Cuando yo estudié, la división educativa para los niños era párvulos, primaria y secundaria. La primera palabra de este listado significa ‘pequeño’, ‘inocente, cándido y sin malicia’. Por eso se le daba la verdadera importancia, al usar un término tan humano, pero ahora su sustituto ‘primaria’ de alguna forma no incluye la emotividad tan necesaria en el noble trabajo de las maestras encargadas de ese básico y fundamental nivel educativo. Una causa, a mi juicio, es la actual existencia de ‘trabajadores de la educación’, porque lleva implícita además la idea de considerar a la tarea de los educadores sólo como un ‘trabajo’ y no como una vocación. Debido a esa necesaria cualidad, casi todos los adultos recuerdan con cariño a su maestra parvularia.
La actual pandemia ha sido una aún más grande tragedia para el futuro de quienes en esa etapa primera de su vida escolar no podrán recibir esas clases convertidas en juegos para preparar a la mente, a la psicomotricidad, a comenzar a alistarse inconscientemente, debido a su inocencia, para permitir a su cerebro recibir y absorber mejor los conocimientos iniciales. Las autoridades educativas guatemaltecas desde hace muchos años no pueden o no quieren entender la importancia de contar frijolitos, por dar un ejemplo simple. Se suman muchos padres de familia y maestros. Las escuelas parvularias no han aumentado con el incremento poblacional, y a las maestras ingratamente no se les acredita por trabajar en este valioso momento de la vida del educando.
Según los números oficiales del ministerio respectivo, publicados ayer por Prensa Libre, los párvulos son casi medio millón en las escuelas públicas y casi 600,000 al sumarles los de colegios privados, pero como se ignora cuántos niños entre cinco y siete años hay, tampoco se puede saber con seguridad su número verdadero y sólo se conoce la deserción escolar a causa de la mala situación económica de los padres, factor presente en los nacionales y los privados, a lo cual se une la necesidad del uso de computadoras para la educación a distancia, dicho sea de paso un requisito convertido en factor de complicación al trabajo con niños de tan corta edad, y un aumento real en los padres de familia, agitador sobre todo si hay otros hijos de diversas edades.
En números simples, cuatro de cada diez niños abandonaron las escuelas parvularias. No se puede dejar de señalar el efecto nefasto en todo el magisterio por la dirigencia sindical de alguien como Joviel Acevedo, cuya principal motivación es obtener beneficios gracias a las sucias alianzas, tácitas o financiadas, con los politiqueros de siempre, ahora convertidos en símbolos del atraso nacional. Es imposible lograr el avance donde los ciudadanos han sido educados por un magisterio del sector público muy ajeno al existente durante la ya olvidada revolución de octubre de 1944. Es necesario mencionar esta fecha, hace sólo 86 años, para permitir a los guatemaltecos de hoy comprender cómo actuaron sus abuelos, bisabuelos e incluso tatarabuelos.
En mi familia puedo contar más de una docena de maestras de primaria, pero el tema del magisterio parvulario me llega profundo. Mi madre, una querida amiga cercana a ella, así como las maestras del claustro de la escuelita, mi hermana, mi cuñada-hermana, así como sus compañeras en el claustro son parte del imaginario de los más lejanos y más cercanos. Ahora lo hace una muy querida sobrina, en condiciones distintas a causa del coronavirus. Para mí, un aula de párvulos es un lugar de niños inocentes, sonrientes, dibujando con crayones, aprendiendo a recortar, cantando canciones sencillas. Por eso cuando me entero de la trágica y obligada deserción de estos parvulitos por la negra realidad actual, me lleno de dolor, tristeza y rabia.
Fuente: https://noticiasporelmundo.com/centro-america/el-gran-problema-por-no-ir-a-parvulos-noticias-guatemala/