuesta probabilística en todo el país a 1.002 personas mayores de 16 años. Otro de los apartados preguntó a los encuestados sobre si conocen lugares o personas que venden drogas: dos de cada 10 (el 22%) dijeron que sí, principalmente los más jóvenes y los sectores de nivel socioeconómico más bajo. El año pasado, el mismo sondeo había arrojado una cifra aun más alta (27%): según el estudio, el conocimiento de personas o lugares donde se vende droga bajó 5 puntos porcentuales. Cuesta atribuye este descenso a “las políticas que están apuntando a controlar la oferta”, aunque reconoce que “aún falta trabajar en la prevención”.

Al responder sobre las mejores medidas para combatir el narcotráfico, la opción más mencionada fue el endurecimiento de las leyes. Luego, el mayor control en fronteras y aeropuertos (32%), la capacitación policial y el combate de los puntos de venta de droga (27%). Touzé señala una relación entre este tipo de “soluciones” y el incremento de la violencia: “Es significativo que no se mencionen las políticas anti lavado o el combate de la corrupción como medidas eficaces, porque el narcotráfico no puede pensarse por fuera de la complicidad policial y los lazos con instituciones estatales. Cuando la política se centra en el ataque al narcomenudeo, eso genera un incremento de situaciones de violencia territorial, pero no logra desarmar la estructura del negocio. Si tirás abajo un bunker, enseguida se construye otro”.

En definitiva, Touzé destaca que el estudio muestra “una opinión pública que no está teniendo acceso a un diagnóstico real del problema, sino que muestra una mirada simplificada. Es necesario trabajar en la concientización, para promover una comprensión más compleja del problema”.

Fuente noticia: http://www.clarin.com/sociedad/argentinos-drogas-principal-causa-violencia_0_1598840258.html

Fuente imagen: http://www.cuartopodersalta.com.ar/4podwp/wp-content/uploads/2016/05/0003028855.jpg

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Violencia machista: las víctimas que se ven, las mujeres, y las que no salen tanto en las estadísticas, los niños

España/ Autora: Pilar Fonseca

La violencia machista tiene unas víctimas directas evidentes: las mujeres, pero también tiene unas víctimas a las que en demasiadas ocasiones se les excluye sin ningún motivo: los menores de edad.

Según los datos presentados desde el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y los compartidos por la ONG Save the Children, los datos son muy contundentes en este sentido y nos deberían movilizar a exigir a nuestros gobernantes que se tomen las medidas oportunas cuanto antes en lo que a la protección de menores se refiere.

Tanto para proteger a las víctimas más visibles, las mujeres, como para proteger con la misma eficacia a las víctimas que no salen tanto en las estadísticas: los menores de edad.

Los nuevos datos con los que se trabaja surgen de la nueva Ley Orgánica 8/2015 que ha modificado el sistema de protección a la infancia y a la adolescencia en los casos de violencia machista y violencia en el hogar, ahora sí los incluye también como víctimas directas.

Como efectos de esta nueva legislación, han aumentado en un 280% las suspensiones de la patria potestad por violencia machista sólo durante el primer trimestre de este año.

Sin embargo para “Save the Children” como ONG centrada en las necesidades y problemas de la infancia, a pesar del cambio de la normativa, mantienen que esta nueva ley no puede considerarse una herramienta adecuada para dar respuesta a las formas de violencia que sufre la infancia en nuestro país.

Datos que entristecen

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Han aumentado las medidas de protección a niños y adolescentes impuestas judicialmente por maltrato a la mujer. Se han incrementado las denuncias por violencia machista en un 12% y también ha habido un aumento de las víctimas en comparación con el primer trimestre del año pasado. En este sentido los datos dejan claro que seguimos conviviendo con esta lacra.

Han aumentado en un 112% las medidas para evitar el peligro o el perjuicio al menor y también ha aumentado en un 51% la supresión del régimen de visitas.

Sin embargo, el 71% de los niños asesinados por sus padres no habían interpuesto una denuncia previa, ni ellos ni sus familiares.

Desde el CGPJ también destacan ese dato: el bajo número de denuncias interpuestas por familiares de víctimas de violencia machista.

Para la ONG Save the Children la protección infantil es simplemente “intolerable”. Han denunciado las insuficiencias en prevención de la violencia contra la infancia por parte del estado y ha advertido de que los casos están ocultos y nadie los denuncia.

Según Save the Children los mecanismos de denuncia no son conocidos ni accesibles para los niños, de ahí la invisibilidad de este drama, además tampoco existe un sistema de recogida de datos que permita conocer el verdadero alcance del problema, algo que debería preocuparnos aún más.

La prevención, la protección, la recuperación y la integración de las víctimas menores de edad debería ser una prioridad y no que el grueso de las medidas se pongan en marcha una vez cometido el acto de violencia obligando a la víctima a revivirlos ante los órganos judiciales y administrativos.

Es evidente que queda mucho por hacer en lo que a protección a la infancia se refiere del tremendo problema que es la violencia machista en nuestro país.

Al terminar de redactar este post, hablamos de casi 40 mujeres asesinadas por violencia machista en nuestro país en lo que va de este año 2016.

Fuente:http://www.bebesymas.com/noticias/violencia-machistas-las-victimas-que-se-ven-las-mujeres-y-las-que-no-salen-tanto-en-las-estadisticas-los-ninos

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La verdad es siempre revolucionaria. El desprecio al feminismo de Unidos Podemos

Europa/España/Artículo/Autora: Lidia Falcon

La causa de que la formación Unidos Podemos no haya obtenido los votos esperados se está atribuyendo, por todos los comentaristas y expertos diversos, a variados factores: desde las características psicológicas y mediáticas de los protagonistas a las convulsiones internacionales producidas con el triunfo del Brexit. Pero lo que ni siquiera se menciona es la ausencia de propuestas que beneficiaran a las mujeres, ni que se obviaran los temas más cadentes que está defendiendo el feminismo desde hace varias décadas. Igual que hace cincuenta años.

Supongo que los “sabios” —todos los que he leído son hombres— pensarán al leerme —si es que alguno me lee— que qué tontería —una más de las mías— creer que el tema de la mujer tenga importancia en unas elecciones y mucho menos pueda atraer votos. Porque esos señores, los políticos y los comentaristas, todavía no se han enterado de que las mujeres conquistaron el derecho al voto en 1931 y que vale la pena atraerlo porque constituimos el 52% del censo electoral.

