Según Mercado, la Unicef y sus socios humanitarios todavía no conocen bien la verdadera situación de los niños de esa minoría musulmana en Myanmar y todo ello, debido en gran medida, a la imposibilidad de llegar a muchos lugares.
Ninguna de las cinco instalaciones de atención primaria de salud apoyados por la Unicef funciona ahora y tampoco hay suficiente agua limpia o alimentos, detalló.
Del mismo modo, agregó, no se pudo continuar el tratamiento con los niños que sufren desnutrición aguda severa y 12 centros de tratamiento terapéutico para pacientes ambulatorios están cerrados porque fueron saqueados, destruidos o el personal no puede acceder a ellos.
Otras localidades como Maungdow muestran cicatrices de la violencia reciente: extensas áreas han sido arrasadas por excavadoras, la mayoría de las tiendas están cerradas, hay escasas personas en las calles, muy pocas mujeres y aún menos niños, expuso la fuente.
De una población de 440 mil rohinyás, solo quedan en Maungdow unos 60 mil, según estadísticas del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia.
Los niños en las áreas rurales están casi totalmente aislados y les resulta extremadamente difícil abandonar los campamentos para recibir tratamiento médico, indicó la portavoz y asesora de Unicef en Ginebra.
El permiso para viajar en busca de asistencia médica solo se otorga cuando hay una justificación certificada por un médico y esa autorización cuesta un dinero que la mayoría de las personas en los campamentos no pueden pagar, ahondó Mercado.
‘Una vez que están en un hospital, los rohinyás están confinados a un área restringida y no se le permite el contacto externo. Como resultado, las personas recurren a los curanderos tradicionales, a los médicos no entrenados o se automedican.’
Además, la restricción de movimiento afectan las posibilidades de recibir enseñanza y las condiciones de los campamentos de los desplazados empeoran cada día, alertó la Unicef
Los menores de esa etnia necesitan una solución política al problema de la identidad legal y la ciudadanía. Urge respetar la Convención sobre los Derechos del Niño y garantiza sus derechos a la salud, la educación y las oportunidades de aprender, recalcó la portavoz.
Estos niños rohinyás se han visto profundamente afectados por años de violencia y división comunitaria, y muchos fueron separados de sus familias o perdieron a sus padres debido a las agresiones.
La asesora de Unicef realizó una visita a Myanmar del 6 de diciembre de 2017 al 3 de enero de 2018, tiempo en el que visitó varias localidades y pudo constatar la situación sobre el terreno.