La reprobación invisible (Parte III)

Experiencias e historias ante la reprobación

José Carlos Buenaventura[1]

A Alexis Fabre

En esta tercera entrega sobre la reprobación invisible se narran las historias y experiencias de Alexis Fabre y de Elías Hernández sobre la reprobación invisible en la última década en México. A través de tales narraciones, seguimos sosteniendo la idea de que: el proceso de reprobación de las niñas, niños y jóvenes en México no ha desaparecido; por el contrario, se ha vuelto un mecanismo invisible para seguir reorganizando la vida escolar, educativa y laboral de los jóvenes y adultos en México. Asimismo, quienes realizan los procesos de reprobación no son los actores que tradicionalmente se piensa que lo hacen: las maestras y maestros, sino otros actores que han surgido a lo largo de las últimas décadas, cuya actividad se enmarca en los procesos de selección.

La experiencia de Alexis Fabre ante la reprobación

Alexis Gómez Fabre estudió en una Escuela Preparatoria Oficial del Estado de México, en la zona oriente de la ciudad de México. Su escuela se localiza en el municipio Chicoloapan. Obtuvo promedio de 9.8 al finalizar el bachillerato. Se puede señalar que era un joven estudioso y disciplinado. Siempre cumplió con lo requerido: actividades y trabajos, bajo la didáctica de “trabajitis” y “activitis”. Ya que en la escuela donde él iba estaba prohibido que las y los maestros hicieran exámenes, pues los directivos argumentaban que los maestros no sabían hacer exámenes. En esa escuela años anteriores se había contratado a personas que trabajaban en el CENEVAL para enseñarles a hacer reactivos y objetivos, bajo está lógica de que las maestras y los maestros no saben. La historia de Alexis Fabre es un ejemplo del fenómeno de incluir para ser excluido, elemento propio de la reprobación invisible: aunque él fue pasando y aprobando año tras año, en el momento de hacer exámenes de selección para entrar a educación superior, los resultados de la inclusión y la exclusión se hacían presentes.[2]