He repetido continuamente, a unos y otros, durante estos últimos años, que si no poseen la sensibilidad humana para dolerse de las desgracias que afligen a las mujeres, si nunca han asimilado el feminismo, al menos que actúen por egoísmo electoral.

La penosa campaña de Unidos Podemos ha puesto de manifiesto que el criterio de los dirigentes de las formaciones que la componen era que los problemas irresueltos de las mujeres desde hace décadas —alguno como la igualdad de salario denunciado desde hace 220 años— no tenían la importancia suficiente para darles protagonismo ni en sus programas ni en sus mítines y comparecencias públicas. Y no solo los hombres que se muestran absolutos protagonistas de la formación, acompañados, a veces, por un coro de muchachas de buena apariencia siempre mudas, sino que aquellas que alguna vez hablan nunca lo hacen ni como feministas ni en nombre de las mujeres.

La sospecha de que de este tenor iba a ser la campaña la tuve mucho antes cuando escuché declarar a Carolina Bescansa que el “aborto no es un tema que construya potencia política de transformación, por lo que para ellos no era prioritario”. Aparte de la inútil retórica de la frase, en esta definición queda resumido el criterio de Podemos: No queremos enfadar ni a la Iglesia ni a los sectores católicos. El aborto es cosa de mujeres, las mujeres no tienen importancia en la política ni aportan votos, por tanto no vamos a ocuparnos de ellas.

Tampoco el comité electoral de Izquierda Unida admitió representación del Partido Feminista de España ni del Área de la Mujer de la formación, a pesar de que ambas organizaciones lo pedimos reiteradas veces. En razón de este criterio se ha diseñado una campaña masculina, sin participación de las feministas, ni en las listas ni en los actos, y donde los más sangrantes temas como los feminicidios que se cometen cada dos días han consumido 8 segundos del valiosísimo tiempo de Pablo Iglesias, en el debate televisivo más importante, en el que ofreció la broma de las soluciones habitacionales. Es decir que a las maltratadas se las meterá en una habitación mientras el agresor se pasea libremente. Fue un debate televisivo concebido por hombres, desarrollado por hombres y dirigido a hombres.

Mientras los cursis carteles del corazón en technicolor y el eslogan de las sonrisas, no digamos el empalagoso discurso de Mónica Oltra en el final de campaña hablando de besos, y dándolos, y regalándonos unos versos de amor de Miguel Hernández, que no iban a ser de guerra porque Hernández sirve para todo, parecían estar dirigidos a las lectoras del Hogar y la Moda de los años cincuenta, las ofertas de cambio ni atendían la penosa situación de las mujeres españolas de hoy ni proponían soluciones a su miserable vida.

Del mismo modo ninguna de las mujeres que han participado en la campaña ha tenido sensibilidad feminista. No digamos el remedo de debate a cuatro de las que fueron a Antena3, imitando la discusión de los hombres pero eso sí, solo entre mujeres. Pronto harán otro solo entre negros y después uno más entre negras.

La brecha salarial, aún mayor en las pensiones, las esclavas que trabajan con el marido en la agricultura sin cobrar para que este llegue a ganar su jornal, las limpiadoras de hoteles, las cultivadoras de plátanos violadas por el capataz, las amas de casa sin salario ni jubilación, las profesionales marginadas trabajando de telefonistas, no tienen ningún espacio en las denuncias de nuestros políticos.

Pero la violencia, además de golpes, abusos sexuales, acoso en el trabajo, feminicidio, es la entrega de la custodia de hijas e hijos a sus padres maltratadores, a través de infamias depravadas como el SAP o erotomanías que no son admitidas por ninguna organización científica y sí en los juzgados españoles. Las mujeres que padecen durante años esta violencia judicial patriarcal son demasiadas, y es electorado. La candidatura de Unidos Podemos no ha dicho nada al respecto para ese electorado.

Como tampoco ha dicho nada de la violencia salvaje que es la prostitución –Alberto Garzón se pronunció abolicionista sin concretar medidas, mientras Pablo Iglesias en la SER dio a entender que existían mujeres que sí quieren prostituirse, Ada Colau planifica su legalización, y Manuela Carmena no tiene opinión al respecto-. Han podido ganar electorado prostituyente, no ahuyentarlo, pero han quebrantado Derechos Humanos, han pisoteado la educación sexual de un país donde el deseo y el placer han de ser recíprocos y no se han de mercantilizar personas. Con el silencio han abandonado a mujeres sumidas en una vida de pesadilla en un país que está el primero de Europa en el ranking de prostitución.

Tampoco el electorado feminista puede quedar satisfecho cuando ha conseguido que Izquierda Unida no acepte en su programa la “paternidad subrogada”, i.e.: los vientres de alquiler, que conllevan la manipulación –como el peligroso bombardeo hormonal- de cuerpos femeninos mercantilizados, una gestación arriesgada, y una falta de control intolerable respecto al destino de los bebés a diferencia de la adopción, sólo por un narcisismo genético que resulta absurdo y es ilegal en nuestro país. Porque la candidatura Unidos Podemos ni aún ha hecho mención de esta grave explotación de mujeres pobres.

La mujer ha sido abandonada en Unidos Podemos. El lenguaje no inclusivo ya lo auguró desde el inicio. Para los diseñadores de campaña la queja por el lenguaje no implica cuestiones de gran trascendencia. Han tenido que ser las mujeres de las formaciones políticas que pertenecemos a la candidatura electoral las que nos hemos hecho llamar Unidas Podemos, ante la sonrisa paternalista de los hombres que dirigen los comités electorales.

Las militantes del Partido Feminista que llevamos décadas defendiendo los derechos de la mitad de la población no hemos tenido ni participación en las conversaciones de la coalición ni en el diseño de la campaña ni en las listas electorales ni en los actos importantes. Y los resultados les han pasado la factura correspondiente.

