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Más allá de la defensa: a reconstruir y expandir la educación pública

Por:  José Migue Sanhueza y Fernando Carvallo

Hace algunos días se ha dado finalmente a conocer el Proyecto de Ley de Universidades del Estado. La iniciativa se encontraba pendiente luego de haber sido separada de la propuesta original de Ley de Educación Superior, con el fin de “agilizar” la tramitación de esta última. Esto ha provocado gran expectación e incertidumbre entre estudiantes, académicos y trabajadores respecto al contenido que tendría este proyecto, que en teoría debería responder a la preocupación por el rol de la educación pública en la reforma al sistema de educación superior.

Lamentablemente, como desarrollaremos a continuación (y con mayor detalle en un reciente Documento de Trabajo), este Proyecto resulta insuficiente, y en varios aspectos derechamente regresivo, para la posibilidad de una nueva educación superior que esté basada en la educación pública y la tenga como eje rector y mayoritario del sistema. Más bien, lo que hace es ratificar las orientaciones centrales de una reforma que termina consolidando la organización de mercado del sistema: regulando algunos de sus excesos e imperfecciones, y proponiendo un mecanismo para pagar la cuenta de dicho mercado.

Universidades para un Estado Subsidiario

La modernización neoliberal en la educación superior chilena sentó las bases de un sistema con escasos símiles a nivel mundial. Este sistema se instaló como respuesta al inconcluso proceso de “Reforma Universitaria” de los años 60 y 70. Mientras que en esta primera gran masificación de la educación superior la educación pública fue la centralidad, el proceso posterior puso como eje central la provisión privada de educación, donde instituciones que persiguen fines lucrativos (legal o fácticamente) recibirían recursos públicos para operar y competir de igual a igual con las instituciones públicas.

Las señales que entrega el Proyecto de Ley de Universidades del Estado resultan preocupantes para las perspectivas de una genuina desmercantilización del sistema. Si hasta ahora la Ley de Educación Superior se ha concentrado esencialmente en cómo controlar los excesos del mercado y en cuán rápido el Estado pagará la cuenta de éste, aquello es complementado con un proyecto de Ley de Universidades Estatales que construye un modelo de organización y de financiamiento de estas instituciones a la medida de un sistema de mercado.

Para hacer esto posible, la modernización neoliberal tuvo dos aspectos cruciales. Por un lado, la promoción de la entrada masiva de actores privados, eliminando barreras de entrada y creando mecanismos de financiamiento que incentivaran la competencia entre instituciones. Y por otro, la atomización de las instituciones públicas previamente existentes, convirtiéndolas en entidades de menor escala que pudieran y debieran competir por estudiantes y proyectos con los nuevos planteles privados. Aquello por cierto no significaba un Estado ausente, sino uno presente con un rol distinto, un rol “subsidiario”: financiar fundamentalmente a los estudiantes (o competitivamente a las instituciones) y establecer regulaciones generales al conjunto del sistema.

Los fundamentos de la modernización neoliberal, en lo esencial, no se han visto alterados tras el “retorno a la democracia”. Los gobiernos concertacionistas -en general- asumieron como propia la crítica neoliberal al viejo sistema universitario y la necesidad de proyectar los componentes modernizantes de la reforma dictatorial. Así, concibieron un rol del Estado enmarcado estrictamente dentro de la concepción subsidiaria: financiar, regular, certificar y orientar la acción de los privados. “Guiar al mercado”, en palabras de José Joaquín Brunner.

En virtud de lo anterior, para poder evaluar desde las fuerzas de cambio este Proyecto de Ley sobre Universidades Estatales se debe tomar como criterio fundamental si se mantiene la profundización del mercado por medio de un Estado Subsidiario, ajustandolo y perfeccionándolo; o si, por el contrario, se adopta una dirección distinta. Lamentablemente este proyecto, así como su articulación con la Ley de Educación Superior actualmente en discusión, perfilan la primera de ambas situaciones, lo que se ve expresada tanto en el perfil de la institución estatal que se busca construir, como en razón de la orientación general del sistema que se da por sentada sin mayor cuestionamiento.

