América del Norte/México/20 Noviembre 2016/Fuente y Autor: El informador
Con edificios de ladrillo y techos color blanco con rojo, mujeres y hombres ataviados en trajes típicos de etnias y hablando distintas lenguas, el Centro Rural de Educación Superior Estipac (CRES Estipac) parece sacado de un Pueblo Mágico.
Enclavado en tres hectáreas, en una delegación del municipio Villa Corona, Jalisco, el CRES cuenta con canchas de futbol y voleibol, seis edificios con salones y oficinas administrativas, un comedor, establos, una panadería, una cisterna y, en cada rincón, un espacio para sembrar.
Entre todo esto, jóvenes indígenas, que representan más de 60% de su población estudiantil, y “mestizos”, es decir que no pertenecen a ninguna etnia, caminan, corren y gritan.
Este centro, creado en 1980 por la religiosa María Dolores Morales Pérez, quien funge como directora, tiene como objetivo empoderar a los jóvenes del campo, por lo que, además de bachillerato y tres licenciaturas (Educación Primaria, Educación e Innovación Tecnológica y Liderazgo y Emprendurismo Social), da a los alumnos capacitación para el trabajo, con oficios que pueden enseñar en su población.
La directora señala que “parte del modelo educativo es el servicio y nos ha servido muchísimo para empoderarlos en su comunidad y que no la dejen, que después de terminar su licenciatura, vuelvan a su comunidad para levantar el medio social, porque ellos son la esperanza”.
Ahí, los alumnos indígenas llevan por uniforme sus trajes típicos. Además, cada cierto tiempo van a comunidades a hacer sus prácticas en las escuelas, para incrementar sus ganas de servir.
Ya que la mayoría de sus alumnos pertenece a etnias, el centro funciona como internado. “Para los alumnos indígenas, como la escuela queda muy lejos de sus comunidades y el ir y venir no es una opción, así que se tienen hospederías y entonces viven aquí durante todo el ciclo escolar”, Montserrat Narro Ibargüengoitia, procuradora de Fondos.
Dentro de la colegiatura los alumnos tienen derecho a artículos de aseo personal, tres comidas, hospedaje y estudios. La cuota es de dos mil pesos mensuales, mientras que los indígenas pagan 600, “pero la tercera parte no puede pagar y de aquí nunca se ha sacado a nadie por no pagar”, comenta la religiosa.
La escuela tiene un ingreso extra con lo poco que produce, por ejemplo, de la venta del pan que los alumnos hacen en el taller de panadería, así como el excedente de la siembra de frutas y verduras.
Instruyen con igualdad y sin violencia
Con la experiencia de 36 años de recibir a indígenas, la religiosa María Dolores Morales Pérez ha aprendido que en la preparatoria debe separar los grupos por género y no porque se les dé un trato distinto o una educación diferente, sino porque se tienen que cambiar el pensamiento de los jóvenes antes de que comiencen a convivir.
“Nos dimos cuenta de que si los juntamos, las mujeres no abren la boca, no preguntan. Tenemos que ir poco a poco, en otras actividades están juntos, pero en el estudio, si queremos que todos crezcan, tenemos que separarlos”.
Sara Edith Cortés Cruz, coordinadora de Licenciaturas, comenta que su cultura es lo que las detiene para participar. “En su comunidad ellas no tienen ni voz ni voto y llegan aquí y se cohíben, porque allá las mujeres siempre quedan fuera, las relegan para muchas actividades. Entonces, llegan aquí y creen que va a ser lo mismo, pero las empezamos a enseñar que tienen derechos humanos, que somos iguales y entonces las muchachas resurgen y se empoderan”.
Cambio de una realidad con derechos humanos
Para cambiar esta realidad en las comunidades, la escuela les da, tanto a hombres como mujeres, pláticas sobre igualdad de género, cómo vivir sin violencia, derechos humanos, entre otras cosas, las cuales son replicadas por los alumnos en sus comunidades.
“Hace dos años tuvimos un taller sobre violencia y algunos alumnos comentaron que después de que hablaron con sus padres sobre lo que les enseñamos aquí, que algunos padres lloraron, los abrazaron y les pidieron perdón. Yo creo que los jóvenes son los que deben hablarles a sus padres para erradicar la violencia”, asegura Morales Pérez.
Es por eso que una de las metas de la escuela, dice, es “formar personas y maestros con vocación, así es cómo estas enseñanzas se van a multiplicar, ya sea a corto o mediano plazo”.