Pero estos razonamientos no tendrán protagonismo en los análisis que van a hacer en los próximos días los señores dirigentes de la candidatura.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/07/01/el-desprecio-al-feminismo-de-unidos-podemos/

Fuente de la imagen: http://diariomovil.com.ar/2015/10/13/jornada-sobre-mujer-y-politica-en-upcn/

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La cultura de la violencia

Bolivia/16 de Junio de 2016/Página Siete

Por: Fernanda Wanderley

Vivimos en un mundo en el que predomina la cultura de la violencia en todos los ámbitos de la convivencia social.
La palabra violencia surge asociada a la idea de fuerza física y poder. Los romanos denominaban vis a esa fuerza que permite que la voluntad de uno se imponga sobre la de otro y  deriva el adjetivo violentus y violare con el sentido de agredir, faltar al respetar, maltratar, arruinar y dañar al otro.
El acto violento ocurre con el uso de la fuerza tanto física como psicológica, para lograr objetivos sometiendo la voluntad del violentado. Se manifiesta a través de la agresión física, la manipulación verbal, emocional y psicológica, mediante ofensa, amenaza, humillación, intolerancia, sometimiento, lesión física e, inclusive, muerte.
La cultura de la violencia se instaura cuando las prácticas violentas son normalizadas en una sociedad y así se vuelven recurrentes, aceptadas, toleradas e, inclusive, justificadas a través de la culpabilización de la víctima. Situación que se agrava cuando el Estado, responsable por normar y sancionar los actos de violencia no sólo minimiza los hechos como, en el peor de los casos, se vuelve el perpetrador de violencia.
Nosotras las mujeres somos un grupo que fue y es víctima de todo tipo de violencia. También lo son la comunidad LGTB, las minorías étnicas, los pobres, los jóvenes, los críticos al régimen, entre otros. La vulneración de derechos ocurre en todos los espacios de la vida social: hogares, comunidades, calles, escuelas, universidades, espacios laborales, partidos políticos y la burocracia estatal.
En Brasil hoy se habla de la cultura de la violación debido a la generalización de este crimen en todo el territorio. También se puede hablar de la cultura de la violación en universidades como se visibilizó con los casos en la Universidad Mayor de San  Andrés, en Bolivia, y en Stanford, en los Estados Unidos. La cultura de la violencia en las relaciones de pareja es la causa del extendido crimen de feminicidio en la región.  Igualmente dramática son las redes de trata y esclavitud sexual de niñas, adolescentes y jóvenes que se arrastran en el mundo.
La cultura de la violencia contra las mujeres se funda en el uso del cuerpo de las mujeres como objetos sexuales y como medios para la afirmación del poder masculino. Esta es una de las peores y más persistentes violencias, enraizada en estructuras de vulneración de derechos civiles, políticos y sociales.
La indiferencia o complicidad del poder público, de instituciones de la sociedad (como, por ejemplo, las escuelas, las universidades, las empresas, la burocracia estatal) y la misma ciudadanía con los diferentes tipos de violencia es lo que permite su continuidad y profundización.
La reacción de indignación de la ciudadanía, especialmente de los jóvenes en los últimos casos de violación en Brasil, Bolivia y Estados Unidos, son señales de la creciente politización sobre la violencia contra las mujeres. A esto se suman las crecientes manifestaciones de colectivos sociales e individuos en las redes sociales, en las calles y en los periódicos en contra de la violencia por parte del Gobierno boliviano en relación a grupos sociales como los discapacitados, las mujeres, los pueblos indígenas, los periodistas, los abogados y los analistas sociales.
Estamos frente a un problema profundo que nos toca a todos y a todas y que, independientemente de sus formas, tiene la misma raíz: la manutención de privilegios y del poder por parte de grupos y logias a través de la subordinación, la humillación, el amedrentamiento, el acoso y el sometimiento físico, psicológico e intelectual.
La cultura de la violencia es un monstruo que puede tragar a todas y a todos si no encuentra resistencia sostenida por parte de la sociedad y acciones integradas para detenerlo. Los colectivos feministas, de ciudadanos y de jóvenes que vienen peleando contra este mal estructural no pueden quedar solos en esta batalla. Es urgente que sumemos esfuerzos y compromisos contra todas las prácticas de violencia y su normalización, rebelándonos contra los abusos de poder y exigiendo acciones integrales y concretas por parte de instituciones y organizaciones políticas y sociales.
Fuente: http://www.paginasiete.bo/opinion/fernanda-wanderley/2016/6/16/cultura-violencia-99756.html
Fuente de la imagen: https://www.google.co.ve/search?q=cultura+de+la+violencia&biw=1024&bih=623&tbm=isch&source=lnms&sa=X&ved=0ahUKEwjKytaI89nNAhWm64MKHexFCtEQ_AUIBigB#imgrc=Y4lvwStdeTVfIM%3A
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Los desafíos de Sudáfrica 25 años tras el fin del apartheid

Sudafrica/30 junio 2016/ Autor: Carolina Valdehíta/Fuente: El Mundo

  • Aunque la desigualdad ha disminuido, el poder económico continúa en manos de los blancos.
  • Colectivos de derechos humanos siguen pidiendo ayudas para frenar esas diferencias sociales.

Es posible que Sudáfrica sea el país africano cuya historia haya marcado mayores diferencias sociales, para luego arreglarlo, y después volver a situarlo en el día a día. A comienzos de la década de los 90 cada vez se hizo más notoria la necesidad de cambiar a un régimen que huyera del racismo y la misoginia, y en el que cada persona contase un voto. Tras varias desavenencias en el seno del partido conservador, el presidente Frederik W. De Klerk fue instaurando paulatinamente la democracia y dando poder a la mayoría negra, legalizando primero el Congreso Nacional Africano (CNA) y liberando a Nelsón Mandela de la cárcel, donde había permanecido tres décadas. A finales de abril de 1994 se celebraron las primeras elecciones democráticas y el 10 de mayo Mandela se convertía en el primer presidente negro con una mayoría aplastante de votos.

Existe en Sudáfrica un antes y un después de la era ‘Madiba’, donde la tarea por disminuir la igualdad trabajó en diferentes aspectos de la sociedad. La película «Invitus» (Clint Eastwood, 2009) retrata un episodio histórico que quizá fue uno de los momentos clave para el desarrollo de la identidad sudafricana donde el color de la piel pasaba aun segundo plano. El rugby acercó a ex colonos y colonizados y les abrigó bajo el lema que sustenta al estado más meridional de África: «Sudáfrica, unidad en la diversidad». Unidad porque con la caída del apartheid, hace hoy veinticinco años, todos se volvieron iguales a los ojos de la constitución. Diversidad porque esa unión no desvinculaba a cada persona de sus creencias históricas y herencia cultural. Cada tribu se mantenía con su esencia, como parte boyante de ese todo. Sin embargo, a pesar de lo emblemático de esos veinticinco años del fin de la xenofobia por decreto, hay cinco desafíos clave que el país debe abarcar.

