Por: Ignacio Mantilla
El pasado 13 de agosto, en la Ciudad Universitaria tuvo lugar la final del VII Torneo de Fútbol Masculino para egresados, Copa Sesquicentenario, que se disputó entre el equipo Gorditos y Bonitos, en representación de la Facultad de Ingeniería y que resultó ganador, y el conjunto Pete Deluxe, de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. En la versión femenina de esta competencia resultó ganador el equipo Marea F.C., compuesto por egresadas de la Facultad de Ciencias Humanas, todas unas guerreras.
Si bien sólo hubo un vencedor formal en cada versión, la comunidad universitaria en su conjunto disfrutó con la puesta en práctica de este tipo de actividades deportivas, que no sólo ejercitan el cuerpo, sino que reactivan la relación entre quienes han dejado de verse desde su grado.
Entre los estudiantes, este mismo tipo de actividades se realizan durante todo el año, incluyendo otros deportes, como rugby, baloncesto, atletismo, taekwondo, ciclismo y natación.
El deporte, en particular el fútbol, ha sido una de las actividades físicas favoritas en los campus de la Universidad Nacional. Creo que todos quienes hemos tenido la fortuna de disponer de prados extensos para disfrutar del tiempo disponible entre una y otra clase hemos pateado allí un balón de fútbol.
Para muchas personas que ni siquiera han formado parte de la comunidad universitaria, la vecindad con un campus de la universidad les ha facilitado su uso para hacer ejercicio. Hay quienes incluso recuerdan cómo, desde niños, iban frecuentemente a jugar fútbol allí. Y ese atractivo no se pierde. Por eso en las tardes soleadas es frecuente encontrar grupos de estudiantes disputando algún “picado”.
Recordemos que en el estadio Alfonso López Pumarejo de la Ciudad Universitaria muchas generaciones de estudiantes y de ciudadanos bogotanos pudieron apreciar las mejores expresiones del fútbol universitario.
Los estudiantes provenientes de todo el país armaban sus equipos. Algunas veces se hacían torneos con programación institucional y otras de forma espontánea. Los competidores se convertían en figuras populares en sus facultades y tenían el compromiso de dejar en alto el nombre y defender el honor deportivo de su carrera.
Estas respetadas actividades se alternaban con asambleas estudiantiles y todas las otras actividades académicas y culturales propias de la universidad. Y es que el fútbol ha atrapado a personalidades de todas las disciplinas, profesiones y vocaciones. Así, por ejemplo, se sabe que Albert Camus, premio Nobel de Literatura y héroe de la resistencia francesa, amaba este deporte. Sus biógrafos señalan que Camus era un apasionado y furibundo aficionado del fútbol y que propiciaba su práctica en las barriadas pobres de Argelia. Otro ejemplo, ampliamente conocido, es el del gran físico danés Niels Bohr, quien obtuvo el Premio Nobel en 1922. Él y su hermano Harald fueron futbolistas profesionales destacados. Hay quienes afirman, con algo de sorna, que es el único futbolista que ha ganado un Premio Nobel. También hay otros que dicen que es el único nobel que hubiera podido vivir del fútbol.
El estadio Alfonso López de la Universidad Nacional se empezó a construir en septiembre de 1937 y se culminó en agosto de 1938, para la realización de los Juegos Bolivarianos, en el marco del cuarto centenario de Bogotá. La edificación fue bautizada por el presidente Eduardo Santos con ese nombre por ser López Pumarejo el mayor impulsor de la Universidad Nacional en la década del 30. Allí se escribió un capítulo clave de El Dorado, época en que varios de los equipos que compiten en el campeonato profesional de fútbol, como Independiente Santa Fe y Millonarios, tenían en sus nóminas a excepcionales jugadores extranjeros. No pocas veces, en el estadio de la Ciudad Universitaria, que compartía sede con el recién inaugurado estadio El Campín, jugadores como Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi y Adolfo Alfredo Pedernera hicieron gala de su gran técnica y juego.
A los estudiantes de los años 70, algunos de nuestros profesores nos contaban con nostalgia que a tan sólo algunos metros de su salón de clases podían ir a ver a sus ídolos, o incluso que algunos jugaron contra ellos, cuando hacían parte del equipo de fútbol de la universidad.
El presidente Alfonso López Pumarejo y muchos otros impulsores de la Ciudad Blanca, como Agustín Nieto Caballero, estuvieron influenciados por los desarrollos pedagógicos de pensadores como Ovidio Decroly, María Montessori y, por supuesto, del asesor Fritz Karsen, quienes les daban una gran importancia a la experiencia y la práctica para generar conocimiento, además de resaltar la actividad física. Fue tal vez por eso que el estadio, así como otros equipamientos para practicar deportes, tuvo un lugar privilegiado en este campus. Pero con seguridad, la arquitectura de la Ciudad Universitaria, en manos de Leopoldo Rother, reflejó el pensamiento de una generación que estaba decidida a impulsar la modernización del país en todos los campos.
Aunque el fútbol no despierta las mismas pasiones en todas las personas, hay que reconocer que los universitarios no escapamos a sus deleites y que todos tenemos nuestros “equipos del alma”. En mi caso, cómo no confesar mi interés por el éxito del Atlético Bucaramanga y cómo no reconocer que también hay equipos extranjeros de los cuales soy hincha. Así por ejemplo el Villarreal de España o el Mainz 05 de Alemania.
En la actualidad, la Universidad Nacional, patrimonio de todos los colombianos, que cumple 150 años de existencia, no sólo genera desarrollo científico, sino que también contribuye a la consolidación del deporte nacional. Para resaltar algunos ejemplos, cabe mencionar la disciplina de dos de nuestras estudiantes que lograron un cupo en los pasados Juegos de Río 2016: Diana Pineda, estudiante de Ingeniería Civil de la Facultad de Minas, y Estefanía Álvarez, estudiante de Estadística de la Facultad de Ciencias, ambas de la sede Medellín.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/la-universidad-nacional-su-estadio-y-el-futbol-columna-708851