Caracas / 20 de julio de 2016 / Por: Aurora Lacueva / Fuente: http://www.ultimasnoticias.com.ve/
¿Es una ingenuidad pretender que la política nos eduque?
¿Es una ingenuidad pretender que la política nos eduque? Estamos acostumbrados a oír que la política “es muy sucia” y que todo se vale en el juego por ganar o conservar poder. Se acepta como normal que ser hábil y exitoso en política implica engañar a la población, maniobrar para incumplir leyes incómodas, atropellar al contrario si es posible… Esta forma de pensar es parte de un “sentido común” enraizado en el autoritarismo, que logra hacernos ver con resignación o indiferencia las peores prácticas y que nos impide exigir algo mejor. Frente a tan negativa actitud, el maestro Prieto Figueroa dijo en una entrevista poco antes de morir: “No hay que distanciar ni separar lo pedagógico de lo político. Cuando se hace esa separación se pierde el sentido de lo pedagógico y no se alcanza el sentido total de lo político”.
En efecto, la acción política debe ser pedagógica o, al menos, debe aspirar a serlo. En el difícil momento que vivimos esto se hace aún más necesario, y lo esperamos especialmente de un gobierno que asume el socialismo. La primera faceta de esta política con contenido pedagógico es la de la participación: el liderazgo debe incitar a nuestro involucramiento. Todas y todos, como ciudadanos, tenemos el derecho y el deber de ser también políticos. Contamos con una Constitución que nos ofrece herramientas para ello, en el marco de un sistema que supera el de la democracia representativa y se orienta hacia la democracia participativa. Actuando en política vamos cada día aprendiendo más del poder y de la sociedad, y nos capacitamos para una acción de creciente calidad. Porque no se trata de“participar” como obcecados seguidores o como receptores de dádivas, carentes de pensamiento propio y de reflexión crítica.
Por su parte, las y los dirigentes auténticos son aquellas y aquellos que hablan al pueblo con sinceridad, sin falsedades o medias verdades, y que propician el máximo protagonismo de la población siguiendo el lema popularizado por el chavismo: “mandar obedeciendo”. No obnubilan, no apelan a lo emocional para arrastrarnos tras ellas y ellos, sino que explican las situaciones de manera honesta, reconocen sus errores, consultan para superarlos, y nos alejan de caer en los abismos de la violencia y el odio ciegos.
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