Superar el caos político

El mayor problema con el que Sudáfrica batalla a día de hoy es su propio presidente: Jacob Zuma, líder del Congreso Nacional Africano (CNA), partido liderado antaño por Mandela. La corrupción, muy extendida en África, ha acaparado portadas de prensa desde comienzos de este año. Si bien siempre han sido conocidas, y de alguna manera toleradas, las cuestionables prácticas de Zuma respecto a favoritismos y corrupción, es ahora cuando la oposición y los tribunales están haciendo más ruido por sacar a la luz casos que se remontan a 2009, antes de ser presidente. Carismático y cercano al pueblo, Zuma llegó al poder como una versión azucarada de Mandela, sin su fuerza ni valores. Con las elecciones locales a la vuelta de la esquina, Zuma tiene difícil recuperar la confianza de su partido y de su electorado. Por otro lado, el lamentable espectáculo que han dado los diputados en el Parlamento durante este año, que en más de una ocasión casi terminan haciendo de la sala un club de la lucha, resta la seriedad que dicha cámara necesita.

Hacer frente a la crisis económica

Veinticinco años es poco para industrializar un país y atajar las diferencies económicas que comprendan al Estado dentro del selecto grupo de los llamaos «estados del bienestar» propios del mundo occidental. Sin embargo, con empeño, Sudáfrica es el Estado africano que más cerca está de conseguirlo. Siendo el segundo motor económico del África Subsahariana, sólo superado por Nigeria gracias a sus reservas de crudo, Sudáfrica aumentó su PIB tras el ‘boom’ del Mundial de 2010. Seis años bastaron para dar una excusa al extranjero para llegar hasta el país como turismo o bien para invertir. Los últimos datos de su PIB son de 2014 y son de 263.493 miles de millones de euros, situando al país en el puesto 38 del ránking mundial. Sólo ahora comienzan a sentirse los primeros brotes de la recesión que se explican por la falta de una política económica coherente durante varios años. A finales de 2015, el Ministro de Finanzas empezó a elaborar la hoja de ruta antes de que fuera tarde. Con un paro superior al 25%, la pobreza generalizada (más de un cuarto de la población vive con menos de 1,25 dólares al día) y la caída del precio del rand, la estrategia a seguir es la de gastar menos con el fin de ahorrar más.

Aminorar las desigualdades sociales

Si bien es verdad que la cohesión social existe en Sudáfrica, las desigualdades sociales son palpables en el día a día. No hay más que ver los extensos suburbios que circundan grandes ciudades como Johannesburgo o Ciudad del Cabo. Mientras que en las extensas urbes se pueden encontrar rascacielos, casas coloniales y edificios funcionales, miles de personas continúan viviendo en casas hechas con plásticos, hojalatas, hierros y demás chatarras en unas condiciones de hacinamiento e insalubridad alarmantes. La caridad sigue siendo el medio de ayuda a todos los necesitados, así como los subsidios estatales. Pero ojo, también este paternalismo del Estado juega una doble lectura y, aunque el porcentaje no sea elevado, hay quiénes se aprovechan del letargo y las ayudas económicas para continuar con la dependencia. En las calles de las grandes ciudades se pueden ver a muchos vagabundos con semblante destructivo, fruto no sólo de la pobreza sino también de las consecuencias de la droga.

Adalid como referente de los derechos humanos

Mucho tienen que aprender el resto de países del África negra en cuanto al respeto de los derechos humanos, de la mujer y de las minorías perseguidas por motivos de raza, religión o condición sexual. Si bien Sudáfrica presume de ser una de las civilizaciones más abiertas: la homosexualidad no está perseguida, el matrimonio igualitario está contemplado por la ley, el papel laboral de la mujer está aceptado y las minorías son más respetadas. En ese sentido, el país debería aunar sus esfuerzos por convertirse en un ejemplo a seguir por los países colindantes. El respeto a los seres humanos, el derecho a la manifestación y a la huelga son otros de los estandartes de los que puede presumir Sudáfrica, pese a tener una policía corrupta. Human Rights Watch ratificó en su memoria de 2015 dicho abuso de poder policial «persisten serias preocupaciones acerca de la conducta y la capacidad de los Servicios de Policía de Sudáfrica, tanto en términos de la utilización de la fuerza en general, así como para hacer frente a los disturbios de manera que se respeten los derechos».

Bajar la tasa de criminalidad

Otra de las asignaturas clave de Sudáfrica es el la lucha contra la criminalidad. El país está entre los 10 estados más peligrosos del mundo donde las posibilidades de sufrir una agresión sexual, atraco a mano armada o robo en la vivienda son mayores que en otros países africanos donde no persiste ningún conflicto armado. Con un índice de población de 52,98 millones de personas según los últimos datos de 2013, un paro superior al 25% y miles de armas circulando en el territorio, la seguridad es requisito indispensable. Según el último informe de la policía se producen 50 homicidios al día. «A veces tanto el ladrón como el policía están compinchados, y eso hace que muchos turistas sean robados y no puedan hacer nada para que la justicia les ayude en el momento que se produce el robo», comentaba un taxista de Ciudad del Cabo. «Por la mañana se puede andar sin problema por casi cualquier parte, por la noche hay que extremar las precauciones», advertía. Y no sólo hay que estar en guardia ante la criminalidad con violencia, sino también hay que estar atentos ante una posible copia de datos de las tarjetas de crédito o suplantación de la identidad bancaria.

Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2016/06/30/5773f4d2e5fdea117e8b4659.html

 

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Bullying: sufriendo en familia

Uruguay/Autor: Leonel García

En Uruguay casi uno de cada dos alumnos padece acoso escolar.

«Mejor metelo en el grupo de la tarde. Son menos». Paola, decoradora de interiores, hizo caso y su hijo Ignacio (12) comenzó sexto año en 2015 en el turno vespertino de ese colegio de La Comercial. Pero Ignacio, sensible al punto de conmoverse mirando una película, reacio al fútbol por la violencia que genera, más afín a ver un dibujo animado que jugar al GTA, aniñado, cero agresivo, pese a sus esfuerzos no encajó entre sus pocos compañeros. Y se lo hicieron notar.

