España continúa aumentando las restricciones para combatir una tercera ola de COVID-19 que sigue desbocada, lo que pasa por reducir cada vez más el cerco de las relaciones sociales, que son el caldo de cultivo de la transmisión del virus. Una de las últimas comunidades en endurecer sus medidas ha sido Galicia, que prohíbe desde este miércoles las reuniones entre no convivientes y cierra completamente la hostelería, unas limitaciones que harán especial mella en la vida social de quienes viven solos.
Con estos últimos, en cambio, las normas son algo más flexibles en regiones como Madrid, Murcia, Navarra o Comunidad Valenciana. Allí los encuentros en lugares privados también deben reducirse al núcleo de convivencia, pero existen excepciones para las personas que viven solas y para las que tengan pareja y no residan en el mismo domicilio.
De las conversaciones con ciudadanos de esas comunidades que tienen limitaciones sociales similares se desprende que, si bien la «fatiga pandémica» está muy extendida en todos los territorios, el agotamiento es aún mayor en el caso de quienes apenas encuentran ya «vías de escape» y se ven obligados a pasar la mayor parte del tiempo solos y en casa, porque las opciones que ofrece la calle son mínimas.
Parejas de Galicia que no podrán verse
En el caso de Galicia, las nuevas medidas para frenar la expansión de contagios son especialmente duras. Los gallegos no podrán reunirse en domicilios con personas ajenas a su núcleo de convivencia pero tampoco podrán hacerlo en bares o restaurantes porque, desde este miércoles, la hostelería estará completamente cerrada. Del mismo modo, no podrán salir a pasear en compañía de un amigo ni hacer ejercicio físico en centros deportivos, y su movilidad deberá limitarse al propio municipio.
“A los que vivimos solos nos afecta y mucho. Es como un confinamiento solo que puedes ir al supermercado a la hora que quieras (…) Estoy un poco de bajón, la verdad”, dice Andrea, una lucense que vive en Santiago de Compostela (A Coruña) en compañía de una perra y una gata.
La escasa vida social que ella tenía desde noviembre, asegura, “se ha ido al traste” con estas nuevas medidas y, aunque es plenamente consciente de la situación epidemiológica, no puede evitar que el nuevo régimen de “semi-aislamiento” le afecte. Sobre todo, teniendo en cuenta que, según lo establecido, tampoco podrá encontrarse con su novio porque no son convivientes.
“Hemos hablado incluso de empadronarnos en una misma vivienda“
“Hemos hablado incluso de empadronarnos en una misma vivienda para que conste sobre el papel que vivimos juntos”, dice Andrea, que admite que a su alrededor ve “casos positivos por todas partes”.
Sin paseos con amigos y sin actividad deportiva en grupo
Las nuevas medidas se aplicarán durante tres semanas y terminarán, previsiblemente, la medianoche del 16 al 17 de febrero. Sin embargo, muchos ya dudan de que estas restricciones puedan aligerarse en esa fecha.
“Yo creo que hasta el verano por lo menos vamos a estar así. Lo llevo bastante mal porque el único sitio donde socializaba, que hasta ahora era el gimnasio, me lo cierran. También salía a veces a pasear con una amiga que también vive sola y que no tiene a nadie aquí, y ahora no podremos porque también lo han prohibido. Si vamos juntos por la calle, aunque vayamos con mascarilla, si nos para la policía, no valen las excusas”, explica José, que vive en Vigo, una ciudad cerrada perimetralmente desde noviembre.
Aunque él estaba acostumbrado a pasar la mayor parte del día solo porque trabaja desde casa, admite que este nivel de contención afecta mucho a quienes, como él, son «sociables» y necesitan interactuar con otras personas para mantenerse bien anímicamente.
“Yo creo que, por muy responsables que seamos, alguna vez tendremos un desliz, aunque sea muy controlado. Yo estoy conociendo a un chico que me visita una vez por semana y algo inventaremos para vernos. Es que necesitas tener contacto con algún ser vivo porque si no te vuelves loco. Y no me vale una planta”, bromea José, quien ya ha tenido, dice, “demasiado mundo interior” en estos diez meses de pandemia.
«Ir al supermercado es casi lo único que puedo hacer»
A Emilia, que vive en Baiona, una pequeña localidad de la provincia de Pontevedra, también le están afectando la ausencia casi total de vida social. Ella, de 68 años, está habituada a vivir sola, pero al menos recibía frecuentemente la visita de su hija, que no sabe si trasladarse a vivir durante las próximas semanas al mismo domicilio para no tener que distanciarse completamente.
“Ir al supermercado es casi lo único que puedo hacer. Llevamos encerrados en Baiona tres meses y es un aburrimiento… No se puede ir a ningún lado. Quiero ir a poner unas flores al cementerio (ubicado en otra localidad) y ni eso puedo. Salgo a dar un paseo y no te encuentras con nadie, y si te encuentras, casi ni te dicen los buenos días. Es todo muy triste. Después de tanto tiempo vamos a acabar desquiciados”, lamenta la mujer.
