08 octubre 2017/Fuente:elcomercio /Autor: Daniel Roldan
La pedagoga francesa defiende en su libro ‘Las leyes naturales del niño’ unos cambios contra una educación donde «se ahoga el talento»
El descubrimiento se produjo hace diez años y cambió la vida de Céline Alvarez. En sus manos cayeron los escritos que había planteado hace un siglo la doctora María Montessori, que apostaba una educación, basada en la educación plena de los niños a los que se deja plena libertad (con ciertos límites) para que se desarrollen. «Fue un encuentro que cambió mi vida», reconoce esta pedagoga francesa de padre gallego. «Quería seguir ese camino y no he hecho otra cosa desde entonces», añade.
El empeño de Alvarez se tradujo en un experimento para crear entornos adecuados para el aprendizaje siguiendo las pautas de científicos de la educación como Jean Itard, Édouard Séquin y la propia Montessori. «Abrieron un camino de un proceso, una reflexión educativa y científica. Fueron los primeros en ver la educación evolutiva, abierta, que siempre van a tener en cuenta las novedades científicas. Es importante porque con esta forma de ver las cosas vamos a dejar de verla educación de una forma dogmática e ideológica», añade.
Se convirtió en profesora de Infantil en una escuela pública de Gennevilliers, localidad situada al norte de París. Allí llevó a cabo un experimento durante tres años con un grupo de niños entre los tres y los seis años que explica en ‘Las leyes naturales del niño’ (Aguilar), un libro que ha superado los 200.000 ejemplares vendidos en Francia. El experimento arrancó en 2009 y se llevó a cabo a lo largo de los tres años. En el primer año, la evolución fue asombrosa: los niños rezagados no solo se pusieron al día sino que aprendieron a leer a una velocidad asombrosa, además de ser más autónomos y tranquilos. El segundo año, al mezclar niños de diferentes edades, se consiguió un efecto arrastre: los más pequeños aumentaron de un modo significativo la comprensión lectora. En el tercer año, se demostró su éxito al hacer una resonancia magnética a los niños y comprobar que sus conexiones neuronales, siendo totalmente normales, estaban más evolucionadas que los de otros de chicos de su misma edad.
«Los padres y los educadores lo dan todo y quieren mucho a los niños. Lo que pasa es que no conocemos las leyes del desarrollo humano. Y aunque le queremos de todo corazón, metemos la pata. Lo que ahoga las capacidades innatas de los niños nuestra ignorancia», comenta la autora, que recalca que el talento «se ahoga» en las escuelas y que los cambios «son de mentalidad». «No hay que cambiar todo un colegio».
Alvarez se basó en cuatro puntos. El primero, la necesidad de nutrir de forma adecuada la inteligencia del niño con un entorno de calidad, apropiado, incluso puede ser en la propia naturaleza. El segundo punto es la ayuda didáctica basada en una sola cualidad para explorar. Por ejemplo, si son diez barras de diferentes longitudes para enseñar las medidas, que sean todas del mismo color para evitar distracciones. En tercer lugar, apoyar el desarrollo de las competencias de inteligencia. Fijarse en su comportamiento hará comprender al profesor, explica Alvarez, qué quiere aprender en el momento presente. Por último, el amor. La empatía genera empatía, apunta la pedagoga en su libro y en su blog. Una bitácora donde cualquiera puede ver el experimento y obtener el material necesario para llevar a cabo estos cambios. «Es una revolución desde abajo. Está cambiando el paisaje educativo en Francia. Por fin nos estamos despertando. Ahora la gente de abajo se compromete en cambios que van a cambiar las políticas de arriba», comenta Alvarez, quien además destaca que en casa los niños también hacían cambios. Estaban más tranquilos, mostraban más interés y tenían las habitaciones más ordenadas.
Fuente de la reseña: http://www.elcomercio.es/sociedad/educacion/celine-alvarez-revolucion-20171008004129-ntrc.html
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