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Entrevista a Russell Barkley: «La ciencia ha demostrado que en los trastornos mentales no son culpa de los padres, a los que sí se responsabiliza del TDAH»

Por: Carlota Fominaya

Entrevista con el investigador norteamericano Russell Barkley, eminencia en la investigación del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.

Hablar del doctor Russell A. Barkley es hacerlo de una eminencia en lo que respecta al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). A este reputado investigador y profesor clínico de Psiquiatría en el Centro de Tratamiento para Niños de Virginia (EE.UU) le mueve un interés puramente científico, pero también un importante motivo familiar. «Tras mi formación clínica, reconocí que varios de mis parientes tenían este problema. Algunos primos, tíos, incluso mi hermano mellizo, y todo cobró un sentido especial. Podemos decir que primero se convirtió en algo profesional y después en personal. Por este motivo pongo especial hincapié en las consecuencias de no tratar bien este trastorno, ya que para algunos afectados tienen unas consecuencias mortales». Hablamos con él durante su última visita a España, tras el encuentro «Desafíos y Soluciones en el TDAH», una cita organizada por la Fundación Educación Activa que tuvo lugar en el Hospital Clínico San Carlos.

En España todavía hay mucha gente que cree que los niños con TDAH son niños maleducados, malcriados… Se sigue culpando a los padres.

Esto pasa en Estados Unidos, quizá no tanto como en Europa. Pero es cierto y está ahí. Y esto es importante porque creo que en ambos países hay mucha gente que piensa que si un niño tiene problemas con su desarrollo, con su comportamiento, siempre es culpa de los padres. Y esto es algo que está muy arraigado en la sociedad. Podemos culpar a Freud que tenía la misma visión de culpabilizar al entorno de los comportamientos, podemos culpar a mucha gente, pero es un error. La ciencia ya ha demostrado que en los trastornos mentales, o la discapacidad intelectual, no es culpa de los padres, a los que sí se les culpa del TDAH. Pero es exactamente igual de genético, neurológico como el autismo. Todavía no ha cuajado esto en el público y es muy triste.

Todavía seguimos teniendo problemas, también en Estados Unidos, de donde yo procedo, el tener acceso a los mejores servicios para el TDAH. Y España no es el único país que tiene este problema. Es muy fácil recomendar formación de padres, programas dentro del colegio, pero luego es difícil tener acceso. Y aunque la gente, los profesionales, saben más del tratamiento, las cosas no son perfectas, y sigue siendo un problema el intentar introducir una combinación de tratamientos. Es difícil.

El método para su diagnóstico todavía parece demasiado sencillo. ¿Qué opina usted al respecto?

El método de diagnóstico para el TDAH puede parecer muy simple, muy sencillo, pero no es diferente de cualquier enfermedad mental que se evalúa. Asumiendo que el profesional lleva a cabo la elaboración correcta, lo cual implica entrevistas, recapitulación de síntomas, estudio del historial, saber cuánto tiempo llevan así, qué otros temas están pasando, en el colegio, en la familia, parientes, profesores… Y, al igual que ocurre con cualquier tipo de evaluación psiquiátrica, no hay ningún test específico, ningún listado de pruebas psicológicas, ni de neuroimagen, tampoco una prueba sanguínea para certificarlo. Pero esto pasa en todo el campo de la psiquiatría. Y por lo tanto no hay nada distinto, pero tienes que dedicarle el tiempo. Todo lo que he dicho requiere de dos o tres horas. Si se le dedicas tiempo, se hace bien.

Los trastornos conductuales o comportamentales asociados al TDAH, ¿se solucionan si se tratan?

Es una buena pregunta. Ahora, en el punto en el que nos encontramos, todavía no estamos muy seguros de si se puede reducir la comorbilidad. Creemos que cuanto más precoz sea el tratamiento y el seguimiento, menos riesgo de que concurran problemas de conducta, comportamientos peligrosos, abuso de sustancias. Hay unas consecuencias de salud relacionadas con el TDAH muy importantes: suicidio, muerte prematura, alcoholismo, problemas de alimentación, obesidad, migrañas, diabetes tipo 2… Por todas estas razones mis colegas y yo hemos publicado este año estudios donde se demuestra que el TDAH reduciría la esperanza de vida de 10 a 13 años.

Porque hay una predisposición a todo esto y todas ellas van acortando tu esperanza de vida. Es la primera vez que se ha demostrado esto. En mi país, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad está empezando a ser centro de atención a nivel gubernamental y en atención primaria, ya que no es simplemente un trastorno mental, sino un problema de salud pública, que cuesta miles de millones de euros debido a todos estos problemas asociados.

La falta de sueño, ¿en qué medida se relaciona con el trastorno por déficit de atención?

Hay un cierto solapamiento. Por un lado, si una persona no duerme lo suficiente, especialmente los niños pero también los adultos, presentará falta de atención al día siguiente. Es decir, que sí existe una relación entre inatención y falta de sueño. El tema es que esto no es un diagnóstico clínico. No se puede diagnosticar TDAH con falta de sueño, ni impulsividad, distracción, el estar «complicado», los movimientos… Nada de esto se puede explicar solo por falta de sueño. Lo que sí es cierto es que si no duermes lo suficiente no te puedes concentrar bien. Pero hay que distinguir entre el «no me puedo concentrar por una razón determinada» del «tengo clínicamente diagnosticado un TDAH».