Matrícula y financiamiento: Ambigüedad y ausencia de horizonte

Como fue señalado, las reformas dictatoriales, su continuidad y profundizaciones posteriores, han traído como resultado una educación superior hegemónicamente privada, cara, segregada, lucrativa y de baja calidad, donde la matrícula pública bordea el 16%, a diferencia del 60% que promediaban los países de la OCDE al año 2015. El actual proyecto ya desde su diagnóstico está lejos de plantear un horizonte distinto. Si bien se habla de recuperar y explicitar el rol del Estado por medio del fomento a la excelencia de sus Universidades, no se desarrolla, y menos aún se conflictúa, el estado actual de estas instituciones, ni la disminución progresiva en su participación en la matrícula, al mismo tiempo que se les obliga a negociar y competir por recursos.

Asimismo, el proyecto adolece de una visión global de qué se entiende por “educación pública”, concepto que incluso está ausente de todo el mensaje y articulado. Expresión clara de esta carencia es la reducción del Proyecto sólo a las actuales Universidades del Estado, excluyendo así de la “Red Pública” tanto a los Centros de Formación Técnica que el propio Gobierno ha buscado implementar, como a las actuales instituciones laicas del Consejo de Rectores (U. de Concepción, U. Austral de Chile, U. Técnica Federico Santa María), cuyo origen mismo responde a inquietudes locales de la época ante un Estado cuyo rol en la educación superior aún era muy incipiente, y cuyo quehacer siempre se ha entendido sometido a la deliberación democrática de la sociedad y en colaboración con la función pública.

Estas ausencias en el diagnóstico se ven reflejadas en el articulado. En lo referente a la matrícula, el Proyecto establece que las Universidades del Estado podrán crecer equilibradamente conforme a su Proyecto de Desarrollo Institucional, y faculta al MINEDUC a solicitar planes de ampliación de matrícula. Cabe reconocer como una conquista el que se abra explícitamente como posibilidad el crecimiento de la matrícula pública. Sin embargo, es un avance que aún se queda muy corto, al no establecer la opción de que sean las instituciones, coordinadamente, las que propongan estrategias de crecimiento, aspecto que sí estaba presente en minutas anteriores del proyecto. Esta limitante revela que no existe una decisión deliberada de revertir el carácter privado del sistema, sobre la base de la colaboración y articulación efectiva de las instituciones de educación superior pública.

Mucho más claro resulta lo anterior en lo que respecta al financiamiento. El proyecto establece como fuente de recursos permanentes el denominado “Convenio Marco” hoy existente, cuyo monto es definido en la Ley de Presupuestos de cada año. Esto abre un escenario de inestabilidad al sujetar los recursos de las instituciones a la negociación parlamentaria de cada año, primando las capacidades de lobby y las correlaciones de fuerza por sobre los intereses y las necesidades universitarias.

A su vez, se contempla un “Plan de Fortalecimiento” de 150 mil millones de pesos a 10 años. La cifra aparenta ser muy elevada, pero en promedio representa poco más de 830 millones anuales por institución: cerca del 0,1% del presupuesto de la U. de Chile, 1% de la U. de Tarapacá y 3% de la U. de Magallanes, por dar algunos ejemplos. Este Plan sería financiado a través de un crédito con el Banco Interamericano de Desarrollo y orientado a proyectos de mejoramiento focalizados, en la línea de lo que ha sido el Programa MECESUP.

De este modo, la lógica predominante del financiamiento a las Universidades Estatales no experimentará cambios significativos con este proyecto respecto a cómo ha funcionado durante las últimas décadas. El financiamiento a las instituciones sigue siendo un componente minoritario de los recursos fiscales que se desembolsan en educación superior, y, más aún, éste es asignado con mecanismos que obligan a las instituciones a competir en vez de colaborar.

Gobierno y condiciones laborales: Universidades para competir en el mercado

Si bien cabe destacar algunos aspectos en materia de desburocratización de la gestión de las universidades, en los hechos se configura un modelo de universidad estatal organizada para competir en el mercado. Esto se observa tanto en su sistema de Gobierno como en la relación que tienen con sus trabajadores.

