Entrevista/04 Octubre 2018/Autor: Daniel Sánchez Caballero/Fuente: El diario la Educación
No acuñaron el término, pero la Fundación Educo lo puso en la palestra en España: “Los niños llave” el pasado verano, cuando señalaron que en menos de dos años se han casi duplicado hasta los 580.000 que, calcula Clarisa Giamello, su directora de Educación y Acción Social, hay ahora. Esta psicóloga de formación, experta en políticas públicas de educación y relaciones institucionales, alerta en esta entrevista de las consecuencias de la soledad de estos “niños de la llave”, que reciben ese nombre porque van al colegio con la llave de su casa colgada del cuello ante la imposibilidad de sus familias de ir a recogerlos y pasar la tarde con ellos.
¿Quiénes o qué son los niños de la llave?
Es un término que ya existía en la literatura y nosotros hemos recogido. Viene de estos niños que van al colegio, cuando salen no hay nadie en casa para abrir la puerta y por tanto suelen llevar la llave de casa colgada al cuello. Son familias que por situaciones de trabajo y conciliación los niños tienen ese espacio de tiempo en el que están solos, más o menos largo. Partimos de un dato que encontramos en 2008, cuando empezó la crisis, que decía que había 350.000 niños en esta situación. Nos empezamos a preguntar qué había pasado. A través de una encuesta nos encontramos que en 2017 se habían quedado solos 580.000 niños en el verano. Hablamos de niños en edad de Primaria, de 6 a 12 años, que se quedan solos más de tres horas por las tardes.
¿Existe una edad a la que se ya no sea un problema que se queden solos?
No, tiene que ver mucho con las características de cada familia, niño, vivienda, etc., pero sí creemos que ese proceso de autonomía se tiene que dar en un proceso de crianza que uno lleva con cada hijo o hija y no debe estar forzado por una situación laboral o de precariedad. Son estas familias que no pueden elegir cuándo es este momento en el que pueden estar solos los niños, sino que por el trabajo que tienen no pueden elegir. Esto nos llevó al concepto de los trabajadores pobres, familias que teniendo una nómina son pobres, no llegan a fin de mes. Además de no poder apuntar a niños a actividades extraescolares tienen escasez de recursos materiales, familias monoparentales o emigradas que no tienen una red, un familiar que puedan ocuparse, con lo que los niños quedan solos, en entornos aislados. Probablemente no compartan actividades, muchas familias no acuden a los comedores escolares porque no pueden pagárselo. Son familias que como tienen ingresos quedan fuera del sistema de becas y ayudas, pero tampoco pueden afrontarlo. Esto significa no estar siguiendo el ritmo de la escuela, con todo lo que implica en hábitos deestudio, alimentación, amistad y de todo tipo.
¿Para entrar en el colectivo “niño llave” la familia tiene que ser pobre?
Este es un concepto en el que se suman cosas. Por tus capacidades o situación, tus padres pueden evaluar que puedes ir y venir solo o quedarte sin compañía. Pero es una decisión tomada en la familia. Pero vemos que cuando hay una presión de no poder decidir porque hay que estar en otro lugar ya no es una cuestión de cómo las familias se organizan. Hay que construir la autonomía de los niños y niñas, pero esto no es una decisión, sino que tiene que ver con la presión del mercado laboral o con recursos insuficientes o una falta de relaciones laborales. Entonces ya sí decimos que esta presión no está permitiendo un acompañamiento de la infancia y del proceso de autonomía. Hablamos de familias que no tienen acceso a actividades extraescolares o están restringidas. El estar solo, esa autonomía, es impuesto. También hay que tener un espacio de soledad, entretenerse y organizarse el tiempo son cuestiones que hay que aprender siendo niños, pero tiene que ser con posibilidades. Hay que asegurar la crianza para que esto sea un proceso acompañado.
¿Y los otros niños de la llave?
En este proceso nos encontramos con que hay un aumento de la precariedad en la vivienda. Los alquileres han aumentado y esto ha llevado a que muchas familias tengan que subalquilar una habitación para llegar a fin de mes o tener que irse a vivir en una habitación porque no pueden pagar un piso. En los últimos cinco años han aumentado los alquileres más del 40%. El espacio vital de las familias se reduce, se comparte. Y estos otros niños de la llave viven en una casa compartida, con el espacio reducido. Y el espacio que se suele perder es el dedicado al estudio, al juego, etc. con el perjuicio que eso tiene para los pequeños. Cuanta más gente haya en una vivienda más tensión y eso genera un estrés para todos, también para los niños, claro. La idea del estudio es llamar la atención sobre el problema de la pobreza y la precariedad en la infancia, que tiene muchas miradas que hay que combinar. Es un tema económico, pero también de vivienda, de precariedad del empleo, de oportunidades educativas. Estos días hemos visto las propuestas del Comisionado para la Pobreza Infantil -nos alegramos de que el tema empiece a estar en el centro de las políticas- de aumentar las ayudas, hay que complementarlo con una mirada sobre la vivienda y el empleo, especialmente para las familias monoparentales.
¿Qué consecuencias tiene esta soledad?
