“Quizás me pueden decir que mi problema es la falta de vocación. Y puede ser, pero creo que va mucho más allá de eso. Después de ocho años haciendo clases de historia en colegios, decidí salir y buscar otros proyectos. Aunque sigo haciendo preuniversitario y permanezco en contacto con alumnos que me desafían intelectualmente, no es lo mismo.
No es lo mismo, porque nadie que no haya estado parado frente a 30 adolescentes de 17 años puede entender lo que significa pararse ahí cada día e intentar remecerlos, hacerlos pensar, reflexionar, abrir sus mentes y almas al aprendizaje. Es un desafío que aprieta la guata, literal. Y que cuando ves resultados, te llena la vida de sentido. Pero me cansé.
Me cansé de una pega en que la mayoría del tiempo te sientes poco valorado. La gente cree que llegas temprano a la casa a descansar y estar con los tuyos, pero en realidad llegas a corregir y planificar encerrado en una pieza sin paga alguna. Porque el famoso “2 x 1″ es ridículo (1 hora de planificación por 2 de clase). Todos los profesores lo sabemos, pero nadie hace nada por cambiarlo. Se nos exige excelencia, pero ser excelentes significa trabajar la mitad del tiempo gratis.
Me cansé del ritmo agotador, de correr atrás de un timbre y estar siempre bien. Porque ser profesor implica eso, estar siempre bien. Ser profesor no admite errores y eso es agotador. Si trabajas en una empresa puedes estar un día más callado, más serio, más distraído. Pero cuando eres profe y estás frente a tu curso, tienes que ser pura pasión, pura vibra, pura paciencia y sabiduría. No puedes caer, no te puedes enojar, no puedes perder la paciencia. Estás en un pedestal, siempre eres ejemplo para alguien.
De más está mencionar el sueldo. Me cansé de una remuneración que no tiene expectativas de mejora en el tiempo, que ves estancada por mucho que te esfuerces.
Finalmente, me cansé de tener que “dar gracias” por las vacaciones de verano, cuando en realidad uno llega a diciembre, literalmente, arrastrándose. Creo que si no tuviéramos ese descanso, sería imposible tener la vitalidad y la fuerza necesaria para empujar el carro en marzo.
Creo que si mi pega fuera más valorada en el día a día no habría salido corriendo. Si los alumnos dieran las gracias más seguido, si te miraran a los ojos, si te perdonaran un mal día. Si los apoderados empatizaran más con nuestra labor y entendieran que además de exigir, es importante valorar el trabajo diario. Si los colegios le dieran prioridad a nuestro tiempo y nos pagaran lo que corresponde por planificar. Y que además respetaran ese tiempo sagrado, sin poner charlas y reuniones en ese horario que es clave para hacer clases de calidad.
Me da pena porque sé que hay muchos profes en las mismas condiciones que yo. Muchos podrán decir que son profesores amargados, yo creo que son profesores cansados. Cansados porque todos necesitamos que nuestro esfuerzo se valore, pero a los profesores se nos exige trabajar por vocación.
Yo no me cansé de hacer clases, de planificar, de corregir, de entablar un vínculo profundo con los alumnos. De hecho, lo extraño tanto. Uno sabe que ser profesor es el trabajo más importante del mundo. Y quizás “recaiga” y vuelva a la sala de clases. Porque cuando uno es profe, sabe cómo puede cambiar la vida de alguien. Hoy me juntaré con una ex alumna a tomar un café y me da pena pensar que hay más “Antonias” necesitando profesores que marquen sus vidas.
Pero por ahora, con pena, colgué el delantal”.
*Josefina H. tiene 31 años. Prefirió no poner su apellido, para que su texto no sea un problema para futuros trabajos.
El colegio, como lo conocíamos, ha muerto. Nos enfrentamos ahora a una dinámica donde, bíblicamente, el colegio está donde esté el estudiante.
Esto ha traído más de una discusión al respecto y un enfrentamiento nunca antes visto entre padres y profesores. Ante la perspectiva de lo que podría ser una verdadera catástrofe, no todo está perdido, pero es necesario comprender el complejo panorama que acompaña esta “nueva normalidad”.
En este sentido, seamos críticos. Somos un país de papel. No solamente en la expresión metafórica, sino también en la práctica diaria: tenemos bibliotecas enteras imposibles de encontrar en versión digital, presentamos documentos impresos, escaneados y con múltiples copias hasta para pagar la luz en el banco, vanagloriamos los títulos impresos en paredes y consultorios y no confiamos nuestro dinero a “máquinas y tarjetas” sino que preferimos guardarlo debajo del colchón. Puede parecer gracioso y seguramente muchos de ustedes ya son usuarios bancarios online y tienen títulos de cursos, talleres y seminarios guardados en PDF, pero pregunten a sus padres, a sus tíos e incluso a muchos amigos de su edad y dense cuenta de que nuestra dependencia del papel, de lo impreso, de lo físico, es aún bastante grande.
Entonces, un país criado para llegar a casa y mostrar los cuadernos a la familia, acostumbrado a pedir firmas en los exámenes escritos, a guardar hasta la última carpeta de hace cinco años “por si acaso” y a archivar libretas hasta la universidad, se ve hoy obligado a prescindir del lugar del papel. ¿Qué significa esto, cómo se lo trata y quiénes son parte del cambio?
Entonces, un país criado para llegar a casa y mostrar los cuadernos a la familia, acostumbrado a pedir firmas en los exámenes escritos, a guardar hasta la última carpeta de hace cinco años “por si acaso” y a archivar libretas hasta la universidad, se ve hoy obligado a prescindir del lugar del papel. ¿Qué significa esto, cómo se lo trata y quiénes son parte del cambio?
¿Vocación?
Admito, como seguramente todos, que he tenido muchos profesores en el colegio que eran verdaderos maestros. Dedicados, motivadores, preocupados más allá de su labor en el crecimiento personal de sus estudiantes; pero también, lamentablemente, he tenido profesores “de cheque”, los que se preocupaban más por llegar a fin de mes y hacían el mínimo esfuerzo por enseñar su materia.