En el 2017, cuando Jesús Alexis termina el bachillerato hace el examen como muchos de sus compañeros, obteniendo 55 aciertos, en un examen de 120 reactivos, para la carrera medicina. Él no les dice a sus amigos, ni profesores que hizo el examen. Le da vergüenza exponer su resultado, piensa que él es el único responsable por sacar ese número de aciertos. Toma la decisión de meterse a estudiar en una escuela privada donde no tenía un alto costo el cuatrimestre, en la Universidad Tecnológica de Nezahualcóyotl. Algunos de sus familiares habían cursado en ella. Sitio donde comenzó la licenciatura en Mercadotecnia. Al pasar el cuatrimestre descubrió que no era lo que él quería. Él reconoce que entró a estudiar allí porque él ya no sabía qué estudiar. Se sale de la licenciatura en Mercadotecnia y empieza a hacer los exámenes para entrar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Continúa su deseo de ingresar a medicina en alguna institución de renombre y con mayor prestigio como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto Politécnico Nacional (IPN) y Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En estos primeros resultados podemos leer que la formación y el capital cultural que obtuvo durante la preparatoria no son suficientes para considerar, él mismo, que ha aprendido algo durante su estancia del bachillerato. Él, como uno de los estudiantes de mayor promedio de su generación, sólo obtuvo 55 aciertos. En este sentido surge una pregunta: ¿qué le enseñaron en la Escuela Preparatoria Oficial donde estudió y por lo tanto qué aprendió en el bachillerato para poder hacer una prueba estandarizada y logar estudiar la carrera que él desea en la institución que él había elegido? Una de las cuestiones es que él entregaba todo lo que se le pedía en trabajos, tareas, comportamiento, pero eso no se vio reflejado en el momento de hacer su primer examen para educación superior para la UNAM. En su escuela, como en muchas, se busca que los estudiantes se mantengan en sus aulas para sostener la matricula, para que los maestros no vayan a quedarse sin horas y sin trabajo. Algunas veces los directivos terminan diciendo a los maestros: “deben entender a los estudiantes, ellos no van a aprender, ellos van por un papel para trabajar”. De tal modo, las expectativas laborales se reducen a fungir como mano de obra barata para tiendas como OXXO o Walmart, ya que, para obtener un trabajo mejor remunerado y más digno, la mayoría de las veces es necesario tener un mayor nivel de estudios académicos. En consecuencia, se pierde el objetivo de algunos bachilleratos de preparar a los estudiantes para la educación superior o enseñarles un oficio o una carrera técnica para que los estudiantes tengan herramientas para trabajar de forma honesta y digna. Por lo menos en los modelos de las Escuelas Preparatoria Oficiales en el Estado de México, que es parte del Bachillerato General, no enseñan un oficio o una carrera técnica a los estudiantes. En palabras de algunas personas, el fin es otorgar un “papel”. Todo se reduce a que los estudiantes necesitan un “papel” que les permita trabajar. Es muy curioso esto, porque también para poder trabajar en algo se necesita enseñar algo y ante esto ocurre que en ciertas escuelas se enseña que no hay que trabajar, ni esforzarse para poder trabajar. ¿Ante este tipo de formas de ver la educación qué es lo que se les está enseñando a las y los estudiantes en este tipo de escuelas que llevan a cabo estas acciones? Porque lo que sí se puede considerar es que algo se está enseñando, aunque no queda claro qué. En este sentido quizá se tiene que volver a utilizar el concepto de “currículum oculto” para hacer presente los verdaderos aprendizajes que se dan en estas escuelas. Ello no quiere decir que se esté transmitiendo el capital cultural y simbólico que los estudiantes necesitan para competir por un lugar en una de las carreras más demandas en México, en la universidad más importante de México, la UNAM, como lo demuestra la experiencia de Alexis Fabre.

Ya para el 2018, él empieza a estudiar un curso de preparación para el examen de ingreso para la educación superior de abril a julio. En esta escuela le apoyan frente al costo que asciende los 10,000 pesos. Él lo cubre trabajando de limpieza en esta institución; por las mañanas toma el curso y por las tardes trabaja. Porque uno de los problemas que enfrentó fue que su familia no podía pagar el curso. Otro cambio fue que él casi no salía del municipio donde vivía, Chicoloapan. A raíz de este curso, comenzó a viajar mayores distancias, ya que la escuela donde tomaría el curso se encontraba en el sur de la Ciudad de México. Era un recorrido de una hora y media, hasta de dos horas. Alexis cumplió con su parte del acuerdo con la escuela y trabajó para pagar el curso haciendo la limpieza en la escuela. Hace el examen en el mismo año y obtiene 80 aciertos para la UNAM; también hace el examen para la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), pero no obtiene los puntajes necesarios para entrar a estudiar en esa institución la carrera de medicina. En la segunda ocasión su puntaje mejoró. Esto hace pensar a Alexis Fabre que lo que estuvo estudiando en el curso sí le ayudó, pero que aún no es suficiente. Para él este segundo resultado fue doloroso; sin embargo, no se decepcionó para seguir intentando lograr su objetivo. Se iba dando cuenta que estudiar de la forma en que le estaba planteando la institución donde trabajaba le estaba ayudando. Señala Alexis que en esta institución cada determinado tiempo le hacían exámenes de cada una de las materias, de forma oral y en forma escrita. Eso no se lleva a cabo en la institución donde él estudió la preparatoria, ya que en esa institución estaba prohibido hacer exámenes a los estudiantes, puesto que se percibía que eran sólo un instrumento de exclusión social y de expulsión de la matrícula. Recordemos que una de las cosas que se creó en el sentido común y como objetivo general de las escuelas de educación preescolar hasta educación media superior es mantener la matrícula.

