Por: Mariana Iglesias.
El organismo de Naciones Unidas hizo entrevistas en cuatro centros urbanos del país, que buscan reflejar las consecuencias de la crisis en las familias de más bajos recursos.
Chicos con migraña. Chicos que comen salteado. Chicos con diarrea por comer en basurales. Chicos hacinados, desnutridos, estresados, angustiados, golpeados, abusados. De todo esto habla «Efectos de la situación económica en las niñas, niños y adolescentes», un informe que publica este miércoles UNICEF en Argentina.
«La situación de la pobreza en Argentina, y en particular de la pobreza que afecta a niñas, niños y adolescentes sigue mostrando un panorama preocupante. Los últimos datos analizados por UNICEF muestran que un 42% de los niños, niñas y adolescentes viven bajo la línea de pobreza (5,5 millones) y un 8,6% vive en hogares que no alcanzan a cubrir la canasta básica de alimentos. El 48% sufre al menos una privación en sus derechos básicos y fundamentales». Así comienza el estudio.
Detalla el contexto actual: «Argentina enfrenta actualmente una situación económica compleja, tanto desde el punto de vista de los indicadores macroeconómicos como en relación a los indicadores sociales y las condiciones de vida de una parte importante de la población». El lunes la UCA publicó un informe que dice que la pobreza aumentó en 2018 y que alcanza al 31,3% de la población urbana (12.700.000 personas).
Los chicos cuentan a los expertos de Unicef que sus padres están nerviosos porque no consiguen trabajo.
«En relación con el año anterior (2017), las principales problemáticas en las familias en situación de vulnerabilidad son el desempleo y la precarización del mercado trabajo, aunado a un déficit habitacional y una precipitada pérdida del poder adquisitivo. Estas situaciones están impactando en la calidad de vida de las familias con niñas, niños y adolescentes, restringen su consumo, y ponen en riesgo su supervivencia, sometiéndolas a una mayor estigmatización y a situaciones de discriminación», dice el informe.
«Unicef hace este informe en todos los países donde hay crisis. La idea es darle voz a los niños, sus familias y sus referentes porque ellos son los protagonistas, buscamos escuchar qué significa para ellos vivir esta situación compleja, ya que el 50% de los niños. niñas y adolescentes viven en la pobreza», explica a Clarín Sebastián Waisgrais, especialista en Inclusión Social y Monitoreo de Unicef.
El trabajo da cuenta de que muchos niños y niñas llegan a la escuela con «ruido en la panza» por no comer.
¿Qué es la pobreza? ¿Qué cambió en el barrio? ¿Qué es la crisis?, les preguntaron a algunos chicos. “Pobreza es una casa de chapas, palos o cartón”, “Enfermar y no poder comprar medicinas”, “Le está costando a las familias alimentar a los pibes”, «Alcanza menos la plata”, “No hay trabajo, suben las cosas”, “Subió el pan. El aceite sale 100 pesos”, “Para mi es dejar de jugar”. Fueron parte de las respuestas.
«Poder expresarse es un derecho, por eso visibilizamos sus voces y escuchamos lo que tienen que decir sobre la educación, la salud, sus entornos, sus barrios -dice Carolina Aulicino, oficial de Políticas Sociales de Unicef-. Lo que se escucha en los relatos es estrés, malestar psicológico, aumento de la violencia, mayor incidencia de alcoholismo y drogadicción. Los chicos están al tanto de lo que hablan los mayores, y eso les genera mucha angustia. También cuentan que no pueden jugar porque están recargados con tareas domésticas, de cuidado o porque tienen que salir a pedir plata».
El trabajo es cualitativo, y se basa en entrevistas realizadas a fines de 2018 en cuatro centros urbanos del país. Se preservan sus identidades por protocolo. Además de los chicos, hablan madres, padres, referentes sociales, médicos, maestros. Los ejes son la nutrición, la salud, la educación, la vivienda, el bienestar económico, la protección social y las dinámicas familiares.
Según el informe, muchas niñas y niños dejan de jugar por la crisis que atraviesan sus familias.
Harina y azúcar. Esa es la base de la alimentación en los sectores vulnerables. Algunas familias saltean comidas, se cocina una vez por día, los adultos a veces no comen para darle a sus hijos. “Se incrementó la cantidad de familias que van a buscar comida a los basureros municipales. Saben el horario en el que va el camión a desechar los productos vencidos de los supermercados” (médico pediatra de centro de salud municipal), “Los grandes cenamos mate cocido, si hay comida que sea para los chicos” (mamá de cinco hijos),“El año pasado eran 50 familias las que venían al manto (basural) a buscar comida, ahora hay cerca de 150” (presidenta de asociación de recicladores urbanos),“Lo que se ve desde el año pasado es que volvieron a aparecer familias enteras en los comedores, algo que hace mucho no se veía” (referente de banco de alimentos).
Con respecto a la salud, las afecciones más comunes son gastroenteritis y diarreas, por comida en mal estado, alergias respiratorias, afecciones dermatológicas y migrañas. Lo nuevo es la imposibilidad de seguir tratamientos por no acceder a centros de salud, no poder pagar medicamentos y el aumento de casos de malnutrición y desnutrición. «No tienen para comprar lo que les hace falta, no tienen para ir al hospital» (médico en Centro de Salud).
Los niños y niñas se enferman más pero no pueden seguir los tratamientos.