En cuanto al gobierno de las instituciones, el proyecto establece como órgano rector una Junta Directiva (“Consejo Superior”) compuesta en forma mayoritaria por actores externos, junto a un Consejo Universitario de carácter consultivo, con una composición que puede ser triestamental, pero también puede no serlo, pues depende de cada institución. En los hechos, con esto se construye un modelo de gestión basado en la desconfianza a las comunidades, que atenta contra la indispensable autonomía para la docencia, la investigación, la creación artística y la vinculación con el medio, que es donde más se expresa la contribución de las universidades estatales al país. Más aún, este modelo de gobierno borra con el codo lo escrito a pulso por varias instituciones cuyas comunidades han emprendido significativos (y sin duda aún inacabados) esfuerzos por superar las formas de organización impuestas por los estatutos de la Dictadura.

Además, se establece una forma empresarial de relacionarse con los trabajadores de las universidades estatales. Si bien formalmente reconoce a sus funcionarios como empleados públicos, el proyecto legítima e incentiva la muy recurrente práctica de contratar funcionarios que desempeñan labores permanentes en calidad de “contrata”, empleo que por definición legal es transitorio, a través de la eliminación de los límites que establecen leyes generales para esta modalidad. A su vez, el articulado abre explícitamente la puerta a profundizar la proliferación de contrataciones bajo las normas del Código del Trabajo o derechamente a honorarios, bajo el pretexto de la “contratación de servicios específicos” que, en la práctica, frecuentemente terminan encubriendo funciones esenciales y/o permanentes de las instituciones.

La urgencia de reconstruir la Educación Superior Pública

En síntesis, las señales que entrega el Proyecto de Ley de Universidades del Estado resultan preocupantes para las perspectivas de una genuina desmercantilización del sistema. Si hasta ahora la Ley de Educación Superior se ha concentrado esencialmente en cómo controlar los excesos del mercado y en cuán rápido el Estado pagará la cuenta de éste, aquello es complementado con un proyecto de Ley de Universidades Estatales que construye un modelo de organización y de financiamiento de estas instituciones a la medida de un sistema de mercado.

Nos enfrentamos así a la posibilidad cierta de volver como país a replicar el mismo error cometido en educación escolar con la llamada “Ley de Inclusión”, construyendo una reforma incompleta, con efectos sistémicos contradictorios, y que, al no fortalecer de manera decidida la educación pública, termina finalmente favoreciendo la profundización de la hegemonía privada en la matrícula. Tanto si se aprueban ambos Proyectos tal como están, como también si es que se aprobase sólo el de Educación Superior y ninguna iniciativa sobre el sistema estatal, lo que se verá relegado una vez más será la educación pública y su futuro, en contraposición al sello que acompañó lo mejor de nuestra historia como país y que hizo posible el desarrollo del mundo moderno: una educación mixta con centralidad y mayoría de educación pública y laica.

Frente a esta realidad, existe hoy una profunda responsabilidad histórica de las comunidades de las instituciones estatales y de las fuerzas de cambio en general que va mucho más allá de la “defensa” de estas instituciones frente a los aspectos regresivos de las reformas propuestas. Por cierto que la defensa de la autonomía de las Universidades estatales y la demanda por un compromiso efectivo del Estado con ellas resulta fundamental. Sin embargo, y lamentablemente, mientras la educación superior pública eduque a menos del 20% de los estudiantes, su sola defensa siempre resultará una reivindicación insuficiente a la hora de apelar al conjunto de la sociedad chilena. A lo largo de toda nuestra historia reciente, el sólo “defender” a una educación pública cada vez más minoritaria en un contexto de creciente hegemonía privada, ha demostrado reiteradamente ser pan para hoy y hambre para mañana.