La rutina comenzaba cuando la maestra se daba vuelta para escribir al pizarrón. «Gorda boba». «Gorda puta». «Nos vamos a coger a tu mamá». «¿Así que tenés novia? También le vamos a dar». Cruel dinámica la del bullying: el agresor suele tener bajo sentido de la empatía, pero arrastra tras de sí a otros —testigos, cómplices, a veces coautores— en eso de convertir en un infierno el día a día de la víctima. En este caso, era un líder y tres lugartenientes. Ignacio, sacado, reaccionaba. Y solo eso era lo que veía la maestra. Según una investigación de 2013 de la Universidad de Montevideo (UM), en el 71% de los casos las agresiones ocurren en el salón de clases, lo que aumenta la sensación de indefensión de las víctimas. En casa, Paola sufría. ¿Hay algo peor para un padre que saber que un hijo vive un calvario y nadie parece darse cuenta? ¿Cómo evitar que se enferme toda una familia, con la angustia puesta en un chico que muchas veces pensará que el equivocado es él, que algo hizo, que lo merece? Por algo, de acuerdo a datos internacionales, solo dos de cada diez víctimas de acoso escolar cuentan lo que les pasa, dice la psicóloga Silvana Giachero, especializada en bullying y mobbing. Es una violencia que crece en el miedo y la invisibilidad, añade.

«Soy separada. El padre vive en el exterior. Quizá la no presencia de la imagen masculina no le dio eso más agresivo que tienen los niños para defenderse y que lo dejen en paz…», piensa hoy Paola. Su nombre real y el de su hijo, así como el de todas las madres y niños de esta nota, fueron alterados para no ser identificados y victimizados una vez más. «Yo lo veía triste, ojeroso, con dolor de cabeza. Venía llorando. Primero me decía que los otros niños no querían jugar con él. Y eso que yo había organizado algunas pijamadas, para integrarlo». Un día, Ignacio vino, entre culposo y afligido, con un planteo alarmante: «Mamá, creo que estoy en un problema. Partí un palo. Pasa que me lo querían meter…».

Demasiado. El intento de agresión y que el chico sintiera que, de alguna forma, él era responsable, por tranquilo, por aniñado, por distinto. Según ese mismo estudio de la UM, más allá de que un chico tímido, tranquilo, buen alumno, pequeño, nuevo en el liceo, con un algún trastorno del espectro autista (TEA) o alguna característica física peculiar (cualquiera) suele ser más pasible de estar en la mira, el 50% de los bullies no sabe por qué elige a su víctima. No hay derecho a hostigar a nadie. Paola se quejó en el colegio, cuya respuesta apuntó a Ignacio. Que era hiperactivo. Que precisaba ir al psiquiatra. Que había que darle ritalina. Que esas cosas no pasaban. Que eran cosas de niños. Que no molestara más. «Al final, la que quedaba por loca era yo».

Paola fue a plantear su situación al Consejo de Primaria. Una inspectora del área de Privados fue tajante: «Sacalo, en ese colegio hay problemas crónicos de bullying». «Pero… ¡pierde el año!» «¿Y qué importa? ¿Cuál es tu prioridad? ¿Que te lo hagan mierda?». Así hizo. Al poco tiempo, recibió una llamada de la mamá de un compañerito. «No sabés lo bien que hiciste. Los cuatro venían a casa y planificaban cómo torturarlo». Paola agradeció, entendió que esa madre tenía terror que a su hijo —que no era parte de esa barrita— le pasara lo mismo que a Ignacio… y pensó lo bien que le hubiera venido una aliada que en su momento no apareció.

Primaria le permitió dar un examen libre y no perder el año, por lo que Ignacio comenzó el liceo en otra institución. Con ayuda psicológica, ya es otro. «Recuperó la confianza. Es un niño alegre, feliz de vivir de vuelta. Me dijeron de hacerle un juicio, un agujero al colegio, pero solo quiero una entrevista para que le pidan disculpas… ¡y que me paguen el psicólogo! Y no lo quieren recibir. Yo, que pasé lo que pasé, le diría a los padres de chicos que sufren bullying que escuchen a su hijo, que no tomen como normal algo que no es normal. Si a mi hijo no lo rescataba, capaz que se suicidaba…».

Giachero, quien desde 2013 organiza congresos internacionales anuales sobre acoso escolar y laboral, realizados en el país, Argentina, Costa Rica y —este año— México, afirma que el bullying está detrás de uno de cada cinco suicidios adolescentes en Uruguay; en concreto, el 19%.

Golpe al alma.

Por bullying se entiende al acoso sistemático, repetitivo y prolongado durante un cierto período de tiempo (que algunos autores cifran en seis meses) que sufre un alumno a manos de un compañero o grupo de compañeros. Si bien no hay estadísticas sistematizadas, un estudio de la Unesco de 2011 señala que 30% de los alumnos uruguayos de sexto de Primaria sufre maltratos verbales constantes por sus pares. Esto pone al país en el cuarto lugar de América Latina, luego de Argentina, Perú y Costa Rica.

No hay distinción entre clases sociales: en el ya citado estudio de la UM, realizado en 536 alumnos de segundo de liceo de Carrasco, Unión, Prado y la zona Oeste, se indicaba que 45% de los estudiantes de contextos socioeconómico medio-alto y 42% del bajo habían sido objeto de acoso. Puede ocurrir en cualquier etapa educativa, aunque el pico se encuentra entre los 11 y los 14 años, fines de Primaria e inicios de la Secundaria. «Si bien se puede llegar a la violencia física, este acoso tiene su núcleo en la agresión psicológica. La herida es psicológica: les están pegando en su alma», dice Giachero. Y es imposible que en la familia no repercuta.

«Fue muy doloroso, hasta el día de hoy estoy afectada. Es horrible saber que tu hijo es humillado y que nadie le tira un salvavidas en el centro educativo en el que vos depositaste tu confianza», dice Susana, una trabajadora de la salud al recordar por lo que pasó Sebastián (16) en un colegio de La Blanqueada donde asistió por nueve años. En su caso ya hubo alertas tempranas de discriminación: «En la escuela no lo invitaban a determinados cumpleaños. Repartían tarjetas delante de él y a él no le daban. Pero eran casos aislados». En segundo de liceo aparecieron conductas inesperadas en casa: contestaciones violentas, puñetazos a las paredes, dificultades para dormir. En un inicio lo asociaron a los cambios hormonales de la adolescencia y a su diagnóstico de chico hiperactivo, pero pronto se supo la realidad: había un compañero de clase, al que conocía desde hacía años, lo que lo hacía más difícil de entender, que lo vivía hostigando y amenazando. Susana se guarda lo que le decían a su hijo más chico — «Me duele mucho»— pero no la respuesta del colegio: «Me dijeron que era algo difícil de controlar, que el otro era buen alumno, que lo mejor era que me llevara a Sebastián a otro lado». La víctima de bullying era la que debía irse.