De esos hay cientos, los que nos han hecho odiar las matemáticas, lenguaje e, incluso, clases artísticas como la música. La falta de vocación es un mal en el ámbito educativo. Nunca voy a olvidar, años atrás, cuando en la televisión un periodista preguntó a uno de los miles de postulantes que hacían fila en la Normal Superior de Formación de Maestros “Simón Bolívar” por qué quería ser profesor y sin dudarlo ni un segundo éste dijo “porque al salir hay trabajo seguro”. No fue la excepción: a su alrededor, al menos 30 asintieron y estuvieron de acuerdo con esa razón. El periodista continuó recorriendo la fila y, para sorpresa mía, la respuesta se repitió numerosas veces con exactamente dos excepciones que dijeron querer ser maestros desde siempre.
Nunca voy a olvidar, años atrás, cuando en la televisión un periodista preguntó a uno de los miles de postulantes que hacían fila en la Normal Superior de Formación de Maestros “Simón Bolívar” por qué quería ser profesor y sin dudarlo ni un segundo éste dijo “porque al salir hay trabajo seguro”
Evidentemente, conseguir trabajo es una razón válida para escoger una carrera y nadie estudia para morirse de hambre, pero no puede ser la única razón y menos aún cuando se trata de la carrera que forma a todas las demás carreras, la carrera que se encarga de los futuros presidentes, médicos, artistas, periodistas y un largo etcétera.
Jugando a la escuelita
El primer paso de nuestra educación es el grado inicial. Esa segunda casa donde descubrimos a los primeros amigos y donde confundimos “mamá” y “profesora” todo el tiempo. Todas las familias tienen guardado un álbum fotográfico de esta etapa; disfrazados para actos cívicos, con la primera amiguita, el primer día de clases. Mamás llorando en la puerta, papás defendiendo a sus niños cuando otro los empuja, abuelitas orgullosas viendo a sus retoños. El mundo de la educación inicial no es para cualquiera, en definitiva, no solamente porque son un montón de niños pequeños cada uno con necesidades emocionales y afectivas únicas, sino porque se trata del primer punto de partida para una educación de 12 años. Un mal profesor en inicial puede hacer la diferencia.
Esa segunda casa donde descubrimos a los primeros amigos y donde confundimos “mamá” y “profesora” todo el tiempo.
Y me doy cuenta de que muchas veces no le prestamos la atención necesaria a este grado, pero luego, piénsenlo bien: la mayoría de las falencias de aprendizaje (mala letra, poca atención, cero consciencia del espacio, falta de pensamiento lógico – matemático, etc.) vienen de una deficiente educación inicial y quizás sea ésta la razón por la que los jardines de infantes son los establecimientos más costosos de la educación escolar. No sean injustos, esos profesores lo merecen. Si hay que tener vocación para enseñar cualquier cosa, aún más para enseñar a niños tan pequeños.
Laura Rivera, la “profe Laurita”, como le dicen sus niños, es una de esas maestras de vocación. Con doce años de experiencia en el grado inicial, para ella estar ahí tiene sentido, “cuando jugaba de niña, yo siempre era la maestra. Sentaba a mis muñecas y a mis hermanos menores frente a mi y les enseñaba todo. Al salir de colegio fue la decisión lógica”. Por sus aulas han pasado bachilleres que al terminar su formación la recuerdan con cariño, también ha tenido la fortuna de ser maestra de sus dos hijos y varios sobrinos. “Me encanta escuchar las anécdotas, las explicaciones y la lógica de los niños. Es mágico”. Laurita ha escuchado decir “mamá” más veces que muchas madres y hoy su trabajo rinde frutos cuando ve a sus estudiantes en grados superiores y recuerda que ha sido parte importante de su formación.
Una materia difícil
Los profesores que quedan en el recuerdo siempre son dos: los peores y los mejores. Los peores nos causan gracia, viéndolo en retrospectiva, porque nos recuerdan el martirio que fue nuestro paso por el colegio y cómo, finalmente, lo vencimos; y los mejores son los que nos causan una profunda nostalgia de esa época a la que ya no podremos regresar. En este caso, recuerdo al mejor profesor de matemáticas que tuve. Fue entre octavo y primero de secundaria o lo que hoy son segundo y tercero de secundaria. El profe nos repartía el primer día de clases de cada trimestre unas tarjetitas verdes con casillas para las firmas y espacios para las notas de examen. Decidió implementar tres modalidades: individuales, por parejas y en grupos. Para nosotros era una maravillosa novedad tener la chance de tomar un examen de matemáticas en grupo y entender que una materia exacta también podía dar lugar al debate, al trabajo colaborativo y a la participación de todos. Fueron los mejores exámenes. Para mí, que siempre le tuve un profundo rechazo a los números, tener la posibilidad de compartir el examen con quienes sabían un poco más y ayudar a quienes sabían algo menos que yo, era la oportunidad de apreciar la materia de una forma que nunca había creído posible.
Los profesores que quedan en el recuerdo siempre son dos: los peores y los mejores. Los peores nos causan gracia, viéndolo en retrospectiva, porque nos recuerdan el martirio que fue nuestro paso por el colegio y cómo, finalmente, lo vencimos; y los mejores son los que nos causan una profunda nostalgia de esa época a la que ya no podremos regresar.
Y si de materias difíciles se trata, otro profesor muy especial, Víctor Hugo, sabe de lo que está hablando, aunque su plan nunca fue la educación. “Mi plan era poner una empresa privada y de pronto, mientras tenía un trabajo de oficina, comencé a enseñar a mis sobrinos en casa y me di cuenta de que me podía conectar con ellos, entender su mentalidad, comprender cómo se sentían y lo que pensaban al aprender.” La clave de Víctor Hugo es ponerse del otro lado, su objetivo principal no es la educación escolarizada, ni ser parte de un plantel docente escolar, aunque en este momento lo es, su motivación es “ayudar a chicos y chicas que no han encontrado lo que buscan, que no han sido comprendidos en las matemáticas”. Es así que Vico, como lo llaman con cariño, no se limita a los programas escolares, sino a transmitir que las matemáticas son parte de la vida y es importante integrarlas en nuestra cotidianidad.
