El grupo de 23 niños y dos niñas liberados el pasado 3 de octubre en Nigeria. REUTERS/KOLAWOLE
Desde 2015 se han liberado 10.000 niños y niñas de grupos armados en todo el mundo, según el informe El fin del uso de niños reclutados en conflictos armados, de Unicef. La última operación de rescate ha sido la de 23 niños y dos niñas en Nigeria que permanecían bajo custodia administrativa por su supuesta vinculación con grupos armados y la organización terrorista Boko Haram. Con estos últimos 25 casos, ya son 44 los menores liberados en el país africano en lo que va de 2019.
«Necesitan pasar de la vida militar a la vida civil de nuevo. Muchas veces al ser liberados llegan a los centros de tránsito sin saber quiénes son”, explica Lorena Cobas, responsable de emergencias de Unicef España. “Si ni siquiera los adultos están preparados para una guerra, las consecuencias psicológicas para un niño son terribles”, asegura María José Pinzón, experta y defensora de los derechos humanos y de la infancia. “Cuando su propia casa o su escuela pueden ser atacadas sin reparos; cuando los refugios tradicionales se convierten en objetivos, ¿cómo pueden los menores de edad escapar de la brutalidad de la guerra?”, explica Virginia Gamba, representante Especial del Secretario General para la Cuestión de los Niños y los Conflictos Armados de la ONU. “Este panorama demuestra el flagrante desprecio de las partes en conflicto por el derecho internacional, lo que hace que los civiles, especialmente los más pequeños, sean cada vez más vulnerables a la violencia y el abuso y a ser utilizados”.
Las niñas, doble víctimas de la guerra
Al igual que los niños, las niñas soldado tienen oficios y tareas que no necesariamente son la de empuñar un fusil: son porteadoras, cocineras y en la mayoría de los casos, se las aísla del resto y se las convierten en esclavas sexuales, o incluso se las casa forzosamente con los miembros del grupo armado o la milicia en la que han sido reclutadas. En Sierra Leona un 60% de las niñas soldado se convirtieron en bush wives —esposas de la selva—, fenómeno que también se ha documentado en Liberia o Angola, según explica la organización Save The Children. Las niñas que han sido esclavizadas sexualmente y han sido madres, también viven la estigmatización social de que sus hijos cuenten con un progenitor del ejército o del grupo armado enemigo, lo que las convierte en “las dobles víctimas del conflicto”, según la experta Cobas, al ser antiguas niñas soldados y madres de un hijo ya marcado desde su nacimiento.
Vuelta a la vida civil y el rechazo de la comunidad
El primer paso, una vez liberados del grupo armado o militar, es pasar por un centro de tránsito, donde se les suministra los elementos básicos de higiene y medicamentos, y se les somete a un estudio físico y psicológico. En el caso de las niñas, este suele ser más pormenorizado por haber estado en un mayor riesgo de sufrir violencia sexual durante su cautiverio. «El periodo que permanezcan aquí, cuanto más corto sea, mejor. Lo siguiente será volver con su familia», explica Cobas. El gran problema de los programas de reinserción de los reclutados es que no está claro el papel que debe adoptar la sociedad en su conjunto, poco preparada para acoger adecuadamente a estos niños en su comunidad, asegura Pinzón. “Los niños soldado son considerados asesinos, y socialmente van estar estigmatizados siempre. Nadie quiere que sus hijos vayan al colegio con un exguerrillero”, explica Pinzón.
Importante después para que el menor recupere su infancia es buscar y encontrar a su familia biológica. Pero la tarea resulta muchas veces difícil. A veces están lejos o han muerto a causa del mismo conflicto que llevó al menor a la guerrilla o el Ejercito. En casos muy extremos, el primer acto en un escenario de guerra es el de matar a los padres, lo que ayuda a manipular al hijo o hija y conseguir, así, que el repudio de su familia y su comunidad perdure. “El odio forma parte del conflicto”, dice Cobas.
En el caso de que la familia no desee su regreso, el plan B son las familias de acogida, dispuestas a dar cobijo a estos niños en el periodo de transición, que suele durar entre 2 y 3 años. «Luego toca volver a la escuela lo antes posible o a una formación profesional», explica Cobas. Los programas de reinserción de los niños y niñas reclutados forzosamente ofertan distintas opciones, desde carpintería, fontanería, electricidad en función de la demanda de cada región. Una de las formaciones profesionales preferidas de muchos de estos niños y niñas en República Centroafricana es el curso de Mecánica. «Se les enseñan a conducir, y para muchos niños y niñas conducir es símbolo de poder y quieren sentir ese poder. Es importante verles cómo eligen su propio camino”. Su propio camino, como el que llevó a François a la escuela, de nuevo.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/10/07/planeta_futuro/1570463862_316980.html