Esta situación llevó a que Susana estuviera dos meses y medio ausente de su trabajo por certificación médica, que sufriera insomnio y sostuviera innumerables discusiones con su marido. Al igual que el caso anterior, tratamiento psicológico y cambio de institución mediante, Sebastián dejó esa pesadilla atrás y disfruta la seguidilla de cumpleaños de quince de su edad. «Hoy veo que el padre fue el que llevó mejor la situación, alguien tenía que mantenerse frío. Yo… todavía tengo tristeza en el alma. Hasta el día de hoy quiero ir a romper algo en el colegio». A diferencia de Paola, ella sí llevó su caso a la Justicia.

Sin respuesta.

Silvana Giachero ha tratado a numerosas víctimas de bullying a través de una técnica terapéutica conocida como EMDR, basada en el reprocesamiento de traumas psicológicos. «Lo que tienen estos niños son síndromes de estrés postraumático, una lastimadura en el aparato psíquico». Y si bien recomienda hacer la denuncia de lo que ocurre en la institución educativa —y llegar a la instancia penal de ser necesario—, admite que es raro que estas situaciones sean contempladas. «¿Es lo más adecuado sacarlos a ellos de su escuela? No, pero no podés tener a tu hijo en un lugar donde lo torturan. Muy pocos colegios reaccionan de manera correcta, se cuentan con los dedos de una mano. Por lo general, miran de costado, niegan lo que pasa y, llegado el caso, culpan más a las víctimas. En las instituciones públicas, ocurre que por más que quieran hacer algo, no tienen cómo. Por ahí encontramos que quieren hacer más y no pueden».

La familia de Mariana (16) sufrió dos veces la inacción de dos instituciones, ambas privadas y católicas. En la primera, en Sayago, su madre Leonor era maestra y conocía a las hostigadoras. Mariana era tímida, de lentes, menudita, bien hablada y respetuosa con los docentes (¡era hija de una!). Y ellas eran las «populares» que siempre encontraban una excusa para molestarla y tratarla de alcahueta. Todos los estereotipos hechos carne. En sexto, Leonor intervino: habló con la directora (su jefa), la madre de la chica más acosadora (conocida desde hacía años) y con la maestra (su compañera de trabajo). «No tuve eco. En el centro me dijeron que no tenía importancia, que ella iba a tener que saber lidiar con estas cosas a futuro, que siempre pasaron, que iba a tener que ser fuerte». Al llevarla a otro liceo, por la falta de respuesta, ella también debió buscarse otro trabajo.

En un liceo del Prado, en primero, la historia se repitió. Mariana era, además, la recién llegada. «La dejaba llorando y me iba yo llorando. Además de las burlas, sufrió el vacío. Se ve que la imagen de fragilidad despertaba algo… le hacían de todo, no la invitaban a ningún grupo, no le permitían integrarse, si se enfermaba nadie le quería pasar los apuntes. Como familia teníamos que estar muy bien parados porque… es muy difícil que tu hija te pregunte: ¿Qué tengo yo?», cuenta Leonor. La respuesta institucional no fue la esperada: «Si ella no se adapta, se va a tener que ir», le dijeron. Y se fue. Hoy está mejor, con amigos, en un lugar donde la escuchan. Pero el dolor prosigue: «Cuando uno va a un colegio a hablar de bullying, lo primero que hacen es negarlo. No existe un protocolo ni nada. En el liceo donde va mi hija, en quinto, hay un caso parecido y ofrecí ayuda. ¡Te imaginarás que me hice experta en el tema! Pero me dijeron que no, que ellos ya tienen la teoría suficiente», asegura la madre y docente.

Giachero subraya que no hay una política oficial en torno al bullying (ver nota aparte) y sostiene que las acciones de prevención deben apuntar a sensibilizar a los testigos, terceros actores además de la víctima y el victimario, para que dejen de ser funcionales a la dinámica, ya sea por miedo a sufrir lo mismo, indiferencia, por prenderse al «contagio social» de seguir al más fuerte o «por no ser buchón».

Magdalena Robaina, otra psicóloga especializada en el tema, califica al bullying como «un arte con público»: «El hostigador precisa un refuerzo social. La institución tiene que estar alineada contra esta problemática, de lo contrario se agrava el problema». Ella ha sido invitada a dar varias charlas a colegios. «Te llaman cuando hay casos puntuales y la reacción suele ser positiva. Si en un colegio te dicen acá no hay bullying, ponele la firma que hay».

Vínculos.

Cansada de que a su único hijo, Fabián (11), lo hostigaran los «bandidos» que siempre le encontraban para caerle encima —que es retraído, que es estudioso, que es chico, que le gustan los caballos, que no le gusta el fútbol— Isabel, empleada de un frigorífico, decidió cambiarlo de escuela, en Las Piedras. Eso fue el año pasado, en quinto, y fue para peor; tanto que ella y su marido fueron más de una vez a espiar al patio para evitar que lo agredieran en patota.

«Yo el año pasado falté mucho al trabajo porque lo veía muy mal. Pedí licencia». En su caso, cuenta con dolor, veía una repetición de su propia historia. «Yo llegué a repetir un año porque la gente no me aceptaba. Yo era diferente… tengo labio leporino. Pero él no tiene nada a la vista. Solo porque no le guste jugar al fútbol o prefiera estudiar… no hay derecho a que pase mal».

Este año, Fabián volvió a hacer sexto en su anterior escuela, donde lo habían corrido sus hostigadores. Algo había cambiado y para mejor. «Llamaron a un psicólogo y tocaron el tema del bullying. Lo recibieron bien, de un modo que él no esperaba», dice Isabel contenta. En la del año pasado el caso de Fabián marcó un precedente. «Eso me lo contó una maestra, fue un psicólogo a hablar y los alumnos reconocieron que estuvieron mal, que mi hijo se fue por culpa de ellos. Le mandaron una carta pidiéndole disculpas». Para él, fue tarde.