Ella está convencida de que esta situación “va para largo” y no se muestra muy optimista, aunque espera que este nuevo esfuerzo que tendrá que hacer la ciudadanía dé resultado: “Lo importante es que todo esto sirva para algo porque está muriendo mucha ‘gentiña’ y es una pena”.
El «comodín» de algunas comunidades para las parejas
Mientras tanto, en Madrid, quienes viven solos experimentan situaciones diferentes porque, si bien las reuniones de personas que no sean convivientes están prohibidas en los domicilios, los encuentros en bares y restaurantes siguen siendo posibles. Además, el Gobierno regional ha fijado una excepción que les repercute de forma positiva: se permiten reuniones en viviendas en el caso de personas que vivan solas o mantengan un vínculo de pareja.
Ese “comodín” es el que ha impedido que Óscar, que vive en Colmenar Viejo, y su pareja, residente en Getafe, tengan que separarse.
“Nos ha venido muy bien, y más en los tiempos que corren porque hay muchas cosas que no puedes hacer y se agradece la compañía. Lo único que piden es que sea una única persona y que la persona que acoge viva sola. Es algo parecido a lo que han hecho en otros países, lo que llaman ‘compañeros de mimos’”, comenta Óscar.
Se refiere a una figura que se perfiló en Bélgica como excepción a las normas para restringir el contacto físico y cuyo nombre original, “knuffelcontact”, se puede traducir así, como “compañero de mimos”. El objetivo es ayudar a los ciudadanos a sobrellevar una etapa de restricciones duras en beneficio de la salud mental.
En Países Bajos apostaron por el “seksbuddy”, que podría interpretarse como “compañero sexual” y cuya finalidad era lograr que la población soltera tuviera relaciones sexuales con una única persona.
“Después de todos estos meses, las relaciones sociales están al mínimo no, al cero“
También en Murcia, Navarra, Mallorca e Ibiza, donde las reuniones están limitadas al núcleo de convivencia, existe una mínima excepción que beneficia a quienes mantienen una relación con alguien con el que no conviven. Esa es la razón por la que a Mónica, que vive sola en Palma y en domicilio distinto al de su pareja, las nuevas medidas no le han cambiado «tanto» la vida.
«Después de todos estos meses, las relaciones sociales están al mínimo no, al cero. Ya nos han venido entrenando (…) En este caso, suupongo que sabían que si prohibían que las parejas se vieran, no lo iba a cumplir nadie. La gente está cada vez menos dispuesta a obedecer», opina Mónica, a quien el hecho de tener que salir a trabajar cada día le ayuda a llevar mejor la situación.
Eso mismo le ocurre a una chica de 24 años que también se llama Mónica y que vive en Elche, Alicante. Ella únicamente interactúa con sus compañeros de trabajo, los días que va a la oficina, pero los fines de semana, dice, son «duros».
«Como vivo sola, puedo ir a la casa de mis padres, pero poco más. En teoría aquí podemos visitar a nuestras parejas pero mi novio vive en Almería y veo difícil que pueda venir. Entre semana no echo tanto en falta la vida social porque no paro, pero cuando llegan los fines de semana si que se nota», cuenta Mónica, que confiesa estar bastante «agobiada» en estos días porque es «muy sociable».
«Si te aislas totalmente, acabas explotando»
Marcelo, que vive en Madrid, ve con buenos ojos que en esa región se haya abierto un poco la mano con la aplicación de una norma que ya es muy estricta y poder recibir alguna visita.
“Tiene que haber un mínimo de contacto humano para que no nos volvamos locos, siempre y cuando lo afrontemos con responsabilidad individual. Yo no veo diferencia entre poder quedar en un bar con un amigo con el que no convivo y hacerlo en casa, donde también podemos usar mascarillas y sentarnos con distancia. Creo que si perdemos todo el contacto, te acaba afectando cada vez más y eres más proclive a saltarte las normas. Si te aíslas totalmente, al final, acabas explotando por algún lado”, opina.
María Dolores, que también vive sola en el centro de la capital, lo ve de forma distinta. Ella entiende que esta “carta blanca” exista para casos excepcionales, como el de personas mayores o dependientes que necesiten recibir ayuda, pero no ve “beneficioso” que se extienda a las personas que viven solas, en general.
“En este momento creo que es ponerte en riesgo a ti y poner en riesgo a otros. Quizá si estuviéramos en verano y pudiéramos tener las ventanas abiertas en casa sería algo distinto, pero en estos momentos, tal y como están los contagios, creo que lo mejor es evitar interiores”, señala María Dolores, que no tiene previsto organizar ninguna reunión en casa y que, si opta por ver a algún amigo, lo hará en el exterior y con mascarilla.
Además, apunta, en Madrid capital hay todavía bastantes opciones culturales y de ocio que permiten socializar antes del toque de queda: «No tiene nada que ver con lo que ocurre en otras zonas de España», admite.
Fuente e imagen: https://www.rtve.es/noticias/20210127/relaciones-sociales-personas-viven-solas/2069486.shtml