Tinta Violeta/CEM UCV
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Esta es la idea que sostiene Sor Juana Inés de la Cruz, luego de permanecer tres meses sin leer, porque sus superiores, consideraron que como mujer y monja no debía estudiar y se lo prohibieron. Entonces, ella misma nos cuenta, que comenzó a aprender en todas las cosas de la vida cotidiana, y a descubrir los secretos de la naturaleza mientras cocinaba, en la forma en que hierve y cambian los alimentos.
En Nuestra América, del siglo XVII, negado estaba para las mujeres el acceso al conocimiento y a la escuela, la superioridad del hombre sobre la mujer era indiscutible. Familia y maternidad eran destino inexorable, y el convento su única alternativa. La voluntad de saber de Sor Juana sólo entre sus paredes podría tener cabida, por eso escogió el camino religioso. El convento fue para Sor Juana el medio de acceso a los libros, al conocimiento y a la escritura. Prefirió el convento al matrimonio para seguir gozando de sus aficiones intelectuales: «Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros», escribió.
Desde allí, como dice Octavio Paz “La palabra de Sor Juana se edifica frente a una prohibición; esa prohibición se sustenta en una ortodoxia, encarnada en una burocracia de prelados y jueces.” Y también es instrumento combativo frente a toda la sociedad que juzga con doble criterio a mujeres y hombres. Sus redondillas “hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis” es un auténtico documento feminista, que denuncia la hipocresía moral masculina.
Su proyecto de vida fue saber, conocer y defender el derecho de las mujeres a la educación. Rebelde contra el prejuicio de “que las mujeres, que por tan ineptas están tenidas, y que los hombres, que con sólo serlo piensan que son sabios”, muestra la indudable necesidad de educar a las niñas y tener ancianas sabias. Y así lo defendía con vehemencia. Porque la razón, no tiene sexo, es igual en mujeres y en hombres, y el conocimiento es arma privilegiada de la igualdad. ¿Hoy, en el siglo XXI, el mundo lo tiene claro?
Para mí fue un deslumbramiento porque allí encontré personas que pensaban lo mismo que yo.