Dejó de trabajar después del examen en la escuela que se localizaba en el sur de la Ciudad de México. Consigue para julio de 2018 otro trabajo, como mesero cerca de su casa. Se mete a trabajar allí para ahorrar nuevamente para pagar el curso en la misma institución donde ya lo había cursado. El curso empezaba de nuevo en octubre de 2018. Una de sus compañeras meseras le dice que para qué va tan lejos a tomar el curso, si en Texcoco hay una escuela donde puede estudiar. Ella se refiere al Colegio Nacional Matemáticas (CONAMAT). Por tanto, él estudia allí de agosto de 2018 a 2019. El costo del curso fue de 9,000 pesos.

Presenta por tercera vez el examen de ingreso a la educación superior en febrero de 2019, para obtener 90 aciertos; no obstante, necesitaba sacar 104 aciertos. Alexis, pese al resultado, se siente alentado ya que se percibe cada vez más se acerca de los aciertos requeridos. Durante los meses que faltan para la segunda vuelta de ese año sigue estudiando.

Presenta por cuarta vez el examen en junio de 2019. En la segunda vuelta de ese año para ingresar a la UNAM saca como resultado 93 aciertos. Para esta ocasión necesitaba obtener como mínimo 112 aciertos. En su trabajo como mesero lo habían estado apoyando para que estudiara en un horario fijo, pero los resultados no eran positivos. Frente a esto, su jefe le señaló que decidiera seguir en los cursos o en el trabajo. Porque el resto de los trabajadores rolaban turnos y Alexis no como apoyo para su preparación.

Alexis consigue que su jefe lo siga apoyando y vuelve a tomar el curso en CONAMAT, de agosto de 2019 a febrero de 2020 (quinta vez que lo presenta), presentando el examen el 21 de febrero de 2020, obteniendo 102 aciertos. Para esta ocasión se solicitaban 104 aciertos para ingresar a la carrera de medicina en la UNAM. En esta ocasión se sintió muy decepcionado y a punto de decidir estudiar en el Sistema Abierto y a Distancia de la UNAM; no obstante, ninguna lo convenció.

Ante su depresión y decepción, sus amigos y otras personas lo apoyaron para seguir adelante. Sus amigos que conoció desde la primera escuela le decían que lo siguiera intentando que ya poco le faltaba. Algunas historias que le contaban las personas que atendía en el restaurante lo motivaron para seguir haciendo los exámenes. Una de esas historias era de una señora que a los 50 años se tituló y que le contó que le estaba yendo muy bien en el trabajo.

Alexis Fabre decide continuar con este esfuerzo y que no se debe de conformar sino seguir estudiando. Por una parte se siente tranquilo porque tiene trabajo. Sin embargo, hay algo que cambia sus planeas: la pandemia de COVID 19 que llega a México en marzo de 2020. Se cierra el restaurante donde está trabajando y rápidamente se le van a acabando sus ahorros. Como solución, vende diferentes productos para apoyar en los gastos en su casa, ya que a sus padres también les ha ido muy mal económicamente.

Sigue estudiando para poderse quedar en la carrera que él quiere durante los meses de marzo a septiembre de 2020. Señala que se privó de muchas cosas para poderse quedar en la carrera de medicina. Sin embargo, también descubrió que le gustaba otra carrera que se impartía en la Universidad Autónoma Metropolitana: Ingeniería Biomédica. En septiembre de 2020 presenta el examen a la UNAM y a la UAM (sería la sexta ocasión que presentaba el examen para ingresar a educación superior). En el examen para entrar a la carrera de medicina en la UNAM saca 110 aciertos, sólo le falta un acierto para quedarse, ya que en esta ocasión pedían como mínimo 111 aciertos. En el examen para la UAM le aparecía en los resultados que estaba seleccionado. La dicha de Alexis Fabre ha sido mucha porque logró su objetivo de entrar a una escuela de gran prestigio como es la Universidad Autónoma Metropolitana, con mucho esfuerzo, constancia y disciplina, para estudiar Ingeniería Biomédica.