El gran desafío hoy es articularnos no solamente para defender a las Universidades del Estado, sino para ponerlas al servicio de una transformación profunda de nuestra educación superior, que recupere para la democracia y la soberanía de la sociedad un sistema que hoy está profundamente colonizado por el mercado. Todo ello mediante la construcción y expansión de una Red de Educación Superior Pública, que recoja en su seno lo mejor de nuestra tradición republicana, y se plantee como la alternativa masiva, democrática y de calidad que oriente al sistema de educación superior chileno en su conjunto. Hoy más que nunca, la mejor defensa de la educación pública es convertirla en la alternativa de las mayorías de los jóvenes chilenos.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/06/28/mas-alla-de-la-defensa-a-reconstruir-y-expandir-la-educacion-publica/

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Los normalistas, la educación pública y México

Por: Francisco Lemus 

Una de las muy escasas oportunidades para salir de la marginación la representan las escuelas Normales rurales, que para muchas familias campesinas son la posibilidad de que sus hijos puedan aspirar a una vida mejor. Primero despojados de oportunidades en la marginación del campo, ahora en las aulas de clase gracias a las contrarreformas neoliberales.

La historia de las Normales rurales en México ha estado marcada por la lucha social, desde su nacimiento, con el proyecto de educación socialista, hasta el auge de las acciones guerrilleras en la década de los 70.

Esto las convierte en una amenaza viviente para el Estado que preferiría que los Normalistas se integraran a la apatía que caracteriza en este momento a la mayor parte de los estudiantes.

Pero aún en los momentos en que los estudiantes han buscado hacerse escuchar hay algo que distingue a los normalistas. El ejemplo más notable es el del movimiento #YoSoy132, al que bastó una acción represiva por parte del gobierno federal el 1º de diciembre de 2012 para desmovilizarlo y sumarlo a las luchas del pasado.

Una historia de lucha no se puede subestimar tan fácilmente, y a pesar de sus errores tácticos y estratégicos, hay que reconocer que los normalistas han tenido el temple de salir una y otra vez después de las acciones represivas del Estado, ya sea mediante el gobierno federal, estatal y a veces hasta municipal.

El gobierno federal sabe que tiene en ellos y en los profesores sindicalizados a sus adversarios más fuertes en su plan de llevar a cabo una contrarreforma que le ponga fin de una vez por todas a la idea de educación pública que México ha tenido hasta ahora, para entonces poder seguir con otros contrincantes menores en número y en organización: los estudiantes y profesores universitarios.

La educación pública y gratuita tenía un fin en la era del modelo de sustitución de importaciones, generar mano de obra capacitada para inversionistas nacionales o extranjeros, ahora que es más negocio vender servicios, se ha decretado que la educación, aún esa que genera obreros, debe ser un bien de mercado, y quien “se esfuerce” debe ser quien acceda a ella.

El normalista asume, hoy más que nunca, que para poder sobrevivir tendrá que enfrentarse al Estado para el que es un estorbo. No sólo reconoce que es el heredero de una lucha de casi 100 años, también reconoce que para el Estado sus padres y abuelos fueron instrumentos y ahora son estorbos, que si no luchan van a desaparecer no sólo figurativamente, también físicamente.

El problema es que el resto de la sociedad se niega a aceptar que si los normalistas desaparecen, y con ellos el modelo de educación pública, las repercusiones en el aumento del costo de la vida y los retrocesos en la vida democrática del país no se harán esperar, afectando a los sectores más precarios que, vale aclarar, son ya más del 60 por ciento de los mexicanos.

La retirada del Estado mexicano de sus obligaciones sociales sólo puede dar pie a pensar que prefiere tener un país cada vez más desfragmentado, con altos índices de pobreza y delincuencia, que empezar a reconstruir condiciones para un verdadero desarrollo nacional.

Fuente:  http://www.cambiodemichoacan.com.mx/columna-nc25390

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Los normalistas, la educación pública y México

Por: Francisco Lemus

Una de las muy escasas oportunidades para salir de la marginación la representan las escuelas Normales rurales, que para muchas familias campesinas son la posibilidad de que sus hijos puedan aspirar a una vida mejor. Primero despojados de oportunidades en la marginación del campo, ahora en las aulas de clase gracias a las contrarreformas neoliberales. La historia de las Normales rurales en México ha estado marcada por la lucha social, desde su nacimiento, con el proyecto de educación socialista, hasta el auge de las acciones guerrilleras en la década de los 70. Esto las convierte en una amenaza viviente para el Estado que preferiría que los Normalistas se integraran a la apatía que caracteriza en este momento a la mayor parte de los estudiantes.

