La ciencia para el desarrollo sostenible (Agenda 2030) – Parte 1

Por Hebe Vessuri

Resumen
Si aceptamos que un tema se convierte en una cuestión científica “emergente” o “nueva” cuando la comunidad científica lo considera importante, entonces en base a distintas perspectivas científicas, el compromiso experto y otras visiones estándar, la idea de que el continuado funcionamente del sistema Tierra, que ha sostenido el bienestar de la civilización humana en siglos recientes está en riesgo, es una de esas cuestiones.

Si no se desarrollan acciones serias, la implicación es que pudiéramos enfrentar amenazas adicionales al agua, los alimentos, la biodiversidad y otros recursos críticos: estas amenazas podrían intensificar las crisis económicas, ecológicas y sociales, creando el potencial de una emergencia humanitaria a escala global. La Declaración del 2012 sobre el Estado del Planeta es un hito significativo en esta mayor toma de conciencia.

Hemos llegado a reconocer que nuestros sistemas económicos, sociales, culturales y políticos, crecientemente interconectados e interdependientes, han ejercido presiones sobre el ambiente que pueden causar cambios fundamentales en el sistema Tierra y llevarnos más allá de los límites naturales seguros. Pero la misma interconectividad proporciona el potencial de encontrar soluciones: pueden surgir nuevas ideas y diseminarse rápidamante, creando el impulso para la mayor transformación requerida hacia el logro de un planeta verdaderamente sostenible. El desafío definitorio de nuestra era es salvaguardar los procesos naturales de la Tierra para asegurar el bienestar de la civilización erradicando la pobreza, reduciendo el conflicto sobre los recursos, y dando soporte a la salud humana y de los ecosistemas.

La elaboración de agendas de la ciencia para la sostenibilidad en el año 2030 no es soñar despiertos o imaginarnos futuros abiertos. Aunque las líneas gruesas de continuidad con el pasado reciente y el presente son difíciles de cambiar, siempre hay cambio y transformación. El Sistema de las Naciones Unidas se ha comprometido en esfuerzos para lograr el desarrollo sostenible hasta el 2030 y más allá. Quince años son un período breve cuando observamos la velocidad con la que cambia la ciencia. De este modo, los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible y las 169 Metas en el Documento de Naciones Unidas Transformando Nuestro Mundo: la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030 (2015) buscan construir sobre los Objetivos de desarrollo del Milenio y completar lo que ellos no consiguieron. La agenda, puede entenderse como contribuyendo a un mapa de ruta para las acciones en el campo de las políticas en áreas de importancia crítica para la humanidad y el planeta.

Contexto e importancia del problema

Dentro de quince años, imaginemos un mundo crecientemente urbano de más de 8 mil millones de habitantes, con un crecimiento poblacional todavía concentrado en las regiones menos desarrolladas que luchan para proveer incluso a su población actual. Esta población mundial explosiva creará mayores presiones sobre los recursos que ya son escasos de agua, alimentos y energía, conduciendo potencialmente a crecientes niveles de pobreza y conflictos.

Se requerirán nuevos avances tecnológicos para superar las limitaciones en la producción de alimentos, asegurar recursos energéticos sostenibles, y enfrentar las necesidades médicas de una población en aumento y cada vez más vieja. A pesar de los adelantos médicos y las campañas de vacunación, las enfermedades infecciosas y las pandemias globales seguirán siendo una amenaza seria mientras que habrá un creciente predominio de enfermedades
crónicas asociadas con la edad y estilos de vida sedentarios.

Como si esto no fuera suficiente desafío, la mitigación y adaptación al cambio climático, la lucha contra la contaminación, la preservación de hábitats naturales, y el mantenimiento de un elevado nivel de biodiversidad demandarán acciones globales, en el clima político y económico impredecible del futuro.