Víctor recuerda una de sus mejores experiencias al respecto, para él no es algo extraño convertir su casa en un aula y lo ha hecho con estudiantes particulares, pero hay una satisfacción que supera a todas, “recuerdo a una niña que tenía dificultades de aprendizaje, pero sus padres no lo aceptaban, aunque yo estaba seguro. Decidí tomar las riendas y enseñarle de otra manera, lejos de lo tradicional. Dos años de trabajo sin descanso ni vacaciones y estuvo segura para ir al colegio sin miedo a que se rían de ella, sin miedo a no poder hacer frente a lo que venga”. Ese tipo de profesores son los que la educación online requiere, aquellos dispuesto a salir de los márgenes convencionales e ir más allá.
Sin aulas ni límites
Lo que la educación online requiere es que los profesores comprendan que no sólo nos estamos enfrentando a una nueva realidad a nivel de soporte, sino que nos estamos enfrentando a un nuevo mundo que requiere nuevas formas de enseñar y, sobre todo, nuevos conocimientos.
Nuestro retraso en la educación online no se debe únicamente a la falta de acceso a las herramientas tecnológicas, sino más bien a la falta de propuestas y políticas que nos permitan una educación integral, realista y futurista. El colegio es hoy, sí, pero los niños que se forman en las aulas van a ser profesionales mañana, con conocimientos y necesidades que los maestros deben ser capaces de prever y con políticas institucionales que nos permitan comprender la particularidad del país en que vivimos y el lugar que ocupamos en el mundo.
Lo que la educación online requiere es que los profesores comprendan que no sólo nos estamos enfrentando a una nueva realidad a nivel de soporte, sino que nos estamos enfrentando a un nuevo mundo que requiere nuevas formas de enseñar y, sobre todo, nuevos conocimientos.
Que en pleno 2020 nuestro país no reconozca la educación en casa, (homeschool), que no existan reglamentos asentados para la educación virtual y no se tengan competencias claras y al alcance de todos para que cada quien pueda ver la mejor manera de enseñar, es un insulto a la educación como tal.
Evidentemente hay muchas personas que han tenido la suerte de recibir una formación mucho más acorde a nuestros tiempos, pero se trata de excepciones que no son la realidad de nuestro país. Aprender a cuidar a los animales, a cultivar, leer obras literarias de calidad, recibir formación artística seria y profesional son los grandes ganchos de algunos colegios, y más allá de comprender que sí hay un grupo de profesores, familias y estudiantes tratando de pensar en una nueva educación, esto nos habla de lo mal que está nuestro sistema, pues estos no deberían ser conocimientos privilegiados, sino parte de un currículo básico para todos.
Para ejemplos basta ver pequeños videos que hasta se comparten en redes sociales y están al alcance sin mucho esfuerzo. Hay países que han comprendido que enseñarle a un niño de 5 años a limpiar su lugar de trabajo, a servirse su propia comida, a decidir cuándo y dónde aprender sin necesidad de aulas cerradas y uniformes es igual de importante, o incluso más, que enseñarle el Himno de su país, los colores de su bandera y los héroes de guerra. En resumen, hay países que han comprendido que la educación no sólo implica una acumulación de conceptos teóricos o prácticos, sino que supone antes que todo la enseñanza de un modelo de vida comunitaria que nos permita crecer empáticos y sensibles a las realidades del mundo.
La educación boliviana necesita comprender que una carpeta llena no es sinónimo de aprendizaje, que desfilar un 6 de Agosto no es muestra de patriotismo y que conocer las fechas de cada batalla de la Independencia no significa apreciar nuestra historia. Pero también necesita comprender que es igual de importante conocer nuestra cultura como la de otros países, porque solo viendo las similitudes y diferencias podemos crear identidad y reconocernos en nuestras propias prácticas culturales.
Mi hermana y yo hicimos el colegio en casa
Personalmente, me cuento en el grupo con suerte, pero no por el privilegio de haber estado en un colegio con opciones más diversas, sino por el privilegio de tener la mamá que tengo. Ma, para mí, Yani, para el resto de quienes la conocen, se dio cuenta de que la educación formal en los colegios de Bolivia no era lo que quería para sus hijas y vio que la educación que sí la convencía no estaba al alcance de sus bolsillos. Entonces decidió tomar las riendas del asunto. Aunque yo hice la mayor parte del colegio de manera “regular”, fue mi hermana la más privilegiada pues recibió doce años de educación en casa (con asistencias intermitentes al colegio para “obtener las libretas”) y es quizás uno de los primeros ejemplos de este caso en nuestro país.
La idea de educación de mi mamá es precisamente la idea que se necesita ahora: educar para la vida, para la realidad, para el nuevo orden. Después de muchos años, ha decidido llevar su experiencia a las aulas y hoy son afortunados los pequeños de primer curso de primaria que la tienen junto a ellos.
La idea de educación de mi mamá es precisamente la idea que se necesita ahora: educar para la vida, para la realidad, para el nuevo orden.
Dejar de pensar la educación como una serie de materias separadas es una base de la Ley Avelino Siñani – Elizardo Pérez, pero no es una base de la formación de maestros, por lo que ¿cómo la aplican? Jugar, jugar y jugar ha sido siempre la consigna de la educación en mi casa. Entender que al cocinar no solamente estamos preparando comida, sino también estudiando física, biología, matemáticas y lenguaje; entender que el deporte es base fundamental de la educación y que de nada sirve saber las tablas de multiplicar si un niño no es capaz de decir “por favor” y “gracias”; entender que es tan importante conocer las partes del cuerpo humano como los pasos para cultivar papa, porque de eso nos alimentamos cada día.
