Uruguay / 18 de febrero de 2018 / Autor: Redacción / Fuente: Visión Federal
Ya en la segunda mitad de su administración, el cumplimiento de las metas educativas dejan sabor a poco y las transformaciones son tímidas. Vázquez no ha logrado su prometido “cambio de ADN”. Las transformaciones son poco tangibles y lejos están de una reforma.
En el discurso presidencial del 1º de marzo, Vázquez se comprometió a «trabajar denodadamente» en la creación de un sistema integrado para la educación básica desde los tres a los catorce años. Además, se propuso para 2020 que el 100% de los jóvenes de hasta 17 años estén en el sistema educativo y el 75% termine el ciclo de enseñanza media.
Los datos expuestos por los técnicos de Eduy21 sobre las metas que se ha planteado el gobierno muestran que actualmente han finalizado la educación obligatoria (bachillerato) alrededor del 40 % de los jóvenes que cuentan con 21 a 23 años. El informe de Ineed (Instituto Nacional de Evaluación Educativa) indica que ese porcentaje de finalización, a lo largo de los últimos 30 años sólo aumentó en 9 puntos, o sea que se incrementó de 30 a 39%. El 2020 está cercano y nada parece indicar que pueda darse un incremento de esa envergadura, en un sistema que no ha tenido grandes cambios.
También se comprometió a crear un marco curricular común y establecer planes de excelencia en algunas asignaturas. Por otro lado, planteó fortalecer las comunidades educativas y la carrera docente en términos de formación, capacitación y salario y habló de hacer «una evaluación permanente de los resultados».
No menor fue la promesa de destinar en 2020 el 6% del PIB (Producto Interno Bruto) a la educación. En tanto, la ANEP (Administración Nacional de Educación Pública) sumó otras propuestas, como universalizar la educación entre los niños de tres años.
A pesar de tantas promesas, el 2015 encontró al gobierno enredado en un conflicto presupuestal con los sindicatos, que tuvo su punto cúlmine en el decreto de esencialidad. Esto tiró por tierra cualquier posibilidad de acción reformista.
El escenario no era el mejor en el gobierno de la educación, donde las diferencias entre el entonces subsecretario de Educación, Fernando Filgueira -ideólogo del «cambio de ADN»- y el presidente de la ANEP, Wilson Netto, supuso trabas para la puesta en marcha de las transformaciones. Las diferencias fueron tales que a fines de 2015 terminaron cobrándose la renuncia de Filgueira. Así, Vázquez perdía a su principal asesor en materia educativa y la reforma quedaba en entredicho.
El mayor contrapunto entre Netto y Filgueira fue la creación de un marco curricular común, que se convirtiera en la base de la reforma. Netto no estuvo de acuerdo. Seis meses después, en mayo de 2016, el Codicen (Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública) decidió elaborar un marco curricular común, que presentó a fines de 2017, pero sin fecha clara de aplicación, según informó en aquel entonces el propio Netto.
En el marco del acto del 47º aniversario del Frente Amplio, la agrupación de gobierno se propuso tareas para «aprovechar a muerte» el 2018, señaló la vicepresidente Lucía Topolansky. A decir por el escenario educativo actual, son muchos los esfuerzos que se deberán hacer en los dos próximos años para alcanzar las metas educativas que se planteó el presidente. Esto teniendo en cuenta que el presupuesto de este año es el último en el que se pueden hacer incrementos presupuestales y los reclamos sindicales estarán a la orden del día.
Los técnicos de Eduy21 tienen en claro que para concretar las propuestas del presidente Vázquez faltan muchos elementos. El primero es precisamente salirse del concepto más tradicional de «reforma educativa».
Es necesario definir los lineamientos de todo el sistema educativo, de acuerdo al tipo de ciudadano y sociedad que queremos para el futuro, para luego permitir que la adecuación sea realizada por los profesionales de la educación, afirman en Eduy21.
Por ejemplo, hay diferentes maneras de aprender las figuras geométricas: la tradicional, o en un proyecto de jardinería, o realizando un mural o construyendo una maqueta. Si desde la educación no se asume decididamente a formar para abordar los desafíos que derivan de la cuarta revolución industrial, estamos hipotecando el desarrollo del país y dejando sin herramientas a los sectores más vulnerables, aseguran los técnicos.
En el Eduy21 tienen en claro que se necesita una secuencia de cambios estructurados que interactúen en pos de los objetivos de inclusión, excelencia e innovación, con plazos temporales claros y que abordaran al menos cinco dimensiones.
En primer lugar, un cambio de modelo curricular contenidista, prescriptivo y fragmentado a un marco curricular orientado por competencias. Luego, un cambio en las orientaciones pedagógicas y didácticas, superando el modelo de clase magistral y colocando al estudiante como productor de conocimientos. En tercer lugar, un cambio en los modelos de evaluación, buscando que estos muten de un modelo repetitivo y de pruebas rutinarias y punitivas a modelos de evaluación formativa y acreditación de saberes. Por último, un cambio en el modelo de gestión de centros y otro en el modelo de gobernanza del sistema educativo, fortaleciendo la capacidad rectora y liderazgo político del Ministerio de Educación.
Fuente de la Noticia:
http://visionfederal.com/index.php/claves-internacionales/6554-uruguay-el-presidente-tabare-vazquez-no-aprueba-en-educacion
Fuente de la Imagen:
http://www.busqueda.com.uy/nota/el-2018-sera-el-ano-de-la-educacion-para-vazquez-que-ya-ve-logros-muy-importantes