La Legislatura bonaerense dio media sanción a un proyecto que incorpora la educación emocional como contenido obligatorio desde el nivel inicial —a partir de los 45 días— hasta la secundaria. La iniciativa, impulsada por la diputada Luciana Padulo, del Frente de Todos, tuvo el apoyo de todos los bloques, a excepción de la izquierda que la rechazó. En esta nota analizamos qué propone la educación emocional, la mirada de pedagogos que sostienen que tiene un enfoque neoliberal y por qué plantea una respuesta individual a un problema de raíz social.
Por: María Díaz ReckDocente y congresal de Suteba La Plata/ María Eugenia MaureguiDocente – Agrupación Marrón
Mientras la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) ha sido objeto de cuestionamientos y depende en gran medida del compromiso docente frente a la falta de recursos estatales, la “Educación emocional” avanza en las agendas escolares, promovida por espacios de distinto signo político. En Misiones, Jujuy, Corrientes, en Chaco (cuando Capitanich -peronista- aún era el gobernador) y recientemente en la ciudad de Buenos Aires, se promulgaron leyes de educación emocional. A los problemas educativos y sociales, los gobiernos responden con prácticas socio emocionales adaptativas.
El proyecto presentado por la legisladora bonaerense Padulo modifica artículos centrales de la Ley Provincial de Educación N° 13.688 para integrar recursos pedagógicos que apunten al “autoconocimiento, la autorregulación emocional, habilidades sociales y la empatía”, como se plantea en el artículo 27 ( inciso h) del proyecto. La comunidad educativa no ha sido consultada ni tenida en cuenta para esta reforma que implica la modificación de los diseños curriculares, nuevas tareas en la labor docente y un enfoque adaptativo que algunos pedagogos vienen cuestionando por su ética neoliberal.
El debate sobre la educación emocional no es nuevo. En los últimos años, distintas fundaciones y actores del ámbito educativo impulsaron la incorporación de la llamada “educación emocional” como herramienta para enfrentar el malestar juvenil. Es importante detenernos a analizar qué hay detrás de esta pretendida “ innovación pedagógica”, que tiende a individualizar problemas que son esencialmente sociales.
Como plantea el dictamen presentado por la diputada del Frente de Izquierda Unidad, Laura Cano, la educación emocional patologiza el malestar social, despolitiza el sufrimiento juvenil y sugiere que es el individuo quien “falla”, sin considerar el peso del contexto económico, cultural y material en el que viven niños y adolescentes. El avance global de programas de educación emocional y neurociencias en la escuela responde a una visión adaptativa y normalizadora que busca regular o controlar emociones consideradas negativas, como la ira o la frustración, promoviendo conductas dóciles y funcionales al sistema productivo.
“Lo que se dieron cuenta las grandes empresas es que tienen que tener a sus CEOs y colaboradores desarrollados desde chicos, para evitar problemas en el futuro”, declaró Lucas Malaisi, egresado de la UCA y director de la fundación Educación Emocional.
Este enfoque coloca el foco casi exclusivamente en las personas. Sus propuestas despolitizan los conflictos sociales y se presentan desligadas del contexto económico, cultural y político en el que viven niñas, niños y adolescentes. En consecuencia, tienden a invisibilizar las contradicciones de clase, género y raza que atraviesan a las sociedades contemporáneas, especialmente en el marco del capitalismo y el patriarcado.
Como se plantea en esta nota, se priorizan competencias como resiliencia, autoconfianza, trabajo en equipo y manejo del estrés porque son funcionales a la productividad capitalista y a la naturalización y aceptación de condiciones precarias de trabajo y en consecuencia, de vida.