El progreso en ciencia y tecnología continuará siendo una fuerza importante que dará forma al desarrollo social y económico. Por otro lado, la sociedad juega un papel importante en influenciar la agenda de investigación, facilitando o impidiendo el desarrollo de la ciencia a través de decisiones de financiamiento, y en promover u obstaculizar la colaboración internacional. Nuestra sociedad global, altamente interconectada, tiene el potencial de innovar rápidamente. Un nuevo paradigma de la ciencia para sostenibilidad ha estado adquiriendo mayor importancia. La comunidad científica internacional debe reorganizarse rápidamente para enfocarse en las soluciones de la sostenibilidad global. Debemos desarrollar una nueva estrategia para crear y traducir rápidamente el conocimiento en acción, en un nuevo contrato entre la ciencia y la sociedad, con compromisos de ambas partes.

“A medida que el consumo se acelera en todas partes y surge una población mundial, ya no es suficiente trabajar hacia un ideal distante de desarrollo sostenible. La sostenibilidad global debe volverse un fundamento de la sociedad. Puede y debe ser parte de la base de los estados nación y del tejido de las sociedades” (Declaración del Estado del Planeta 2015).

La confianza en la ciencia y la credibilidad de los científicos a los ojos del público y los tomadores de decisiones son cruciales para que la ciencia florezca y tenga una influencia sobre la política. Sin embargo, han sido afectados por un poderoso ataque caracterizado por la negación del cambio climático y la fijación ideológica sobre ‘los libres mercados’ y el auto-engaño por parte de los industriales, banqueros, financistas y agencias “reguladoras” gubernamentales ligados al complejo de la combustión del carbono, en nombre del empleo, el crecimiento y la prosperidad. Mientras que hay conocimiento sobre lo que está ocurriendo, la sociedad humana parece incapaz de detenerlo. En efecto, el aspecto más sorprendente de la situación es cuánto la gente sabe y cuán incapaces parecen ser de actuar sobre lo que conocen. Claramente, el conocimiento no se traduce de manera simple en poder. Para modificar positivamente la cultura organizacional, para racionalizar el ecosistema institucional responsable de formular, monitorear y evaluar la política de la ciencia, la tecnología y la innovación y los instrumentos de política, y para mejorar la gobernanza con todo lo que implica en términos de estabilidad política, efectividad de gobierno y control de la corrupción, el nexo entre las ciencias naturales, las ciencias sociales y las ciencias económicas es crucial.

La escala y ambición de la nueva Agenda requiere un Partenariado Global revitalizado para asegurar su implementación trabajando en un espíritu de solidaridad, especialmente con los más pobres y las personas en situaciones vulnerables. Necesita reunirse a los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil, el sistema de Naciones Unidas y otros actores movilizando todos los recursos disponibles. Cada país es primordialmente responsable de su propio desarrollo
económico y social, pero guiado por el nivel global de ambición. De eata manera, el financiamiento público, nacional e internacional, jugará un papel clave en proporcionar servicios esenciales y bienes públicos y en catalizar otras fuentes de financiamiento. El sector privado diverso, desde las micro-firmas a las cooperativas y las multinacionales, y las organizaciones de la sociedad civil y organizaciones filantrópicas todos tienen un papel en la implementación de la Agenda 2030.

Megatendencias observables relacionadas con los objetivos y metas del desarrollo sostenible 

La consideración de una cantidad de megatendencias observables relacionadas con los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODSs) parece un ejercicio relevante. Las tendencias demográficas pueden delinearse bastante bien hasta más allá de los próximos 15-20 años. Hacia el 2030, la población mundial se espera que supere los 8,3 mil millones de personas. La mayor parte del crecimiento total abarcará la población en regiones menos desarrolladas, pasando de 5,6 mil millones a 7 mil millones en 2030. Africa sub-sahariana, que incluye algunos de los países más pobres del mundo, se proyecta que experimente más de un 50 por ciento de aumento en su población (ODS 1). En contraste, la población de las regiones más desarrolladas se espera que cambie mínimamente, ampliando más la brecha entre las naciones ricas y pobres. La población del 2030 será más urbana que nunca. En las próximas dos décadas la población urbana se proyecta que crezca firme hasta ser el 60 por ciento de la población mundial, con la mayor parte del crecimiento ocurriendo en las regiones menos desarrolladas. En general, las áreas urbanas se espera que absorban todo el crecimiento poblacional global, y que atraigan algo de la población rural. La urbanización rápida, en particular el crecimiento acelerado de las grandes ciudades y de las áreas pobres asociadas, plantea desafíos específicos que incluyen
el transporte, el desempleo, la pobreza, el acceso al agua limpia y la sanidad, la degradación ambiental y la contaminación, y cuestiones asociadas de salud (ODS 11, 8).