HISTORIA DE VIDA
Dedicada a la enseñanza de otros
Nacida en una familia que se dedica al ganado lechero, la religiosa María Dolores Morales Pérez siempre tuvo contacto con personas del campo, con quienes convivía, jugaba y platicaba. Fue así como nació su inquietud por crear una escuela “del campo, para el campo”.
“Desde niña me llamaba mucho la atención cómo unos tenían muchas oportunidades y otros no. A mí me tocó convivir mucho con los obreros de la fábrica y de la hacienda de mi papá y yo siempre me preguntaba: ‘¿Por qué yo tengo todo y ellos no tienen nada?’ Y esa idea fue la que me llevó a dedicarme a la educación de los que menos oportunidades tienen”.
Originaria de Puebla, Morales Pérez estudió las licenciaturas en Educación Primaria y en Lengua y Literatura, así como idiomas, y se ordenó religiosa a los 23 años cuando fue enviada a dar clases a la escuela primaria de Estipac, delegación de Villa Corona, Jalisco, en donde reforzó su idea de crear una escuela para personas del campo.
“Le educación es lo que va a empoderar a todos los jóvenes rurales e indígenas, que tienen muchísimas capacidades, los va a empoderar para ser personas útiles, para ser personas que aporten toda la riqueza que poseen”.
Comenta que el camino no ha sido fácil para ella, ya que al principio tuvo el rechazo de la comunidad y aún hay quienes dicen que se enriquecen con la escuela. “En un inicio la primaria nos prestaba un salón y ahí dábamos clases a 100 muchachas. Pero sí era difícil porque hasta me amenazaron de muerte y la verdad es que no sé por qué. Todavía dicen que yo soy rica por lo que cobro, pero el Demonio trabaja por rumores y pues al final va saliendo la verdad”.
Ahora, la religiosa espera que su modelo de educar jóvenes indígenas y de sociedades rurales para que empoderen a su comunidad, sea replicado en todo el país. “Ese es mi sueño ambiciosísimo”.
VOCES
Estudia para volver
Isaías Santiago García, originario de Guerrero, llegó al CRES Estipac por curiosidad. “Yo quería saber ¿qué hay más allá? y se me hizo fácil venir”. A pesar de que al principio se sintió decepcionado porque la escuela no estaba en Guadalajara, comenta que le gustó el ambiente y la educación.
Con su traje típico y la mirada decidida, dice tener grandes metas, una de ellas es volver a su comunidad y “levantar a los que menos tienen”.
“En las comunidades, lo que veo es que les hace falta muchísimo apoyo, que tienen muchas necesidades y los gobiernos no nos ayudan. Nosotros necesitamos más capacitación, más conciencia y más educación”.
Por lo pronto, Isaías quiere terminar su carrera -le falta muy poco- y después le gustaría realizar una maestría y, por último, volver a su comunidad a “trabajar como maestro y ayudar a las personas que más lo necesitan”.
Prefiere el campo que la ciudad
A pesar de tener la posibilidad de ir a Guadalajara para estudiar la licenciatura en Educación Primaria, Joseline Buenrostro Solórzano prefirió quedarse en el CRES Estipac, que se encuentra a 10 minutos de su casa. Dice que esta escuela la “atrapó”.
“No tenía mucha información de la escuela, pero me entró la curiosidad y vine. Lo primero que vi fueron las personas indígenas, yo no sabía que había y se me hizo muy bonito todo: el campo, la naturaleza. Me atrapó, hice mis trámites y me quedé”.
Ella comparte la visión de la escuela de regresar lo que aprende a la población que la vio nacer. “Creo que uno del campo debe trabajar por su propia comunidad”.
Joseline está a un año de terminar su licenciatura y dice que le gustaría quedarse en su población a ejercer, pero no descarta la idea de ir a la sierra a dar clases a los indígenas.
RUTINA
Educación y valores
En el CRES Estipac, las clases comienzan a las 07:00 y terminan a las 19:00 horas, la población estudiantil es de 260 alumnos, 170 de los cuales son indígenas, 120 de ellos huicholes de la Sierra de Jalisco y Nayarit, a quienes se les educa en valores, capacitación para el trabajo y su licenciatura o preparatoria, con el objetivo de que regresen a su comunidad y sean líderes en ella. Los demás alumnos son de distintas de todo el país y mestizos.
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Fuente de la noticia: http://www.informador.com.mx/jalisco/2016/692942/6/la-escuela-rural-que-da-techo-educacion-y-un-oficio-a-indigenas.htm
Fuente de la imagen: http://img.informador.com.mx/biblioteca/imagen/370×277/1373/1372910.jpg