Ahora voy a explicar lo contrario: Si tienes TDAH, el 40% de estas personas o pacientes tienen problemas de sueño serios como insomnio, despertares frecuentes por la noche, descanso deficiente, tendencia a la apnea, síndrome de piernas inquietas, cansancio diurno…

¿Cómo podemos ayudar a los niños o personas diagnosticados con TDAH?

Hacemos cinco cosas, y hay que cumplir las cinco:

1) Una evaluación en profundidad. Una buena evaluación, rigurosa, de alta calidad, de varias horas, se tiene que hacer bien, tenemos que saber todos los problemas asociados, trastornos comorbidos… Esta es la forma de empezar.

2) Educación. Y no me refiero al colegio. Los padres se tienen que informar sobre la enfermedad, exactamente igual que se hace cuando un hijo tiene diabetes. Si se hace este proceso de información, se consigue que el paciente se involucre en el tratamiento. Explicarle los riesgos futuros si no recibe un tratamiento y un seguimiento.

3) Medicación, necesaria en un 80% de los casos, cuatro de cada 5. ¿Por qué? Porque es lo mejor que tenemos para producir el cambio más importante en sus vidas, reduce ampliamente los riesgos, y un gran porcentaje responde bien, comparado con la respuesta a cualquier otro tratamiento. Exactamente igual que en otras enfermedades, lo ideal es empezar con el tratamiento más efectivo. No esperar a aplicarlo, sino hacerlo inmediatamente, de la misma forma que cuando uno padece diabetes, no espera meses o años a ponerse la insulina.

4) Adaptación. Cambiar el entorno alrededor de la persona para reducir las discapacidades, como una rampa de entrada en un edificio que ayuda a los discapacitados a entrar, pero no quita la discapacidad. Respecto al TDAH en el colegio, a estos niños hay que darles el trabajo en pequeñas dosis, sentar al alumno al lado del profesor, que el niño tenga pausas frecuentes, que le permitan el movimiento…

5) Modificación. Trabajar con el chico y con los padres para cambiar el comportamiento, para enseñar las cosas que tiene que hacer. Esto funciona bien, pero tiene su razón de ser el estar lo último en la lista. Nosotros formamos a los padres en TDAH, y esto va a mejorar su estrés, su forma de gestionarlo.

Usted ha hablado de informar al paciente. ¿Qué sucede cuando este es pediátrico?

A un niño no se le comunica normalmente antes de los 8 y los 10 años, pero se deja que sean los padres los que decidan. Después, es importante que tengan buena información, que conozcan perfectamente de qué se trata. Es verdad que hay algunos que quieren saberlo, otros que no, otros que piensan que es un problema como el que usa gafas… Otros que en la adolescencia se les cuenta un poco más sobre el problema, sobre sus déficits y capacidades ejecutivas. La realidad es que no existe una edad exacta para informar al pequeño.

Los efectos secundarios de la medicación… siguen siendo una pesadilla para muchos padres.

Por supuesto que hay efectos secundarios, y es verdad que son una pesadilla, pero no son una amenaza a la vida. Casi la mitad suele tener problemas de insomnio, de apetito, a un 20% les duele el estómago, la cabeza… eso es lo más normal. Hay algunos que manifiestan cierta irritabilidad, tics nerviosos, pero son los menos y nadie se muere de esto. Si son lo suficientemente importantes, y no desparecen, quizás podamos cambiar el fármaco, la dosis, los tiempos, para intentar controlarlo.

Usted ha hablado durante este encuentro del Tempo Cognitivo Lento (TCL). ¿Hay muchos niños que son diagnosticados con TDAH y en realidad tienen este nuevo trastorno?

Todavía no se conoce mucho del Tempo Cognitivo Lento (TCL) Se piensa que es un subtipo del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) con predominio de los síntomas de inatención, pero actualmente se sabe que se trata de un síndrome diferenciado que se manifiesta también en otras alteraciones psicopatológicas. Lo diagnostican mal porque es el formulario y las casillas que tienen que rellenar. Queda tiempo para que se incluya en los manuales pero los clínicos tienen que saber ya que existe porque no tiene para nada la misma medicación.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-ciencia-demostrado-trastornos-mentales-no-culpa-padres-si-responsabiliza-tdah-202001010138_noticia.html

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Entrevista con Nora Rodríguez: «Muchos programas antibullying no funcionan porque no tienen en cuenta lo que ocurre en el cerebro»

Por: Carlota Fominaya

Entrevista con Nora Rodríguez, experta en el estudio de la violencia escolar, mentora de líderes internacionales, y fundadora de Happy Schools Institute.

¿Es posible acabar con el acoso? ¿Cuál es el papel de los profesores en la lucha contra esta lacra? Hablamos con Nora Rodríguez, experta en el estudio de la violencia escolar, mentora de líderes internacionales, y fundadora de Happy Schools Institute, donde combina la Neuroeciencia con la educación para la Paz, sobe esto, y sobre el programa LAZOS, destinado a prevenir e intervenir frente al bullying, que imparte a docentes y alumnos.

Usted afirma que muchos programas antibullying no funcionan porque no tiene en cuenta lo que ocurre en el cerebro. ¿Puede explicar por qué?