«Respecto de la salud mental, se identificó el aumento del malestar psicológico expresado en problemas de conducta, manifestaciones de ansiedad y déficit de atención en niños y niñas. Mientras que en los adolescentes se observó un mayor estrés y alteraciones del estado de ánimo -dice el informe-. En todas las plazas visitadas, se señaló una disminución de la capacidad de cobertura estatal debido a los recortes de gasto público y a la reducción del personal en salud. Los agentes estatales relataron sentirse colapsados por el aumento de la demanda y desprovistos de herramientas de intervención por el recorte en la cantidad de medicamentos, provisión de vacunas gratuitas, mantenimiento de los equipos e instrumental médico».
En Educación, lo que advierte Unicef es el abandono escolar: «las adolescentes asumen responsabilidades de cuidado de hermanos e hijos, acompañamiento a adultos mayores y, entre los varones, incorporación al mercado de trabajo». “Estoy cansada, porque mi hija va a la mañana a la escuela. Me levanto temprano a las 6. Es cansador estar todo el día, por más que esté en mi casa, tengo muchas cosas que hacer y el padre no me ayuda en nada” (Adolescente mamá de una niña de 1 año y un niño de 6 años).
Sobre la vivienda, se habla de «condiciones de hacinamiento reciente», por «el aumento del precio de alquiler y la imposibilidad de costear los servicios públicos». Tambien da cuenta de la precariedad de redes eléctricas, de gas, agua potable.
Referentes de protección social citados por el informe resaltaron que «en los últimos meses se han incrementado los casos de niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales o expuestos a abusos y malos tratos». Lo que plantean es una posible «relación del aumento de los niveles de violencia en los hogares con el malestar provocado por desempleo y la disminución de ingresos». Algunas mujeres contaron que sufrieron violencia en sus casas «con mayor frecuencia en el último año resultado de la incertidumbre que sienten los adultos varones frente a la situación de crisis y la presión como sostén económico de hogar». “Mucha gente se pone nerviosa porque no tiene trabajo, se sienten mal y descargan con los chicos”(Hombre jefe de hogar), “Decían que no era un padre malo ni pegador, pero había cambiado por la falta de trabajo» (Coordinador taller).
«Los niños, niñas y adolescentes son los últimos responsables de la situación económica y, sin embargo, están sufriendo sus consecuencias de una forma tanto o más grave que otros grupos etarios», concluye el informe, «Invertir recursos para ayudar a que los niños, niñas y adolescentes sobrevivan y desarrollen plenamente su potencial es, ante todo, un imperativo moral y un derecho».
Unicef recomienda mantener y expandir el gasto público, priorizar las transferencias directas, reforzar políticas públicas y sistemas de protección social. Y hace especial hincapié en «blindar los presupuestos de los programas sociales y las transferencias monetarias que tienen buenos resultados como las asignaciones familiares y la Asignación Universal por Hijo».
«La infancia es un momento que no se recupera. Esos momentos no regresan -dice a Clarín Fernanda Paredes, oficial de Políticas Sociales de Unicef. La inversión en el gasto público debe priorizar a los niños, los servicios de salud y educación, los dispositivos de protección social». Agrega Waisgrais: «Una sociedad es inviable si no hay equilibrio fiscal, pero ninguna reducción del gasto público puede cortar recursos para los chicos, tiene que ser al revés. Es imposible pensar en una sociedad democrática cuando la mitad de los chicos tiene sus derechos vulnerados».
Una historia entre muchas
Juana tiene 9 años, dos hermanos menores y dos hermanas mayores. La mayor ha dejado la escuela, acaba de tener un bebé y tiene que “atenderlo”. Viven en una casa de madera construida con “apoyo de una organización social”, junto a sus padres y una tía. La casa cuenta con una mesa con dos sillas recolectadas de la calle, arregladas con alambre y una gran cama construida con cajones de madera y rejuntes de colchones. Todos duermen en el mismo ambiente. No tienen baño. Los desperdicios se tiran en el canal.
A Juana le da miedo ese canal porque “es profundo, sucio, larga olor feo”. Juana va a la escuela pero, desde el año pasado, le cuesta prestar atención porque “la panza hace ruidos”. Ella y sus hermanos almuerzan en un comedor y vuelven a la tarde por una merienda. Antes de acostarse, toma un té con alguna tortilla que su tía no haya podido vender durante el día. Su mamá está enferma, pero no hay plata para su tratamiento. El papá de Juana trabaja de changarín, pero últimamente no consigue quién le de trabajo, “eso lo hace estar enojado, a veces rompe cosas”, cuando eso pasa, Juana se esconde detrás de unos tachos que hay cerca de su casa.
Los López tienen 4 hijos, dos hijas y dos hijos. Migraron hace un año de una zona rural a una zona más urbana de otra provincia. La casa la hizo el papá: “Todo lo hice yo, lo que no he podido terminar es el baño porque cavo y saco agua”. La casa no tiene piso, cuando llueve el agua llega hasta los colchones, y todo se derrumba.
Cambiaron de ciudad para vivir mejor. El padre no logra tener trabajo: “Me la rebusco porque sé arreglar todo lo que está roto”. La madre trabaja en casas algunas horas a la semana. Los más chiquitos van a la escuela, la adolescente ya no. Para comer van a diario a la zona residencial para revolver entre los tachos. También piden en los restaurantes. Esperan que está situación cambie pronto.
Fuente del articulo: https://www.clarin.com/sociedad/informe-unicef-advierte-chicos-comen-viven-hacinados-sufren-violencia-casa_0_bmCAbKOg8.html