Jugar, jugar y jugar ha sido siempre la consigna de la educación en mi casa. Entender que al cocinar no solamente estamos preparando comida, sino también estudiando física, biología, matemáticas y lenguaje…
Una educación que no empieza a las 08:00 y acaba con el timbre de salida, sino que supone cada aspecto de nuestro diario vivir. Esa es la educación que Bolivia se merece.
Siguiendo pasos
No sé si puedo contarme entre las buenas profesoras o la que los niños van a recordar, pero sí sé que cada día hago mi mejor esfuerzo para que los niños y niñas a mi cargo se emocionen tanto por aprender como por cada aspecto de la vida. Precisamente de eso debería tratar esta época: de desear saber más para no tener miedo, comprender más para poder estar preparados y discernir la información para no caer en los errores de otros.
Los niños son inteligentes, son fuertes y, sobre todo, son los maestros de la vida por naturaleza. En ningún lado se aprende más que estando cerca de los niños. Por eso enseñarles no debería suponer una vista vertical, sino una constante retroalimentación. Yo enseño a multiplicar, ellos enseñan a perdonar, yo enseño las partes de la oración, ellos enseñan la honestidad. Juntos aprendemos.
Los niños son inteligentes, son fuertes y, sobre todo, son los maestros de la vida por naturaleza. En ningún lado se aprende más que estando cerca de los niños.
Para los padres
Comprendo a los padres que hoy gritan y vociferan que los profesores no hacen nada, lo comprendo porque sé a qué estamos acostumbrados como país, entiendo que la única educación que conocen los padres es la que ellos mismos recibieron y el nuevo modelo vino como balde de agua fría en pleno invierno. Sé y he visto malos profesores, los hay a montones en cada colegio sin importar qué tan bueno sea en general. Como en todas las profesiones, hay malos profesionales. Pero también hay los buenos maestros, aquellos como Laurita que han convertido su sala en un aula donde canta, baila, se disfraza y sonríe cada día a sus estudiantes, aunque también tenga que batallar aprendiendo a manejar las herramientas digitales. Piensen en ella cuya formación se basa “en el arte manual”. La educación inicial “es sobre todo manual, aprender a cortar, pegar, agarrar el lápiz, etc.”, dice Laurita, que ahora no puede estar al lado de sus estudiantes con la paciencia, experiencia y conocimientos que tiene para ayudar a cada uno de sus pequeños.
Piensen en Víctor que a pesar de la distancia encuentra la manera de animar a sus estudiantes, de levantarlos cada mañana y de estar siempre dispuesto a contestar dudas.
Maestros como ustedes mismos, que sin saber bien lo que hacen, están dispuestos a ayudar más de lo que ya hacen normalmente; todo por sus hijos. Permítanles a los profesores equivocarse, permítanles a sus hijos fallar, no aprender todo lo que deberían, pero aprender sobre la vida que nos está dando una lección dura. Permítanle a la educación boliviana entrar a una época que no es un gusto, sino un derecho.
Permítanles a los profesores equivocarse, permítanles a sus hijos fallar, no aprender todo lo que deberían, pero aprender sobre la vida que nos está dando una lección dura. Permítanle a la educación boliviana entrar a una época que no es un gusto, sino un derecho.
Para los profesores
Extiendan media hora más su trabajo y busquen, averigüen, pregunten. Comprendan que la realidad al otro lado de la pantalla no es la mismo para todos, comprendan que si no logran enseñar todo lo que decía su plan, pero logran contener a esos niños, niñas y jóvenes, ya están haciendo su trabajo. Si llegaron aquí por un trabajo seguro, entiendan que el niño al que no le den la atención necesaria hoy, puede ser el doctor mediocre que no los atienda bien mañana. Si llegaron aquí por vocación, continúen reinventándose para sacar a este país del papel y ponerlo en el mundo, a través de lo digital.
El día que murió el colegio fue el día que entendimos que la educación no está entre cuatro paredes, sino en el intercambio entre nosotros.
Mar Buendía no nació aquí, pero es nomás collita. Fan de la salteña sin aceituna, las películas de terror, Cerati y Friends, la serie noventera. García Márquez es su Dios.
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Fuente de la reseña: https://www.paginasiete.bo/rascacielos/2020/6/7/el-dia-que-murio-el-colegio-educacion-online-en-un-pais-de-papel-257684.html#
Hemos entrevistado a uno de los referentes educativos de la Universidad Nebrija. Leopoldo Callealta, profesor del Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato, FP y Enseñanza de Idiomas, nominado en la categoría de Universidad, al galardón de Mejor Docente de España en los Premios EDUCA ABANCA 2019.
Leopoldo Callealta, profesor de Educación Física y de Educación, Sociedad y Política Educativa y tutor académico de Prácticas y de Trabajos Fin de Máster, habla de su vocación y del futuro de su profesión, entre otros temas.
¿Cuál es su localidad de origen y qué estudios ha cursado?
Nací en Málaga capital, pero he crecido en Cádiz. Toda mi infancia y adolescencia estuve en el pueblo donde ahora residen mis padres: Puerto Real. Mis estudios han seguido siempre el camino de la docencia. Primero me diplomé en Magisterio de Educación Física (Universidad de Cádiz), donde me otorgaron el Premio Ilustración por mi trayectoria personal y académica en el Ateneo de Cádiz y El Casino Gaditano. Después me licencié en Pedagogía, obteniendo el premio extraordinario por el mejor expediente académico de Sevilla. Obtuve mención de excelente en los dos másteres de Resolución de Conflictos (Mediación Educativa, familiar y comunitaria). Cuando finalizo mis estudios del máster, comienzo a realizar un programa de doctorado en la Universidad de Sevilla, finalizando la tesina con calificación sobresaliente. No obstante, no acabé la tesis doctoral con este programa. Por motivos personales tuve que alejarme varios años del mundo universitario, hasta que hace un año retomé los estudios de doctorado en la Universidad Camilo José Cela, dirigiéndome la tesis Nuria Camuñas Sánchez-Paulete (directora del departamento de Educación de Nebrija).
