Por: Julian de Zubiría Samper
El pedagogo Julián De Zubiría analiza la propuesta educativa del Plan de Desarrollo del gobierno de Iván Duque. Su conclusión es que, salvo en educación inicial, el plan carece de diagnósticos, ideas y estrategias para enfrentar el grave problema de la baja calidad de la educación.
El Plan de Desarrollo expresa, libre de todo adorno, la política pública. Allí vemos los diagnósticos, las prioridades y las metas propuestas por el gobierno para los próximos cuatro años. Allí conocemos los recursos que serán invertidos en cada uno de los sectores. El Plan es ley de la república y lo que no esté escrito, prácticamente no existirá durante el cuatrienio. De allí su enorme importancia para comprender para dónde va el gobierno, a qué le asigna importancia y qué le preocupa poco.
Lo primero que hay que decir es que, en educación, este plan dejó por completo de lado el Plan Decenal 2017-2026, que había sido formulado tan solo un año antes. Después de consultar a más de un millón de colombianos y de que por espacio de un año trabajó una Comisión Académica en la que estaban presentes algunos de los más destacados educadores y pedagogos; luego de un intenso trabajo por parte de diversas instituciones gubernamentales organizadas en la Comisión Gestora, se lanzó públicamente el Plan Decenal.
El plan definió los diez desafíos que tendrá que afrontar la nación en los próximos diez años en el derecho a la educación y en las estrategias que nos deberían llevar a mejorar la precaria calidad educativa de la que disponemos hasta el momento. Este gobierno acaba de botar a la caneca todo ese trabajo y desaprovechó la oportunidad para construir política de Estado en educación. La implicación es que tendremos que volver a iniciar estudios, reflexiones y diagnósticos ¡En materia de calidad de la educación, volvemos a empezar de cero!
El Plan de Desarrollo en educación es muy pobre en diagnósticos y corto en metas, ideas y propuestas. Lo que mejor sale librado es la educación inicial. Sin duda, elabora una pertinente estrategia para atender de manera integral a los menores de seis años. En esto acierta, ya que es evidente que sin mejorar el derecho y la calidad de la educación inicial es poco lo que podremos hacer por la equidad.
Tal como vamos actualmente, ya en primer grado existe una acentuada inequidad entre el desarrollo alcanzado por niños pertenecientes a familias de estratos altos y bajos. Pese a que la Ley General de Educación estableció en 1994, tres años de atención obligatoria a los menores, hoy tan solo el 55% de los niños y niñas del país están matriculados en transición. El Estado, una y otra vez, ha violado lo establecido en la Ley. En consecuencia, hay que aplaudir el énfasis en la cobertura integral de la educación inicial. Aun así, la meta del Plan es llegar al 68% para transición, la cual sigue siendo relativamente baja.
También es cierto que, gracias a las gigantescas movilizaciones de los estudiantes universitarios, los recursos para la educación superior crecerán en este y los próximos tres años y que esta situación logrará revertir parcialmente la aguda tendencia hacia la desfinanciación de la educación superior que vivimos durante las dos últimas décadas. Algo que también hay que reconocer.
Sin embargo, es poco lo que podemos resaltar del Plan en materia pedagógica, ya que, es muy pobre su análisis sobre los factores asociados a la calidad educativa. Más grave todavía, no ameritan una sola palabra en el extenso documento los temas del currículo, del modelo pedagógico, de la necesaria reestructuración por ciclos del desarrollo, de la cohesión de la comunidad educativa o del inaplazable relanzamiento de los Proyectos Educativos Institucionales (PEI). Paradójicamente es un Plan de Desarrollo educativo, pero con muy pocas ideas pedagógicas, pensado para seguir haciendo “más de lo mismo” y de la misma manera.
En el tema de docentes es muy poco lo que avanza el Plan. También aquí deja de lado el estudio más completo que al respecto se ha presentado en Colombia y el cual es conocido como el Informe Compartir Tras la excelencia docente (2014). Por tanto, también se abandonan sus interesantes recomendaciones de política pública. En el Plan no se retoman sus diversas propuestas sobre los criterios y estímulos necesarios a tener en cuenta para cualificar la selección de mejores docentes, ni su original propuesta sobre los sistemas tutoriales de acompañamiento o la concerniente a la necesaria transformación del sistema que hoy en día estamos utilizando para evaluar a nuestros docentes: un sistema basado en videos que nadie ve, ni entiende, ni sabe cómo evaluar, ni para qué sirven. Absurdamente hoy en día los seguimos usando. Ni una palabra se dice sobre todo ello.