Globalmente, el predominio de los desafíos de la salud asociados con la edad está creciendo. En las regiones más desarrolladas, la población de 60 años o más se espera que aumente 40 por ciento en las próximas dos décadas, pasando
del 21 por ciento de la población en 2009 a casi el 29 por ciento en 2030. La población mayor de las regiones menos desarrolladas se proyecta que aumente más del doble, desde el 8 por ciento de la población en 2009 a más del 14 por ciento en 2030. Aunque la población de todos los países está envejeciendo, seguirá siendo relativamente joven en países donde la fertilidad todavía es alta. La población más joven se encontrará entre los países menos desarrollados, en su mayoría en Africa Sub-Sahariana.

El rápido crecimiento poblacional junto con una estructura de edad joven plantean desafíos a la provisión de educación, empleo, salud y servicios de seguridad social. Sobre todo, va a cambiar la naturaleza de los problemas de salud. El envejecimiento de la población resultará en aumentos significativos de la mayoría de las enfermedades no trasmisibles, en particular los cánceres. Las cuatro principales causas de muerte globalmente (incluyendo los países de bajos ingresos) en 2030 se proyecta que sean la cardiopatía isquémica, la enfermedad cerebrovascular (infarto cerebral), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y las infecciones respiratorias inferiores (principalmente neumonía). En países de bajos ingresos la lucha contra una cantidad de enfermedades trasmisibles mortales y ampliamente difundidas, que incluyen infecciones respiratorias agudas, enfermedades diarreicas, tuberculosis, malaria, sarampión y SIDA, continúa.

Las enfermedades epidémicas ampliamente distribuidas y las pandemias globales siguen siendo una amenaza, en parte debido al crecimiento poblacional mal manejado en los ambientes urbanos del mundo en desarrollo (ODS 3). El crecimiento poblacional y la continua urbanización aumentará mucho la presión sobre los ecosistemas (ODS 6, 14, 15). Numerosos servicios ecosistémicos de los cuales dependemos, ya están siendo degradados o usados de maneras insustentables, incluyendo las pesquerías de captura y la provisión de agua. En la actualidad hay especies que se extinguen a la tasa más elevada desde del último evento global de extinción masiva. La conversión de tierra a usos agrícolas continúa siendo el principal factor que amenaza la biodiversidad, pero en algunas regiones otros factores, como la acumulación de nitrógeno y fósforo en ríos, lagos y aguas costeras, la acidificación de los océanos y los efectos potenciales del cambio climático, se vuelven crecientemente importantes, también con serias consecuencias para la salud humana. Los escenarios de cambio ambiental más publicados proyectan continuos niveles elevados de extinciones y pérdida de hábitats, con reducción asociada de algunos servicios ecosistémicos importantes para el bienestar humano.

Si se empuja a los ecosistemas más allá de ciertos umbrales o puntos de inflexión, hay un riesgo elevado de pérdida dramática de biodiversidad y la degradación subsiguiente de una amplia gama de servicios ecosistémicos. La degradación ecosistémica no es lo mismo que la escasez de recursos. Los recursos disponibles a la humanidad aumentan
constantemente, y es probable que continúen haciéndolo Esta es la razón por la cual las profecías catastróficas de escasez de recursos probablemente estén fuera de lugar.

En cambio el temor de una degradación ecológica está demasiado bien fundado. El futuro puede ver al Homo Sapiens logrando el control sobre una cornucopia de nuevos materiales y fuentes de energía, mientras que simultáneamente destruye lo que queda del hábitat natural y llevando a la extinción de la mayoría de las especies restantes. De hecho, el desorden ecológico puede poner en riesgo la vida misma del Homo sapiens.