¿Qué supone para usted estar entre los nominados al Premio de Mejor Docente de España 2019?
Supone un gran reconocimiento a mi proceso metodológico. El premio te lo otorgan los propios alumnos/as que cursan mis asignaturas. Ellos son la clave del éxito docente, el motor del proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuando me entero de que he sido nominado, y me dan el permiso de contarlo, los primeros en saberlo son ellos. La ilusión de pertenecer a la prestigiosa lista de nominados para otorgarte el título de Mejor Docente del Año 2019 es desorbitante.
¿Cómo surge su vocación de pedagogo? ¿Qué hecho en su vida es fundamental a la hora de dedicarse a la enseñanza?
La vocación docente ha estado en mi vida desde que supe agarrar un bolígrafo con solo un año. Siempre me ha gustado enseñar y ver como otros adquieren conocimientos gracias a tu constancia. La vocación es algo que viene de manera intrínseca y que con el paso de los años se afianza mucho más a tus sentimientos y creencias. Unos de los hechos en mi vida que me hace acercarme más a la docencia son los propios docentes que te han impartido clases durante tu proceso académico. Tengo dos profesores de referencia que han sacado de mí lo mejor que podía dar en ese momento, convirtiéndome en los que soy a nivel profesional. Otra parte muy importante ha sido mi familia. Vengo de una familia hostelera por excelencia, donde todos los miembros directos trabajan allí. Yo he sido el único que ha querido seguir con los estudios e intentar terminar el tercer nivel académico (doctorado). Ellos, con sus trabas y su constancia han conseguido también que mi esfuerzo valiese la pena. Por último, mi mujer fue la clave para volver a confiar en mí y regresar a la docencia universitaria. Cuando no podía, estaba presente; cuando me ausentaba por trabajo, ella era mi motor y mi conciencia. Es por ello que esta nominación ha sido por su cuidado y su emoción por llegar a ser un profesor universitario.
¿Qué rasgos, habilidades y destrezas debe reunir un buen profesor en la actualidad? ¿Y el “mejor” docente?
Para ser un buen profesor solo debes tener tres cosas: saber escuchar a tu alumnado, creer en la constancia académica y sobre todo explotar los recursos didácticos que nos pueden dar todos los agentes educativos. Si resalto esto último, es importante saber que uno de los recursos más importantes que hay en el mundo de la docencia, y no suele utilizarse mucho, son los propios alumnos/as. Ellos, sin duda, son el mayor aprendizaje que un docente puede tener. El mejor docente debe tener lo mismo que lo anterior, a diferencia de un título o un premio. No hay mejores docentes, solo docentes que hacen bien su trabajo y aman lo que hacen.
¿Y un buen alumno?
El buen alumno debe poseer primero habilidad y valores como la empatía, la solidaridad, el saber estar y el ser compañero. A nivel académico, el buen alumno se rodea de constancia, de intriga por conocer y saber más de una materia, de escuchar a los demás y de experimentar por el avance educativo.
¿Por lo general qué déficits y qué aciertos cree que tiene la educación en España?
Por norma general, mi pensamiento sobre la educación en España es la comparativa constante con otros países europeos. Los desajustes políticos hacen que nuestra ley orgánica sobre educación nunca esté fijada, ocasionando una inestabilidad académica en todas las instituciones. Pienso que tienen que mirar mucho más las competencias profesionales docentes para la formación de los maestros y profesores de secundaria. Es la clave para la mejora de la calidad educativa.
Los aciertos que tiene la educación en España son muy significativos: Tenemos educación gratuita hasta los 18 años y cada día hay más oferta educativa para el desarrollo profesional, como la gran variedad de becas y remuneraciones en el acceso al estudio universitario. A pesar del desajuste en los pensamientos con las competencias profesionales docentes, el profesorado que tenemos en los centros e instituciones educativos cada vez se implica más en mejorarse y evolucionar sus metodologías en la praxis.
¿Cree que la figura del profesor está reconocida en nuestro país?
Cuando la LOGSE entró en vigor en los años 90, la figura del profesor tuvo uno de los picos más altos de la historia. Visualizando la evolución educativa y los cambios sociales existentes, el profesorado ha ido en descenso hasta la actualidad. El empoderamiento de los padres, los alumnos, los cambios de roles, los cambios políticos y el pensamiento erróneo de la globalización son muchos de los signos que ocasiona el no reconocimiento de la figura del profesor en nuestro país. No obstante, siempre juega la esperanza y los pequeños avances que forja la sociedad para obtener un pensamiento unánime con la figura del maestro y de los profesores.
¿Por qué los maestros no terminan de aprender nunca?
El maestro, al igual que el médico, siempre tiene que estar pendiente de los grandes y pequeños avances que se originan en su ámbito. Nunca debe de dejar de estudiar o de aprender. El pensamiento de “docente estancado” tiene su origen en su falta de reciclaje, en su formación continua. Personalmente, siempre estoy realizando nuevos cursos o asistiendo a diferentes congresos para poder llevar a cabo mi formación permanente.
¿Cuáles son los caminos de la enseñanza universitaria por los que le gusta transitar?
Sobre todo, el impartir clases en la rama de la educación. El camino más importante para mí es la docencia, aunque a nivel universitario, esto último viene unido al camino de la investigación. Ser docente e investigador genera una adrenalina que muchos comparan con los deportes extremos o con recibir una gran noticia. Mi experiencia se forma para estos dos caminos o trabajos profesionales, destacando, como ya he mencionado, la vocación por la docencia.
¿Qué significa para usted formar a docentes que formarán en el futuro a los alumnos?