El «acá no pasa» no corre en el bullying ni sabe de contextos socioeconómicos. En centros de población más vulnerable, afirma Giachero, sí se da que el paso de la violencia psicológica a la física suele ser más rápido. Por duro que suene, un moretón puede ser «preferible» a un golpe al alma. «Si hay violencia directa, ahí es más fácil ver y frenar la situación. Cuando más invisible y sutil sea, es más complicado», dice la psicóloga. La mejor prevención, siempre, es tener el mejor vínculo padre-hijo. Estar presentes en la vida de ellos es fundamental para una detección lo más temprana posible.

Bien lo sabe Leonor, maestra y madre de una chica víctima de bullying que salió adelante, experta a la fuerza en estos temas: «Lo primero es tener mucha comunicación y un vínculo fluido. Porque muchas veces los hijos no hablan, y cuando lo hacen no se sienten apoyados. Lo otro es buscar que no se aíslen. Y tú tenés que apelar al diálogo (con la institución) siempre, aunque estés llena de rabia, aunque estén tocando a tu hijo. Es difícil, pero tenés que mostrar que con prepotencia no llegás a ningún lado».

NO HAY PERFIL; SÍ REVICTIMIZACIÓN

«Hay un falso mito del perfil de la víctima. Muchas veces de su propio entorno le dicen algo habrás hecho, sos un debilucho o defendete, hacete respetar. Eso revictimiza al chico, lo hace sentir culpable y que cuente menos», afirma la psicóloga Silvana Giachero. «La víctima piensa que es un estorbo, porque los padres se pelean y los otros hermanos son desatendidos. El bullying es una bacteria que crece y contamina, a la psiquis y a la familia. Esto puede terminar en divorcios o suicidios».

De hecho, el estudio del bullying —que existió toda la vida— comenzó a difundirse desde la década de 1970 por el suicidio de tres adolescentes en Noruega.

SIN DATOS NI PROTOCOLO A NIVEL OFICIAL

Según Martín Prats, director de Derechos Humanos del Consejo Directivo Central (Codicen), no existen en el sistema educativo algo así como un protocolo específico para actuar en casos de bullying, datos estadísticos sistematizados ni registro de casos denunciados. Lo que sí hay son programas —como Convivencia o Mediadores— que incluyen el tema de la violencia. Lo que se busca es una sensibilización del problema. «El acoso es una preocupación pero en un abordaje integral, no en establecer las cargas sobre un adolescente», afirma. Las actuaciones, agrega, dependerán de la realidad —socioeconómica o institucional— de cada centro educativo. Los colegios privados tienen una autonomía bastante amplia: «Cada uno tiene su propia política al respecto».

A QUÉ SEÑALES DE ALERTA Y CAMBIOS HAY QUE ESTAR ATENTOS

Hay varias señales de alerta que pueden indicar que un niño o niña es víctima de bullying.

— En niños chicos, cuando lloran constantemente para no ir a la escuela; en adolescentes, en un ausentismo injustificado a clases.

Somatizaciones diversas: problemas para comer y dormir. Pesadillas recurrentes. Malestares que comienzan a presentarse los domingos de noche o que obligan a los padres a ir a buscarlos al instituto. También puede presentarse un aumento en cantidad de horas de sueño, a causa de la depresión.

— Conducta irascible, hipersensible e hipervigilante en casa, como si estuvieran siempre a la defensiva, esperando un ataque. La autoestima se ve afectada.

Descenso en el rendimiento escolar. Su concentración y atención se ven afectados.

— Aislamiento notorio en la escuela o liceo: busca la cercanía de los adultos o permanece en el aula.

Presentar frecuentemente señales de agresión física (moretones, túnica o uniforme roto) o le faltan materiales, plata u otros útiles.

Aislarse socialmente, no ir a bailes, reuniones ni invitar compañeros de clase a casa.

La psicóloga Magdalena Robaina puntualiza que los «cambios en la conducta» son señales de alerta. «Si el niño dejó de socializar hay que estar atento. Pero si nunca fue a bailar o nunca iba cumpleaños, no tiene por qué ser bullying«. El ciberbullying, o acoso realizado a través de redes sociales, complicó —como si fuera necesario— la detección. «Las señales de alarma son las mismas, solo que… menos visibles», añade esta profesional. Menos visibles que una túnica rota, sin duda.

Fuente: http://www.elpais.com.uy/domingo/bullying-sufriendo-familia.html

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De la Copa América y el fanatismo extremo

Por Ilka Oliva Corado

Aunque parece un tema insustancial el del fútbol  no lo es, es tan importante como las artes, la cultura y la política. El fútbol es un universo separado de las otras disciplinas deportivas. Es el único deporte del mundo que puede ser practicado  por todas las clases sociales, es en efecto el alma del arrabal y del pueblo. De los linderos han salido los mejores deportistas del mundo: Pelé, Maradona y Marta.

Y debido  a su popularidad mundial también para su desgracia (y la nuestra) es el que ha sido explotado por las  grandes mafias mundiales que tienen su centro de acopio en la FIFA. Estas  mafias que pululan en todo lo que lo circunda necesitan crean un ídolo mundial cada diez años. En la actualidad es Messi, Messi es creación de esa mafia. Esa mafia que necesita vender suvenires, entradas a estadios y mantener a espectadores pegados al televisor para beneficio de las empresas de cable y grandes plataformas comunicacionales.

Conozco la pasión del fútbol porque la he vivido como jugadora durante más de dos décadas y sé también analizar un juego   con el criterio de un árbitro que tiene  la obligación de mantener la cabeza fría para aplicar el reglamento  y hacer respetar el juego limpio. Yo también he estado dentro de un campo de juego. Conozco la profundidad de la pasión y es por eso que escribo este artículo.

El fútbol  es una  filosofía de vida. Uno es el fútbol lo que en la vida misma. Me enfocaré en este texto en la semifinal y en la final de la Copa. Una actitud completamente antideportiva mostraron varios jugadores de la selección de Colombia que al recibir la medalla del tercer lugar se la quitaron bajando del podio. Es un irrespeto principalmente al deporte, segundo a los jugadores de la selección contraria  y tercero a los espectadores.

