“Quienes les digan que vivimos en un país que está en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes, porque no es lo que está pasando” Enrique Peña Nieto.
El día 04 de abril fue la aplicación del examen para ingresar a nivel secundaria a los alumnos de sexto grado en Coahuila. Como maestro de 5° año me correspondió aplicar la evaluación a uno de los dos grupos de sexto grado que hay en mi escuela primaria, la cual está ubicada en una comunidad rural del estado; la aplicación del examen dio inicio a las 2:30 p.m. y concluyó a las 5 de la tarde.
Debido a la aplicación del examen, el recreo de los alumnos evaluados se recorrió hasta que finalizara la evaluación. Una examen que los alumnos realizaron en condiciones desfavorables, puesto que nuestra escuela tiene problemas lamentables de infraestructura, el aire acondicionado no funciona y la mesa directiva de padres de familia no ha logrado reunir los recursos económicos para dar el mantenimiento al aparato, lo que provocó que la evaluación se llevara a cabo en un salón a una temperatura de aproximadamente de 35 grados.
Por lo anterior y tratando de mitigar los estragos del calor, como maestro aplicador abrí ventanas y cortinas del aula, luego tomé una silla para ubicarme en la entrada del salón para recibir las pequeñas ráfagas de viento seco que había en el exterior. En punto de la 4 de la tarde, el resto de los alumnos de la escuela salió a tomar su recreo, por este motivo llegó hasta nuestro salón una pequeña alumna de 2° grado, Sofía es su nombre, una niña menudita y con rostro triste, su apariencia física y de vestuario denotaban un origen de pobreza y marginación.
Cómo lo mencioné, en ese momento me ubicaba en la entrada del salón, la pequeña Sofía me preguntó por Rebeca su prima, inmediatamente pregunté en voz alta sobre quién era Rebeca, varios de los alumnos señalaron con su mano a su compañera, Rebeca con una timidez significativa levantó la mano para confirmar que era ella, inmediatamente le solicité que viniera porque la buscaba su prima.
Ya en la entrada del salón, Sofía y Rebeca empezaron murmurar con voz muy baja, se miraban una a la otra; el silencio y el rostro triste de las dos alumnas llamaron mi atención y curiosidad, por lo cual tomé la decisión de preguntarles qué sucedía. Sofía me contestó que venía a ver sí su prima le daba de su lonche, yo sin medir la trascendencia del hecho, le indique a Rebeca que le compartiera la mitad de su comida, sin embargo, Rebeca lastimosamente contestó que ella tampoco traía.
Una respuesta que me quebró inmediatamente como ser humano, pero más me lastimó emocionalmente cuando reaccioné y le dije a Sofía que no se preocupara, que fuera a la tiendita escolar y pidiera 2 gorditas a la señora Sandra, la encargada. No sé sí fue vergüenza, humillación o simplemente impotencia, pero Sofía ya con lágrimas en los ojos, salió corriendo en dirección contraria a la tiendita, perdiéndose entre los cientos de niños que jugaban en el recreo.
Una realidad social que se repite de esta y de otras muchas formas desgarradoras en este país de la indiferencia y la desigualdad. Un país donde es casi natural que sus gobernantes disimulen, mientan y hasta se burlen socarronamente de las carencias brutales de su pueblo.
El terrible drama de hambre que viven diariamente Sofía y Rebeca, alumnas que sienten en su estómago la necesidad urgente de comer aunque sea algo, es una urgencia que no es de ningún modo una crisis de mente o “imaginaria” como desafortunadamente el presidente de la república afirmó en días pasados, es una crisis real que araña las entrañas de quien siente la sensación vacía de hambre, es una exigencia biológica inaplazable que se requiere atender inmediatamente sin excusa.
Sin embargo este drama no termina aquí, porque habría que preguntarnos más detenidamente por la situación académica de Rebeca, qué futuro le espera en su resultado de la evaluación que realizó sin alimento en su estómago, con una temperatura tan alta dentro del salón de clases y sobretodo, con una autoestima destrozada y mutilada por la inviabilidad de un modelo económico que es irracional e inhumano y una clase gobernante insensible que desprecia el dolor y las necesidades urgentes de su gente.
Lo más triste de todo esto, es que Sofía y Rebeca son sólo una muestra lamentable de una realidad que viven millones de niños en este país, que no conforme de que no pueden satisfacer su demanda básica de alimentación, son también lastimados en su lado emocional al ser implícitamente exhibidos cruelmente por su condición de pobreza como fue el caso del llanto y huida de la pequeña Sofía.
Pero este nivel de exclusión no termina con la deplorable marginación a la que están expuestos estos millones de niños, sino que además tienen que enfrentarse a un sistema educativo que está diseñado para otro tipo de alumnos. El Nuevo Modelo Educativo que de paso no es nuevo ni es modelo, tiene un diseño curricular y pedagógico pensado para niños de clase media, para alumnos con una condición social diferente a la de Sofía y Rebeca, un modelo educativo que las discrimina.
Por lo tanto, estamos ante un modelo económico y educativo que es doblemente excluyente de niños y jóvenes que viven en condiciones similares a las de Sofía y Rebeca, un sistema incongruente que ha generado 53 millones de población en condición de pobreza y pobreza extrema, de los cuales varios millones son alumnos inscritos en las escuelas públicas que hay en el país.
Y sí a esta realidad de hambre y desatención educativa le agregamos la violencia y desintegración familiar, el maremágnum de seudo cultura a la que están expuestos diariamente los alumnos, la deteriorada infraestructura y servicio que otorga la escuela pública, entre otros muchos factores. Tenemos ante nosotros, un escenario social y escolar brutalmente adverso, el cual inevitablemente nos ha llevado a tener los lamentables resultados en el tema educativo.
Por eso, quien se atreve a decir que el problema de la educación en México se soluciona evaluando a los maestros, como es el caso de Aurelio Nuño y casi toda la clase política y empresarial de este país pecan de irresponsables e indolentes, porque la pobreza de Sofía y Rebeca es real, porque la carencia de infraestructura en su escuela existe, porque su componente emocional destruido es un hecho, porque su tejido familiar roto es innegable y porque su nulo acceso a la cultura es comprobable.
Pero principalmente, porque el hambre de Sofía y Rebeca está viva, no es ficticia ni mucho menos inventada, es un hambre que denuncia fuertemente con su silencio el “INSULTO” de un presidente insensible, un presidente incapaz y un presidente que nunca ha estado a la altura de las circunstancias, un presidente que menosprecia irresponsablemente la realidad de los más pobres, de los que menos tienen, de los que ahora hace llamar también, “dementes”.
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