Es una pregunta que suelo hacerme cada día. Cuando era alumno universitario, y sobre todo con la formación que recibí, descubrí el déficit que había en la formación inicial para ser maestros y profesor. Por esto, desde el comienzo de mis estudios universitarios, comencé a colaborar y a investigar en el departamento de didáctica y teoría de la educación. En la actualidad, formar a futuros profesores es una gran responsabilidad, dado que uno mismo se reflejará en la respuesta o impactos que proyectará el nuevo profesor a la próxima generación de alumnos de secundaria. Es un gran orgullo formar parte del proceso de formación de los futuros profesores.
¿Puede contar algún “secreto de cocina” a la hora de apasionar o despertar la curiosidad a un estudiante
Por ejemplo, en mis clases online del Máster del Profesorado que imparto en la Universidad Nebrija, uno de los contratiempos que nos encontramos es la falta de atención del propio alumnado cuando se conectan a las clases. Al detectarlo, en muchas ocasiones, quise ponerle remedio de inmediato. Les propuse crear un apartado en el foro de la asignatura donde colocaran un enlace sobre una música que les pudiera motivar en su día a día. Con esta fórmula, y de manera aleatoria, se escoge una canción tanto al inicio como al final de la clase. De esta manera, el alumnado es partícipe de su propia emoción, aumentando de manera significativa la atención mostrada en la clase. Un “secreto de cocina” es escuchar al propio alumnado e implicarse en potenciar las emociones y sentimientos que ellos tienen.
El mentor deportivo Álvaro Merino precisamente explicaba en una masterclass de la Universidad Nebrija que hoy en día hay muchos distractores de la atención, que desvían el foco de lo importante… ¿está de acuerdo con su apreciación?
Estoy totalmente de acuerdo con el mentor Álvaro Merino. Existen muchos distractores que ocasionan una distorsión en la atención de los propios estudiantes, desviando temas o focos importantes a un segundo plano. La tecnología, los móviles, y los roles sociales son unos de los distractores más potentes que tenemos en la sociedad, aunque personalmente pienso que son proyectores de conocimiento e innovación socioeducativa, ayudando a los estudiantes y al ciudadano de a pie a comunicarse, aprender y sociabilizarse con el mundo. Lo importante de estas reflexiones no son los distractores, sino más bien, el exceso de tiempo o la dedicación que le prestan.
¿Qué papel deberían desempeñar los teléfonos móviles en una educación más humana?
El papel que desempeñan los móviles en el sistema educativo español cada vez se hace más latente, utilizándolo dentro de las metodologías activas e incluso como sustitutivo de los cuadernos convencionales y ordenadores de mesa. Solo he de destacar el uso y el tiempo dentro de un aula para que el papel de los móviles sea fundamental en una sociedad educativa innovadora. Ese tiempo no se debe de alargar más de 25 minutos por clase, evitando la desconexión de los alumnos ante los conocimientos y las propias palabras del docente.
Usted es docente del Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato, FP y Enseñanza de idiomas, de la Universidad Nebrija… ¿Cuáles son los puntos fuertes de este posgrado?
Es un posgrado lleno de sabiduría, de conocimiento y de grandes profesionales. Sus puntos fuertes son los grandes profesores y profesoras que tiene en su plantilla. Los alumnos/as aprenden desde las bases teóricas que formulan la historia de la educación hasta las diferentes metodologías innovadoras que pueden utilizarse en un aula convencional. Existe mucho trabajo práctico y grandes grupos de debate para asistir y participar. Eso es lo que me gusta de este gran Máster, el dinamismo y la facilidad de conocer el conocimiento a través de las plataformas online y tutorizaciones por videoconferencia.
Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-vocacion-docente-estado-vida-desde-supe-agarrar-boligrafo-solo-201911280213_noticia.html
Argentina / 16 de diciembre de 2018 / Autor: Daniela Leiva Seisdedos / Fuente: INED21
¿Cómo nace la vocación docente?
La vocación es un concepto que en sus génesis lleva la palabra ‘valor’, valor de darle valor a lo que se elige, no una mera salida laboral. Con la vocación, demostramos una pasión de ser y hacer por lo demás porque, cuando un docente no tiene vocación, eso se nota y nuestros alumnos nos lo hacen saber.
Una cosa a aclarar antes de seguir con el tema de la vocación, porque con ella sola no alcanza también hay que ejercer la docencia con profesionalidad porque vocación y profesión no deben ser una dicotomía.
¿Qué interés puede tener una persona en ser docente?
¿Nos tildan de ignorantes a pesar de conceder y transmitir cultura?
Nuestra profesión es una de las más perceptivas a los cambios económicos sociales, políticos, culturales, tecnológico, siempre estamos en «el ojo de tormenta» y como tal nos ven todos los ojos, porque la escuela es la caja de resonancia de toda la sociedad.
Los alumnos son la población que en un futuro tomará las decisiones, entonces, reflexionemos como docentes: si la entrada al aula la mayoría de los días no es una buena entrada y se nos hace una tarea rutinaria que no nos sorprende y gusta, que no aún no individualizamos a nuestros alumnos a esta altura del año, me preguntaría:
¿Qué estoy haciendo mal, qué quiero dejar? Y pensaría, primero, en otra estrategia y luego me iría del aula si no la encontré porque no le puedo dejar a otros una tarea incompleta de por vida seamos conscientes de lo que significa enseñar. Entremos al aula no solo con la utopía de cambiar el mundo, entremos al aula para que el cambio sea una realidad. La educación siempre genera esperanza.
No debemos olvidar que es un privilegio poder dedicarse a algo que nos apasiona, poca gente tiene esa suerte; ¿la pasión por la docencia nace porque tuvimos malos docentes, o tuvimos buenos docentes y en homenajes a ellos decidimos ser docentes?. La mía nació por las dos causas pero ganó la última. ¿Vos porque sos docentes? Porque la vocación del docente hace a la identidad de ese docente.