Pero aún en los momentos en que los estudiantes han buscado hacerse escuchar hay algo que distingue a los normalistas. El ejemplo más notable es el del movimiento #YoSoy132, al que bastó una acción represiva por parte del gobierno federal el 1º de diciembre de 2012 para desmovilizarlo y sumarlo a las luchas del pasado.

Una historia de lucha no se puede subestimar tan fácilmente, y a pesar de sus errores tácticos y estratégicos, hay que reconocer que los normalistas han tenido el temple de salir una y otra vez después de las acciones represivas del Estado, ya sea mediante el gobierno federal, estatal y a veces hasta municipal.

El gobierno federal sabe que tiene en ellos y en los profesores sindicalizados a sus adversarios más fuertes en su plan de llevar a cabo una contrarreforma que le ponga fin de una vez por todas a la idea de educación pública que México ha tenido hasta ahora, para entonces poder seguir con otros contrincantes menores en número y en organización: los estudiantes y profesores universitarios.

La educación pública y gratuita tenía un fin en la era del modelo de sustitución de importaciones, generar mano de obra capacitada para inversionistas nacionales o extranjeros, ahora que es más negocio vender servicios, se ha decretado que la educación, aún esa que genera obreros, debe ser un bien de mercado, y quien “se esfuerce” debe ser quien acceda a ella.

El normalista asume, hoy más que nunca, que para poder sobrevivir tendrá que enfrentarse al Estado para el que es un estorbo. No sólo reconoce que es el heredero de una lucha de casi 100 años, también reconoce que para el Estado sus padres y abuelos fueron instrumentos y ahora son estorbos, que si no luchan van a desaparecer no sólo figurativamente, también físicamente.

El problema es que el resto de la sociedad se niega a aceptar que si los normalistas desaparecen, y con ellos el modelo de educación pública, las repercusiones en el aumento del costo de la vida y los retrocesos en la vida democrática del país no se harán esperar, afectando a los sectores más precarios que, vale aclarar, son ya más del 60 por ciento de los mexicanos.
La retirada del Estado mexicano de sus obligaciones sociales sólo puede dar pie a pensar que prefiere tener un país cada vez más desfragmentado, con altos índices de pobreza y delincuencia, que empezar a reconstruir condiciones para un verdadero desarrollo nacional.

Fuente noticia: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=228543

Fuente imagen: http://amqueretaro.com/wp-content/uploads/2013/07/educación.jp

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República Dominicana: Obispos acuerdan pasar a Educación 127 colegios de la Iglesia Católica

Santo Domingo / 28 de junio de 2017 / Fuente: https://www.listindiario.com/

El ministro de Educación, Andrés Navarro, y el presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano y obispo de la Diócesis de La Altagracia, monseñor Gregorio Nicanor Peña Rodríguez, firmaron ayer 35 convenios de cooperación en la modalidad de cogestión que permitirán el paso de 127 centros educativos de congregaciones y obispados de la iglesia Católica al sector público.

De acuerdo a un comunicado de prensa, el objetivo de la alianza estratégica busca mejorar la calidad educativa, centrada no sólo en el conocimiento, sino también en la formación de valores.

Los acuerdos macro permitirán que los cargos de director y de coordinador docente sean ocupados por un sacerdote, un diácono o algún otro miembro de la institución confesional por nombramiento directo del Ministerio de Educación en calidad de personal administrativo, con los mismos beneficios económicos y laborales homologados a la posición directiva.

Según establece lo pactado, el Ministerio de Educación, se apoyará en el Artículo XXI del Concordato para el cumplimiento del acuerdo y la conservación de las garantías del mismo, para lo cual agotará todos los procedimientos requeridos al respecto.

