Daniel Bogoya: en Colombia 1 de cada 3 universitarios se gradúa sin saber argumentar

El sistema universitario colombiano está graduando a miles de estudiantes sin que hayan adquirido las competencias básicas que éste les promete. El análisis de los resultados del examen Saber Pro —la principal prueba estandarizada para evaluar a los estudiantes próximos a graduarse— revela que el 30 % de los egresados no logra razonar, analizar ni argumentar, lo que refleja una educación desigual, desarticulada y poco transformadora.

Para cualquier profesional es fundamental tener habilidades como redactar una carta laboral coherente, sustentar una opinión con argumentos o interpretar datos en un informe. Sin embargo en Colombia cerca del 33 % de los graduados de programas universitarios no logra realizarlas con solvencia.

 

Así lo evidencia el análisis del examen Saber Pro realizado por el profesor Daniel Bogoya, docente de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y consultor en temas de educación, quien señala que los resultados muestran grandes brechas en los niveles de desempeño poniendo en entredicho la calidad y pertinencia de la formación que reciben miles de jóvenes.

 

“Algunas universidades siguen ofreciendo promesas grandilocuentes sobre la formación de ciudadanos integrales, pero no advierten que más del 40 % de sus egresados no cumplen con esas expectativas básicas”, afirmó el profesor Bogoya para el ABCde Periódico UNAL dedicado a analizar este tema.

 

Uno de los orígenes de este problema es la falta de permanencia. Según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), 5 de cada 10 estudiantes que ingresan a la educación superior abandonan sus estudios antes de terminar, lo que equivale a una tasa de deserción cercana al 8,02 % anual.

 

Las causas son diversas y estructurales. El informe más reciente de la Pontificia Universidad Javeriana sobre deserción en la educación superior señala que las dificultades económicas obligan a muchos jóvenes a abandonar sus estudios para trabajar, especialmente en regiones con oportunidades escasas. A esto se suman factores como la falta de acompañamiento académico y psicosocial, la rigidez de los programas, la desconexión con el entorno y los planes de estudio desactualizados.

 

Además de la falta de acompañamiento académico y psicosocial, pues muchos ingresan a la universidad sin haber desarrollado hábitos de estudio o habilidades básicas, y no encuentran orientación o tutorías que los respalden. Y por último, los programas poco flexibles, con horarios rígidos, escasa conexión con el entorno y planes de estudio desactualizados dificultan la permanencia de quienes deben estudiar y trabajar o provienen de contextos rurales o vulnerables.

 

Estas condiciones profundizan las brechas entre quienes acceden con mayores ventajas y quienes deben sortear obstáculos estructurales desde el primer semestre.

 

En este sentido, el docente Bogoya asegura que “el sistema sigue centrado en una utopía institucional, sin ajustes reales a los resultados de sus estudiantes. La promesa de valor se debería reflejar en hechos: ¿qué tanto aprenden, con qué nivel de autonomía y razonamiento egresan los ciudadanos de nuestras aulas?”.

 

Actualmente Colombia registra más de 2,4 millones de estudiantes matriculados en programas técnicos, tecnológicos, universitarios y de posgrado distribuidos en más de 300 instituciones de educación superior, pero a pesar del crecimiento en cobertura la calidad no ha avanzado al mismo ritmo.

Además de los factores mencionados, la calidad educativa se ve afectada por otros múltiples elementos como la formación del docente, el número de horas de clase, los recursos disponibles y el tipo de lectura que se promueve. Un profesor con bajo nivel en el área y escasas herramientas pedagógicas no puede llevar a sus estudiantes a un aprendizaje complejo.

 

“Por ejemplo, si yo quiero que un estudiante llegue a trigonometría pero el profesor apenas domina la suma y la resta, eso no será posible. La calidad no se puede improvisar”, advierte el experto de la UNAL.

 

El examen Saber Pro, que evalúa competencias genéricas y específicas de los estudiantes próximos a graduarse, se ha convertido en una herramienta fundamental para medir resultados. Sin embargo, aún se necesitan evaluaciones más profundas que muestren si el país está cumpliendo con el derecho a una educación superior de calidad y equitativa.

 

Las brechas en la calidad de la educación superior se manifiestan no solo entre individuos sino también entre territorios. Los estudiantes que provienen de zonas rurales, municipios apartados o instituciones con baja acreditación enfrentan mayores obstáculos para alcanzar niveles mínimos de comprensión, análisis y desempeño profesional.

 

Esta desigualdad territorial refleja un sistema que no garantiza las mismas condiciones de aprendizaje para todos, pese a que el derecho a la educación es universal. “La educación superior debe garantizar un mínimo común de aprendizaje a todos, sin importar si vienen de colegios públicos o privados, de zonas rurales o capitales”, concluye el profesor Bogoya.

 

En Colombia 1 de cada 3 universitarios se gradúa sin saber argumentar

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