Más exactamente, porque no se educa en sintonía con el cerebro social. Porque hoy sabemos mucho sobre el aspecto social del cerebro y de las aptitudes internas, relacionadas con el cuidado del grupo, y sin embargo no se lleva este saber a las aulas para que los alumnos de todas las edades puedan ejercitar con otros aquello que nos hace humanos, esto es, sacar lo mejor de sí mismos. Los seres humanos somos mucho más buenos que malos. Por el contrario, se pone todo el esfuerzo en prevenir la violencia en las aula mediante enseñanzas en las que el adulto repite «eso no está bien, no lo hagas», y no se le dan a los alumnos oportunidades continuadas para que puedan actuar desde lo que son, desde las capacidades que nacen de su interior y que nos permiten desarrollar la empatía, la generosidad, el altruismo, la ayuda mutua….

Y ello sin contar que se tiende a frenar la violencia cuando se visibiliza con medidas disciplinarias firmes que a menudo incluyen mecanismos de exclusión, sin tener en cuenta que estos mismos mecanismos a menudo generan más acoso a mediano y largo plazo. Sé que es difícil entender, pero no alcanza con decir una y otra vez a los alumnos «no aceptamos que te comportes así», independientemente de que este sistema pareciera que tiempo atrás ha funcionado.

¿A qué alternativas se refiere?

Hoy hay otros paradigmas, otro modo de promover el aprendizaje social. Por ejemplo, sabemos que los alumnos deben reflexionar, prever consecuencias, y si no las han previsto, reparar. Durante las últimas dos décadas, una ola de investigaciones científicas ha documentado repetidamente el impacto dañino y duradero del acoso escolar entre los jóvenes. Investigaciones de todo el mundo han demostrado que el acoso escolar, considerado durante mucho tiempo como un rito de paso benigno, en realidad contribuye a la violencia y los problemas de salud mental. En respuesta, se han desarrollado una gran cantidad de programas contra el acoso escolar pero no sólo no han servido sino que en algunos casos lo han agravado.

… ¿Y el cerebro?

A diferencia de lo que creíamos hace algunos años, en la actualidad saber que nuestro cerebro es tremendamente moldeable por plasticidad neuronal, así que puede reorganizarse de forma estructural y funcional adaptándose continuamente en cada aprendizaje. Esto abre una puerta a la esperanza también frente al bullying, podemos esperar también lo mejor de los alumnos, independientemente de lo que hayan hecho, de la edad que tengan y del momento de desarrollo por el que estén pasando. En este sentido, si excluir y dejar a los alumnos fuera de juego los perjudica como persona, o no creer en ellos, o someterlo a exclusión social, ya sabemos que el resultado no va a ser satisfactorio. De hecho, la exclusión provoca el mismo dolor que una herida física, y el cerebro necesita de relaciones sociales, sentir que somos aceptados, que pertenecemos a un grupo, algo tan básico y fundamental como la alimentación. Los seres humanos necesitamos sentirnos integrados socialmente porque este es un factor de supervivencia. El daño causado por la exclusión social que a veces acompaña a las situaciones de bullying, no es sólo mental.

También se sabe que los niños y adolescentes ven afectado el córtex prefrontal ventral, cuya función consiste en regular la angustia que desencadena el dolor. Esta reacción cerebral es un aviso para que la persona proceda a la integración antes de que sea demasiado tarde para su vida. Todos los niños son conscientes de que están siendo marginados, lo cual llevado al ámbito educativo, hemos de ser conscientes de que sus cerebros se vuelven menos eficientes. Los neurotransmisores y las hormonas se liberan de manera diferente ante estímulos de peligro para la supervivencia que para situaciones agradables y de recompensa. Cuando la percepción es de peligro, la respuesta de nuestros alumnos será de lucha o de huida, secuestrando a la amígdala, bloqueando a la corteza prefrontal y a las funciones ejecutivas, es decir, las buenas decisiones. Lo cual perjudica no sólo el pensamiento analítico, sino también el pensamiento creativo y la resolución de problemas.

Es decir, cuando los alumnos necesitan sus habilidades mentales más sofisticadas, si hay bullying, y las respuestas al peligro provocadas en situaciones sociales tienden a ser más intensas y duraderas que la respuesta de recompensa en el cerebro, las funciones ejecutivas son bloqueadas.

¿Cuál es el papel del profesor en estos casos?

Personalmente, creo que no tienen en cuenta que cualquier alumno de sus clases sí sabe si hay intimidación, y también saben entre quiénes se produce. Esta es un gran ventaja, obviamente no para preguntarles, pero sí para enseñarles a detectar cuáles son las señales de que hay que actuar, y con qué recursos cuentan como grupo para frenarlo. En ningún caso usar la mediación llevada a cabo por ellos, porque eso se ha comprobado lleva a los mediadores a ser posibles víctimas. Si se ayuda a los alumnos de que ellos tienen todas las herramientas personales y emocionales que necesitan, y que necesitan pararlo entre todos, entonces ellos dejarán de poner excusas para no hacer nada. Hay que explicarles a los alumnos que la frase de Martin Luther King: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que sí me preocupa es el silencio de los buenos»… indica que ya no alcanza con tener el deseo de apoyar a la víctima y justificarse: hay que actuar, y hay que hacerlo en grupo.

Ya sabemos que uno solo no puede parar el bullying, ni dos, ni cinco, tienen que ser todos. Más cuando los que la ignoran creen tener razones fundamentadas según demuestran la investigaciones. («No es mi problema si alguien que no conozco está siendo atacado»; «No es agradable entrometerse en los asuntos de alguien»; «Ellos pueden resolver todo por sí mismos»; «No quiero ser un chivato contándoselo a un maestro»; «Él o ella debe defenderse por sí mismo»; «La mayoría de las personas pueden cuidarse a sí mismas y, a veces, las víctimas se lo merecen».

