Durante década y media trabajé en una hermosa escuela rural, que además era escuela granja con internado para niños de hogares humildes. Durante el día compartían los espacios escolares “externos” e “internos” de ambos sexos. Por la mañana trabajaban en las aulas; por las tardes se rotaban entre actividades propias de los proyectos agropecuarios, las manualidades, la biblioteca escolar y una que otra partida de futbolito o básquet, mientras que por las noches hacían sus deberes escolares. Es imposible no dejar escapar un suspiro cuando uno recuerda esos días.
A la 1:30 de la tarde, después de almorzar y disfrutar de un breve descanso sonaba un timbre y todos acudían a la cancha a formar para organizarse en las distintas tareas. Ese día hacía mucho calor y el cielo estaba despejado. Por la mañana había pasado por varios salones y había escuchado a los maestros y maestras discutir los resultados de una prueba escrita sobre el sistema solar. Varios de los niños se me habían acercado a mostrarme los buenos resultados obtenidos en sus exámenes sobre el tema.
Entonces, sin mucho pensarlo, con la intención de felicitar públicamente a quienes habían salido bien en los exámenes, se me ocurrió decir:
–Nadie se incorpora a las actividades de la tarde hasta que no me muestre una estrella.
El silencio fue sepulcral, después de unos instantes de silencio, algunos, los más rebeldes ripostaron diciendo más o menos:
–Eso no es justo profe, tenemos entonces que esperar aquí hasta la noche.
Yo no salía de mi sorpresa. Entonces le pedí a Alberto, uno de los estudiantes quienes me habían mostrado su buen examen, que me leyera la respuesta sobre el que es el sol. Alberto, medio molesto sacó de su bulto escolar la prueba y la leyó:
–El sol es una estrella con luz propia alrededor de la cual gira la Tierra.
Los murmullos, las risas y las burlas se propagaron acompañados de una expresión casi colectiva:
–Noooo eso no se vale profe
El incidente podría ser una anécdota más de las que les narro y les seguiré contando sobre la praxis pedagógica. Pero es más que ello, es la evidencia de cuanto nos hace falta trabajar para que el aprendizaje no sea memorístico -si es que eso se puede llamar aprendizaje- sino que sea realmente aprendizaje significativo.
Nos dimos cuenta que los niños no habían descubierto el sol desde un pensamiento científico y la noción de estrella era la del conocimiento popular, asociada a la noche, al brillo en el firmamento oscuro. El incidente generó una serie de debates pedagógicos en la escuela respecto a cómo enseñar en contacto con la realidad y re descubriendo la cotidianidad que transformaron buena parte del proceso educativo en el plantel.