Es importante resaltar que todo aquello que se ve negativo en escuelas públicas o por lo menos en el bachillerato público que cursó Alexis Jesús, fue lo que hizo en las escuelas privadas. Entre esas cosas fueron: 1) estudiar, 2) recordar, 3) memorizar contenidos, 4) ser disciplinado, 5) querer estudiar, 6) tener un objetivo personal, un sentido propio de por qué hacer esto, 7) trabajar y estudiar al mismo tiempo, 8) hacer exámenes, cuando ellos están mal vistos por lo menos en el bachillerato donde él estudio. En muchas escuelas preparatorias oficiales se les dice a los maestros que ellos no saben hacer exámenes, sólo “los especialistas” de instituciones como el CENEVAL.

Elías, profesor en el Colegio Nacional de Matemáticas (CONAMAT)

 

Elías Hernández es egresado de la Facultad de Filosofía y Letras. Del 2018 al 2020 hace su tesis de licenciatura sin ningún tipo de apoyo económico familiar o algún tipo de beca expedido por el Estado u otra institución. Él es padre de una niña de 3 años y el sostén de ella y de su pareja. Esto ha implicado buscar diferentes empleos y trabajos a lo largo de los años. Hace la tesis al mismo tiempo que trabaja en diferentes actividades: como corrector de estilo, vendedor ambulante y profesor en el Colegio de Matemáticas (CONAMAT).

De las anteriores labores, cabe destacar su desempeño como docente en Conamat en el año 2018, tiempo en el que impartió cursos COMIPEMS, UNAM, UAM, Politécnico y de Bachillerato único. Durante tal lapso vivió en una situación laboral precaria: sin prestaciones ni contrato y con un pago de 60 pesos la hora, el cual se le otorgaba, como a todos los docentes de tal sitio, en efectivo con un desface. Sueldo, asimismo, que variaba según la cantidad de cursos, más no de alumnos. De este modo, se pagaba lo mismo un grupo con cinco personas que uno con cuarenta. Por lo anterior, trabajar en esa institución implicaba una situación de inestabilidad y zozobra. Tal falta de derechos laborales suele justificarse por la falta de título. Por ello, no estar titulado pone a los trabajadores en una situación de vulnerabilidad muy preocupante.

Por otro lado, el pago de los cursos que cobra tal institución a los estudiantes es difícil de cubrir y no cualquier persona puede solventarlos. Por ello, como en el caso de Alexis, muchos recurren a alguna alternativa laboral para lograrlo. Es preciso mencionar que el precio de los cursos va de los 5 mil, 7 mil hasta los 10 mil pesos en cursos que duran 5 meses.

De acuerdo al testimonio de Elías, él debía calificar diariamente las actividades escolares de los estudiantes. Asimismo, debía revisar los exámenes que cada semana se aplicaban a los alumnos para medir sus avances, porque dichos exámenes eran calificados por el profesor y no por la institución. Esta labor se veía magnificada debido a la cantidad de grupos y de alumnos. Importante es resaltar que esta institución tiene por norma aplicar exámenes a los estudiantes y entregarles sus resultados. En consecuencia, cada profesor calificaba, por semana, un mínimo de 160 exámenes.

Existen guías de las cuales los estudiantes debían estudiar para tales exámenes, guías que seleccionaban la información pertinente para la futura prueba al que los alumnos se preparaban. Los estudiantes debían disciplinarse a estudiar, concentrarse y a aprenderse de memoria la información y el conocimiento para obtener mejores calificaciones en los exámenes que constantemente se realizan.