Especifica que, para acceder a la carrera docente, los miembros de la iglesia Católica deberán participar y agotar los procedimientos propios de los concursos organizados por el Ministerio de Educación.

Además, dicha institución destinará una subvención mensual a la Diócesis, Parroquia o instituto de vida consagrada para sus gastos de sostenimiento, siempre que éstas desarrollen su labor educativa en el sector público.

Fuente noticia: https://www.listindiario.com/la-republica/2017/06/26/471577/obispos-acuerdan-pasar-a-educacion-127-colegios-de-la-iglesia-catolica

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Estados Unidos: Will the Supreme Court’s Trinity decision lead to the spread of school voucher programs?

Estados Unidos / 28 de junio de 2017 / Por: Valerie Strauss / Fuente: https://www.washingtonpost.com/

The U.S. Supreme Court ruled Monday on a case that public school and First Amendment advocates feared might harm the future of public education in the United States. Will it?

The case is Trinity Lutheran Church v. Comer, in which the Missouri church sued after being denied state funding to refurbish its preschool playground because, it was told, the state Constitution forbids financially supporting a religious institution. Though the policy in the state has since been changed, the case made it to the U.S. Supreme Court, and on Monday, the justices ruled 7-2 that the state’s original decision violated the U.S. Constitution’s protection of the free exercise of religion by excluding churches from state programs with a secular intent.

Missouri and several dozen other states have in their constitutions provisions known as Blaine amendments, which forbid the state government from using public funds for “any church, sector or denomination of religion.”

These measures have prevented some legislatures from adopting and implementing school voucher programs — which use public money to pay for private and religious school tuition and other educational expenses — while lower courts have offered different interpretations; for example, the supreme courts in Wisconsin and Arizona upheld voucher programs in their states, while the high court in Colorado declared one unconstitutional.

School-choice supporters argue that the Blaine amendments discriminate against religious institutions while voucher opponents say that they protect the doctrine of “separation of church and state” that has been interpreted as the meaning of the Establishment Clause and Free Exercise Clause of the First Amendment: “Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof.”

First Amendments see the decision as eroding the doctrine of the separation of church and state. For example, Daniel Mach, director of the ACLU’s Program on Freedom of Religion and Belief, said in a statement, for example:

“We’re disappointed in today’s decision. Religious freedom should protect unwilling taxpayers from funding church property, not force them to foot the bill. The court’s ruling, however, focuses specifically on grants for playground resurfacing, and does not give the government unlimited authority to fund religious activity.”

But, in fact, the doctrine has been on a slippery slope when it comes to public funding of tuition at religious schools for some time. There are, already 25 voucher programs in 15 states and the District of Columbia, according to EdChoice, a pro-school-choice organization, and one federally funded program in Washington D.C.

President Trump and Education Secretary Betsy DeVos are big supporters of expanding school choice and would view any court decision that doesn’t crimp it as favorable. DeVos, who has called traditional public schools a “dead end,” has made clear that expanding school choice is her top priority, and the Trump administration has proposed spending at least $1 billion on a new federally funded voucher program.

While the U.S. Supreme Court’s ruling is not a broad ruling that strikes down the Blaine amendments, supporters of school voucher programs are already cheering the decision as boding well for the expansion of school choice. They are looking for that opportunity in a Colorado case the justices have agreed to hear, Taxpayers for Public Education v. Douglas County School District. In 2015, the Colorado Supreme Court struck down a school voucher program, saying it violated the Blaine Amendment in the state constitution. Soon the court will have a chance to make a determinative decision on the Blaine amendments.

Michael Bindas, a senior attorney with the Institute for Justice, which filed an amicus brief in support of the preschool, said in a statement:

“This decision has implications beyond scrap tires and church playgrounds. The Court’s reasoning sends a strong signal that, just as the Court would not tolerate the use of a Blaine Amendment to exclude a religious preschool from a playground resurfacing program, it will not tolerate the use of Blaine Amendments to exclude religious options from school choice programs.”

It is worth noting again that school choice has spread even with the existence of Blaine amendments in a majority of the states. If the amendments were to be declared unconstitutional, it would obviously be easier for state legislatures to pass state-funded voucher programs — but choice advocates have already found a way to avoid the constitutional issues around voucher programs to succeed in their goal of using public money for private education.