La importancia de entender y abordar problemas de gobernanza y seguridad son ilustrados por los desarrollos con cultivos genéticamente modificados, los xeno-transplantes, la expropiación de genes humanos por el patentamiento, la ingeniería eugénica de la empresa privada. Los rasgos estructurales de la economía global del conocimiento fuerzan a los gobiernos a roles contradictorios, actuando a la vez como promotores de la empresa de negocios global en el sector del conocimiento y también como reguladores a favor de un público sofisticado y desconfiado que demanda seguridad.

A medida que la tecnología se hace más sofisticada en su manipulación de la información biológica y electrónica, las posibilidades de efectos inesperados se ramifican fuera de control. Las cuestiones sobre la seguridad pueden parecer
paradójicas y plantean nuevos desafíos en el manejo de la incertidumbre, la ignorancia y el peligro (ODS 16). La producción total de alimentos ha aumentado dos veces y medio mientras que la cantidad de personas en el mundo se ha más que duplicado desde 1960. Sin embargo, esto ha sido parcialmente a costas de otros servicios ecosistémicos. E independientemente del aumento de la producción de alimentos, luchamos para alimentar a la población global. El aumento reciente en la inseguridad alimentaria no fue resultado de la disminución de la producción de alimentos sino que se debe a que los precios elevados de los alimentos y los ingresos más bajos han reducido el acceso a los alimentos.
En 2009, poco más de mil millones de personas estaban desnutridas en el mundo. Para alimentar a la población en creciente aumento, la producción de alimentos tienen que aumentar un 40 por ciento hasta el 2030. Esto crea un desafío importante para las próximas décadas.

En un mundo crecientemente urbano, se necesitarán nuevas tecnologías para cultivar en menos tierra disponible, con menos manos. Al mismo tiempo, el cambio climático y una producción de biocombustible incrementada representan amenazas importantes para la seguridad alimentaria en el largo plazo (ODS 2, 5). La provisión de agua insuficiente y contaminada sigue siendo una preocupación mayor en muchas regiones, junto con recursos y capacidades inadecuados para gestionar este recurso. Hoy el 13 por ciento de la población mundial vive sin accesso al agua potable mejorada, y el 39 por ciento no tiene acceso a la sanidad mejorada. En ausencia de políticas y acciones de gobierno adecuadas, casi la mitad de la población mundial en 2030 se proyecta que viva en áreas de elevada presión por el agua.

La agricultura es el mayor consumidor de agua fresca; el 70 por ciento de todas las captaciones de agua fresca van a la agricultura de riego. Como en las décadas venideras la demanda de alimentos irá en aumento, será necesaria la eficiencia del uso del agua mejorada para asegurar una adecuada producción y oferta de alimentos. El impacto combinado de los cambios globales, incluyendo el crecimiento poblacional, la urbanización y el cambio climático, plantean enormes presiones sobre los sistemas de agua fresca, mientras que crecen los riesgos de inundaciones y sequías (ODS 6, 12).

Hay un marcado crecimiento en la demanda de bienes de las industrias mineras y metalúrgicas. Una cuestión crítica es la distribución geográfica de los recursos. De esta forma, la provisión es particularmente vulnerable a cambios en los marcos económicos-geopolíticos. Adicionalmente, muchas reservas conocidas están ubicadas en regiones en desarrollo con condiciones políticas inestables y donde una falta de infraestructura plantea desafíos a la extracción, procesamiento y transporte. La explotación de recursos naturales en las Regiones Polares es un área de creciente debate (ODS 9, 10).