En la vida como en el fútbol se pierde y se gana y cuando toca perder  hay que tener la entereza para aceptar la derrota con dignidad y sobre todo por el fútbol que es la pasión. Viene la acción política de educar a las generaciones que vienen atrás, millones de niños viendo las transmisiones y ven a sus ídolos sacarse la medalla porque les parece poca cosa, ¿cuál es el mensaje? Tiene que haber responsabilidad para con la sociedad de parte de un jugador de fútbol profesional porque es figura  pública le guste o no, y así como se beneficia de ello tiene la obligación moral de devolver y ser guía. Lo personal es político.

El objetivo principal de todo deporte es la diversión y la convivencia, el resultado no debería ser tan importante como la oportunidad de practicar el deporte más hermoso del mundo y unir a millones de personas en un solo latido. Estamos haciendo las cosas mal.

En la final vimos la conducta antideportiva de Messi, que le sacó al árbitro la segunda amarilla que hizo expulsar al defensa chileno. La primera expulsión de Chile fue una injusticia total. Messi que en ese instante utilizó su gala de mejor jugador del mundo hizo que pesara en la decisión del árbitro y además supo fingir muy bien la falta. No era falta y en todo caso no era para amarilla. La amarilla debió haber sido para él por fingir la falta.

La segunda vez el árbitro no pudo hacerse el desentendido  y le tocó sacarle la amarilla de ley que está perfectamente estipulada en las enmiendas del  reglamento. Fingir falta dentro del área puede ser amarilla y hasta roja directa. Tanto Messi como millones de televidentes lo vieron como injusticia. La actitud de Messi antideportiva y la actitud antideportiva de millones que padres de familia que  con sus hijos al lado insultaban y culpaban al árbitro, pero no les pareció injusticia la expulsión del jugador chileno y la solaparon porque los benefició. ¿Doble moral? Uno es  en la vida lo que en el fútbol.  Culpando al árbitro encubrieron la falta de moral de Messi al fingir la falta, la mediocridad de arruinar al deporte más hermoso del mundo.

El mensaje que envían a la infancia es que culpado a otros de nuestros errores evadimos responsabilidad de las consecuencias.  Sí que somos ruines… El fútbol es un catalizador de lo que somos como sociedad.

¿En dónde está el juego limpio y el respeto al balompié? ¿En dónde está la moral como persona y la responsabilidad política para con los millones de niños que lo ven como su ídolo? ¿Cuál es el mensaje? Que finjan faltas a ver si tienen suerte, tírense clavados para ver si les marcan penal a favor. Una conducta totalmente antideportiva.  Messi como tantos otros deportistas se ha beneficiado de su calidad de ídolo, pues entonces que tenga los arrestos y que demuestre que el deporte se respeta defendiendo el espíritu del juego limpio en todas circunstancias.

Vamos la roja de Rojo y era directa. El reglamento lo estipula: juego brusco grave es roja directa. No hay vuelta de hoja, y los fanáticos se le fueron encima al árbitro junto con los jugadores argentinos. ¿En dónde está la entereza de aceptar que cada acción tiene su consecuencia? Uno es  en el fútbol lo que en la vida. Claramente el arbitraje estuvo inclinado hacia la selección de Argentina, pero exigieron faltas tan claras de los jugadores argentinos que si el árbitro no las marcaba ahí sepultaba su carrera.

Si vemos una injusticia en el fútbol que nos beneficia y la solapamos, no pretendamos crear políticas de inclusión social. ¿Con qué moral? No pretendamos denunciar lo que en otra área de nuestra vida nos sucede como pueblo. Uno es el fútbol lo que en la vida misma.  Un árbitro puede equivocarse, pero los juegos se ganan anotando goles no tirándose clavados ni culpando a otros de la mediocridad, de la impotencia, del irrespeto al juego limpio; de nosotros como televidentes y de ellos como jugadores. Todo va de la  mano.

No se puede culpar a la pasión del momento del juego e insultar y llamar a la violencia. Descalificar al contrincante y al  árbitro que con todo y todo es un ser humano y merece respeto.  Se equivoca él como nos equivocamos nosotros todos los días. No cualquiera tiene los arrestos de pararse en el centro de un campo. Solo por eso debe ser respetado.  Por culpar a la pasión suceden los feminicidios y la violencia de género que ninguna autoridad quiere ver como lo que es. Por culpar a la pasión se mata la gente en los juegos de final de temporada. No seamos mediocres, la pasión no tiene la culpa de nuestra incapacidad para aceptar un resultado.

Aceptemos y eduquémonos que  ganar un juego se necesitan goles, así de simple.  Que el otro equipo merece respeto. Que no se puede minimizar con arrogancia porque en el fútbol no hay equipo pequeño.  Y que si nos toca perder, por el amor y el respeto que le profesamos al fútbol que es la pasión de pasiones, hay que aplaudir al equipo ganador. Eso es entereza, lo demás son babosadas.

Cabe decir también que como denuncia personal ayer que yo comentaba las decisiones arbitrales, muchos argentinos  que en otros tiempos me idealizaron por escribir acerca de las políticas de inclusión del gobierno de Cristina;  me acusaron de traidora y de derechista, me insultaron, me llamaron vendida por criticar las jugadas y el juego sucio. No me sorprendería que estos mismos votaran por Macri como “castigo” cuando Cristina escogió a Scioli por Randazzo (con toda la razón del mundo). Uno es el fútbol lo que en la vida misma.

Y pues bueno,  en la vida una puede cambiar de novio, esposo, amante, de país y hasta de pasatiempo. Pero no puede cambiar de pasión y de selección. La selección de mis amores es Brasil y con ella  gane o pierda. Pero Chile es una selección que ha crecido, que se ha esforzado y que cada jugador ha dejado en la cancha hasta la última gota de sudor, eso hay que saberlo reconocer y merece nuestro respeto y nuestra ovación.  Argentina siempre ha sido grande, un potencia en el fútbol, con jugadores en los mejores equipos del mundo, eso revalida mucho más el triunfo de Chile.  No seamos egoístas. Necesitamos humildad.

Felicidades al campeón,  no hay nada más hermoso que disfrutar de la pasión de pasiones cuando los equipos que fueron minimizados por la crítica,  salen a la cancha y tocan el cielo con las manos y nos hacen llorar de emoción a quienes comemos, respiramos y soñamos fútbol.

Cambiemos de actitud por el bien del deporte más hermoso del mundo y por el de la infancia.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com/2016/06/27/de-la-copa-america-y-el-fanatismo-extremo/

Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunaunainquilina.com

Junio 27 de 2016, Estados Unidos.

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