They have done that with several programs, including school tax credit programs, which are voucherlike but set up differently deliberately to get around the issue of state funding going directly to religious schools. These programs offer individuals and corporations tax benefits for donating to organizations that provide “scholarship” money for students to attend private and religious schools. EdChoice says there are now 21 tax-credit scholarship programs in 17 states. In some states, donors can claim state as well as federal tax benefits for the same donation. Opponents say it is akin to legal money laundering.

The bottom line in the Supreme Court’s Trinity decision that it has shown that it is not against public money being used for secular reasons at a religious institution — and that this could later expand to educational costs. Public education advocates are still hoping the court will set limits on the use of public funds for religious schools, but the tide, at least in the Trump era, is against maintaining church-state protections and protecting the public education system.

While the court did not outright kill the Blaine amendments, it certainly gave heart to pro-choice advocates who see the court as veering in their direction. That could spell big trouble for those fighting to save what many see as the country’s most important civic institution, the public education system.

Fuente noticia: https://www.washingtonpost.com/news/answer-sheet/wp/2017/06/26/will-the-supreme-courts-trinity-decision-lead-to-the-spread-of-school-voucher-programs/?utm_term=.b355f2beb4d6

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Colombia: Educación superior para todos

Colombia / www.elcolombiano.com / 28 de Junio de 2017

Por Sebastián Díaz Bolívar
Universidad de Medellín
Facultad de Derecho. 5° semestre.
sebasbolivar1@hotmail.com

¿Cómo lograr que en un país como Colombia, los miles de jóvenes que sueñan con estudiar una carrera universitaria pero que no cuentan con los recursos para costearla, lo hagan? Por muchos años la respuesta a esta pregunta fueron la universidades públicas con una filosofía en la cual todas las personas, sin importar sus ingresos, pudieran ingresar a la educación superior; sin embargo, las universidades públicas del país más que cumplir con su propósito, se han convertido en lugares elitistas donde solo pueden estudiar quienes tengan los mejores resultados en el examen de admisión dejando a los otros miles por fuera.

El problema de las universidades públicas es que acaparan billones de pesos en recursos administrados deficientemente. Recursos que destinados a un sistema de becas en universidades privadas podrían garantizar el ingreso al doble de las personas. El presupuesto de la Universidad de Antioquia por ejemplo para el año 2017 es de 1 billón 55 mil millones de pesos, para una cobertura de 39 mil estudiantes. Con ese mismo dinero, se le podrían dar becas a 75 mil estudiantes por 7 millones de pesos el semestre en universidades privadas, una diferencia de 36 mil personas, es decir, con lo que le cuesta a la Universidad de Antioquia la educación de 39 mil estudiantes se le puede dar educación de calidad a casi el doble de jóvenes. ¿Acaso el principal fin de las políticas económico-educativas no es garantizar el ingreso a la universidad a la mayor cantidad de personas posibles?

El poder educarse es la posibilidad que tiene un joven de desarrollar todo su potencial y aportarle a la sociedad. Es una pena que lo único que se interponga entre la realización de miles de jóvenes y sus sueños, sean las universidades públicas, que con su burócrata administración, se la niegan. El país debe pensar si sus prioridades son: mantener instituciones derrochadoras o permitir que miles de jóvenes puedan educarse..

*Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.

Fuente:http://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/educacion-superior-para-todos-YN6791230

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Y después del paro de maestros ¿Qué?

El paro de maestros dejó una huella en la historia de las movilizaciones sociales en Colombia.

Por: Yesid Gonzalez Perdomo.

Independientemente de los resultados del paro del magisterio, es una realidad que dejamos huella en la historia de las movilizaciones en Colombia en los últimos 20 años. Junto a la MANE y el Paro Agrario los maestros logramos recuperar parte de nuestra identidad como intelectuales de la cultura, viene a mi memoria la historia de los docentes que marcharon desde la costa atlántica hasta Bogotá hace 51 años, la denominada marcha del hambre, que puso en el escenario nacional la penosa situación de los educadores.