Un buen docente no es el que sabe todos los conocimientos que tiene que impartir, sino quelogra que sus estudiantes aprendan y disfruten del proceso y esa ligazón es para toda la vida.
Un docente quiere ser docente por la pasión de enseñar, para leer e interpretar esos libros debe estar presente un docente pero tengamos en claro una cosa nadie elige la docencia para hacerse rico y famoso por si se hace, se hace una actividad depredadora de la libertad.
OFRECER LOS OJOS ABIERTOS
Chicos, no sean docentes porque no les quedó otra cosa, se engañan y engañan a los demás, no serán felices y las consecuencias después son desastrosas: maestras y maestros agobiados –sin ningún interés–, quemados y hartos de los alumnos.
Ser docente con vocación de ser docente es ofrecer los ojos abiertos para que nuestros alumnos puedan mirar la realidad sin miedo y enfrentarla para luego poder volar alto.
La vocación se va construyendo y en esa construcción se fortalece con los años porque es determinante en el aprendizaje de los conocimientos. El amor por la profesión hace que el desempeño en la misma tenga un sentido, y, por ende, será de mejor calidad.
La vocación es la expresión de nuestros valores. Demostremos en todo momento nuestra jerarquía profesional y de personas, hagamos nuestra profesión con calidad, estudiando, capacitándonos, equivoquémonos y reconozcamos esos errores los errores enseñan, leamos todos los días, seamos exigentes y justos con nuestros alumnos, así aseguraremos un futuro en paz con valores, pero, sobre todo, tengamos pasión por el servicio que hagamos.
Cuando estamos en una tesitura de desempeñar nuestra labor profesional en el ámbito de la educación con vocación hablamos, realizamos una actividad con motivación, la «proyectamos» hacia nuestros alumnos y tratamos de no mostrarnos indiferentes, porque los acompañamos en sus inseguridades.
Todos hemos tenido dudas e inseguridades cuando elegimos esta carrera, cuando hemos pasado incertidumbre por los problemas que tuvimos en nuestra tarea y pensar respecto a dedicar –o no– nuestra vida a la docencia, pero con el tiempo descubrí y descubrimos que la docencia es lo nuestro y no nos arrepentimos porque el compromiso es con uno mismo que se traslada al mismo mundo.
Les recomiendo esta película francesa. La profesora de historia (Marie-Castille Mention-Schaar, 2014, Francia sobre la vocación docente.
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 16 de diciembre de 2018. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – Tito Pineda, el músico venezolano que enseña a través de su cultura en esta escuela chilena
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“¡Esta muchachita, como tan inteligente! —Exclamó Antonio Mauro Giraldo, el primer médico que realizó una trepanación de cráneo sin anestesia en Antioquia—. La llevaré a estudiar a la Normal de Señoritas, en Medellín”.
Era 1930, aproximadamente, cuando esto pasó. Alicia Giraldo Gómez, una adolescente, había pronunciado un emotivo discurso en un acto público, en El Peñol, donde estaba el personaje, quien ocupó, entre otros cargos, los de parlamentario y de rector de la Universidad de Antioquia.
Nacida en el municipio del embalse, el 1 de diciembre de 1917, con el punto de apoyo que le brindó el médico, ha movido el mundo. Llegó a ser “historiadora por vocación”; socióloga y psicóloga. Y su legado en la educación también es cuantioso.
Lúcida y aliviada, como la describe su sobrina María Eulalia Giraldo, Alicia habla sin desmayo. Cuenta que sus paisanos se dedicaron a cultivar el tomate, la yuca y el mango, que vendían en toldos.
La vocación de historiadora desborda en su conversación. Expresa su orgullo por el Río Nare, que baña su pueblo, del que explica que es negro porque estaba bordeado de sauces y las hojas de estos caían en el afluente, y daban un aspecto oscuro a sus aguas. Habla de la antigua tradición de los cargueros, esa de llevar personas a la espalda, de la que “el naturalista Alexander Von Humboldt se escandalizó por la dureza de su ejercicio”.
Entró a la Normal, como le prometió su mecenas. Ayudó en la conformación del Colegio Central Femenino —Cefa— y del Colegio Mayor, donde fue psicoorientadora por muchos años.
“Gané un concurso de ensayo sobre derechos de la mujer, y participé en un foro. Me dijeron: ‘vaya a la Academia Antioqueña de Historia’ e ingresé a esta institución, donde he sido miembro de número y de la que me nombraron Presidenta Honoraria”.
María Eulalia cree que el caso de su tía es admirable, porque si era difícil para una mujer de Medellín, en su tiempo, participar en la vida pública, resultaba impensable para una mujer de pueblo.
En la celebración de los cien años de su intensa vida, el pasado 1 de diciembre, profesoras de la Javiera Londoño, donde Alicia fue profesora por más de 30 años, dijeron “somos lo que somos, gracias a ella”. María Eulalia cuenta que a los sobrinos también les ha inculcado, en primer lugar, la educación. Por su parte, se graduó de Ingeniería de Petróleos y ha realizado otros estudios posteriores.
“La adoro con el alma”, expresa la sobrina. Admira que haya estudiado tanto, en universidades de Medellín y en Madrid; su labor como educadora de varias generaciones, y su aporte en la consolidación de los derechos de la mujer.
En este tema, Alicia ha aportado, no un grano de arena sino un arenero completo: ha escrito artículos como Cincuenta años de conmemoración del sufragio femenino en Colombia, Plebiscito de 1957, y libros como Forjadoras de forjadores: abuelas y maestras de Antioquia en el siglo XX 1850-1950, y ha hecho parte de la Unión de Ciudadanas de Colombia.
“Luchamos por alcanzar tiempos mejores para la mujer. Antes, a la mujer solo la dejaban bailar y tocar el piano”, explica Alicia, como si con estas ideas quisiera sintetizar un siglo de vida.