Aún más preocupante, casi nada se dice sobre los grandes ajustes que hay que hacerle al actual sistema de formación de docentes, aunque todos sabemos que, entre los profesionales que se gradúan de las universidades, los futuros docentes siguen obteniendo los peores balances en las pruebas SABER PRO en lectura crítica y razonamiento numérico. Como dicen coloquialmente, la “platica” del Informe Compartir se perdió, porque ni el gobierno de Juan Manuel Santos ni el de Iván Duque asumieron de manera responsable sus interesantes recomendaciones en política pública. Incluso, varios de los aspectos señalados en el Plan, son abiertamente contradictorios con los formulado en el Informe.
El tema del currículo es todavía más grave, ya que ni si quiera aparece mencionado en el Plan de Desarrollo. Éste es uno de los factores más importantes para explicar la bajísima calidad educativa del país y aunque en el Plan se mencionan reiteradamente los altos niveles de deserción en todos los niveles del sistema, en ningún momento se interpreta el problema. Sin esto, es imposible resolverlo.
El Plan menciona que de cada cien estudiantes que se matriculan en el primer grado, tan solo 44 logran graduarse del colegio, pero no aborda la pregunta central: ¿por qué sucede esto? ¿por qué el sistema no logra retenerlos? Una de las variables esenciales a tener en cuenta y que se señala en múltiples investigaciones, es la de la impertinencia de los temas abordados en la escuela. Con frecuencia los jóvenes interpelan: ¿para qué ir a la escuela si en ella no les enseñan lo que necesitan en la vida y si lo que necesitan en la vida no se los enseñan en la escuela?
Sigue el país abordando un currículo impertinente y descontextualizado, que enfatiza en aspectos fragmentarios, informativos disciplinares, pero el nuevo plan de Desarrollo no dice una sola palabra sobre estos temas. Ese es el costo de dejar de lado la historia y los diagnósticos previos. Al respecto el tercer desafío que estableció el Plan Decenal 2016-2027, fue definido de manera muy clara y precisa: “Establecer para el país lineamientos curriculares generales, pertinentes y flexibles”.
Generales para superar el paradigma de la transmisión de la información; flexibles para respetar la autonomía que exige la Ley General y la necesaria contextualización que demanda un buen trabajo educativo; y pertinentes para superar el modelo pedagógico tradicional que sigue siendo ampliamente dominante en el país. Me temo que avanzaremos muy poco en la reflexión e implementación de un currículo que enfatice las competencias esenciales para pensar, comunicarse y convivir. Seguiremos viendo cómo se torna cada vez más difícil enfrentar el problema de la calidad de la educación, porque no tenemos un gobierno interesado en ello, que aprehenda de la historia y que tome las medidas que se requieren para enfrentar el viejo problema de la calidad de la educación.
En campaña fue evidente que el candidato Duque tenía el programa menos elaborado en educación porque carecía de diagnósticos, de interpretación, de análisis y de propuestas para afrontar el tema de la calidad de la educación. Era claro que este tema le interesaba poco. Hoy hay que ratificarlo: al gobierno Duque le interesa poco la educación y por ello ha presentado un Plan de desarrollo que desconoce la historia, los diagnósticos previos y las múltiples propuestas que han hecho investigadores, pedagogos y gobiernos anteriores.
Una última palabra: en todo el documento no aparece una sola vez mencionada la palabra paz. La pregunta que tenemos que hacernos es si es posible una buena educación que no ayude a consolidar la paz en el país.
La nación no lo sabe, pero en Colombia hemos construido un sistema educativo que agrava las inequidades sociales; un sistema que, con el paso del tiempo, ha aumentado las desventajas que tienen los sectores más pobres y olvidados del país; un sistema en el que muy pocos estudiantes pertenecientes a colegios de estratos altos, alcanzan cada vez resultados más altos y más distantes de los que alcanza la mayoría de la población.
El problema grave es que, si no mejoramos la calidad de la educación y si no formamos a los niños y los jóvenes para la reconciliación y la paz, será totalmente imposible disminuir las acentuadas inequidades que tenemos los colombianos. Me temo que seguiremos teniendo una educación pública de muy baja calidad. Esto es inevitable cuando el gobierno no aborda las variables clave asociadas a la calidad: el currículo y la formación de docentes. Tampoco dice una palabra sobre las innovaciones pedagógicas o la necesaria reestructuración por ciclos del desarrollo, para fortalecer el trabajo en equipo y disminuir la fragmentación, propias de la escuela tradicional. Ojalá en los planes municipales y departamentales sí se aborden estos cruciales temas que fueron dejados de lado en el Plan de Desarrollo Nacional.
Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/la-calidad-de-la-educacion-gran-ausente-en-el-plan-de-desarrollo-por-julian-de-zubiria-samper/607078