Por Laura Vales/Pagina12
La segunda ola reactualiza el grave problema en las villas y asentamientos. Barrios de Pie piensa en dos soluciones: generar vía impuesto más fondos mediante un impuesto a las empresas que prestan servicios de internet y de telefonía y darle más fortaleza a los acompañantes comunitarios y promotores educativos dentro de cada barrio
Con la llegada de la segunda ola de covid no quedan dudas de que la escuela tiene por delante, todavía, un buen tiempo de educación combinada. Y en los barrios populares, la falta de conectividad y de computadoras vuelve a aparecer como un grave problema, la principal restricción para que los chicos mantengan una continuidad en sus aprendizajes. En marzo, vecinos que integran los movimientos de la UTEP realizaron una encuesta educativa en villas y asentamientos de todo el país. Relevaron 16 mil casos y encontraron el siguiente panorama: la mayoría de los alumnos se conecta con la escuela con whatsapp, mientras que los que pueden hacer clases por zoom o meets son muy pocos, apenas el 14 por ciento.
Por otra parte, en 6 de cada 10 hogares hay un sólo dispositivo, en general un teléfono celular, y que es de uso compartido. Para conectarse, la mayoría depende de datos móviles.
La investigación pudo hacerse por el despliegue que tienen los movimientos sociales en los territorios. Las vecinas y vecinos que trabajan en comedores populares realizaron las entrevistas, en 14 provincias –aunque con acento en el conurbano bonaerense– que luego procesó el Movimiento Barrios de Pie. “Es una encuesta muy amplia, si se tiene en cuenta que los muestreos suelen tomar unos 2 mil casos y este incluyó 16 mil”, señaló Lucía Bianchi, directora de la Universidad Nacional de BdP.
El primer dato que llama la atención de la encuesta es que el 76 por ciento de los alumnos mantienen el contacto con la escuela por whatsapp. Obviamente, esto está relacionado a que en los barrios no hay conexiones estables de acceso a internet que les permitan usar otras herramientas como las reuniones por meet o zoom, que son las empleadas para poder seguir una clase virtual.
Así, la mayoría aseguró que se contactó todos los días con la escuela, pero se puede pensar que si prácticamente todas las comunicaciones son por whatsapp, la actividad principal es recibir tareas, mientras que la posibilidad de que los docentes desarrollen temas o den explicaciones complejas queda limitada.
En los hogares, quienes ayudan a hacer las tareas son las madres … y casi nadie más. Los números son muy claros en esto. La pregunta fue ¿quién te acompañó a hacer las tareas escolares? y las respuestas fueron: mi mamá (63,3 por ciento), seguido de un hermane (8,8 por ciento), otro familiar o persona (6,3 por ciento) y como último y menos mencionado el padre (5,9 por ciento). Más de la mitad de los chicos dijeron que necesitarían tener una ayuda externa para hacer los deberes o trabajos prácticos.
Otro dato lapidario sobre la desigualdad es la falta de dispositivos: Sólo 17 de cada cien chicos tienen una computadora o teléfono propio para conectarse a la escuela. En el mismo sentido, 66 de cada cien viven en hogares donde el único recurso es un celular de uso compartido.
Finalmente está el tema de la conectividad: entre los que se conectan con datos móviles (44%), los que tienen conexión fija pero con mala señal (15%)y los que no tienen ningún tipo de internet (18% por ciento) hay más de un 75 por ciento de alumnos con problemas graves de conectividad. Es decir que las tres cuartas partes de la población escolar de las villas y asentamientos no puede conectarse a clases virtuales.
Con los resultados de la investigación, en Barrios de Pie piensan en dos caminos para implementar soluciones. Uno es generar más fondos para dar conectividad a los barrios populares, mediante un impuesto a las empresas que prestan servicios de internet y de telefonía, que con la pandemia han tenido ganancias extraordinarias.
“Evaluamos presentar un proyecto de ley que grave los beneficios de estas grandes empresas prestadoras de servicios. En el país ya existe un fondo fiduciario que depende del ENACOM para llevar conectividad a los barrios, pero necesitamos que esa inversión llegue a más lugares y lo haga a mayor velocidad”, dijo Daniel Menéndez, coordinador de Barrios de Pie, a Página/12. “Si no se acelera el proceso de dar conectividad, la inequidad educativa va a ser enorme.
Otra política que consideran necesaria es la de darle más fortaleza a los acompañantes comunitarios y promotores educativos dentro de cada barrio, es decir, que haya una red de vecinas y vecinos que puedan acompañar a los chicos con las tareas y mantenerse en contacto con los maestros. Esto implicaría articular a los movimientos sociales con la escuela para ampliar el acceso a la educación, siguiendo un camino que ya se hizo para garantizar el acceso a la comida, al coordinar el trabajo del Estado con el de los trabajadores de los comedores populares.
Lucía Bianchi agregó que “el acompañamiento que pueden dar las comunidades es muy grande, porque en los barrios ya existen centros comunitarios, educativos y comedores con gente que puede acompañar a la escuela, no como algo antagónico,sino con un trabajo comunitario y en relación con el acompañamiento a la escuela. Ese encuentro sería muy positivo, aunque hay que tener en claro que en el primer año de pandemia tampoco hubo un trabajo con los espacios comunitarios para dotarlos de computadoras y conectividad. Pero pensar en esa trama es central porque vamos a tener, por mucho, esquemas de educación mixtos”.
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