Sin contar que, lamentablemente, algunos niños y adolescentes, como algunos adultos, aprueban la intimidación, encuentran atractiva la violencia o la posibilidad de violencia. También frases como «me encanta ver pelea»; «A todos los niños les gusta divertirse y yo soy parte de eso»… son algunos ejemplos de esto.

¿Qué le dice usted a los profesores a los que forma?

Cuando formo a los profesores para que sean líderes en las aulas, les doy estrategias para que puedan hacen sentir bien a sus alumnos, teniendo en cuenta qué pasa en el cerebro, creando un clima positivo en el aula, dando autonomía para tomar decisiones, enseñándoles a dar algo de lo que saben hacer, enseñándoles cómo se establecen buenas relaciones, practicando el agradecimiento, la amabilidad, entre otros. Esto favorece la respuesta de recompensa, hay más dopamina en el cerebro, y la recompensa social es que tiene efectos duraderos, lo cual favorece el clima del aula, con una clase más efectiva, abierta a ideas y más creativa. Los docentes con alto liderazgo les hablan a los alumnos de quiénes son con sus características individuales, les ayudan con cierta periodicidad a los alumnos a ensayar lo que podrían decir en presencia de un acosador.

¿Cómo sería entonces un programa antibullying ideal?

Sin duda los que fomentan ante todo los buenos vínculos en el aula, el respeto y la reparación como forma de aprendizaje social. El aula, y por extensión el colegio, necesita ser vista ante todo como un laboratorio socioemocional, que permita poner en marcha lo que nos define como humanos. Y para ello es necesario que los docentes se perciban líderes inspiradores, transformadores, sintiendo que son importantes para sus vidas.

Se piensa en programas pero hay que pensar en cómo deseamos ser tatados, y qué podemos hacer por los demás. Algunos programas han demostrado ser efectivos, otros no, y otros no han sido evaluados científicamente. Ahora lo que identificamos e implementamos son mejores prácticas de prevención e intervención.

¿Cree que en algún momento será posible borrar el bullying de las aulas?

Sí, cuando sea prioritario conocer a las personas a las que se educa, y crear con ellas y entre ellas vínculos positivos. De ese modo, en lugar de poner el foco en lo que no saben, en lo que no aprenden, se tratará de descubrir qué los hace auténticos, como sus talentos y fortalezas les ayudan a aprender, y focalizarse más en conseguir relacionarse mejor con los demás.

Crear sistemas de ayuda mutua, practicar la generosidad, altruismo, y no sólo para planificar clases dinámicas y colaborativas en donde los alumnos cumplan un rol, sino para que se sientan parte del aula, porque si el cerebro reptiliano está tranquilo, y el instinto de pertenencia satisfecho, el ambiente del aula mejora de un modo increíble.

¿Qué es exactamente Lazos?

Un conjunto de buenas prácticas de alto alcance que pone el foco en los vínculos positivos, con 22 desafíos destinados a desarrollar aptitudes internas que los hacen mejores seres humanos, como la generosidad, la amabilidad, la empatía, la ayuda mutua, entre otros; primero en el colegio, pero luego el desafío va hacia las familias, y así uno cada mes, o dos, dependerá del colegio, el caso es que cada alumno es un mediador positivo entre el colegio y la familia. El programa incluye la formación liderazgo del docente, y 300 estrategias en las aulas para frenar el bullying según la fase en que se encuentra, y la edad de los alumnos, usando el espacio como cómplice, dinamizándolo según las necesidades.

El objetivo es el contagio de emociones constructivas. Con un enfoque de «toda la escuela», con una acción coordinada a nivel del estudiante individual, el aula y la escuela, evitando programas y estrategias que los dejen los dejan mal equipados emocionalmente para enfrentar sus problemas sociales y emocionales.  Y volvemos al cerebro, porque desde el nacimiento tenemos la capacidad para aprender interactuando con los demás porque disponemos de neuronas espejo que se activan cuando realizamos una acción, pero también cuando observamos a otros realizarla, del mismo modo, nos copiamos también de emociones negativas o positivas.

Así que jugamos con ventaja, porque una función básica de los grupos es el deseo de armonizar. Es una necesidad de nuestro cerebro estar en sintonía. Buscamos que ellos encuentren en su interior que hacer y lo hagan.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-muchos-programas-antibullying-no-funcionan-porque-no-tienen-cuenta-ocurre-cerebro-201912090145_noticia.html

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España: ¿Están los niños preparados para leer y escribir antes de los 6 años?

Por: Carlota Fominaya

Dos de cada tres maestros, en contra de adelantar contenidos al periodo no obligatorio de Educación Infantil.

Los maestros de segundo ciclo de infantil —un periodo educativo que comprende desde los tres años hasta los seis— alertan de la «pre-primarización» de esta etapa, a la que acceden muchos niños en estos días. «Se está convirtiendo en una preparatoria para la escuela primaria, hecho muy negativo que afecta al desarrollo cognitivo y socio-emocional del niño», denuncian uno de cada tres profesores en el estudio de opinión realizado por la Asociación Mundial de Educadores Infantiles AMEI-WAECE.

