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Entrevista: «Decir que todos los problemas del país se resuelven con más educación es un eslogan vacío»

Por Matías Loja
Carlos Skliar, pedagogo e investigador de Flacso, estará este martes a las 19 en una charla en la Facultad de Humanidades.

El mes pasado se presentó en el cine porteño Gaumont el documental «El vaivén de las escuelas», un proyecto audiovisual con relatos de maestros sobre lo vivido durante la pandemia. Y tras cada proyección se armaba una ronda de debate con el público, muchos de ellos docentes. “Ahí nos dimos cuenta de cuánto había atragantado todavía en ellos”, cuenta Carlos Skliar, docente y coguionista del filme.

Investigador principal del Instituto de investigaciones sociales de América Latina (IICSAL) y del Área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Skliar estará este martes en Rosario, para participar de un conversatorio abierto llamado “¿Qué quiere decir tener educación?”. La actividad será a las 19 en el salón de actos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y es organizada por el Núcleo Antropológico Educativo y el Centro de Estudio, Investigación y Documentación Educativa Simón Rodríguez, e invita la Escuela de Ciencias de la Educación de la UNR.

En diálogo con La Capital, el especialista recupera algunos debates que se dieron en torno al documental en el que participó, cuestiona ciertos lugares comunes de la reflexión en torno a la escuela y afirma: “Todos los problemas de nuestro país parece que se resuelven con más educación y ese es un eslogan terriblemente vacío”.

-Pasada la pandemia se retomaron algunos debates como calidad, dando una vuelta de página a ese tiempo. ¿Qué creés que sedimentó de esa experiencia?

-En función de la proyección de la película El vaivén de las escuelas, todos los días armamos rondas de conversación después de la proyección. Y ahí nos dábamos cuenta cuánto había atragantado todavía. La palabra sedimentación es más significativa, pero me da la impresión de que hay un juego ahí que se puede hacer entre lo que había sido una escuela que estaba en la punta de la lengua, llena de transformaciones y posibilidades, y cómo la vuelta a cierta cotidianidad y habitualidad hizo que muchas de esas transformaciones quedaran olvidadas, indigestas o atragantadas. O que todavía están en la punta de la lengua, como me da la impresión por las conversaciones que sigo teniendo en varias partes del país y de la región. Es como que hay dos fuerzas que se encuentran, entre la educación entendida como una cierta cotidianidad ritualística, lo que está muy bien, y un deseo de transformación que todavía está por por narrarse. Mi sensación es que todavía no hemos hablado colectivamente lo suficiente sobre qué sensaciones, dolores o ideas podríamos hacer algo con la escuela, dado que en un momento la hipótesis de la “no escuela” apareció delante de nuestras narices.

-Un debate que ahora con este tema de la inteligencia artificial volvió a cobrar fuerza.

-Bueno, ese es un debate que viene de lejos y va adquiriendo nuevas formas, que es la impronta de las novedades. No solo en la educación, sino también en la economía, la política o la cultura, porque hay muchas discusiones a propósito de las nuevas tecnologías en la cultura en general. Pero no es una discusión de ahora, sino que la pandemia creó un hábito que luego fue naturalizado y que habría que desnaturalizar, en cuanto a que los educadores se volvieron trabajadores de 24 horas los siete días de la semana. Y también el abandono de prácticas ancestrales, que esta época las convierte en anacrónicas muy rápidamente. Ese cambio entre lo ancestral y lo anacrónico es propio de esta época furiosa, acelerada y rápida, que no tiene compasión con la memoria, con la historia, con lo anterior, a lo que considera caduco casi inmediatamente.

-Te escucho con esto de lo anacrónico y pienso en ese lugar común que cada tanto se repite, que habla de escuelas del siglo XIX, con docentes del siglo XX y necesidades o alumnos del siglo XXI. ¿Cómo te llevas con esa sentencia?

-Muy mal, porque no veo ningún problema en que haya tres siglos o más en las escuelas. Por un lado, creo que las escuelas son lugares de historia y de memoria. Y por otro lado, ¿qué significa tener maestros completamente actualizados a la época que corre? Porque si es una época destructiva e hipercapitalista, ¿cuál es la virtud del siglo XXI, con un mundo en guerra, un planeta destruido y con tanta desigualdad? Por lo tanto, me parece que hay un error en considerar virtuoso el siglo XXI y no virtuoso del siglo XIX, por ejemplo. Me llevo mal con eso porque creo que la educación todavía tiene que ver con una relación entre lo viejo y lo nuevo, y una mirada de lo nuevo desde la historia y no desde el presente solamente.

-Lo que pasa que también hay una idea utilitaria de una educación, que habla de preparar para un mercado de trabajo cambiante y para las nuevas demandas o profesiones.

-Bueno, pero esa será una discusión para un determinado nivel educativo, no atañe a toda la educación en general. Porque si hablamos de infancias y juventudes, ya enrolarlos en una carrera frenética hacia un empleo absolutamente frágil, precario y cambiante me parece muy mezquino como proceso educativo. Quizás entonces se trate de recuperar una idea de formación mucho más amplia y extensa que direccionar toda la idea educativa al empleo.

-Mencionaste la palabra infancia y una preocupación tuya siempre fue el tema de los tiempos acelerados y la necesidad del juego, un debate que se vio mucho con la pandemia.

-Hubo una especie de celebración entre los sobrevivientes del cuerpo, del juego, de la narración, del contarnos cosas. Porque no me cabe duda que hay una discusión sobre qué conocimiento. Pero me parece que la pregunta es sobre qué experiencia -no conocimiento, al estilo de cambios curriculares- o transformación a propósito de cómo no solo cuidamos a la niñez sino cómo proponemos una infancia para una humanidad. Una humanidad con tiempo, más serena, conversadora y narrativa. Creo que ahí está la punta que no terminamos de destrabar a propósito de esa relación entre niñez, infancia y humanidad. Ese es el camino que nos falta trazar.

-Estamos en tiempo de elecciones y da la sensación que educación no es tema de discusión, salvo como eslogan de campaña. ¿Por qué creés que pasa esto?

-Hay una discusión muy maniqueísta. Por eso llevo a Rosario el debate sobre “el tener educación”, qué significa tener en una época que te quita todo, que no te da posesión de nada, donde somos inquilinos de este mundo. Entonces ahí hay un juego en el que todos los problemas de nuestro país parece que se resuelven con más educación y ese es un eslogan terriblemente vacío. Porque además da por entendido que ciertas clases sociales no la tienen o que solo tienen educación en un sentido civilizatorio. Una idea bastante perversa del buen comportamiento hipócrita en las grandes ciudades. Ahí el tener educación es lo que está en juego hoy, porque por tener algunos entienden pagar y otros entendemos otra cosa completamente distinta, que es cuando una comunidad dispone de una decisión a propósito en su propia formación.

https://www.lacapital.com.ar/educacion/decir-que-todos-los-problemas-del-pais-se-resuelven-mas-educacion-es-un-eslogan-vacio-n10081601.html

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