Por: Carlos Ornelas.
Una de las cosas bellas que nos pasan a quienes nos dedicamos a la academia es el potencial que existe para compartir. En primer lugar, y más importante, con nuestros estudiantes; para la mayoría de nosotros, los alumnos son parte vital de nuestra existencia. Una especie de familia que convive, aunque por corto plazo, después, algunos lazos se rompen, otros perduran.
En segundo lugar, entre nosotros compartimos ideas, afanes, simpatías y también fobias. Tendemos a agruparnos en asociaciones profesionales o en grupos informales, tribus, dijo Tony Bleecher.
Para quienes nos dedicamos al campo de la educación comparada e internacional el universo es infinito, vamos de lo local a lo global o viceversa. Escogemos países o sistemas disímbolos para su estudio y, dentro de ellos, una infinidad de temas o problemas que demandan soluciones.
La colaboración se nutre de pensamientos individuales que, al compartirse con otros colegas, fructifican en aportaciones de diversa índole y se manifiestan en un sinnúmero de productos, publicaciones en primer lugar, algunas llegan a las aulas y nutren el intelecto de los educandos.
Cuando compartimos afanes vamos más allá de la profesión. Es un asunto subjetivo. Nos asociamos no nada más por interés intelectual, para originar conocimiento, sino también para distribuir saludos, abrazar a colegas que sólo vemos en congresos de vez en cuando y para satisfacer al ego que gobierna muchas de nuestras acciones.
El rasgo tribal de los académicos se revela en afinidades, ya intelectuales, ya anímicas con camaradas y aversiones con quienes no simpatizamos, ya por sus ideas, ya por su personalidad. Sin embargo, nos coligamos y formamos cofradías. Soy integrante de algunas, como la Comparative and International Education Society (CIES), desde 1982, el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (casi desde su fundación) y la Sociedad Mexicana de Educación Comparada, desde su nacimiento; es más, fui uno de sus promotores.
El jueves y el viernes de la semana que terminó, se llevó a cabo una conferencia patrocinada por la Región del Medio Oeste de la CIES y la Somec, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. El programa fue diverso e intenso. El tema paraguas fue Innovación e inclusión en educación: estrategias para la implementación.
No puedo reseñar los sucesos porque, a pesar de formar parte del comité organizador, no estuve presente. Hago una estadía de investigación en la Universidad de Nagoya, en Japón, con el fin de nutrir mi proyecto. Mi colega, Fernanda Pineda, también integrante del comité, tampoco pudo asistir porque espera a su segundo crío antes de un mes. No obstante, Karen Monkman y Zaira Navarrete convocaron a otros colegas y formaron un equipo formidable.
En esa conferencia, puedo asegurar, se pusieron en juego los atributos del trabajo académico y mis colegas compartieron conocimiento, anhelos y ambiciones. Pronto sabremos de sus resultados.
Fuente del artículo: https://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/otra-de-educacion-comparada/1344263