Después de medio siglo, y al mejor estilo del eterno retorno, vuelven las manifestaciones pacíficas y coloridas de los educadores del país, retornan para confrontar una sociedad y su desinterés frente a la educación de los niños, niñas y adolescentes.

Con esto no quiero decir que el ciudadano de a pie, ese que está por fuera de los ámbitos académicos no se preocupe por la formación de su descendencia, todo lo contrario, es su principal intranquilidad. A lo que me refiero es que no hemos podido superar nuestra visión individual de la escuela, no tenemos un proyecto nacional educativo que responda a nuestras necesidades y prioridades.

Programas como ser Pilo Paga aumentan aún más esta visión egoísta del sistema educativo, la arbitraria meritocracia maquilla un plan de darwinismo social, es un sistema en donde prevalece el sálvese quien pueda; de esta forma no podremos llegar nunca a una sociedad más equitativa.

De ahí, que el paro de maestros sea fundamental para pensarnos el futuro del país de una manera más compleja, ya que es recurrente que nos concentremos solo en una parte de la solución, por ejemplo, las habilidades, eficiencia y competencias de los profesores.

Informes como el de la Fundación Compartir plantean un tipo de solución, por la misma línea, propuestas de carrera docente como las publicadas por algunos autores en este portal deberían ser tenidas en cuenta o por lo menos discutidas para ayudar a solucionar el problema. El meollo del asunto está en que el docente es solo una parte del proceso educativo, debemos ir más allá, pensar en los estudiantes, los directivos docentes, los padres y madres de familia, la financiación, el modelo pedagógico, el contexto, en fin, para problemas complejos soluciones complejas.

Otro ejemplo que podría ilustrarnos,  fue la propuesta por parte del MEN de un estatuto de profesionalización de la carrera docente, aprobado en el decreto ley  1278 de 2002, y bajo los parámetros de las organizaciones multilaterales como la OCDE  y el BM, éste configuró la evaluación anual de desempeño y la evaluación de competencias para ascenso, el objetivo concreto era mejorar ese sofisma llamado “calidad de la educación”  a través de la presión  al nuevo cuerpo docente, los resultados  han demostrado que dicho estatuto fue un fracaso por no tener en cuenta los otros elementos del acto pedagógico.

En otras palabras, el paro del magisterio debe servirnos como excusa para considerar un gran encuentro nacional por la educación pública, y cierro el discurso frente a la educación pública porque estoy plenamente convencido de que la privada en Colombia no está en peligro. Fecode en su circular 30 plantea una mesa amplia por la financiación de la educación y en el documento final de acuerdos con el MEN que permitió el levantamiento del paro, se acordó crear una comisión de alto nivel para estudiar una reforma estructural del Sistema General de Participaciones, el problema va más allá de la financiación, es necesario revisar su estructura, propósitos y articulación con los problemas más apremiantes del país.

La propuesta es concreta pero dispendiosa, debemos superar las comisiones de alto nivel, los gurús académicos y pedagógicos, para iniciar un proceso amplio de Diálogo Nacional, donde no se quede nadie por fuera, padres y madres, estudiantes, profesores, gobernantes, académicos, empresarios, organizaciones sociales, ongs, sindicatos, economistas, abogados, básicamente porque todos podemos hablar de educación, pero no todos de pedagogía. 

Este espacio de discusión y construcción colectiva debe generar los insumos necesarios para edificar un modelo educativo endógeno, científico, humanista y público desde el preescolar hasta el posdoctorado, el principal objetivo es desarrollar las capacidades individuales y suplir las necesidades de todos nuestros conciudadanos, en resumen, una educación que busque el libre desarrollo del espíritu humano.

Fuente: http://lasillavacia.com/silla-llena/red-de-la-educacion/historia/y-despues-del-paro-de-maestros-que-61465

Imagen: http://www.americaeconomia.com/sites/7.americaeconomia.com/files/styles/ae_main/public/field/image/huelga_profes_colombia.jpg?itok=moAnsvla

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