El estudio, la concentración, la memorización y los exámenes es parte de la didáctica fundamental que lleva a cabo el Colegio de Matemáticas, para que quien pague el curso tenga mayores posibilidades de quedarse en la institución donde desea estudiar una carrera universitaria. Frente a esto, hay que resaltar algunas cosas. Por un lado, en el sistema público se ha perdido la disciplina para estudiar. Muchos jóvenes no dedican el tiempo libre que tienen al estudio. Además, a lo largo de las décadas se ha ido reduciendo la carga de realizar tareas en casa. Por el contrario, hubo algunos discursos ideológicos que descalificaban la tarea. Ese es un debate pendiente que debemos seguir haciendo en el campo pedagógico sobre el papel de las tareas y el uso del tiempo libre, ubicando esta discusión en los diferentes contextos rurales y urbanos que existen en México.

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día es el de revisar el papel cognitivo y psicológico de los estudiantes cuando, por medios virtuales, no logran concentrarse debido a la sobrecarga de estímulos, al tiempo en que “la nueva realidad” se basa en plataformas digitales.

Regresando a la didáctica del CONAMAT en relación a la concentración, ella está relacionada en el interés que tienen las y los estudiantes para pasar el examen de ingreso o en el peor de los casos en no querer entrar a trabajar.

La memorización juega un papel muy importante en la didáctica de este tipo de instituciones que se dedican a colocar jóvenes en el sistema público de educación superior de la Ciudad de México. En tales centros se llevan a cabo procesos de memorización de información y conocimiento de cada una de las materias, de acuerdo al testimonio y lo vivido por Elías. En este espacio no entraremos en la discusión sobre si es buena o mala la memorización, sino sólo a hacer presente que ciertas instituciones como ésta la utilizan y en el momento de hacer un examen que va a marcar y modificar su vida para siempre tiene repercusiones positivas. Esto debido a que en muchos casos quienes compran este tipo de cursos sí logran ingresar a la institución que querían.

Asimismo, hacer exámenes es importante, ya que como hemos narrado a lo largo del texto desde educación preescolar hasta bachillerato en el sistema público se ha atacado el hacer examen como lo peor, lo más tradicional, lo menos didáctico: “un buen maestro no hace exámenes”. Sin embargo, en este tipo de instituciones, tal es una de sus herramientas didácticas fundamentales, y además les funciona con el objetivo de que quienes asistan a sus cursos pasen los exámenes de selección nacional, ya sean estos a nivel bachillerato o licenciatura. Quizás tendremos que seguir estudiando el valor del examen con mayor cuidado y no descartarlo como una herramienta fundamental que arroja datos necesarios, así como los usos que se le pueden dar.

La cuestión a señalar aquí estriba en cómo este tipo de instituciones sí llevan a cabo determinados procesos, elementos y estructuras que pueden ser identificadas como “educación tradicional” y dan resultados favorables a quienes tienen la capacidad económica y el apoyo familiar. No obstante, tales instrumentos, en el sistema educativo público, han sido desprestigiados, como la memoria, el examen, la autoridad. Por ello, aunque los estudiantes “aprueben” con calificaciones de 9 o 10, como en el caso de Alexis con 9.8, siendo uno de los promedios más altos de su generación, tienen que ir a este tipo de lugares para obtener información, memorización, capital cultural y simbólico para lograr aprobar un examen que puede cambiar su vida. Quizás sea momento de analizar con más calma muchos procesos de enseñanza, de aprendizaje, de evaluación o todo aquello que se tildó como “educación tradicional”. Con esto no estoy diciendo que se haga una educación para esclavos, en contra de la libertad o en contra de la emancipación humana, sino que estudiemos con cuidado lo que está pasando en nuestras escuelas y que escuchemos a las maestras y maestros desde su experiencia y no desde aquel o aquella que quiere quedar bien con el director, la directora, la autoridad o el mismo Secretario de Educación.

A modo de continuación ante la reprobación

 

Plantear un análisis sobre la no reprobación no surge como consecuencia de creer que la reprobación es la solución de los problemas educativos. Si se llegara esa conclusión se haría lo mismo que se ha hecho en los últimos años, pero en el sentido contrario. Este análisis surge por la necesidad de pensar de forma compleja los procesos educativos, en los cuales siguen presente los procesos de aprobación y reprobación.