Durante este periodo educativo, «que no es obligatorio en nuestro país», recuerdan desde esta institución, «a muchos niños de cinco años se les exige saber leer, escribir al dictado, y hacer sumas y restas, una situación bien distinta a la de los países nórdicos en los que nos miramos, donde a esa edad están todavía jugando y aprendiendo a relacionarse con los demás y no es hasta mucho más tarde cuando empiezan a tomar contacto con las letras y los números», explican.

Adelantar etapas

En España, sin embargo, prosiguen los docentes del informe, «las exigencias curriculares, así como las sociales y familiares, hace que los maestros se vean obligados a dar prioridad a unas áreas frente a otras». De hecho, según el estudio, el 83 por ciento afirman dedicar más tiempo a la lectorescritura, la lógico-matemática y el aprendizaje de un segundo idioma, cuando en realidad afirman querer (y no poder) centrarse en los aspectos emocionales y en la educación de valores.

Tendencia escolar

Las exigencias educativas, añaden desde AMEI-WAECE, «hacen que la etapa de infantil sea un adelantamiento de contenidos para llegar a primaria con unas competencias que no tienen en cuenta el ritmo ni el momento evolutivo especial de estas edades». Así lo corrobora la psicopedagoga Yolanda Cortés, colaboradora del portal Hablemos de Neurociencia, para quien existe una idea bastante extendida socialmente, de que la mejor estrategia educativa es iniciar cuanto antes determinados aprendizajes. «La tendencia escolar está orientada básicamente a prepararlos para la etapa siguiente. Pero para escribir en un papel, los niños han de ser capaces de coordinar y controlar los movimientos de sus dedos, y la corteza motora del cerebro, que controla la coordinación de las manos y los dedos, generalmente, no está desarrollada del todo, al menos hasta los cinco años de edad. De hecho, este desarrollo prosigue a lo largo de la enseñanza Primaria».

Empezar más tarde

Habrá niños, prosigue Cortés, «que no puedan seguir este ritmo acelerado, para los que tales planteamientos de “cuanto antes mejor” constituyan un flaco favor: en vez de salir fortalecidos y seguros de sí mismos, acaban la etapa con una incipiente sensación de impotencia y, probablemente, catalogados como problemáticos». Estos niños, prosigue Cortés, «necesitan más de ese empujón, pues quizá no estén listos para la comprensión lectora cuando empiezan a ir a la escuela. Tal vez su cerebro se desarrolle más lentamente. Si a estos niños se les da otra oportunidad para aprender a leer a una edad más tardía, pongamos que a los 7 años, la cosa puede funcionar».

En otros países, señala esta psicopedagoga, «como Dinamarca, o Finlandia, los niños no comienzan a ir a la escuela hasta los 7 años, lo cual facilita que los niños que aún no están preparados, lo estén y aprendan a leer sin presiones, sin tener que seguir al tran tran el ritmo de otros, con bloqueos emocionales. No hay tanta prisa. Les estamos obligando a crecer más rápido de lo que se merecen. Hay cosas que simplemente han de cocerse a fuego lento para que el resultado sea el esperado, y se convierta en un proceso hecho de forma natural y con calma». Para Pilu Hernández Dopico, esto se traduce en un «llamamiento a administraciones y familias: más lecciones de vida en esta etapa, más sentimientos, más juegos cooperativos, más arena, y más saltar en los charcos y ensuciarse. En definitiva, más niños y menos catedráticos en educación infantil, que ya tendrán tiempo de llegar donde quieran».

Respetar los ritmos del menor

Por fortuna, señala la colaboradora de Hablemos de Neurociencia, «ya hay pedagogías alternativas donde el proceso de enseñanza y aprendizaje en los niños respeta el ritmo de cada uno de ellos, tanto con el alumno que ha nacido en enero, como con el que lo ha hecho en diciembre, porque de lo que se trata es de enseñar la lecto escritura de una manera lo más cercana y natural posible». Lo más importante, concluye esta experta, «es respetar siempre la individualidad de cada menor. Si reciben respeto del adulto, ganan confianza en sí mismos, y eso es más importante que cualquier otro proceso de aprendizaje. Esto no quiere decir que no podamos llevar las letras a infantil, al contrario. Las letras y los números tienen que estar presentes en las aulas, lo que tenemos que hacer es cuidar el modo».

Fuente e imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-estan-ninos-preparados-para-leer-y-escribir-antes-6-anos-201909180157_noticia.html

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Alumnos con discapacidad intelectual entran en la Universidad Complutense por la puerta grande

Por: Carlota Fominaya

Alberto, Lara, Elena… se mueven como peces en el agua entre sus clases y la cafetería de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Forman parte de la tercera promoción de Liceo Achalay, el programa de formación para personas con discapacidad intelectual que se desarrolla bajo el paraguas del mayor centro universitario de nuestro país. Se trata, explica Ramón Pinna, presidente de la Fundación Achalay y motor del proyecto, «en algo único en su enfoque, en lo inclusivo, en lo vocacional, y en la implicación de facultades y profesores universitarios». El cambio de paradigma que supone esto, remarca Pinna, «es brutal. No solo porque el estudiante elige lo que quiere estudiar, y no le viene impuesto como hasta ahora, sino porque el lugar al que vienen a estudiar a diario, y la mayor parte de forma autónoma (metro o autobús), es la Universidad. Nuestros alumnos terminan con un diploma como estudiantes de la UCM».

