Por: Amparo Rubiales
La importancia del ‘MeToo’está en que, por primera vez, también desde el feminismo se está dando una respuesta global a las agresiones padecidas por las mujeres.
SIMPLIFICARÉ diciendo que, según Wikipedia, «la globalización es un proceso histórico de integración mundial en los ámbitos político, económico, social, cultural y tecnológico, que ha convertido al mundo en un lugar cada vez más interconectado, en una aldea global». ¿Dónde están sus orígenes? Las respuestas son diversas. El profesor Antonio Martín-Cabello da cuatro: la aparición de las primeras civilizaciones humanas, el desarrollo de la modernidad europea durante el siglo XV, la consolidación de la revolución industrial en el siglo XIX y la reciente etapa de la expansión del capitalismo a escala mundial a finales del siglo XX. Martín-Cabello afirma que «la última respuesta es la más plausible, pues se encuentra más cerca de los datos empíricos disponibles». Lo más usual es considerar que la Globalización empieza al final de la II Guerra Mundial con «la integración de las economías locales en una economía de mercado mundial».
¿Qué es el patriarcado? Es, también según Wikipedia, «una forma de organización social en la que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia. En los estudios feministas y varios estudios sociológicos, históricos, políticos y psicológicos, el termino patriarcado es utilizado para describir una situación de distribución desigual del poder entre hombres y mujeres». Y aunque hay opiniones mejor elaboradas, -«el patriarcado como sistema de opresión de género»-, concluiré aseverando que existe desde que el mundo es mundo, porque las mujeres, encargadas de reproducir la especie, no han tenido nunca poder propio para hacer frente al poder dominante masculino.
Del sistema patriarcal se habla menos que de las consecuencias del mismo: machismos, violencia de género, acosos, abusos, violaciones, discriminaciones y un largo etcétera, y no se argumenta que para ponerles fin hay que acabar con el patriarcado. Después de tres siglos de luchas, estamos iniciando la cuarta ola del feminismo que esperemos sea la definitiva. «Nuestras relaciones personales no pueden seguir atravesadas por relaciones de poder», por eso es muy importante comprender que «lo personal es político». Como Kate Millet escribió «el patriarcado con sus papeles y posiciones sociales, no es consecuencia de la esencia humana, sino que su existencia es histórica y cultural, sin que exista disparidad intelectual ni emocional entre los sexos».
La sociedad patriarcal es falocrática en esencia; la sexualidad masculina es dominante y el símbolo del poder masculino es, precisamente, el falo. En torno a él se ha organizado el mundo. El libro en el que mejor se explica es el de Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual. El Mito de la libre elección.
Y así vivimos, en un mundo que gira sobre la sexualidad masculina. De la sexualidad femenina poco se ha escrito. Towanda Rebels (Zua y Teresa), dos jóvenes profesionales que comienzan a trabajar con vídeos en YouTube para «hacer llegar la revolución feminista en todas partes», que, en apenas dos meses, se han hecho virales, escriben en su libro, Hola Guerreras, -un compendio de dos «jóvenes feministas que han perdido el miedo a llamar a las cosas por su nombre» (Julia Otero)- también sobre el «poder clitoriano». «Porque sé que estamos hechas de historias escritas por otros; que andamos por la vida con las ropas que alguien diseñó para encarcelarnos en ellas y en las frases hechas y en los colores a los que nos condenaron. Y cansadas. Muy cansadas. De cuidar, consolar; criar, crear; ser compradas, vendidas, perdonar; olvidar; quedarnos a solas, tener dueño, quedarnos vacías, ser invisibles».
Y seguimos debatiendo si la prostitución, el «oficio» más antiguo del mundo, que existe sólo para los hombres, debemos regularlo o abolirlo, olvidando, entre otras cosas, que si hay trata de mujeres -una forma cruel de esclavitud- es porque, primero, ha habido prostitución. Las abolicionistas no estamos en contra de las prostitutas, sino de los puteros y los proxenetas. Y la pornografía, «una parte fundamental de la industria del sexo y mecanismo principal de socialización masculina, que difunde brutales mensajes de violencia contra las mujeres» (Rosa Cobo). Y ahora andan con los «vientres de alquiler» porque ellos han decidido que tienen «derecho» a ser padres y, por tanto, nosotras la «obligación» de satisfacer su derecho.
El patriarcado es global y hay que hacerle frente de una manera global. La importancia del MeToo está en que, por primera vez, también desde el movimiento feminista se está dando una respuesta global a las agresiones sexuales padecidas por las mujeres. Esta es la esperanza.
Fuente: https://www.malagahoy.es/opinion/tribuna/patriarcado-global_0_1294370589.html