Y es que, para poder encontrar soluciones a los problemas educativos, lo esencial es identificarlos y no ocultarlos, que es lo que ocurre cuando por mandato institucional se aprueba a los estudiantes sin ver todos los factores, relaciones y procesos que están ocurriendo para que se dé esto y poder construir soluciones más viables y honestas. Parecería que no se pueden hacer cambios estructurales y que todo debe de seguir igual para que no se note que estamos metidos en graves problemas por la crisis educativa reforzada y acelerada por el COVID 19. Y esa crisis educativa no es sólo la que está relacionada con la formación de capital humano, sino con una crisis educativa que tiene que ver con los problemas de la mayoría de la población, y no sólo con problemas económicos y con ganancias de la grandes empresas nacionales e internacionales, donde la economía y los procesos laborales no pueden parar, y para ello es necesario consumir hasta el cansancio o hasta la muerte.

La crisis educativa que se va mostrando y está relacionada con lo que se aprende y con lo que no se aprende, con lo que se evalúa y con lo que no se evalúa, con lo que se aprueba y con lo que no se aprueba. Esto está unido con problemas más cercanos a la mayoría de la población, como son los diferentes tipos de violencias que hay en México, con el aumento de la pobreza y la desigualdad de la mayoría de la población durante esta pandemia de COVID 19, diferentes procesos de ignorancia, de indolencia y de irresponsabilidad con el otro, lo cual está incluido con el problema de volver a redefinir la noción de estudiante y maestro, ya que la noción de estudiante se parece cada día más a la noción de cliente o consumista. Es necesario volver a tomar muy enserio quiénes son los estudiantes, qué implica identificar a alguien como estudiante. Todo esto enmarcado en el campo de ubicar si realmente a la infancia y a la juventud mexicana se le está cumpliendo el derecho a la educación, si el cumplimiento al derecho a la educación se cumple exclusivamente con ser parte de una matrícula y recibir una beca o alguna concesión dada por el Estado, como es el otorgar una calificación aprobatoria aunque no sepa los conocimientos, actitudes y sentimientos necesarios para la vida o aunque no se sepa del él o ella ya que no se comunica con sus maestros por ningún medio.

La aprobación y la reprobación como un binomio de evaluación lo podemos ubicar como un sistema de administración, organización, ordenación de lo que los estudiantes pueden y no saber sobre determinado contenido curricular o escolar y de su realidad más cercana. Saber o no saber resolver problemas concretos en su realidad socio histórica, lo cual le va a permitir tener acceso a determinadas escuelas o instituciones de educación media superior y superior y también en el acceso a determinadas tipos de trabajo y de participación políticas en los diferentes espacios donde se encuentren las y los estudiantes. Por ende, la reprobación sería no saber contenidos curriculares y escolares, ni tampoco saber sobre su realidad, ya sea esta histórica, social, biológica o natural y por ende no se tiene la capacidad ni las actitudes, ni las aptitudes para resolver los problemas muy concretos de su realidad, como por ejemplo tomar las medidas preventivas para evitar el contagio de COVID 19.[3]

Tanto la aprobación y reprobación siguen estando presente en el sistema educativo nacional. En el caso de la reprobación quien la puede efectuar en la educación básica ya no son las maestras y los maestros, sino otras instituciones tanto públicas como privadas. Los momentos más claros de la reprobación los podemos ubicar en los exámenes de selección nacional para ingresar a educación media superior, en los exámenes de ingreso a educación superior que hacen diferentes instituciones, como las universidades públicas y los diferentes mecanismos de certificación que existen tanto en instituciones públicas y privadas, así como también en exámenes que evalúan el logro del aprendizaje de los estudiantes como PLANEA o ENLACE. Además, muchas veces para obtener conocimientos, creencias, saberes, capital cultural y simbólico muchas y muchos estudiantes que, por ejemplo, van a acceder a educación media superior o superior, pagan cursos privados para obtener esto, como se muestra en este texto con el testimonio de Alexis Fabre. Ello hace que lo que se transmite o lo que se necesita saber para poder resolver un examen de forma satisfactoria se tiene que comprar, se convierte el conocimiento en una mercancía epistémica. ¿Qué estudiantes pueden hacer esto y quiénes no?