Como señala Abramowski al describir el ethos terapéutico contemporáneo, “la narrativa terapéutica se nutre de una promesa: la de la felicidad”, cuestionando que se tipifican y categorizan las emociones en buenas y malas. Esta perspectiva individualiza el proceso educativo y reduce el aprendizaje a una experiencia puramente personal, debilitando la construcción colectiva del conocimiento, fundamental para una pedagogía crítica y transformadora. Y citando las investigaciones de Val Gillies respecto de los programas de educación emocional en el Reino Unido, va a afirmar que en su estudio, la pedagoga encuentra que las complejas emociones que viven los estudiantes (ansiedad, miedo, preocupación, tristeza) son desoídas y aplastadas por el ideal de calma y control emocional proclamado por el SEAL (Social and Emotional Aspects of Learning). Si bien el programa plantea “compartir” las emociones en el aula, las actividades pautadas limitan y encauzan qué sentimientos y pensamientos se pueden expresar, así como los modos apropiados de hacerlo, reproduciendo modelos y valores de las clases privilegiadas.
La educación emocional es parte del mismo enfoque por el cual se promueven departamentos de felicidad en las grandes empresas, que buscan aumentar la productividad y reducir costos, a partir de iniciativas que promueven espacios de relajación, respiración consciente y mejoren las relaciones interpersonales.
No es individual, es social: La crisis social en las infancias y juventudes
La situación de violencia, pobreza y deterioro de la salud mental que atraviesan las infancias y juventudes en la Argentina se profundiza y se expresa a diario en las escuelas y en los barrios.
Según el último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, el 66,1% de los niños y adolescentes vive en situación de pobreza, cifra que trepa al 76,6% en el conurbano bonaerense, mientras que un 16% se encuentra en la indigencia. La falta de acceso a alimentos, salud, vivienda y educación configura un escenario de vulnerabilidad extrema que, advierten especialistas, tiene efectos directos sobre el bienestar psicosocial.
En paralelo, los jóvenes de sectores populares son con frecuencia objeto de discursos estigmatizantes. Referencias que los vinculan con la delincuencia o iniciativas como la baja de la edad de punibilidad —impulsadas por sectores políticos liberales— profundizan esa criminalización simbólica.
Un panorama crítico en salud mental
En este contexto, los problemas de salud mental entre niños y adolescentes se multiplican: ansiedad, depresión, baja autoestima, trastornos de atención e hiperactividad, consumo problemático de sustancias y diversas formas de sufrimiento subjetivo. El suicidio, además, se consolidó como un problema de salud pública de magnitud creciente.La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. En Argentina, las tendencias acompañan la preocupación global: estudios recientes indican que más del 70% de los adolescentes experimentó síntomas de ansiedad, soledad o insatisfacción vital, mientras que hubo un aumento del 32% en intentos de suicidio y del 85% en autolesiones entre 2022 y 2023.
Como señalamos acá la respuesta estatal viene siendo el descarte. A nivel global, el gasto público en salud mental “sigue siendo apenas el 2% del presupuesto total en salud, un porcentaje que no ha variado desde 2017”mientras que, desde su sanción en el 2010, la Ley de Salud Mental no se ha cumplido.
La comunidad educativa: Convidada de piedra en este debate
Docentes, equipos de orientación escolar y especialistas en salud mental advierten que la discusión sobre educación emocional no se está dando con la participación de la comunidad educativa y que las necesidades urgentes pasan por otro lado.
Se necesitan más psicólogos, psicopedagogos y trabajadores sociales en todas las escuelas, presupuesto para implementar plenamente la Ley de Salud Mental y la Educación Sexual Integral (ESI), además de capacitaciones gratuitas en servicio para el personal docente.
Esta es una demanda muy sentida en la comunidad educativa, en un contexto donde se profundizan situaciones de violencia en las escuelas, como se vio en distintos distritos de la Provincia de Buenos Aires.
Hoy más que nunca urge que la problemática sea abordada definiendo claramente los verdaderos responsables de esta crisis social. Si la gran mayoría de las adolescentes hoy están sumergidas en la pobreza, si su proyecto de futuro es de total incertidumbre y la respuesta que se les da, es que tienen que adaptarse a los padecimientos, difícilmente puedan liberarse de los padecimientos de la salud mental. Es imprescindible poder construir otra perspectiva, otro imaginario en el que las grandes mayorías puedan tener un futuro que merezca ser vivido.
https://www.laizquierdadiario.cl/Con-impulso-del-peronismo-la-educacion-emocional-esta-a-un-paso-de-ser-ley-en-la-Provincia-de





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