En los próximos años, el logro de la seguridad energética global, el enfrentamiento de las crecientes necesidades energéticas de los poderes económicos en ascenso en el mundo en desarrollo, al igual que la atención del cambio climático y otras cuestiones ambientales serán las principales preocupaciones en el sector de energía. Con las tecnologías actuales, la continua dependencia de los combustibles fósiles probablemente tendría consecuencias críticas
para el cambio climático, la acidificación de la tierra y el agua y la salud humana. En ausencia de cambios de política y con limitaciones de la oferta de energía, la demanda energética mundial proyecta elevarse un 40 por ciento hacia el 2030, donde los países no OCDE representarían más del 90 por ciento. La China y la India solas representan una mitad de la demanda incremental y así es como los combustibles fósiles se espera que sigan siendo la fuente dominante de energía mundialmente. Sin embargo, en un país como Alemania, ubicado en segundo lugar en Europa en relación con los elevados precios de la electricidad de consumo doméstico, el apoyo público de su energiewende –una transición agresiva a la energía renovable- se encuentra en un impresionante 92 por ciento. El apoyo se enraiza en una cultura eco-amigable, un deseo colectivo de abandonar la energía nuclear, y leyes que permiten a los ciudadanos beneficiarse de vender su energía a la grilla eléctrica. Aproximadamente el 27 por ciento de la electricidad de Alemania en 2014 provenía de fuentes renovables; el objetivo es lograr que lo sea al menos el 80 por ciento en 2050 (ODS 7, 13).

La población del 2030 creará nuevas demandas masivas de transporte.

En los próximos años, el transporte de personas y bienes crecerá rápidamente, impulsado principalmente por el rápido crecimiento económico en el mundo en desarrollo. La infraestructura de transporte necesaria, sin embargo, se desarrolla más lentamente, generando congestión del tráfico, contaminación y elevadas tasas de accidentes. Los accidentes de tránsito vial se espera que se eleven de ser la novena causa de muerte globalmente en 2004 a la quinta en 2030. En ausencia de cambios de política, la cantidad total de vehículos utilitarios se proyecta que crezca de un estimado de 650 millones en 2005 a 1,4 mil millones en 2030. La mayor parte de este incremento proviene de países no OCDE, con China sola dando cuenta de casi un cuarto de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía global. Dadas las tendencias actuales, se espera que el uso de energía de transporte y las emisiones de CO2 aumenten un 50 por ciento en 2030. Combustibles más limpios y vehículos más eficientes serán críticos en la mudanza hacia un transporte más sostenible (ODS 11, 13).

El futuro es más caliente. Hasta el 2030, se proyecta una elevación de la temperatura de aproximadamente 0,2°C por década para una gama de escenarios de emisiones. Después, las proyecciones de temperatura se hacen crecientemente dependientes de escenarios de emisiones específicos. Se espera que el calentamiento será mayor en la tierra y en las latitudes nórdicas más altas, y menor en el Océano Sur y en el norte del norAtlántico, continuando tendencias recientes. El calentamiento reducirá la resiliencia de muchos ecosistemas, aumentará el riesgo de extinción de especies, agravará la presión sobre los recursos de agua y alimentos, y posiblemente aumentará la cantidad e intensidad de patrones de tiempo extremos. Las regiones menos desarrolladas son particularmente vulnerables y Africa probablemente sea el continente más vulnerable, en parte porque la capacidad adaptativa de Africa es relativamente baja debido a sus recursos y gobernanza limitados, con conflictos que exacerban la situación. Mientras que en latitudes medias y altas la producción de alimentos pudiera incluso aumentar, en latitudes más bajas, especialmente en regiones estacionalmente secas y tropicales, la productividad de los cultivos se proyecta que disminuya incluso con relación a pequeños aumentos locales de la temperatura.

En los años por venir, en algunos países africanos, los rendimientos de la agricultura de temporal pudieran reducirse hasta el 50 por ciento. Esto, combinado con el rápido crecimiento poblacional en las áreas ya inseguras en términos de energía y alimentos, pudiera tener consecuencias desastrosas con una cantidad de conflictos y refugiados relacionados con el cambio climático (ODS 13, 12).

Fuente: http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/FIELD/Montevideo/pdf/PolicyPapersCILAC-CienciaAgenda203-ES.pdf

Imagen de dominio publico tomada de: https://pixabay.com/p-1182713/?no_redirect

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Hebe Vessuri

Es una antropóloga y profesora argentina, de nacionalidad argentina y venezolana, formada en la Universidad de Oxford, donde obtuvo un doctorado en Antropología Social.