Hablar de la reprobación o no reprobación se convierte en una necesidad para la sociedad mexicana si queremos cumplir el derecho a la educación para las niñas, los niños, las y los jóvenes, pero también para los adultos y los ancianos, ya que si no se cumple el derecho al conocimiento y al saber, el derecho a la educación para todas y todos, el derecho a la educación, se estará violando constantemente, ya que no sólo se debe de pensar a los derechos humanos en su dimensión individual, sino en su dimensión social y colectiva. Como se decía con el epígrafe al inicio de este texto: “aprobar no es aprender”. Aprender debe implicar desarrollar, construir, transmitir saberes, conocimientos y sentimientos que nos permitan resolver nuestros problemas. Uno de esos problemas es la proyección que hay sobre la pobreza y pobreza extrema que organismo como la CEPAL dan en consecuencia de la pandemia del COVID 19, se señala que posiblemente el 67% de la población de México esté o estará en pobreza.[4] Nos urge ir pensando de otras maneras y formas el problema de la aprobación-reprobación, ya que lo que está de fondo es poder resolver nuestros propios problemas, eso urge y es una gran necesidad si se quiere hacer frente a todas las “pandemias” que hay en México.

[1] Coordinador del Seminario de Perspectivas Críticas en Educación, Género y Derechos de la Humanidad. Agradezco a Miriam Isabel Arciniega y a Mauro Jarquín por la lectura y sugerencias al texto; a Jessica Nayelli Cruz Jiménez y a José Ángel Gil García por la información que me proporcionaron, así como a David Elías Hernández por las correcciones para este texto.

[2] Quien ha hecho avances muy interesantes en la compresión de este tipo de procesos ha sido Pablo Gentili, él habla del concepto de exclusión incluyente, señala al respecto: “los mecanismos de exclusión educativa se recrean y asumen nuevas fisonomías en el marco de dinámicas de inclusión o inserción institucional, que resultan o bien insuficientes, o bien inocuas para revertir el aislamiento, la marginación y la negación de derechos involucrados en todo esquema de segregación social, dentro y fuera de las instituciones educativas.” Pablo Gentili, “Marchas y contramarchas. El derecho a la educación y las dinámicas de exclusión incluyente en América Latina”, en: Pedagogía de la igualdad: ensayos contra la educación excluyente, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2011, p. 78.

[3] Cuando se habla del saber no sólo se contempla el terreno cognitivo o epistemológico, sino también se comprender como parte del saber a los pensamientos, sentimientos y emociones que se han transmitido o construido a través de diferentes procesos educativos o pedagógicos. Se sabe a partir del cuerpo y de los sentidos. De este modo, se piensa junto con Carlos Lenkersdorf que el cuerpo es la unidad unificadora de razón, sentimientos, emociones: unidad unificadora de los seres humanos. Carlos Lenkersdorf, Filosofar en clave tojolabal, México, Miguel Ángel Porrúa, 2005, p. 55.

[4] Información consultada en: https://expansion.mx/economia/2020/07/15/poblacion-mexico-sera-pobre-tras-crisis-alerta-cepal, el jueves 17 de diciembre de 2020, a las 13:05.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/la-reprobacion-invisible-parte-iii/

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José Carlos Buenaventura

Coordinador del Seminario de Perspectivas Críticas en Educación de México y Latinoamérica: construcción de discursos y prácticas, realizado en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.