Europa7 España/ 07.05.2018/ Fuente: www.deia.eus.
“La educación segregada no promueve la igualdad, pero tampoco la libertad”
La educación diferenciada es legal. Un Tribunal Constitucional (TC) dividido -ocho magistrados a favor y cuatro en contra- avala la financiación pública de los colegios que separan a sus estudiantes por sexo. El fallo considera que la segregación por sexo entra dentro del ámbito de la libertad de enseñanza y, por tanto, este tipo de colegios tienen derecho a recibir subvenciones públicas. Tras dos décadas de debate dentro y fuera de los juzgados, la conclusión es que separar a niños y niñas no es inconstitucional, pero, ¿es un buen modelo educativo?
El Gobierno vasco nunca ha retirado la financiación pública a los centros de educación diferenciada al considerar que “no es discriminatoria”, argumento que usó el Tribunal Supremo para echar por tierra el intento de la Junta de Andalucía de cerrar el grifo a estos centros en su comunidad. En concreto, los Presupuestos de la CAV contemplan este año una partida de 13,5 millones de euros para financiar a los seis colegios -vinculados en su mayoría al Opus Dei- que solo aceptan o chicos o chicas en sus aulas: Gaztelueta, en Leioa;Munabe y Ayalde, en Loiu;Arangoya, en Bilbao;Erain. en Irun, y Eskibel, en Donostia.
La organización en la que se agrupan cuatro de estos centros, COAS, ha editado un documento en el que informa de las “ventajas” de este modelo. COAS defiende que separan a chicos y chicas porque maduran a distinto ritmo y obtienen mejores resultados académicos porque la homogeneidad entre profesor y estudiante crea un clima de mejor empatía y disciplina. Sostiene que hay una mejor percepción del rol de las personas del mismo sexo y se reducen las diferencias por esta razón en el currículo y en las oportunidades del alumnado. Asegura que, al estudiar separados, se elimina la dominación de género y otras conductas conflictivas hacia el otro sexo. Dicen que se dan más oportunidades de liderazgo ya que no hay tantos estereotipos por la presión grupal. Esta corriente se basa en la neurociencia y aduce razones físicas y psicológicas para justificar que niños y niñas aprenden y procesan sus emociones de forma distinta y que, por tanto, hay que enseñarles de forma diferente.
Pero esta manera de concebir la enseñanza choca de plano con el paradigma educativo mayoritario actual, un sistema mixto, basado en la educación inclusiva y en la coeducación. “Hay estudios para todo, proponga una hipótesis y encontrará un estudio que la corrobore”, afirma Amelia Barquín, profesora en la Facultad de Ciencias de la Educación de Mondragon Unibertsitatea. Barquín asegura que “la neurociencia no dice que niños y niñas aprendan de forma diferente, como defienden los segregacionistas, sino que cada persona tiene una serie de características y capacidades y necesita distintos recursos”. Por tanto, considera que “dividir a toda la población en dos categorías y decir que una aprende de una forma y la otra de otra es una forma falsa de interpretar lo que dice la neurociencia”.
Para esta especialista en el tratamiento inclusivo de la diversidad cultural “la educación segregada no promueve la igualdad, pero tampoco la libertad y la diversidad. Y para mí esto es importante porque cuando hablamos de inclusión no solo hablamos de igualdad de oportunidades, que también, hablamos de la libertad de las personas para construirse como personas”. Y según dice, “encerrar a los seres humanos en dos categorías y tratarlas de forma homogénea está lejísimos de la neurociencia y del sentido común”.
Desde la óptica de la educación inclusiva, Barquín cree que “la diferenciación no tiene cabida y la segregación por sexo tampoco. En un mundo en el que vivimos y viviremos juntos, una educación que no nos prepara para vivir juntos no puede ser buena”. Además, dice, “no hace falta haber hecho un máster para darse cuenta de que quienes promueven la segregación son sectores ultraconservadores y ultracatólicos que precisamente no son los más inclusivos y que más apertura hacia la diversidad demuestran. Todo lo contrario”.
Barquín censura que el TC aluda a la libertad de elección de la familias para financiar a estos centros porque “la libertad de elección no es un derecho absoluto”. “Hay cosas -dice- que podemos elegir, pero que están mal, no son morales, ni beneficiosas para la chavalería o para la sociedad. Es como la libertad de expresión, que no lo ampara todo”. Y es que desde su punto de vista, por encima del deseo de las familias “están los derechos de la chavalería”.
Fuente: https://www.deia.eus/2018/05/05/sociedad/euskadi/educacion-inclusiva-o-diferenciada