Liceo pone el foco en la idea de que si estos muchachos se forman en aquello que de verdad les gusta, alcanzarán mejores niveles competenciales. De ahí que en el Liceo, añade el presidente de Achalay, la orientación curricular la hayan ido acomodando los propios alumnos y se hayan determinado tres especialidades: Comunicación e Imagen, Trabajo con Animales, y Cuidado de personas dependientes. El primer año las asignaturas son comunes para todos los estudiantes, y en el segundo eligen su trayectoria. «Este proyecto surge con la idea de abrir un abanico de oportunidades a estos chicos. Hasta hace bien poco solo se pensaba que podían acabar como reponedores de mozo de almacén, o haciendo ciertas labores de jardinería, pero hay ámbitos laborales que hasta ahora no habíamos pensado y que a ellos les interesan».

MAYA BALANYA
MAYA BALANYA

Todo esto es posible gracias al compromiso de maestros como David Tanarro, pedagogo y maestro de Educación Primaria y master en Educación Especial, o Juan Antonio Fernández, maestro en Audición y Lenguaje. quienes explican que esta formación dura dos años. «El primer año tienen asignaturas comunes, como Matemáticas, Nuevas Tecnologías, Comunicación… pero con un enfoque que da respuesta a las características de estos alumnos. Ellos eligen su especialidad en el segundo curso, pero durante ambos años hay talleres cognitivos que tratan de estimular todas las áreas del cerebro», explica Tanarro.

¿Quién puede optar a estas plazas?

Para acceder a Liceo no hay que acreditar un nivel cognitivo alto (dentro de la referencia de la discapacidad intelectual). Hay alumnos con Síndrome de Down, otros que están dentro del espectro autista… «El acceso se limita cuando se observan trastornos serios en la conducta de un joven que hacen compleja su inclusión en el entorno universitario», explica Tanarro.

MAYA BALANYA
MAYA BALANYA

Si un alumno quiere cursar Liceo y no tiene recursos… también lo puede hacer becado por Achalay, ya que tal y como explica Pinna, «consideramos que la discapacidad intelectual y la pobreza –cuando concurren juntas- son dramáticas… y ahí tenemos que estar nosotros. En 2020 el Presupuesto del Programa Liceo de Achalay superará los 200.000 euros. Más de un tercio de los recursos casi 75.000 euros directos, los pondrá Achalay a financiar becas completas o parciales de jóvenes que desean acceder a esta formación».

Por último, Liceo no abre a los padres de los jóvenes con discapacidad las puertas de una contratación segura. No obstante procuramos ayudarles a encontrar un empleo vinculado a su vocación y a sus gustos… y ahora nos estamos apoyando en la Fundación Adecco para ello.

MAYA BALANYA
MAYA BALANYA

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-alumnos-discapacidad-intelectual-entran-universidad-complutense-puerta-grande-201912040136_noticia.html

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El plan de un colegio sevillano que ha disparado el préstamo de libros de su biblioteca en un 70%

Por: Carlota Fominaya

El centro San Francisco de Paula enseña a los alumnos a trabajar la información y a verificar noticias utilizando sus volúmenes, entre otras cosas.

En un contexto educativo donde el libro tiene cada vez menos presencia, en favor de las tablets e incluso de los móviles… ¿qué pueden hacer los colegios para que los niños lean en medio de un creciente desinterés por la lectura? Más aún, ¿es posible convertir las bibliotecas escolares en un espacio central para el aprendizaje de los niños? El Colegio Internacional de Sevilla – San Francisco de Paula, donde estudian más de mil alumnos, es un ejemplo de que en este sentido, con una apuesta firme, se puede lograr una gran mejora.

Muchos padres se sorprendieron cuando el centro anunció el cambio de uso de su histórico patio de columnas, del siglo XVII. Antaño dedicado al esparcimiento de los alumnos y sobre todo a la acogida de las familias, el consejo de dirección del centro apostó por cambiar radicalmente de uso, convirtiéndolo en el corazón de la biblioteca escolar, y concretamente en el espacio de la Biblioteca dedicado a los más pequeños.

Plan diseñado

«Lo mejor lo que teníamos desde el punto de vista patrimonial decidimos convertirlo en biblioteca», explica el director del Colegio, Luis Rey Goñi, para quien esa decisión representaba «una verdadera declaración de intenciones del verdadero papel que queremos que tenga la biblioteca en nuestro proyecto educativo y por el que ya veníamos apostando desde años atrás». Un papel central y tan conectado con lo que pasa en las aulas, que a veces las clases se celebran en la propia biblioteca. La realidad es que para Rey Goñi, el traslado al patio de columnas fue «fundamentalmente simbólico». «Lo importante es lo que hicimos junto a esa transformación: un trabajo programado para integrar la biblioteca en el corazón mismo del proyecto educativo». «En España estamos acostumbrados a que lo usual sea lo contrario, y así suele ocurrir que la biblioteca es, en muchos centros, una infraestructura residual y desconectada del proyecto educativo, donde algunos niños, pocos, van a estudiar y otros, menos aún, van a leer. Pero que eso sea lo usual no quiere decir que sea lo correcto y de hecho lo que ocurre, en los mejores colegios y universidades del mundo es justamente lo contrario», advierte el director de este centro escolar.