Tiene muchas implicaciones. Una es la pérdida de calidad en la alimentación: si un niño tiene que comer solo hará una comida más sencilla, quizá fría. No va a cocinar una verdura. Si su madre le ha dejado algo tiene que decidir si se come eso u otra cosa. Estar solo significa estar mucho tiempo con las pantallas sin supervisión de un adulto. Al tener las llaves de casa también puede pasar que estén en parques, con otros niños mayores, pueden entrar en contacto con alcohol o drogas. También están los deberes, no tienen nadie a quién comentar, preguntarle dudas. Y sobre todo se resiente el tema de la comunicación. No hay con quien compartir, escuchar, hablar, dialogar, etc. y los niños quieren estar con sus familias. Y luego vemos conductas en las que les puede costar seguir las reglas del grupo, tienen más irritabilidad.
Uno de los aspectos interesantes que comenta es que con el aumento de la pobreza hay familias con ingresos realmente bajos que sin embargo no pueden acceder a las ayudas porque hay muchas más familias con menos o ningún ingreso…
En la encuesta que hicimos de familias con empleo, pero por debajo de la línea de pobreza, solo el 20% recibía alguna ayuda, tipo beca de comedor, etc. Sabemos que con los recortes las prestaciones se han reducido, pero con la crisis han aumentado las necesidades y hay una franja de población en situación precaria que necesita ayuda y las políticas no llegan. Uno de los pedidos que hacemos desde Educo es sobre todo con el comedor escolar. Que se gestione y amplíe. El comedor debería ser parte de la escuela, estar integrado, porque es parte de la educación de los niños. Se les garantiza la alimentación, se relacionan, se comparten hábitos alimentarios, etc. Todos los niños deberían tener acceso a ese comedor. Si bien hemos notado que hay mayor dotación de becas, sigue habiendo una brecha.
¿Es partidaria de que los colegios abrieran más días durante el año y más horas durante el día para ejercer esta función social (sin entrar en quién debería ocuparse de cuidarlos)?
Hay que tener una mirada global sobre los espacios de las comunidades y los ayuntamientos. No solo hay escuelas. Hay bibliotecas, espacios deportivos, centros culturales, etc. Esto lo vemos en algunos lugares que se organizan con la escuela para ofrecer a su población alternativas para ocio, los fines de semana, las vacaciones de verano. Allí cobran un rol importante las entidades y los ayuntamientos.
Ha mencionado la falta de ayudas públicas. ¿Cómo está la situación?
En España tenemos una baja inversión en infancia en relación al resto de Europa. Pedimos que la ayuda de 290 euros al año por hijo suba a 1.200. También pedimos que el umbral para recibir esa prestación se eleve para que pueda alcanzar a más familias que están en situación de precariedad. Esta medida tiene un impacto sobre la población infantil. Creemos que hay que complementarlas con mirar cómo otras políticas están impactando en la infancia (vivienda, empleo). Por eso nos creemos que la figura del Alto Comisionado para la Pobreza Infantil, que es transversal, puede mejorar mucho la situación.
Le he leído decir que “la pobreza nos captura la mente”. ¿Qué significa?
Esto es interesante porque muchas veces pensamos, o vemos, actitudes respecto a familias en situación de pobreza, pero sin embargo tienen internet, por ejemplo. La gente piensa, “cómo es posible, no es la mejor decisión”. Cuando está en situación precaria y no sabe si pagar la luz o el alquiler el ancho de banda mental se va menguando y nos captura. No podemos tomar decisiones, estas preocupaciones lo que hacen es restarnos capacidad de decisión y no podemos ver toda la cuestión. “En algunos sitios es gratuito internet”. Sí, pero hay que tener la cabeza preparada. Entra mucha desesperación también. Para eso estamos las organizaciones que trabajamos con ellos, para ayudar también a las familias a ver. Hay mucha desesperación.
¿En un mundo ideal las asociaciones que os dedicáis a ofrecer ayuda a las familias tendríais que no existir porque eso debería estar cubierto?
O podríamos dedicarnos a otras cosas. Hay una función de las entidades en general necesaria en la sociedad, que es vigilar que las políticas se lleven a cabo, sean efectivas y lleguen. Esa función siempre estará. Tenemos un trabajo que en algún momento genera unas urgencias, pero también podemos hacer este seguimiento permanente. También trabajamos con otras entidades para ofrecer alternativas. En un mundo ideal nos dedicaríamos a otras cuestiones. Nosotros tenemos un programa de becas comedor con el que apoyamos a familias que tienen un ayuda, pero no el total, y nosotros complementamos.
¿Está invisibilizado este problema de la pobreza infantil?
Estamos logrando que sea cada vez más visible y que la sociedad sea cada vez más consciente. También son ciudadanos de nuestra sociedad y tenemos que estar por ellos. También está bien con los medios o lo que podamos genera las entidades públicas esta conciencia.
Esa era mi última pregunta. Le ‘abro el micrófono’ para que me diga lo que considere sobre estas cuestiones que no le haya preguntado.
Reafirmarme en que los niños y las niñas tienen sus derechos, tenemos que darles las oportunidades para que todos puedan ejercer ese derecho. El derecho a la educación no puede depender de que una familia pueda pagar o no, hay que poner los medios para que puedan ejercerlos.
Imagen y Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/04/el-derecho-a-la-educacion-no-puede-depender-de-que-una-familia-pueda-pagar-o-no/