Internacional de la educación
Ser elegido secretario general de la IE es un gran honor. Es todo un reto estar a la altura de la confianza que me han brindado los representantes de los trabajadores y trabajadoras de la educación de todas las regiones del mundo. También es alentador incorporarse a este pequeño equipo de dirigentes talentosos y talentosas elegidos el primer día de nuestro Congreso.
Nos reunimos un año después de celebrar el primer cuarto de siglo de la creación de la IE. Aquella fusión originó estructuras mundiales fuertes cimentadas en una base sólida de valores. Esta es la valiosa herencia que compartimos y que hemos de desplegar para hacer frente a los retos del sindicalismo, la profesión docente y la educación en el curso de los próximos años.
Sin embargo, este período también ha experimentado profundos cambios en las actitudes de los dirigentes políticos hacia el bien común, el papel central del gobierno y de la gobernanza, así como el valor del sector público y sus valores. Nuestra época está marcada por una creciente marea de nativismo, desigualdad de ingresos, conflictos políticos, degradación medioambiental y la consolidación del poder y la influencia de un sector corporativo sin límites. La voz colectiva y organizada de los/las docentes y del personal educativo ha sido testigo del daño que esta corriente ha causado a sus estudiantes, compañeros y comunidades, y ha aceptado el llamado a liderar, a resistir y a movilizarse.
Nos resistimos a la creciente individualización e incluso a la atomización de la sociedad y a su impacto en nuestras aulas.
Nos resistimos a la presión de entornos que, en nombre de la eficiencia, cada vez son más deshumanizados y cada vez son más mecánicos.
Nos resistimos a la dataficación, a la militarización y a la comercialización de nuestra información, así como a la flexibilización, la desregulación y la precariedad de nuestro trabajo.
No obstante, lo más importante es que también nos resistimos a la idea de que una mayor desigualdad y menos derechos sean consecuencia ineludible de la cuarta revolución industrial e inevitables para el futuro del trabajo.
En el informe de situación dirigido al 8º Congreso Mundial, expondré los avances que estamos logrando a pesar de las dificultades y los obstáculos. Mostraré a los 1500 delegados/as y observadores/as de todo el mundo un espejo del compromiso que constato en ellos y en sus organizaciones. Repetiré lo que he escuchado en tantos ámbitos sobre la necesidad imperiosa de los dirigentes de formular un nuevo lenguaje y trazar una nueva vía en medio de las crecientes y turbulentas aguas de la complejidad, la inseguridad y el aislamiento.
Si tan solo existiera un grupo de personas que defendieran la dignidad y la acción colectiva a medida que las redes de desinformación se desarrollan en las esferas políticas con el fin de “comercializar” tanto a los candidatos como a los problemas de la manera más simplista posible. Si tan solo ese grupo pudiera educar, informar y activar a los ciudadanos y ciudadanas que tienen la visión de percibir la manipulación que contribuye y amplifica la distorsión del debate público y tuviera la valentía de resistir a un sistema que genera odio e intolerancia.
“Si tan solo” se ha convertido en un instrumento retórico efectivo para que las personas se den cuenta de su poder y de sus posibilidades colectivas. Si tan solo tuviéramos una función respetada en nuestras comunidades y se nos confiara la educación de las generaciones futuras. Si tan solo fuésemos parte de un movimiento mundial, regional y nacional organizado centrado en el respeto de los seres humanos, los niños y los adultos y en la necesidad de dignidad y democracia.
Los seres humanos son, por naturaleza, entes sociales. No se desarrollan plenamente en un “espléndido aislamiento”. Por el contrario, se estimulan, desarrollan y educan a través de la interacción y de las relaciones con los demás.
Las personas anhelan la comunidad. El sentido de comunidad puede darse mediante una identidad común en torno a valores compartidos. O bien, la identidad puede utilizarse como arma para excluir y dividir. Es por eso que las escuelas y los planes de estudio se han convertido en el objetivo de tantas campañas negativas y destructivas de los nacionalistas autoritarios y populistas.
Sin embargo, las soluciones no provendrán, ni a corto ni a largo plazo, de esas esferas. Los destellos luminosos que ofrecen ciega a las personas con el miedo y el odio. Si tan solo existiera un colectivo de personas que actuaran y educaran en pos de una luz más perenne de valores y procesos democráticos que iluminen, con esperanza, un camino hacia un futuro mejor y más justo.
Ni los educadores ni los sindicalistas pueden cambiar solos el mundo. Sin embargo, nunca debemos subestimar nuestra contribución e impacto. Estamos presentes en cada comunidad. Aún contamos con un gran respeto. Y todos los días trabajamos con el futuro: la juventud.
Los presentes aquí, en Bangkok, me escucharán hacer una llamada a la acción que se pregunta qué pasaría “si tan solo” reconociéramos nuestro poder colectivo, nuestra visión y liderazgo. Como posdata a esta llamada, comprender lo contrario es igualmente esencial.
Solo si asumimos el liderazgo en nuestra profesión, tendremos la capacidad de velar por que la educación esté centrada en el ser humano y que nuestras aulas sean lugares de reflexión, de análisis y de diversidad.
Solo si tomamos la iniciativa de buscar una financiación equitativa, predecible y sostenible a largo plazo de la educación pública, podremos proporcionar a nuestros estudiantes, incluso a los más desfavorecidos, recursos y servicios adecuados, así como entornos de trabajo favorables para nuestros compañeros, una combinación que fomenta comunidades escolares sanas.
Solo si construimos alianzas dentro y más allá de nuestras comunidades desarrollaremos la confianza y la fuerza necesarias para iluminar la vía hacia un futuro mejor y más sostenible.
Solo si llevamos con nosotros las resoluciones que hemos tomado esta semana cuando salgamos de Bangkok y regresemos a nuestros hogares, a nuestras escuelas y a nuestros sindicatos, nuestro programa común echará raíces y adquirirá forma y sustancia.
En tanto que Secretario General de la Internacional de la Educación recién elegido, mi visión alberga la esperanza, ya que la solidaridad es la piedra angular de nuestra organización. Sé que somos más que la suma de nuestras partes. Estamos aquí reunidos para reafirmar nuestros principios y trazar un rumbo fijo y común para una época fuera de lo común.
No puedo imaginar preferir estar en ningún otro lugar.