Formación y juego

Para ponerlo en marcha este profesional entendió que lo primero era formar a todos los estudiantes en el uso de esta sala. «Enseñamos a los alumnos cómo se organiza una biblioteca, cómo se trabaja con un catálogo, qué diferencias hay entre un libro de ficción y otro de información, cómo se utiliza un índice, un glosario, cómo se hace una referencia bibliográfica… Aunque sean muy pequeños, poco a poco van aprendiendo». «Lo que no podemos pretender es que los niños sepan una cosa si no les enseñamos a trabajar con la información, que es lo más importante de este siglo». Por este motivo, prosigue, «y para conseguir que la biblioteca sea una fuente de servicios, que es algo que se ha perdido un poco con internet, tratamos de enseñar a los estudiantes a trabajar con la información, a verificar si los contenidos que se encuentran en internet son verdaderos o falsos («fake news»)…».

Todas estas actividades tienen una vertiente informativa pero también lúdica, explica este bibliotecario. «Siempre tienen una tarea por hacer, pero jugando. Se hacen «scapes rooms» con la puerta cerrada con un candado que no se abre hasta que no logran dar respuesta a todas las pistas, los resultados de esa transformación son bien elocuentes. En los últimos cuatro años el incremento del número de préstamos de libros ha sido del 70%, en los últimos dos (desde la reforma) del 22%, casi un 40% si sólo se toman los datos del primer trimestre (8.000) y de un 60% si se compara el registro del verano de 2018 al de 2019: son precisamente los niños de primeras edades los que más libros sacan. Paralelamente, ha crecido el fondo bibliográfico, pasando en dos años de 46.000 a 56.000 ejemplares.

Resultados académicos

Hasta qué punto estos datos son responsables de los resultados académicos, es una cuestión difícil de dilucidar, entre otras cosas porque la nueva orientación de la Biblioteca es indesligable de un proyecto educativo global, pero lo cierto es que los alumnos de este centro han mejorado notablemente su ortografía, el fracaso escolar no existe, el porcentaje de repetidores no llega al uno por ciento ni en Primaria ni en Secundaria ni en Bachillerato y los resultados de las pruebas de acceso a la Universidad no han dejado de mejorar en los últimos años.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-plan-colegio-sevillano-disparado-prestamo-libros-biblioteca-70-por-ciento-201911130116_noticia.html

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María Dolores Prieto: «Los estudiantes más creativos tienen mayores habilidades para identificar y solucionar problemas»

Por: Carlota Fominaya

«Los estudiantes más creativos tienen mayores habilidades para identificar, definir e implementar soluciones eficaces a problemas». Esta es una de las afirmaciones hechas por María Dolores Prieto, Catedrática de Universidad en el área de Psicología de la Educación (UM), y una de las ponentes del I Encuentro sobre Artes, Emociones y Creatividad organizado por Fundación Botín y que se celebra estos días en el Centro Botín (Santander).

Tanto la creatividad como la inteligencia emocional son dos de las grandes cualidades más valoradas en el siglo XXI, ¿por qué?

En efecto. La primera porque es la habilidad para resolver problemas de forma novedosa y válida o correcta; y en el mundo cambiante en el que vivimos cada vez hay más problemas que nos son nuevos o a los que no nos hemos enfrentado antes. Con respecto a la inteligencia emocional, se trata de una competencia que permite al ser humano interactuar con los otros.

Esta interacción es sumamente relevante ya que no vivimos aislados; particularmente hoy día se valora el trabajo en equipo, tanto es así que los grandes logros de la ciencia y de la innovación tecnológica se consiguen gracias a los esfuerzos conjuntos. Es cada vez más infrecuente encontrar la figura del creativo solitario.

¿Qué nos permite la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional, usualmente definida como la capacidad de percibir, expresar y manejar emociones en nosotros mismos y en otros, no solo nos permite interactuar con los demás; si no también conocernos a nosotros mismos y regular nuestras emociones; lo cual puede ser relevante cuando afrontamos un problema. Esta inteligencia emocional va a permitirnos mantener nuestra atención en el problema que queremos resolver y no desanimarnos en el proceso.

En su investigación han querido comprobar si existe alguna asociación entre la inteligencia emocional y la creatividad. ¿Qué es lo que han encontrado?

Lo que diferencia a nuestra investigación sobre el resto es que esta relación es una cuestión que había sido estudiada con adultos, pero no en edades infantiles. Para ello, se valoró la inteligencia emocional utilizando un cuestionario muy conocido (el de Bar-On, que está editado por TEA) y la creatividad (utilizando la prueba de pensamiento divergente de Torrance) en niños de educación primaria que habían sido identificados como alumnos de altas capacidades. Y sí, había correlación. Estos alumnos se caracterizan por tener no sólo una alta inteligencia sino también una alta motivación y una elevada creatividad. Además, también medimos la inteligencia emocional de otros niños de habilidades medias.

¿Qué más encontraron al realizar este análisis?

Los resultados indicaron que, al comparar a los alumnos de altas capacidades con sus compañeros, los alumnos de altas capacidades puntuaban más alto en la variable «adaptabilidad» de la inteligencia emocional. Esto significa que los alumnos que son más fluidos en sus ideas y que enfocan los problemas desde distintas perspectivas mostrando originalidad (que son más creativos), son también aquellos que comprueban si lo que sienten en un momento dado está acorde con la realidad externa, tienen facilidad para adaptar sus emociones y pensamientos a la situación, y ello les permite resolver problemas de forma efectiva. Este resultado es consistente con otras investigaciones realizadas por el grupo con alumnos de Secundaria, donde se comparó la inteligencia emocional de alumnos más creativos con los menos creativos.

En definitiva, aunque la creatividad es un fenómeno complejo en el que intervienen muchas variables (la inteligencia, el contexto educativo, el tipo de problema, el conocimiento previo…), parece que la inteligencia emocional podría estar jugando un papel muy importante en el desarrollo de la creatividad.