En su Política para Amador, el filósofo Fernando Savater expone con mucho tino qué es lo que está errado en la sucesión dinástica que supone una monarquía, y por qué, con todos su bemoles, es mejor y más digno un sistema electoral competitivo para elegir a la cabeza del Estado. El asunto es que las virtudes y alcances de una persona, su destacado desempeño como líder, pueden no estar para nada presentes, o no en los niveles adecuados, en sus descendientes. La monarquía hereditaria nos quiso ahorrar -obvio, con gran ganancia para las pocas familias involucradas directamente- la inestabilidad del cambio, y para ello se permitió una alucinante concentración de poder y recursos para preparar a los sucesores, y que así –supuestamente- llegaran listos al puesto que era su destino. Amargamente descubrimos que la sucesión hereditaria trae más distorsiones que certezas, y que tener a alguien en una función vitalicia y con privilegios sucesorios, sin evaluaciones de desempeño que pudieran condicionar su permanencia, es sencillamente validar la tiranía.
Con gran trabajo nos hemos desembarazado, en la sociedad contemporánea, de esa tradición. Con la Ilustración y las revoluciones liberales del XIX, también nos quitamos de la idea de que los hijos deben seguir forzosamente los oficios de sus padres y que es injusto para ellos, porque es inaceptable que se imponga sobre la voluntad individual un arreglo social que privilegia estabilidad sobre logro. “te toca carnicero, ni modo”; “dibujas bien, pero eso es irrelevante”; “te toca ama de casa y esposa calladita, aunque tienes talento de oradora y talante de aventurera”.
Igual de importante, se fue consolidando con evidencia la convicción de que el sistema hereditario deteriora el bien que los ciudadanos ofrecen a la colectividad si no hay control externo e independiente -para ser médico hay que estudiar y pasar exámenes, pues heredar la licencia para ejercer sin más es poner a los demás en peligro. En el último siglo nos estamos volviendo aún más precisos: cuestionamos los sistemas de complicidad y poder de los matrimonios convenientes, de las empresas familiares opacas, de la red de autoprotección –para consolidar la discriminación, la impunidad y el privilegio- en los colegios privados, e incluso, en las sociedades más avanzadas, cuestionamos que sin más se hagan los legados y herencias de bienes, pues concentran la riqueza y detienen el progreso y la innovación, y que por tanto, deben tasarse vigorosamente (ésa es hoy la verdadera prueba de qué tan liberal y creyente en el mérito individual es un político o empresario “liberal”).
Uno de los procesos fundamentales que se desprenden del cambio constitucional y legal para el sistema educativo, aprobado en 2013 y de observancia obligatoria para la Federación y los estados, es el ingreso a la profesión docente a partir de un concurso público. Es decir, a diferencia de la práctica vigente hasta entonces, los nombramientos que le dan ingreso al servicio como maestro a una o un joven, no pueden estar vinculados al prestigio dinástico de sus padres maestros; no se puede “heredar” la plaza, como se venía haciendo, ni tampoco tenerla comprada, canjeada, condicionada a moche, favor o apoyo; ni siquiera puede ser “automática”.
En una profesión de servicio público, el hecho de haber estudiado en una escuela –incluso a cargo del estado, como las Normales públicas- no garantiza que están presentes los rasgos del perfil, o bien, estando presentes, no ordena la adecuada prelación para la designación como servidor público –garante del derecho a aprender de los niños- y que se ocupen los puestos disponibles. Nunca hubo derecho a heredar o transar plazas; ahora tampoco se “dan”, pues no son propiedad de los maestros: son mandatos de la sociedad democrática, de enorme dignidad y responsabilidad, pero no son propiedades y menos perpetuidades.
Las discusiones con el equipo de transición y con los legisladores llevaron a que se notara que la mera resolución correcta de un examen de oposición (en pantalla, pero es equivalente a un examen de papel y lápiz) es un indicio significativo pero incompleto de la idoneidad de un maestro novel. Por ello quedó plasmado en el artículo 22, párrafo segundo de la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD) que en los dos primeros años los maestros que alcancen una asignación a resultas del concurso tiene derecho y obligación de recibir tutoría, por parte de un docente experimentado.
Esta ha sido una de las piezas de la reforma legal que peor se ha implementado, y en la que el gobierno federal y los gobiernos estatales tienen poco qué presumir. Para los años de concurso vigente con las nuevas reglas, no hay información confiable pública sobre las tutorías efectivamente realizadas, caso por caso. El único estudio disponible al respecto, realizado por el INEE en el ciclo escolar 2015-2016, muestra que sólo 36% de los nuevos ingresados tuvieron al menos una sesión con sus tutores. No hubo presupuesto, no quedaron claras las reglas de designación de tutores, hay barrera de tiempo o distancia… no lo sabemos. Aquí hay un tache muy grande al equipo actual de la SEP y sus correspondientes en los estados; le están fallando a dos tercios de los maestros que comienzan su vida profesional con el nuevo esquema, y sobre todo están violando –sí, las autoridades- el derecho de los niños al máximo logro de aprendizaje, como marca la Constitución, pues es garantía de dicho derecho contar con un maestro idóneo según lo que marca la ley.
Así que nos la deben. Se lo deben a los miles de jóvenes con vocación que se han esmerado por ser las primeras generaciones que tiene sobre sus hombros la mirada escrutadora de la sociedad, con un marco legal exigente para poner sobriedad al bandidaje extremo de las cúpulas sindicales, partidistas y burocráticas. ¿Tendremos los ciudadanos que recurrir a la legítima defensa en tribunales? ¿Habrá un spot televisivo sobre los logros de la tutoría? Este pendiente de la reforma emplaza directamente al nuevo secretario Granados, al INEE tan ausente en temas de derechos, a la CNDH, a los gobiernos estatales. Salir de la herencia es logro. Pero solo si no caemos en la simulación.
Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/para-que-frague-el-merito-nos-deben-la-tutoria/
Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2014/07/maestros-examen.
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