¿Dónde está el error cuando queremos mejorar la creatividad?

Esto es importante porque cuando pensamos en mejorar la creatividad, muchas veces nos centramos en mejorar las variables cognitivas: mejorar el pensamiento divergente, el pensamiento metafórico, el pensamiento crítico, la búsqueda de información, el uso de analogías creativas, el entrenamiento del insigh, etc., y nos olvidamos de esa parte no cognitiva que tiene que ver con rasgos de personalidad como es la perseverancia ante los obstáculos, la disciplina en el trabajo, mantener una motivación intrínseca incluso cuando no es fácil la tarea.

¿Y la relación entre creatividad y escuela? ¿Cómo se puede mejorar?

En la escuela a veces se asume que trabajar la creatividad implica jugar y divertirse afrontando retos, pero ¿qué pasa cuando un problema no es divertido? Si nos preguntan cómo debería de mejorarse la creatividad, la respuesta sería trabajar en las dos vertientes: tanto a nivel cognitivo, dando acceso al conocimiento que se va a necesitar para resolver los problemas, como a los razonamientos más complejos. Como a nivel no cognitivo, trabajando la motivación y la regulación de emociones, así como la autoestima y la voluntad de asumir riesgos en nuestro trabajo, saber asumir las críticas, convertirlas en «feedback» para mejorar…

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La musicoterapia mejora también el aprendizaje de los niños con necesidades especiales

Por: Carlota Fominaya,

Si el estudio Symphony del neurocientífico John R. Iversen asegura que «la música potencia habilidades cognitivas y desarrolla el cerebro de los niños desde su más tierna infancia», ¿por qué no extrapolarlo a menores con distintas capacidades? Ya existe, señala este experto, un interés considerable en el uso de la musicoterapia para otras poblaciones con necesidades especiales (autismo, por ejemplo) «que se centran en las recompensas positivas y las conexiones sociales promovidas especialmente por la música grupal».

La utilización de la música con alumnos con necesidades especiales, añade Ada Francoy, escritora y premio Gloria Fuertes, «ha probado ser efectiva en la mejora del comportamiento, la concentración, la interacción con los otros, el habla, el ritmo, la capacidad de escucha, etc. Utilizar un recurso que crea cohesión de grupo, que baja los niveles de ansiedad y que funciona de puente para el aprendizaje otros de contenidos, parece a priori una buena idea con cualquier alumno. La música no reemplaza el curriculum de los niños con necesidades especiales, pero es sin duda de gran ayuda para conseguir objetivos educativos. De nuevo, los resultados por parte de la comunidad científica aún tienen que arrojar luz sobre colectivos específicos».

«Es sabido que la memoria o la concentración mejoran con la educación musical. Y sucede en general con todo ser humano, connecesidades especiales o sin ellas», remarca Carmen Domínguez Rodríguez, también docente del Trinity College London, pero es en este grupo en particular donde la exposición a la música, utilizada como parte de la re-educación de estos alumnos «consigue que dicha formación sea inclusiva y ofrezca a estos niños la oportunidad de reforzar ciertos aspectos educativos», concluye Lola Garay, maestra del Trinity College London.

¿Cuáles serían estos aspectos, según estos expertos?

COCIENTE INTELECTUAL (CI)

La música es la única actividad o materia que activa ambos hemisferios del cerebro al mismo tiempo. Hay estudios que señalan que las personas que empiezan a estudiar música antes de los 7 años y continúan en la adolescencia tienen, por lo general, un cociente intelectual de algunos puntos por encima de las personas que no estudian música. Esto podría ser aprovechado a la hora de desarrollar estrategias de aprendizaje dirigidas a alumnos con necesidades específicas.

DESARROLLO DEL LENGUAJE

La música ayuda al desarrollo temprano de las redes del proceso auditivo en el cerebro. Estas redes son la utilizadas para descifrar y encontrar significado/sentido a los sonidos y al lenguaje oral, lo cual ayuda a las personas con necesidades específicas, con dislexia o transtorno especifico del lenguaje, entre otros. Las canciones introducen nuevo vocabulario, y esto produce la activación de la memoria de trabajo en el área del aprendizaje del vocabulario y de la conciencia fonológica.

LECTO-ESCRITURA

Se ha demostrado que la exposición constante a la música y su estudio mejoran las habilidades de lecto-escritura, empezando desde la etapa de la infancia (por medio del desarrollo de actividades simples, como cantar, juegos musicales, escuchando música, repetición de rimas musicales o patrones rítmicos, y el posterior aprendizaje de un instrumento musical). Dicha enseñanza se puede ver reflejada cuando este tipo de alumnos desarrollan la conciencia fonológica por medio de canciones, rimas…

CREATIVIDAD E IMAGINACIÓN

La música aumenta el proceso creativo y activa la imaginación, porque ayuda a los niños a establecer procesos metacognitivos implícitamente y a reflejarse en sí mismo, lo cual aumenta la autoestima y le ayuda a expresar su creatividad. Al mismo tiempo, al estar en constante exposición a la música participando en su creación y escuchándola todos los días, el niño entiende su proceso creativo y le ayuda también a comprender que la creación de nuevos productos (canciones, melodías) es posible.

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Fuente del artículo: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-musicoterapia-mejora-tambien-aprendizaje-ninos-necesidades-especiales-201901160141_noticia.html

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